Dark Chat

viernes, 3 de junio de 2011

Corazón de Hierro

Cap.13. Luz, Edward POV

Salí de las rejas y la oscura noche fue lo único que me acompaño, en este momento dejaba atrás mi vida y todo lo que me ataba a ella, caminaba hacia un futuro incierto a uno en el que tenía que sanar mis heridas, curar mi cuerpo y mi alma además de buscar la razón por la cual seguir viviendo, un futuro que solo tenía soledad por delante y de lo único que estaba segura era que Edward no estaría incluido en ninguna parte de él, era mi nueva y triste realidad…

Edward POV:

3 meses Atrás…

Luz

Necesidad

Sentimientos

Amor

Corazón

Cinco palabras que no existían en mi vocabulario…

― ¡Ah! ¡Edward! ¡Ah!—

― ¡Ah!— gemí para corresponder pero no sentía la misma excitación

― ¡Mon Dieu! ¡Ah!— acelere el ritmo y lleve a la mujer que tenia debajo de mi cuerpo a un intenso orgasmo, el cual yo no compartí.

Me levante de su cuerpo, ella estaba recostada en la cama, enterrada en una maraña de cabello. Ambos teníamos la respiración totalmente agitada por la intensa actividad pero los dos habíamos experimentado situaciones completamente diferentes, la verdad era que poco había disfrutado del sexo con esta mujer.

― ¿Avez-Vous Aller?— pregunto con genuina inocencia y en un perfecto francés, me levante de la cama sin dirigirle alguna mirada y me metí en el baño, ella soltó un bufido a mi espalda y creo que unas cuantas maldiciones, entre en la blanca habitación y cerré la puerta pasando el pestillo.

― ¿Qué demonios me pasa?— susurre ante el espejo, mire mi rostro y tenía la misma cara de siempre, el mismo cuerpo, cada parte era la misma pero las sensaciones ya no se sentían como antes, nada era igual, desde un tiempo a esta parte el sexo era solo una rutina mas en vida.

Abrí el grifo y moje mi rostro, suspire pesadamente. La vida era siempre la misma, una maldita rutina, el trabajo, mi casa, la fortuna, mi familia… todo, siempre igual. Tengo treinta y dos años y a pesar de tener el mundo a mi pies siento que no he hecho nada con mi vida, desde el exterior sentí un portazo, genial pensé solo para mí la mujer con la que me había acostado debe haber abandonado la habitación, en solo unos minutos más ni siquiera recordare su rostro. Las luces del baño eran tan intensas que por un momento nublaron mi vista y me permitieron pensar, ¿Quién demonios era yo?, una persona sin nada en la vida más que una enorme fortuna y una empresa famosa, en una parte recóndita de mi cabeza me sentía perdido, no entendía la razón pero la vida no era como yo la quería o como alguna vez la pensé.

El teléfono de la habitación comenzó a sonar, cerré mis ojos e intente alejar el sonido, estaba tan inmerso en mis pensamientos que no quería que nadie turbara mi mente, abrí la llave del Jacuzzi y espere a que se llenara cuando ya todo estuvo listo me metí y deje envolver por el calor del agua que me abrazaba. Nuevamente los pensamientos comenzaron a aparecer delante de mí, ¿porque ya nada era igual?, las imágenes y los vago sentimientos que aparecieron en mi mientras estaba en aquella cama no eran ni la mitad de los que alguna vez tuve en un acto parecido, las mujeres con las que me acostaba ya ni siquiera podía saciar mis instintos, tenía a las prostitutas y mujeres de mundo más famosas de la tierra, he gastado millones en intentar conseguir un poco de placer pero parece que la vida no quiere que vuelva a sentir algo por una mujer ¿a caso era un impotente?, no lo sabía pero ya ni siquiera podía llegar al clímax, nadie me hacía perder la cabeza, ninguna mujer lograba hacer sentir algo en este frio y desolado corazón.

¿Corazón?... pensé nuevamente, ¿a caso tenía un corazón? No, esa palabra había dejado de estar en mi vocabulario hace mucho, yo era un hombre que se alimentaba de trabajo y de esfuerzo, era de lo que me podía enorgullecer. Mi vida entera la dedique a sacar adelante la empresa de la familia y dio un resultado estupendo, Cullen Enterprise era una de las multinacionales más poderosas del mundo, cada esfuerzo había valido la pena, había abandonado mis sueños de juventud pero había sido por un bien mayor. El teléfono de la habitación nuevamente comenzó a sonar, con pereza salí del Jacuzzi y me pase una toalla por la cadera. Volví a la habitación y parecía como sin un huracán hubiera pasado por allí, la cama estaba completamente desecha y mis ropas tiradas por todas partes, camine por encima de todo y tome el teléfono.

― Cullen— conteste mientras me acercaba a la ventana

― Edward soy Alice— la voz de mi hermana pequeña me hizo cambiar mi rostro, una pequeña sonrisa se apareció en mi cara, mi hermana, mi madre y mi sobrino eran las únicas alegrías de mi vida

― Hola pequeña ¿Cómo estás?

― Bien ¿y tú?

― Bien gracias

― ¿estás ocupado?

― Nunca para ti

― Gracias cariño, quería preguntarte a qué hora llegaras mañana, recuerda que realizaremos el bautizo de Níkolas en los jardines de la casa de Londres.

― Lo sé, no te preocupes, como te dije ayer ahora estoy en Paris pero mañana temprano parto a Londres, llegare a tiempo

― Qué bien, no quiero que te pierdas nada, Níkolas estará feliz de verte.

― Alice, por favor, el chico no tiene más de dos meses

― ¡Edward!— me reprendió— los niños saben muy bien quiénes son sus familiares, la sangre tira ¿sabes?, te aseguro que Níkolas sabe perfectamente quien eres.

― Bien madre, te creo— le dije en tono de burla, mi hermana se carcajeo.

― Ya Sr. Cullen nos veremos mañana, no llegues tarde o si no te mato ¿me oíste?

― Si sargento, no se preocupe, nos vemos pequeña, Adiós

― Adiós— se despidió y corto.

Mi familia, mi madre, hermana y sobrino, ¿mi padre? Podría considerarlo como un pariente lejano. Mañana vería a toda la crema y nata de la sociedad londinense que casualmente era casi toda mi familia, mis primas, primos y algunos amigos de mi familia, quien quiera que fuera alguien en la sociedad inglesa estuviera mañana en el bautizo de mi sobrino. Mire hacia a atrás y decidí hacer algo para alejar las malas ideas de mi cabeza, pensar en mi padre o en mi familia era como poner acido en mis manos, quemaba hasta lo más profundo de mi ser. Recogí las ropas y puse en orden la habitación, cuando ya todo estuvo listo me recosté en mi cama y deje que el sueño me venciera por fin, mañana seria un nuevo día, lleno de esta rutina de mierda.

― ¡Edward!— grito la inconfundible voz de mi hermana, camine por los hermosos jardines de mi casa en Londres, Alice venia caminando presurosa hacia donde estaba yo, se arrojo en mis brazos con la más dulce y tierna de las sonrisas.

― Hola Pequeña ¿Cómo estás?

