Dark Chat

viernes, 10 de septiembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo. 2  : Coincidencias


El cuerpo de mi hermana sentado en el suelo y recostado contra la puerta de mi departamento era otra prueba que, no importará lo que hiciera, no me dejarían en paz, comprendí que la madre de Bella iba a cumplir su promesa y ya había comenzado a presionar a mi familia para que interviniera. Sino no había otra explicación para que Alice estuviera esperándome sentada en el suelo.


Aceleré el paso porque siempre he creído que a los tragos amargos hay que pasarlos lo más pronto posible. Alzo su vista cuando se percató de mis zapatos frente a ella.


- Podrías haber llamado así no hubieras perdido el viaje


Le comenté mientras abría la puerta, ella deslizo sus ojos y me detuvo la mano.


- Dime que no lo hiciste


Exclamo mirándome con esos ojos acusadores que tan familiares se habían vuelto este último tiempo. Y la quede contemplando intrigado, como era posible que mi propia hermana estuviera en mi contra. Por qué nadie podía procesar en sus cabezas que yo la amaba, que no estaba haciendo nada malo, que lo había hecho con su consentimiento, que no era un delito querer a otra persona y que en ultimas cuentas era problema mío no del resto de la sociedad. Suspire tratando de calmarme, no iba a gritarle a mi hermana menor, además no quería discutir ya harto había tenido con el dichoso cura como para que ella empezará a recriminarme también.


- Entonces no te lo diré


Le conteste con tono apagado y serio abriendo la puerta del departamento, entré y deje las llaves sobre la mesa de arrimo, ella me siguió sin decirme nada pero con la expresión del rostro sobraban las palabras; la ignore lo mejor que pude pero era evidente que ella quería ser escuchada, a esta altura todo mundo quería ser escuchado reflexioné. Me observo todo el rato con esa mirada de "Inquisidor", y sí mi hermana debía haber estudiado para ser juez, porque antes siquiera de escucharme ya tenía el veredicto: Culpable, marcado en la frente. Me encogí de hombros sacudiendo mi rostro, y eso la enfureció más, sin hablarle me quite la chaqueta, la deje sobre una silla, y me dirigí a la cocina, y como pensé ella me siguió; tenía el ceño fruncido, sus manos estaban cruzadas en su pecho y estaba haciendo ese sonido que me desquiciaba con el taco del zapato. Por mi mente cruzo la idea de ahorcarla en ese preciso momento, pero ahogue la intención con la lata de bebida que tenía en la mano.


- ¿Qué quieres que te diga?


Le pregunté encendiendo la televisión, ella tomó entre sus manos el control remoto y la apago, se giró a mirarme y nuevamente esa maldita mirada acusadora como si estuviera frente a un delincuente. Cómo si yo no le supiera unas cuantas pensé, ahí me pregunté porque la gente puede ver tan fácil la paja en el ojo ajeno y no la vara que tiene en el propio.


- ¡Quiero que la dejes en paz!


Demando con la voz fría. No, definitivamente el mundo estaba girando al revés conjeturé. Alce la ceja y abrí los ojos, era el colmo, ahora mi familia estaba en mi contra. Esto era como una teleserie pero de las malas, lo último que me hubiera imaginado era que mi propia sangre me viniera a recriminar cosas.


- Y si no quiero


Exclame de vuelta desafiante.


- ¡Es una monja!


Me grito exasperada. Como si eso le diera una calidad distinta, casi como si Bella estuviera marcada con la letra escarlata. Le propine una mirada fulminante, desde cuando toda mi familia se había vuelto tan Católica especulé.


- Novicia Alice, hay una gran diferencia


Le corregí pero estaba claro que la discusión no se terminaría ahí.


- Es mi mejor amiga


Agregó ya bastante más enojada y por medio segundo quise reírme de ella en su cara, pero que le pasaba a toda la gente de este planeta; Sabía perfectamente que Bella era su mejor amiga, ¿pero y qué?, acaso yo no podía amar a su mejor amiga.


- ¡Y yo soy tu hermano, con un demonio!


Refuté con la voz alzada; mirándola enojada con la expresión contraída por la rabia, no pude evitar recordar el día de su cumpleaños, aquel día en que Bella se había cruzado en mi camino.


Era sábado por la noche, y yo me paseaba por las góndolas del minimarket que estaba a tres cuadras del departamento de mi hermana menor. Quien para mi suerte y para su desgracia, hoy celebraría su cumpleaños; lo malo de la situación era que yo no tenía regalo. Suspiré frustrado y hablando en voz alta mientras recorría el establecimiento en busca de un regalo emergencia.


- Que tal chocolates… a las mujeres les encanta


Le dije a Emmett, mi mejor amigo, sosteniéndole una caja de bombones importados. Sus ojos se abrieron como platos y trató de contener la risa, yo lo miré confundido.


- Como se ve que tú no conoces a tu hermana, ni a las mujeres. No té dice nada la palabra "dieta"


Exclamo divertido tomando entre sus manos dos discos de música y papel de regalo para envolverlos. Me los aventó contra el pecho sacudiendo su cabeza.


Estábamos por entrar al edificio, yo sostenía la mampara de vidrio cuando alguien entró de improviso por el espacio antes que yo la cerrara.


- Perdón


Susurró y yo me quede perdido en sus ojos marrones. Atontado y con la boca abierta la contemple de pies a cabeza, su pelo castaño ondulado suelto llegaba hasta sus hombros, estaba vestida con una camisa blanca y un par de jeans azules. Su tez era de un blanco transulicido que hacia un hermoso contraste con esos grandes y hermosos ojos que tenia. Cerré la puerta como un completo imbécil sin poder articular palabras, me quede parado a su lado y Emmett que había caminado hasta el ascensor me miró desconcertado.


- ¿Qué esperas?


Me preguntó al borde de la risa, y yo aún estaba perdido en aquellos ojos. Cuando escuche el nombre de mi hermana salir de sus labios, el mundo se me iluminó como nunca pensé… y no era que Alice fuera muy lindo nombre, pero dicho por sus labios fue como si hubiera encontrado oro o petróleo, me convertí en el hombre más rico del mundo con tan solo escuchar que ella conocía a mi hermana. Curve los labios y la sonrisa no la pude acallar.


- Piso 15 Departamento 1501


Exclame ansioso y tanto ella como el conserje me quedaron mirando. Ella se rió nerviosa y miró de reojo a Emmett quien se puso una mano en la cara tapando la vergüenza ajena que creo le dio mi actitud.


Subimos al ascensor en silencio y ella no dejaba de mirar al suelo o al frente, en cambio yo tenía mis ojos clavados en ella, de forma descara para ser honesto y para ser más franco también estaba mirando algo más que sus ojos. Quería de forma impulsiva hablarle pero no atinaba a nada, nada que al menos fuera cuerdo, decente y lógico, no tenía ninguna excusa que pareciera buena para entablar una conversación.


- Deja de ser tan evidente… por favor


Carraspeo mi amigo dándome un codazo. Casi lo fulmine con la mirada y ella parecía divertida con la situación. ¿Por qué Dios hace mujeres así, esto es un castigo? Reflexione mirándola salir del ascensor.


- ¡Bella amiga… viniste… te dejaron salir del convento!


- Feliz cumpleaños Alice… tu siempre tan... efusiva... a mi también me da gusto verte


Respondió ella incomoda y yo miré a mi hermana confundido y con la pregunta dibujada en el rostro ¿Convento?


