Dark Chat

lunes, 18 de febrero de 2013

Rebelde


CAPÍTULO XVI SU VIDA O LA MÍA.-
BELLA POV
Nunca en todos mis años como semi diosa pensé que me dolería ver a Edward muriendo, siempre pensé que lo odiaba y días atrás sentía que sólo lo deseaba, pero verlo sacrificarse por mi de esa manera me atenazó el corazón, nunca nadie aparte de mi hijo me había defendido de algo así, nunca pensé que llegaría el día en que un hombre y especialmente Edward daría su vida por mi siendo que una vez fue mi verdugo, pero ese día había llegado y no era justo, para nada justo verlo morir entre mis brazos, lo besé con desesperación, pero fui arrancada de sus brazos y sus labios, su vida se extinguía, pero ahora veía a mi preciosa e inocente hija siendo entregada a un maldito lobo, ella estaba asustada mientras el lobo la rondaba, era su presa, era su deleite, quería que fuera su mujer, ese era el maldito propósito de toda la matanza y odios.
Cuando supe que estaba embarazada nunca pensé que serían dos hijos, fue una bendición que duró poco, porque apenas nacer supe que el destino de mi hija era parecido al mío, sólo que ella amaría a un hombre de cualquiera de las razas y su dote al matrimonio era la de entregarle el poder a su marido, por lo tanto el hombre que ella eligiera tendría un enorme poder, él y su raza serían las que dominarían la tierra y cuando eso pasara, cuando mi hija escogiera marido los Dioses dejarían el mundo humano en manos de la raza dominante.
En ese mismo instante supe que debía esconder a mi hija de todos, ella debía estar lejos de todas las odiosidades y luchas por poder, sabía que si la dejaba a mi lado aunque fuera pocos días tratarían de quitármela para ganar la futura batalla, todas las razas la querrían y no escatimarían en daños para tenerla, todas las razas menos los hijos de la luz, ellos eran fieles, serviciales y pacíficos, eran en los únicos en quien confiaría mi secreto, mi tesoro.
Fue muy doloroso entregarla a esa raza apenas minutos después de nacer, sabía que pasarían muchos años antes de volver a verla y eso taladraba mi corazón, pero ella debía vivir en paz, crecer lo más normalmente que pudiera, alejada de destinos hijos de puta y odios. Ella no podía ser como yo, no quería que sufriera, es más traté de que llevaran también a mi pequeño Jun, pero su destino era estar a mi lado y Zeus no permitió que se apartara de mi.
El lugar de refugio de mi pequeña Rennesme era secreto, nadie excepto yo y algunos hijos de la luz sabían dónde estaba, en pocas ocasiones fui a visitarla, a principios era de manera secreta y lejana, sólo quería verla, saber que estaba bien, cuidada y segura, pero una de esas veces mientras ella paseaba y yo la miraba desde lejos ella susurró que sabía quién era yo, que me quería ver de cerca, conocerme, que sabía de las veces que la había ido a ver, no pude resistirme y corrí a abrazarla, ella era tan hermosa e inocente como yo nunca lo fui, ese día nos conocimos, reímos, jugueteamos y le conté sobre su hermano, sobre la vida que llevábamos, claro que no le dije toda la brutalidad, pero en sus ojos pude atisbar que ella sabía perfectamente que el mundo exterior era muy duro y cruel, ese mundo que ella no conocía. Cuando me preguntó frente a frente el motivo de tenerla apartada de mi tuve que contarle sobre su destino, no quería hacerlo, pero tampoco quería que ella pensara que no la amaba y por eso la había alejado de mi, ella pacientemente escuchó todo lo que le dije y asintió aceptando que algún día el odio podía alcanzarla, lucharía hasta el final para que eso no se hiciera realidad, pero en el fondo también sabía que el destino siempre, siempre te muerde el trasero para hacerte saber que siempre te alcanzará.
Fueron pocas las veces que la visité, era por su seguridad y es que los años fueron pasando y cada vez más crecía esa ansia de poder de las razas, sobretodo la de los lobos, ellos eran crueles, traicioneros, despiadados y por ningún motivo quería a mi hija con un perro, sería la perdición de ella, nunca sería feliz con un animal y jamás permitiría que ellos tuvieran el poder, que fueran la raza dominante.
