Dark Chat

jueves, 24 de febrero de 2011

Pecados Carnales

Capítulo 23

Conociéndonos de nuevo

Tanya V/s Bella

Tanya

Entrar a la casa de los Cullen fue lo más doloroso que podría haber hecho en toda mi vida, si ni siquiera cuando mis padre murieron me sentí así, puede ser, que en aquel instante yo era demasiado pequeña para saber lo que significaba la palabra muerte, pero hoy, al ver el charco de sangre apenas camine para dar con la sala de estar mi cuerpo no resistió y caí al suelo en un grito desgarrador, por suerte venía detrás de mí Alice y por suerte ni Edward ni Bella venían tras nosotros.

— Ya, Tanya, él está descansando —me consoló con su dulce voz cantarina Alice, me abrazó entre sus diminutas manos, en la mitad del pasillo de su hogar, el charco de sangre aún estaba allí, presente, mi pequeño Anthony aún estaba allí presente, su risa angelical, sus hermosos ojos marrones, esas pestañas tan parecidas a Edward, esa sonrisa ladina idéntica a su padre me desgarró en el alma y por primera vez sentí rabia con la vida, con todo, incluso con Bella.

Deslice mi mano hasta el borde del charco de sangre, uno de mis dedos toco la sangre y en ese minuto Alice me quito de entre las manos el pañal que no había soltado de mis manos durante toda la mañana y con ese mismo genero limpio la sangre.

— ¡Basta! ¡Esto es demasiado para soportarlo! —espetó entre dientes mientras yo daba el grito desgarrador, me había arrebatado lo único que yo podría haber conservado de mi hijo… de mi ahijado.

— ¡Noooo! —luche fieramente por quitarle el paño ensangrentado y fue allí cuando alguien me sujeto por la cintura.

— ¡Basta Tanya! —conminó para que entrará en razón y al principio no reconocí la voz.

— ¡No, era lo único que tenía de él! —protesté tratando de separarme de mi opresor, entonces su cuerpo fuerte me giró para dejar de mirar lo que Alice hacía, me giró justo en el momento en que esta corrió hasta la cocina con el paño y en el suelo ya no había nada, nada que pudiera recordarme a mi pequeño risueño.

Era Jasper, el novio de Alice que me sostenía con fuerza tratando de que no impidiera lo que a todas luces era lo lógico, la sangre no podía quedarse allí eternamente. Cuando sentí unos pasos me giré y allí, recargada en el umbral del pasillo que daba a la cocina estaba Alice, que extendió sus brazos, sus ojos estaban humedecidos.

— Tenemos que ser fuertes por Edward, él no puede verte así —me dijo y me abrazó entre sus brazos, Jasper aflojó cuando notó que yo estaba más calmada y que no trataría de luchar por ir a sacar de la basura el "tuto" de Anthony.

— No quiero ser fuerte, no puedo, que no te das cuenta que esto fue mi culpa —le dije y recordé como yo había dejado a Anthony en el suelo luego de darle el desayuno, yo había cedido al llanto profuso de mi ahijado de cuatro años y medio, y lo había dejado andar por allí, por la casa, y me había ido ayudarle a la madre de Edward a preparar el desayuno de navidad para el resto.

— No Tanya… entonces también sería la mía, yo estaba en la sala de estar, incluso sería la culpa de Jasper que venía llegando… sería la culpa de todos… —me dijo acariciando mis mejillas

— ¿Cómo se lo diré a Edward? —le pregunté aterrada porque él me odiará, porque me recriminará el sufrimiento que estaba pasando y descargará contra mí toda su ira, y si lo hacía sería con justa razón, pero no podía perderlo, no como amigo, yo lo necesitaba como había necesitado de ese pequeño, ambos se habían transformado en mi familia, no podía perderlos a los dos — Me odiará —concluí cerrando mis ojos, sentí como Alice me apretó más fuerte contra su diminuto pecho.

