Dark Chat

sábado, 12 de diciembre de 2009

Sangre Real

Capitulo 2

Noche Eterna

Casi temblé al entrar en el bar, tenía tantas ganas de correr, pero no podía, mi trabajo dependía de ello.


Mientras me dirigía a la oficina de Roderick, eché un vistazo a mi alrededor, la mayoría de la clientela estaba compuesta por vampiros machos, ahora comprendía porque mi jefe sólo contrataba chicas para atender el lugar.


-Bella que bueno que ya estás aquí –dijo Rod, iba saliendo de la oficina cuando lo encontré.


Me guió por un pasillo hasta llegar a la puerta del fondo.


-Tengo que irme –abrió la puerta-. Pero las chicas te dirán todo lo que tienes que hacer.


Era un cuarto amplio, con espejos y sillas. Había cinco jóvenes adentro, supuse que las demás ya estarían atendiendo a la clientela.


-Ella trabajará con ustedes –dijo Rod y abandonó la habitación.


Las chicas me observaron por un momento y luego continuaron con lo que estaban haciendo, una de ellas, una chica de largo cabello rubio se me acercó y me tendió un pantalón y una blusa.


-Ponte esto –dijo-. Creo que te quedará.


-Gracias


Me vestí en un cuarto de baño que había en la habitación, no me importaba cambiarme en frente de ella, pero temía que vieran la daga que traía escondida. El pantalón negro me quedó a la perfección y pude esconder mi arma debajo de él, mi problema fue la blusa roja demasiado ajustada para mi gusto.


-Recoge tu cabello –me sugirió una joven de rizos castaños, parecía tener 25 años, daba la impresión de ser la más experimentada-. A ellos no les gusta que cubras tu cuello.


Me estremecí.


-¡No vengo a eso! –exclamé-. ¡Yo sólo soy una simple camarera!


La castaña arqueó una ceja.


-Me pregunto porque te habrá contratado Rod


-Yo ya trabajaba para él –informé-. En el Luna llena, sólo vengo aquí por una semana.


-¿Y el te prohibió hacer lo que nosotras?


-No, yo le dije que no lo haría –contesté-. No voy a dejar que nadie me muerda.


De pronto, tuve la atención de las cinco chicas. La castaña me miró como si no pudiera creer lo que escuchaba.


-Que tonta –me dijo.


-¿Tonta yo? –arqueé las cejas-. ¿Cómo pueden permitir que esas cosas las utilicen? ¿Por qué lo hacen?


-Porque así, uno de esos vampiros se puede enamorar de nosotras –suspiró la chica rubia.


-Los vampiros no se enamoran


-¡Claro que si! –exclamaron las chicas a coro.


-Todos los vampiros necesitan a su compañera eterna –dijo la chica de los rizos-. ¿Por qué crees que casi no vienen hembras al bar?


-No se –admití.


-Porque hay menos hembras que machos y las que hay ya tienen compañero y no necesitan sangre humana, se alimentan de su pareja… aunque también vienen parejas al bar, ellos piden bebidas con sangre que ya ha sido extraída.


-Escucha a Ashery –me dijo la rubia-. Ella sabe mucho de los vampiros.


-Si un vampiro se enamora de nosotras nos convertirá –continuó Ashery-. Y obtendremos juventud y belleza eterna.


Las otras chicas parecían entusiasmadas con las palabras de Ashery, yo en cambio, sentía ganas de vomitar… ¿Por eso se dejaban que les robaran su vida? ¿Para convertirse en monstruos?


-No se engañen –les dije-. Ellos lo único que ven en ustedes es comida, eso es todo, ellos no son capaces de amar… no se arriesguen por…


-No tenemos tiempo para escucharte –me interrumpió Ashery-. Ya tenemos que salir a atender a los clientes…


Las chicas salieron, sólo se quedó la rubia, extendió una mano hacia mí, tenía un listón negro en su palma.


-Póntelo en el cuello –me dijo-. En el bar se acostumbra que las chicas se lo pongan después que las han mordido dos veces, los vampiros saben que ya no pueden tocar a una chica que lleve este color de listón.


-Gracias –le sonreí y me lo amarré al cuello. Era bastante ancho como para cubrir buena parte de él, me sentí un poco más segura-. ¿Cómo te llamas?


-Kisha –respondió-. ¿Y tú?


-Bella


Todo fue bien las primeras horas, muchos vampiros parecían interesados en mi cuello, pero gracias al listón y a que yo los rechazaba no insistieron más. Pero tuve que llevarles a otras de mis compañeras y auque lo intenté, no pude evitar presenciar la terrible escena: las chicas se sentaban en las piernas de los vampiros y dejaban que les enterraran los colmillos. Muy pocos fueron los decentes que pidieron una bebida, la mayoría prefería directo del envase. Era demasiado para mi, el tiempo parecía estar en mi contra, cada vez avanzaba más lento y yo quería salir del bar lo más pronto posible.


-¿Qué quieren?


Los cuatro vampiros me miraron fijamente, como si yo fuera la respuesta a la pregunta. Supongo que así veían a todas las chicas que se les ponían en frente.


-Un poco de tu sangre –contestó un vampiro de cabello castaño oscuro y ojos verdes.


Señalé mi listón negro.


-Lo siento, he dado demasiada esta noche –contesté.


-Prometo que sólo será una probada –dijo. Tomó de mi brazo y me obligó a sentarme en sus piernas, todo fue demasiado rápido.


-¡Suéltame! –exclamé al ver que su cabeza se inclinaba hacia mi cuello. Saqué mi daga del pantalón y la apunté a su corazón.


El vampiro parpadeó sorprendido cuando vio la punta apoyada en su pecho.