― Ahora bien, pensé que no vendrías a tiempo

― Claro que lo haría— atrás se paró el chofer de mi auto, traía en sus manos el enorme presente que había comprado para mi sobrino— ¿Dónde puedo poner eso?— le pregunte con una media sonrisa.

― Allá, la mesa de los regalos está un poco copada— el hombre asintió y se dirigió hacia donde Alice había señalado, ella se paró a mi lado y me tomo del brazo— vamos caballero la familia nos espera— sonrió y me jalo hacia el jardín central en donde estaban todos.

Cuando entramos en la enorme carpa que estaba instalada en el medio del lugar todas las miradas se dirigieron hacia nosotros, como siempre alce mi cabeza y no mire a nadie más que a la mujer que se venía acercando hacia nosotros, tan hermosa y dulce, mi madre.

― ¡hijo!— me saludo alegre, tomo mi rostro y beso ambas mejillas

― Hola mama ¿Cómo estás?

― Ahora muy bien, hace bastante que no venias a visitarnos querido, te he extrañado mucho— sonreí, mi madre siempre tan maternal y cariñosa, ella era la figura de amor más pura que tenía en mi vida, la única.

― El trabajo— respondí casi sin expresión, solo le di una pequeña sonrisa, los verdaderos motivos siempre estaban alejados de aquella conversación.

― Vamos a saludar querido, hay muchos que desean verte— asentí sin ganas, aquí comenzaba el desfile interminable de personas a las cuales no conocía o no tenía ninguna gana de ver. Un rato más tarde mi madre parecía muy interesada en presentarme a un primer ministro.

― Edward cariño quiero que conozcas al primer ministro de Suiza, el señor Clarence Chadwick— el hombre que estaba en frente mío me resultaba muy conocido, de alguna revista o en algún evento social tengo que haberlo visto

― Mucho gusto Edward— me saludo el hombre extendiéndome su mano.

― Es un placer señor, Edward Cullen— salude con cortesía, estrechamos nuestras manos y nos separamos.

― Y ella es su hija, Sussan Chadwick— apunto mi madre a una chiquilla, era rubia de ojos azules, la mire detenidamente pero no percibí nada en ella, ni siquiera el azul intenso de sus ojos despertaba algo.

― Hola, Edward Cullen— tome su mano y la bese, cuando subí mis ojos hacia su espalda vi entrar a la única persona que quería ver en un momento así.

― Sususan Chadwick, es un placer conocerte— saludo con un tono meloso, mis oídos escuchaban sus palabras pero nada pasaba hacia mi mente, la figura esbelta que estaba a sus espaldas acaparaba toda mi atención

― Para mí también— respondí con mi intención en otra parte— si me disculpan…— pedí los permisos correspondientes, sentí miradas en mi espalda pero no me preocupe por nadie más.

― ¿no vas a saludarme?— salude a la mujer que tenía en frente, dio un respingo y se giro con evidente sorpresa, sus ojos se abrieron de par en par al reconocerme.

― ¡Edward Cullen!— grito haciendo que varias personas se giraran a mirarnos— ¡demonios primo sí que me asustaste!— sus brazos me rodearon de inmediato al igual que los míos hacia ella.

― Tanya que gusto verte no sabes cuánto te he extrañado— le comente solo para nosotros, ella era mi prima, mi confidente y mi amiga de juventud habíamos hecho las más grandes locuras y aun seguíamos tan unidos.

― ¡claro! Si hace como un año que no pisas Inglaterra y vez que voy a Chicago estas ocupado— se separo de mi y frunció su ceño

― Lamento que esa vez no hayamos podido hablar— me disculpe, hace un mes había ido a mi casa y yo estaba tan atareado que siquiera había podido tomarme un café con ella.

― No importa, espero que para mi boda estés libre—

― Claro que sí, ya reserve ese fin de semana solo para ti— le sonreí

― Mas te vale, no te perdonare si no vienes

― No te preocupes, te aseguro que estaré aquí.

― Demonios— dijo Tanya mirando sobre mi espalda— ya viene ese infeliz— mire hacia atrás y Aro Vulturi venia entrando a la carpa, el protegido de mi padre— pedazo de mierda— Tanya rechino los dientes— ¡no sé porque demonios Carlisle lo prefiere a él antes que…— gire mi rostro con enojo— lo siento cariño— su mano paso por mi brazo

― No hay nada que sentir Tanya, mi padre tiene al hijo que siempre quiso.

― Nada de eso, ese maldito aparecido no es nadie, tu eres el que lleva su sangre.

― Lamentablemente— comente con la mirada perdida en la gente— bueno pero ya no es momento de hablar de eso ¿viniste sola?

― Si, Mathew está de viaje, vuelve en una semana.

― Qué bueno, ¿me acompañas?— ofrecí mi brazo— iré a ver a Níkolas, llegue hace más de dos horas y aun no lo veo.

― ¡vamos!— me tomo el brazo entusiasta.

Ver a mi primer sobrino era algo que no cambiaba por nada, era un pequeño de casi dos meses, tenia los cabellos rubios y los ojos mas azules que he visto, era el retrato de su padre, Jasper. Níkolas cuando me vio abrió sus ojos y me dio la más dulce sonrisa, mi estomago se apretó con una alegría que solo experimentaba con él, lo tome en mis brazos y acune contra mi pecho. Pase toda la tarde jugando con él, lamentablemente estar así con mi sobrino traía las mismas preguntas de siempre, ¿Edward cuando te casaras?, ¿no crees que es tiempo de pensar en hijos?, ¿tienes novia?... ¡cómo demonios tendré hijos si ni siquiera podía disfrutar un orgasmo!, la rabia comenzaba a aparecer lentamente al escuchar aquellas insinuaciones pero tenía que controlarme, solo respondía con una media sonrisa y nuevamente ponía mi atención en los intentos que hacia Niko por agarrar uno de mis dedos. La voz de mi madre me saco de la burbuja en la que estaba inmerso.

― Edward— llamo mi atención— tu padre quiere verte, te espera en la biblioteca— mi cuerpo se tenso de inmediato, tome al pequeño en mis brazos y lo puse en manos de su padre quien me dio una sonrisa de compasión, todos sabían perfectamente a que iba, pase por el lado de mi madre y ella tomo mi hombro, la tranquilice con la mirada e intente hacerlo yo con la suya.

Camine hacia la enorme casa, esa había sido construida hace muchos años atrás, yo nací aquí en Londres, cuando tenía meses de vida mis padres fueron a probar suerte a Estados unidos, Alice nació allí, mi padre con esfuerzo comenzó la empresa familiar, con el tiempo fuimos ascendiendo y ganando cada vez mas hasta que Cullen Enterprise se volvió una empresa millonaria, cuando mis padres vieron que ya todo estaba bien me cedieron el mando y se regresaron a Inglaterra junto con Alice, aquí mi padre abrió una oficina y de ahí no paramos mas, la empresa se expandió en muchos países convirtiéndose en una de las más poderosas del mundo. Al momento de estar frente a las enormes puertas mi cuerpo aun seguía tenso, la sola idea de tener que hablar con mi padre me asqueaba, respire onda y entre en la habitación. Entre y con enojo vi la figura de mi padre sentado atrás del enorme escritorio junto a él, su protegido y mano derecha, Aro.

