Dark Chat

martes, 7 de diciembre de 2010

Mascara De Odio

Edward Cullen

27 de Octubre de 2007.

Dormí como si hubiera estado en posesión de algún psicoactivo. Al tener la bizarra seguridad de que no estaba solo el sueño venció todas mis defensas y dormí como un bendito.

Solo que no merecí ser bendito en absoluto, bajo ninguna circunstancia, más bien maldito.

En medio de la inconsciencia, los atormentadores sueños que podía esperar luego del acto que había cometido no llegaron. Bajo mi casi inconsciencia, y decía casi por que por que mi cerebro había decidido asimilar la magnitud de lo que estaba haciendo en el momento en que mas placer y sensaciones estaba sintiendo, cuando no podía detenerme.

Me consideraba un experto en mujeres, en sus cuerpos y en el preciado autocontrol. Pero había rebatido mi propio record auto impuesto en ese particular ultimo departamento desde el mismo momento en que la imagen de ella finalmente, tan desnuda, como mis manos y mis ojos habían querido verla y sentirla, apareció frente a mis ojos.

Ahora que despertaba ella no se encontraba ahí.

Un miedo instintivo e irracional el cual solo había sentido una vez en mi vida, me asalto por completo ante la sola idea de pensar que ella se había marchado, o de la impresión se había lanzado a las escaleras y se había matado, todo por culpa de mi insensible actitud.

Ese miedo solo lo había sentido cuando fui informado de la muerte de mis padres. Pero no quise relacionar este momento con la innegable y desagradable sensación de pérdida que se apodero de mí al no encontrar a Bella a mi lado apenas abrí los ojos.

Sin preocuparme por vestirme o algo más me escape de las sabanas y me puse de pie de un salto, inspeccione la habitación como un poseso buscando alguna marca o señal que me indicara el camino que había tomado.

Cuando, súbitamente, escuche el sonido del agua correr el alivio me recorrió instantáneamente bañando fuera de mi cualquier miedo que hubiera podido tener al identificar en donde estaba metida.

Ralentice mis pasos y movimientos mientras me aceraba a la puerta del baño a fin de que ella no me escuchara llegar.

Durante un segundo dirigí la mirada hacia la cama desecha y me fije en la evidencia de que había tomado de Bella Swan mucho más de lo que había imaginado. Me sentí amargamente miserable por todo, pero al mismo tiempo me sentía orgulloso y posesivo como un primate o un león, al saber que había sido su primer hombre.

La idea de que estuviera desnuda en el baño repentinamente barrió con todo el sentido común que había alcanzado a recobrar, quería entrar pero me contuve un momento a fin de dejarla en paz por un rato.

Pero no pude esperar mucho, esa ansia me consumía nuevamente y aunque ahora parecía un poco mas controlable que la noche anterior aun se encontraba ahí.

Escuche que el agua dejo de correr. Los segundos pasaban mientras otro plan egoísta se formaba en mi cabeza. No, no era egoísta, porque esta vez nos envolvía a los dos.

Cuando tome la decisión mi mano ya estaba sobre el picaporte, girándolo silenciosa y a la vez intencionalmente para que ella se alertara de mi presencia.

La intensa noche que pase con ella no me preparo para el impacto de volver a ver su frágil cuerpo, ahora iluminado por la luz de la mañana que se filtraba en el baño. La sangre comenzó a palpitarme y hervirme en los oídos cuando mire al espejo el cual me daba una perspectiva placenteramente amplia de la palidez de su piel oscurecida por mi propia mano, boca y demás partes de mi anatomía. Tenía los labios hinchados, un moretón se evidenciaba en su suave cuello y marcas de mis dientes y dedos se distribuían por toda la extensión de ella de manera macabramente uniforme. Solo pude pensar en que, aunque su apariencia sugería que había sido maltratada, (lo que era cierto), aun la encontraba tan hermosa como me parecía. Tenía que hacer algo, tal vez disculparme o no sabía que, solo que tenía que hacer algo que aliviara un poco ese enorme peso que sentía en el pecho al ver su mirada a través del espejo tan teñida de temor que me hacía sentir un criminal.

Me acerque a ella porque de repente fue lo único que me parecía sensato hacer. Me acerque hasta quedar completamente pegado por detrás, sentía su cuerpo cálido, pequeño y evocador quemándome las manos. Sin poder esperar un segundo más pose esas manos sobre las sinuosas curvas de sus caderas y la empuje lentamente hacia mí, hasta que la distancia entre los dos fue nula.

Toque su abdomen y sus ligeramente salientes costillas, palpando bajo ellas la piel imposiblemente suave, como la de un bebe. Me incline sobre ella queriendo cubrirla con mi cuerpo, necesitando poseerla de esa manera, como si la noche anterior no hubiese sido suficiente, me cocinaba vivo en deseo incluso más que antes.

- quería que me esperaras – murmure en su oído y tuve la placentera satisfacción de notar como su suspiro blando y tembloroso abandonaba silenciosamente sus labios y también la indescriptible sensación de estremecimiento en su cuerpo.

Mordí la tierna piel del lóbulo de su oreja siendo excesivamente cuidadoso `para no causarle daño sino para transmitir parte de mi deseo sin palabras. Al no desprender mis ojos de su cuerpo pude ver la silenciosa rendición que me mostro, en el momento en que cerró los ojos, me ofreció inconscientemente el cuello y no intento apartarse.

-yo…tenía que… - pronuncio ella temblorosamente, sus mejillas estaban comenzando a cubrirse de color.

Aquí empezaba mi seducción pasiva aunque una parte de mi exigía que la hiciera mía sin tanto preámbulo. Pero esta seducción no era premeditada, esta era inventada por mí, no planeada, para mi propio placer y el de ella. Nada aquí, en este momento, podía premeditarse ni planearse.

- ¿no vas a bañarte conmigo, esposa? - con sorpresa sentí la boca placenteramente dulce al pronunciar esa palabra que tanta aversión me había causado en el pasado, en esos momentos, con los instintos primarios abriéndose paso sin ninguna resistencia dentro de mí, le hubiera dicho esposa, mi dama, mi princesa, mi reina, mi diosa y no me arrepentiría en los mas mínimo.

Como, pasivamente, lo esperaba al pronunciar la palabra esposa sus ojos volvieron a abrirse para mirarme, viéndose tan sorprendidos que casi me hace hacer una mueca y me hicieron preguntarme también que tan lejos había llegado a lastimar a esa niña

-quiero resarcirme por lo que…. Hice anoche – esta era la primera parte de la seducción, pedir perdón, el que evidentemente no merecía.

- aun me duele mucho - articulo ella rápidamente interpretando correctamente mis atenciones. Si, era cierto que moría por estar otra vez en su cálido interior, pero cuando asimile la palabra dolor supe que iba a prescindir de ese placer durante unas pocas horas, en las que esperaba que su cuerpo encontrara alivio.

Pero en esos momentos, y como nunca me había pasado, el placer de ella se había convertido rotundamente en el mío y no podía esperar para tocarla más íntimamente.

Cubriendo con mis manos sus suaves senos, comencé a trazar con mis dedos las marcas que había en ella, las que había producido yo, las que lamentaba un 70% ya que el 30%restante se regocijaba en saberla mía aunque hubiera sido de ese modo dominante.

Toque su esternón y sus hombros redondos hasta cerrar ambas manos con delicadeza en su cuello, estas se contagiaron del calor que emanaba de su piel, calor quien no hacia absolutamente nada para sofocar el mío.

-hay otras maneras de complacerte - -y vaya si quería practicar con ella todas las que me sabia. La estaba tentando sumergiéndonos a ambos en el placer de las palabras, previas a la acción. – no he dejado de pensar en ti desde anoche – y era cierto, nuevamente esta era una de las pocas oportunidades en las que podía manifestarle la completa verdad. El saber que ella estaba a mi lado en la noche me dio un tipo de tranquilidad que ni de lejos esperaba. – ni en lo que hice, no me comporte como debía – ahí estaba, era la más cercano que había estado jamás de una disculpa y la sensación no era tan temible como había esperado, si contábamos con el hecho de que estuviera demasiado atemorizado para siquiera tocarla.

- lo sé…- murmuro ella suavemente trayéndome dulces reminiscencias de la noche anterior, después de tener el orgasmo más intenso de toda mi vida, cuando solo pude pronunciar "lo siento" mientras las ondas de placer me terminaban de arrebatar la conciencia y me sumieron en ese sueño tranquilo. La abrace más cerca contento de poder hacerlo tanto como de respirar, aunque ya dejaría esa ajena emoción para pensarla más adelante. – y lo entiendo…tú estabas ebrio.-

- eso no es excusa - replique automáticamente. Aunque en un principio esa hubiese sido la mía pero repentinamente ya no podía aferrarme a esa mentira, bese su cuello lastimado pronunciando esas palabras - fui un animal…- me calle cuando un recuerdo mucho más poderoso relleno los espacios medio vacios de mi anterior inconsciencia, y me hicieron quedarme quieto mientras asimilaba la idea y recordaba su suave y cálida carne envolviéndome sin ningún tipo de barrera ni protección, piel contra piel…yo sumergido tan dentro de ella tan desnudo de alma como de cuerpo…no me había detenido a pensar en la posibilidad de haber hecho un hijo. Todo eso lo pensé en un segundo y transmití el sentido de mis pensamientos en mi boca sin pararme a meditar – ni siquiera… use protección … -

Me tranquilice un poco pensando en que a las mujeres, a algunas de ellas por lo que había oído, les costaba mucho más que una simple ocasión el lograr quedarse embarazadas, además la madre naturaleza no podría haberme bendecido con algún tipo de "tiro fijo" y me hubiera dejado embarazarla. En cuanto a lo relacionado con algún tipo de enfermedad, sabía que ella era tan inmaculada como una flor joven y no había sido tocada más que por mí. Yo era su dueño y lo seguiría siendo hasta que quisiera. Intenta tampoco pensar en eso de los hijos por el momento, pero ella no me dio tregua al preguntar velozmente

-¿tan malo sería tener un hijo? - casi no le entendí, pero mi cerebro comenzó a asimilar las palabras llenándome súbitamente de imágenes no deseadas de niños pequeños a mi alrededor. Nunca en mi vida me había planteado la posibilidad de concebir un hijo, no tenía experiencia y de sobra sabia que los hijos normalmente representaban una carga que no me sentía preparado para llevar, teniendo la vida de libertino que tenia. Si alguna de mis amantes se hubiera quedado embarazada no dudaría en darle dinero para que hiciera lo que quisiera con un hijo que yo no deseara. Pero con ella, con Isabella era diferente porque mi cabeza, a excepción de todas mis amantes, comenzó a poner en cada niño que atravesaba mi visión sus cabellos, su color de piel y ojos, con rasgos combinados con los míos ...-

-no…- no sabía que decir para no herir sus sentimientos tan importantes para mí en ese momento, más que cualquier contrato y dinero. – no niego que me gustaría tenerlos algún día - por supuesto, tenía que dejar el legado de los Cullen en el mundo antes de irme, o de envejecer, debía criar a un hijo para que me sucediera, pero aun era muy temprano para ello. ¿O no? - pero creo que es muy pronto para ti. – Vaya excusa patética cuando ahora las niñas de doce años ya tenían sus propias muñecas de carne y hueso con las que jugar.