- ¡Ahhh pero si no sólo es ella, sino él también!


Exclamó cuando advirtió mi presencia.


- Que maravilla, las dos personas que estaban descartadas incluso antes de invitar son las primeras en llegar. Estoy realmente sorprendida que mi famoso hermano haya encontrado un espacio en su tan abultada agenda de actor para alegrarnos la noche con su presencia.


Grito con un tejo de cinismo en la voz pellizcándome las mejillas y como odiaba que hiciera eso. La quería matar en ese mismo instante. Pero la risa divertida de Bella la salvo. Al menos le parecía simpático y yo me sonroje por primera vez desde que tenía uso y razón de ser.


- Bella te presento a mi hermano Edward


Le dijo mi hermana divertida. Y ambos nos quedamos perdidos en nuestras miradas.


Me sonreí al recordar aquella noche, si mi hermana se hubiera imaginado lo que vendría después podría haber apostado que le hubiera pagado ella misma a la compañía de Cine para que me hubieran retenido fuera de Norteamérica de por vida.


- ¿Qué es lo tan divertido?


Me pregunto furiosa por la sonrisa dibujada en mi rostro.


- Tú… - exclamé y guarde silencio unos segundos y luego continúe - ¿Te arrepientes de haberla invitado ese día no?


- No sabes cuanto


Me contestó cambiando su semblante por primera vez estaba mirándome como mi hermana y no como la inquisidora.


- Renée es poderosa. Trato de Persuadir


- Yo también. Increpé


- Cómo crees que se verá la noticia en los periódicos. Esto arruinaría tu carrera. Insistió


- Arruinaría a "su familia". Corregí


- Vas a arruinarla a ella


Y con ese argumento me mató. Me quede callado sin poder articularle un contraataque que sonara convincente. Tenía razón iba a destruirla, Bella jamás soportaría enfrentarse a su madre, ni a la iglesia, ni al mundo entero y eso bien lo sabía yo.


- Pero que haces ¿Estás loco?


Me susurró mientras yo la besaba, la acorrale en la pared de la cocina de su casa. Afuera estaban todos, incluida mi madre, su madre y el dichoso curita Alfonso que parecía su sombra.


- Sí pero por ti


Le conteste acercando su cuerpo al mío, puse mi mano apoyada en la pared y deslice mis dedos por sus mejillas, un rubor exquisito las inundo. La temperatura de su cuerpo subía dramáticamente a cada caricia mía y su respiración se estaba volviendo errática. Cerró sus ojos cuando sintió mis manos sobre sus pechos bajo la ropa y sin quitarle la vista de encima, contemple su rostro, me fascinaban las expresiones de placer y lujuria que la invadían cuando yo la tocaba, esos gestos tan inocentes y cómplices eran fascinantes y me excitaban a tal extremo que perdía la perspectiva de la situación. Verla morderse los labios excitada me provoco el deseo de hacerla mía en ese mismo instante y de todas las formas imaginables. Qué importaba que su madre estuviera afuera, qué importaba que estuviera la mía o que estuviera el dichoso curita Alfonso. Qué importaba que nos fuéramos al infierno, mientras estuviéramos juntos, el infierno no sería tan malo. Baje mis dedos seguido por pequeños besos por su cuello, hasta el primer botón de su camisa. Cuando llegue ahí ella abrió sus ojos y casi como una niña traviesa se rió.


- ¿No te atreverías?


Desafío y ella no me conocía en lo más mínimo sino jamás me hubiera dicho eso.


- Como se nota que no me conoces


Le susurre tomándola por la cintura y recargándola ahora contra el refrigerador. La bese con más ímpetu y la hice caminar hasta el otro extremo de la cocina.


Por que si iba a hacerle el amor en ese lugar, debía ser lo más lejos posible de la puerta que daba peligrosamente a la sala donde estaban nuestras familias, una cosa era ser arriesgado y otra suicida, sumado a que ella no era tan calladita en esas situaciones, mientras más lejos era mejor.


Mientras caminábamos hasta el otro extremo comencé a desabotonar su chaleco, y me resultó más difícil de lo pensado, para que demonios se ponía chaleco en pleno verano pensé peleando con los últimos botones, cuando finalmente liberé su hermoso cuerpo de la tortuosa prenda, sin dudarlo volví a meter mis manos bajo su blusa y desabroche el sostén. Introduje mis manos bajo estos y comencé a acariciar su cuerpo suave y perfecto. La respiración de ambos se acelero estrepitosamente.


Introduje mi lengua en su boca para besarla con más fuerza. Y lleve una de mis manos hasta su espalda, recorrí cada centímetro de esta deslizando las yemas de los dedos de forma sutil. De vez en cuando presionaba aquellos puntos clave que ya había descubierto y ante los cuales su cuerpo reaccionaba y de los cuales ella no estaba conciente aún. Sabía perfectamente que eso la volvía loca y lo comprobaba la forma en que jugaba con mi pelo, cada vez que apretaba su espalda ella apretaba mi cabeza contra su hombro. Con la otra mano desabroche un par de botones para dejarme acceso libre a sus pechos, deslice mi lengua hasta llegar a la comisura de ambos y otro gemido se escapo de sus labios.


En ese minuto perdí la perspectiva de la situación y solo había un deseo, la quería hacer mía, quería sentir su cuerpo estremecerse entre mis brazos. Así que recargue su cuerpo contra el mesón de la cocina de forma tan torpe y desesperada que en el proceso, votamos un par de vasos y unos platos que estaban a un costado y que habían sido el pretexto para ir a la cocina.


- Espera… van a escucharnos, si mi madre nos descubre me matará


Exclamo con la voz distorsionada mirando aterrada a la puerta. Me giré para mirar y esperamos unos segundos, ambos congelados tratando de controlar la respiración pero ni un ruido de pasos ni de que alguien viviera se sintió. La miré nuevamente y la giré para que me diera la espalda, iba a subirle la falda cuando la voz de su madre me congelo en el acto.


- ¿Qué demonios esta pasando aquí Bella?


Grito enérgica cerrando la puerta con llave tras de ella.


Esa fue la primera vez que la sentí estremecerse pero de miedo, su cuerpo temblaba casi como una hoja de un árbol en otoño, su cuerpo se helo en un instante, la mirada de furia de su madre era tan poderosa que incluso a mí me asusto en un principio.


Aquel día Renée le había gritado de todo, y lo más decente había sido ramera, para que decir lo que me había gritado a mí. Al principio ambos la escuchamos callados y hasta en cierta medida avergonzados, pero cuando se acerco y le propino un golpe intervine.


- ¡Eso si que no! Estas loca, como se te ocurre golpearla


Le reclamé mirándola anonadado por su actitud, pero ella me ignoró, tiró su brazo soltándose de mis manos y me dio una mirada que calo hasta el más hondo de mis pensamientos.


- Este es un pecado grave, no podrás salvar tu alma, te iras al infierno


Le grito y lo que dijo me descolocó. Analice la situación: Sí nos había encontrado medio desnudos y en una posición comprometedora, pero ella no era casada, yo tampoco, ambos éramos adultos ¿de que infierno me estaba hablando? pensé mirando a Bella quien a esta altura estaba llorando.


- A ver Renée, estamos en pleno siglo veintiuno, no pensará que hay que llegar virgen al matrimonio o ¿si?


