Dark Chat

jueves, 14 de octubre de 2010

Lagrimas De Amor


Leves rayos de luz se colaron a través de las cortinas. Suspirando suavemente, Bella abrió los ojos y al ver a Edward tan cerca de ella sintió cómo le dio un vuelco el corazón, tal y como había ocurrido todas las mañanas durante los últimos dos meses.

Dos meses durante los cuales habían estado viviendo en el Palacio del León y que habían pasado muy rápido. Pero en vez de desear que los próximos diez meses transcurriesen igual de prisa, deseó que el tiempo se detuviera.

Se preguntó que estaba haciendo el, era como si fuese un mago que le había echado un hechizo. Se quedó mirando su cara, percatándose de que sus largas pestañas rozaban sus mejillas, suavizando sus duras facciones. Mientras dormía parecía más relajado, casi como un niño, y ella sintió como se le hinchaba el corazón debido a la emoción. Cuando o había conocido, había pensado que era como el demonio y nunca habría sospechado que llegaría a preocuparse por el. Pero durante aquellos primeros meses de su matrimonio había aprendido que el duque Masen si que tenía corazón… simplemente lo tenía muy escondido bajo una capa de fría indiferencia.

Mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro, para estudiarlo con más detenimiento, pensó que en realidad con ella no era frío. Aunque con frecuencia estaba ocupado y trabajando en su despacho de las oficinas del Banco de Masen en Granada, parecía que aprovechaba cualquier momento para estar con ella. Normalmente se tomaba un descanso y le pedía que bajara a dar un paseo con el por los jardines del castillo. Y todas las noches durante la cena se transformaba en una compañía ingeniosa y divertida que coqueteaba con ella sin ningún reparo, provocando que ella deseara aceptar la invitación que reflejaban sus ojos.

Pero desde la traumática última noche de su luna de miel, el no había vuelto a intentar hacerle el amor y las únicas veces que la besaba eran delante del personal del castillo, presumiblemente para reforzar la creencia de que su matrimonio era real. Esa era la razón por la que había insistido en que ella tenía que dormir en su cama. Pero cuando estaban a solas por la noche, el tenía mucho cuidado de no tocarla.

Con desaliento, pensó que no podía culparle. A veces el iba desnudo al cuarto de baño de la habitación, provocando que ella se ruborizara, pero siempre se ponía unos calzoncillos antes de meterse en la cama y a los pocos minutos de apagar la luz, se dormía. Ella se quedaba despierta durante casi la mitad de la noche, atormentada por el deseo de echarse sobre el otro lado de la cama…

Lujuria, amor… estaba tan confundida, que no sabía dónde empezaba uno ni donde terminaba el otro y estaba empezando a no importarle. No podía dejar de pensar en Edward y no podía soportar pensar en el momento en el que el ya no necesitara seguir fingiendo que era un hombre felizmente casado. Cuando ella había accedido a su propuesta matrimonial, había prometido que nunca se enamoraría de el… pero en aquel momento no estaba segura.

Pero ese era un camino peligroso. Día tras día, poco a poco, Edward estaba invadiéndole el corazón, pero no había ninguna posibilidad de que llegara a amarla y en diez meses la echaría de su vida con la despiadada eficiencia por la que era conocido.

Buenos días, querida, ¿has dormido bien? –dijo el con un leve toque de burla.

Bella se preguntó si sería porque sabía que ella había estado horas dando vueltas mientras su cuerpo vibraba debido a la frustración sexual que sentía.

He dormido perfectamente –aseguró alegremente-. He dormido de un tirón.

-¿De verdad? Por la manera en la que te retorcías, pensé que quizá habrías tenido una pesadilla.

No me estaba retorciendo –dijo ella, sentándose en la cama y mirándolo.

Se ruborizó al percatarse del pícaro brillo de los ojos de el.

Entonces quizá fuese yo el que estaba soñando. Espero que no te haya molestado –dijo el.

Bella tomó una almohada y le dio con ella.

Así que quieres jugar ¿no es así? –dijo el, sonriendo, agarrando la almohada y tumbando a Bella de espaldas.

-Eres tan encantadora, querida, y yo he sido tan paciente, ummm...… No me he movido de mi lado de la cama.

Pues ahora no estás en tu lado –murmuró ella, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba al sentir los duros muslos de el apretándola contra el colchón.

-Ni tú tampoco. Estamos en tierra de nadie, donde las normas sobre la guerra ya no tienen validez.

-Yo no estoy en guerra contigo.

Entonces ella no pudo evitar la tentación de apartar un mechón de broncíneo pelo que se le había venido a Edward a la frente. Era tan guapo que no podía pensar con claridad cuando el estaba cerca… y en aquel momento el ya no podía acercarse más. Sabía que debía apartarlo de ella, pero en vez de eso lo abrazó por los hombros, disfrutando al sentir la aterciopelada piel de el bajo sus dedos.

Pensaba que éramos amigos –susurró ella vergonzosamente.

Amigos –dijo el, deteniéndose para considerar el significado de aquella palabra. Entonces sonrío-. Y compañeros de dormitorio. Aunque creó que es justo decir que ninguno de los dos dormimos mucho. ¿No estás de acuerdo, querida?

Era estúpido negarlo… teniendo en cuenta que ella estaba prácticamente derritiéndose bajo el.

Sí –dijo ella.

Tragó saliva con fuerza ante el cálido brillo que reflejaban los ojos de el. Observó cómo bajaba la cabeza y sintió cómo cubrió sus labios con los suyos. Durante un momento, Edward le permitió dominar el beso, pero al encenderse aún más la pasión entre ambos, el tomó control de la situación, convirtiéndose en un macho dominante. Reclamó la boca de ella con una sensualidad cautivadora, dejándola débil y necesitada.

