Dark Chat

lunes, 25 de enero de 2010

El Reinado de la Luna

Hola mis niñas hermosas , ya estoy de vuelta con ustedes , y aqui les traigo un nuevo fic este es la continuacion de Sangre Real esta muy bueno espero les guste y por fiss nenas no se les olvide dejar sus comentarios al final
les mando mil besitos
Angel of the dark
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Capitulo 1 .Proposiciones

Fui asfixiada por los delgados brazos de Lissa al llegar al bar.


-¡Eres una tonta! –exclamó-. ¿Por qué no habías venido? ¿Dónde estabas? ¿Por qué no me llamaste? ¡Estaba preocupada!


-Lo siento –dije encogiéndome de hombros-, estaba resfriada…


-¡Desde cuando un maldito resfriado te impide marcar el teléfono! –explotó.


De acuerdo, no había sido mi mejor excusa.


-Ya te dije que lo siento –repetí.


-Espero que no vuelva a suceder –dijo frunciendo el ceño, como una madre que regaña a su hija.


-Sí, mamá –bromeé.


La preocupación de Lissa desapareció de su rostro y nos reímos.


El luna llena estaba a su máxima capacidad, las mesas estaban llenas de Licántropos sedientos, y mis compañeras y yo nos estábamos volviendo locas, con tantas bebidas que nos pedían.


Por lo menos eso me distraía, los problemas que inundaban mi mente se iban, por un rato.


Aún no podía asimilar la declaración de Edward, ni las palabras de Jacob, porque ahora sabía que no era un sueño lo que había dicho, en verdad me había propuesto matrimonio.


-Bella sigues tú –escuché la voz de Jason llamando mi atención.


-¿Qué?


-Dime que bebidas quieres –repitió.


-Oh, sí, prepara una luna plateada y un eclipse lunar –dije, dejando mi bandeja en la barra.


El barman rubio se giró, y comenzó a tomar botellas de colores, había una gran repisa llena de ellas, todas a su disposición.


-¿Te sientes bien? –cuestionó. Traía su agitador en la mano y comenzó a vaciar el contenido de una botella verde en él.


-Claro –dije, sonando completamente insegura.


-¿Somos amigos? –cuestionó mirándome a los ojos.


-¡Por supuesto! –respondí, confundida por su pregunta.


-Entonces ¿Por qué no confías en mí? –preguntó inclinándose sobre la barra.


-Sí confío –dije-, es sólo que no hay nada importante que decir.


El regresó a su lugar y agachó la mirada. Puso dos copas en mi bandeja.


-Ya están, además acaba de llegar tu lobo, no querrás retrasarte para verlo.


Solté una exclamación, la bandeja resbaló de mis dedos cuando quise tomarla. Jason fue más rápido y tomó las dos copas, pero el plato cóncavo cayó hasta el suelo, haciendo un ruido seco al chocar con él.


Avergonzada, lo levanté.


-Gracias –dije extendiendo las manos hacia las copas que traía Jason.


Pero él las apartó.


-¿Qué te ocurre? –preguntó con sus ojos clavados en los míos.


-Muchas cosas, como a todo el mundo –contesté, insistiendo en tomar las copas.


-¿Es Jacob? ¿Te hizo algo?


Gemí.


-Rod me va a correr por tu culpa –dije.


Suspiró y me devolvió las copas.


-Puedo llegar a ser muy insistente –lo escuché murmurar al darme la vuelta.


Esperaba que no.


Entregué las bebidas y me giré para buscar a Jacob. Vi cómo todo un grupo de Licántropos se levantaba de la mesa, para cedérsela, pero él negó con la cabeza.


-Vengo de pasada –dijo. Sus ojos, inquietos, se movieron hasta fijarse en mí.


Me quedé de pie, sin saber que hacer a continuación, pero el si sabía. Caminó hasta mí y me estrechó entre sus brazos.


-Yo… lo que dijiste el otro día –comencé.


-Fue la verdad –dijo con su rostro cerca del mío.


-Ah –musité inteligentemente. Sus ojos estudiaban mis labios concienzudamente. Me puse nerviosa.


-Sé que es difícil para ti asimilarlo –continuó-, después de tantos años de verme cómo sólo un amigo, pero piensa en mi propuesta.