Ella no dijo nada mas, solo se quedo quieta dejando que la tocara, dándome en cierta medida la mitad del alivio completo que necesitaba. Pero el fuego en la sangre seguía consumiendo todas mis funciones menos la especifica que la deseaba con locura.

- Bella – la llamo mi cuerpo usando mi voz, susurrando su nombre como si fuera el de una diosa amada que podía ayudarme a vivir…Volvía a estremecerse contra mí, que pegado a su espalda podía sentir cada extensión de su cuerpo, cada movimiento, cada dolorosa respiración contenida. – necesito estar dentro ti – mi cuerpo seguía hablándole, pero me obligué a hacerlo entrar en razón, con gran dificultad ante la mención del dolor que ella había hecho antes. Como dolía contenerse por ella, pero ella lo merecía, lo sabia en el fondo de mi sucia alma. Ella merecía descansar de lo que la había hecho pasar. – pero sé que debo esperar…

Esperaría para estar dentro de su cuerpo. Pero no podía esperar para tocarla y tocarla hasta aprenderme su cuerpo para la posteridad, para que al menos ese grato recuerdo se grabara en mi cabeza en el momento de dejarla.

La idea volvió a mi cabeza al lado de las demás circunstancias que me obligarían a dejarla. Yo no la amaba y aun así podía imaginarme atado a ella un año o mas además de los tres meses reglamentarios, de repente el pensamiento de separarme de ella se me hizo insulso y algo amargo, O tal vez me estaba convirtiendo en el estúpido títere de una chiquilla manipuladora, o tal vez era el imbécil que me había procurado no ser para no caer frente a los que podían considerarme débil.

Podía ser muchas cosas, pero por sobre todas ellas prevalecía el hecho de que tal vez me acostumbrara por un poco más de tiempo a esta vida de casado.

La tome en mis brazos para disfrutar de un baño compartido como no lo había hecho con ninguna de mis amantes. Ella se aferro a mí como si de verdad temiera que la fuera a dejar caer cuando estaba seguro de que una muñeca de porcelana, a la que tanto se parecía, pesaría más que ella.

Ella miro hacia la puerta pero al menos durante las siguientes horas no estaba disponible para nadie más que para ella y yo mismo.

Entramos juntos a la ducha, el suelo aun estaba cálido después de la rápida ducha que ella había tomado. La pose frente a mí mientras abría las llaves para proceder a bañarnos. El instinto me dictaba que debía cuidarla, y más aun después de lo que había pasado, y mi estúpida mente parecía estar completamente de acuerdo con los complejos de imbécil que me estaban atacando, pero aun así me sentía como un imbécil raramente feliz.

Mis manos no pudieron esperar para tocarla y al menos por ese minuto se contentaron con tocarle la mejilla mientras la otra mano buscaba la suave esponja de masaje que estaba apoyada donde había estado en la noche. El recipiente de jabón azul impregnaba el aire y la piel de ella así que por eso lo escogí, el olor era intoxicantemente erótico combinado con ese olor a vainillas de ella que conocía demasiado bien.

Cuando la esponja estuvo lista volví a hacerle frente acerándome hasta que nos separó un dedo de distancia, podía respirar su aliento tembloroso y agitado. Clave mis ojos en los de ella para no dejarlos escapar mientras mis manos, ambas, buscaban ese calor que manaba de ella, pase la esponja con lentitud por su cuello y hombros grabándome la textura de su piel sin saciarme de ella completamente sin poder evitar pasar esa esponja y luego mi mano por cada lugar de su pecho, de su cintura de sus caderas de sus piernas…

Me moví de manera que pudiera lavar su espalda, ya estaba bastante trastornado por la vista y el tacto de su piel desnuda, de sus ojos desnudos de otra emoción aparte de la emoción misma que estaba marcando cada parte de mi cuerpo. No podía esperar más, y no lo hice tampoco, `para enterrarme en su delicioso aroma mientras una mano la abrazaba por delante y la otra se abría camino tocando con la punta de los dedos cada centímetro del camino descendente hacia el paraíso donde más deseaba perderme. Ella apoyo su cabeza en mi hombro mientras yo cerraba los ojos y me dejaba llevar por el placer de tenerla envuelta en mis brazos en un abrazo de placer, mientras le daba placer tocándola donde más necesitaba estar. Su cuerpo se estremecía contra el mío y sus manos temblaban pero permanecía quieta mientras su respiración comenzaba a agitarse y apretaba los ojos. Era tan hermosa en ese estado como me parecía que lo estaba siempre, solo que esta expresión era para mí, solo para mi, solo yo conocía su placer, solo yo lo conocería…

Cuando finalmente alcanzo el clímax, este remitió en su cuerpo en suaves temblores que absorbí como si de mi droga se tratara.

Cuando finalmente quedo laxa en mis brazos comencé a apartarme de ella encontrando que me quito la esponja de la mano con una mirada de núbil travesura, tan insegura como parecía sentirse, no supe realmente de sus intenciones sino en el momento en que comenzó a frotarme a mí con la misma esponja, cálida gracias a ella. La mire perdiéndome en el laberinto chocolate de sus emociones, interpretando correctamente su inseguridad y a la vez su curiosidad. Me quede tan quieto correspondiendo a la misma quietud que ella había ofrecido para mí antes de que la tomara en mi mano. Parecía haberse grabado el sendero que yo había trazado en ella porque me lavaba de la misma forma en que yo a ella, tan suavemente que me enardecía aun más. No esperaba ningún final sexual para esto hasta que sentí sus dedos tibios y suaves sobre la dura piel de mi entrepierna. El fuego cruzo raudo y veloz por mi espalda cuando ella me tomo en su mano, tan delicadamente como si fuera algún tipo de pieza artística, como si tuviera curiosidad y a la vez miedo. Copio los movimientos que hice en ella en esa parte de mí que ansiaba más que nada enterrarse en su cuerpo. Sin poder soportar de pie la dolorosa y placentera sensación me eche para atrás lo suficiente para tener el soporte de la pared y no caer de rodillas ante ella como lo merecía. A medida que el orgasmo se acercaba una sensación dulce a la que no quise bautizar se alojo en mi pecho y ahora que estaba empezando a conocerlas me daba cuenta de que, a pesar de lo que hiciera no se iría de mi muy pronto,

Y luego llego mi liberación tan poderosa e inesperada como nunca, procure no rugir por el placer de la sensación vertiginosa mientras prácticamente me vaciaba en su mano. Ahora era ella quien me sostenía y aunque no podía compararse a la fuerza con la que yo la había aplastado a ella me sentí bajo un cálido y vulnerable escudo protector que me acuno mientras el placer remitía en sendos y lentos corrientazos.

Su abrazo entibio partes de mi que creía congeladas, mis emociones habían comenzado a abrumar todo lo demás dejándome tan lleno y no tan vacio como solía estar que era como haber perdido la virginidad en el campo de las no emociones.

Finalmente y saciado, al menos por el momento, pude cerrar la llave. La inmovilicé con la mirada el tiempo suficiente para coger una de las abullonadas toallas del hotel y envolvernos a ambos en ella. La levante en mis brazos viéndome brevemente a mi mismo como algún tipo de héroe que de lejos sabía que no era, la sentía tan cálida y confiada en mis brazos que volvió a hundírseme el estomago. Cuando ambos estuvimos de pie en el centro de la habitación, como si fuera algún ritual ambos procedimos a secar el cuerpo del otro. Yo aproveche la oportunidad que me dio este hecho para seguir teniendo bajo mis dedos la piel sedosa de ella.

Luego llego el momento en que me desencante un poco porque ninguno de los dos podía seguir desnudo, al menos por el momento, así que procedimos a vestirnos.

Fue algo sumamente revelador al menos para mí, ya que solo podía pensaR que ni en mis sueños más locos, la experiencia de vestir una mujer seria de esta manera tan seductora y apasionante

El olor a comida flotaba en el ambiente, al parecer los personajes del hotel habían estado ocupados mientras nos dábamos el baño. La tome de la mano y la conduje a una de las sillas de la mesa circular que estaba cerca de la ventana de la habitación, luego tome mi puesto y comencé a servirle de la selección que me pareció más correcta, huevos con tocino, panecillos con mantequilla y algo de café, aunque incluía mermelada de fresas, mantequilla de maní, tostadas, frutas variadas, y chocolate de barra.

Comimos en silencio por más de diez minutos durante los cuales no pide despegar mis ojos de la manera en que los rayos del sol hacían ver su cabello de igual color que la miel en el tazón que tenía adelante. Comí también pero no podía dejar de estar pendiente de ello.

Ella dejo la taza de café que estaba sosteniendo y me miro preguntanDome.

- ¿qué vamos a hacer ahora? - no parecía muy contenta de haber preguntado algo como eso. No entendía la razón. La mire y su belleza volvió deslumbrarme

-nos vamos a Brasil, a nuestra luna de miel –

Tuve la satisfacción de ver como su cara volvía a ponerse de color granate y una débil sonrisa trepaba por sus labios.