Le pregunté medio en broma, medio en serio. Ella miró a su hija y volvió a acercarse peligrosamente, me interpuse entre ellas. Bella apoyo sus manos temblorosas en mi hombro y susurró algo que no le entendí en un principio.


- Veo que ella no te lo ha dicho


- ¿Qué cosa?


Pregunté temeroso, no sé porque de repente sentí como un pequeño cargo de conciencia, una vocecilla en mi interior me estaba diciendo que no todo podía ser tan perfecto. Que mi cenicienta estaba a punto de desaparecer porque había llegado las doce de la noche.


- ¿Se lo dices tú o se lo digo yo?


Le preguntó con una sonrisa maldita igual a la bruja del cuento.


- Madre por favor - Suplicó apretando con su mano mi hombro


- ¿Bella?


Susurré nervioso sentía un frío recorrer mi espalda. Lo que tenía que confesar era algo malo, verdaderamente malo, lo presentía.


- Ella va a casarse, dentro de dos meses para ser exacta


Confesó Renée arrogante y yo me quede de una pieza. Empecé a retroceder en el tiempo, desde que la había conocido, nuestra primera cita, y todas las conversaciones que habíamos tenido y ella jamás había pronunciado la palabra "comprometida" además jamás le había llamado nadie, a no ser por un par de amigas, no mi hermana me lo hubiera dicho pensé. Y la miré confundido.


- Lo siento… de verdad… yo no debí… te lo iba a decir… lo juro, es que no encontré… por favor perdóname…


Justifico y yo aún seguía pensando en cómo era posible que ella se fuera a casar dentro de dos meses, si pasaba casi todo el tiempo conmigo, no aquí había algo raro, dónde estaba el novio pensé.


- Eso no es cierto, yo jamás te he visto con alguien más… ¿Quién?


Le pregunté apenas tomándola por los brazos. Pero no fue ella quien contesto la pregunta, sino su madre seguida de la amenaza que nos rondaría de ahí hasta siempre.


- Dios


Apenas dijo eso la mire boquiabierto y ella continuo disfrutando cada expresión de mi rostro


- Bella esta prometida para Dios y si no te alejas de ella, tu alma se ira al infierno.



Mascara De Odio

Cap. 4 :16 de julio 2007

Edward Cullen

Bueno ahí estaba. El agua caía sobre mi cuerpo y yo metódicamente me bañaba pensando en lo que tenia propuesto el día de hoy. Ya no había vuelta atrás. Lo que debía hacerse debía hacerse y no me iba a detener por nada. En cierto modo, y debia admitir que lo había pensado desde antes, era una clase de excitante juego no tirarse a una mujer hermosa. Una experiencia nueva siempre era bien recibida, no tenía idea de si esa experiencia iba a ser placentera pero si no lo iba a ser al menos tenía el consuelo de que me iba a reportar beneficios a la larga.


Aun era temprano así que me termine de lavar, Salí de la ducha envuelto en una toalla y me enfrente a mi imagen en el espejo, no era que fuera afeminadamente vanidoso, solo me constataba de que mi apariencia fuera la de siempre, porque esa apariencia me había reportado bastantes benéficos en el campo de las féminas.


Me afeite y aplaque la loción y luego escogí mi ropa de trabajo, la que según Carree, mi última amante, me hacía ver irremediablemente atractivo, entre otras cosas, según ella, decía que verme vestido de ejecutivo era asombrosamente estimulante para ella y si hacia memoria todas mis amantes habían dicho algo similar acerca de mi decencia, limpieza y que siempre lucia como un caballero. Era cosa de los primero 10 años de mi vida y los que siguieron, los cuales fueron estrictamente educados en una escuela privada, de ahí fue en crecimiento hasta ser lo que era hoy, uno de mis mayores atractivos. Apunte la camisa blanca de cuello y procure aplicarme loción también, la cosa era impresionarla. Ese era el plan trazado la noche anterior en medio de la realización de informes y la actualización de cuentas bancarias y alargo en los créditos económicos, debía impresionarla la primera vez así que mi acción de ataque consistía en verla y pretender estar interesado, volvería de vez en cuando para seguirla cortejando y que ella se enamorara de mi. No. No que se enamorara, el amor no existía, que se encaprichara como cualquier jovencita de las que creían que los hombres éramos algo así como principes azules, caballerescos, que solo pertenecían a una mujer.


Cuando estuve correctamente vestido baje a la entrada de la casa – mansión y me encontré con el chofer, le pedí que me dejara en la esquina del café parís y que volviera por mí al cabo de cierto tiempo. El dijo que me iba a esperar, dado que todos mis mensajes habían sido entregados en su totalidad el día anterior, encogí los hombros e ignorando su despedida di los pocos pasos que hacían falta para entrar en el sitio…el lugar donde tendría lugar la ridículamente idílica conquista


El local, debia admitirlo, tenia cierto aire hogareño y el ambiente en el olía cálidamente a pastel…inspire intentando reconocer el olor, tarta de cereza. Sentí que inevitablemente mi memoria retrocedía a la época cuando mi madre aun vivía y yo me atiborraba de todos esos pasteles que ella preparaba, el olor era tan asombrosamente familiar, lo curioso era que las pocas contadas veces que había entrado en ese café, meses antes, jamás había olido de esa manera tan natural y deliciosa.


Mis ojos se conectaron con unos azules de la chica rubia que había visto esporádicamente, ella entreabrió los labios pintarrajeados de rojo intentado que me fijara en ella, mis propios ojos la recorrieron con deseo, a pesar de que la necesidad se notaba en sus pupilas era el tipo de mujer que me atraía, la típica zorra para pasar un buen rato y recompensar al día siguiente con dinero para nunca volver a verla. Pensé que bien podría aprovecharme pero los pensamientos retrocedieron después de un momento…si quería hacer esto bien debía comportarme y si eso implicaba renunciar a mi activa vida sexual por un tiempo pues…que así fuera. No tenía opción


El único consuelo que esta apestosa situación ofrecía era que no iba a durar para siempre.


La mujer bamboleo las caderas y camino hacia mi acortando la distancia que nos separaba llevaba los brazos al frente lo cual hacia empujar sus senos hacia adelante a modo de ofrenda, era una vista tentadora, la piel de sus senos era suave y tenía un tatuaje en una de las protuberancias enfundadas en un provocativo sostén de encaje negro, era partidario de cuerpos como ese mas ahora mi gusto debía dar la impresión de haber cambiado bastante con la anoréxica chica a la que debía enfrentarme.


-que puedo hacer por usted?- me pregunto la rubia frunciendo los labios provocativamente


- por favor tráigame un café capuchino y tal vez una porción de esa torta o lo que sea que haga que el aire huela tan bien.


La sonrisa de ella vacilo un poco como si lo que le preguntara no le gustara en absoluto pero su expresión se compuso rápidamente y se dio media vuelta anotando en una pasta de libreta lo que había ordenado.


Aun a la distancia que impuso, y gracias a que el local estaba vacío, a excepción de mi, escuche que interpelaba a su compañera en la barra de manera ordinaria


- ¡oye!- y también escuche el murmullo inseguro y fallo de fuerza de la muchacha de cabellos oscuros de espaldas a ella.


- ¿qué?-


Vagamente me estaba preguntando a qué hora haría Isabella Swan su aparición, tal vez con una escoba o con un trapero, esto era deprimente.