Pero la guerra explotó en nuestras caras y los lobos se habían asegurado una aliada importante, la maldita de Samantha, esa perra que tanto me hizo sufrir, ella era hija de Afrodita y de un humano, los Dioses y sus clichés, pero ella era mala, envidiosa, con una sed de poder, poder que ella no había adquirido por derecho de nacimiento, su único poder era el de ser una puta y hechizar a los hombres para tenerlos a su merced, les quitaba el alma para obtener el poder que necesitaba y asegurar más años en la tierra sin envejecer y morir, eso lo supe cuando ya era semi diosa y Ateneas me contó la verdad de lo que pasó con mi vida humana, no se me movió ni un músculo cuando supe que en el fondo Edward no habría podido resistirse a esa bruja del demonio, ningún hombre podía resistirse a su hechizo o poder y ella lo utilizaba con mucha frecuencia, claro que su propósito no era sólo arrebatarme el hombre y hacerme sufrir, aunque se divirtió bastante al saber que él me había matado, pero su propósito era ser su mujer, que él la convirtiera en su vampireza, así ella sería mitad diosa mitad vampira y su poder aún más grande, no podía quitarle el alma, porque él al ser vampiro no la poseía, además quería impedir que mi destino con él por fin se realizara, pero se equivocó, porque al momento de morir sin saber y sin querer un trozo de mi alma fue a parar justo a mi verdugo, el primer vampiro con alma, además por un extraño motivo no pudo arrebatarle el alma recién adquirida y se quedó sin nada, porque aparentemente mi alma en su cuerpo fue el que impidió que ella se transformara, es más la lujuria que él pensaba que sentía por ella se desvaneció, se deshizo el hechizo y ella quedó sin nada y con las puertas cerradas en el mundo de los Dioses, nunca pudo regresar, todos la odiaban a excepción de su familia que para variar me culpaban de su destino de desterrada, pero nunca fue mi culpa y me importaba una mierda lo que pasara con ella.
Cuando supe toda la verdad reconozco que me importó una mierda que al parecer la culpa no era de Edward, él igual me había traicionado, me había matado, me había destrozado el alma el cuerpo y el corazón.
Lo arranqué de mi corazón y me dediqué a ser fuerte, a sobrevivir, a estar pendiente del estallido de la guerra para defender a los míos, nada más me importaba. Las riquezas, la confianza, el poder que me daba Zeus y los otros Dioses mayores no me interesaban, sólo defender a mis hijos, asegurarme que tuvieran un futuro mejor, un destino mejor que el mío.
Cuando me arrancaron de la boca y los brazos de Edward vi claramente como mi mundo nuevamente se hundía bajo mis pies. El lobo que rodeaba a mi hija fue apartado de su lado abruptamente por el escudo de Jun, que impidió que ese animal se acercara más a mi niña, pero al hacerlo fue atravesado pos la espalda con la misma espada que fue atacado Edward. Pude ver perfectamente cómo la hoja desgarraba la carne de la espalda y atravesaba su cuerpo hasta el pecho. Su jadeo fue casi silencioso, pero la risa desquiciada de Samantha mientras sacaba de cuajo la hoja del cuerpo de Jun que poco a poco caía al suelo fue lo que detonó toda la ira que llevaba dentro y aún no soltaba.
En menos de un segundo estaba al lado de mi hijo, no me importaba si esa perra me mataba también, porque lo único en lo que podía pensar era en que Edward estaba muriendo y mi hijo también. Acuné a Jun en mis brazos mientras lloraba y le cantaba para que estuviera en paz. Por el rabillo del ojo vi claramente cuando llegaron los refuerzos, la guardia de Poseidón desataron la furia y en pocos minutos los lobos que quedaban fueron eliminados en su mayoría. Un cerco de hombres me rodearon a mi y mi hijo protegiéndonos, mientras tres hombres traían a Edward a nuestro lado.
Sabía lo que tenía que hacer, no había ni una maldita oportunidad de que cambiara de opinión, pero eso no dejaba de dolerme por el final el otro, nunca hubo opción para Edward, no si tenía que elegir entre mis hijos y él. Me dolía, me dolía mucho, pero como dije no cambiaría por nada del mundo mi decisión.
Miré a los ojos de Edward que cada vez perdían más vivacidad, éste a su vez miraba con dolor a mi hijo que daba sus últimas respiraciones con bastante dificultad, mientras tanto tomaba mis dedos y los entrelazaba con los de él.
Cerré mis ojos y besé la frente sudorosa de Jun justo en el momento en que su corazón dejaba de latir y nos dirigía a su padre y a mi una última sonrisa temblorosa.