-Es de plata –dije-. Si te atreves a morderme, la clavaré en tu corazón, de eso puedes estar seguro…


Me soltó con cuidado y dejó que me pusiera de pie. Nadie, excepto los otros tres vampiros, se había percatado del altercado, los demás estaban muy ocupados en otras cosas, y el sonido de la música se había encargado de ahogar mis quejidos.


Los cuatro vampiros me miraron sorprendidos por unos minutos, luego para mi disgusto, sonrieron.


-La humana se sabe defender –comentó el que había estado a punto de morderme.


-Nunca había visto algo así –dijo otro.


Guardé la daga y di media vuelta. Llamé a otra de mis compañeras para los atendiera, yo no iba a soportarlos más tiempo.


Fui a la mesa que se acababa de ocupar, ya no podía más, como quería estar en el Luna llena…


Eran tres vampiros, uno era bastante musculoso, otro rubio y él último tenía el cabello cobrizo, sus ojos me llamaron la atención, eran de un dorado muy hermoso.


-¡Vamos Edward! –exclamó el musculoso dándole una palmada en el hombro-. Necesitabas salir… a Jasper le dijeron que este era el mejor bar…


-Emmett tiene razón –dijo el rubio.


Me detuve a unos pasos de la mesa, mi cabello me cubría la visión, sacudí la cabeza para quitármelo de encima, pero en cuanto hice el movimiento, el vampiro con el nombre de Edward levantó la vista y clavó los ojos en mí.


-¿Qué es lo que van a querer? –pregunté.


-Un relámpago escarlata para los tres –Emmett, el musculoso, fue el que contestó.


Me sorprendió que pidieran bebida y no que quisieran que les trajera a una de las chicas. Edward seguía con la mirada clavada en mí, tal vez el no estuviera muy de acuerdo con lo que le había pedido el otro vampiro.


-¿Te sientes bien Edward? –le preguntó Jasper.


No escuché la respuesta porque yo salí casi huyendo de ahí, no quería más problemas. Regresé a la mesa poco después, intentando no ver como se alimentaban los otros vampiros mientras pasaba. Mis nervios ya no soportaban más.


-Aquí tienen –puse los vasos sobre la mesa y me dispuse a irme.


-Espera –Edward me llamó antes de que comenzara a alejarme.


Tuve miedo, no quería que ocurriera lo mismo que el incidente de horas atrás. Acerqué unas de mis manos al costado de mi pantalón donde estaba la daga.


-¿Sí? –para mi sorpresa mi voz sonó firme.


-¿Cómo te llamas? –sus hermosos ojos dorados seguían fijos en mí.


-Bella –contesté y di media vuelta.


Mi primer día había sido un desastre. ¿Qué me esperaba en los siguientes?

**************************************************************************************
 
Capitulo 3

Inmunidad

Escuché movimientos en la habitación, mis sentidos, siempre alerta para la visita de cualquier intruso, me hicieron despertar de mi sueño. Extendí la mano y saqué la daga del cajón de mueble de madera. Me levanté de un salto y me preparé para encararme a quien fuera que estuviera ahí.


-Prometo que no te haré daño –Jacob extendió las manos en gesto de paz.


Suspiré, sólo era mi imprudente amigo.


-¡No me vuelvas a asustar así! –exclamé.


Se encogió de hombros.


-Lo siento Bella –se disculpó.


-¿Cómo entraste aquí? –cuestioné. Eso era lo más importante.


-Dejaste la ventana abierta –contestó-. Brinqué hasta arriba.


Malditos lobos y su súper-fuerza. Me dirigí a la ventana y la cerré, alcancé a ver los destellos de sol en el cielo, lo bueno es que ya era de día.


-Ten más cuidado Bella –me regañó.


¿Después de irrumpir en mi departamento se atrevía a regañarme? Eso era demasiado, lo fulminé con la mirada.


-No me veas así –dijo-. Por tu descuido pudo haber entrado alguien y hacerte daño


Tenía razón, las calles en las que vivía eran muy peligrosas, y no sólo por los humanos…


-Esta noche tuve suerte y sólo tuve la visita de un Licántropo molesto –contesté-. ¿A que viniste?


-Quería saber como estabas –respondió-. Ya que ayer no te vi en el Luna Llena ¿Dónde estuviste?


Pregunta peligrosa. No podía decirle a Jacob la verdad, era capaz de acompañarme al otro bar para asegurarse de que estuviera bien y no podía arriesgarme a que mi amigo saliera lastimado, los vampiros podrían destrozarlo…


-Me tomé la noche libre –musité-. De hecho, decidí tomarme toda la semana libre.


-¿Roderick te dio permiso? –Jacob arqueó las cejas.


Me mordí el labio, lástima que mi amigo conociera demasiado bien a mi jefe. Rod difícilmente haría algo así.


-Sí –contesté-. Después de varias horas para convencerlo…


Jacob no parecía muy convencido, después tendría que hablar con mi jefe para que mintiera por mí.


-Si tienes la semana libre podríamos salir…


-Pero en las noches no Jacob, quiero aprovechar para poder dormir bien –me apresuré a decir-. ¿Qué tal de día?


La ventaja que tenía era que estaba de vacaciones, todavía faltaba mucho para que regresara a la universidad.


-De acuerdo –accedió-. Ahora te tengo que dejar porque tengo que arreglar unos asuntos…


-¿Cosas de lobos? –pregunté con curiosidad.


-Algo así –Jacob sonrió.


Otra vez en el lugar que tanto temía y despreciaba. Me cambié rápidamente y me puse mi listón negro, no me separaría de él ni de mi daga de plata.