Vagamente me volví un poco para analizar al personaje de la barra, y al mirar detenidamente sus huesudas curvas casi me caigo de la silla. Si, ahí, en la barra y alistándose para atender mi pedido se hallaba ella. Su cabello ralo y falto de vida caía sobre su delgado cuello y parte de la espalda recogido en una coleta de caballo, su aspecto en la espalda era sencillo, demasiado, y deplorablemente débil, esperaba que se diera la vuelta pronto para verificar si algún aspecto de su físico era rescatable.


Observe sus movimientos a través de la lente oscura de mis gafas, los cuales no tenían nada que ver con la inseguridad de su voz, se movía con habilidad precisa sobre los ítems de la cafetera, tenia los dedos blancos y delgados por lo que pude vislumbrar. Segundos después, al delicioso olor de la tarta se mezclo el olor del café fresco, inhale consciente de lo que hacía y me pregunte brevemente si era ella quien cocinaba en ese lugar. Si no era así me llevaría a la cocinera para que sirviera en mi casa, si las habilidades eran la mitad de lo 1que era ese olor delicioso.


Ella se dio la vuelta sin levantar la mirada y agudizando mi vista me fije en su rostro ceniciento y de facciones salientes, su piel era pálida y blanquecina, aun sin verlos sus ojos eran grandes y marcadas ojeras circulaban por la parte inferior, sus pómulos estiraban la blanca piel y su mentón era puntiagudo. Sirvió la tarta en un plato y puso la taza de café delicadamente sobre la bandeja, en el momento en que dejaba una servilleta de recambio sus ojos, por fin, se volvieron hacia mí.


Ella no podía saber que yo la estaba mirando ya que los lentes me ofrecían protección, sus clavículas se marcaban sobre el vestido de camarera marcándose también en él sus huesudos y estrechos hombros.


Se volvió tan rápido que no me di cuenta lo suficientemente rápido para dejar de analizar su cuerpo tan desprovisto de carne como de curvas, pude ver a través de la tela de su ropa, y tal vez porque en mi amplia experiencia había aprendi8do a leer el lenguaje del cuerpo femenino, que tenia la columna vertebral en tensión, como si tuviera miedo de mi lo cual era absurdo ya que ni siquiera me conocía, no era un buen comienzo así que debía empezar a actuar con prontitud.


La rubia puso la bandeja en la mesa y dejo la apetecible comida en la mesa, el olor era simplemente el paraíso, ella me sonrió provocativamente antes de retirarse, alargue la cuchara y tome un trozo de la esponjosa y tibia pasta, la crema primorosamente preparada hizo contacto con mi lengua que cato la sabrosa preparación con verdadero deleite, algo que definitivamente no pensé encontrar ahí. El estimulo de ese sencillo trozo en mi fue casi sexual. La cocinera de ese local iba a ser mía, le pagaría el doble de lo que le pagaban acá. Después de que el café estuvo tibio lo probé y fue otro placer para mis sentidos, tenía algo…un ingrediente especial que no tenían los otros miles de cafés que había probado a lo largo de mi vida. Volviéndome un poco más inteligente y asociando ideas caí en cuenta de una cosa, las manos autoras de esas preparaciones eran las mismas y caí cuando supe quien era esa persona, quien era la cocinera que iba a robar, ella era la de la exquisita habilidad, por un fugaz momento me pregunte como una huérfana como ella había logrado desarrollar ese tipo de habilidades. Lo averiguaría después, p0or el momento seguí disfrutando de mi desayuno, que comí con un apetito absolutamente voraz, tanto así que me tentaron a pedir una segunda porción pero me contuve con dejar que el sabor quedara grabado en mi lengua para poder repetirlo otra vez, lo cual era seguro que pasaría pronto.


No debía perder más tiempo, que en mi caso, valía oro. Aparte la vajilla vacía y me puse de pie rápidamente con el firme propósito de evitar cualquier contacto con la rubia que pudiera entorpecer mis planes iníciales al entrar a este café.


Me acerque con paso sigiloso al mostrador al lado de la barra en donde ella estaba ahora inclinada recogiendo algo de el suelo. Al mirarla desde arriba pude ver una porción de su pequeño seno izquierdo cubierto por una virginal copa de satén blanco, aquella que la gran camisa no podía ocultar al menos desde mi posición, era un seno demasiado pequeño, casi de niña, aunque según los cálculos contaba con más o menos 18 o 19 años. Su cuello y el hundimiento de su garganta tenían cierto porte artístico o tal vez solo se trataba de mí intentando hallar belleza donde no la había. Ella le3vanto la mirada al mismo tiempo que se erguía cuando encontró lo que buscaba, era por lo menos una cabeza y media más baja que yo, sus rasgos aun eran difusos a través de las gafas pero pude ver que parte de su pequeña y respingada nariz estaba cubierta de leves pecas. Cuando se irguió en su totalidad pude mirar a los ojos por primera vez, aun a través del lente podía ver que eran una extraña mezcla de marrón y gris que hacía pensar en un color chocolatoso, al instante que la mire ella me pregunto tartamudeante, fijando por cerca de dos segundos su mirada a dos centímetros de mi hombro para después volverla hacia mi


- ¿què puedo hacer por usted? – el tono de ella era marcadamente diferente que el de su compañera dado que en el no había nada del sutil matiz de ofrecimiento canino que tenía el de la rubia, aunque claro esta no tendría mucho que ofrecer, vi que esbozaba una sonrisa socarrona por unos segundos.


- quiero cancelar mi cuenta. – dije. Aquí se daba todo, iniciaba la lucha, me daría cuenta si este saco de huesos tenía la suficiente pasión en la sangre para encontrarme atractivo. Retire con lentitud los lentes de mis ojos y los conecte a los desnudos de ella, claros y espumosos como chocolate, tuve la satisfacción de com0probar que había aprendido a mentir con la mirada, podía mirar su cuerpo sin ningún interés interior y ella podía pensar que evaluaba cada inexistente pedazo de atractivo en ella, con una mirada podía mentir informándole sin palabras que realmente podía llegar a desearla.


Como si eso fuera posible.


Saque la billetera y escogí cualquiera de los billetes al azar para entregárselo sin dejar de mirarla, tomo el billete con lo que pude observar como pulso tembloroso y saco el cambio absorta en los números y no en mi, antes de que dejara caer el cambio sobre mi mano le cogí la muñeca y disimuladamente palpe el pulso en su radio, palpitaba saltón. Con la mano de ella en casi la mía pude ver que sus dedos eran tan delgados y pequeños como los había supuesto desde la distancia, era una mano algo callosa pero que aún conservaba algún dechado de la niñez que una vez había debido tener, sus ojos me miraron otra vez y pude ver que a pesar de ser achocolatados la mitad del iris hacia afuera era de color gris acaramelado.


- guarda el cambio - mi técnica para ganarla, los detalles, debía sentirse halagada


Súbitamente, como si mi contacto le hubiera quemado, o no lo soportara, arranco su mano de la mía con excesiva fuerza para como yo la estaba sosteniendo, las monedas resonaron al caer contra los billetes.