Nooooooooooooooo, el grito desgarrador de Edward rompió el tenue silencio que se había originado, con su miraba me rogaba que hiciera algo, lágrimas gruesas rodaban por su cara, quería parecer tranquila, pero se que no lo conseguía, podía salvar a mi hijo, eso lo sabía, pero de todas maneras el miedo de que no aceptaran mi petición me estaba perforando el corazón.
Abrí los ojos nuevamente para ser testigo de la muerte de Edward, del padre de mis hijos, del hombre al que una vez amé, el único hombre al que había llegado a amar en todos estos años, ese que me hizo mujer, su mujer, su esposa, amante, amiga, ese que me traicionó, pero que nunca dejó de amarme y que dando su vida me había demostrado que aún me amaba.
Los sollozos secos de la familia Cullen me llegaron y fue cuando me di cuenta de que ya no me rodeaban, ahora todos eran testigos de la devastación que había dejado esta maldita guerra.
Parecían que habían pasado horas, días, años, pero sólo habían transcurridos minutos.
Dejé el cuerpo de Jun junto al de su padre, Rennesme se acercó corriendo a mi lado, pero extendía el brazo para que no se acercara, ahora debía hacer algo y no sería nada bonito para el espectador y necesitaba las pocas fuerzas y la entereza que me quedaba, negociar con esas perras siempre era agotador, al menos eso es lo que se decía y ahora había llegado el minuto exacto de visitarlas.
- Pase lo que me pase no se acerquen, no me hablen, no me interrumpan – dije sin mirar a nadie.
Relajé mi cuerpo y estiré mis brazos al cielo y recité la plegaria para que esas perras me escucharan y cumplieran lo que deseaba.
Mi cuerpo se sentía esponjoso y por lo que me habían contado alguna vez se que pronto caería al suelo y entraría en trance mientras mi cuerpo se retorcía como si tuviera alguna clase de ataque. Mi ojos quedarían blancos completamente mientras mis gritos resonarían como los de un animal muy, muy jodido.
Sólo mi mente se desconectaría para viajar hasta el sitio en donde estaban las personas que debían devolverme a mi hijo, esas viles arpías con las que nunca me hubiera gustado tener ningún tipo de trato, pero ellas me debían un favor y por más que quisiera recuperar a los dos sabía que las perras me darían sólo a uno.
Sentí la pestilencia colarse por mi nariz y el frío entumecer mis huesos, no las podía ver, pero sabía que estaban cerca, mi mente me había llevado hasta esas cosas, sabía que se negarían, que harían trampa, que me tratarían de confundir.
Tres voces en mi cabeza riendo, regocijándose del nuevo botín de guerra, de todas las muertes sin duda Edward y Jun eran los más valiosos por no decir los únicos. Abrí los ojos de mi mente y allí los vi, sólo eran espectros que flotaban uno cerca del otro, no tenían heridas, no tenían magulladuras, estaban tan hermosos como siempre lo fueron, quería tocarlos, quería abrazarlos y decirle a mi hijo que lo amaba y que lo recuperaría.
Pero las voces se oían cada vez más cerca y la pestilencia me hacía arrugar la nariz de asco.
-¿Qué se le habrá perdido a la temible Mykene por estos lados?- decía una
- creo que se ha perdido – decía otra riendo
- no, no, no, debe ser por éstos que acaban de llegar, pero ya es tarde, el barquero viene en camino, nada se puede hacer, sus hilos ya han sido cortados, ella debería saber que no puede hacer nada, contra el destino no se debe luchar
- Cállense trío de perras, ustedes saben perfectamente que me deben, así que quiero que me los devuelvan ahora mismo, ellos son míos, míos – grité con fuerza.
- ¿¡Cómo osas hablarnos así?!, ni siquiera Zeus puede hablarnos en ese tono
- Pues yo lo hago y me importa una mierda un trío de perras pestilentes, no me voy de acá sin lo que me pertenece
- ¿Por qué hablas en plural?, tenemos entendido que uno es tu hijo y el otro el hombre que te destruyó, ¿por qué querrías salvarlo a él?
- Eso no es asunto de ustedes, os quiero y punto, me deben y saben perfectamente que en menos de un segundo puedo destruir lo que tanto quieren, eso que dejaron a mi cuidado y protección con satisfacción me di cuenta que dejaban de reírse y se tensaban, estaban perdidas y lo sabían.