— Edward jamás podría odiarte… Tanya esto no es tu culpa… fue una sucesión de eventos… fue el destino —dijo y yo cerré mis ojos rehuyendo su mirada, me sentía demasiado culpable — Las cosas pasan por algo y ahora debemos ser fuertes por él, por Bella, ambos… —y yo me separé — todos nos necesitamos como una familia, deja de pensar que es tu culpa, Edward te necesita entera no a medias… por favor… —me pidió haciendo que la mirara a los ojos, aquellos ojos pardos tan hermosos que había heredado de Esme, su expresión era dulce, entera ¿Cómo podía ella estar así?, me pregunté, me gustaría tener la mitad de su coraje — por él —insistió y suspiré… yo por él si podía estar entera… ya lo había hecho antes… y lo haría ahora.

Con Edward nos habíamos dejado de ver desde el día de su cumpleaños, no lo había vuelto a ver y había agradecido ese hecho, no sabía si mi corazón iba a ser suficientemente fuerte para verlo en brazos de otra, en brazos de ella. Recordar aquel día de su cumpleaños cuando me había utilizado para sacar celos, había despertado un amor oculto por años, con él habíamos sido compañeros de Instituto y siempre, muy en el fondo, a pesar de que yo lo había acallado mi corazón había gritado por ese chico de misteriosos ojos verdes.

Claro que él jamás me había visto distinto a una amiga, una buena amiga.

Pero el destino se había encargado de darme al menos un pequeño muestreo de cómo era él, como hombre y no como amigo, sin duda sentir sus labios tersos y tibios contra los míos de manera real era una sensación impagable y suficiente para calmar ese corazón roto, ese beso furtivo y poco duradero aquella noche había sido el bálsamo suficiente para poder continuar con mi vida y dar pie atrás a mi amor de niñez.

Claro que no contaba con que el destino otra vez, me lo pondría frente a mis narices… a él y a una pequeñita persona….

— ¿Edward?

— ¿Tanya? — habíamos dicho al unisonó al vernos, él lleno de bolsas listo para bajarse del ascensor y yo, sin nada, lista para subir a el. Me quede observando también que no todo eran bolsas, él traía a un ¿Bebe?

— Vaya… tanto tiempo…

— Así es… desde mi cumpleaños ¿No? —dijo nervioso y yo asentí, mi vista se concentro en unos pequeños orbes marrones chispeantes, y en una sonrisa que me había cautivado años atrás.

— Es hermoso, ¿Cómo estas pequeño? —le dije sin sentido e hipnotizada por el pequeño bebe que él estaba cargando, yo le calculaba unos cuatro meses y medio, tal vez cinco, la pequeña criatura se rió cuando me sintió tomar sus manitas gorditas e hizo un gesto idéntico a Edward, me reí — Veo que hoy te toco ser el tío que consentidor ¿De quién es hijo, de Alice tal vez? —le pregunté aún sin quitar la vista de encima. Rosalie tenía los mismos ojos que Edward pero podría parecerse al padre, aunque algo me dijo que no.

— No —respondió un tanto incomodo — Es mío —concluyó y alce mi vista aún sosteniendo entre mis dedos, los del pequeño.

Edward tenía ¿un hijo?

Nos quedamos mirándonos sin decirnos nada, yo aún estaba procesando esas dos palabras… — ES MÍO —y en que minuto su vida había cambiado tanto ¿Ahora estaba casado?, me pregunté y mi corazón traicionero latió a mil por hora, de pronto sentí un puñal clavarse en la mitad. Trague aire y saliva para poder hablar.

— Felicitaciones — dije un tanto contrariada — No sabía que… ¿Cuándo?

— Mañana cumple seis meses —contestó orgulloso y desvió su mirada varonil hacia su regazo donde traía a su pequeño.

— Wow — fue lo que pude articular, quería preguntar pero no sabía cómo.

— Supongo que se parece a la madre —dije tímidamente y Edward me miró sombrío, un tanto melancólico

— Sí tiene sus mismos ojos —contestó un tanto seco, demasiado para estar felizmente casado, entonces mi corazón dio un brinco pero de ¿Alegría?

— ¿Cómo se llama?

— Bella —contestó sin sentido y entonces recordé ese nombre, era la chica a la cual el trato de sacarle celos aquella noche que me había besado, por la cual mi pequeño príncipe de ensueños se había trastornado de amor.