Las otras chicas no me miraron, ni me dirigieron la palabra mientras estaba en el cuarto, al parecer había hecho nuevas “amigas”. Lo bueno es que todo pasaría pronto, eso era lo que me daba ánimo para soportar la noche.


-¿No les caigo bien verdad? –le pregunté a Kisha, era la única que no me ignoraba. La vi encogerse de hombros.


-No les gusta tú forma de pensar a cerca de los vampiros –contestó.


-¿Tú opinas lo mismo que ellas?


-Yo creo que los vampiros pueden enamorarse –admitió Kisha-. No me molesta que tú pienses diferente, sólo quisiera saber… ¿Por qué los odias tanto?


-Uno de ellos mató a mis padres –contesté. Yo sólo tenía seis años, y las imágenes de mis padres tirados en el suelo de la cocina rodeados de lo que quedaba de su sangre, aún seguían impresas en mi mente.


Kisha me miró fijamente.


-Pero es como con nosotros –dijo-. No todos son iguales, no puedes juzgar a los demás por lo que hizo uno…


-No puedo confiar en ninguno –la interrumpí y salí con rapidez de la habitación, era hora de enfrentarse a la clientela.


Hice una mueca al ver el bar más lleno que ayer, eso significaba más trabajo, era una pesadilla. Los vampiros no parecían darse por vencidos fácilmente, aún cuando yo de dejar a la vista mi listón negro, ellos parecían ignorarlo e intentar convencerme que cediera un poco de mi sangre.


Me dirigí a la siguiente mesa.


-¿Qué…


-Yo los atiendo –Ashery me hizo aún lado. Sabía que no lo hacía para ayudarme, pero de cualquier forma me sentí agradecida y aliviada, unos vampiros menos que atender.


Aunque esa sensación duró muy poco tiempo. Un grupo de vampiros había entrado al bar, eran cinco y el que iba adelante era intimidante. Cuando se sentaron en una mesa, descubrí que yo no era la única que los observaba, a los demás vampiros parecía llamarles la atención aunque intentaban disimular su interés. Miré a mí alrededor esperando a que alguna de las chicas se les acercara y para mi disgusto, la mayoría estaban muy ocupadas, la opción más cercana era yo.


Me acerqué lentamente, pude ver al vampiro intimidante con más claridad. Era guapo, parecía tener unos 26 años, su cabello era corto y plateado, y sus ojos eran de un azul eléctrico muy intenso. Con él estaban dos rubios, gemelos, y otros, parecían estar disfrutando del lugar.


-¿Qué van a tomar? –pregunté.


El vampiro de ojos azules sonrió, sus colmillos se extendieron. Retrocedí lo más posible.


-Un poco de ti…


-No estoy disponible –musité. ¿Qué no veía mi listón negro?


-¿Ni siquiera para mi? –me miró fijamente.


-No


Los otros vampiros me miraron con desaprobación, uno de los rubios soltó un resoplido. ¿Qué se creían? Yo no iba a hacer lo que ellos quisieran.


-Ven –el vampiro extendió una mano hacia mí, una invitación a tomarla. Sus ojos azul eléctrico se oscurecieron no se despegaron de los míos ni un segundo.


Entonces entendí lo que hacía. ¡Estaba usando sus poderes en contra mía! Quería doblegar mi voluntad… todos los vampiros tienen la capacidad de hacer que un humano los obedezca, entre más viejo era el vampiro, mayor era su poder. Pero eso era ilegal en el país, aunque los vampiros nunca seguían las reglas.


Pero había algo que el vampiro no sabía, que yo era inmune a los poderes de control… nadie podía apoderarse de mi voluntad… ¡Jamás!


-Ven –repitió.


-No –dije.


Los otros vampiros me miraron sorprendidos, el de cabello plateado me miró por unos segundos más y luego sonrió, sus colmillos se retrajeron.


-Muy impresionante –dijo. No me había gustado el tono con el que lo había hecho.


-Entonces… ¿Qué van a pedir?


-Trae unas chicas para ellos –me contestó el vampiro de cabello plata-. A mi tráeme un Marea Roja.


¿Después de todo eso sólo pediría una bebida? Cada vez comprendía menos a los vampiros…


Me apresuré a encontrar chicas que estuvieran disponibles… y después fui por la bebida, no pasó mucho tiempo cuando regresé a la mesa, coloqué el vaso, quería desaparecer de ahí cuanto antes, no quería estar ahí cuando los vampiros comenzaran a alimentarse.


-Me llamo Lucern –el vampiro de cabello plata tomó mi mano para impedir que me fuera.


Fruncí el ceño y solté mi mano.


-¿Y tú nombre? –preguntó.


-Prefiero guardármelo para mi, gracias –me alejé.


Ya me quedaban menos días en el infierno, sólo tenía que aguantar…


************************************************************************************

Capitulo 4

Invitación

El sol fue el que me despertó, sus rayos atravesaron mi ventana e iluminaron mi rostro. Con una sonrisa le di la bienvenida. Me encantaba el día, era la hora en que casi no veías vampiros por las calles, y es que el sol disminuye considerablemente sus poderes y a ellos no les gusta sentirse vulnerables. En el caso de los licántropos era lo mismo, pero pensaban de manera distinta, cada vez más de ellos decidían hacer su vida tanto nocturna como diurna. Porque la única cosa en común que tenía dichos seres, tanto vampiros como los licántropos era una: nunca dormían.


El teléfono me distrajo de mis pensamientos.


-¡Bella! –escuché la voz de Lissa-. Rod dijo que te había dado una semana de descanso… ¿Por eso ya no has ido al bar?