Edward… -comenzó a decir ella, besándole el cuello.

No le impidió bajarle un tirante del camisón. Uno de sus pequeños pechos quedó expuesto, comenzando el a besarle el escote hasta llegar al valle existente entre sus pechos. Entonces le bajo el otro tirante. Comenzó a acariciarle un pecho y bajó su cabeza para juguetear con el con su lengua, pera tomar completa posesión de el con su boca a continuación.

La sensación que invadió a Bella fue tan intensa, que gimió y movió las caderas impaciente, invitándolo. No podía pensar en otra cosa que no fuese el anhelo de que el la tocara en su parte más intima. No puso ninguna objeción cuando el le quito el camisón, pero cuando le agarró las bragas un temblor se apoderó de ella y se puso tensa.

Me deseas, Bella –murmuró Edward-. ¿Quién necesita amor cuando compartimos una pasión tan intensa como ésta?

Yo lo necesito –dijo ella, cerrando los ojos, invadida por una ola de desesperación-. Eres un maestro en el arte de la seducción Edward… no hay duda de que has tenido mucha práctica. Aprietas los botones correctos y yo te necesito tanto, que me duele. Pero sin amor ni confianza, ¿Qué tendríamos aparte de unos pocos momentos de placer vacío?

Entonces notó que el estaba a punto de perder su autocontrol.

-¡Toma mi cuerpo si quieres! No podría detenerte ni aunque lo intentara, ambos lo sabemos. Pero acabarías con la poca dignidad que me queda después de las cosas que he hecho recientemente.

¿Qué cosas? –exigió saber Edward ferozmente-. Bella, ¿estás avergonzada de haberte casado conmigo?

No estoy orgullosa de mentir –admitió ella-. He hecho falsas promesas en una capilla, promesas que sabía no iba a cumplir. Pero quiero a mi padre más que a nada en el mundo. El nunca debió haberte robado aquel dinero, pero comprendo por que lo hizo. Sufrió muchísimo al perder a mi madre y mi orgullo era un pequeño precio que pagar cuando significaba librarle de ir a la cárcel.

Tú tienes más principios que todo un convento de monjas –bramó el sarcásticamente-. Quizá sea una buena cosa que yo me vaya a marchar durante un tiempo –dijo levantándose de la cama.

-¿Te vas a marchar? ¿Adónde?

-A Madrid. Tengo una serie de reuniones con los directivos del banco y un número de invitaciones sociales que, repentinamente, parecen más apetecibles que quedarme aquí contigo.

¿No pensaran tus amigos que es extraño si vuelves solo? –espetó Bella, ofendida por su amargo desprecio-. Pensaba que se suponía que teníamos que alimentar la idea de que estamos muy enamorados.

Pensaré en una escusa para tú ausencia… les diré que estas enferma o algo así –dijo con indiferencia-. Aunque supongo que eso implica el riesgo de que crean que estas embarazada. Lo que no saben ellos es que… sería la inmaculada concepción –farfulló con sarcasmo-. De todas maneras, no estaré solo; Tanya vendrá conmigo. Ha convencido a su padre de que ya es hora de darse a conocer en las fiestas de la capital –añadió.

¿Y a ti te han contratado como su niñera? –dijo ella, forzándose a parecer desinteresada. Pero dentro de ella se estaban acumulando una multitud de emociones confusas (n/a: esos son celos jajaja)-. Que duro para ti.

-Estoy seguro de que sobreviviré… por lo menos Tanya sabe como divertirse.

Apuesto a que si –dijo Bella-. ¿No es un poco joven para ti?

Querida, casi podría pensar que estas celosa –dijo el deteniéndose en la puerta del cuarto de baño y dirigiéndole una insulsa sonrisa.

-Pues no lo estoy, así que no te hagas ilusiones (n/a: aja si como no xD) Me gustara gozar de un poco de paz y tranquilidad cuando estés fuera, así que no tengas prisa por regresar.

Dos semanas después, Bella, desalentada, sabía que el no tenía ninguna prisa por regresar. Su excusa había sido un inesperado volumen de trabajo debido a problemas en la dirección del Banco. Las pocas veces que le había llamado era cierto que había parecido cansado… Pero quizá el que estuviera tan exhausto y que no quisiese regresar a Granada se debiera a otras razones. Ella había telefoneado dos veces al departamento de Madrid y en ambas ocasiones le había respondido al teléfono una mujer cuya sensual voz le hizo perder la cabeza de celos.

No había sido Tanya; aquella sexy voz era de una mujer adulta más que de una quinceañera. Pensó que debía haber tenido coraje de preguntarle a el con quien había estado en vez de haberse pasado una noche entera sin dormir, habiéndoselo imaginado haciéndole el amor a una preciosa mujer.

Le dijo a Alec que no comprendía por que estaba tan disgustada. Como ella, el perro de Edward echaba de menos a su dueño.

No me importa lo que haga o con quien este –le dijo al perro, enfurecida.

Pero tuvo la impresión de que el perro sabía que ella estaba mintiendo. El castillo era un lugar sombrío sin el duque y comenzó a darse cuenta de cuanto tiempo habían pasado juntos.

¿Esta tan mal admitir que lo hecho de menos? –susurró-. Pero si ahora me siento así, ¿como me sentiré cuando nuestro matrimonio termine? Yo no estoy enamorada de el –le dijo muy seriamente al animal-. Simplemente no puedo dejar de pensar en el. Eso es todo.

Transcurrieron tres días más hasta que, desde el jardín, oyó el zumbido que causó el helicóptero de Edward. Al ver que era el, corrió a la planta de arriba para cambiarse de ropa y ponerse uno de lo elegantes conjuntos para el día que llenaban su armario. No quería que pareciera que había hecho un esfuerzo para agradarle, pero no pudo evitar aplicarse brillo de labios y ponerse perfume.