— Me refería a… el niño — corregí mi pregunta y Edward se sonrojo

— Anthony

— Es un bonito nombre, para un niño tan bonito —dije sin mirarlo, acaricie las mejillas rosadas del pequeño bebe, entonces sentimos que alguien tosio detrás de mí.

— Creo que estamos haciendo embrollo —dijo Edward caminando hacía mí, nuestros cuerpos se juntaron, claro que estamos separados por el diminuto cuerpo de su hijo, me reí, y le di espacio suficiente para que las personas que esperaran entraran al ascensor.

— Ella era la chica con la cual….

— Sí… es una larga historia

— Siempre he sido buena para escuchar largas historias —le dije sin sentido y fueron ahora mis mejillas las que se tiñeron de un rojo profuso producto de la vergüenza. ¡Maldición como tan obvia!, me grité a mi misma, Edward se rió, su sonrisa era tímida pero era igual a las que profería cuando estaba en el instituto, la misma que me había cautivado mi corazón.

— ¿Sí no te molesta que vaya con alguien? —me preguntó acariciando el pelo de su pequeño retoño

— Claro que no, nada que sea tuyo me molesta —le respondí mordiéndome el labio inferior.

Aquel día Edward y yo nos habíamos reencontrado, no sabía si había sido fuerza del destino que yo viviera dos pisos más abajo que su departamento, de hecho, jamás había reparado en aquel detalle, estaba tan concentrada en buscar mi vida, en olvidar recuerdos que, no me había percatado que ese edificio era el mismo donde él vivía.

— Esta un poco desordenado —le dije y corrí unas cajas, tomé entre mis manos las bolsas que él traía para que pudiera sacar a Anthony del cargador que traía puesto, el pequeño parecía demasiado contento, demasiado feliz, Edward lo alzo en el aire y luego junto su nariz con él.

— ¿Te mudaste hace poco? —me preguntó cuando se sentó frente a mi.

— Un par de meses —le respondí un tanto avergonzada, eran bastantes pero mi trabajo me consumía a veces.

— ¿Café?

— Por favor, estoy que muero de sueño —exclamó acomodándose en su regazo al pequeño bebe, lo sentó entre sus piernas y él parecía tan vivo, tan grande, se llevo unos deditos a la boca

— ¿Y para el pequeño gran gigante?

— Aún falta para su mamadera —me dijo y verlo así me sorprendió.

Edward se manejaba muy bien para ser hombre, parecía que conocía cada detalle de su hijo, como lo haría una madre, estaba como mimetizado con él de una manera maravillosa, me quede mirando su interacción como una verdadera tonta, revolviendo el café que me había servido hasta que fue el propio Edward que me trajo de regreso a la tierra.

— ¿Vives con tu novio? —me pregunto tomando un sorbo de su café

— No, vivo sola —le contesté

— ¿Tu y la madre… están divorciados? — le pregunté derechamente y la duda me consumía, de hecho incluso había barajado la posibilidad que la madre estuviera muerta, y me había preparado para el…. Cuanto lo siento… pero su respuesta me descoloco

— Sí —exclamó y corrió su vista, me quede examinando sus facciones ¿Sí la madre estaba viva cómo era que Edward lo tenía con él?

— ¿Entonces este fin de semana te toca tenerlo a ti?

— No exactamente —respondió mirando a su pequeño Anthony, guardo silencio por varios minutos, un silencio incomodo nos embargó.

— Si no quieres contarme está bien, yo estoy siendo la entrometida —le dije tomando la taza vacía de café de enfrente de él para llevarla al lavadero, fue allí cuando él me sujeto la mano.

— Yo se lo quité —confesó en un murmullo ahogado — soy el que tiene la custodia completa —concluyó y en su mirada se reflejo algo que jamás creí posible, me había confesado algo con la misma mirada que daba un asesino cuando confiesa el crimen de alguien. Lo miré contrariada — Lo sé… soy un monstruo —agregó levantándose de la mesa, alzo a Anthony en sus brazos.