-Si –agradecí enormemente que mi jefe hubiera guardado el secreto.


-Espero que vuelvas pronto, no es lo mismo sin ti –admitió Lissa.


Sonreí. Ella era lo más cercano a una familia que tenía.


-Créeme, yo también ansío regresar lo más pronto posible al Luna llena –contesté. Estaba desesperada por ello.


-Disfruta tu descanso, lo tienes merecido –dijo Lissa.


Suspiré, si en verdad fuera un simple descanso.


-Y dime ¿Tienes la mañana libre? –me preguntó mi amiga, tenía la certeza que estaba sonriendo ampliamente del otro lado de la línea.


-¿Quieres que te acompañe de compras? –aventuré. A Lissa, era lo que la hacía más feliz.


-¡Si! –exclamó.


-¿A que hora y en donde nos vemos?


-En media hora estoy en tu departamento –dijo Lissa y colgó el teléfono.


Me duché, cambie de ropa y me preparé algo para desayunar. Cuando pasaron treinta y cinco minutos escuché que alguien tocaba a mi puerta.


Mi pelirroja amiga entró y se sentó en un sofá de mi… bueno a lo que yo llamaba sala. Era un espacio reducido y lo único que tenía era ese mueble y una mesita, lo que quedaba del área se convertía en mi cocina, al fondo había dos puerta, una mi habitación y la otra el cuarto de baño. De acuerdo, mi departamento ni siquiera soñaba con acercarse al lujo, pero por lo menos tenía un lugar donde vivir.


-¿Recuerdas a Gemma?


Asentí. Era una chica-lobo bastante agradable, que pasaba por el bar de vez en cuando. A mi y a Lissa nos había tocado atenderla en distintas ocasiones, sobre todo mi amiga, que parecía haber congeniado muy bien con ella.


-Ella se va a casar con un humano –dijo Lissa-. ¿No es fantástico? Además nuca he ido a una ceremonia de licántropos supongo que será interesante…


-Si –concedí. Yo también sentía mucha curiosidad por verlo. Jacob una vez me había dicho que cuando se daba una unión entre licántropo y humano, el primero tenía que pasarle energía al segundo y de esa forma le transmitía su longevidad y su fuerza, aunque sin llegar a convertirla en licántropo. Lo que desconocía era cómo se realizaba dicho ritual.


-¿Y sabes que es lo mejor? ¡Gemma es dueña de una tienda de ropa! –exclamó Lissa-. ¡Nos va a hacer un descuento en los vestidos!


Puse los ojos en blanco, no creía que mi amiga cambiara alguna vez… un momento ¿Nos?


-¿Qué?


Lissa sonrió.


-¡Sí! –exclamó-. ¡Irás conmigo!


-Pero yo no he sido…


-Gemma me dijo que te invitaría –me interrumpió Lissa-. Pero como no has ido al bar…


-¿En verdad? –le pregunté, tenía ganas de ir, pero no quería ir sin estar segura de ser bienvenida.


-Por supuesto –contestó Lissa-. Ella misma te lo dirá cuando lleguemos a la tienda.


Poco después nos encontrábamos dentro del establecimiento, Lissa corría de un lugar a otro, todos los vestidos le parecían perfectos. Mientras que yo, sólo quería encontrar algo que no fuera tan llamativo. La misma Gemma nos estaba atendiendo.


-¡Este está precioso! –exclamó Lissa llevando un vestido de color negro en las manos. Fue al probador.


Gemma giró la cabeza hacia mí, y junto con ella se agitaron todos los rizos que caían por su espalda. Me tendió un sobre de color perla.


-Gracias –dije.


-¿No te gusta ningún vestido? –arqueó las cejas.


Me encogí de hombros.


-No encuentro ninguno que me quede bien


Ella sonrió.


-Todos te quedarían bien –afirmó-. Eres muy bonita.


Iba a responderle cuando se dio la vuelta y se fue. Regresó poco después con un vestido azul, que tengo que admitir me encantó.


-Creo que este haría lucir muy bien tu tono de piel –dijo Gemma-. ¿Por qué no te lo pruebas?


Asentí, me encontré en el pasillo con Lissa.


-¡Miren ese de allá! –exclamó mientras pasaba a mi lado.


Me reí. Sólo esperaba que no nos llevara todo el día en escoger.


Cuando vi mi reflejo en el espejo, no me reconocí. Entonces tomé mi decisión. Al salir, distinguí en el rostro de Gemma algo de impaciencia, Lissa podía provocar ese efecto en las personas.


-El verde –dije viendo los vestidos que traía Lissa en la mano.


-¿Tu crees? –me preguntó.


Asentí. El verde siempre había hecho resplandecer a mi amiga.


Lissa sonrió y dejó los demás.


-¡Me lo llevo! –exclamó triunfante.


Gemma suspiró y me miró con alivio.


Yo creí que había un error, pero no fue así, Gemma nos cobró la mitad del precio de los vestidos, muy generoso de su parte.


-¿Cuándo será la boda? –pregunté cuando habíamos salido de la tienda.


-En seis días –contestó Lissa.


Perfecto, para entonces ya habría acabado mi martirio.


-Pero será en la noche –dijo mi amiga de pronto-. Yo le pedí permiso a Rod para faltar ese día… pero no se si tú, no se si te deje un día más… pero no te preocupes si tu no lo convences yo lo haré, ya verás…


-No te preocupes, yo me encargo –el no podía oponerse a darme la noche libre, me lo debía.


Respiré profundo y salí a atender a los clientes. Como siempre, intentaron convencerme de dejar que bebieran de mi cuello, por supuesto, sin éxito alguno. Muchos de los vampiros dejaban sus colmillos al descubierto y no quitaban su vista de mí, desde que llegaba a su mesa hasta que me retiraba, era escalofriante.


