Dark Chat

martes, 16 de febrero de 2010

A piece of your love

Cap.6. Fantasía vs Realidad.

Mientras el vampiro se retorcía de dolor aún postrado en el piso una niña le observaba sin que él lo notase. Carlie se sentía culpable, ella estaba conciente del daño que le hacía a su padre sin siquiera intentarlo.

Se sentía orgullosa de parecerse a su madre, puede que no recordase mucho, de hecho todo cuanto recordaba era haberla mordido… Sin embargo por medio de las fotos se podía corroborar lo que para todos era evidente. Ella era el vivo retrato de Bella, pese a que el color se sus rizos fuese de una tonalidad cobriza y que su piel fuese de esa textura más propia de los Cullen que de los Swan, la niña disfrutaba de el dulce rubor que heredó de su hermosa progenitora, adoraba la tonalidad café chocolatosa que caracterizaba a sus ojos, le dolía que su padre sufriese en la misma medida que le enorgullecía heredar la hermosura de ambos. “Los mejor de dos mundos” le había dicho su tía Rose, y vaya que sí.

El tiempo pasa y la gente cambia .Hoy se cumple un año desde que Carlie llegó a la vida de Edward. Aún no lograba acostumbrarse a la cruel confusión que esta le provocaba, amor y tortura, eso era ella. Sin embargo desde aquella noche en que su pequeña lo descubrió inmerso en ese abismo sin fondo, preso de la amargura y la soledad. Edward se había jurado nunca más hacer sufrir a su pequeña. Ya había dañado a un ángel, no podría continuar existiendo con la carga de causarle dolor a otro. Más aún cuando se trataba de su propia hija.

¿Qué clase de monstruo era para haber hecho sentir culpable a su pequeño querubín?

Esa noche Edward había estado ahogándose en sus propios sollozos, carentes de lágrimas pero desgarradores como ninguno. Se había dedicado a evocar las memorias de Bella.

Releyó su carta setenta veces siete, el número que según la Biblia debías perdonar a la misma persona y Bella sin dudas había excedido su record, con una paciencia infinita otorgándole una oportunidad tras otra.

Nuevamente el vampiro se encontraba destrozado fruto del remordimiento. Era tanto su dolor que él incapaz de perdonarse recurría a lo único que le daría paz. Sus recuerdos, memorias de un amor peligroso, un amor que debía ser imposible y terminó por ser real. Un amor que había logrado traspasar los límites de la muerte aunque fuese por medio de enfermizas fantasías.

Entonces los pensamientos de culpa en su pequeña hija le alertaron.

No era justo, ella era inocente no era su culpa ser el vivo retrato de su madre. Por el contario aquello era una bendición o al menos de eso quería autoconvencerse Edward…

Desde ese día Edward prometió no volver a poner a su hija en una situación igual.

Cada vez que se sentía sobrepasado se excusaba y dejaba a la pequeña bajo el cuidado de sus hermanas o su madre.

Y esta era una de esas ocasiones. Renesme había pedido permiso para dibujar. Obviamente se lo habían concedido, es que era imposible negarle algo a la adorable pequeña. Sus rizos cobrizos formando diminutos espirales se movían al compás de sus inestables pasitos dándole a la niña un aspecto sobrenatural.
Los minutos pasaban y tantos Edward como los Cullen habían dejado a la niña sola en la sala, mientras ellos disfrutaban de una plática de adultos compartiendo las vivencias de los últimos cinco años en los que habían estado separados.

La plática iba bien hasta que Alice alarmada se dirigió al salón principal de la casa de los Cullen, seguida por el resto de la familia. Sólo para encontrarse con la pared de la entrada completamente inservible, rayada a más no poder y con cientos de pequeñas manitos marcadas en ella. La pequeña Renesme había sacado a flote sus dotes de artista.

Al verse sorprendida la pequeña clavó su vista el en el piso. Como si de pronto este le pareciese de lo más interesante. Pero antes de recibir siquiera un reto un hermoso rubor inundo sus mejillas y aquello fue todo cuanto Edward necesitó para retirarse. El resto de los Cullen no dijo nada. Sabían a la perfección el sabor amargo que dejaba Carlie en Edward. La situación era difícil, pero podrían sobrellevarla. Edward saldría adelante, debía hacerlo…

Mientras que su familia se encontraba al cuidado de su hija él había huido como tantas otras veces en dirección a donde reposaban los restos de su ángel. Se deleitaba acariciando el rostro de la frágil humana sus labios se morían por besarla. Esos ojos cafés reflejaban tanta calidez que se le hacía prácticamente imposible no ceder. La deseaba ¡cuanto la deseaba!, pero él sabía que en cuanto se atreviese a hacerlo ella se iría. Como acostumbraba hacerlo en cuanto Edward perdía el control.

