Dark Chat

jueves, 21 de octubre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 5 : Decisiones Unilaterales


Apenas dijo esas palabras yo me quede en blanco – estas embarazada – pero como podía ser posible, como lo sabía él y no yo que era mi cuerpo, en que minuto mi vida había dado el giro de trescientos ochenta grados, sentí un frío recorrer mi espalda y sin querer solté la almohada y me lleve las manos a mi vientre. No… yo no podía estar embarazada, no eso era una mentira, no ahora si me iba a ir al infierno, mi madre me mataría a mí y a él… Las palabras de Alice retumbaban en mi mente como campanas de muerte.

- ¡Cuidado!

Gritó mientras me sujetaba y a mi el mundo otra vez se me había perdido, el horizonte ya no era horizonte, todo me daba vueltas y la fatiga que sentía era demasiado extrema. Me sujeto por el brazo y me sentó en la banca de la iglesia.

- ¿Segura que te sientes bien?

Me preguntó inquieta sacando un mechón de mi pelo de la cara.

- Si estoy bien… es solo que no he comido mucho desde las dos ultimas semanas.

Le respondí apretándome el estomago como para contener el asco que estaba sintiendo en ese momento. Me balance hacia delante mirando el suelo.

- Y eso por qué… no pensarás que estas gorda, porque ahora mismo estas tan flaca que me dio susto quebrarte cuando te sujete por el brazo

Me dijo irónica y eso era lo único que me desagrada de mi mejor amiga, gracias al cielo esa cualidad no era de familia.

- Lo exagerado viene de familia parece

Le dije mirándole de reojo, pero la verdad era que me sentía fatal, tenía como un hueco en el estomago, incluso los olores me mareaban y aunque tenía que hacer ayuno, ya ni siquiera me apetecía comer. Descanse unos segundos y ella se sentó a mi lado.

- Por lo visto aún ves a mi hermano

Comento un poco molesta, me observo y luego corrió su vista de mí. Yo me llevé la mano a la boca y trague saliva en un intento de mantener a raya las nauseas. Ella miró al frente y hubiera preferido tener esta conversación fuera de la casa del señor.

- ¿Por que lo dices?

Pregunté al cabo de unos minutos que ella seguía callada mirando hacia el altar de la iglesia.

- Porque si no lo siguieras viendo no estarías así

Finalmente exclamo y se sentó dándome la cara, la mirada de Alice siempre era calmada y comprensiva, pero ahora estaba un poco divertida y suspicaz, como si me supiera un secreto.

- ¿De que hablas?

Le pregunté confundida mientras daba pequeños respiros para evitar vomitarle en la cara.

- Respóndeme una cosa, ¿cuándo comenzaron los mareos y los vómitos?

Preguntó intrigada con un brillo en los ojos.

- Hace una semana

Le respondí y ella se sonrió maliciosamente, apoyo su espalda en la banca y volvió su mirada al frente, espero unos momentos antes de hablarme y creo que estaba pensando en la forma de decirlo.

- ¿De verdad no te has dado cuenta?

Exclamo enarcando una ceja incrédula.

- ¿De qué?

Le pregunté ya asustada tratando de atar los cabos que ella había unido y que yo aún no entendía.

- De que estas embarazada

Aquel día había entrado en pánico pero luego había acallado ese sentimiento cuando reaccione a que siempre nos habíamos cuidado y que era imposible que yo estuviera embarazada bajo esa circunstancia. Lo miré saliendo de mis recuerdos y él tenía esa tonta risa en la cara que me enfureció, como podía estar tan feliz.

- Estas mintiendo

Exclame levantándome de la cama pero una vez más parecía el destino empeñado en demostrarme lo contrario. Sentí un vacío y casi fue a dar al suelo si no hubiera sido por sus brazos.

- Puedes comprobarlo por ti misma si no me crees

Me dijo haciendo que me sentará en el borde la cama y pasándome un papel doblado. Lo abrí desesperada y ahí estaban los resultados de los exámenes, mis exámenes.

- Pero yo no pedí una prueba de embarazo

Refuté leyendo el diagnostico y la cantidad de semanas que tenía embarazada. Comencé a contar hacía atrás y recordé una noche en particular. Lo miré y sacudí mi cabeza.

- Edward quiere sacarme celos pero no le va a funcionar. Y voy a probárselo.

Le había dicho a mi hermana Ángela entrando a la casa de los Cullen resuelta y decidida a probarle que no importará lo que hiciera para mi él no era importante ni el centro del universo como el pensaba. Y que seguiría con mi vida tal y como si nunca hubiera existido.

- Ojala no te salga al revés, pero bueno, ya que insistes voy a llamar a Emmett. Me pidió que le avisará cuando estuviera aquí.

