Dark Chat

miércoles, 22 de febrero de 2012

Muy salvaje para ser dominado

Hello mis angeles hermosos !!!!
aqui les dejo este cap , por fiss comente y no me olvido de su vicio , solo q aveces no tengo tiempo de nada . les  mando mil besitos  a todas las  amo y  no me odien por fisss
Angel of the dark
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CAPÍTULO 09


Edward cerró los ojos y coloco su boca sobre la de Tanya. Los momentos pasaban mientras esperaba que la familiar bruma de lujuria lo inundara, espesara su sangre y lo consumiera, bloqueando el resto del mundo y liberando su mente de todo lo que lo había llevado desde la comodidad de su biblioteca a atravesar los páramos en la oscuridad de la noche.
Tanya suspiro contra sus labios, sus manos recorriendo sus hombros con habilidad y
descendiendo por su espalda.
Sin embargo, en la noche oscura de su mente apareció un rostro ―una descarada con
Centelleantes ojos chocolates llenos de brillante indignación.
Abrió sus ojos de golpe, y el mismo se soltó del suave abrazo de Tanya como si se hubiera
Sumergido en agua helada.
―Edward―ronroneo ella con una voz que generalmente lograba que su sangre hirviera.
Generalmente. Salvo esta noche.
Frunciendo el ceno, bajo su mirada a su rostro, concentrándose en la coqueta nariz y los labios carnosos, dispuesto a que la imagen de Bella como la había visto esta noche saliera de su mente
―vestida con ese maldito camisón virginal, con su dobladillo deshilachado, su pelo oscuro
resbalando como una piel sobre sus hombros. Le tomo un largo, constante parpadeo, pero aun permanecía en sus pensamientos, afincada en su cabeza, en su sangre ―el ultimo lugar al que ella pertenecía.
Tanya apretó los labios y deslizo la mano por su pecho y todavía mas abajo, hasta que esa palma carnosa suya froto su longitud con caricias duras, rítmicas. Tal movimiento normalmente lo tendría arrojándola de espaldas, subiendo sus faldas de un tirón, tomándola hasta saciarse. Pero Bella había arruinado eso. Maldita muchacha. Ahora ni siquiera podía disfrutar de Tanya ―la única mujer que había disfrutado sin preocuparse.
Tres matrimonios y ninguna descendencia conocida dejaba poco lugar a dudas ―Tanya no podía concebir un hijo. No podría haber encontrado una amante más perfecta ―alguien seguro, incapaz de transmitir la locura de los Massen. Y alguien a quien no amaba.
Habia flirteado con otras mujeres, pero siempre se detuvo ante la intimidad final. El riesgo era demasiado grande. Con Tanya, sus pasiones podian fluir libremente. Asi que, .por que no esta noche?
Mas decidido que nunca, arrastro su lengua por el punto en su cuello donde su pulso latia
salvajemente, tratando de satisfacerla, tratando de provocar una reaccion en si mismo, de
liberarse del dominio de Bella.
―Simplemente... distraido ―murmuro.
Tanya agarro un punado de su pelo y lo guio a sus pechos.
―Bueno, no lo estes.
Era mas facil decirlo que hacerlo. Incluso cuando volvio su atencion a los pechos generosos de tanya , esa voz dulce, irritante se repetia en su cabeza. No tengo ninguna intencion de dejar Massen Hall hasta que este bien y lista.
Con un gemido de irritación, Edward cayó sobre la cama. Con un brazo echado sobre la frente, miro hacia el techo sombríamente.
―.Edward? ―Tanya se inclino sobre el, sus grandes ojos azules preocupados ―.Que te pasa?
Volvio la mirada hacia ella, notando con desapasionamiento la atractiva caida de las ondas
rubias ―frustrante, cuando siempre solo la habia mirado con deseo.
Un profundo suspiro broto en su interior. El no tenia ningun futuro. Un hecho ante el que había llegado a conformarse hace mucho tiempo. Habia aceptado su suerte en la vida. No podía cambiarse. .Por que perder el tiempo deseando a una muchacha que no podia tener?
Tirando de su camisón hasta las caderas, Tanya se sentó a horcajadas sobre el. Frunció el ceño.
La visión de los muslos rollizos no hizo nada para tentarlo. Durante los ultimos ocho años, esos muslos habían sido suficientes. Tanya habia sido suficiente. Mas que suficiente. Molesto de cómo esta noche ella no podia hacerle olvidar lo que le esperaba, acechando en su sangre para reclamarlo. Tampoco podía olvidar cierto par de ojos chocolates y la figura esbelta que lo atraía como las curvas generosas de Tanya ya no podian. Sin importar lo mucho que se esforzara, no podía olvidar la mujer que dormía bajo su techo, la chica con gafas que invadia su biblioteca, su casa, su sangre.
Palmeando los muslos generosos que lo montaban, murmuro:
―Parece que no estoy de humor para compañía esta noche.
Frunciendo el ceno, Tanya rodo alejándose de el y empujo su vestido sobre sus piernas.
―Ya veo ―dijo con frialdad. ―Mi error.
Evidentemente, ella no entendia. Diablos, tampoco el. Ellos tenian un buen arreglo. Uno basado en la mutua necesidad de sexo. Despues de tres maridos, Tanya pudo haber renunciado al matrimonio, pero no a las necesidades carnales de su cuerpo.
Exhalo un profundo suspiro cuando se puso de pie. Alcanzando su camisa, sabia que le debía una explicacion. Habia sido el el que, despues de todo, la despertara en medio de la noche para una pequeña escaramuza en la cama.
Su mirada busco la suya.
―.Que esta mal?