Edward había regresado y hasta las antiguas paredes de piedra del castillo, parecían sonreír. Al dirigirse a toda prisa a la puerta principal lo vio andando por el patio. No estaba preparada para el efecto que el iba a tener sobre ella; sintió como si se le parase el corazón y como si entonces comenzara a latirle más rápido de lo normal. Al mirarlo a la cara y ver lo guapo que era, sintió mariposas en su estomago y las manos húmedas.

Pensó que lo había echado mucho de menos. Se detuvo en el porche, esperando recuperar un poco de autocontrol. Entonces el miró para arriba y la vio, sonriéndole abiertamente. Aquella sonrisa fue tan devastadora que echó a perder todas la buenas intenciones de ella.

¡Edward! –gritó, bajando las escaleras corriendo.

Pero entonces vio una furgoneta que traía un pedido entrando al patio al mismo tiempo que el perro corría emocionado hacia su dueño.

-¡Alec… no!

El nauseabundo golpe se oyó al mismo tiempo que el angustioso alarido de Alec. Bella apartó su vista del animal, que estaba inmóvil bajo las ruedas de la furgoneta. Miró a Edward y la expresión de la cara de este le hizo desear llorar. Se preguntó como podía haber pensado alguna vez que el no tenía corazón. Durante un momento vio reflejado en sus ojos un profundo dolor, miedo y el afecto que sentía por su fiel compañero, pero entonces controló sus emociones y corrió hacia Alec. Había concentrado todo su amor en su perro, que lo amaba a el incondicionalmente.

Dile a Jasper que llame al veterinario –bramo el-. Y date prisa; esta perdiendo mucha sangre.

Durante las siguientes horas, Bella no pudo hacer otra cosa que rezar para que el amado perro de Edward se salvara. Ella haría todo lo que pudiese para que Alec viviese. Haría lo que fuese para que Edward volviese a sonreír.

Entonces se dio cuenta de que lo amaba. Por esa razón, cada un de los días en que el había estado ausente, le había parecido muy largo y gris a pesar de la luz que había en los últimos días de verano. Sin el, solo se sentía viva en parte. De alguna manera, si haberse dado cuenta de ello, el se había convertido en su sol y su luna… el era la razón por la que ella se levantaba cada mañana sonriendo.

Mientras andaba por la rosaleda reconoció que no era solo lujuria. Durante su luna de miel Edward le había dicho que el era el único hombre que la excitaba y no podía negarlo. Edward le hacía sentir y pensar en cosas pícaras, malvadas, que ella encontraba escandalosas. Pero el era el único hombre que ella había deseado con cada poro de su piel.

Al haberlo visto aquel día con Alec se había dado cuenta de que sus sentimientos por el iban más allá de la atracción física. Deseaba abrazarlo y protegerlo del dolor. Quería amarlo con su cuerpo y con su alma. Era gracias a el que su padre no iba a pasar los siguientes años en prisión y aunque ambos se habían beneficiado del contrato matrimonial, el la había tratado con respeto y consideración.

No era casualidad que los miembros del personal a su servicio le fueran fieles. Bajo su apariencia de altanería y arrogancia, ella había descubierto que era amable y encantador, poseedor de una ardiente pasión que hacía que ella lo deseara desesperadamente.

Pero el día de su boda el le había dicho que no buscara cosas que no existían… una advertencia de que nunca podría llegar a amarla.

Alec se había fracturado una pierna, había sufrido múltiples contusiones y como ocurría con muchos animales heridos, estaba en estado de shock. Edward se lo hizo saber a Bella cuando esta se unió a ellos en la gran cocina. Edward y Jasper habían llevado al animal al castillo y el veterinario se había negado a que lo movieran más. Le había curado las heridas y le había administrado un fuerte sedante; lo único que podían hacer era esperar que Alec sobreviviera.

Las próximas veinticuatros horas son cruciales, pero el veterinario está convencido de que se recuperará –le informo Edward tristemente.

Oh, eso espero –murmuró Bella fervientemente, arrodillándose junto a Edward u acariciando delicadamente al inconsciente animal-. Se lo mucho que te preocupas por el.

Sintió como las lágrimas le escocían los ojos al recordar lo devastado que había estado el en el momento del accidente.

Edward estaba tenso, y la tomó de la barbilla, mirándola a los ojos.

-A veces me parece que sabes demasiadas cosas sobre mi, Bella. Siento como si tus profundos ojos chocolatosos fuesen capases de leer mi alma y destapar mis secretos.

No quiero que haya secretos entre nosotros –susurró ella, cautivada por la intensidad de la mirada de el-. Eres mi esposo… aunque parece que te has olvidado de ello las últimas semanas –añadió, recordando la seductora voz de la mujer que había respondido a sus llamadas telefónicas.

Pero aquel no era el momento para revelar sus irracionales celos.

¿Crees que me podría olvidar de ti? –dijo el, esbozando una pequeña sonrisa-. Desearía poder hacerlo, pero la verdad es que he estado todo el tiempo pensando en ti y cada noche soñando que estabas a mi lado, con tu cara tan cerca de la mía, que si me daba la vuelta mis labios rozarían los tuyos… así.

Edward acercó su boca a la de ella, dulcemente, como si quisiese saborear el momento después de todos los días en los que había estado ausente. Ella lo abrazó estrechamente por el cuello y pensó que aquella manera era como quería estar. Abrió los labios y respondió al beso de el con una delicada pasión, queriendo reconfortarle tras el trauma que había sufrido al ver a Alec tumbado bajo las ruedas de la camioneta.