― ¿no te enseñado modales hijo?— pregunto serio y evaluándome con la mirada.

― No necesito modales para lo que hemos venido, Aro ¿Cómo estás?

― Muy bien Edward— contesto con burla.

― Quiero un informe completo de lo que pasa en Estados unidos

― ¿informe?— pregunte con una sonrisa— padre, te enviamos informes y balances casi una vez por semana

― ¡Te estoy pidiendo informes carajo!— grito golpeando la mesa y parándose, Aro dio un respingo, cambie mi peso hacia la otra pierna y espere— ¡ni siquiera para eso me sirves, maldito crio!— sus palabras me hicieron enfadar, ¿el dolor de escuchar eso?, hace muchos años que había dejado de doler.

― ¡para qué demonios quieres balances si la empresa está bien! Tus malditos millones se siguen engordando en tu cuenta, Carlisle.

― ¡no me trates como si fuera uno de tus malditos amigos!, demonios lo único que consigo es disgustos contigo, no haces nada bien, ¡eres mi vergüenza! ¡no sé cómo demonios eres hijo mío!— estrecho sus ojos y rezongó— no sabes cuánto me arrepiento de haberte engendrado, hasta la chiquilla de tu hermana lo haría mejor que tu.

Apreté mis puños y reprimí las ganas de mandarlo a la mierda, esto siempre era igual, vez que tenia a mi padre en frente las conversaciones eran de este tópico, mire hacia donde estaba su protegido y este nos miraba con las más grande de sus sonrisas, el muy maldito disfrutaba cuando nosotros discutíamos. Mi cuerpo comenzó a temblar de la ira, mi padre ese que alguna vez había imitado, ese que era mi modelo a seguir, ahora no era nada más que un maldito viejo que ni siquiera sabía lo que hacía, nunca le he dicho pero gracias a mi es que la empresa está en el puesto que tiene, fue mi esfuerzo el que nos posiciono como los mejores pero en eso jamás me daría la razón.

― He pensado en cambiarte— me dijo— creo que no eres apto para la presidencia de Cullen Enterprise

― ¡estas completamente loco!— le dije con sarcasmo— de verdad papa ahora sí que creo que los años se te vinieron encima

― ¡no me faltes el respeto! Maldito crio

― ¡y tú no me lo faltes a mí! ¿Quién demonios piensas que eres? ¿Dios?

― Recuerda muy bien que estas en mi empresa

― Y tú también recuérdalo, porque tienes que tener presente que esa fortuna es tanto tuya como mía.

― ¡maldito hijo de…!

― ¡ya basta Carlisle!— irrumpió la voz de mi madre en la sala, todos nos giramos hacia la puerta, ella estaba parada junto con Alice, ambas tenían el dolor reflejado en su rostro— no puedo creer que aun sigas tratándolo así ¡es tu hijo!

― ¡entonces que lo demuestre!— grito el hombre que tenia frente a mí, nos miramos llenos de odio, mi padre era mi peor desgracia.

― ¡déjalo en paz!— pidió mi madre

― No te entrometas Esme, es un asunto entre él y yo, ahora lárgate de aquí, espero que no nos lleves a la ruina querido hijo— se sentó nuevamente, mire por última vez su duro rostro y desee no verlo más, una puntada atravesó mi cabeza y me hizo gemir de dolor, mi mano se fue a mi frente pero reprimí cualquier reacción visible. Intente componerme y Salí de la biblioteca seguido por mi madre y hermana.

― Edward hijo, perdónalo, sabes que el…—

― Si madre no te preocupes lo sé, iré al baño vuelvo enseguida.

Las deje atrás y me encamine rápidamente hacia el baño, el dolor que sentía en mi cabeza parecía partirme todo el cuerpo, cerré la puerta y me desmorone atrás de ella, agarre mi cabeza y la apreté intentando suavizar el dolor pero no conseguí nada, estuve encerrado mucho tiempo, cuando el dolor ya casi pasaba era de noche y todos los invitados se estaban retirando. Me despedí de mi madre, Alice y Tanya prometiéndolas visitarlas lo más pronto posible pero todos sabíamos que eso no pasaría de ser una simple promesa esperaba no pisar en unos buenos meses el mismo suelo que mi padre. Me fui al hotel, tenía una suite reservada siempre que venía, jamás me quedaba en mi casa por más invitaciones que mi madre me hiciera, estar bajo el mismo techo que mi padre significaba más de lo que podía soportar, llegue rápidamente a la habitación y me extendí en la cama. El maldito dolor volvió con más fuerza unos minutos más tarde, las imágenes de la discusión con mi padre me atormentaban a cada segundo, la cabeza me explotaría en cualquier momento, no sé en qué minuto pero el sueño me noqueo dejándome sin dolor por algunas horas.

A la mañana siguiente desperté nuevamente con ese intenso malestar, sentía el dolor casi al límite de la tolerancia, fue tanta la desesperación que tome mi celular y marque con gran dificultad el numero de la única persona que podría ayudarme.

― McCarthy— respondió la voz de Emmett

― Emmett, soy Edward— hable con las voz torcida por el dolor.

― ¿Edward? ¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa voz?

― Tengo un dolor de cabeza terrible, sabes que siento que la cabeza se me va a partir.

― ¿resaca?— bromeo

― No, ayer estuve en el bautizo de Níkolas, mi sobrino y no bebí nada, no sé porque demonios estoy así— agarre el puente de mi nariz y fruncí el ceño, una nueva puntada de dolor atravesaba mi cabeza.

― ¿Cuándo llegas a Chicago?

― Hoy mismo, mañana tengo trabajo

― ¿un domingo?— pregunto con fingida sorpresa— es por eso que estas así, lo que tienes es Stress, cuando llegues pásate por mi consultorio, te estaré esperando.

― Bien, nos vemos

― Adiós

― Adiós— colgué.

Tire el teléfono encima de la enorme cama y me senté, el dolor era casi insoportable, mi vuelo salía en solo unas cuantas horas. Tome con gran esfuerzo y llame al aeropuerto para confirmar la salida con mi piloto. El reloj marcaba las nueve de la mañana y mi Jet salía al medio día, llame al servicio de habitación para que las mucamas ordenaran mi equipaje. Casi a las once de la mañana salí hacia el aeropuerto, el dolor seguía ahí mismo, estaba haciendo un gran esfuerzo por no caer desmoronado en cualquier parte, yo era fuerte, Edward Cullen no se caía ante nada ni ante nadie.

Llegue al aeropuerto e inmediatamente me fui hasta la sala de embarque atravesé con rapidez todas las puertas, la policía internacional y me dirigí a la parte de vuelos privados. Pase como alma que lleva el diablo por el lado de unas azafatas, salude a Patrick mi piloto de confianza y me encamine hacia el Jet. Cuando ya estaba a bordo y listo para partir el peor de los dolores me atravesó, nublo mis sentidos y me hizo desvanecerme cerca de un sillón, Todo se volvió oscuro.