Continuamos desayunando y volví a darle un ligero beso al presentar una de esas crisis transitorias en donde no podía estar lo bastante cerca de ella. Pero la contuve y la reduje a ese pequeño contacto.

Más adelante ambos bajábamos en el ascensor para salir al aeropuerto, todo esto había sido dispuesto por James aunque con mi consentimiento y debía admitir que el anciano era bastante ágil.

En mi memoria aun seguía estando la conversación ruda que habíamos tenido en medio de mi boda, esa en donde por esos celos enfermizos había terminado ofendiéndolo, hice una nota mental de llamarlo a pedirle excusas, no podía pelearme con él y no solo porque valorara verdaderamente nuestra amistad, sino porque el sabia todo acerca de esta maniobra y en medio del mal genio podía revelárselo a personas que a mí no me interesaba que lo supieran.

Entramos al auto, yo detrás de ella, en ese momento pude ver que tenía el cuello al descubierto y que los mechones de cabello que escapaban de su improvisado peinado rozaban su nuca de una manera que me hizo sentir raro. No pude dejar de mirarla y también pude ver que su cuello aun seguía marcado, debía tener una piel realmente sensible para que mi chupetón pudiera haberle dejado eso, o yo era una bestia que casi le había arrancado un pedazo de piel. Me di cuente brevemente que el taxista que nos llevaba se quedaba mirándola de una manera lujuriosa que hizo que los puños me dolieran por lanzarle un puñetazo a la cara y apartar de su cabeza cualquier pensamiento sucio que estuviera teniendo con Bella y que tuviera que ver con lo que tenía en el cuello y hacíamos los dos. Me contuve pensando en que de tantos injustificados celos me iba a dar una apoplejía en esas horas.

Cuando arribamos al aeropuerto, como un niño pequeño me abstuve de darle propina al taxista debido a eso. Bajamos y un maître del aeropuerto recibió nuestras maletas en un carrito para llevarlas rodando detrás de nosotros.

Los documentos no fue algo en lo que nos demoráramos y también debía agradecer eso a James.

Caminamos en silencio por el aeropuerto en dirección a nuestra sala de abordaje, ella me seguía con la mirada gacha. Había tenido su mano sujeta todo este tiempo y me di cuenta de que esta resbalaba constantemente de la mía revelando así el estado de humedad en el que se encontraba. Tenía entendido que ese era un signo de nerviosismo y pude percatarme también de que alguien como ella muy seguramente jamás había subido a un avión. Me obligue a tranquilizarla para que ambos pudiéramos disfrutar del viaje.

- no tienes nada de qué preocuparte – era demasiado silenciosa y eso me hizo un poco de gracia, era sorprendente por todo lo que podía pasar y aun así se mantenía en silencio buscando la comodidad de los demás.

Asintió pero su mirada seguía siendo la misma, sujete su mano con fuerza y seguimos caminando. Durante un breve momento seguí su mirada que, si no me equivocaba, se paseaba por cada parte del techo del aeropuerto que nos cubría.

-¿a qué parte de Brasil vamos?- pregunto súbitamente sin mirarme directamente sino hacia donde estaban estacionados en fila unos aviones.

- a una isla privada…- conteste automáticamente. En un arranque de locura terrenal en donde había soñado brevemente con mi madre en días anteriores me había llegado la inspiración de que, tal vez, a mi madre le hubiera gustado que compartiera con la que era mi esposa ese maravilloso pedazo de tierra que era la Isla Esme, esa isla que mi padre le había regalado como presente de bodas y que solo visite una vez, lo mantenía entre mis finanzas para que no se arruinara, pero nunca había tenido el valor de venderla así que me la quede como una de mis propiedades. – se llama Isla Esme…- comente vagamente esperando que no se mostrara demasiado curiosa o interesada.

No lo hizo, de hecho fue bastante educada para no hacer preguntas y celebre internamente eso, además ese hecho no hizo demasiado ante esa situación que se me presentaba en ocasiones de no poder apartar mis ojos de ella. En ese momento subíamos al avión y había una caliente azafata con la mirada encendida y llena de promesas que solo vi brevemente, solo me interesaba estar con Isabella, sentado en una silla y descansando un poco de tanto alcohol.

Cuando llegamos a nuestras sillas deje que Isabella se posecionara en la ventaba asumiendo que iba a disfrutar bastante, si era cierto que no había subido antes a un avión, de espectáculo del agua y sus colores debajo de nosotros.

No me equivoque ya que en el momento en que estuvo sentada su cuerpo se direcciono hacia la ventana y sus ojos se perdieron en ella. Aunque no hubiéramos despegado sabía que tenía motivos de sobra para esa curiosidad

El altavoz comenzó a dictar las medidas de seguridad que conocía demasiado bien, por lo cual me dedique más como rutinariamente a abrocharme el cinturón y auxiliar a Isabella con el de ella.

Mientras despegamos pude ver su mirada perdida al frente y sus manos con los nudillos blancos de tanto aferrar el asiento. Cuando termino ella me ignoro completamente y se dedico a mirar por la ventana con embelesamiento. Me quede mirando su emoción dándome la espalda pensando en cuantas veces había viajado yo en un avión y nunca me había detenido a mirar realmente de que constaba el paisaje. Ella se dio la vuelta en un segundo y me miro.

- ¿qué tal te pareció? – le pregunte al ver la expresión medio relajada de su rostro.

- rápido – murmuro volviéndome a dar la espalda y mirando hacia la ventana.

A mitad del viaje comenzaron a llegar las comodidades que aplicaba a viajar en primera clase, comida, utensilios de distracción y más. La segunda vez que pasaron con el carrito lo detuve.

- ¿te apetece algo? –

Ella miro el carrito, parecía no tener mucha hambre y lo confirme cuando selecciono uno de los libros forrados que estaban en el segundo piso del carrito. Alcance a leer el titulo "El Principito". Fruncí un poco el ceño ante su selección de lectura pero me calle cualquier comentario, quería que estuviera cómoda por encima de lo demás.

Ella comenzó a leer volviéndome a ignorar olímpicamente y como no quite el rabillo del ojo de ella me di cuenta en el momento exacto en que se quedo dormida.

El carrito de menesteres paso y en ese momento devolví los libros que habíamos tomado y se los cambie a la azafata por mantas. Puse una de ellas cuidadosamente encima de Isabella. En el momento en que me incline escuche que murmuraba entre los labios. Cualquier otra persona no se habría dado cuenta de ello pero lamentablemente para mi salud mental, estaba dolorosamente pendiente de cada cosa que ella hacía, como si de verdad me importara. Y demonios si lo hacía. Deje la cobija con cuidado sobre su cuerpo y me dedique, como un depravado a mirarla y a estar pendiente de cada media palabra que escapaba de su boca. Entre ellas encontré "cuna", "bebe" y "burla. Se me quedaron grabadas en la cabeza las dos `primeras y estas a su vez me hacían preguntarme si aquel tema del bebe se le había metido en la cabeza. Algo como eso nunca sucedería, y en ese momento si pude pensar con cabeza fría que haría en el muy improbable caso de que ella hubiera quedado embarazada.

Pedirle que…abortara no era una opción, si algo había aprendido era a ser un poco moral, lo que más me parecía aceptable era darle algo de dinero para que desapareciera de mi vida, lo suficiente como para que viviera cómodamente con su hijo por muchos años. Hijos… no, no podía ni debería estar pensando en eso.

Acune a Bella en mis brazos de manera que su cabeza encontrara reposo cómodo en mi pecho y deje que ese sueño tranquilo que, curiosamente, solo había compartido con ella una vez, me llevara nuevamente a descansar.

Cuando volví a abrir los ojos la gente ya murmuraba acerca de los problemas que podrían presentarse en el recogedero de maletas y esas cosas, sabía que antemano que teníamos ese problema resuelto ya que gracias a James el equipaje había sido montado como "prioritario" y tendríamos prevalecencía sobre los demás. Ella había comenzado a erguirse de mi hombro donde había estado apoyada, sus ojos chocolate se apreciaban cansados. Se desperezo tan decentemente como pudo y luego comenzó a pasarse los dedos por el cabello antojándome profundamente de hacer lo mismo.

- ¿estamos cerca? - pregunto con emoción, con la que, mirando lo cansados que se veían sus ojos, no debería tener.

- te iba a despertar en un minutos- era mentira ya que la comodidad que experimentaba me había tentado profundamente a seguir con ella en mis brazos hasta que fuera nuestro turno de bajarnos – probablemente en 20 mas aterrizaremos – dije haciendo calculo mental desde que había escuchado la voz de la azafata por el intercomunicador.

Volví a abrocharle el cinturón de seguridad mientras nos daban las indicaciones para el ahora aterrizaje. Una emoción vaga que se fue convirtiendo en un picor de emoción comenzó a invadirme. Nuevamente visitaba suelo brasilero desde la última vez que había venido con mis padres y ahora me sentía tan cómodo como ese día, porque estaba acompañado de la chica que parecía querer darme consuelo y que, aun sin proponérselo lo hacía. Me moría de deseos de estar a solas con ella pero debíamos llegar primero a la casa de la isla antes de todo lo demás.

Concentre mi emoción dentro de mí para que no se me notara en la cara, cuando bajamos del avión la tome de la mano y comenzamos a caminar, no quería que se perdiera, tal como si fuera una niña, así que no prescindí de llevarla de la mano mientras las maletas nos seguían silenciosamente desde detrás llevadas por agentes de este otro aeropuerto. Era increíble lo que un poco de dinero podía hacer pero debía aprovecharlo mientras pudiera.

Subimos al auto amarillo que debía ser el que nos llevaría, tenia escrito el nombre de Cullen en la parte frontal tras el espejo.

Volvía a ignorarme pero no me molestaba en esta ocasión tampoco, era evidente que estaba más que emocionada por venir aquí lo cual me venía bastante bien. Volvía tener el ángulo de su frágil espalda y trataba de adivinar que expresión adquiría su rostro cada vez que pasábamos frente alguna casa o calle, que se iban haciendo más angostas conforme nos acercábamos a la cosa.