Deberías tratar de dormir –murmuró ella cuando el levanto la cabeza.

-Esta noche no… quiero quedarme con Alec por si se mueve.

-Bueno, por lo menos vete a dar una ducha y a comer algo… yo me quedaré con el y te prometo que te llamare si pasa algo.

Todavía estaban arrodillados al lado de Alec, pero Edward se levantó e hizo que ella también lo hiciera.

Bella, no me merezco lo amable que estás siendo conmigo –dijo-. Eres tú la que debería dormir un poco… mañana vas a ir a Inglaterra.

¿Quieres decir que me mandas para allá? ¿Por qué? –quiso saber ella, titubeando.

Se preguntó si el ya se había cansado de ella y de sus principios y quería quitársela de en medio para así llevar al castillo a su amante.

Sólo es por una semana –dijo el, frunciendo el ceño-. Se cuanto echas de menos a tu padre y lo había arreglado todo para que ambos fuésemos a visitarlo, pero no puedo dejar a Alec así.

Claro que no, pero podríamos posponer el viaje hasta que este mejor –propuso ella, aliviada

Estoy seguro de que no te has olvidado de que en pocos días es el cumpleaños de tu padre. Cuando hablé con tu tía, me dijo que el tenía muchísimas ganas de verte –dijo Edward, apartándole el pelo de la cara a ella-. No puedes fallarle, querida.

No, no podía hacerlo. Pero, si era sincera, tenía que admitir que había estado tan concentrada en Edward, que había olvidado por completo el cumpleaños de su padre.

¿A que hora salgo? –preguntó en voz baja.

-Mañana por la mañana. Será mejor que te vayas a la cama y te veré por la mañana.

Bella asintió con la cabeza; no confiaba en ella misma si hablaba, pero cuando llego a la puerta, el sonido de la voz de el la detuvo.

¡Bella! ¿Regresaras? –preguntó el con una incomprensible expresión en los ojos.

Claro que sí –prometió suavemente-. Tenemos un acuerdo… ¿lo recuerdas?

Pero plantearse como iba a sobrevivir sin el cuando el contrato matrimonial terminara la atormento toda la noche. Y cuando, a la mañana siguiente, Jasper la llevó en coche al aeropuerto, no pudo ocultar su infelicidad.

Bella, tras el quinto día de lluvia, pensó que el otoño había decidido hacerle una visita a la costa sur de Inglaterra. Miró a través de la ventana del hostal de su tía Esme, recordando con nostalgia el jardín del Palacio del León.

Tuvo que admitir que tenía muchas ganas de regresar, aunque su impaciencia no tenía mucho que ver con el cálido sol granadino… podría vivir muy felizmente en el ártico si estuviese con Edward.

¡Jaque mate! –anunció Charlie Swan alegremente, levantando la mirada hacia su hija-. Algo me dice que no tenías la mente en la partida, cariño.

Nunca he sido capaz de ganarte al ajedrez, papá –contesto ella sonriendo-. Mamá era mucho mejor adversaria que yo.

Charlie mantuvo silencio durante un momento para luego devolverle la sonrisa a su hija.

-Si, ella podía ganarme de lleno, bendita sea.

Bella aguantó la respiración; era la primera vez desde que René Swan había muerto que ella había sido capaz de mencionarla en una conversación. Antes, había evitado mencionar a su madre ante el miedo de haber provocado una depresión aún más fuerte de la que ya sufría su padre. Pero en aquel momento, con la ayuda de un consejero para casos de pérdida de un ser querido, Charlie estaba finalmente aceptando la pérdida de la mujer de la que se había enamorado nada más haberla visto.

Mientras se acercaba y le daba un beso a su padre en la mejilla, pensó que todavía quedaba mucho camino por recorrer. La muerte de René le había dejado desesperado, y durante un corto espacio de tiempo el había perdido la cabeza. Todavía tenía grandes vacíos en su memoria y ella estaba segura de que no recordaba muchos detalles del último año que había trabajado en el banco o de sus desesperados intentos de arreglar sus crecientes problemas económicos.

Desde luego que ella no se lo iba a recordar. Gracias a Edward su padre estaba libre de cargos ya no tenia deudas y vivía a salvo y protegido por su tía Esme. Estaba decidida a que el no se enterara del precio que había tenido que pagar ella por su libertad… un año de su vida entregado a un hombre que despreciaba.

Pero reconoció con dolor que ya no despreciaba a Edward. Era casi imposible pensar que alguna vez lo había odiado cuando su amor por el en ese momento rebosaba en su corazón.

El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos y se dirigió a abrir la puerta principal. Casi se le salió el corazón del pecho cuando miró unos familiares ojos verdes esmeralda.

Edward… ¿Qué… que haces aquí? –tartamudeó, invadida por el pavor-. ¿Alec…?

Se esta recuperando más rápido de lo que incluso pensaba el veterinario- tranquilizo el-. He venido para llevarte a la casa.

El dijo aquello con el destello de la altiva arrogancia que ella tan bien reconocía. Pero la calidez de sus ojos, el brillo de la pasión que no podía ocultar le dijo a ella que el no estaba controlando sus emociones de la manera en la que le hubiese gustado que ella creyese.

-He decidido que mi esposa ya ha estado fuera durante mucho tiempo.

Pero sabías que regresaba mañana. Lo arreglaste todo para mi vuelo –dijo ella encandilada.

La paciencia nunca ha sido una de mis virtudes –dijo el, arrastrando las palabras sin ningún tipo de remordimiento-. Mi avión privado está esperando en el aeropuerto… ve por tus cosas.