No juzgaba la actitud de su mujer. Comprendía a la perfección el porqué de sus constantes rechazos. Ella aún no conseguía perdonarlo y él estaba conciente de eso, se merecía su repulsión y más. Una eternidad no sería suficiente para pagar sus errores. Sin embargo dolía ¡Dios! El ardor en su pecho le desgarraba al pensar que su mayor anhelo se encontraba a solo centímetros de él. Tan cerca de su boca y no podía besarla, moría de ganas de probar su elixir. Ardía de deseos con cada mirada. Sus cuerpos a una distancia imperceptible para el ojo humano tan cerca y a la vez tan lejos, sin poder rozarse.

Tortura… Y en el arte del sufrimiento el vampiro era todo un maestro.

Los días pasaron llegando así el tan ansiado cumpleaños de su pequeña. Edward se disculpó con la familia y pidió unos minutos para salir a tomar aire…

Todos los Cullen entendían a la perfección lo que eso significaba, Edward iría a visitar a su amada.

Se paró frente a su tumba y comenzó a platicarle… Le preguntó como pretendía que viviese sin ella y comenzó con las clásicas interrogantes que se formulaban en su mente.

Llegado a un punto las rodillas de Edward cedieron permitiendo que el joven viudo cállese de rodillas y nuevamente estallase en sollozos.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas por una llamada de Alice, demandándole que fuese de inmediato a casa. Que ya estaba bueno de tanto egoísmo que se dignase a volver a casa y compartir este día tan especial con su hija, le recordó que Bella estaba muerta y que si estuviese viva odiaría verle así. Ella le amaba demasiado para soportar verlo sufrir de esta forma. Además su hija estaba comiendo una siesta y tenía por costumbre despertar en los brazos de su padre, pese al agridulce sabor que esto le dejaba ambos habían creado cierta dependencia hacia el otro.
Cariño, era Alice. Ya sabes, ella tiene cierto don para interrumpir en los momentos menos indicados, ni siquiera ahora me permite un momento de intimidad junto a mi mujer, pero debo decir a su favor que la situación lo amerita. Carlie me necesita, si bien nuestra pequeña se siente muy a gusto y en confianza con nuestra familia, ambos hemos desarrollado un lazo muy fuerte y hay ciertas cosas que puede que no te haya contado. Mi niña es un tanto dependiente de mi. La verdad amor es que Alice vio que despertará en siete minutos amor, y si bien es mitad vampiro también es mitad humana, y ya sabes me recuerda a ti cuando no dormías, tenías un humor… El caso es que no quiero enfrentarme a su ira, ya sabes eso haría que los osos hambrientos parecieran oseznos en comparación a lo que me espera en casa.

Carlie es demasiado consentida y tiene la costumbre de despertar en mis brazos, igual a su madre, yo diría que es una muy buena costumbre, que digo buena, una excelente costumbre. Ya ves, ella ha ido desarrollando con el tiempo cada vez más cualidades similares a la de su hermosa madre.

Mi vida, debo irme, sabes que si fuese por mi me pasaría todo el día a tu lado, pero mi otro angelito me necesita, y más el día de hoy, planeamos hacerle una fiesta sorpresa, eso es lo único en lo que no se parecen, ella adora los regalos, no la culpo, con tías como Alice y Rose no se podría esperar otra cosa. Intentaré venir más seguido Bella, Dios sabe que deseos no me faltas, pero cada día que pasa enfrentarme a ti, esto, asumir la situación en la que nos vimos envueltos… A veces simplemente me supera.

Te amo Bella, eres mi único amor, descansa ángel Mío.

Edward se levantó del suelo y procedió a limpiar sus rodillas aún repletas de barro. Caminó con lentitud sin necesitarlo. Esperando que por acto de un milagro la tumba se abriera y la castaña saliese de ese oscuro encierro corriendo en dirección a sus brazos.