Jacob era mi mejor amigo, y yo sentía un cariño profundo por él, algo que bien se podía convertir en algo más, pero lo más importante, con él no tendría que convertirme en vampiro.


-Sí –me encontré contestando después de un rato-, lo pensaré.


El sonrió.


-¿Me permites hacer algo que siempre he querido?


-¿Qué?


Pero no me dio tiempo de decir nada más, o en este caso de preguntar nada más, sus labios se adueñaron de los míos. Se sentían cálidos y firmes mientras se movían sobre mi boca.


Alguien silbó.


Jacob se separó de mí sonriendo. Giré mi cabeza para encontrarme con Lissa, que me observaba, cuando le devolví la mirada me guiño un ojo.


-¡Ya te habías tardado! –le dijo a Jacob.


El rey de los licántropos, soltó una risa.


-Lo sé –dijo acomodando un cabello rebelde detrás de mi oreja. Se inclinó para besarme la frente-, me tengo que ir.


Lo vi marchar, intentando concentrarme en su espalda y no en todas las miradas lobunas que estaban sobre mí.


Lissa me pasó un brazo por los hombros.


-Tú y yo tenemos que tener una reunión de chicas pronto.


Me sobresalté al ver una figura en la oscuridad, sentada en mi cama.


-¿Qué haces aquí?


El rey de los vampiros se puso de pie, en todo su esplendor, alto, fuerte y con unos ojos dorados hipnóticos.


-Venir a verte –contestó Edward. Vi centellear sus dientes en la oscuridad, cuando sus labios los dejaron al descubierto en forma de una sonrisa-. Lamento haberte asustado.


-Estoy bien –dije.


-También quería decirte lo que siento por ti, ya que creo, la otra vez no fue la mejor ocasión para decirlo –continuó acercándose a mí-. Te amo, Bella.


Estábamos muy cerca, pero nuestros cuerpos no se tocaban, y aún así mi corazón estaba desbocado.


-No espero respuesta, no aún –dijo.


-Edward…


-No quieres convertirte, lo sé –me interrumpió-, pero es lo que soy y es lo que puedo darte. Nada me haría más feliz que te convirtieras en mi consorte, en mi reina. Quiero estar contigo para siempre.


Lentamente colocó sus manos sobre mis hombros, con su mirada fija en la mía.


-Bella –dijo con su aliento sobre mi mejilla-, este es un lugar peligroso, no es seguro que sigas viviendo aquí.


-Pero no puedo mudarme –contesté-, no puedo pagar otro lugar.


-Puedes vivir en la mansión –dijo-, ahora yo tengo que hacerlo, debido a que me he convertido en el rey, ahí estarías más segura.


-¿Contigo? –balbucí, nerviosa.


Sus ojos brillaron y otra vez, apareció una amplia sonrisa en sus labios.


-Había pensado en darte una habitación para ti sola –sus manos se deslizaron por mi espalda, hasta llegar a mi cintura. Me estrechó contra su cuerpo-, pero si tienes algo mejor en mente, estoy dispuesto a escuchar sugerencias.


Mis mejillas ardieron.


-Bella, quería evitar acercarme a ti, para dejarte pensar con claridad –dijo, como si ya se hubiera rendido-, pero no puedo, simplemente no puedo evitarlo. La atracción que ejerces sobre mí es demasiado fuerte.


Sus labios fueron descendiendo desde mi mejilla hasta mi cuello.


-¿Vendrás conmigo? –susurró Edward contra mi piel.


No había nada claro en los pensamientos que embargaban mi mente. A regañadientes me aparté lentamente de él.


-No lo sé –contesté.


-Espero que pronto me tengas una respuesta –dijo antes de unir mis labios a los suyos-, me voy antes de que me arrepienta.


Suspiré, esperando poder dormir.


La noche pasó inquieta, me removí en la cama durante muchas horas, mis ojos se negaban a cerrarse.


El viento mecía las ramas de los árboles, susurrando por las calles esperando poder colarse por cualquier ventana, rendija o puerta abierta. Entró en mi habitación, acariciando suavemente mis mejillas y mi pelo con su tacto frío. Me estremecí.


¿Por dónde había entrado?