Cuando llegó la hora de cerrar el bar, había creído que la noche no fue tan mala como las otras. Esta muy equivocada en eso.


Salí del lugar, caminé unas cuantas calles, hasta que un ruido a mis espaldas me hizo volverme.


-No dejaste que probara un poco –vi a uno de los vampiros que había atendido en el bar. Se acercó a mí.


Saqué mi filosa daga, su hoja plateada resplandeció a la luz de la Luna.


-No te me acerques –le advertí apuntando la daga hacia él.


-Sólo un poco –repitió. Vi sus ojos, estaban completamente rojos. Se agazapó.


Se estaba preparando para saltar sobre mí, me estremecí. Apreté el mango de la daga con todas mis fuerzas y lo interpuse entre el vampiro y yo. Si él decidía lanzarse sobre mi, se encontraría con el filo de mi arma en el camino.


-No lo hagas –retrocedí un poco.


El vampiro saltó, pero justo antes de llegar a mí, una figura lo empujó, el cuerpo se estrelló contra una sólida pared, un pedazo de ella se rompió después del impacto. Había llegado otro vampiro.


Comencé a temblar, esta en una calle oscura, no parecía haber rastro de personas que corrieran en mi ayuda. No podía salir corriendo, si se daban cuenta, irían tras de mí y en una carrera no creía ser capaz de ganar.


El nuevo vampiro en la escena se encontraba de espaldas a mí, tuve la absurda sensación de que intentaba ocultarme detrás de su cuerpo del otro vampiro, que tontería. Giró su cabeza rápidamente y me vio. Reconocería esos ojos dorados en cualquier parte, era Edward.


El otro vampiro se levantó y extendió los colmillos, no parecía muy contento por aquel ataque. Con una velocidad impresionante corrió hacia Edward y logró derribarlo, pero no fue por mucho tiempo, ya que el vampiro de ojos dorados lo agarró del brazo y lo estrelló contra el pavimento.


Tal vez si corría ahora, ninguno se daría cuenta.


Pero no tuve oportunidad. Se escuchó el último estruendo de la noche. El otro vampiro parecía muy mal herido, le mostró los colmillos a Edward, pero en lugar de acercarse a él, huyó.


Edward se giró hacia mí, yo le apunté con la daga. Levantó las manos en gesto de paz.


-No quiero lastimarte –dijo y dio un paso hacia mí-. Sólo quiero asegurarme que te encuentres bien.


No le creí.


-Estoy muy bien –lo que era una completa mentira. Sentía que mis piernas me fallaban-. Ahora vete y déjame sola.


-No puedo –contestó-. Necesito asegurarme que llegas bien a tu casa.


-¡Y un cuerno! –exclamé-. ¡Puedo llegar sola!


-Bella por favor –se acercó más.


-¡No te acerques! –le advertí con la daga en alto.


El me ignoró, avanzó hasta que mi daga tocó su pecho, después se quedó quieto, no hizo ningún intento por atacarme o por quitarme el arma. Sus ojos dorados se encontraron con los míos.


-Confía en mí –pidió.


Dejé caer mi brazo a un costado, y guardé mi daga, no era que confiara en él, era que ya no creía tener fuerzas para defenderme. Cerré los ojos y esperé lo peor. Pero sólo sentí su mano en la mía, sus dedos se entrelazaron con los míos. Era como si quisiera darme valor, apoyo…


-Te acompañaré –dijo.


Llegamos hasta mi departamento, se detuvo en la puerta, no iba a dejarlo pasar.


-Descansa –fue todo lo que dijo antes de irse.


Me dejé caer en la cama, estaba confundida, asustada y muy cansada…


***********************************************************************************

Capitulo 5

Amenaza

De una cosa estaba segura, ninguno de los días que me quedaban en el bar volvería a regresar sola. Por suerte sabía que Kisha tenía auto y podría regresarme con ella.


-Por supuesto Bella –contestó la rubia cuando se lo pregunté al siguiente día.


-Gracias


Tal vez estaba nerviosa por lo que había ocurrido la otra noche, pero tenía la sensación que estaba atrayendo demasiadas miradas no deseadas. Suspiré y me dirigí al cuarto que tenía el bar en la parte de atrás, tenía que tomar un respiro por un momento.


Ashery estaba rodeada por tres muchachas, todas dirigieron miradas poco amigables hacia mí. Caminé hasta un rincón de la habitación y me senté en el suelo, era consiente que de mis compañeras sólo le agradaba a Kisha.


-Ayer convencí a uno de mis clientes que me hablara más sobre los de su raza –continuó Ashery después de fulminarme con la mirada-. Me dijo que ellos tienen distinto modo de gobierno que el nuestro… ellos tienen un rey…


¿Un rey? Me estremecí. El rey tenía que ser el más poderoso de todos ellos y el más temible. Esperaba jamás tener que encontrarme con él…


-¡Yo no sabía nada de eso! –exclamó una chica.


Ashery le hizo una seña para que guardara silencio.


-Ellos no quieren que nos enteremos de eso, sólo se enteran ciertas personas que son de confianza para los vampiros, o que el rey mismo les dice sobre ello –dijo Ashery.


Las muchachas parecían mirarla con admiración.


-Eso quiere decir… ¿Tú conoces al rey? –preguntó una de las chicas, con los ojos completamente abiertos-. ¿Lo conoces? ¡Tienes que decirnos como es!


Ashery negó con la cabeza tristemente.


-No, no lo he visto –contestó-. El vampiro al que logré sacarle la información no quiso decirme más, ni siquiera su nombre… pero lo averiguaré, se los aseguro.