- Es verdad, puedes matarla, pero ella está en el destino de tu hijo y no serías capaz de dejarlo sin su destino y futuro
- Entonces devuélvemelos para que ese destino se cumpla
- Tsk, tsk, tsk, sólo se necesita al joven Jun para que el destino de nuestra niña sea completo y feliz, el otro no nos interesa para nada – sabía que las parcas no accederían a darme a los dos, pero podía insistir un poco más
- Los necesito a los dos y me voy a llevar a los dos
- No, no, no, tú no das órdenes en nuestro territorio, sólo saldrán dos de acá, debes elegir con cuidado
- No tengo nada que elegir, mi hijo es lo más importante
- Pero con el vampiro puedes tener quinientos hijos más si lo deseas, la pérdida de uno por muchos, muchos más es algo a tener en cuenta querida, tú debes ver los beneficios de esto. Escoge al vampiro y deja a tu hijo acá, el vampiro en poco tiempo te llenará de bebés fuertes, más fuertes incluso que Jun, nosotras sólo necesitamos a un hijo tuyo para nuestra niña, cualquier hijo tuyo está destinado a ella. – como se notaba que no tenían ningún tipo de amor en sus pútridos cuerpos, ni siquiera a Rachel la amaban lo suficiente como para ceder.
- Ella ya ama a Jun y se que no amará a otro, además la vida de mi hijo no la canjeo por nada del mundo, lo amo y no me lo arrancarán, lo quiero a él conmigo.
Miré hacia el espectro de Edward quien me miraba como siempre con amor, silenciosamente le pedí perdón por mi decisión, sabía que él perfectamente comprendía mi situación, él en mi lugar haría lo mismo, pero de verdad que necesitaba al vampiro con vida, aún no lo amaba, pero algo en mi pecho retumbaba que él debía vivir también, entonces recordé las palabras del brujo, mi destino era sacrificarme. Edward merecía estar más tiempo conociendo a Jun y sobretodo debía conocer a nuestra hija, esa de la que nunca supo de su existencia, sí, sea como sean las cosas mi ciclo estaba completo, mis hijos estaban a salvo, por lo menos Zeus no podía estar indiferente a las cosas que habían ocurrido y me alegraba enormemente que los traidores fueran a pagar, esto no quedaría así, lo que lamentaba es que no estaría presente cuando mis hijos encontraran la felicidad, la de Jun siempre ha estado cerca, pero es muy necio para verlo. Rachel llegó a mis manos cuando era apenas una recién nacida, Atenea me la entregó para que la tuviera a mi cargo, la protegiera y la criara. Siempre me pareció raro que me entregaran a esa linda bebé, pero por mucho tiempo lo asimilé al hecho de que había voluntariamente perdido a la mía para protegerla y que lo más probable es que mi madre me trajo a Rachel para suplir en algo ese vacío en mi interior. Pero años después me enteré que esa niña le había sido entregada a mi madre por las parcas, esas viejas putrefactas, no se el motivo por el cual ellas tenían a esa linda niña, pero por lo que supe la querían mucho y es por eso que la dejaron a cargo mío. Otros años después supe que Rachel era la felicidad para mi hijo, ella estaba en su destino y era la llamada a formar un hogar con él y a darme muchos nietos, pero por algún motivo él no reparaba en ella. Ella no era una simple sirvienta, si bien es cierto que no soy la mejor persona del mundo ni la más cariñosa, a esa niña le tenía aprecio y aunque no era semi diosa o alguna otra raza conocida si era inmortal, había dejado de envejecer a los 18 años de edad y actualmente tenía 35 años. Era muy hermosa y era como mi ahijada, era la única chica por este lado a la que le tenía verdadero aprecio.
Rachel desde pequeña había demostrado un interés inusual en Jun, cuando le pregunté ella apenada me confesó que estaba enamorada de él. No es que fuera una completa perra, esa chica era una de las pocas decentes que habían en este lugar, pero un hijo es un hijo y nunca nadie es suficiente, pero debía reconocer que desde algún tiempo lo que más deseaba era que Jun sentara cabeza y precisamente lo hiciera con Rachel, ella era la indicada para él.
Por eso tenía a las parcas en mis manos, sabía que algún día saber algo de la procedencia de Rachel me sería de utilidad, claro que las parcas no tenían que saber que nunca mataría a Rachel, como había dicho, la apreciaba, pero era mi carta para lograr lo que quería. Además a las parcas les convenía que nadie más supiera la procedencia de Rachel, es un poder enorme en contra de ellas que tuvieran un punto débil, por generaciones las parcas hacían y deshacían su antojo y más de uno deseó tener algo para que ellas hicieran su voluntad y ahora usaría esto a favor de Jun.