Me incorporé, buscando con la mirada el origen. La ventana estaba abierta. La misma que estaba cerrada, justo antes de meterme en la cama.


Me levanté y me acerqué para cerrarla, pero antes de que mis dedos la tocaran el filo mis ojos captaron algo.


Alguien estaba abajo, y me observaba. Una figura masculina, una que no reconocí.


Cerré la ventana con fuerza, y volví a ver, esta vez, detrás del cristal. Pero el sujeto había desaparecido, como si nunca hubiera estado ahí.


Me di la vuelta y me dejé caer lentamente, abracé mis piernas y hundí la cabeza entre mis rodillas.


Había pasado muchas horas sin dormir, probablemente había confundido una sombra…


Lentamente me levanté, convencida de que después de descansar, todo estaría bien.


La mañana llegó muy pronto, trayendo consigo a mi amiga Lissa.


-¡Abre! –exclamó alegremente, golpeando la puerta rítmicamente.


Salí de la cama con dificultad, atravesé mi pequeña sala hasta llegar a la perilla.


-¡Buenos días!


Me escuché dar una respuesta, algo que sonó más que nada como una especie de gruñido.


-Parece que alguien amaneció de mal humor –comentó mi amiga soltando una risita.


-El problema es que ni siquiera dormí –contesté bruscamente.


Lissa se dejó caer en el sofá y me jaló a mí con ella.


-¿Por qué? –preguntó, arqueando una ceja-. ¿Por Jacob?


Puse los ojos en blanco, después de vernos en el bar, no iba a dejar el tema.


-Lo que me hace pensar –continuó sin esperar respuesta-, si él es el rey de los licántropos, y su relación va bien y tú un día te casas con él… ¡Te convertirías en reina!


Tenía el presentimiento de que la mañana iba a ser muy larga.


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Capitulo 2 .Protección


Las calles alegres, reflejando el calor matutino de un sol naciente, se extendían ante mis ojos cansados. Parpadeé varias veces antes de sentir el tirón en mi brazo derecho, Lissa me jalaba, obligando a mis extremidades a moverse.


-¡Tienes que salir a ver el mundo! –exclamó.


-Salgo todas las noches –repliqué.


-¡Exacto! –dijo, con el rostro triunfante-. Nunca de día.


Dejé de oponer resistencia, y le permití ser mi guía.


La cafetería parecía acogedora, las mesitas adornadas con manteles de color blanco y un pequeño jarrón con una flor en el centro, se esparcían por todo el interior del local.


-¡Arriba! –escuché a mi amiga exclamar.


En la parte superior, se hallaba una terraza, cubierta de un techo de lona. Varias parejas ya habían tomado posesión de las mesas, pero, para alegría de Lissa, quedaba una en el rincón.


-Un capuchino para mí, y un café negro para ella –ordenó mi amiga, cuando el mesero llegó hasta nosotras.


Hice una mueca de disgusto, y abrí la boca para discutir, pero ella me interrumpió.


-Lo necesitas.


Resoplé.


Pensé con temor, que mi curiosa amiga me cuestionaría sobre mi relación con Jacob, pero no fue así. Cosas triviales se escaparon de su vivaz boca, ropa, zapatos, accesorios y muchas cosas que ella pretendía, un día, darse el lujo de comprar.


Sonreí.


-¡Ja! –exclamó como si me hubiera ganado en un juego-. ¡Logré quitarte el malhumor!


Le saqué la lengua.


-No estamos jugando –le dije.


-Todo –hizo un gesto con la mano, como si quisiera abarcar el mundo-, es un juego, amiga mía, hay que disfrutarlo y lo más importante, estar consciente de que cualquier cosa se vale.


Giré mi cabeza, negando, pero riéndome de su comentario, cuando vislumbré algo o alguien a lo lejos, varias mesas adelante.


Un licántropo solo, que al darse cuenta de mi mirada fija sonrió y me guiñó un ojo. Era de hombros anchos y complexión robusta, alto, con su cabello castaño corto y unos ojos cafés que parecían divertidos. Era guapo, pero no por eso mis ojos seguían pegados a él, sino porque creía haberlo visto en otro lugar…


-¡Al centro comercial!