Bella…- la llame suavemente buscando la emoción inocente de su rostro, para prendarme de ella unos momentos y pensar que podía igualarla en emoción, pero estaba tan concentradamente perdida que no se movió – Bella…- volví a llamar un poco mas fuerte sonriendo para mis adentros al mirarla – Bella…- esta vez utilice toda la dureza de la voz y esta vez sí respondió ya que se dio la vuelta algo avergonzada.

- lo siento – se disculpo brevemente – es que es tan hermoso…-

Yo no lo describiría hermoso en realidad, para mí era un lugar exótico, cálido y tropical, más que hermoso me parecía curioso, pero debía admitir que hermoso era una de las palabras con las que mi madre menciono al lugar cuando lo visitamos los tres y mi padre la secundaba, por supuesto. .

-lo sé, es lo mismo que creía mi padre - le dije sin poder medir mis palabras, de todas maneras ella no iba a conocerme tan a fondo.

- ¿tú... padre? – pregunto ella con vos dubitativa.

-así es – pero ahí radicaba mi problema porque precia que eso de medir mis palabras estaba vedado a cualquiera que no fuera ella y ella en si terminaría conociéndome muy a fondo si seguía diciéndole cosas de mi intimidad y pasado de esa manera. Pero era inevitable. Mi mano busco el calor de la suya encontrándolo a pocos centímetros de mi. – la isla que vamos a visitar…era de mi padre – era de él pero él se la había regalado a mi madre. Algunas partes de su piel se contraían brevemente y no pude identificar la razón.

-por que se llama Isla Esme?- esa era la pregunta que había temido tanto dentro de todo esto. Más y más imágenes de mi madre en esos días en que estaba conmigo y con mi padre comenzaron a embestir mi cerebro haciendo de mi expresión facial algo imposible de ocultar siquiera.

- por mi madre – gruñí demasiado enfadado conmigo mismo por estas cobardicas emociones. – le compro la isla a ella cuando se casaron.

Los ojos de ella parecieron perderse en las cavilaciones de ese raro cerebro de ella, no podía leer nada de su rostro y eso era algo bastante frustrante.

- debió amarla mucho – comento ella en voz baja sorprendiéndome con esa percepción que tenia de las cosas. Quería quedarme callado, pero comprobaba una vez más que con ella parecía ser imposible

- yo solo vine una vez estando ellos vivos – confesé duramente y aun así cocinándome en tristeza estúpida por dentro. – de resto siempre ha estado siendo cuidada por arrendatarios.

Había confesad con anterioridad que me traía demasiados recuerdos el volver a recorrer este camino ahora solo, pero no estaba solo, ahora había alguien conmigo, alguien que me recordaba poderosamente todo aquello que había perdido y que me hacia ansiar recuperarlo de vuelta. Ahí estaba la pequeña mujercita, abatiéndome entre sus pequeñas manitos y haciéndome hacer cosas que no tenía planeado hacer. Como lo que quería pedirle en ese momento y que me atreví a hacerlo.

- ¿te importaría mucho besarme ahora mismo? -

No esperaba ese entusiasmo con el que me rodeo el cuello con los brazos y me empujo hacia ella, hacia su boca deliciosa que quería degustar en ese mismo momento. Cerré mis brazos alrededor de ella para forzar a un mas el abrazo que ella se había encargado de iniciar. La apreté contra mi sintiendo esa ola de sensaciones nada mundanas que hacían que volara de necesidad, quería estar a solas con ella, quería demostrarle que el placer no tenía nada que ver con el dolor, y quería borrar de su memoria aquello que habíamos vivido en la fatídica noche de bodas para que los siguientes tres meses, al menos en la cama, pudiéramos congeniar.

Tuve que apartarla de mi cuando el taxi se detuvo, así como me entretuve yo por unos segundos admirando la tonalidad rojiza e irritada que adquirían sus labios cuando yo los besaba.

Bajamos del auto amarillo que se había estacionado en el amplio puerto de Bzwara. Allí, flotando entre las aguas tranquilas se encontraba el velero que había adquirido para mis vacaciones y el que seguramente había recorrido un largo camino en los continentes para estar aquí hoy. Ayude a subir a Bella a el que lo contemplaba extasiada aunque no tanto como contemplaba el mar bajo nososotros, parecía perderse y una excesiva preocupación, nada propia de mi, de que cayera al agua casi me hace amarrarla a mi cuerpo mientras llegábamos a la isla.

Mientras yo daba las ultimas indicaciones en portugués al que nos había traído ella se había retirado el sweater con el que se había vestido, ese que no tapaba su moretón en el cuello, ese que, sin saber realmente porque , tenia deseos de saborear hondamente. Su porcelanica piel hacia contraste deliciosamente erótico con el color piel del esqueleto. Casi podía decir que estaba desnuda, y solo porque la inocencia de su rostro la delataba, habría podido jurar que lo había hecho deliberadamente.

Otra vez ardía en deseos y me quemaba en el infierno por causa de ella.

Cuando estuvo todo listo y vi que ella había asumido una posición remotamente segura eche a andar el velero encendiendo el motor y tomando el timón a buen recaudo. Seguía observándola mientras ella, a su vez, observaba el escenario que estaba frente a nosotros. Su esencia se combinaba con la cálida del agua y la húmeda del ambiente, el calor se duplicaba por mirarla y por pensar en lo mucho que me hubiera gustado tenerla bajo mi cuerpo en ese momento. Volvía a sorprenderme el nivel de deseo que manejaba con esta mujer a la que ni siquiera conocía realmente, pero era tan real lo que sentía por ella que estaba comenzando a asustarme.

- Bella…- extendí mi mano en busca de su contacto, es que sabía que no me aliviaría en lo mas mínimo pero del que necesitaba con ansias dementes. – ven aquí – ofrecí mi mano para no prolongar más esa nueva tortura de no estar tocándola todo el tiempo.

Camino hacia mí, tan confiadamente que se me hizo un agujero en el pecho, aferro mi mano completamente sin hacer demasiada fuerza, aunque no podía esperar mucho para apretarla yo también, pero contra mí. Lentamente, mientras ella caminaba hacia mí la puse frente a mí haciendo reminiscencias de las horas anteriores con la ligerísima diferencia de que nuestro espejo ahora era el horizonte del océano.

Su olor se acentuó con la cercanía cociéndome a fuego lento, la olfatee cual perro perdiéndome una vez más en su esencia hechicera mientras mis manos comenzaban a tocar sus brazos, y lentamente posicionaban sus manos en donde habían estando antes las mías, tomando el mando del velero.

- conduce…esposa – la palabra salió de mi boca tan naturalmente como los sarcasmos, solo que esta vez y tal como la anterior no había nada mal en llamarla así, solo un sentimiento de posesividad que comenzaba a hacerse cómodo.

Volví a olerla presuntamente de dónde demonios conseguía oler de esa manera tan ardiente. Deje que mi nariz, mi sentido del olfato se impregnara de esa esencia maligna diseñada solo para perturbarme, mis dedos tocaban la suave epidermis que ella tenía al descubierto palpando el calor y los estremecimientos típicos de ella. Cuando profundice mi letargo en su cuello ella se rio suevamente haciendo retumbar con suavidad mi pecho

- nos vamos a estrellas si no tomas la dirección…esposo – su instante de duda me saco de la ensoñación por un segundo mientras asimilaba el hecho de que me había llamado esposo, ¿cuan más cálido podía llegar a sentirme?

Deberás ayudarme – jugué con ella, así como ella inconscientemente jugaba conmigo, tuve el placer de ver su miedo, no era porque el hecho de que tuviera miedo tuviera algún efecto de alegría en mi, era porque así, con miedo solo podía buscarme a mí para que la rescatara y eso implicaba el contacto de los dos, ese porque el agonizaba.

Finalmente llegamos a el muelle de la isla, todo estaba preparado pero ni un alma ya se encontraba ahí, estábamos solos, más que solos….el uno con el otro.

Saque las maletas lo cual no me llevo mucho tiempo, las llevaba mientras caminábamos hacia la casa y ella hacia un modesto escrutinio con esos ojos suyos.

- ¿qué te parece?- pregunte innecesariamente pero con el afán de saber que pensaba ella del gusto de mi madre y padre. Me miro por unos momentos y luego miro a la edificación de madera y cristal ante nosotros.

- es…hermosa – dijo ella, unas suaves y casi imperceptibles lagrimas, de las que dudaba mucho que ella se hubiera dado cuenta brillaban en sus largas pestañas.

Continuamos nuestro camino sin demasiados sobresaltos excepto el pequeño tropezón que dio antes de ingresar.

El olor de la casa, a hogar limpio, puro y lleno de amor, termino por desbaratar todas mis barreras, las que había erigido por razones estúpidas referentes a protección personal y no precisamente eran de kevlar . Era el olor del amor, ese que parecía persistir cuando habían pasado demasiados años desde que ellos hubieran partido. Quería que me contagiaran de ese amor, quería sentir el ser amado de esa manera, quería estar amándome con esa muchachita a mi lado.

- quiero estar contigo.- mis palabras matizaban en parte todo lo que quería hacer con ella aparte de estar.

Ella se volvió a mirarme diciéndome

- estoy contigo - esa respuesta no era lo que esperaba, nuevamente mostraba cuan inocente podía llegar a ser sin proponérselo, esperaba ser lo suficientemente claro en mis deseos.

- sabes de qué estoy hablando - solté las maletas incapaz de permanecer un segundo más alejado de su tacto, enrede mis dedos en sus cabellos como había deseado hacerlo en el avión maravillándome en silencio por la suavidad que tenían y la esencia avainllada que salía de ellos. La bese paladeando el ligero sabor a paraíso de su boca rosada y tentadora, sus manos en mi cabeza me dieron la clave, al menos por el momento no tenía intención de alejarse, la tome en mis brazos abrazándola hasta pegarla contra mí como si pudiera soldarla a mi cuerpo de esa manera, mientras seguía degustando el sabor de su lengua y su paladar en la mía y al control comenzaba a partir a pasos agigantados.