Comenzó a patear cada piedra que se le encontraba en el camino. No quería llegar a casa aun, no podía hacerlo, no estaba listo. Tomó el celular y se excusó con Alice. Pidió disculpas aunque estuviesen de más pues su hermana lo había visto todo.

Corrió en dirección al prado, su prado. El lugar en donde estuvo a punto de hacerla suya en más de una ocasión.
—Para, Edward. Detente

—¿Por qué?

—No quiero que hagamos esto ahora.

—¿Ah, no?

—¿Por qué? Te amo. Te deseo. Justo ahora
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Se aferro a un árbol como si en ello se le fuese la vida y gritó. Soltó un gruñido que ahuyento a la toda la fauna cercana en los alrededores. Una fuerte lluvia descendió del cielo. Sin piedad aumentó su furia logrando que Edward quedase empapado.

— ¡¿Por qué?! — gritó el vampiro en dirección hacia el cielo.

— ¡¿Por qué insistes en dejarme?— gimió sin fuerzas

— ¿Por qué me alejas? — preguntó el joven padre a un volumen inaudible

— Sé que te falle, sé muy bien que fui un idiota Bella. Tengo claro que te perdí, pero lo he pagado Amor, me sentenciaste a un dolor desgarrador amor. Ni siquiera en mis visiones me permites besarte amor.

— ¿Tanto asco me tienes?

— ¿Es tan fuerte tu orgullo para opacar nuestro amor?

— ¿De que te sirvió perdonarme si es más débil que el olvido?

— ¡¿En que ayudó el querernos si no lograrías arrancar los malos recuerdos Bella?! — gritó enfurecido el muchacho.

El cielo lloraba sin dar tregua dejando al vampiro cubierto de lodo.

— No amor… No quiero que sufras mi ángel, no tú.

— No llores amor mío, perdóname… No derrames lágrimas por quien no las merece. Sin demasiado valiosas para ser desperdiciadas Bella.

Preso de la ira y una infinita culpa Edward calló de rodillas. Ya sin fuerzas para llorar y empapado de lágrimas se dio cuenta que estaba en el mismo lugar en el que casi hace suya a su mujer.

Aquel trozo del prado los había cobijado en ese mágico momento. Los árboles y arbustos fueron silenciosos testigos de ese encuentro. Del momento en que Edward recorrió todo su cuerpo con ávidas caricias. Mientras sus labios devoraban los de Bella. Se deleito rememorando aquel encuentro.
—Vámonos de acá, a pocos kilómetros hay una cabaña que pertenece a mi familia, la noche comienza nublarse y no quiero que te enfermes y pesques un resfriado—

—No Edward, quiero seguir aquí contigo, vivir la adrenalina de que me hagas tuya bajo la lluvia—

—Te Amo. Es una escusa muy pobre para todo le que te he hecho pasar, pero es la pura verdad.

— Yo también te amo Edward, más que a mi propia Vida—
Recordar, recordar y sólo recordar. Eso era todo para lo que servía Edward. Cambió su posición y remplazó el estar sentado de rodillas por formar un perfecto capullo con su cuerpo. Escondiendo su cabeza entre las piernas y rodeando estas con sus manos.

Se entregó por completo a las sensaciones que su cuerpo experimentaba. Dejó que el dolor se apoderada de él y que utilizase su cuerpo a su antojo.

Se deleitó con las caricias inexistentes que su ángel le profería. Disfrutó de los besos que jamás llegarías y por sobre todo se dejó llevar por la musical voz de su ángel.

— Edward— llamaba la chica de voz angelical

— Edward, mi vida responde— gritó aterrada la muchacha, mientras su empapado cabello marrón se pegaba a su cuerpo.

Él novato padre se encontraba tan perdido en su burbuja personal. Vislumbrando fantasías y disfrutando de masoquista juego de mentiras del que se había vuelto adicto que no reparó en el fuerte aroma de fresas y lavandas que se encontraba frente a él, claro que mezclado con la esencia propia de la lluvia recién caída y el perfume dulzón propio de los de su especie. No él prefería concentrarse en su dolor. Soñar con un imposible, deleitarse con la tortura de los labios que nunca tocaría y las caricias que le estaban prohibidas recibir.

Tenía a su mujer en frente suyo intentando despertarle y no se daba cuenta.

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