El grito de guerra de Lissa, me hizo sobresaltarme y girarme en su dirección.


Terminamos dentro de una tienda, el murmullo de la ropa siendo descolgada, llegaba hasta míos oídos como disco rayado repitiendo el mismo párrafo de una canción. Las mujeres, iban y venían fascinadas con tanto colorido y texturas, pero sobre todo, con las ofertas. Los hombres en cambio, se detenían remotamente a observar un pantalón o una camisa, otros, los que sólo venían de acompañantes, lucían un fascinante caleidoscopio de expresiones, que iban de: enojo, aburrimiento, paciencia, hasta interés –aunque este, supuse, probablemente era fingido-.


-¿No dijiste que ibas a esperar a ahorrar un poco más? –le pregunté a Lissa.


-Hablar de tantas blusas y pantalones me ha dejado antojada –respondió ella.


Me reí.


-No estamos hablando de comida –repliqué.


-No –coincidió ella, sin mirarme, mucho más interesada en la blusa verde que la tentaba en la lejanía-, pero es una necesidad física.


-Eres una compradora compulsiva.


Ella puso los ojos en blanco.


-¿Y hasta ahora te das cuenta? –cuestionó-. Vaya amiga que tengo –añadió en broma.


Abrí la boca para contestarle algo, pero mis labios perdieron fuerza al ver una sombra pasar junto a mí, logré ver la espalda del licántropo de la cafetería.


¿Qué estaría haciendo aquí? ¿Nos estaba siguiendo?


-¡Cincuenta por ciento de descuento! –gimió Lissa, tomando mi brazo.


El problema de ir de compras con una persona compulsiva, es que ellos no parecen satisfechos con lo que han perdido de sus bolsillos, sino que hacen gastar a su acompañante también.


Fue así como termine cargando varias bolsas, con ropa, que según mi amiga realzaba mis cualidades y me haría llamar más la atención. Cosa, que por cierto, yo no quería.


Recorriendo el centro comercial con Lissa, éste pareció reducir alarmantemente su tamaño. Ella tenía conocimiento de cada salida, entrada, rincón, tienda e incluso almacén escondido en la amplia construcción.


Nuestra última parada, para alegría de mi cuerpo cansado, fue una nevería. Después de tanta pérdida de calorías no haría daño añadir unas más.


Ahí, estaba, no muy lejos de nosotras.


No era mi imaginación, nos estaban siguiendo.


Pero tras un rápido parpadeó, desapareció, como si la multitud se lo hubiera tragado.


El sol, escondiéndose en el horizonte, nos anunció el fin del atardecer.


Al pie de mi edificio, Lissa se despidió, temporalmente de mí, no faltaba mucho para ir al bar, lo que significaba poco tiempo para descansar.


-¡Nos vemos! –exclamó ella, entrando en su auto.


Me despedí con la mano y me giré a las escaleras, dispuesta a subir.


Un ruido me detuvo.


-De acuerdo –dije en voz alta, con mi voz temblorosa-, se que estás ahí, así que sal y di que quieres.


El licántropo llegó desde la parte trasera del edificio.


-¿No me recuerdas? –sonrió.


Fruncí el ceño, buscando en los rincones de mi mente, cualquier indicio de reconocimiento.


Una imagen se fue dibujando, él sentado en una de las mesas del bar, con otros tres licántropos, él me había preguntado la hora en la que salía de trabajar y me había visto… justo como lo hacía en estos instantes.


-¡Tú! –exclamé. Luego me detuve intentando recordar su nombre y añadí:- ¿Adam?


Sus ojos terminaron de memorizar mi cuerpo y me sonrió satisfecho.


-Como siempre, después de conocerme una mujer nunca me olvida.


-¿Por qué nos has estado siguiendo a mi amiga y a mí? –cuestioné ignorando su comentario.


-Sólo a ti.


-Bien –mascullé exasperada-. Pero ¿Por qué?


-Porque, pequeña mía, me he convertido en tu protector –anunció.


-¿Qué? –sentí como mi mandíbula se desencajó.


-¿No has escuchado? –preguntó con diversión, acercándose a mi-. ¿Quieres que te lo repita al oído?


-¡No! –di un paso atrás-. Es decir, si escuché, es sólo que…


-El rey de los licántropos lo ordenó –me interrumpió Adam.