A pasos agigantados me dirigía yo a la primera cama que encontrara, antes de que alguno de los dos pudiera arrepentirse. La aparte de mi lo suficiente para que permaneciera sentada en la cama doble del cuarto principal al que la había conducido, sus ojos estaban brillantes y tenían preguntas mudas que en mi estado no me sentía capaz de responder. Por una ve la decisión era de ella, ella debería decidir si me quería aquí o si no. La contemple por largos segundos desde mi estatura evaluando cada expresión de su rostro, leyéndola tan minuciosamente como era posible tratando de hallar la clave. Mis manos cobraron voluntad propia y comenzaron a desabotonar la blusa color carne que tenía ella puesta, lentamente tratando de no asustarla pero buscando su fresca piel con impotencia. No podía apartar la mirada de sus ojos aunque no me hubiera importado mirarle el pecho o todo el cuerpo.

Ella también colaboro al menos esta vez, así como yo la desvestía ella comenzaba a desvestirme también, la inocencia de sus dedos parecía cocerme el alma en un nudo de emociones que siempre venia en pos de mi cuando estaba con ella, era diferente a todo lo que había conocido y sin embargo una parte de mi quería que fuera igual, al menos de esa manera no afectaría nada de mí el hecho de dejarla para siempre. `Para siempre, eran esas apalabras las que no tenían cabida en este momento.

Sus manos lograron el cometido de sacarme, con una lentitud exasperante, la camisa de viaje que usaba a la vez que su torso quedaba semidesnudo ante mis ojos, cubierta con un sujetador de color blanco mas anti erótico que jamás había visto y que sin embargo encendió partes de mi que ya estaban ardiendo a fuego lento.

Ambos sacamos las camisas a la vez pero ella debía igualarme y el hecho de que yo no usara sostén no facilitaba las cosas. Mis dedos buscaron el cierre metódicamente dándole tiempo para arrepentirse pero deseando también que no lo hiciera.

- desnuda…- murmure gruñonamente mientras la obra de arte que era su torso desnudo saltaba a mis ojos – deberías estar todo el tiempo desnuda. –

Roce sus senos con mis manos embelesándome en su suavidad y dureza a la vez, en la satinidad de su piel y en su respiración entrecortada. Cerró los ojos mientras yo estudiaba con mis dedos y ojos las marcas de dientes y dedos que tenia ella allí. O parecían ser graves pero la tonalidad amoratada de muchos de ellos parecían atestiguar otra cosa, los cope, les di forma, los acaricie palpando lentamente tan delicada carne. Deje sus pechos un momento para tomarla de los hombros e instarla sin fuerza a que se recostara en la cama para facilitarme el trabajo de desnudarla. Me pose lentamente sobre ella buscando no asustarla ni recordarle nada que no fuera este momento, bese sus labios una vez y otra buscando amainar el latido rápido de mi corazón y lo que esto conllevaba para el resto de mi cuerpo. Luego bese su cuello, ese que también había marcado y que comenzaba a tomar una tonalidad violácea, era demasiado delicada, como una pequeña porcelana que de repente me veía en la satisfactoria obligación de cuidar.

Mis manos buscaron el cierre semielastico de sus pantalones para retirarlos…- al mismo tiempo mi boca seguía buscando el tesoro de su pecho mientras el cuerpo de ella comenzaba a casi convulsionar lentamente mientras me acercaba mas y mas a una punta. Me detuve consiente súbitamente de que algo había cambiado, no tenía sus manos sobre mí como había supuesto y su cuerpo estaba tan tenso como la cuerda de un arco. Cuando pude mirar finalmente a sus ojos me di cuenta de que no deseaba esto, no iba a volver a desearme por ser un atarban sin sentido de humanidad, por haberla tomado a la fuerza y haber terminado de trastornar su mente débil. Me quite lentamente de encima de ella mientras trataba de dar sentido a esto y a todo lo que me pasaba e ese momento cuerpo incluido.

- lo siento mucho… - se disculpo ella como un chiquillo asustado, como lo que era, una niña a la que habían obligado a crecer.

Hice un gesto negativo con la cabeza, debía asumir mi más garrafal error.

- esto es culpa mía - suspire apretando las manos en mi pelo.

- no… yo también tengo la culpa

No se me ocurría como pedirle que me diera consuelo, como hacerlo sin hacerla sentirse un objeto, no podía hacerlo, solo podía transmitirle toda la verdad que albergaba dentro de mí.

-yo…necesito – como lo podía decir…- necesito tu cuerpo y creo que lo sabes – debía saberlo, debía conocer cada parte de mi en el momento en que perdía el control por su culpa – te deseo ardientemente y no puedo remediarlo – ahí va, a confesar debilidades por consuelo no merecido - no veo alguna solución - la única era que muriera, que dejara de existir, pero aun así no sería suficiente, los infiernos sabían que no lo seria.

- quiero estar contigo – ahhh ¿acaso un chapuzón de agua fría después de caminar en el desierto podía dar más alivio9 que eso?- … pero…

La cama se hundió imperceptiblemente cuando ella se acerco a mí y acuno mi rostro en sus manos como si fuera su tesoro. Nadie me había tocado así antes, solo mi madre "pervertido, como puedes pensar en tu madre en estos momentos" si pensaba en ella pero deseaba ardientemente a una mujer fuera de lo común que me recordaba el amor materno que fue arrebatado de mi tanto tiempo atrás.

Sus bracitos hacían fuerza contra mi mientras seguía acunando mi rostro en sus manos, mas adelante comprendí que quería que me echara en la cama y así lo hice mientras ella comenzaba a desinhibirse de una manera tan inocente que me hacía gracia, pero a l vez me excitaba dolorosamente.

Sentí sus suaves y húmedos labios en mi cuello, en mi clavícula, en mi pecho, en mi cintura…casi podía sentirlos en… cuando me beso el abdomen salte como u colegial mientras soñaba con cosas impuras.

-que estás haciendo – fui capaz de articular mientras el ardoroso placer comenzaba a abrirse paso por todo mi ser.

- amarte…- murmuro ella, el corazón se me encogió ante su sinceridad, y más s me encogió todo menos lo que no tenía que, cuando ella comenzó a desabrocharme los pantalones, de repente había pasado de ser la inocente Bella a la zorra Bella en un instante y me gustaba demasiado, ambas Bellas me gustaban más que demasiado.

Deje que siguiera con su experimento dándome cuenta de que había cometido un error ya que decidió saborearme de pies a cabeza como nadie se había tomado nunca el trabajo de hacer. Sentía los miembros pesados y un placentero aletargamiento apoderándose de mí cada vez que sentía el tibio contacto de sus labios preciosos. Era como si, extrañamente, con sus besos pudiera calmar un poco la bestia que se había obsesionado con ella y aun así persistía en sus deseos de poseerla de todas las maneras en que la naturaleza lo permitiera. Se subió a hojarcadas sobre mi y dejo caer su leve peso sobre mi cuerpo, su boca alcanzo mi oído antes de suspirar un "Tómame" que barrio con lo poco que quedaba a de mi cordura. Desnudo como ella me había dejado comencé a moverme hasta lograr dejarla donde más me gustaba y no precisamente por sentirme superior sino para no perderme ninguna de las expresiones de su rostro, debajo de mi.

Luego comencé a igualar nuestra posición desnudándola a ella completamente para luego comenzar a modelar su forma como si fuera una figura de arcilla, a trazar cada delicioso contorno de su cuerpo, a perderme en su rotunda perfección, en los sonidos que hacía cada vez que la tocaba, en los gemidos que se le escapaban cada vez que la probaba. Me gustaba esta mujer, me gustaba mucho y por primera vez me sentía cómodo probando cada parte de su cuerpo, cada privada parte de su inocente y virginal cuerpo.

Deje de besarla en los pechos para dirigirme a una zona más particular, a una que haría que ella se entregara definitivamente a mí, y en la que me perdería mientras tenía licencia de hacerlo. Cuando mi barbilla toco su vientre ella volvió a temblar y comenzó a moverse enérgicamente, supuse que se había dado cuenta de lo que iba a hacer, del modo que había encontrado para darle placer, para terminar de compensarla por lo mal que me había portado. Sujete sus caderas en mis manos y subí sus piernas y caderas a mis hombros en un solo y suave movimiento, su calor me estaba quemando y tenía toda la intención de dejarme prender fuego.

- permíteme – le pedí con la voz oscura, esa que habitaba dentro de mí, la de la bestia lujuriosa en la que me había convertido.

Trace el contorno de su ingle con mi lengua para luego hundirme en el objetivo principal, perdiendome lentamente en su dulce sabor y en su esencia. Nunca había disfrutado mucho haciendo esto con cualquier mujer, pero con esta era diferente porque podía ver que cada sonido que escapaba de su garganta cada temblor de sus muslos era tan genuino como lo era ella misma. Me dedique solo a ella hasta que la conduje por la senda del placer al final. El final de ella, pero el principio de los dos. Aparte mi boca de su lugar secreto para posicionarme sobre ella, esperando que me diera luz verde para hundirme en su cuerpo. Sus ojos me miraban, pero ahora no había miedo en ellos, solo profunda aceptación, tan profundo como estaba metiéndome yo en esos momentos.

Ah, era simplemente el paraíso en la tierra, cada sensación era nueva, como la de la noche anterior solo que esta vez podía percibirlo todo con los cinco o seis sentido alerta, sin nada entre nosotros. Nada de nada. No importaba, la sensación de su piel envolviéndome bien valía el riesgo de engendrar un hijo, si podía perderme en este placer miles de veces tendría un kínder Garden con mi nombre.

Me moví hasta quedar profundamente guardado en su cálido interior, ella respiraba entrecortadamente pero había aprendido a identificar su miedo y su placer y en esos momentos, tal y como yo, solo estaba siendo llevada por el placer.

Procure no estrellar mi cuerpo con el de ella, me costaba, quería mi placer ya, pero ella se merecería mucho más que eso, así que sería moviéndome a velocidad esquimal para no asustarla y contener a mi animal. Sentí que sus piernas me aferraban con fuerza enviando ondas eléctricas a lo largo de mi espalda y hombros. Sus dedos con sus respectivas uñas se me clavaron en los hombros pero ciego como estaba, concentrado en no dañarla y en contener mi placer, no pude leer lo que ese lenguaje corporal indicaba.