- es demasiado –dijo tragando y negando levemente con la cabeza, como si yo padeciera de locura. Tácticas de conquista al ataque


- no para la dueña de estas manos mágicas


Acerque mi mano otra vez y, a riesgo de que me abofeteara, me escupiera o algo peor, tome su mano en la mía y la acerque con suavidad a mis labios, la piel olía a cereza madura y me sorprendió disfrutar de ese aroma un poco, tuve el impulso de pasarle la lengua a ver si encontraba algún rastro seco del jugo de las cerezas que tan bien aderezo el pastel que hizo antes, pero solo pose mis labios y le bese la mano. El calor de su piel quemo un poco mis labios lo cual fue sorprendente ya que para tratarse de alguien tan delgado suponía que debía estar fría todo el tiempo. Me puse mis anteojos otra vez y mirándola por última vez, como la ética de conquista ordenaba le dije


- nos vemos-


Salí y me direccione hacia el conductor, me esperaba medio largo día en la oficina.


De camino allí me puse a hacer un recuento de mis logros del día. A cambio de tal vez correr con una perra obsesiva rubia calenturienta debía ir a verla días seguidos, hacer que se acostumbrara a mi presencia y a mis elogios, después pedirle salir, después matrimonio y después divorcio con alguna cantidad en una cuenta bancaria.


Mi acto de galantería debió haber tenido algún efecto en ella porque aun a través de la exigua seriedad de su cara sus ojos me habían dicho algo más, mas allá del miedo que parecía tener.


Bueno por lo menos le había dado un poco de caña para que pensara en mi, ya había dicho antes que para las mujeres resultaba irresistible e Isabella Swan no iba a ser la excepción.


En la noche Salí tarde de la oficina pero tenía ganas de irme caminando hacia alguno de los parques para planear mi siguiente paso e incursión a la normal e insípida vida de Isabella. Tome el paraguas y Salí de la oficina dando instrucciones al conductor de que no iría con él.


16 e Julio de 2007


Isabella Swan


Cuando el turno acabo y entregue la caja a mi jefe ella se extraño de que sobrara tanto dinero. Sin que Jessica se enterara de nada le conté que uno de los clientes de la mañana me había halagado y que había dicho que podía tomar el cambio pero le explique qué pensaba que era demasiado y que el había dicho que no para mi, ella se sonrió y saco la cantidad de dinero sobrante


- ¿y qué hace aquí y no en tu bolsillo que es done debe estar?- reía bondadosamente y yo abrí mucho los ojos, podía comprarme una joya barata que había visto en la feria artesanal de los viernes.


Se lo agradecí y Salí de la pequeña oficina con la profunda desgracia de ver a Jessica frente a mí


Me pregunto, como si se tratara de su propiedad por el breve intercambio de palabras que había mantenido con el extraño ángel que me habido dado el dinero pero no le dije nada, tenía muchos problemas con ella y los tendría mas si se enteraba de que el extraño que parecía gustarle tanto había dado una considerable cantidad de dinero a su peor enemiga.


- ¿qué tanto hablabas con ese hombre? – me pregunto con ese tonito que me hacían dar ganas de calzar el cuádruple de lo que calzaba ahora y poder pisarla como el pequeño escorpión que era.


- solo me felicitaba por mi café – explique otra vez yo


- pero cualquiera sabe hacer un café- dijo ella destilando odio por los ojos


- Déjame en paz por favor- le dije haciéndome a un lado para pasarla sin ser maleducada


Volví hacia la barra pensando en que tal vez la aparición de ese hombre debía ser como de ángel o algo así, por que el dinero que me había dado bien me servia para cubrir la mensualidad del departamento donde me hospedaba y me sobraba para algo mas, la joya barata que me había llamado la atención


Horas más tarde, ya de noche y después de haber recorrido la feria y los parques decidí regresar a casa, cuando mire el reloj y vi la hora que era pensé que debía darme prisa, así que tome el camino más corto pero el mas solitario de los alrededores, pero no tenia opción así que decidí caminar rápido, aferrando entre mis manos la cadena de baño de plata con el dije de un cuarzo rosado del que me enamore la primera vez que lo vi, debajo de el colchón de mi cama tenía el dinero que ahorraba para tenerlo algún día, la cantidad era una nada con la valiosa propina recibida .


Cuando di la vuelta por la segunda esquina menos iluminada del resto escuche los pasos de alguien que me seguía. Intente respirar con normalidad y ajuste el paso con tan mala suerte que la persona que me seguía también lo hizo y cuando hablo me di cuenta de lo tonto e inútil de mi situación


- ven aquí hermosura...- dijo la voz tras de mi i mientras yo seguía avanzando y el acercándose mas,


Sabía que de nada iba a servir correr pero aun así lo intente y solo me di cuenta de lo vano de mi fracaso cuando una mano callosa y nada delicada me cogió del brazo y me halo hacia la sombra de un callejón sin salida, intente gritar pero una mano con olor a pegamento y otra cosa narcótica se poso en mi boca, el hombre tras de mi me empujo hacia la pared y quedo detrás mío haciendo fuerza, sentí que las nauseas por miedo y por su olor me hacían querer perder el conocimiento "Dios, ayúdame" pensé. Las manos de el hombre se deslizaron sobre mis piernas y caderas pero su fuerza me impidió moverme para evitarlo, quise gritar pero el pánico había hecho que me quedara petrificada y con la convicción de que si lo hacía nadie iba a hacer nada por impedir que esto volviera a repetirse, como si presintiera algo como eso, me puso una hoja de afilado cuchillo sobre la mejilla y me dijo


- ssshhh amorcito, no querrás hacer eso mientras yo estoy aquí.


No sabía que mas hacer aparte de echarme a llorar, e3se hombre era diez veces más fuerte que yo, estaba segura de que me iba a matar, en cuanto hiciera lo que yo sabía que haría, había vivido situaciones similares en el orfanato donde viví, ellos eran la escoria…la lardad….la deshumanización en físico.


La presión en mi espalda y trasero dejo de existir súbitamente cuando el tipo fue arrancado de allí por alguien más, tenía los ojos y los puños cerrados con fuerza pero tuve que abrirlos cuando escuche que alguien, un hombre decía


- oh no…no lo harás, malnacido.- los tuve que abrir porque no había podido dejar de pensar en esa voz desde que la había escuchado por primera vez.


Escuche golpes y mas pero lo único que quería hacer era salir de allí, encerrarme en mi casa y morirme de una buena vez. Aferre mi ropa que el desgraciado había alcanzado a desgarrar y apreté el collar comprado que según la vendedora traía a la suerte.


Intente dar dos pasos pero las piernas me temblaban terriblemente perdí el equilibrio


Pero jamás llegue a tocar el charco destinado a recibir mi cuerpo de frente por qué un par de brazos se aferraron a mi cintura antes de que callera, pero a cuando es brazos me levantaron del piso como tal pensé que me había desmayado del miedo y que estaba delirando con un absurdo y nada posible héroe salvador.


Pero el miedo tuvo más poder, el, quienquiera que fuera me había ayudado y yo estaba a punto de rajarme así que sin saber ni siquera de quien se trataba abrace el cuello del desconocido y en mudo agradecimiento me apreté de su cuello como un salvavidas.


Solo fui consciente de mi cuando me vi sentada en la silla de detrás de un taxi. Cuando me volví a mirar a mi salvador casi salgo corriendo del auto en movimiento por qué se trataba de el… del hombre que había visto en la mañana n el café parís


- gracias- dije lo primero que se me ocurrió en mi ensoñación.


- ¿estas bien?- pregunto él mientras avanzábamos y él me alargaba el bolso que cargaba antes de que todo pasara.


- no…- dije amargada – no estoy bien…pero no importa.