-Pero –dije insegura-. ¿A ti?


-¿Acaso no me consideras capaz de cuidar de ti? –cuestionó, fingiendo una expresión herida.


-Déjate de bromas y responde.


-Lo de las órdenes se te da –comentó-, supongo que por algo él te escogió.


Lo fulminé con la mirada.


-A él tampoco le agradó la idea –respondió, por fin-, supongo que es debido a mi buena fama con las mujeres –añadió dirigiéndome una sonrisa.


-¿Entonces porque te envió a ti?


-En nuestra comunidad, hay reglas principales, que no pueden ser modificadas –continuó-, y una de ellas es que el más fuerte siempre es el que tiene el poder. Así que podría decirse que yo me gané mi puesto como protector de la futura reina.


-¿En una pelea? –pregunté haciendo una mueca.


-Sí, pequeña mía, pero no fue a muerte –dijo para tranquilizarme-, así que él tenía que escogerme a mí o abstenerse de brindarte protección, y él está muy interesando en que estés a salvo.


-¿Contra quién? ¿Contra el no verdad?


Negó con la cabeza.


-No, contra otros licántropos que esperaban tener el honor de cuidar a su futura –me observó fijamente-, y hermosa reina.


-¿No tendrás problemas si sigues con eso?


-Probablemente, si me acerco mucho a ti, el rey quiera matarme –concedió, pero no parecía asustado. Sus ojos brillaron hacia mí-, pero si es algo que desea la reina, no creo que pueda hacerme nada.


-No quiero –estuve concentrada de conservar mi espacio vital-, ni quiero que me cuides…


-Al igual que el rey, tú tampoco tienes opción –dijo.


Suspiré. Un dolor de cabeza amenazaba con hacer aparición. Me encaminé hacia las escaleras. El licántropo hizo ademán de seguirme.


-Eso no, tú te quedas abajo –dije-, me puedes proteger desde aquí.


Se detuvo, con una sonrisa amenazando en dibujarse en sus labios.


-Puedo llevarte hasta tu departamento cargando –sugirió.


Mis piernas, agotadas gritaban “sí”, pero mi cabeza, más sensata me advirtió que no sería una buena idea.


-No.


-¿Segura? –insistió, sus ojos observaron mis manos-. Esas bolsas se ven muy pesadas.


No sólo se veían, estaban muy pesadas, había perdido buena parte de sensibilidad en mis dedos.


-De acuerdo –me rendí.


Se aproximó a mí y se inclinó, sus brazos queriendo sostenerme.


-No, tú llevas la ropa –le tendí las bolsas-, no a mí. Subes las dejas en el suelo y te regresar aquí.


El no respondió, me siguió y mientras yo abría la puerta el dejó su carga en el suelo.


-¿No me invitas?


-No –dije tomando todo el piso y entrando rápidamente. Pero antes de cerrar la puerta, lo vi descender hasta quedar sentado en el suelo, recargado en la pared cercana a mi entrada-. ¿Qué haces?


-De aquí te puedo cuidar mejor –respondió Adam.


-Pero…


Negó con la cabeza, callando cualquier replica que pudiera escapar de mi boca.


-¿No me seguirás hasta el Luna Llena o sí?


-Sí, pequeña mía.


Oh, no.


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Capitulo 3 . Ordenes del rey


Nocturna, la luz plata de la luna se escabulló con elegancia por la ventana, acariciando mi rostro con gentileza, anunciándome que era hora de ir a trabajar.


Un pequeño quejido de frustración escapó de mis labios, expresando la falta de descanso que me consumía por dentro. Me levanté de la cama, mi cuerpo, se sentía mucho más pesado de lo que en realidad era. El suelo frío palpando mis pies sin contemplaciones, logró reanimar un poco a mi cuerpo, que agotado, carecía de convicción.


Caminé hacia el baño, dispuesta a arreglarme, cuando mis pupilas se encontraron con la puerta. Sentí curiosidad por mirar al exterior, preguntándome si en verdad Adam seguía afuera.


Sin poder resistirlo, llegué hasta la perilla de la puerta.