- ámame…- gruño ella como una gatita levantando las caderas hacia mi provocándome dolor con ese movimiento – ámame….-

Si, lo necesitaba, tanto como yo, tal vez esto iba mas allá del dolor que le hubiera podido causar la primera vez, pero ella necesitaba de mi, así como yo de ella, como una droga a la que no se podía dejar.

La levante de las caderas para detenerla pero a la vez la levante hacia mí hasta quedar semisentados frente a frente, conmigo dentro de ella y sus brazos acunándome mientras me cabalgaba y yo le respondía.

Ambos escalamos la cima, tan concentrados el uno en el otro que era imposible.

El placer me baño como una ola ardiente, mucho mejor, más largo y placentero quela vez anterior.

No deje de abrazarla comprendiendo que solo ella podía sostenerme en esos momentos

Luego ambos nos acostamos en la cama aun en los brazos del otro, esa paz volvía a hacerse artífice de mi cuerpo, casi podía respirarla y me llenaba de una dicha jamás conocida, coletazos de placer seguían distribuyéndose por todo mi cuerpo mientras la sostenía y remitía lentamente hasta esa lasitud después del orgasmo.

- esto es maravilloso – comento ella en un susurro y si, lo era. Sentía las puntas de sus dedos tocándome los hombros donde empezó a picarme levemente por ciertos lugares. – creo que es lo mejor que me ha pasado en la vida…- hizo una pausa mientras yo asimilaba sus tiernas palabras, en estas alturas del encuentro la mujer de turno con la que me hubiera acostado empezaba a alabar mi habilidad como amante y comenzaba a intentar llegar más lejos respecto a una relación, jamás nadie había descrito un encuentro como " lo mejor que me ha pasado en la vida", que yo recordara, mi ego comenzó a hincharse notablemente - tu eres lo mejor que tengo en mi vida y si te perdiera…- algo no estaba bien en ese argumento, la voz se escuchaba ansiosa y triste, y a pesar de todo no era la típica mujer que comenzaba a querer algo más serio porque no podía haber nada más serio que el hecho de que fuera mi "esposa" – si te perdiera me moriría, no tengo nada mas por lo que vivir sino tu. –

Ese argumento no lo había escuchado nunca y la verdad no entendía por qué ella lo sacaba a colación

No comprendo – le dije esperando que fuera más clara en su diatriba.

- creo…- parecía dudar pero finalmente siguió - que cuando no hay más razones para permanecer en este mundo la vida simplemente debería dejar de existir –

Eso no era para nada una explicación, deje que mis brazos perdieran un poco de fuerza al abrazarla, algo no estaba bien con ella –

-no comprendo –repetí más confundido que nunca y con el cerebro dándome vueltas tratando de encontrarle sentido a sus palabras, y también pensando en si estaba usando esa rebuscada táctica para manipularme para que me quedara con ella. –

- si no tuviera razones para vivir yo misma terminaría con mi vida - había tal decisión en sus palabras que un miedo, un pico en el pecho, comenzó a hacérseme bastante incomodo.

- ¿estás hablando de matarte?- pregunte estúpidamente consiente de hasta donde parecía querer llegar para convencerme. La mire a los ojos distanciándome de ella, buscando la mentira en sus rasgos y encontrando tan desgarradora sinceridad que me hizo dudar de mi criterio

- sí, es la manera más fácil de acabar con el sufrimiento – aparte mis ojos de ella consciente de algo mas nuevo, algo con lo que no había contado y tal vez me afectara a futuro. ¿Ella podría lidiar con el hecho de que la dejara?

- mírame Edward – pidió ella solemnemente. No tuve más remedio que obedecer

- no te estoy contando esto para comprometerte – un escalofrío casi imperceptible recorrió mi cuerpo al mirarla y ver tanta sinceridad en sus ojos, no podía hacer nada más que creerle, porque de todas las miradas que había conocido en mi vida, solo la de ellas y mis padres podría reflejar tal grado de sinceridad – se que sientes deseo por mi…pero algún día, aunque espero que no pase, puedes aburrirte. Puedes buscar a alguien a quien ames realmente – eso no podía ser posible porque yo no sabía que era el amor y esperaba de todo corazón no llegar a saberlo. – yo no voy a ser un impedimento, Y tu vas a saber que no vas a tener que preocuparte por mí una vez que me dejes, porque no estaré aquí. – Sus palabras comenzaron a marcarme de una manera que no creía posible, mis pensamientos se dirigieron a un futuro cercano el día en que todo esto terminara y como había pensando antes, si las cosas eran así con ella, placenteras, deliciosas, dudaba mucho que tres meses me sirvieran de algo para aplacar esa obsesión que ella me inspiraba, tal vez podía tener razón en lo de que me cansara de ella, pero no lo sabía, ni lo sabría hasta que el tiempo transcurriera, ahora volvía a la parte en donde ella hablaba de no ser un estorbo, debía aclarar eso.

- ¿tu…no estás pensando en suicidarte o sí? - Debía hacerme una idea de lo que podía esperar que pasara con su vida el día que nos separáramos, la idea de su muerte me causaba una molestia muy incómoda en el pecho. Otra vez. Pero ella solo respondió enigmáticamente

- no…- un no del todo completo alivio me asalto - hasta que no se vaya la última razón para permanecer viva, estaré aquí – seguramente de aquí al tiempo encontraría razones más que suficientes para vivir, y no me contaría entre ellas. No podía pensar en ella muerta por que eso se metía literalmente con toda mi sensibilidad especialmente guardada respecto al tema de la muerte, al que inevitablemente asociaba con mis padres.

Al día siguiente antes que cualquier cosa llame a James.

-Buen día- contesto su hija Sheila –

- que tal – gruñí mientras bebía un café oscuro que había preparado en la cocina, Isabella estaba en el piso de arriba aun durmiente. – ¿podría hablar con James? –

- un momento...- repuso la joven

Sonaron los típicos ruiditos mientras el alcanzaba la bocina.

- ¿Hola? – contesto el

- James… – murmure yo.

- ¡Ah! Señor que gusto oírlo, espero que todo esté bien en su Luna de miel… – su voz también se escucha sincera y me sentí de repente muy mal por la ultima conversación que habíamos tenido –

-ehh, si…esto, gracias por tu labor, todo está saliendo a las maravillas – conteste.

- ¿y la señorita como se encuentra?– para ese tipo de relato debía verlo cara a cara, me parecía que después de todo si podía confiar en él lo suficiente para largarle las características menos físicas de mi comportamiento en la noche de bodas.

- ella está bien…- dije siendo asaltado otra vez por las imágenes de esa fatídica pero a l la vez especial noche - ehh, quería pedirte un favor…- Continúe

- claro señor, lo que sea – dijo James

- quiero que largues los tres días a dos semana mas – dije rápidamente esperando que me hubiera entendido.

La línea se quedo en silencio por unos segundos, seguramente el estaba tan sorprendido como yo acerca de ese pedido, especialmente cuando había sido tan explicito a la hora de que esta luna de miel no se extendiera más de lo tolerable, pero mis razones eran más que obvias, aun no me saciaba de la muchachita y tenía que hacerlo del todo para pode regresar a ser el mismo de antes.

- claro señor…solo debo hacer unas llamadas – continuo él como si nada hubiera pasado.

- gracias, James…yo…- comencé sin saber realmente que decir.

- no se preocupe señor – seguramente adivino mi intención de excusarme por lo que pasaba pero entendió que no era bueno, me conocía bien y sabia que en eso de la palabrería sentimental había perdido el año.

La llamada se cortó y termine mi café, saque un poco de jugo de naranja de la nevera y serví un vaso para llevárselo a ella, no tenía este tipo de atención con nadie con que hubiera dormido, algo más que añadir a los perturbadores sentimientos que se estaban apoderando de mí.

Cuando entre a la habitación vi que aun seguía dormida, parecía una niña confiada y volvía a murmurar cosas. Me quede mirándola durante más tiempo del necesario comenzando a planear lo que haría con ella en las siguientes dos semanas… y meses.

Diciembre 2007

Bueno.

Llevaba dos meses de casado y me descubría ahora pensando en todo lo que había temido sin fundamento.

Caray, si hasta había comenzado a acostumbrarme a la presencia de ella en mi casa, como si pudiera permanecer en ella para siempre.

Parecía que lo que sentía por ella no tenia agotamiento, durante la luna de miel le hice el amor más veces de las que podía contar, jamás me había acostado con una mujer en más de dos ocasiones, no había tenido una amante permanente pero con ella compartía todo. Durante los días que duro el viaje en las mañanas la llevaba a pasear por la isla y me llenaba de un gozo alegre el hecho de que se mostrara tan sorprendida por todo lo que veía, era fascinante observar su fascinación.

Cuando regresamos pude hacer todo lo necesario para acomodar el dinero a la cuenta del proyecto, los movimientos se dieron sin ninguna complicación y el proyecto estaba en marcha, mi vida era feliz y, como nunca lo había esperando, todo marcha tan en regla y cómodo que me costaba trabajo recordar cuando me había sentido tan bien.

Esa mañana estaba alistando unos papeles de la oficina en el despacho de la casa cuando escuche a Laurent golpear la puerta.

- el coche está listo señor - musito cuando abrió la puerta para medio entrar

- gracias Laurent - dije. Desde que Isabella había llegado a la casa me había contagiado de una amabilidad que nunca había sentido, raramente me sentía ahora en la obligación de responder agradecidamente por cada atención que recibía.

El me miraba fijamente, como si no comprendiera el sentido de mi cambio, la cabeza de Laurent siempre tenía pensamientos extraños, lo había conservado por su eficacia pero era demasiado callado, me preguntaba si con su esposa era igual. Sacudí un poico la cabeza ante lo absurdo de mis pensamientos.

Ordene los papeles y salí de la casa, ya tendría tiempo de saludar a Isabella desde la oficina.