¿Quieres que nos marchemos ahora mismo? Pero no tengo hechas las maletas ni nada ¿Qué es lo que está pasando realmente, Edward? –exigió saber-. ¿Pensaste que tal vez fuese a romper nuestro acuerdo? Te di mi palabra de que regresaría, pero esta claro que no confías en mí.

No es una cuestión de confianza –gruño el.

¿Entonces a que se debe esta repentina urgencia? –preguntó Bella entre dientes-. Parece como si te hubieras levantado esta mañana y te hubieras montado directamente en el avión.

Edward se encogió de hombros y repentinamente pareció decidido a evitar la mirada de ella.

La urgencia es porque llevamos separados casi un mes. Me tuve que quedar en Madrid durante más tiempo del que había planeado y entonces tú viniste aquí para celebrar el cumpleaños de tu padre –increíblemente, Edward parecía avergonzado-. Te he… echado de menos.

¡Oh! –exclamó ella, emocionada y sonriendo vergonzosamente-. Yo… también te he echado de menos –susurró.

Se quedó mirándolo, deseando que el hiciera lo mismo. Se le aceleró el corazón cuando el esbozó una sensual sonrisa que prometía el cielo.

Bella… -comenzó a decir el, mirándola profundamente a los ojos.

-¿Sí?

-¿Crees que podría entrar antes de que me ahogue bajo la lluvia?

¡Oh! Si, desde luego. ¡Lo siento! –ruborizada, se echo para atrás y le hizo pasar a la entrada.

Edward estaba tan mojado, que el agua le chorreaba por la cara.

Estas empapado… ven, déjame que te ayude a quitarte la ropa –dijo, nerviosa, quitándole la chaqueta.

Soy todo tuyo, querida… se cariñosa conmigo –bromeó con la diversión reflejada en los ojos-. Aunque no estoy seguro de que debas desnudarme en la entrada. Quizá tú tía no este de acuerdo.

Realmente eres el diablo en persona, Edward Masen –le dijo Bella, enojada.

Entonces el la abrazó, ella se aferro a el sin importarle que sus ropas la estuvieran empapando. Estaba ardiente de pasión y comenzó a sentir un remolino de sensaciones en la parte baja de su estómago. Cuando el le acaricio un pecho, ella gimió y se acurrucó en el, deseando que pudieran quitarse la ropa para así sentir piel contra piel.

Regresa a casa conmigo, Bella… es conmigo con quien debes estar –dijo Edward con la voz ronca cuando por fin levanto la cabeza, acariciándole los labios con su dedo pulgar.

Ella se preguntó si el se estaría circunscribiendo a los términos de su contrato matrimonial. Pero repentinamente eso ya no importaba. Todo lo que le importaba era estar con el hombre al que amaba… durante el tiempo que el la quisiese. Y sonriéndole de tal manera que le llegó al alma, se apresuró a subir a la planta de arriba para hacer las maletas.



Te Presento A Mi Amante

Capitulo 9: Boliche

Edward POV

Regrese a mi casa cerca de las cuatro de la madrugada, la casa estaba en completo silencio, las risas de Alice ya no se escuchaban, seguramente había caído rendida por tanto alcohol, el auto de Rosalie ya no estaba, ella y su hermano se habían marchado ya. Desee dormir en el sofá, no quería subir y encontrarme con Tanya dormida en mi cama, a pesar, que durante meses desee que regresara, hoy, deseaba que se fuera.

Subí pesadamente por las escaleras hasta llegar a la puerta del cuarto de mi hermana, la abrí despacio y ahí sobre la cama se encontraba ese pequeño demonio al que yo tanto quería y la que tantas veces me había pedido que no me casara. Si tan solo le hubiera hecho un poco de caso, en estos momentos yo no estaría con Tanya y seria libre para amar a Bella, para decirles a su padre y a su hermano que ella era la mujer con quien quería estar toda mi vida. Pero claro, como buen hermano mayor, ignore a Alice todo el tiempo, hoy sabía que su frase era cierta: Nunca apuestes contra Alice.

Le di un suave beso en la mejilla y salí del cuarto, subí las escaleras y entre a mi cuarto, Tanya no estaba, solo se escuchaba el ruido de la ducha abierta, estaba cansado así que me quite la camisa y el pantalón y entre en la cama. Me perdí en mis sueños hasta que sentí algo de peso sobre mí y unos húmedos labios contra los míos. Abrí los ojos y ahí estaba Tanya envuelta en una toalla, con el cabello despeinado y húmedo. Una vez más no quise hacer comparaciones, pero definitivamente era imposible no pensar en Bella aquella vez que se quedo en mi casa y la vi casi de la misma forma.

—Tanya ¿Qué haces?

—Quería un poco de intimidad con mi marido —me susurro en el oído— después de más de un mes… te extrañe ¿tu no?

—Tanya son casi las cuatro de la mañana —no respondí su ultima pregunta— quiero dormir.

— ¿Por qué no pensaste que era muy tarde antes de ir por esa niña? —se quito de encima mío y empezó a vestirse.

—Por eso lo hice, por que era muy tarde para que anduviera sola.

—Si claro —el sarcasmo era evidente— y me dejaste a mi sola, parece que no te dio gusto que regresara, me dejaste con tu hermana borracha la cual no me bajo de bruja y golfa.

Reí en silencio, no me gustaba que Alice la insultara, toda mujer a mi parecer merecía respeto, pero debió ser muy divertido ver a mi hermana ebria diciéndole todo lo que pensaba a Tanya.

—Lo siento, ya sabes como es Alice —se acostó en la cama y recostó su cabeza en mi pecho, con delicadeza la aparte y me puse de costado, dándole la espalda— que duermas bien Tanya.

La escuche resoplar con disgusto pero no le puse mucha atención, rápidamente me quede dormido.