Abrí apenas lo suficiente para que mi cabeza saliera. Adam estaba sentado, recargado en la pared, las piernas cruzadas al igual que sus brazos y los ojos cerrados.


-Adam –musité insegura.


Pero él no se movió. Sacudí la cabeza, era un licántropo no podía estar dormido, ellos al igual que los vampiros no dormían, nunca.


-¿Adam? –insistí.


Ninguna señal de vida.


Preocupada, salí por completo, y me acerqué a él. Ignoré mis pies descalzos, mi short que apenas cubría algo de mi carne y mi blusa de encaje que me hacía sentir muy desprotegida en las noches de invierno.


-¡Hey! –exclamé para hacerlo reaccionar, una de mis manos descendió hasta su hombro, lo sacudí.


Me incliné un poco más.


-Pequeña mía –susurró abriendo los ojos de golpe. Su mano tomó de mi muñeca y tiró hacia abajo.


Con el corazón latiendo con fuerza, por la repentina sorpresa, terminé tumbada sobre su regazo.


-Creí que estabas…


-¿Dormido? –arqueó las cejas-. Los licántropos no podemos.


-Lo sé, pero…


-Logré engañarte –dijo satisfecho.


Fruncí el ceño, molesta. Quería hacerle saber que estaba, muy enfadada, pero Adam ya no prestaba atención a mi cara. Con las mejillas calientes, recordé que mi atuendo no era muy abrigador, y que la posición era bastante incómoda.


-¡Déjame levantarme! –exigí.


Sus ojos, más oscuros de lo que recordaba, volvieron a los míos, después de un momento de duda me soltó.


Me levanté y él hizo lo mismo.


-¿Nos vamos al Luna Llena? –cuestionó.


-Primero tengo que cambiarme –respondí.


Resopló.


-Esperar es muy aburrido –dijo.


-Ya sabes cuál es la solución…


-Entrar –me interrumpió sonriendo-, estoy seguro que adentro sería mucho más… divertido.


-... renunciar a ser mi protector –dije, nerviosa por la manera en la que me miraba.


-No te librarás de mí tan fácilmente


En respuesta, cerré mi puerta.


Atravesé el interior del Luna Llena esperando pasar desapercibida, lo que descubrí tras tres pasos, era imposible. No se podía ser invisible con un licántropo de más de metro ochenta siguiéndote de cerca, muy cerca.


-Tú, te sientas en una mesa y me dejas trabajar –le dije.


-Lo que desees, pequeña mía.


-¡No me llames así! –exclamé.


El sólo sonrió y se dirigió hacia una mesa vacía.


De camino a los vestidores, me encontré con mi amiga, temía por su agudo sentido de la observación, ya que, muy pocas cosas le pasaban desapercibidas. Hoy, en particular, no fue la excepción.


-¿Quién es? ¿Por qué llegaste con él? ¿Y Jacob?


-Una por una –dije.


Lissa tomó aliento y repitió las preguntas, esta vez esperando a que yo las respondiera y así lo hice, después de todo ella ya estaba enterada de la identidad del rey licántropo.


-¡Genial! –exclamó-. ¡Eres importante!


Hice una mueca.


-No me gusta.


Su expresión se volvió de desaprobación, me miraba como si mis palabras fueran una locura.


-¿No te emociona volverte parte de la realeza?


Negué con la cabeza.


-Nunca me ha gustado llamar la atención.


Ella río, su brazo pasó por mis hombros.


-Eres rara, amiga. Pero a pesar de todo te quiero.


Intenté lanzarle una mirada dura, pero mis labios se curvaron hasta explotar en una carcajada.


La música, invitadora, se filtró a todos los rincones del bar. Respetando la oscuridad, luz de colores fríos iluminaba con una brillantez casi nula a los clientes lobunos.


Jason permanecía apartado, mucho más serio conmigo que de costumbre, odiando su rechazo camine a paso decidido hacia él.


-¿Cuál es la bebida? –preguntó, mucho más interesado en la repisa a sus espaldas que en mí.


-Sólo quería saber porque estabas enojado.


Lentamente, observé su cuerpo girar, sus ojos suavizándose al hacer contacto con los míos.


-No estoy enojado –sonrió, con una alegría que no llegó a sus pupilas-, muchos menos contigo.