-¿Nos dirás cuando lo sepas? –preguntó una de ellas.


-Si –Ashery sonrió, pero dejo de hacerlo cuando sus ojos se posaron en mí-. Aunque como esa es información más importante nos aseguraremos de estar completamente solas.


-¿Y que más te dijo el vampiro? –preguntó otra.


-Mencionó también al rey de los licántropos…


Eso sí, logró captar mi completa atención. ¿Por qué Jacob nunca me lo había dicho? Tan pronto como lo viera le exigiría una respuesta.


-Aunque tampoco se su nombre –continuó Ashery, no parecía darle tanta importancia a ese rey como al de los vampiros-. Pero lo más importante es que… ¡ninguno de los dos tiene compañera!


-¡Entonces quiere decir que el rey de los vampiros puede escoger a alguien para que sea su reina! –dijeron las chicas a coro. Se veían muy entusiasmadas con la idea.


-Yo soy la que averiguaré quien es el rey –dijo Ashery-. ¡Y haré todo lo posible para convertirme en su reina!


Hice una mueca, ya estaba harta de la conversación. Me puse de pie y me dirigí a la puerta, pero antes de abrirla me detuve, no podía dejar las cosas así, aunque no me cayera bien, estaba preocupada por Ashery.


-Ten cuidado –me dirigí a ella-. Podrías meterte en problemas por intentar averiguarlo… los vampiros son poco confiables, podrían lastimarte…


-¿Disculpa? –Ashery arqueó las cejas-. No creo haberte pedido tu consejo, además tú no sabes nada sobre vampiros.


Abrí la puerta y me salí. No soportaba ni un minuto más ahí.


La noche avanzó y Edward entró en el bar, pero en esta ocasión se encontraba solo. Me mordí el labio, tenía que ir a agradecerle por salvarme, aún cuando no confiara en él.


Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando llegué hasta él.


-Gracias –solté de pronto.


Sus ojos dorados se encontraron con los míos.


-No podía dejar que nada malo te pasara –contestó.


¿Por qué? No entendía el comportamiento de Edward hacía mi, los vampiros no protegían a los humanos… Dudé de sus palabras, con los vampiros era mejor no arriesgarme.


Jacob llegó a mi departamento al siguiente día, en la tarde. Perfecto, tenía que hacerle algunas preguntas.


-Bella –mi amigo sonrió.


Me crucé de brazos.


-¿Qué te ocurre?


-¿Por qué nunca que habías dicho que los licántropos tenían un rey? –cuestioné.


Jacob me miró con sorpresa en el rostro por unos instantes.


-¿Cómo sabes eso? –preguntó.


-Me enteré en… lo escuché –dije y me mordí la lengua, había estado a punto de mencionar el Noche Eterna.


Mi amigo se dejó caer en el sofá junto a mí.


-Te lo iba a decir Bella –contestó-. Pero a su tiempo…


Fruncí el ceño. De pronto Jacob parecía más serio que de costumbre.


-Te diré su nombre… no hoy, pero pronto.


Puse los ojos en blanco. A veces ni yo misma lo entendía.


Me abrazó y depositó un beso en mi mejilla.


-No podremos salir hoy –dijo con pesar-. He estado muy ocupado… pero intentaré hacerme un espacio…


-Pero que sea de día –le recordé.


Jacob arqueó una ceja.


-Porque quiero aprovechar los últimos días de descanso que me quedan para dormir bien –agregué.


-Aún se me hace extraño que te haya dejado tantos días libres, no me parece el estilo de Roderick –dijo.


-Las personas cambian –contesté. Observé el reloj que tenía en la mesita, pronto se haría de noche y yo tendría que irme, pero no podía hacerlo con Jacob aquí. Me levante-. Sabes tengo que hacer algo…


Jacob me observó por unos instantes y luego asintió, me sorprendió que no hiciera preguntas.


-Nos vemos otro día –dijo antes de irse.


Esa noche, la quinta de mi martirio, volví a ver a Edward, se veía diferente que los otros vampiros, por lo menos, nunca me acosaba, casi me relajaba en su presencia. Me miraba de forma distinta, aunque no podía explicar su significado.


Sonreí un poco al entrar al bar, la sexta noche había llegado, sólo un día más y sería libre. Me vestí y me puse mi listón negro. Todo iba bien hasta que vi a Lucern llegar y yo no era la única que lo miraba, noté que los otros vampiros echaban miradas en su dirección con frecuencia. Cambié de dirección, esta vez no era la única libre, así que decidí ignorarlo.


Minutos después escuché la voz de Kisha. Me di la vuelta para encontrarme con mi rubia compañera.


-Ve a atenderlo –dijo indicándome la mesa en la que se sentaba Lucern.


Hice una mueca.


-¿No habías ido tú? –pregunté.


-Sí –se encogió de hombros-. Pero te quiere a ti.


Suspiré y me dirigí hacia él.


-Hola Bella –me saludó el vampiro de ojos azules cuando llegué hasta la mesa.


Fruncí el ceño, seguramente Kisha le había dado mi nombre.


Lucern parecía divertido por mi reacción, el muy maldito, estaba segura que sólo quería provocarme.


-Aquí me tienes –dijo de pronto y me pareció oír algo de pesar en su voz.


-¿Qué? –lo miré confundida-. Yo nunca te pedí que vinieras


-Lo sé


-Bueno… ¿Qué quieres? –hice la pregunta peligrosa.


-Supongo que hoy tampoco me dejarás beber de ti ¿o si?