Estaba tan cansada…..cansada de luchar, cansada de odiar, de no sentir, que las personas esperaran siempre más de mi y que no pudiera y no quisiera complacerlos, cansada, cansada…
- Mi vida por la del vampiro y la vida de Jun por la seguridad y el anonimato de Rachel.
- Muy bien Mykene
Todo oscureció.
ATENEA POV
Todo estaba acabando, pero no de la mejor manera en que se pensaba, las traiciones eran más de las que suponíamos, pero eso justamente se estaba por resolver, había pedido la cabeza de los traidores, Zeus sabía que no podía negarme el derecho de vengar el derramamiento de la sangre de mi familia, eso estaba absolutamente establecido, era mi puto derecho de pedir el rodamiento de las cabezas. La vida de mi única hija y de mi nieto no quedaría sin ajusticiarse y me encargaría personalmente de imponer el castigo que se merecían.
Después del tenso consejo entre los Dioses impuse mi voluntad y estaba muy satisfecha con el resultado. Ares, Afrodita, Hefesto y Samantha estaban en mis manos y estaban cagados de miedo de lo que les haría, claro que más miedo les hubiera dado si fuera mi hija la que se encargara de ellos y eso era precisamente lo que haría, Afrodita era mía, pero los demás…..
Después del desgarrador momento en que mi hija hizo contacto con las parcas ya tenía claro lo que ella haría, sabía cómo era Mykene, o más bien dicho Bella, por que en ese momento la fuerza era de Mykene, pero el corazón que hablaba era el de Bella, ese corazón que se empeñó en enterrar, pero en el momento decisivo de su vida éste salió del escondite y brilló en todo su esplendor.
Ella se sacrificó, dio su vida por la del vampiro.
Cuando la vida regresó al cuerpo de Jun no pude evitar llorar de felicidad, mi hija había salvado a su bebé, pero cuando la vida regresó al cuerpo de Edward lloré de dolor por mi hermosa y valiente hija, nuevamente era el cordero de sacrificio en esta guerra que empezó con su muerte humana hace tantos años atrás. Nuevamente era arrancada su vida y ahora no había nada que la pudiera salvar.
Edward al comprender lo que había sucedido enloqueció, tomó el cuerpo de Bella que estaba desmadejado en el suelo y la acunó mientras lloraba y rogaba por la vida de ella, gritaba que no era justo, que ella no debía volver a pasar por lo mismo, maldecía a todos y a si mismo por nuevamente estar con vida mientras ella no estaba.
Fue desgarrador verlo tan roto y el sentimiento fue pérdida fue demostrado por todos los presentes, todos adoraban a mi hija a pesar de que ella era dura e inflexible, todos la amaban y respetaban, era su líder y se sentían perdidos sien ella.
Mis nietos estaban en total shock, especialmente Rennesme quien se culpaba, ya que ella se había escapado del refugio en el que estaba escondida porque estaba muy preocupada por su madre y por su hermano. Mientras se acercaba fue cuando la encontró Ares y la capturó, por lo tanto mi dulce y tierna nieta lloraba.
Jun a pesar de conocerla poco, ya que por su seguridad fueron muy pocas veces en las que ellos tuvieron contacto la contuvo y le decía que no era su culpa, que las cosas pasaban por algo, que era duro y triste, pero todo estaría mejor, que se repondrían algún día.
Mi hija fue llevada hasta su casa en donde fue bañada y vestida con su mejor armadura para la ceremonia de sepultura.
Cuando estuvo lista fue puesta en el altar que con lágrimas de dolor había preparado Alizze y Seth.
Una vez que estaban todas las personas presentes para rendirle el último tributo a mi hija fue cuando pasó lo más sorprendente, algo jamás esperado y nunca antes hecho.
Zeus se presentó dejando a todos con la boca abierta, sin decir una sola palabra se acercó al altar donde descansaba el cuerpo de mi niña y la esperanza revoloteaba en mi interior.
La quedó mirando y lentamente una sonrisa socarrona se dibujó en sus labios, se agachó frente a ella, le besó la frente y le susurró : no es tu tiempo Mykene y por lo visto nunca lo será, abre los ojos y se feliz mi niña.
Ella parpadeó confusa y volvió a la vida mientras Zeus desaparecía.

 Gracias a mis angeles q siguen conmigo aun despues de tanto tiempo mil besitos a todas
Angel of the dark