― ¡Sr. Cullen!— el grito alarmado de una de las azafatas me hizo reaccionar, sin darme cuenta estaba tirado en el suelo y dos personas intentaban auxiliarme

― ¡llama rápido al médico!— grito la voz de un hombre, debe ser el asistente de vuelo.

― Llamen… a Emmett, mi médico— intente articular

― Tranquilo señor Cullen, estamos casi llegando a Chicago— ¿llegando? Pero si hace nada estábamos aun en Londres. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?, mi mano se fue a mi cabeza, aun seguía en el piso pero intente levantarme sin éxito

― Maldita sea— dije golpeando el suelo— ¿Qué demonios me paso?

― Se desvaneció señor, cuando ya habíamos iniciado el vuelo hacia Chicago lo vinimos a ver y usted no reacciono, llamamos al doctor y él lo estará esperando en el aeropuerto para trasladarlo a un hospital.

― Demonios— gemí con molestia

― Tranquilo señor, lo ayudare a subir al sillón—

El hombre me tomo de los brazos y me ayudo a levantarme, solté mi corbata y el cuello de mi camisa parecía estar ahogándome, respire profundamente y reprimí el grito de dolor que amenazaba por salir, tenía una crisis de los mil demonios jamás me había dolido de esta manera la cabeza. Los minutos se hicieron eternos, cuando estaba cayendo nuevamente en un estado de inconsciencia sentí unas manos sobre mi rostro.

― ¡Edward! ¡Edward! amigo— me llamo una voz, intente abrir mis ojos pero el dolor me lo impedía— Edward soy Emmett, tranquilo amigo te llevaremos a un hospital.

Asentí levemente y sentí como muchas manos me tomaban en el aire y me depositaban en una superficie dura. No fui consiente hasta que muchas horas habían pasado y estaba en un lugar totalmente diferente.

― Sr. Cullen— una voz familiar me hizo despertar, parpadee unas cuantas veces para acostumbrarme a la luz y el blanco de la habitación, mire a mi alrededor y me encontré con un rostro familiar, William Lickwood mi mayordomo estaba a mi lado.

― ¿Will? ¿Qué demonios paso?— intente enderezarme pero el esfuerzo agrego un dolor horrible a mi cabeza.

― No intente moverse Sr. esta en un hospital, fue trasladado aquí por ordenes del doctor McCarthy, perdió la conciencia en el medio del viaje.

― Si… ya lo recuerdo— suprimí los múltiples recuerdos dolorosos que quería dejar atrás.

― Sr. ¿quiere que llame a sus padres?— pregunto el mayordomo con voz suave

― Claro que no Will, no llames a nadie, si me muero entiérrame en el patio de la casa y no le avises a nadie— bromee con él, cerré mis ojos y me permití descansar, hace mucho tiempo que no estaba bajo la presión de alguien más, por primera vez podía estar sin preocuparme por nada más que por mi salud.

― Hola Edward— me saludo la voz ansiosa de Emmett

― Hola— respondí pausadamente

― Buen susto que nos diste Sr. Cullen

― ¿Qué demonios tengo Emmett? Sin rodeos— le exigí con voz dura y demandante

― Nada— me respondió con suficiencia

― ¿nada? ¡y este maldito dolor! ¿Qué demonios es?

― No lo sabemos, de eso mismo tengo que hablarte. Si estas crisis continúan tendremos que someterte a muchos estudios aquí se te hicieron los básicos y todos arrojaron resultados normales, por lo tanto estas sano pero lo que tienes tal vez puede ser algo más complejo que no sea detectado con exámenes comunes

― ¿un tumor? ¿cáncer?— pregunte entrecerrando mis ojos, Emmett solo negó.

― No lo sé, no podría decirte nada hasta tener los exámenes, por ahora te recetare unos calmantes para que puedas dormir bien y con eso estaríamos listos, firmare tu alta y podrás marcharte a casa

― ¿Cuántas horas estuve inconsciente?

― ¿horas?— pregunto Emmett con una sonrisa— Edward llevas cuatro días inconsciente.

― ¡¿CUATRO DIAS?... mierda— termine en un susurro— ¿crees que esto pase nuevamente?

― No lo sé pero si pasa más vale estar preparados por ahora mis únicas restricciones son que no salgas de casa, tendrás que permanecer por unos buenos días descansando

― ¿descansando?, vamos Emmett tu sabes perfectamente que no puedo descansar

― Y tú también sabes que tu salud esta primero

― Lo siento pero ahora no tengo tiempo para esto, Will tráeme mis ropas y dile al Chofer que venga por nosotros— no podía esperar más, había estado cuatro días inconsciente ¡quizás que cosas habían pasado en la empresa en estos días!, una preocupación que me consumió se apodero de mi, tenía que ir rápidamente a mi oficina a ver que todo estuviera bien.

― Si Señor— mi mayordomo asintió y se fue a hacer mis encargos.

― Edward no te daré de alta si te pones a llevar el mismo trabajo de siempre

― ¡al demonio Emmett!— le grite— yo no tengo tiempo que perder con niñerías como esta, de seguro solo fue una crisis pasajera— suprimí la mueca de dolor al sentir un nuevo dolor, este maldito no me vencería a Edward Cullen nadie lo derrotaba— ahora dame la maldita alta y déjame salir de aquí

― Te la daré bajo tu responsabilidad pero estaré lleno a vi…

― ¡DAME LA MALDITA ALTA!— le exigí con un grito, Emmett asintió y se fue a buscar los papeles.

Había sido grosero y lo sabia pero tenía un peso enorme en mi espalda, si mi padre mandaba a Aro a dirigir la compañía estaba seguro de que la empresa se vendría a pique nuevamente, a Aro lo que le importaba era engordar sus malditos bolsillos, le daba lo mismo el patrimonio de mi familia. Me vestí con la ropa que me paso Will y firme un papel para liberar al hospital de compromisos si me ocurría a algo, cuando Emmett me entrego el papel le di las gracias y me marche.

― Sr. Cullen ¿A dónde irá?— me pregunto Will intentando seguirme, estaba atravesando el piso en el que estaba a zancadas

― A la oficina ¿A dónde más? ¿Quién se hizo cargo de todo mientras yo no estaba?— pregunte con furia en mis palabras pero no por la persona que tenia al frente si no por mismo, por ser tan débil.

― Frederick Roche— el vicepresidente de la compañía por lo menos sabía que no había quedado a merced de Aro.

― Iré a la casa a cambiarme y me partiré de inmediato para allá.

― Bien señor— me dijo mientras subíamos al ascensor.

Esa semana fue un completo caos, había muchas irregularidades, la bolsa de comercio se había caído enviando nuestras acciones al suelo, tuve que idear un plan para volver a donde estábamos. Los directivos de la compañía estaban como locos prácticamente creyendo que nos iríamos a quiebra, mis dolores de cabeza siguieron en aumento de sentirlos en algunas veces del día pasaron a ser una constante en ellos, las puntadas y los mareos eran cosas de todo el tiempo, intente no ceder al dolor mientras Emmett me rondaba ya que no podía permitirme faltar al trabajo, como siempre en todas las crisis recibí la agradable llamada de mi padre directamente desde Londres.