— ¿Monstruo? —le pregunté sin entenderlo — ¿Crees que eres un monstruo porque tienes la custodia completa de tu hijo? —le contesté y Edward me miró, su mirada era triste, demasiado sombría, demasiado culpable ¿qué le había pasado al niño de la mirada penetrante y dulce? ¿Dónde estaba el Edward del que me había enamorado?, este no era mi Edward, el hombre frente a mí no era él, este hombre tenía una culpa demasiado grande sobre sus hombros, como si hubiera asesinado a alguien y apostaba que no importara lo que él me confesará para haber hecho lo que él había hecho había una buena razón de fondo y así fue… cuando me lo contó había entendido… algo que al parecer nadie había entendido… Edward solo había querido protegerlo… proteger ese maravilloso regalo que la vida le había dado… ese fruto de su amor por aquella mujer… una que no era yo….

— Gracias —me susurró apenas entre a la casa de la hermana de Bella, casi toda la familia de Edward estaba allí, salvo por Carlisle y Rosalie que había ido a hacer los arreglos pertinentes para el entierro. Le entregué ropa limpia a Edward, estábamos abrazados, yo puse mi mano en su barbilla, como lo había hecho por la mañana cuando había entrado demasiado devastado, casi como ahora — No es tu culpa —respeti como si se tratara de un monologo hecho para la ocasión y traté de guardar mis lágrimas — él está en un mejor lugar —agregué y sentí como Edward se apoyó en mi hombro, enterró su rostro en mi cuello y me apretó con fuerza, con la misma fuerza que lo había hecho aquel día que yo había recordado en su casa, aquel día en que él había expiado su culpa conmigo.

— No puedo… simplemente no puedo ser el fuerte de los dos —confesó en un murmullo apenas audible, fue allí cuando mi vista se desvió a los ojos de Alice que nos observaba, sus ojos marrones estaban humedecidos y tenía puesta una mano en su boca, como mordiendo sus nudillos, Jasper se acercó pero aún así pude leer de sus labios su esperanza en mí — Por favor… por él… —gesticuló Alice y me comí mi propia pena, enterré mis manos en su pelo filo y suave, lo acaricie, ladeando mi rostro sobre el suyo….

— Sí puedes… y lo harás —le dije ahora separando mi cuerpo del suyo, lo obligue a mirarme — Bella te necesita… más que nunca te necesita… entero… para ti… para ella —le dije y sus ojos verdes se clavaron en los míos, seque con mis dedos las lágrimas que salían sin control — Ella es tu familia feliz, por la cual tanto luchaste… no la destruyas ahora —le dije y me empiné para besarle la frente mientras mis manos descansaban en sus mejillas, frías lo besé, pose mis labios sobre su frente aún humedecida y lo besé… lo besé tratando de que todo ese amor contenido en mi corazón se transmitiera al suyo para darle paz… la paz necesaria para que pudiera darla a ella….

— Pero yo… —comenzó a decir y puse mis dedos en sus labios para acallarlo.

— Ella necesita al hombre… no al padre de su hijo… necesita al hombre que ella ama, al hombre que la ama a ella —le dije y entonces las facciones de Edward se hicieron duras, como tantas otras veces, cuando él ocultaba su propio dolor, alzo su mirada y me enterró contra su pecho.

— Gracias —murmuró otra vez besándome ahora él a mí en la frente, descanse mis manos contra su pecho fuerte y tibio, sentí como se separó de mí cuando se sintieron unos pasos en la escalera. Ambos desviamos la mirada hacía ella, era Ángela que venía bajando con una bandeja de comida, estaba sin tocar, miró apesadumbrada a Edward.

— No quiere comer… ni siquiera quiere escucharme —le dijo está y él se separó de mí, tomó entre sus manos la bandeja y subió, se perdió en el pasillo, como tantas veces se había perdido de mí.

— Edward ¿Qué haces aquí? —le pregunté al verlo apoyado en el umbral de mi departamento, estaba evidentemente ebrio y apenas podía mantenerse en pie, de pronto, miré bien, y por ¡Madre santísima! ¿Tenía a Anthony entre sus brazos?.

Lo miré alarmada pero antes que yo pudiera hacer o decir algo, fue él quien hablo.