-no deberías andar sola por las calles a esta hora – me reprendió el como un hermano, yo quería mirarlo para así poder contestarle pero me sentía débil e inútil.


- cómo te llamas - le pregunte después de unos segundos durante los cuales comencé a plantearme la situación.


- Edward…Cullen- me dijo con su varonil timbre de voz, apenas parecía un milagro que él y precisamente el fuera quien me librara de ese matón.


- yo soy Bella…gracias por ayudarme.


No me sentí de mas palabras así que después de otro tiempo le dije que por favor me llevara a mi casa, temí por algún descuido que tal vez el me estuviera secuestrando pero algo me decía, algo en el interior de mi cuerpo me decía que debía confiar en el


Le di a él y al taxista las indicaciones de mi apartamento.


Cuando llegamos allí aferre mis rpas y me baje del auto despidiéndome de la mano de él, pero él se bajo conmigo y le dijo al taxista que esperara.


No podia creer que él me atuviera acompañando a la puerta de mi apartamento de pordiosera. Me volví para despedirme y él me volvió a tomar la mano para besármela y sin decir nada mas, tan de repente como había aparecido para ayudarme ahora se volvía a ir.


Dio media vuelta y se metio en el taxi. Y se fue… y yo me quede mirando el taxi con la sensación de que había perdido algo mío, sacudí la cabeza intentando olvidarme de todo, toda aquella horrible experiencia.


Al menos algo bueno había salido del extraño día, pensé cuando me recosté en la cama. Algo raro estaba pasando pero no era nada intuitiva así que repase una y mil veces todo lo que había pasado en ese día.


Mirase por donde lo mirase sentía que algo iba a cambiar muy pronto pero no sabia si para bien o para mal



Te Presento A Mi Amante

Hello mis angeles hermosos!!! mil perdones por el atrazo de los fics , ando medio enferma traigo una infeccion muy fuerte asi q tratare de ponerme al corriente lo mas pronto posible, les mando mil besitos a todas
y dejen sus comentarios al final por fiss
Angel of the Dark
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Capitulo 4: De compras


Bella POV

Por fin era viernes. Habían pasado ya cuatro días desde aquel vergonzoso lunes. Desde ese día nos sentábamos Alice, Rose, Angela, Jasper y yo a comer diariamente. Claro Jasper se sentía un poco incomodo, necesitaba un poco de testosterona, pero no podía correr a la sala de maestros para comer con Emmett y Edward. Aun así prefería sentarse con nosotras que con cualquier otro estudiante. La razón: Alice.

Desde que se habían conocido se lanzaban miradas cargadas de alegría cada que se encontraban. Además que caminaban siempre de la mano antes y después de clase de español, la cual compartíamos los tres. Angela estaba encantada con Rose y Alice, esta ultima había prometido llevarnos de compras a Port Angeles al terminar la escuela, cosa que a diferencia mi, a Angela le entusiasmaba, por otro lado Rose se había convertido en su hada madrina. El mismo día que la conoció le hizo una transformación con el maquilla y le soltó el pelo, algo que Ben agradeció con la mirada en cuanto sus ojos se posaron en su novia.

Angela era bonita sin duda, pero con maquillaje se miraba aun más y no paso desapercibido para su novio. Así que hoy iríamos a que las locas de Alice y Rose cambiaran por completo el guardarropa de Angela y también el maquillaje. La idea a mi no me agradaba bastante. Sabia lo que era ir de compras con Rosalie, y si la agregábamos el pequeño detalle de que Alice compraba todo lo que tuviera oportunidad de comprar, seguro estaríamos hasta tarde de tienda en tienda.

Tome las llaves de mi pickup, ya que Emmett se había ido más temprano de lo habitual, y lo agradecía. Subirme sola a su enorme auto me dejaba uno que otro raspón, y he de decir que la caballerosidad no es una virtud de mi gran hermano.

Menaje despacio hasta la universidad, caía una suave brisa sobre Forks, pero por muy suave, si le uníamos mi torpeza y mi mala suerte podía ocasionar un daño que seguro terminaría incendiando Forks para después convertirse en pueblo fantasma. Después de treinta cinco minutos llegue sana y salva al estacionamiento de la escuela. No era una chica popular, pero si sabia que todos se darían cuenta que Bella Swan venia a bordo del enorme pickup.

Faltaban menos de quince minutos para que la clase con Edward comenzara. Me ponía nerviosa nada más de pensar en la clase. El era… ¿Cómo describirlo? Deslumbrante dando clase, se paseaba con su paso firme pero elegante por todo el salón, mientras hablaba con su voz aterciopelada, el cual obviamente no me cautivaba a mí, sino a todo el alumnado femenino del salón. Para el no debía ser nuevo, seguramente desde la universidad y por que no, desde la prepa, escuchaba suspiros cuando el pasaba. Incluso inconscientemente yo lo hacia cuando me encontraba perdida en su atrapante voz, o cuando estaba en casa haciendo algún trabajo o simplemente leyendo, esas pequeñas cosas me recordaban a mi profesor.

Trate de alejar esos pensamientos y recordar que Edward era eso… mi profesor y además era un hombre casado. Algo que lo hacia doblemente imposible para mi, o triplemente si agregábamos el hecho de que un hombre así, jamás se fijaría en alguien como yo. Abrí la puerta de mi auto y baje con mi mochila, entonces un auto plateado se estaciono junto al mío.

Del Volvo bajo Alice con su inigualable sonrisa, del lado del conductor bajo Edward, trate de evitar mirarlo y sonrojarme como era mi costumbre.

—Buenos días Bella —saludo Alice— ¿lista para el día de compras y noche de chicas?

— ¿Noche de chicas? —pregunte confundida— no sabia que…

—No, pero cambie de planes, Rosalie ya acepto y se que Angela también, será en mi casa.

—Pero Alice, no traje ropa y además…

—Por eso vamos a ir de compras, no te apures, la gran Alice piensa en todo, te veo en español, adiós.

Se fue danzando hacia donde se había estacionado el convertible de Rosalie, obviamente a saludar a Jasper.

—Buenos señorita Swan —escuche esa voz aterciopelada, pensé que Edward se había ido hacia el edificio pero no fue así, ahí estaba recargado en su auto— ¿es tuyo?

—S… si —conteste por la forma en que miraba mi pickup— lo siento profesor Cullen, pero no todos tenemos la posibilidad de tener un Volvo.

—No estoy diciendo eso, solo que es un poco… —se detuvo buscando la palabra correcta para describir mi camioneta— vieja. ¿Haz visto alguna vez los Picapiedra?

Rodé los ojos, mientras en sus labios se formaba una sonrisa torcida capaz de robarme la respiración.

—No cabe duda que es amigo del profesor Swan —dije con sarcasmo.

Fuera de la universidad no había problemas con dirigirme a Edward por su nombre y tutearlo, pero en cuanto nos encontrábamos dentro del campus, éramos la "señorita Swan" y el "profesor Cullen", era una especie de juego que ambos disfrutábamos.

La sonrisa aun no se había borrado de su maravilloso rostro y me miraba fijamente. Tuve que poner de toda mi fuerza de voluntad para no perderme en sus ojos verdes.

—Será mejor que vaya a clases, mi maestro de literatura es algo puntual y no quisiera ganarme un castigo por llegar tarde.

—Suena como si fuera un ogro —se burlo.

—Si, algo así, pero que no sepa que se lo dije, ya tuvo bastantes insultos de mi parte esta semana —me reí y no pude evitar sonrojarme.