Laurent me condujo hacia la empresa y una vez allí me instale en el ordenador para comenzar a hacer descargos de valores de materiales de construcción y todo lo referente al nuevo proyecto.

Durante el día estuve bastante ocupado pero me confortaba a mi mismo pensando en que una vez que llegara a casa encontraría lo que me entretendría profundamente.

Me dedicaba a pensar en ella durante muchos momentos en el día, en su manera de sonreír, de proteger el jardín que, después de ser de mi madre, ahora había pasado a ser de ella… Ella se había agarrado a una parte de mi vida que no creía tener. Ella, de pasar a ser nada, de repente y sin proponérmelo realmente había pasado a ser casi todo.

Era casi la hora de salir cuando recibí un correo de último momento.

Era de un remitente anónimo y me pregunte qué tipo de spam seria. No quería perder el tiempo así que lo seleccione para borrar.

A último minuto decidí abrirlo esperando encontrar alguna encuesta o lotería.

Pero me sorprendí cuando me encontré…

"¿Sabe que estaba haciendo su nueva amante hoy en la mañana?" rezaba el correo. "si quiere que se lo diga encuéntrese conmigo en la cafetería Orfebre. Lleve dinero, le aseguro que lo encontrara interesante. "

La cafetería se hallaba a unas cuantas manzanas de ahí.

Un sentimiento algo amargo comenzó a carcomerme, y me pregunte si no sería alguna broma de alguien, no entendía realmente de que iba ese mensaje tan críptico y me dieron ganas de mandarlo a la papelera e irme a mi casa a disfrutar de mi esposa.

Pero el problema radicaba ahí. Mi esposa estaba siendo mencionada en el correo, aunque en el estaba clasificada como mi amante.

La curiosidad comenzó a llenarme, como cada vez que me pasaba con ella, parecía que necesitaba estar tan pendiente de ella como podía.

Sacudí mi cabeza un poco, podía tratarse de algún extorsionador o algo peor, pero si la implicaba a ella y si implicaba el hecho de poder descubrir cuál era la naturaleza de nuestro matrimonio bien valía el esfuerzo de ir a averiguar y detener lo que fuera que estuviera fraguando el anónimo.

Recogí mi saco y camine hacia la puerta. Ya vería quien se atrevía a irrumpir incluso en mi correo. Ignore mi propio auto y decidí ir a pie a la cafetería.

Cuando llegue allí descubrí que era sitio perfecto para encontrarse con un malavida. Era bastante vulgar.

Busque con la mirada esperando encontrar algo o alguien a quien identificar. Pero al parecer o no había llegado y si se trataba de alguna broma de mal gusto.

- Señor Cullen – saludo una alegrona voz detrás de mí, cuando me di la vuelta vi que se hallaba allí alguien que si no me equivocaba había visto el rostro al menos una vez en mi vida, pero no podía saber donde era que lo había visto. . Lo estudie de arriba abajo tratando de encontrar algo que lo identificara, pero solo encontré ropa raída y sucia.

- no tengo tiempo, así quien sea breve, ¿qué es lo que quiere? - le dije tratando de dejar claro mis intenciones. Y poniendo a prueba lo que fuera que el asno quisiera.

- por favor, creo que con la información que tengo usted estaría siendo más amable conmigo. – dijo el hombre sonriendo de lado mostrando un diente de falso oro.

Lo fulmine con la mirada mientras el señalaba la mesa que estaba frente a nosotros.

Estaba actuando demasiado rápido, pero debía saber de qué iba esta maldita broma.

Me senté en la enclenque silla mientras miraba al tipo y trataba de recordar en donde lo había visto antes.

- me llamo Ben y soy fotógrafo del magazine del oficinista – se presento el `personaje pero no lo había visto nunca ni había escuchado su nombre, no entendía realmente que era lo que quería-

- ¿qué es lo que quiere? – hice saber esperando que me contestara rápidamente.

- me debido a investigar sobre la vida de las personas y últimamente se le ha visto con esta flaquita deliciosa que me recuerda a una muchachita que conocí… - comenzó a decir el asno ajeno al hecho de que me estaba comenzando a hervir la sangre.

- ¿qué es lo que quiere? - volví a preguntar impaciente y cabreado de que hablara así de mi mujer.

- tengo una información que vale dinero, jefe y dado que lo necesito la intercambiare por lo que pude conseguir de la flaquita….-

- no voy a darle nada hasta que no me diga que es lo que quiere y tiene. – repuse dirigiéndole una mirada que seguramente lo habría matado de poder hacerlo.

El se saco del bolsillo de la chaqueta un sobre ruinoso en donde podían adivinarse fotografías.

- vea jefe, y juzgue si no tengo buena información - sonrió otra vez el asno.

Abrí el sobre lentamente observando en él a la inconfundible espalda de Isabella, y allí…tomándole la mano se hallaba el perro camarero….

El acido amargo sabor de la decepción combinado con el odio y la pura ira comenzó a envolverme la sangre… ¿qué demonios hacia Isabella Swan volviendo a hablar con ese perro que en esas fotos parecía devorarla con la mirada?

Enero

Era una maldita.

Era todo lo que podía pensar al mirarla de reojo cada vez que nos cruzábamos `por el pasillo y por otras dependencias de la casa, lo cual gracias al tamaño de esta había comenzado a resultarme más fácil. Aunque no podía huir de ella en el dormitorio evitaba tocarla para no ensuciarme de perro.

Había intentando encontrar una justificación para su comportamiento pero todo apuntaba a una cosa. Se había convertido en la querida del perro camarero.

Dias atrás cuando me había encontrando con el fotógrafo de mala muerte había pagado por las fotos y mi impulsivo comportamiento me había llevado a contratarlo como mi fotógrafo personal, con la ayuda de el había logrado seguir a Isabella cada vez que salía y se encontraba con su perro como si no estuviera casada conmigo.

Los celos habían remitido ahora un sentido de venganza se había apoderado de mi

De repente ella me había dado una excusa más que verdadera para divorciarme sin que tuviera derecho a nada de mí. Por fin podía deshacerme de ella sin ningún tipo de sentimiento de culpa.

Conforme pasaban los días me aleje más de ella, si había podido prescindir de la obsesión de la muerte de mis padres bien podía prescindir de esa perra traidora con aire inocente que se acostaba con un piche camarero.

El fotógrafo decía que los veía muy juntos, que solo podía tomar las fotos que no levantaban sospechas, pero ellas eran lo suficiente como para contar la historia completa.

Esa misma semana llame a James y le conté todo lo que había pasado, el permaneció en silencio escuchando mi historia y la de esa mugrosa.

-¿está seguro de eso? – pregunto escéptico

- pero como me puedes preguntar si estoy seguro si semanalmente me llegan las fotografías que lo prueban todo, la gran zorra esta montantome cuernos con el camarero de la recepción…- casi grite por su insistencia en justificarla cuando no había justificación posible,

- bien podía preguntárselo….- volvió a decir James lentamente

- no me interesa preguntarle nada, se que lo va a negar, todas las mujeres son iguales y esa no iba a ser la excepción. – respondí yo completamente seguro de mis palabras.

Solo en mi interior podía sentir, demasiado profundamente cuanto me dolía llamarla de esa manera, había llegado a apreciar a esa muchachita e inclusive a darle un poco de mi confianza, pero no más era que me descuidara un poco para que se diera la vuelta con el perro. Bien, podía quedarse con él.

- necesito agilizar los trámites de divorcio, tengo entendido que solo debo firmar un papel en donde alego infidelidad, y podre rescatar todo lo que ella me hubiera podido quitar.

- insisto en que debería aclarar esto, podría equivocarse…

- no voy a aclarar nada, ella me está mintiendo y la voy a destruir como se lo merece. –Ese era mi concepto y nadie me iba a sacar de él. – no quiero que hables con ella o vuelvan a tener contacto, creo que te vuelves de maíz cuando estas con ella – le comente maliciosamente haciendo alusión a la protección que James siempre quería lanzar sobre ella.

Cuando corte la línea llame a la casa inmediatamente. Solo era cuestión de horas para que toda esta farsa terminara, días antes había advertido a Victoria que la señora pronto dejaría la casa, no recuerdo bien que le dije, pero me miro con determinación y decisión así que asumí que le había aclarado que, en lo que respectaba a Bella Swan todo iba a terminar muy pronto.

Abandone la oficina muy entrada la noche, James me había llamado y me había ducho que el documento estaba listo, tuvo la fineza de no decirme nada referente a la defensa de Bella pero no hacía falta.

Algo me decía que tal vez debería preguntarle a ella pero la ira me cegaba. Cuando llegue a la casa todo estaba en silencio. Como un autómata me dirigí a la habitación que compartía con la traidora esperando, que por alguna obra de magia ella no se encontrara ahí. Pero claro, ahí estaba, durmiendo, sin saber que su mundo, ese de fantasía en el que creía vivir estaba a punto de derrumbarse. Lo merecía, merecía todo y más por el hecho de engañarme, a mí nadie me engañaba y ella no iba a ser la primera.

Me quede mirándola como hacía demasiado tiempo no lo hacía, desde que recibí las fotografías por parte del fotografo Ben. Parecía estar incluso más delgada que antes y un poco enferma pero su piel a distancia seguía teniendo el maldito aspecto cremoso que me hacia recordar cuan suave era esa piel bajo mis dedos. Recordé que, tonto de mí, me había preocupado por que visitara un doctor ya que no se veía bien de salud, claro, estaba cansada de representar la farsa de esposa fiel.

Súbitamente el deseo comenzó a despertarse en mí y me sorprendió lo masoquista que podía llegar a ser, ¿como era posible que aun deseara a esta casquivana que me estaba montando el cuerno?'. Su piel me gritaba que la tocara, que la hiciera mía una vez más, que volviera a tocarla como hacía días no lo hacía, que admitiera que la había echado de menos a pesar de saber toda su porquería.

Ella aun era mía así que podía hacer uso de ella como quisiera, y ahora la necesitaba, necesitaba descargar mi ira con ella, no me importaba si volvía a repetirse el acto que llevamos a cabio la primera vez que la tome. No importuna si me volvía a un violador por que así le haría garbar en su cabecita que nadie, nadie se burlaba de mí.