Vestido con su camisa, le aseguro:
―Nada.
―Edward―dijo, prolongando su nombre.
Pasando rapidamente una mano por su cabello, suspiro.
―Mi maldita abuela se encargo de invitar a la nieta de la Duquesa Viuda de Swan Derring para una visita prolongada.
Tanya lo observaba con atencion mientras se el deslizaba sus botas.
―No entiendo…
―Ella quiere que me case con la chica ―escupió con un gruñido mientras se calzaba una bota.
Ella se encogió de hombros ligeramente.
―.Y? Has evitado la trampa del pastor tanto tiempo. .Por que esta vez es diferente?
Edward se enderezo lentamente, fijando la mirada ciegamente al frente. Bella, respondió de inmediato su mente. Bella era diferente.
Su abuela había desfilado ante el una gran cantidad de jóvenes durante años. No recordaba una sola cara o un nombre. Sin embargo, todas habían sido iguales ―muchachas bien educadas, a cuyas familias no les preocupaba la maldición, o sentenciarse ellos mismos o a sus descendientes a una violenta locura. Su ceño sombrío finalmente transmitía su desinterés impulsándolas a correr a refugiarse en sus casas.
Pero no Bella. No, la terca mocosa se había plantado en Massen Hall. Y ella lo afectaba, lo atormentaba con sus ojos, su pelo, su aroma, de Fresia y lavanda. La maldita mujer era peligrosa para sus sentidos. Desde esa primera noche en el camino, ella lo había sacudido, despertado sus deseos por una mujer fuera de su alcance. Más allá de lo seguro.
―Nada ―mintió, buscando una negación mas fuerte. ―Nada es diferente, salvo que la chica tiene la intención de pasar la temporada aqui.
La suave piel de la frente de Tanya se arrugo.
―Nadie puede hacer que te cases con ella. Tarde o temprano se percatara de tu desinterés y regresara a su casa. Igual que las otras.
Se rio secamente. Bella no era como las otras.
―Ya le he hecho saber mi desinterés y ella no cede.
Tanya se levanto y fue hasta la mesa de su vestidor.
―Interesante ―sentándose, comenzó a cepillarse el pelo con movimientos largos y rápidos.
―Nunca te he visto tan molesto. Tal vez ella es la indicada.
―.La indicada? ―pregunto Edward, la ansiedad recorriendo su columna, advirtiéndole que no estaba como para apreciar su presunción ―.Que indicada?
―La indicada para que reconsideres todo este asunto de la maldición. Una mujer con la que puedas casarte, alguien capaz de darte hijos ―sus ojos se alzaron para encontrarse con los de el en el reflejo del espejo. Dejo el cepillo y agrego con voz apagada:. ―Alguien a quien puedas amar.
Edward la miro fijamente durante un buen rato antes de encontrar su voz.
―Vamos, Tanya. El amor es para los egocéntricos. Para tontos como mis padres.
Torció sus labios cuando la antigua amargura familiar crecio en su pecho. El recuerdo de sus padres, tan enamorados en un momento y al siguiente, tratando de sacarse los ojos,. Si, había visto lo que el amor podía hacer. Visto las acciones de aquellos bajo su hechizo, visto destruir y consumir todo a su paso ―incluidos a sus padres.
Sacudiendo la cabeza, indico a Tanya y a si mismo.
―Lo que tenemos es mejor que el amor ―el asintió con decisión. Un arreglo con la cabeza, no con el corazón.
Incluso si la maldición no se cerniera sobre el, un manto negro sobre su vida, no se casaría. Por lo menos no por amor, nunca por una emoción tan destructiva como esa. El "amor" de sus padres había traído nada más que sufrimiento y miseria a todos los de su entorno: a ellos mismos, a sus hijos, a los empleados de la casa. Nadie se había quedado a salvo de las peleas a gritos, las crueles palabras de su padre, las lagrimas histéricas de su madre. Amor no quería tener nada que ver
con el.
Tanya rio sin alegría.
―Lo dice un hombre que nunca se ha enamorado.
Edward la estudio a través del espejo, sorprendido al oír esa observación sentimental por parte de Tanya. Había creído que era como el.
―He estado casada antes ―recordó ella, su ligero encogimiento de hombros contradiciendo la luz triste que ensombrecía sus ojos. Dejando el cepillo a un lado, su actitud se volvió brusca
Cuando pregunto con voz rasgada: ―.Es bonita?
Sacando su chaqueta de la silla, se encogió de hombros mientras se la colocaba, murmurando:
―Su aspecto es irrelevante para mi.
―.A dónde vas?
―A casa ―no tenía ninguna intención de discutir acerca de Bella con su amante. Para ello
sería necesario excavar en sentimientos que mejor dejaban en paz.
―Con ella.
―No seas absurda. Lady Bella no significa nada para mi. Solo alguien que debe evitarse. Tarde o temprano ella se aburrirá ―asintió como convencido. ―Se cansara de lo que siempre está en juego y se ira a su casa.
―Tarde o temprano ―repitió Tanya en voz baja. ―Mientras tanto, te atormentaras deseándola y negándote porque…
Edward corto el aire con la mano.
―Basta. No hablemos mas del asunto ―le dio un casto beso en la frente. ―Siento haberte despertado.
―Yo también ―contesto ella, mirándolo con una expresión extraña en los ojos.
Al cerrar la puerta detrás de el, no pudo dejar de sentir como si cerrara más de una puerta. La perspectiva de regresar pronto a la cama de Tanya en algún momento, lo dejaba frio. Un verdadero dilema ya que no podía recurrir a la única mujer cuya sola presencia desataba un incendio en su sangre.