-No


-Entonces sólo… una lluvia de sangre


Asentí, pero cuando iba a darme la vuelta, lo vi, el vampiro que había querido tomar mi sangre a la fuerza había entrado en el bar. Me petrifiqué. Una parte de mí, esperaba que Edward llegara pronto.


-El vampiro que me atacó –murmuré. Olvidando por completo que tenía muy cerca de un vampiro cuyo sentido del oído estaba muy desarrollado.


Lucern se levantó, era muy alto, sus ojos de azul intenso siguieron la dirección de mi mirada. Antes que pudiera darme cuenta, había llegado hasta donde estaba el otro vampiro y lo había tomado por el cuello. Lucern lo trajo hasta donde yo estaba. La atención de todo el bar estaba sobre nosotros.


-¿Por qué lo hiciste? –exigió Lucern al vampiro.


-No… entiendo… -contestó con dificultad.


Los ojos de Lucern se oscurecieron.


-¿Por qué la atacaste? –su voz parecía tranquila, pero sabía que estaba cargada de amenaza.


-Ella –el vampiro me miró-. Ella… no… quiso darme su sangre…y… no pude… yo sólo quería… saborearla…


La opresión que Lucern ejercía sobre él aumento, el vampiro soltó un gemido de dolor. Volteé en todas direcciones, mis compañeras miraban asustadas, ellas no podían detenerlo, pero… ¿Por qué ningún otro vampiro hacía nada? Sólo se quedaban ahí contemplando la escena.


-Al parecer no entiendes un no –dijo Lucern.


-Yo sólo…


-¿Te hirió? –la voz de Lucern cambió de forma sorprendente cuando se dirigió a mi.


-No –musité.


-Y ya no volverá a hacerlo –Lucern continuó apretando la garganta del vampiro, sangre comenzó a escurrir por su pálido cuello.


-¡Por favor! –exclamé. No podría creer que sintiera lástima por el vampiro que me había atacado-. No lo mates…


Lucern me miró fijamente por unos segundos, y dejó caer al vampiro.


-La siguiente vez que sepa que quieres dañarla, ni siquiera ella podrá defenderte de mí –le advirtió.


El vampiro se levantó rápidamente y salió del bar. Era la segunda vez que lo veía huir.


-Ya no se acercará a ti –prometió Lucern.


Algo me decía, que un problema mayor venía en camino.


***********************************************************************************



Capitulo 6

Los dos Reyes

La última vez, pronto saldría del Noche eterna. Localicé una mesa que nadie atendía, ajusté mi listón negro y me dirigí a los vampiros.


-¿Qué quieren esta noche? –pregunté. Mi voz casi sonó alegre, la euforia de mi próxima libertad ya estaba haciendo estragos en mí.


Los tres vampiros me observaron durante un rato, había algo distinto en la forma en que me miraban… no supe decir exactamente que era. Uno de ellos se inclinó un poco en mi dirección e inhaló una gran bocanada de aire.


-Por favor, sólo un poco –dijo el vampiro con los ojos fijos en la curva de mi cuello. El tono que había utilizado casi era una súplica. Ningún vampiro antes me había pedido algo, siempre daban por hecho que iba darles de mi sangre.


Negué con la cabeza.


El vampiro frunció la boca, los ojos reflejaban agonía y frustración. Abrió la boca, pensé que iba a decirme algo, pero otro de ellos lo interrumpió.


-Si ella no quiere, no debes seguir insistiendo –dijo-. No quieres terminar como Marcus ¿o sí?


-No –respondió el vampiro secamente, creí ver un ligero destello de miedo en sus ojos-. ¿Podrías traernos a algunas de tus compañeras?


Asentí, y me retiré sin vacilación. Era mejor no empezar a hacerme preguntas sobre lo ocurrido.


La noche seguía transcurriendo, todo era muy inusitado para mí. El peso de las miradas caía sobre mí, mientras caminaba por el bar. Lo más extraño era que ninguno había intentado beber de mi sin antes preguntarme, un solo “No” de mi parte y ellos no volvían a insistir en el tema.


-¿Qué hacemos aquí? –escuché una voz femenina algo fastidiada.


-Por que quiero conocerla, Rosalie –contestó otra voz del mismo género, mucho más amable y alegre que la primera.


Mi cabeza giró en dirección de aquella conversación, cinco vampiros ocupaban una mesa próxima a la mía, tres de ellos eran Edward, Jasper y Emmett, y las dos mujeres, una hermosa rubia y la otra de cabello corto, con puntas que parecían salirse en cualquier momento.


Me detuve a unos pasos de ellos.


-¡Hola Bella! –exclamó la vampiresa de cabello corto. Una sonrisa se fue expandiendo en su rostro-. Me llamo Alice


La miré fijamente, no entendía el porqué de la amabilidad de ella, las comisuras de mis labios se estiraron en un reflejo hacia arriba, no entendía bien… pero había algo en Alice que me cayó bien.


-Hola –musité, sintiéndome extraña.


Alice se quedó inmóvil de un momento a otro, sus ojos miraban en mi dirección, más no era a mí a quien veían, parecía estar en otro lugar…


Jasper sujetó su mano con gentileza.


-¿Qué ves?


-Bella tienes que salir de aquí


Me sobresalté al escuchar que las palabras salían de boca de Edward, no parecía muy contento. Alice parpadeó una sola vez, y luego se volvió hacia el vampiro de ojos dorados.


-No –dijo ella-. No le va a pasar nada Edward, lo prometo.


El vampiro no pareció convencido con esto.


-El futuro cambia constantemente –respondió.


-Pero en esto estoy segura –insistió Alice-. No le ocurrirá nada.


-¿Qué pasa? –exigió la rubia.