Bella POV

— ¿Cómo pudiste? —grito Alice— tengo que preparar un funeral.

—Alice… es solo un vestido —tome el la tela desgarrada y la tire al suelo.

— ¡No! —salto de mi cama y tomo el vestido antes de que cayera al piso— tendrá su despedida como se debe.

—Eres una exagerada —rodé los ojos.

—No, es único, no hay otro igual y tu… momento ¿tu lo rompiste? —alzo una ceja.

—Si —mentí— no podía correr a gusto con ese vestido tan entallado, así que lo rompí.

—Claro —sentí que no me creyó— bueno, le llamare a Rosalie, para irnos de compras.

—Alice no, no puede ser que por un vestido tú me lleves de compras todo el día.

— Lo siento, tienes que aprender a no romper mi ropa —saco su celular y marco el numero de Rose— ¡Rosalie! Arréglate, pasamos por ti en media hora, nos vamos de compras… si… no lo se… yo le pregunto… adiós.

Colgó y me dedico una mirada llena de preguntas, sin decir nada se dirigió a mi armario y entonces noto la chaqueta de su hermano sobre mi mecedora.

— ¿Y esto? —alzo la chaqueta con un dedo— me dijo Rose que Edward salio a buscarte ayer luego de que salieras corriendo… ¿Qué paso? ¿Por qué te fuiste así cuando llego la bruja de cuento barato?

—No lo se, estaba borracha y…

— ¡Mentira! ¿Pero qué crees que soy tonta? —se sentó en la cama y me hizo mirarla a los ojos— a ti te gusta mi hermano, se que te beso en la playa, y este mes en el que el muy tonto te ignoro estabas triste, y hoy, después de lo que paso ayer te brillan los ojitos como nunca antes. ¿Qué paso?

—Creí que tu lo sabias todo —me burle.

—Si, pero a veces el alcohol interfiere en mis visiones.

— ¿Visiones?

— Bella… —me miro seriamente, pero aun así sus ojos tenían ese toque de chantaje para hacerte sentir mal y que le contaras todo.

—Esta bien, te cuento cuando estemos en el auto, mi hermano no puede saber y además aprovecho que este Rose también para no tenerle que repetir todo a ella.

Alice busco la ropa adecuada para ir de compras. Solo a ella se le ocurría. Me bañe, me vestí y bajamos a la cocina donde ya estaban Emmett y Charlie.

—Buenos días familia.

—Mi amor, ¿Cómo te la pasaste ayer? —Charlie se dio la vuelta y me abrazo— supe que alguien te secuestro.

—Esa fui yo —salto Alice— y Charlie lo siento pero tu hija masacro un vestido único, y tiene que pagármelo yendo de compras todo el día.

—No lo masacre, es injusto que por una rasgada tenga que pasar todo el día con una compradora compulsiva.

La risa de Emmett inundo la cocina.

—Recuerdo haber visto un trailer sobre una película… —Emmett puso una mano en su barbilla simulando recordar— ah si 'Loca por las compras' ¿no la protagonizas tu Alice?

Todos nos reímos, excepto Alice quien miraba a mi hermano como si lo quisiera asesinar.

—Ya duende —Emmett borro su tonta sonrisa— era broma.

—Bien, será mejor que nos vayamos antes que tu hermano termine peor que mi pobre vestido —rodé los ojos, definitivamente nunca olvidaría lo de su vestido.

—Diviértanse —nos deseo Charlie.

—Claro —Alice dio saltitos

—Imposible —me queje una vez que Alice me arrastro hacia un coche BMW negro.

Llegamos en cinco minutos por Rosalie y fuimos directo a Port Angeles a un divertido día de compras –nótese el sarcasmo-. Al llegar al centro comercial, lo primero que hicimos fue ir a desayunar puesto que Alice no nos había dado tiempo. En cuanto me senté me bombardearon con preguntas.

— ¿Y entonces? —la mirada de Alice brillaba.

— ¿De que hablas? —fingí inocencia.

—Oh vamos Bella, ¿Qué paso ayer después de que llegara la esposa de Edward? —esa era Rosalie, no se andaba con rodeos.

—Si les digo, ¿prometen que nos iremos más temprano de aquí?

—Prometido —aunque en el rostro de Alice veía una doble intención.

Suspire resignada y conté todo lo que había pasado la noche anterior, sin omitir ni un solo detalle ya que Alice parecía saber cuando me saltaba algunas cosas algo personales, y como no, si cada que recordaba los besos de Edward me ponía roja.

— ¡Si! Lo sabia —grito Alice y comenzó a reírse— me da mucho gusto saber que tu y Edward por fin aceptaron lo que sienten el uno por el otro, claro, también me da gusto que Tanya tenga unos cuernos enormes.

Rodé los ojos y mire a Rosalie quien estaba seria y miraba hacia otra parte.

— ¿Pasa algo Rose? —pregunte.

—Estaba pensando —me dirigió la mirada— hay una frase: 'no hagas lo que no te gustaría que te hicieran' y no me malinterpretes, me da gusto que estés enamorada pero, nunca había visto que tu mirada brillara así pero…

—Rose, yo se —interrumpí— que esto esta mal en el sentido de que el esta casado, pero ¿Qué hago entonces?

—Ámalo y disfrútalo —Rose me sonrió— tu sabes la historia de mis papás, Alice… mi papá dejo a mi mamá por su secretaria, por eso estoy algo traumada.

Rió sin ganas y suspiro.

—Rose, yo se lo que pasaste, y créeme que si Tanya fuera la mitad de lo buena mujer que es tu madre, y si hubiera hijos de por medio, yo no lo haría.

—Disculpa mi mal humor —se disculpo sinceramente— solo fue la impresión, pero debes tener cuidado con Emmett.