― ¿me puedes explicar qué demonios estás haciendo?— me pregunto con desprecio

― ¿A qué te refieres?— respondí con una pregunta.

― ¡la empresa está casi en la quiebra!— me grito

― ¿Qué sabes tu papa? ¡no saques conclusiones antes de tiempo!

― Maldita sea, eres un condenado chiquillo que no sabe ni dirigir esta empresa ¡nos llevaras a la quiebra!

― Deja de insultarme— le pedí conteniendo la sarta de atrocidades que tenia para decirle— no necesito tus recriminaciones

― Mira niño te recuerdo que el dinero que diriges es mío y no te permito que juegues con las finanzas de mi familia

― También son mis finanzas y mi familia— mi padre soltó una risita de burla ante mis palabras

― ¡por Dios! Si tú ni siquiera puedes tener tu propia familia, casi tienes cuarenta años y aun no encuentras a una maldita mujer que te aguante.

― Ese no es tu problema

― Claro que lo es, soy yo el que tengo que parar todos los rumores de que eres homosexual y cuanta cosa se le ocurre a la gente— respire profundamente e intente comportarme pero mi padre me sacaba de mis casillas con una facilidad increíble

― Tengo que cortar, no tengo tiempo para esto, adiós— ni siquiera espere su respuesta y le colgué. El dolor comenzó a palpitar en mi cabeza, nuevamente.

Las dos semanas siguientes fueron las más caóticas, estaba bajo un estrés pesado, tuve que viajar a Canadá, Brasil y Rusia a cerrar unos tratos, cuando volví lo único que me esperaba aquí era mi dolor de cabeza, era día viernes, decidí hacer una llamada que hacia prácticamente todos los días.

― Sara— llame a mi secretaria por el comunicador— comunícame con el Sr. Jacob Black

― Si Señor Cullen— levante el teléfono y el tono comenzó a sonar.

― Black— respondió la voz grave del hombre

― Jacob habla Edward, necesito tus servicios— una sonrisa se escucho del otro lado

― Perfecto Sr. Cullen, ¿características?— pregunto

― Rubia, ojos azules y abundantes atributos— conteste con mis ojos perdidos en las luces de la ventana. Las incandescentes luces de la ciudad me produjeron una puntada que atravesó por mis ojos, hasta eso me molestaba.

― Perfecto, ¿a domicilio?— pregunto

― Si

― En una media hora estará allá.

― Bien, adiós— colgué.

Tome mis cosas y me fui de la oficina, pase por todo el piso a oscuras, era muy tarde casi las nueve de la noche y ya nadie estaba conmigo a esa hora, baje hacia los estacionamientos y mi chofer como siempre me estaba esperando.

― Sr. Cullen, buenas noches—

― James— asentí y me subí de inmediato al auto— a casa— le indique y el hombre cerró la puerta del auto

Escondí la vista de la ventana, las luces de los autos hacían que mi cabeza comenzara a palpitar, nuevamente caía en la rutina diaria. Cuando llegara a casa, en mi habitación y sobre el edredón de mi cama estaría esperando una preciosa mujer, de cabello tan rubios como el sol y de ojos mas azules que el mar. Mi cuerpo se imagino a la fémina que me consentiría esta noche y no reacciono, apreté el asiento de cuero con mis dedos, siempre había sido un hombre que disfrutaba de la belleza femenina y jamás me había visto enfrentado a esta situación, sin duda no sentir el mismo deseo por las mujeres que antes era una preocupación más para mi espalda, no encontraba a esa que hiciera deportar al animal dormido que habitaba dentro de mí. James se estaciono afuera de la casa y abrió la puerta del auto.

― Que pase buenas noches Sr. Cullen— me deseo con una reverencia, respondí a su despedida y entre a la estancia de la casa

― Buenas noches señor— saludo Margarite con una reverencia

― Buenas Noches Sr. Cullen— la voz de Will irrumpió en la sala.

― ¿ha llegado mi visita?

― Claro señor lo está esperando

― Bien, que nadie me moleste— pedí y comencé a subir las escalas

― Sr. ¿acaso no cenara?

― No— respondí girándome a ver al mayordomo

― Pero si no ha comido nada señor, aliméntese por favor. Hoy el Chef ha preparado una delicia.

― No quiero comer Will

― A penas a probado bocado en el día Señor…— intento nuevamente persuadirme, fruncí el ceño y el entendió el mensaje— como usted diga señor— asintió y se retiro.

Subí por los alfombrados escalones de mi casa, a veces estos espacios tan grandes me parecían enormemente solitarios, la casa a pesar de tener calefacción y chimeneas por doquier se sentía siempre fría y desolada, añoraba vivir en la pequeña casa que teníamos cuando mis padres llegaron a vivir aquí, a veces pensaba en cambiar todo por irme a vivir allá, siempre habían sido tiempos muy felices. Entre en la habitación y una hermosa piel cubierta solo por un brasier y un liguero fue lo que me recibió.

― Pensé que jamás me pedirías— me dijo la mujer con una suave y sexy voz— te extrañaba Edward

Se acerco a mí y como siempre no le di tiempo para hablar de mas, no me gustaba establecer contacto o conversaciones con estas mujeres su única tarea en mi cama era satisfacerme, por eso les pagaba. La chica se subió rápidamente a ahorcadas mías y comenzó a hacer su trabajo. Sentí por un momento un ápice de deseo, una pequeña llama se encendió en mí pero fue rápidamente apagada. ¿Qué demonios pasaba por mi cabeza? Al parecer nada. Sentí una furia que apareció de lo más profundo de mi ser, estaba molesto, enojado y me sentía totalmente enrabiado conmigo mismo, ¿Por qué demonios ya no podía disfrutar ni siquiera del sexo? ¿Acaso eso también me estaba prohibido?, la rabia broto de mi pecho reaccione de mala manera, tome a la mujer que esta sobre mi y la lance con furia a mi cama, ella como siempre solo demostró una sonrisa en su rostro, esa eran una de las cosas que odiaba de aquellas mujeres de la vida, las emociones las perdieron hace mucho tiempo.

― ¡Edward!— gimió cuando comencé a acariciarla con fuerza bruta, mis manos prehistóricas recorrían su piel con más fuerza de lo normal, el acto sexual fue lo mismo, duro, frio y sin una gota de sentimientos, sexo puro y duro nada más.

― Lárgate— le dije mientras salía de su cuerpo y me paraba

― Como tu órdenes cariño— me dijo haciéndome enfadar aun mas, solo era una prostituta barata, nada más.

Camine hacia el baño y me encerré hasta que la mujer se fue de la habitación, Salí cuando estuve completamente solo, me puse la bata de dormir y me senté en la cama acompañado de este maldito dolor que no me dejaba en paz. La cabeza la sentía pesada al igual que todo mi cuerpo, cada parte de mi dolía de una manera poco convencional, las imágenes de hace solo unos minutos se agolpaban en mi cabeza, en este punto de mi vida ni siquiera sabía quién era, la verdadera esencia de mi ser se había ido en cada uno de estos furtivos encuentros. Una sobrecarga de dolor y molestia se agolpo en mi cabeza.