-El bar pronto tendrá dos visitas importantes


La noche seguía muy extraña y yo no podía hacer nada para disipar mi confusión. Después de llevarles unas bebidas a ellos, continué atendiendo a los demás clientes, cuando tenía oportunidad echaba una mirada en dirección a Edward, quien no apartaba sus ansiosos ojos dorados de mí ni un momento.


Lucern entró en el bar caminando como dueño y señor del lugar, encontró fácilmente un lugar vacío. Noté un rápido movimiento en sus ojos, parecía estar analizando cada rincón del lugar, en busca de algo… el desello azul se detuvo bruscamente al llegar a mí. Sonrió.


Mis pies avanzaron en su dirección, era mejor no retrasar las cosas.


-Bella –dijo suavemente. Hizo una mueca de frustración-. ¿Por qué me haces esto?


-¿Hacer que? –le cuestioné frunciendo el ceño-. ¿Podrías ser un poco más claro?


Lucern se rió.


-Tal vez después sea lo suficientemente claro –respondió.


Resoplé. Estaba comenzando a desesperarme…


-¿Por qué vienen aquí? –escuché gruñir a un vampiro-. ¿Qué no saben que no son bienvenidos?


La tensión aumentó de un modo alarmante en el bar, la mayoría de los vampiros había extendido sus colmillos y hacían constantes sonidos de disgusto, sus miradas sólo estaban fijas en un punto, la entra del Noche eterna.


Lucern no mostraba signos de hostilidad, pero se mostró repentinamente serio, se puso de pie y sin que yo me pudiera dar cuenta, me tomó por los hombros y me puso detrás de él, en un gesto protector… Esto fue como una señal para los demás vampiros, dos de ellos se colocaron a mi derecha y otros dos a mi izquierda, mientras que el resto permanecía cerca, unos con los ojos fijos en la entrada y otros en mí, como si yo fuera un objeto que pudiera romperse en cualquier momento.


Mis compañeras observaban con confusión, pero ninguna hizo por acercarse a la escena, se mantenían alejadas… la furia repentina de sus clientes las había puesto en alerta.


¿Qué ocurría? Me estremecí, tener tantos vampiros a unos metros de mí, me daba miedo… busqué con la vista a Edward, él y los vampiros que compartían su mesa eran los únicos que permanecían sentados… Edward estaba en tensión, Emmett y Jasper lo sostenían de ambos brazos, parecía ser lo único que impedía que se levantara de ahí. Sus ojos dorados se encontraron con los míos, creí ver preocupación en ellos, como si quisiera poder estar junto a mí, protegiéndome el mismo.


Casi chillé cuando vi a Jacob entrar en el bar. ¿Qué clase de estupidez era esa? ¡Podrían matarlo!


Después de él entraron otros seis licántropos, sus miradas viajaban de un vampiro a otro, los ojos reflejaban hostilidad y odio absoluto.


-Lucern –Jacob hizo una ligera inclinación de cabeza hacia él.


-Jacob –el vampiro devolvió el gesto.


-¿Se conocen? –pregunté con perplejidad.


-Por supuesto –Lucern se giró hacia mí-. El rey de los vampiros forzosamente tiene que conocer al rey de los licántropos –añadió bajando el volumen, para que ningún otro humano pudiera escuchar.


¿Jacob? ¿Lucern? No, esto no podía estar pasando…


-Jacob ¿A que se debe tu inesperada visita? –el rey de los vampiros se volvió hacia él-. Sobre todo después de que sabes que tu raza no es muy bien recibida por aquí.


-Vengo por Bella –fue la respuesta del rey de los licántropos.


La mandíbula de Lucern se tensó, sus ojos se oscurecieron. Jacob apretó los puños, su mirada estaba cargada de desafío. Me estremecí.


-Por favor… no –musité.


El rey de los vampiros volvió a prestarme atención… mi mirada debió parecerle desesperada porque noté que se relajó, pero sus ojos no volvieron al color normal.


-Dejaré que te la lleves –accedió Lucern, su voz sonó un poco tensa al pronunciar las últimas palabras-. Por ahora –añadió dirigiéndome una sonrisa.


Mis protectores se alejaron de mí, dejándome espacio para moverme. Jacob frunció el ceño, por un momento creí que le respondería algo, pero parecía más interesado por sacarme de ahí lo antes posible, se acercó y me atrajo hacia sus brazos… la escolta de licántropos se acercó a nosotros cubriéndonos de los vampiros.


Jacob me levantó del suelo, en poco tiempo estuvimos de regreso en mi departamento. Me sentó en la cama, encendió las luces y me quitó mi listón negro… sus ojos buscaban desesperadamente alguna señal de un mordisco.


-¿Alguna vez te…


-No –respondí.


-¿Te hicieron algún daño? –preguntó ansioso.


-No


Suspiró, parecía más tranquilo. Que bien, porque ahora me tocaba a mí.


-¡Rey de los licántropos!


-Tenía pensado decírtelo…


-¿Cuándo? –cuestioné-. Jacob, tú sabes que jamás lo diría…


-Lo sé –me abrazó-. Lo siento, no sabía como ibas a reaccionar, yo…


-No quería que te dejara de ver como mi mejor amigo –completé-. Eso no cambiará…


Me acercó más hacia sí.


-¿Por qué no me dijiste que trabajas en ese lugar? –preguntó.


-No quería preocuparte –admití-. Además sólo fue por una semana, ya no regresaré…


-No, no lo harás –coincidió, me besó en la frente y se dirigió a la puerta-. Buenas noches Bella


-Adiós Jacob…


Me dejé caer en la cama, aún estaba aturdida por lo ocurrido… tal vez mañana todo mejoraría…