Me quede un rato a su lado mientras la veía marcar el número de su "novio" quien era el mejor amigo de Edward para mi mala suerte. Tomé entre mis manos la dichosa invitación que me había llegado tan convenientemente, y sonreí al pensar en lo obvio que podía ser a veces Edward. Estaba más que claro que solo había un motivo por el que me quería presente hoy aquí eso era para presentarme a esa novia nueva que tenía y de la cual todo mundo hablaba. Le había tocado el orgullo pensé. Pero yo le iba a demostrar que me daba lo mismo y que sí el era un niño inmaduro yo podía ser cien veces peor que él. Me había comprado especialmente el vestido para esta ocasión. Era blanco, corto – demasiado corto – con tirantes que se amarraban en el cuello y dejaban ver un escote que hubiera infartado a mi madre. Para no ser tan evidente me puse un chaleco que me tapara y que una vez dentro de la fiesta me sacaría obviamente. Así entré resuelta a la fiesta y la primera en advertir mi presencia fue su hermana Alice quien me miro de pies a cabeza. Y sonrió divertida.

- Así que venimos en pie de guerra

Fue su comentario mientras me abrazaba y me hacía quitarme el chaleco. Yo le sonreí devuelta y ambas nos reímos.

- ¿Y donde esta el cumpleañero?

Le pregunté mirando entre la gente y su voz detrás de mí hizo que diera un brinco del susto.

- Justo detrás de ti

Contesto a mi pregunta y yo me giré para mirarlo, como presentía estaba abrazado a una chica como de mi porte, de largos cabellos, su tonalidad era rubia rojiza y de ojos claros, su tez era blanca como la cal. Así que este es el nuevo trofeo pensé sonriéndole molesta. Miré a la chica y esta me sonrió de vuelta pero sus ojos me delataron que tal vez las cosas no eran como él pretendía hacer creer. Me acerque y lo salude entregándole el regalo que había comprado. En ese minuto mi hermana Ángela con Emmett nos interrumpieron.

- Pero cuñadita acaso quieres infartar a los angelitos en el cielo.

Fue su comentario y yo me reí de buena gana. Edward en cambio le dio una mirada fulminante cuando se percató en la forma en que estaba mirándome. Lo propio hizo Ángela dándole un codazo a su "nuevo novio". Pero nada me había preparado para ver las miradas que me daría Edward toda la noche a causa de mi desinhibida participación en su cumpleaños. Y si iba a jugar el juego tenía que ser completo. A cada vez que él se acercaba peligrosamente a la "chica de turno" yo hacía lo propio con el resto de sus amigos. De vez en cuando le daba una sonrisa de suficiencia y el semblante le cambiaba. Había querido darme celos pero el que estaba que reventaba de celos era él.

Luego que pasaron un par de horas, a eso de las tres de la madrugada. Cuando advertí que estaba besándola fue suficiente para mí.

- Me quiero ir

Le pedí a Ángela apartándola de Emmett para que no escuchara.

- Te lo dije, no importa lo que tratarás de hacer ibas a salir trasquilada

Me recordó mi hermana divertida ante mi expresión.

- Esta borracho por eso esta haciéndolo y francamente me canse del jueguito.

Me defendí pero Ángela me sentó cerca de la barra. Me puso entre las manos vaso y me miró.

- No vamos a irnos… vas a disfrutar de la fiesta y vas a demostrarle lo que sea que viniste a demostrarle. Y si no quieres estar conciente para cuando se desparezca con la rubia esa, empieza con esto y te aseguro que al tercero no te acordarás de quién es Edward Cullen.

Y se paró de mi lado para irse junto a Emmett. ¡Genial! Exclame frustrada. Mirarlo besarla era realmente doloroso y si iba a estar en esa fiesta hasta que mi hermana quisiera irse, tomé su consejo. No lo haría conciente. Para el quinto vaso ya no estaba lucida y ni siquiera me había percatado que él ya no estaba. Subí las escaleras buscando un baño para mojarme la cara, estaba en el segundo piso y comencé a buscar entre las puertas.

- Tiene que ser esta

Me dije entre dientes tratando de no caerme al abrirla, para mi suerte era el baño, entre y estuve ahí un par de minutos mojándome la cara pero eso no me ayudaba, estaba realmente mareada y cuando giré para buscar en mi bolso un pañuelo recién ahí me di cuenta que la había olvidado en algún lugar de la casa. – no importa me la llevarán mañana - Me dije arreglándome el pelo. Recordé la escena de los besos y la sangre se me subió al rostro de la rabia. Miré el espejo y de solo imaginarme que en ese minuto él estaba con ella, de esa manera, me provoco un hueco en el corazón que no pude soportar. Salí de baño y en mi intento de bajar rápido las escaleras corrí por el pasillo pero sin darme cuenta alguien me jaló al interior de una de las piezas.