—Seguro se los merecía, entonces ve a tus clases Swan y pórtate bien —me regalo una vez mas esa sonrisa que cada día me gustaba mas, y empecé a caminar hacia el campus y me dirigí rápidamente a mi salón.

Al entrar me encontré con Mike sentado junto a Angela en mi lugar. Suspire pesadamente y fui a tomar mi lugar.

—Hola Bella —me saludo Mike con demasiado entusiasmo.

— ¿Qué hay Mike? ¿Te dijo Alice sobre la 'noche de chicas'? —le pregunte a Angela tratando de que Mike se sintiera desplazado y se fuera. No me gustaba ser grosera con el, pero a veces no había otra forma de quitármelo de encima.

—Si, acabo de hablar con ella —contesto Angela— me parece genial, Ben me invito mañana al cine así que según Alice esta noche pondremos manos a la obra para que mañana deslumbre a Ben.

—Seguro que ya lo haces Angela, pero con todo lo que Rose y Alice te harán lo dejaras sin respiración —conteste contagiada un poco por el entusiasmo de mi amiga.

—No tienes una idea de las ganas que tengo de... —se detuvo y miro a Mike, el cual seguía en mi asiento— Mike, nos podrías dar un poco de espacio vital, ya sabes, cosas de chicas.

—Ah, claro… uhm Bella… yo —tartamudeo un poco y no era buena señal— bueno Angela ira mañana al cine con Ben y pensaba si… ¿quisieras ir conmigo? podría ser una cita doble.

—No —conteste sin pensarlo un segundo, el rostro de Mike se volvió triste y lamente ser tan cruel— Mike, Angela y Ben querrán estar solos ¿no es así Ang? —Angela me miro pero no dijo nada— ¿ves? No quiero arruinar sus planes.

—Entonces, podemos ir otro día, el domingo…

—Tengo mucha tarea…

—Puedo ayudarte con ella y después nos vamos al cine —acaso Mike no entendía que no quería salir con el.

—Es bastante, demasiada y no creo que…

—Bien, podemos ir otro día, resérvame el próximo sábado ¿si?

Antes de que pudiera contestar una voz ya demasiado familiar me salvo.

—Señor Newton parece que usted no entiende las negativas —dijo mi profesor favorito con un tono algo ¿celoso? ¿O fue mi imaginación? —espero que entienda las ordenes y se vaya a sentar y le deje su lugar a la señorita Swan.

Sonreí sin voltear, Mike se levanto de mi asiento y creí escuchar un "luego hablamos" de su parte. Genial. Ahora tendría que llegar junto con el profesor para evitar hablar con Mike. Eso más bien me sonó a pretexto para caminar con Edward desde el estacionamiento hasta el salón.

En fin. Las clases transcurrieron con normalidad y el final del día de clases llego. Angela y yo nos encontrábamos en el estacionamiento esperando a Alice y Rosalie.

— ¡Bella! —grito Alice junto a mi y yo salte del susto. Alice, Rose y Angela empezaron a reírse. ¿Cómo había llegado hasta nosotras sin que yo lo hubiera notado? —lo siento Bella, es que eres muy distraída.

—Dime algo que no sepa —me burle.

— ¿Ya nos vamos? —pregunto Angela

—No, esperaremos a Edward, nos iremos en el Volvo

— ¿Edward ira con nosotras? —pregunte con demasiado entusiasmo para mi gusto

—No Bella —Rosalie me sonrió maliciosamente— solo que la cajuela del Volvo es mas amplia que la de mi auto.

—Ni lo pienses pequeño demonio —escuche gritar a Edward, parecía que me había perdido de algo pues no escuche que Alice le dijera nada.

—Hermanito, no me has dejado decir nada —Alice contesto poniendo una cara de inocente.

—No necesitas decir nada, te conozco desde que naciste y puedo decir que se lo que piensas, no te llevaras mi auto —el tono de Edward era decidido.

—Edward tienes dos opciones —para ser tan pequeña, parecía realmente aterradora— o me lo llevo por las buenas, o por las malas, y la segunda opción incluye regresártelo con uno o dos rayones, sin contar con que lo podemos estrellar contra algún árbol. Decide y rápido.

Suspiro derrotado. — ¿En que me iré yo a casa? —pregunto dándole las llaves de su Volvo a Alice.

—Te vas a llevar el auto de Bella, ella pasara la noche en la casa, así que mañana lo necesitara —la sonrisa de Alice brillaba, realmente lo tenia todo bien planeado.

—Bien —Edward extendió su mano hacia mí—. Señorita Swan las llaves…

Las saque de mi bolsa y se las extendí. Abrió la puerta del conductor y empezó a mirarlo detenidamente, como si estuviera buscando algo.

— ¿Por donde se supone que sacare los pies para empujarlo? —me miro con una sonrisa divertida, mis tres amigas se empezaron a reír de algo que yo no encontré gracioso.

Estúpido propietario de un flamante Volvo

—Cuidado profesor, viejo y todo lo que usted quiera, pero puede hacer puré a su Volvo el día que menos se lo espere.

— ¿Es una amenaza? —arqueo una ceja.

—Advertencia —conteste manteniéndole la mirada a esos penetrantes ojos verdes.

—Bueno luego hacen pedazos sus autos, ¿nos podemos ir ya? Mi paciencia se acaba —nos grito Rosalie subiendo al lado del copiloto, Alice ya había encendido el motor y yo me subí a la parte trasera con Angela.

El viaje hasta Port Angeles fue bastante rápido gracias a que Alice maneja como desquiciada, el velocímetro marco los 145 k/h. Salimos de la primer tienda con 3 bolsas cada una. Por mas que me opuse a que Alice gastara en mi no pude resistirme a la carita que me puso, con los ojitos ligeramente llorosos y el labio inferior temblando.

—Pruébate este, este, este y este —me dijo Alice mientras me daba cuatro pantalones.

— ¿Cómo me queda? —dijo Rosalie al salir de un probador con un pantalón negro ajustado y con corte a la cadera.

—Oh por Dios, acabas de bajarle diez puntos a mi autoestima —bromee, en parte era broma y en parte era verdad.

—Te queda grandioso —dijo Angela.

— ¿Por qué yo no puedo tener un trasero así? —dijo Alice con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido y una sonrisa divertida en sus labios.

—Creo que me lo llevo —dijo Rose y entro de nuevo al vestidor.

—Estoy esperando que te pruebes eso Bella —Alice golpeaba el suelo con uno de sus pies.

Bufe y me metí al vestidor con los cuatro pantalones, me puse el primero, era azul deslavado con corte a la cadera y muy ajustado. Me mire al espejo, no estaba mal, me puse de perfil y note que mi trasero estaba realmente levantado, casi como el de Rosalie. Mi boca formo una perfecta O y salí del vestidor.

—Estos pantalones… ¿tienen esponja o algo así? —me puse de perfil para que me dieran su punto de vista.

—Yo no pensaba comprar aquí —dijo Alice cuando me vio— pero voy por un par, yo quiero un trasero así.

—Te acompaño —grito Angela mientras salía corriendo tras Alice.

Rose y yo empezamos a reír y entre para probarme los demás pantalones. Salimos con un total de cuatro diferentes pantalones cada una. De ahí fuimos por zapatos, accesorios, Rose estuvo cerca de hora y media eligiendo bolsos. De ahí nos fuimos a comer algo, ya que necesitaba fuerzas para seguirles el ritmo a Alice y Rose.