― ¡ah!— grite llevándome las manos hacia mis sienes, la presión y los mareos que sentían me hicieron ovillarme en el suelo, grite cuanto más pude, el dolor era algo insoportable. Mientras la negra inconsciencia me llevaba nuevamente sentí unas manos cálidas que sujetaban mi cara con fuerza, solo unos minutos más tardes el negro fue lo único que pude presenciar.

― Edward…. Edward— Una voz conocida me llamaba— Edward despierta, Edward— nuevamente pronunciaban mi nombre, intente abrir mis ojos pero se sentían pesados, con gran esfuerzo logre entreabrirlos un poco para mirar el blanco casi radiante de la habitación en la que estaba, no necesite mucha cabeza para saber de inmediato que me encontraba en un hospital.

― En Houston, en una clínica— me dijo la voz conocida, levante un poco mi cabeza y pude ver que Emmett estaba a mi lado

― Emmett, susurre ¿Qué paso?— pregunte con voz pastosa

― Nuevamente tuviste una fea crisis, Will te encontró en la habitación en el suelo y gritando de dolor, luego te desmayaste y decidimos que ya era tiempo de hacerte los exámenes. Esto paso por exigirte demasiado y no hacer caso— me reprendió, gire mi cabeza y asentí, sabía que era verdad pero era muy orgulloso como para aceptarlo.

― ¿Cuánto llevo dormido?

― Mucho— comento con una pequeña risa— tres días amigo, tres largos días.

― Demonios— gemí con enojo.

― No te sobresaltes te aseguro que eso no te hace bien, será mejor que intentes dormir un poco.

― Lo hare.

― ¡Ah! Antes de que se me olvide, creo que ahora sí que me harás caso en lo que te digo ¿no?

― Intenta persuadirme

― Edward necesitas estar en cama, tengo miedo que estos ataques te den en la calle o en algún lugar peligroso como al lado de una escalera o en el asesor, debo decir que desde ahora en adelante estarás en reposo hasta nuevo aviso

― ¡maldita sea!— grite lo más fuerte que pude pero le concedí la razón

― Lo lamento es por tu bien, también quiero pedirte que contrates a alguien para que este contigo, creo que una enfermera estaría bien

― ¿una enfermera? ¿acaso tú no puedes hacerte cargo de mí? Te pagare lo que sea

― No es el dinero, sabes muy bien que poco me importan los millones de tu cuenta corriente, lo hago por tu salud, yo tengo mis pacientes que depende de mí no podre estar las 24 horas pendientes de ti, creo que necesitamos a alguien que te vea por el día mientras estas más vulnerable, he notado que por las noches no tienes crisis solo en el día.

― ¿crees que una enfermera será suficiente? ¿Por qué no mejor un doctor?

― No, una enfermera estaría bien. Me imagino que tú conoces a alguien que te pueda ayudar.

― Sí, tengo una amiga que trabaja en el County General en Chicago, la llamare para ver si ella me puede recomendar a alguien.

― Perfecto, esta semana estaremos aquí ya que quiero practicarte millones de exámenes creo que la chica podría comenzar desde el lunes en adelante.

― Está bien, hablare con ella.

― Bien, ¿quieres que llame a alguien para avisarle que estas despierto?

― A Will— le dije mirando las ventanas

― Bien, el está afuera lo llamare.

― Gracias Emmett

― De nada amigo— me dijo, sonrió y salió de la habitación.

Una hora más tarde estaba marcando el número de Kerry una conocida muy querida de mi juventud.

― Kerry Weeber— respondió

― Hola Kerry soy Edward Cullen, ¿Cómo estás?

― ¡Edward! qué alegría saludarte, bien ¿y tú?

― Mas o menos, necesito que me hagas un favor, quiero que me des el nombre de alguna de tus mejores enfermeras

― ¿enfermeras? ¿necesitas algún cuidado especial para tu familia?— pregunto con duda

― No, en realidad es para mí, estoy delicado de salud y necesito que alguien me atienda

― Bien entiendo— comenzó pensar— creo que tengo a la chica perfecta para ti, ¿no importa que sea chica cierto? Te aseguro que ella es una de mis mejores discípulas, fui su maestra en la universidad y se graduó con honores, es la mejor de mis filas.

― Qué bueno entonces háblale de mi caso y mandare a mi gente a hablar con ella. también le pediré a mi doctor de cabecera que te llame para explicarte en que consiste el trabajo él sabe mejor de lo que se trata.

― Está bien, no te preocupes que hoy día mismo hablare con ella.

― Gracias, te debo una

― Claro que no, es un placer ayudarte, cuídate mucho y estaré al tanto de tu estado por si necesitas algo más.

― Gracias, nos vemos, adiós

― Adiós

¿Una enfermera?, no podía ser tan malo después de todo, esperaba que no me mandara a una ineficiente, odiaba a las personas lentas o que no saben hacer su trabajo. Me quede recostado pensando en cómo habían pasado las cosas, hace solo 2 meses estaba perfectamente y ahora era casi un inválido que dependía de los cuidados de terceros. Unas horas después Emmett apareció en la habitación preguntando por la enfermera le di las noticias y el teléfono de Kerry, también le pedí que preguntara los datos de la mujer ya que como siempre la mandaría a investigar, no podía meter cualquier gentuza en mi casa.

El Viernes por la tarde recibí la llamada que tanto odiaba, mi padre se había enterrado que estaba en el hospital y llamo iracundo para saber lo que pasaba.

― ¿Por qué demonios estas en un hospital?—respire pesadamente e intente controlarme

― Eso no te incumbe— respondí con los dientes apretados

― Claro que si, haz dejado sola la presidencia y en manos de un inepto como Frederick, esta ha sido la gota que rebalsó mi vaso, he decidido mandar a Aro a hacerse cargo de todo

― ¡QUE!— grite haciendo que la cama saltara— ¡no puedes hacer eso! Ese grandísimo hijo de…

― ¡no lo ofendas! Porque esa misma puta que ibas a decir es una de las mejores amigas de tu madre, chiquillo insolente. Será mejor que te cures esa lengua que tienes y aceptes mi decisión, Aro tomara el poder de la empresa

― ¡no te lo permito! Mándalo, pero no hará nada de mis acciones. Te recuerdo que el presidente de esa compañía soy yo y no permitiré que alguien como él me subrogue.

― ¡al demonio con quien seas tú!, para mi tú no eres nada ni nadie así que confórmate con ceder el puesto que debió ser de el por años.

― ¡mierda! Papa ¿Por qué demonios le das tanta confianza?, no puedo creer que lo metas en nuestros negocios, el no es nadie

― Al igual que tu, así que no te preocupes que será parejo el trato— apreté el teléfono y contuve aquella lengua filosa, tenía una sarta de groserías y puteadas para decirle pero me contuve, en alguna parte muy escondido aun había un poco de respeto por su persona, si él no existiera yo nunca habría nacido, el respeto se lo tenía a mi concepción porque el que le tenía a él como padre lo había perdido hace bastante tiempo

― Sabes que ¡hace lo que te plazca!, ese mal nacido no puedo hacer nada si no le firmo un poder porque el accionista mayoritario soy yo, pierde su tiempo al venir, desde ya te advierto que Frederick seguirá ocupando mi puesto y Aro como siempre será un subordinado más.