— Ten quédatelo, ya no puedo más, no puedo, no puedo ocupar el lugar de ella, no puedo criarlo solo, me rindo —exclamó entregándome el pequeño, Anthony estaba envuelto en un chal de color marfil, su piel blanca contracto con la luz tenue del pasillo de mi piso y aquellos cabellos miel desordenados se dejaron ver, lo examiné y estaba profundamente dormido, lo que era increíble a pesar de venir con Edward aún dormía como si su padre lo hubiera estado arrullando en vez de zarandeando por el pasillo.

— ¿Qué estás diciendo? —Le pregunté tomándolo del brazo para evitar que se fuera — ¡Espera! —le grité y cuando alce la voz miré al pequeño angelito entre mis brazos quien se movió pero no despertó, aferré mis dedos en la muñeca de Edward que me miró — No puedes irte —susurré en pánico de que estuviera diciendo la verdad.

— Te lo estoy regalando, yo no lo quiero, es un recuerdo tortuoso de ella… de Bella, ya no soportó el dolor… yo quería una familia feliz y mira lo que tengo… nada… un hijo sin su madre… esto no debería ser así… ella debería estar conmigo… no yo solo con él… —balbuceo de manera ininteligible, se notaba que su lengua estaba adormecida producto del alcohol que había ingerido.

— ¿Hace cuanto estas bebiendo? —le pregunté y el rió pero su risa era triste

— ¿Por qué Tanya? ¿Dime porque duele tanto? —preguntó y se cayó al suelo, se enterró en mis piernas y se me contrajo el corazón y aunque yo feliz me lo hubiera quedado porque era algo de él, debía ser la cuerda de los dos, Edward jamás se perdonaría perder a su hijo también.

— Levántate… Edward, mírame —le pedí y sus ojos verdes se centraron en los míos — Estas borracho, por eso tienes pena pero mañana será distinto — le dije y Edward me interrumpió.

— ¿Lo prometes? —me preguntó con esa mirada de niño dolido.

— Claro… ahora no sabes lo que dices… míralo… Anthony es tu vida… ¿De verdad quieres perderlo?... —le dije sonriendo mientras le mostraba ese dulce rostro angelical que dormía profundamente, miró al pequeño entre mis brazos y luego a mí un tanto confundido — Ven entra, tenemos que acostar a tu hijo, hace frio —le dije y él asintió.

En minutos como hoy, agradecía mi fascinación por los almohadones, tenía muchísimos y aunque a veces los odiaba porque no sabía dónde ponerlos, hoy, me habían venido de perilla para poder hacer una especie de barricada alrededor del pequeño bebe, lo acosté en la cama del cuarto de invitados. Anthony parecía ajeno a todo lo que pudiera estar pasándole, dormía profundamente y no se despertó en ningún minuto, ni cuando lo puse en las frías sabanas ni cuando lo forje con almohadones alrededor — Tendrás que comprar un monitor de bebe —me dije poniéndolo en mi lista mental de prioridades por si a Edward le bajaba otra vez las ganas de regalármelo a la mitad de la madrugada. Me reí.

— Duerme mi pequeño Eddy —le susurré mientras cantaba una pequeña canción que me cantaba mi madre de pequeña. Estaba en eso semi acostada a su lado, acariciando sus dorados cabellos cuando sentí el halito tibio de Edward contra mi oído.

. — Su madre no lo quiso, ¿Por qué tú tampoco lo quieres? —me preguntó con tristeza pero obviamente influenciado por el alcohol, lo aleje y me aleje con él, a pesar que Anthony era un infante no merecía escuchar a su padre hablar así.

— No es que no lo quiera pero a un hijo no se regala, no es un objeto Edward —le contesté juntando la puerta de la habitación de invitados.

En ese minuto quedamos frente a frente, nariz con nariz, su cuerpo se adelanto acorralándome contra la pared a un lado de la puerta del cuarto de invitados, me estremecí al notar el brillo que profirieron sus ojos verdes en los míos. Sus labios se curvaron ahora en una sonrisa ladina.