—Lo se, por eso esto no debe salir de aquí… y se que cuento con ustedes.

—Obvio —grito Alice— cuñada… cuanta conmigo para todo incluso para sus encuentros a escondidas, es más, estaba pensando que podemos salir esta noche, es sábado y necesitamos divertirnos, llamare a Jasper para que vaya por Emmett y Edward con el pretexto de una tarde de chicos, obvio para que Tanya no venga y casualmente nos encontramos con ellos.

Alice daba saltitos desde su asiento y por primera vez quería saltar junto con ella, más feliz no podía estar.

Edward POV

Estaba sentado frente al piano, mis dedos se movían suavemente sobre las teclas en una melodía que hacia poco más de un mes había empezado. En aquel momento no sabia que me había llevado a componerla, pero hoy sabia que las notas salían con ternura y amor cada que pensaba en Bella. Le di unos arreglos y la toque por última vez para comprobar que estuviera lista. Justo en la última nota escuche la voz de Tanya.

—Amor —sentí su aliento contra mi cuello y sus brazos rodeando mi cintura— estaba pensando que quiero que me lleves a dar un paseo, quiero comprar ropa… tengo pura ropa de verano y la de invierno ya la use.

Estaba a punto de responder cuando mi celular sonó.

— ¿Diga?

—Edward, habla Jasper, prepárate por que voy por ti.

— ¿Y como para que? —pregunte, ya que no teníamos planes.

—No lo se, son ordenes de tu hermana, me pidió que no hicieras planes con Tanya, bueno se refirió a ella con otras palabras —rió entre dientes— pero bueno, la idea es que en 20 minutos Emmett y yo pasamos por ti, adiós.

Colgué complacido y me gire para ver a Tanya.

—Lo siento, Alice me acaba de llamar, el auto de mi padre se descompuso y necesito ir por ella.

—Perfecto entonces vamos por ella y de ahí nos vamos de compras, a ella le encanta, quizás así me la gane.

—Me gustaría más ir solo —su cara de disgusto me avisaba una serie de gritos y berrinches— quiero hablar con ella respecto a su actitud contigo, a solas y ya después la invitas para ir de compras.

La idea pareció gustarle ya que me sonrió y asintió.

—Entonces me quedare aquí, te preparare una cena deliciosa y por la noche…

Dejo la frase inconclusa y una sonrisa picara apareció en sus labios, me beso en los labios y me deje llevar por un segundo, después, gentilmente me separe, aunque parecía absurdo sentía que traicionaba a Bella, y a mi mismo.

Subí a mi cuarto y tome un rápido baño. Cuando salí me encontré con un mensaje de Alice en mi celular donde me decía que ropa ponerme y que por ningún motivo dejara mi auto. Le hice caso, como siempre, y me vestí rápidamente.

Al bajar encontré a mi madre conversando con Tanya en la sala.

—Wow, estas guapísimo —sonrió Tanya.

—El mismo retrato de su padre —halago Esme.

—Definitivamente —dijo Carlisle quien bajaba las escaleras— no cabe duda que somos guapos.

Reí junto con el mientras pasaba uno de sus brazos sobre mis hombros.

— ¿A dónde vas hijo? —pregunto mamá

—Iré por Alice, parece que el coche la dejo tirada en medio de Port Angeles

—Oh no —suspiro Carlisle aun a mi lado— ¿Qué le hizo ese pequeño monstruo a mi auto? Más bien… ¿Quién se lo presto?

—Ella no necesita pedirlo prestado amor —dijo Esme— ya sabes que ella toma las cosas y tu no puedes decirle nada.

—Puedes liberarte de los nervios que te atacan cada que toma tu auto, o liberarme a mí cuando se lleva mi Volvo, quiere un Porshe para su cumpleaños.

—Lo pensare —murmuro mi padre.

Escuche un auto estacionarse frente a la casa y vi el jeep de Emmett, tome las llaves de mi Volvo y me despedí. Al salir les explique que mi hermana me exigía llevar mi auto y salimos los tres rumbo a Por Angeles.

Bella POV

— ¡Ya por favor! —rogué después de salir de la quinta tienda con 4 bolsas en cada mano.

—Esta bien —dijo Alice, para después comenzar a dar saltitos— solo por que necesitas guardar fuerzas para el boliche.

— ¿Boliche? —me sorprendí, parece que Alice aun no notaba mi poca coordinación y que combinada con una superficie plana y resbaladiza podría ser mortal— no creo que sea buena idea.

—No es buena, es excelente —los saltitos de Alice no cesaban, me gustaría saber donde guarda las pilas para quitárselas un rato.

—Vamos Bells, no será tan malo —Rose me abrazo mientras caminábamos al estacionamiento— nosotras te enseñaremos, además ahí estará Edward, el no dejara que caigas.

Me guiño un ojo y me soltó, caminando frente a mi con una elegancia digna de envidiar. Llegamos al auto y guardamos las bolsas, y partimos rumbo al boliche, en todo el camino mi corazón palpitaba con fuerza pidiendo a gritos salir de mi pecho. Y es que no solo eran los nervios de poder caerme frente a decenas de personas y ponerme en ridículo como siempre, es más, debería estar acostumbrada. Era también volver a ver a Edward después de anoche, ¿como tendría que actuar? ¿habíamos quedado como pareja? ¿o estaríamos alejados hasta que el fuera libre?

Una vez que llegamos al boliche y entramos al estacionamiento visualice el jeep de mi hermano y junto a el estaba el Volvo. Mi corazón se acelero mucho más y sentía que dentro del silencio del auto, Rose y Alice podían escucharlo. Antes de bajar del auto, Alice me miro por el espejo retrovisor y me sonrió con complicidad. Rose y ella bajaron con elegancia y yo, para no variar, me tropecé el salir, pero unos fuertes brazos rodearon mi cintura y evitaron mi cita con el suelo.