― ¡maldito! Siempre dando problemas, maldigo la hora que en te engendre

― Y yo maldigo la mala suerte de que seas mi padre, por suerte solo compartimos el apellido y un poco de sangre, no tengo tiempo para tus malditas objeciones, vete al demonio papa, adiós— corte el teléfono y con toda la rabia que tenia lo lance contra una pared, se hizo mil pedazos.



Ahora sí que podía estar horrorizado, con todo esto la carga que tenía en mi espalda se triplicaba, ¡demonios! Con Aro todo el tiempo metiendo sus manos en mi empresa estaba seguro que algo pasaría, ese maldito engendro lo único que esperaba es verme caer, sabia de sobra que mi puesto a sido su ansia desde que nos conocemos, el mal nacido se hizo amigo de mi padre para luego convertirse en su mano derecha, sabía que todo había sido mi culpa… si tan solo no hubiera cometido tantos errores en mi juventud, pero no era momento para recriminar nada, lo hecho, hecho estaba no podía volver el pasado atrás, lamentablemente.

El día domingo llego en un abrir y cerrar de ojos, los resultados de mis exámenes me los enviarían a Chicago así que no quedaba más que volver a mi casa a ese maldito encierro del que iba ser preso, cuando ya estaba instalándome nuevamente en mi habitación Emmett comenzó a darme las recomendaciones.

― Bien Edward, ya estás en casa así que de ahora en adelante prohibido trabajar, esforzarte y salir

― Esto se convertirá en una pesadilla— murmure enojado

― Pero es la que te cuidara, espero que seas amable con Isabella

― ¿Isabella?— pregunte— ¿así se llama la enfermera?

― Si, su nombre es Isabella Swan. ¿no lo sabías?

― No, mande a mis hombres a hablar con ella pero no pregunte su nombre, poco me interesa el nombre de mi carcelero.

― ¡vamos! No seas tan melodramático te aseguro que no será tan terrible como tú dices.

― Eso espero— refunfuñe— ojala tenga aguante, no esperes que la trate bien solo porque es mujer— cruce mis brazos sobre mi pecho

― Contigo no se puede tranzar nada ¿cierto?, la cosa es simple, ella será tu enfermera, estará contigo siempre y todo lo relacionado con medicina es ella quien tiene la razón, tu no.

― Maldito Emmett— susurre

― Te aseguro que cuando estés bien me lo vas a agradecer. Isabella llegara mañana temprano, yo vendré en cuanto pueda a entrevistarme con ella, ojala que cuando llegue ella todavía este trabajando— bromeo pero yo no lo encontré gracioso— te recetare algo para el genio Cullen, estas muy plomo

― Ya vete ¿sí?, quiero dormir tranquilo antes de que comience mi encierro

― Está bien, nos vemos mañana.

― Adiós— me oville en la cama e intente dormir.

Segundos, minutos, horas y más horas, aun estaba despierto el sueño parecía haberme abandonado, cuando ya era noche Will entro en la habitación.

― ¿Cómo se siente Señor?— pregunto al lado de mi cama

― Bien, ¿paso algo?

― Si, en realidad. Llego el informe que pidió sobre la nueva enfermera, la Señorita Swan.

― ¡ah! Qué bien— el mayordomo me extendió una carpeta de color azul, me enderece en la cama y la deje sobre mi regazo— Emmett me dijo que la mujer llegaría mañana temprano así que primero ven a la habitación y verifica que esté listo para después hacerla pasar.

― Como ordene señor

― Ahora déjame solo, gracias—

― A sus órdenes, que pase buenas noches

― Gracias, igualmente— el mayordomo asintió y salió rápidamente de la habitación.

Abrí la carpeta y dentro había un archivo de solo 3 hojas, comencé a leer y la vida de mi enfermera era de lo más común posible. Yo solo mande a investigar su vida académica y su historial policiaco, no tenía más interés en ella. Leí el informe y todo estaba bien, agradecía tener conocida como Kerry que podía asesorarme en este tipo de cosas, así no tenia que yo haber escogido a la mujer, sería una verdadera tarea. Deje el informe en mi buro, con lo que leí era más que suficiente, me recosté en la cama mirando el techo, ¿Cuándo demonios acabaría esta pesadilla? Todo estaba recién comenzando y lo único que quería es que acabara, las pastillas funcionaban maravillosamente, en solo unos cuantos minutos el sueño bajo rápidamente enviándome al mundo de los sueños.

A la mañana siguiente me desperté más temprano de lo normal, el saber que hoy no podía ir a trabajar creó una cierta ansiedad en mí, estaba molesto, rabioso, Emmett me había prohibido hacer lo que más me importaba en la vida y por lo que precisamente "vivía". Estaba algo nervioso, la semana pasada había dejado al mando a uno de los directivos de la compañía, confiaba plenamente en el pero con Aro dando vueltas por todas partes no me podía asegurar de que todo marchara bien, de seguro mi padre sería el más feliz si cometiera algún error para dejarlo a él a cargo pero eso jamás se lo permitiría, no era por vanidad o por orgullo es por demostrar que yo soy tan o más competente que él, mis errores del pasado no podría enjuiciarme toda la vida, algún día mi padre terminaría por entender que yo había cambiado y era un hombre diferente ahora. Eran las siete con cincuenta de la mañana y el timbre de la casa sonó, la nueva enfermera había llegado. No paso mucho tiempo hasta que sentí el suave golpe en la puerta y el cuerpo de Will entrando por ella.

― Buenos días Señor, la Señorita Swan ha llegado— anuncio a los pies de cama

― Bien, llama a las criadas, mientras me baño quiero que arreglen la habitación.

― Si señor— me pare de la cama y me fui a al baño, disfrute como nunca la ducha, mientras el agua recorría por la piel de mi cuerpo comencé a pensar en el trabajo, mala idea resolví solo unos segundos más tarde inmediatamente una punzada de dolor atravesó mis sienes y un mareo la siguió. Me afirme en la baldosa de la muralla e intente componerme, cuando salí de la ducha hacia el baño aun sentía los residuos del intenso mareo, apoye mis manos en el lavabo y respire pesadamente para calmar las molestias. Pasaron unos cinco minutos antes de que me sintiera bien, tenía la cabeza un poco mas despejada y clara. Me vestí con un pantalón casual y una sudadera, cuando salí del baño todo estaba como yo quería, la cama perfectamente armada y lista para recostarme nuevamente.

― ¿no ha llamado Emmett?— pregunte mientras me metía en la cama, pase las manos por mi húmedo cabello.

― No señor, pero de seguro vendrá.

― Si ya me había comentado, en fin… no alarguemos más la situación, dile a la mujer que pase— le indique, Will salió junto a las muchachas. Espere unos segundos más, la luz se coló con fuerza por las ventanas cuando la puerta se volvió a abrir el mayordomo entro por ella seguido de una mujer.