— Eres tan dulce y hermosa —balbuceó acariciando mis cabellos y entonces un frio recorrió mi cuerpo desde la punta de mis cabellos hasta la punta de mis pies. El frio que sentía se acabo en segundos, ahora sentía un extraño calor ahondar en mi pecho, era como si toda la sangre bombera deliberadamente a cada extremidad de mi cuerpo, lo contemple sin quitarle la vista de encima. Siguió acariciando mis cabellos, enterrando sus manos fuertes y masculinas entre mis largos y ondulados cabellos, hasta que desvió sus mano a la base de mi cuello, apretó firmemente su mano contra mi quijada y se me escapo un quejido involuntario, me estaba traicionando el deseo. ¡Reacciona Tanya, él esta borracho!, me dijo mi yo interior cuando advertí como su rostro se ladeaba y se acercaba aún más al mío, mis ojos se desviaron hacía sus labios que humedeció y entreabrió.

— Edward —balbucee.

Mis manos las tenía prisioneras en sus pecho, pero tenía el espacio suficiente para haberlo alejado sin embargo, me estaba traicionando mi corazón, la ilusión de que tal vez, por algo yo estaba viviendo dos pisos debajo de su departamento, por algo, Anthony parecía congeniar tan bien conmigo ¡Basta estás viendo algo donde no lo hay!, me gritó la conciencia pero por primera vez desde que lo había reencontrado fui egoísta, había consolado tantas veces a Edward hablando bien de alguien que ni siquiera conocía, le había puesto un bálsamo al dolor, había cambiado actitudes egoístas por confusión y tristeza, había modelado a Bella para que él pudiera perdonar a la madre de su hijo cuando en verdad, yo y todo mundo sabía que ella no era una maldita egoísta y manipuladora que hoy, al tener frente a mí al niño, al hombre del cual yo me había enamorado tiempo atrás y del cual me había vuelto a enamorar, por primera vez lo miré y me dije ¡Se egoísta! Y lo hice, lo besé, aun sabiendo que Edward estaba vulnerable, que otra vez, había estado recordando al fantasma de Bella y que dada la cantidad de alcohol ingerido sabía que su corazón estaba débil, falto de amor y que yo era una solución a mano.

— Tanya —balbuceo.

Cuando sus labios se separaron de los míos, y cuando pensé que vendría el arrepentimiento sentí sus labios otra vez hambrientos contra los míos, fue allí cuando correspondí con la misma intensidad el beso, su lengua tibia y húmeda con cierto toque de alcohol se introdujo en mi boca y acarició la mía de manera majestuosa.

Estuvo así por largos minutos, tantos que cuando sentí como se separó de mis labios, estos se sintieron un tanto hinchados pero no me importó, me perdí en las sensación de sentir su lengua recorrer la piel de mi cuello, sentí sus manos como acariciaban mi cuerpo por sobre la ropa y me deje llevar.

Lo acaricie yo de vuelta con la ternura que tantas veces había soñado lo hacía, y entonces, al sentir sus quejidos escapar de sus labios me di cuenta que esa ternura probablemente no la había sentido desde que había estado con Bella.

— Te amo Edward —musité contra sus labios entre abiertos, él se separó de mi rostro, sus ojos verdes se notaban profundos, llenos de deseos y lujuria, pero aún así había un atisbo de arrepentimiento.

— No merezco ese amor Tanya —contestó

— Déjame decidir eso a mí — le contesté volviendo a adueñarme de sus labios, Edward correspondió el beso con tanto o más ahincó que antes. Esa noche habíamos traspasado la barrera de amigos, esa noche por primera vez yo había cumplido mi fantasía, Edward era mío. ¿En verdad lo era?.

Volví a pestañar cuando sentí el golpe de la puerta, Edward había entrado a la habitación de Bella, yo lo había mando allí, lágrimas bajaron por mis mejillas hasta mi boca, las seque con mis labios, al lamerlas sentí la sal en ella y me maldije por ser tan estúpida, yo había creído acallado este sentimiento por él y justo ahora, el día de la muerte de su hijo, lo recordaba con mayor fuerza que nunca, yo lo amaba desgarradoramente, incluso más que antes.