—Gracias —susurre al levantar la vista y encontrarme con sus ojos verdes que brillaban por algún motivo, además claro, de un dejo de burla.

—Es un placer —puso esa sonrisa que tanto me gustaba y me puso derecha sobre mis pies.

—Esto será divertido —rió Emmett— Jasper te apuesto a que mi hermana se cae hoy por lo menos 10 veces.

Abrí mi boca para reclamar que me usara a mí y a mi poca habilidad para ganar dinero. Pero la respuesta de Jasper me dejo sin palabras.

—Acepto, pero yo opino que serán más de diez

—Echo —sonrió mi hermano y entraron al establecimiento detrás de las chicas.

Escuche a Edward reírse entre dientes y quise dirigirle una mirada envenenada, la cual se desvaneció en cuanto vi su rostro. Mientras reía mantenía sus ojos fijos en la puerta y antes de que pudiera notarlo, sentí sus dulces labios sobre los míos. Se movían lentamente contra los míos, fue un beso tierno, dulce y rápido, ya que corríamos el riesgo de ser vistos por mi hermano o por cualquier otra persona de Forks que casualmente se encontrara por aquí.

Entramos sin ningún tipo de contacto físico pero si lo más cerca que se podía uno del otro. Nos sentamos en la mesa que Alice y Rose ya habían elegido y Edward se fue con los chicos para ayudarlos con las bebidas y botanas.

Comenzamos a jugar en dos equipos, Jasper, Alice y Rose contra Edward, Em y yo. Obviamente Edward y Emmett lo hicieron todo, las pocas veces que me toco tirar, o se iban por el canal o tiraban uno o dos pinos solamente. Aun así ganamos.

Para la segunda ronda decidimos ponernos las mujeres contra los hombres. A pesar de que la bola parecía pesar más que Alice, esta se desplazaba con una elegancia y además jugaba como profesional. Rosalie por su parte no se quedaba atrás, para nuestra mala suerte, el último tiro, el cual decidía si ganábamos o perdíamos, me tocaba a mí.

—Hagamos una cosa —sonrió Emmett luego de hacer una chuza— si ustedes ganan, lo cual dudo, tendrán que irse en el auto de Bella a la escuela por una semana.

Iba a replicar por usar mi auto y burlarse de su lentitud pero Alice fue más rápida.

—Aceptamos, pero si ganamos ustedes tres se iran en su auto dos semanas y nosotras en el Volvo de Edward

—No metas a mi auto en esto

—Vamos Edward, ¿de verdad crees que ganaran? Bella es quien va a tirar, con suerte y no se cae —se burlo Emmett y Edward escondió una sonrisa.

—Me gustaría ver a Alice llegando en el auto de los picapiedra —se burlo Edward— esta bien.

Alice sonrió con malicia y se giro para verme.

—Lo harás, lo se —se apunto la cabeza con un dedo mientras me entregaba la bola. La tome con más desconfianza que nunca, tenía en mi cinco pares de ojos pendientes de lo que iba a hacer. Esto era más por el orgullo de mi señor auto que nada, me gustaría ver a Edward manejando mi pickup mientras yo iba alegremente en su Volvo. Camine con decisión y arroje la bola como Rose me lo había explicado. El camino hasta el final fue lento, pero esta vez no se desvió hacia los canales, si no que llego de lleno al centro haciendo una chuza, lo cual nos dio la victoria.

Grite y brinque mientras sentí a Rose y Alice abrazarme y brincar conmigo. Cuando los vi, los tres estaban sorprendidos y sus estúpidas sonrisas habían desaparecido.

—Esto es tú culpa Emmett —gruño Edward— tu y tus estúpidas ideas.

—No puede ser, ¿Cómo el sexy profesor Emmett va a llegar en esa chatarra?

—Em, no me subestimes, por cierto, tampoco me he caído ni una vez, el dinero que apostaron los dos me lo deberían de dar a mi —sonreí disfrutando la derrota de mi hermano, la vergüenza de Jasper y el enojo de Edward.

—Oh Edward, luego me dices que se siente llegar en el auto de los picapiedra —se burlo Alice y reí con ella, sin importar como llamara a mi auto.

Las bromas no cesaron el resto de la tarde hasta que oscureció y la hora de regresar a Forks llego. Obviamente Alice me mando en el auto de Edward, ella se fue con Jasper en el coche de Carlisle y Emmett con Rosalie en su jeep.

Llegamos rápidamente a mi casa gracias a la loca manera de manejar de Edward, se estaciono frente a mi casa la cual estaba en penumbras. Charlie había ido a la Push a visitar a Billy y aun no había llegado, Emmett tampoco llegaba aun, había llevado a Rosalie a su casa.

—Veo que te gusto mi regalo —dijo Edward tomando mi mano y jugando con el brazalete.

—Me encanto —sus ojos se encontraron con los míos— gracias por pasar la tarde con nosotros.

—Es un placer —me sonrió

—Yo pensé que la llegada de…

—Shhh —puso uno de sus dedos sobre mis labios con suavidad y después lo sustituyo con su boca, esta vez el beso fue más intenso y profundo que el que nos habíamos dado fuera del boliche, sus manos tomaron mis mejillas y me acerco más a el, yo pase las manos por su cuello y jugué con su cabello.

Entonces escuche un golpe en la ventanilla del lado del conductor, me sobresalte y vi una figura masculina de pie afuera. Edward suspiro y bajo la ventanilla.

—No espere encontrarme con esto —su voz sonó molesta y desilusionada.