Aun así dormida tome su rostro en mis manos y apreté con fuerza sus labios contra los míos, mis manos comenzaron a buscar su calor debajo del virginal camisón que portaba. Después de unos segundos la tenía bajo mi cuerpo satisfaciendo esa ansia que solo conocía con ella.

Cuando termine me di cuenta de que había cometido un error porque al volverla a poseer había vuelto a atarme a las necesidades de mi cuerpo, por ella, y para ella. Tampoco en esta ocasión me preocupe por protegerla de un posible embarazo, o de protegerme a mí de lo que sea que ese perro estuviera haciendo con ella.

Deje que se durmiera para apartarme asqueado de mi mismo. Pero no tenía necesidad, iba a cortar de raíz con esto y al tenerla una última vez estaba sellando mi destino con otras mujeres, no me iba a volver dependiente de Isabella Swan así muriera en el intento.

La deje y termine de pasar la noche en la habitación de huéspedes.

Cuando amaneció pedí a Victoria que, sin que Isabella se enterara, empacara todas sus cosas y las tuviera listas.

- vendrá por ellas alrededor del medio día. Quiero que las tengas listas y que ella no vuelva a pisar esta casa.

- si señor- dijo ella accediendo completamente.

Recordé súbitamente que la había ducho a victoria que Bella nos había engañado a todos y que se planeaba fugar con su amante. Ella se había horrorizado ya que suponía que ella era su amiga. Falsa maldita.

Me vestí y Salí sin tomar nada hacia la oficina, tenía una junta directiva y estaría libre a media mañana, lo suficientemente libre para despedirme de Isabella como ella mas se lo merecía, con las pruebas fehacientes de su traición.

Espere con ansia ese momento, el momento en que la junta llegara a su fin y pudiera acabar con tanta porquería.

Cuando Salí de la junta tome el teléfono celular y la llame al de ella, uno que había adquirido recientemente, tan sencillo como su dueña.

- ¿hola? - contesto ella algo agitada, me pregunte brevemente si se encontraba con ese mequetrefe.

- ¿donde estas? – le pregunte como un autómata sabiendo que no me respondería para nada.

- en el hospital….- dijo ella, aun a través del teléfono pude sentir que tragaba convulsamente - me pediste que viniera a chequearme – y me arrepentía totalmente, dado que ahora conocía el motivo de su lamentable estado físico.

- ¿yo hice eso?- respondí sarcásticamente comenzando a picarla desde ya.

- si, lo hiciste – dijo ella en un susurro, por un momento su voz perforo la armadura que está terminando de ponerme contra ella.

- bien, no recuerdo – bueno, ya era hora, debía acabar con esto de una vez. - necesito que vengas a mi oficina cuando salgas de ella.

-¿sucede algo malo? - "¿y aun te atreves a preguntar perra traidora?" quise decirle pero me contuve.

- no, en realidad es algo muy bueno…para mí – podre deshacerme de ti sin tener ningún tipo de remordimiento.

- Isabella Cullen – escuche que alguien la llamaba de fondo, al menos ahora no estaba mintiendo y no estaba con su `perro.

- debo irme Edward – dijo ella volviendo a hablarme

- Laurent pasara a recogerte en una hora. - informe antes de colgar completamente la línea, entre menos hablara con ella era mejor.

Avise a mi seria secretaria que Isabella vendría a visitarme, a ella también debí hablarle arisco de Isabella porque asintió con decisión y se dio la vuelta para esperarla.

Solo tuve que esperar media hora más, el tiempo indicado para que ella entrara por esa puerta con las mejillas levemente arreboladas y una expresión de felicidad tan bien representada que casi le creí, cualquiera pensaría que estaba feliz de verme, pero yo sabía que no era así.

- ¿como te fue? – le pregunte por inercia antes de iniciar con el repertorio que había estado imaginando en mi cabeza. Para lastimarla lo más posible.

-bien…- contesto ella con esa vocecita. – tengo algo…

- siéntate aquí – le dije antes de que empezara a decirme lo que los médicos le decían a todo el mundo, que estaba bien.

Ella se calló y siguió mi orden tan sumisamente como sabia hacerlo.

- no te imaginas…- comenzó a decirme pero ahora era mi turno de hablar, ahora era la hora en la que la destruiría, como ella lentamente había comenzado a destruirme con su maldita traición-

- lo que no imagino es que te hace pensar que me importa lo que te hala dicho el médico -

Su rostro se contrajo aunque no creía que ella fuera consciente de ese hecho, bien, el primer asalto había dado en el blanco.

- yo…- volví a atacarla antes de que me dijera algo mas –

- tú...exactamente tu vas a tener que decirme que demonios es esto – saque del cajón todas y cada una de las fotos con las que habia estado torturándome desde que las habia recibido. Se las lance a la cara esperando para ver que haría ella.

La mano le temblaba según pude ver, abrió lentamente el sobre y saco todas las fotos, por la expresión de su rostro no esperaba algo así, parecía consternada, pero no lo negaba inmediatamente, como si estuviera planeando que decir para engatusarme. Pero no esta vez.

- como…?- pregunto ella sin poder encontrar las palabras

- ¿como lo conseguí?, veras querida, resulta que conozco gente a la que le gusta descubrir a las lombrices tramposas y mira que nos hemos encontrado aquí, a las mas rastrera de todas.

Algo parecido a un gemido de dolor se escapo de la garganta de ella, pero su actuación no me iba a convencer.

- Edward…eso no es…- dijo ella comenzando a sollozar silenciosamente – esto no es….

- no es…me parece más bien que es…es todo lo que necesitaba para desenmascarme de verdad y a ti de paso.

- ¿de qué estás hablando? – pregunto ella

- no quiero volver a verte – le dije de la manera más educada que podía imaginar para decirle lo que realmente quería hacer con ella-

-no…no entiendo – dijo ella, finalmente puedo mirarme a la cara y el dolor en sus facciones me removió un poco, pero debía permanecer firme en mi decisión, todas las mujeres usaban el arma del llano, ella no sería la excepción pero si seria quien perdiera, así su representación fuera mucho más creíble que otras que había oído.

- ¿no entiendes? que bien, me dejaras explicártelo, de repente me encuentro muy cansado de ti como muy bien lo supusiste ese día que me acosté contigo. Estoy aburrido y quiero acabar de una vez con todo, y que crees, me has dado una perfecta razón para hacerme entender que también te aburrías conmigo, así que te estoy abriendo las puertas.

- no es lo que crees – volvió a decir ella pero conocía esas excusas.

- creo que te voy a confesar una cosa – dije respirando hondo. – ¿sabes porque me case contigo? – ella negó con la cabeza a pesar de que una vez le mentí diciéndole que me quería casar con ella porque la queria ansiosamente.

- hace 19 años nació en el Hospital Estatal una niñita sin padres ni nada por el estilo, vivió hasta los dos meses en ese hospital ¿y que crees?, un medico cualquiera, que resulta ser mi padre, se encuentra conmovido por su falsa carita de ángel, y le asigna dinero a esa chiquilla incluyendo unas miserables acciones de ese mismo hospital, del que era dueño, acciones que al pasar el tiempo se vuelven dinero en efectivo, mucho dinero. La chiquilla desaparece, para después aparecer a los trece años en un orfanato. Desparecer y vuelve a aparecer cuando tiene 18 años y me entero de que mi padre heredo a la zarrapastrosa con dinero que es mío.

Ella me escuchaba en silencio.

- me encuentro con que si quiero acceder al dinero que por ley me pertenece tengo que encontrar a esa niña y hacer que se case conmigo…hacer que firme unos papeles en donde me cede, como esposo, todo el dinero que mi padre le heredo y del que no sabía nada – había parado de llorar, pero me miraba tan fijamente que me hizo sentir ligeramente incomodo - no habiendo otra opción decido traerme conmigo a la zarrapastrosa a vivir a mi casa a hacerla mi esposa durante el tiempo en que las implicaciones legales así lo estipulan, ahora cuando se cumplen tres meses de casados el documento es válido, yo y tengo todo su dinero y ella quiere irse a pasear a un perro. ¿Es una linda historia verdad? – pregunte sarcástico sacando de el cajón de mi escritorio los papeles de nuestro matrimonio que ella había firmado.

- tu…no estás hablando en serio – decía ella aunque a todas luces podía verse que me creía cada palabra que decía.

- en realidad esto es aburrido para mí. No soporto la idea de estar contigo un día más. Ni andarte repitiendo lo que pareces haber asimilado con la suficiente rapidez.

-pero…- repuso ella, pero estaba cansado, quería dejar de verla y que siguiera haciendo añicos mi armadura.

- entiende una cosa, me aburres, no quiero estar cerca de ti un segundo mas, ya tengo lo que quería de ti, el maldito dinero que mi padre te heredo, ya no me sirves para nada. Te quiero fuera de mi casa, de mi vida y de este despacho en este momento. – finalice con toda la farsa, con el llanto y con todo lo que tenía que ver con ella- Victoria se encargara de entregarte tus cosas cuando salgas de la casa, después de ese momento, lo que pase contigo, no es de mi incumbencia.

Durante largos minutos se quedo mirándome en silencio, tal vez estaba en shock y no tenia por que importarme la palidez casi mortal que se había apoderado de su piel translucida.

- sal de aquí en este momento o me veré obligado a llamar a seguridad- le espete duramente, tal vez mas de lo que ella parecía soportar pero era tarde para regresar.

- eso…no será necesario…- aferraba su bolsa como su contuviera algo valioso en ella, pero nada de ella debía importarme ya.

Finalmente tenía lo que quería, pensaba mientras la veía ponerse de pie precariamente y caminar hacia la puerta. Lo curioso es que no me sentía victorioso en absoluto y para mi mayor desgracia no pude sacarla de mis pensamientos desde ese momento en adelante...

"¿Porque me mataste?" Me susurro una voz en la cabeza en el mismo momento en que una sensación de frio me recorrió el cuerpo y algo parecido a un presentimiento comenzó a atenazar mi pecho junto con los pensamientos sobre ella.