—Estoy cansada —me queje una vez que terminamos de comer— ¿nos podemos ir ya?

—Nos falta una tienda mas —dijo Rosalie.

—En esta pondremos todo nuestro empeño.

—Realmente están locas —me dirigí a Angela— diles algo Ang, salva a tu amiga de este par.

—Pero si fue Angela quien pidió ir a esa tienda —dijo Rose quien se levanto de la silla— y será mejor que nos apuremos, aun nos queda una larga noche de confesiones de chicas.

Nos levantamos y seguimos a Rosalie por todo el centro comercial, afortunadamente ya habíamos dejado las bolsas en el auto. Yo venia rezagada con Angela conversando, cuando mire a Alice y Rose ambas estaban entrando a Victoria Secret.

—Angela… ¿tú pediste ir a esa tienda? —le pregunte muy sorprendida.

—Bueno Bella es que —bajo la mirada y se sonrojo un poco— creo que la relación con Ben dará el siguiente paso.

—Y para eso no hay como una lencería elegante y sexy —nos dijo Alice desde la puerta.

Bien. Al menos aquí no tendría que pasar horas en el probador. ¡Error!

— ¡No Alice! ¡Eh dicho que no! —dije por décima vez.

—Por favor Bella, míralo es precioso —en sus manos había un conjunto azul de encaje.

—No necesito algo así —negué con la cabeza— ni si quiera tengo novio.

—Bella no necesitas tener novio para lucir bonita —dijo Rosalie— ponte sexy para ti misma, vamos no seas aguafiestas y llévatelo.

—Ándale Bella —esta vez Angela con algunos conjuntos en sus manos me arrastro a la caja— no quiero comprar yo sola.

—Pero si Alice lleva como cinco conjuntos y Rosalie otros diez —mire a mis tres amigas, Angela me miraba con suplica, Alice había puesto esa carita de gato de Shrek de nuevo y Rosalie me fulminaba con la mirada presionándome—. Esta bien, pero solo este.

Edward POV

Estaba sentado en la sala viendo la televisión sin mirarla. Era viernes por la noche y yo estaba en la sala de mi casa sin absolutamente nada que hacer. Mi padre había invitado a mi mamá a cenar así que me encontraba solo. Escuche mi auto estacionarse frente a la casa el claxon sonó desesperadamente, lo ignore. Sonó de nuevo, el sonido era más desesperado y decidí salir antes que ese pequeño monstruo acabara con mis tímpanos.

— ¿Qué quieres? —pregunte.

— ¡Hermanito! Saliste a recibirnos —rodé los ojos— ya que estas aquí ayúdanos con las bolsas.

Se abrió la cajuela y ahí había más de cincuenta bolsas. Hice una nota mental: Nunca ir con mi hermana y tres adictas más a las compras a ningún centro comercial. Ayude con la mayoría de las bolsas y las deje en el segundo piso.

—Eres un encanto Edward —me beso en la mejilla.

—Lo se —le di una sonrisa torcida y baje las escaleras. En la sala Rosalie ya se había apoderado de la televisión.

— ¿Te importa si vemos unas películas? —pregunto más por cortesía que por si le importaba lo que yo pensaba.

—En absoluto —conteste y fui hacia la cocina, ahí estaban Bella y Angela preparando palomitas y refrescos.

—Perdón profesor Cullen —se disculpo Angela sacando la cabeza del refrigerador y mordía una salchicha— es que Alice…

— No te disculpes…

—Angela —contesto

—Angela, ustedes están en su casa y no me digas profesor Cullen, llámame Edward.

—Bien… Edward —me sonrió tímidamente y entonces el grito escandaloso de Alice sonó en toda la casa.

— ¡Angela Weber trae tu trasero a mi recamara inmediatamente!

—Es algo intimidante —dijo Bella.

—Y no la has visto tensa o desesperada, para ser tan pequeña es bastante necia, atemorizante y loca.

— ¡Te escuche Edward Cullen! —el grito de Alice aun provenía del segundo piso.

—Y con buen sentido del oído —Bella se rió y me encanto su sonrisa. Me dio la espalda para sacar las palomitas del microondas.

— ¿Tienes algún tazón?

Me limite a sacar un tazón de una de las puertas de la alacena, Bella vació el contenido del paquete.

—Te ayudo con los refrescos —me ofrecí llevando los cuatro vasos a la sala.

—Bien hermanito, es hora de irse a dormir —Alice venia bajando las escaleras con Angela detrás de ella.

— ¿Qué? —acaso esta enana me estaba ordenando que me fuera a dormir.

—Esta es una noche de chicas, si quieres estar en mi cuarto hay maquillaje y vestidos, el azul te sienta bien y…

—Alice que… demonios piensas…

Las risas de las chicas no se hicieron esperar.

—Me iré a mi cuarto, si ocupan algo me avisan, mis papás llegaran tarde.

—Si es que llegan, escuche a papá hacer una reservación el hotel…

— ¡Alice! Sin detalles —mi hermana era indiscreta hasta con mis padres— buenas noches y hasta mañana.

Subí a mi cuarto y me acosté en mi sofá negro. Pensando. En muchas cosas y ala vez en nada. Pensé en Tanya, en el día que la conocí y como me gusto al instante. No fue amor a primera vista. Había sido atracción, solo eso. Pero la conocí y con el tiempo llegue a quererla hasta que nos casamos. Y hoy, a unos meses de la boda ella se encontraba en algún lugar del mundo sola y yo aquí en mi casa con una pijamada de de mi hermana celebrándose en la sala.

Desee estar con Tanya, en donde quiera que ella estuviera, besarla, hacerla mía una y otra vez. Intente borrar esos pensamientos, me levante y encendí mi aparato de música. Claro de luna de Debussy empezó a sonar y me recosté de nuevo. Esta vez mis pensamientos fueron inconscientemente hacia Bella. Apenas la había conocido esta semana y ya estaba pensando en ella.

Me gustaba, de eso no había duda. Ella también me había gustado desde el primer momento en que la vi. Aunque claro no de la mismo forma. No físicamente. Claro Bella era hermosa, tal vez no tenia el cuerpo de Tanya, Bella era más natural, sus curvas eran menos voluptuosas pero no por eso era menos atractiva. Pero no era eso lo que me gustaba de ella. Había algo en esos ojos cafés que me llamaba demasiado la atención. Y me hacia sentir cosas que no había sentido. Como esta mañana cuando ese chico Newton la invito a salir. Pero no podían ser celos.

Sacudí la cabeza no queriendo seguir pensando en eso tampoco. No podía seguir así. Bella era mi alumna, hermana de mi mejor amigo y además yo amo a Tanya. Me levante y me quite la camisa para tomar una ducha.

Entre al baño y termine de desnudarme, entre a la regadera y deje que el agua caliente golpeara mi cuerpo y se llevara los pensamientos. No quería pensar en nada, ni en mis padres en quienes quería reflejarme y tener un matrimonio igual, aunque sonara cursi, ni en Tanya, y mucho menos en Bella.

Estuve una hora en la ducha, salí y tome una toalla que envolví en mi cintura. Salí a mi cuarto y busque ropa interior un pantalón para dormir. Puse la ropa sobre mi cama para secarme. Pero justo en el momento en que saque la toalla de mi cintura la puerta de mi cuarto se abrió.