-¿Pero…?


-Estoy preocupado –admitió.


-No deberías –dije-, mucho menos si es por mí.


Me observó durante unos instantes, creí que estaba a punto de replicar algo, pero cambió de parecer.


-¿Quién es él? –cuestionó.


Seguí la dirección de su mirada y vi a Adam, sentado con una copa entre los dedos, su expresión aburrida cambió cuando notó que lo observaba.


-También me viste entrar con él –musité.


Asintió.


Pensé en contarle la verdad, pero pronto me retracté, a los licántropos no les gustaba que los humanos se enteraran de su forma de organización.


-Un amigo –contesté con mi voz plana.


Jason frunció el ceño, mirando con desaprobación al licántropo.


-El no te mira como si fueras su amiga –comentó.


-Deja de cuidarme tanto, Jason, no lo necesito –le dije con una sonrisa.


-Lo que digas.


Todo había iniciado tiempo atrás, cuando había pasado a ser un miembro más del personal del Luna Llena. En esos días, yo estaba devastada por la pérdida de mis padres, y conocí a Jason y a Lissa. Con ella siempre me sentí muy unida, se convirtió en mi mejor amiga, en parte de una familia de la que carecía. Sin embargo, siendo segunda hija de una familia unida, nunca llegó a comprender el trago amargo de mi soledad. Jason en cambio, reconoció la mirada de melancolía en mis ojos y me brindó su apoyo. Sus padres lo habían dejado en un orfanato de pequeño y nunca llegó a saber de ellos, esa comprensión compartida nos acercó. Lo quería tanto, como al hermano mayor que nunca tuve.


-Me has tenido abandonado toda la noche –se quejó Adam, cuando me detuve frente a su mesa.


-¿Por qué no ha llegado Jacob? –cuestioné.


Sus labios se volvieron una fina línea.


-No vendrá –dijo-, está muy ocupado. Hay muchos problemas en la comunidad en estos momentos.


-¿Qué problemas? –jalé una silla y me senté en frente de él.


Adam me observó fijamente, probablemente preguntándose si era conveniente decirme o no.


-Ha habido dos asesinatos.


Me tapé la boca, evitando que un grito escapara de ella.


-¿Ya encontraron al culpable?


-No, es por eso que el rey está muy ocupado, intenta encontrar al asesino y tranquilizar a la comunidad.


-Pero ¿Ni siquiera tienen una idea de que raza es el culpable?


Adam negó con la cabeza.


-Cualquier creatura, ya sea licántropo o vampiro puede herir a uno de nosotros de la manera en que fueron…


-De acuerdo, no quiero detalles.


-Pero estoy seguro de que fue un chupasangre –dijo Adam, su voz tensándose hasta volverse un gruñido-. Esas cosas no viven más que para la destrucción.


Salí del bar, con más preocupaciones en la cabeza de las que tenía al entrar. Adam me seguía como sombra nocturna, con su mirada pendiente de mis movimientos.


Entonces, lo escuché gruñir, y antes de poder reaccionar ya me encontraba detrás de él.


Unos colmillos centellearon en la oscuridad, retrocedí un poco, hasta que para mi asombro reconocí un hermoso cabello rubio con destellos dorados.


-¡No Adam! –grité justo a tiempo-. El no viene a hacernos daño.


-No tenía intenciones de hacerte daño –dijo Anthony dirigiéndose a mí, lo que no ayudó a calmar al licántropo situado delante mío-. Lamento haberte asustado.


-¿Qué es lo que quieres chupasangre? –preguntó Adam.


-Vengo a proteger a Bella, son órdenes del rey –anunció Anthony.


¿También Edward? Hice una mueca de frustración.


-¿Qué interés tiene tu rey en ella? –preguntó el licántropo.


-El interés de cualquier vampiro por su futura consorte –respondió Anthony fríamente.


-¡Pero ella va a ser la reina de los licántropos! –estalló Adam.


Ambos se miraron fijamente confundidos, y luego su atención pasó hacia mí.


Genial, ahora todo licántropo y vampiro se iba a enterar de esto.


Deseé desvanecerme en la oscuridad.



Que tal  ?? genial no creen dejen sus comentarios mis angeles hermosos , por fisss