- ¿Me buscabas?

Me dijo con voz seductora mientras se recargaba sobre la puerta impidiéndome el paso

- No te creas tan importante… buscaba el baño

Le conteste enojada y quise apartarlo de la puerta pero el me giró tomando mis manos entre las suyas y las puso sobre mi cabeza, apretó mi cuerpo con el suyo contra la puerta.

Sus labios estaban a centímetros de los míos y sus ojos verdes resplandecían en la oscuridad. Me quería morir justo ahí, nos quedamos en silencio unos minutos y sin decirnos nada el estrello sus labios contra los míos, yo abrí mi boca dispuesta a recibir sus besos que necesitaba con desesperación y por los cuales me había muerto gran parte de la noche. Nos besamos con pasión durante un par de minutos hasta que la respiración de ambos se volvió errática. Sentí sus manos deslizarse por mi brazos soltándome de la prisión que habían formado sus manos en mis muñecas, y sentí sus dedos recorrer mi vestido, cuando llegaron a mis caderas casi por instinto cruce mis piernas alrededor de su cintura. Cruce mis brazos extendidos, aun extasiada por sus besos en mi barbilla, alredor de su cuello y sujete contra mi pecho su cabeza enterrando mis dedos en sus finos cabellos todos desordenados a esta altura de la noche y que tanto me fascinaban; ahí perdida en sus besos y en su aroma que era embriagador fue cuando noté el sonido del pestillo de la puerta, lentamente me separó y caminó cargándome hasta la mitad de la habitación, me bajo lentamente de su cuerpo y si no hubiera sido por que aún me sostenía mis piernas me hubiera flaqueado, me senté en la mitad de la cama mirándolo completamente decidida a tenerlo entre mis brazos esa noche.

Me puse de rodillas y me acerque para besarlo, le quité la camisa que traía puesta y desabotone su pantalón. El deseo y lujuria que estaban transmitiendo sus ojos me volvieron loca. Y lo volví a besar, sentí como sus manos me desabotonaron el vestido y este cayo hasta mis muslos. Me quedo mirando el torso desnudo y sentí como sus dedos se enredaron en mis pantaletas blancas liberando mi cuerpo de ellas. Esa noche había sido la mejor noche de todas. Al ver sus labios cerezas torcidos en esa sonrisa tan seductora me había doblado la mano y la voluntad, y me había entregado sin condiciones y había disfrutado cada caricia, cada gesto y cada gemido como si de eso hubiera dependido mi vida.

Ahora que lo recordaba, me había dado cuenta que es anoche había sido especial, y no solo porque habíamos hecho el amor de una manera desesperada y desenfrenada sino por algo que hasta ahora no me había parecido evidente. Esa noche fue especial y distinta porque esa noche yo había sentido cuando él había logrado concebirme un hijo.

Tenía la mirada perdida e iba a hablarle cuando se me revolvió el estomago de nuevo. Me levanté abruptamente de la cama y corrí literalmente hasta el baño cerré la puerta tras de mí.

- Bella ábreme por favor, tenemos que hablar

- Creo que ya hablamos suficiente

Le conteste mojándome la cara. Qué iba a hacer ahora era la gran pregunta. Millones de situaciones se me presentaron ante los ojos y una conclusión – ella va a matarme – jamás me lo perdonaría, jamás me perdonaría esto. Si ya era difícil que me perdonara mi desliz con él sin tener consecuencias, cuando le dijera que estaba embarazada me exiliaría de la familia, me desheredaría sin contemplación. Estaba frenética pensando en que hacer mientras lo sentía golpear la puerta.

- Déjame en paz… por favor

Le grite recargándome contra la puerta. Mi madre era una persona demasiado religiosa, demasiado extremista en cuanto a sus puntos de vista, era una de las señoras más conservadoras de Londres y era justamente su reputación con la cual ella había logrado todo lo que tenía, todo lo que teníamos. El status de la familia Swan era justamente gracias a su círculo social, las apariencias y todo esto del cristianismo extremo. Si le arruinaba eso, si transformaba mi desliz en escándalo, su posición social se iba a venir abajo y con ello todo por lo que ella había luchado. Todo su mundo giraba entorno a que toda su familia era tan correcta y que nosotras con Ángela, éramos el ejemplo de la juventud. Como se vería ahora que no sólo no sería monja, sino que además sería madre soltera. No podía permitir que mi familia se destruyera, no por mi maldita culpa. Abrí la puerta y él se quedo con la mano en el aire.

- No voy a tener a este hijo.

Anuncié.