Sus ojos bailaban a través de la habitación memorizando todo a su paso, la chica no debía pasar de los veintiocho años de edad, era de contextura extremadamente delgada y de estatura baja, fije mis ojos en ella tenía una figura completamente deseable, su cabello era de un color chocolate intenso. Sus ojos terminaron su recorrido y se fijaron en los míos, inmediatamente sentí la potencia de aquella mirada, su mano se recargo en el arco de madera y me dio una vista de su curvada cintura, tenía un enorme abrigo sobre sus hombros pero aun así se podía adivinar la contextura que tenia. Sin explicación alguna mi piel fue atravesada por una ráfaga de cosquilleos, su intensa mirada trajo a mi piel las más extrañas sensaciones, la de ella era de un color extremadamente blanco al igual que la mía. Aun nos seguíamos mirando no sé cuantos segundos pasaron pero parecían eternos, mi primera impresión podría describirla solo con una palabra, Electricidad…

- Sr. Cullen— me llamo la voz de Will pero por más que me llamara no podría haberle quitado los ojos de encina, algo en el color de sus ojos y en su rostro me había dejado prendado le presento a la señorita Isabella Marie Swan, ella es la nueva enfermera que se hará cargo de su cuidado.

- Buenos días Sr. Cullen— saludo con la voz más armoniosa que había escuchado desde hace mucho tiempo, era como había dicho, algo en ella me impedía quitarle los ojos de encima. Su mirada se intensifico, ni siquiera pensé en corresponderle el saludo, solo quería observar esos ojos y leer su mente, mi mirada intento buscar algún defecto visible en su rostro con el cual desprenderme de aquellos ojos pero me fue completamente imposible. al tener tanto tiempo mis ojos en ella, sus mejillas tomaron un débil color cereza, se había sonrojado, debo decir que fue una completa sorpresa hace años que no veía a una mujer sonrojarse solo por una mirada, las mujeres con las que yo trataba habían perdido la vergüenza hace mucho.

- William— dije con voz suave, la mujer levanto de inmediato su vista y pasó sus ojos en mí nuevamente, sentí el poder de esos ojos achocolatados sobre mi rostro.

- ¿si señor Cullen?

- ¿Le has explicado a la Srta. Swan las normas de esta casa?

- Si mi señor, ella ya está al tanto de todo.

- Entonces llama a Emmett para que se entreviste con ella.

- Si señor

- Ahora déjanos solos— le pedí, quería ser el único que mirara esos ojos en mientras estábamos los dos en la misma habitación. La observe por unos minutos mas pero ella no parecía reaccionar, estaba parada como una estaca en el suelo observándome, intente reprimir lo mejor que pude una sonrisa— ¿piensa quedarse ahí todo el día o comenzara a trabajar?— le pregunte con voz grave y autoritaria, esperaba que no fuera una completa incompetente.

- Claro que no… disculpe.

Se comenzó a mover rápidamente pero al parecer no sabía dónde, se paro en el medio de la habitación con sus pertenencias en las manos y me pregunto donde las podía dejar, le indique los sillones de la sala de estar prefería que no anduviera rondando por la casa todo el tiempo. Ella se fue directamente a la mesa donde Emmett había acomodado unas cuantas cosas ayer, me había dicho que posiblemente ella podría necesitar estas cosas si había una urgencia.

- ¿Dónde estudio usted?— le pregunte mientras ella estaba absorta en su tarea, ni siquiera se giro para molestarme, me molesto un poco que no lo hiciera, no me gustaba la gente que no me hablaba en la cara.

- Northwestern— respondió

- Buena universidad, ¿la envió Kerry?— pregunte solo para comprobar

- ¿la doctora Weeber?, si ella me envió

- Entonces usted debe ser una excelente enfermera, solo me enviaría a la mejor de sus filas.

- Creo que soy buena trabajadora señor Cullen nada más.

- Modesta también, ¿a caso tiene un ramillete de cualidades escondidas?— le pregunte con algo de sarcasmo ¿a caso era perfecta? Para perfeccionismo me bastaba con la del maldito que estaba en mi oficina en este momento.

- Solo trato de hacer mi trabajo Sr. Cullen— me respondió y soltó un suspiro

- Y dígame… ¿Qué calificación saco en la universidad?— a penas termine de formular la pregunta de sus manos se soltaron algunas cosas que cargaba, se giro y me examino con la mirada, ¿Quién demonios se creía para mirarme así?

- Sr. Cullen la doctora Weeber me envió porque pensaba que le sería de gran ayuda, lo que yo…

- No le permito que me levante la voz, esta es mi casa y usted es mi enfermera, ocupe el lugar que le corresponde. Mucho cuidado con que sus insolencias sean diarias porque no lo permitiré— la rete mientras ella abría su boca sin emitir ningún sonido, el solo hecho me permitió observar sus labios, tenía una boca delgada pero muy carnosa, sus labios eran de un color rosa pálido

- Disculpe mi atrevimiento pero usted no—

- Le vuelvo a repetir y espero sea la última vez, no permitiré jamás que vuelva a ocupar ese tono en frente mío, mis enfermeras son lo que son, enfermeras y nada más, ahora le pido de favor que vaya por mis medicamentos, deseo tomármelos. — sin decir nada mas salió de la habitación en busca de lo que le había pedido, me sentí un poco mal pero debía de establecer las reglas. Cuando entro nuevamente sonreí, si que era hermosa, tenía unas caderas torneadas y una cintura estrecha tal como había predicho, miro a mis ojos y sentí la ráfaga nuevamente pero esta vez hubo algo que me sorprendió bastante, la mujer que estaba parada en frente mío provoco un efecto que hace mucho tiempo no lograba sentir, hubiera deseado pasar mis manos por esa cintura y terminar con mis dedos fundidos en sus caderas— ¿los trajo?— le pregunte

- No señor lo lamento, pero yo no puedo administrarle nada aun— ¿Cómo que no podía administrarme nada? Era una enfermera, nuevamente la idea de su incompetencia se paso por mi cabeza.

- ¿a caso no es enfermera?

- Sí señor, pero como usted sabe no podemos administrar nada sin la orden de un medico, usted debe saberlo ¿no?— claro que estaba consciente, así que tendría que de igual manera llamar a Emmett para todo ¡perfecto!

- Vaya— bufe— entonces hubiera preferido a un doctor, ellos me habrían servido más— le dije con sarcasmo y soberbia, le había dicho a Emmett que era mejor un doctor. La mujer apretó sus puños y salió de la habitación, Emmett tendría que haber llegado ahora me tendría que aguantar los regaños de mi médico, ¿a caso el día no podía ser mejor? Paso un buen rato antes de que la puerta de mi habitación fuera tocada nuevamente, el golpe un poco mas tosco me indico que era Emmett quien tocaba— Adelante— concedí.

Nuevamente sentí las mismas cosas que la primera vez que la chica entro en mi habitación, su caminar, sus curvas, sus ojos… demonios ¿Qué diablos tenía esa chica que me llamaba tanto la atención?, nunca me había fijado tanto tiempo con una sola mujer, jamás había mirado a una por más que la viera pasar mil veces por en frente mío, las mujeres era objetos para usar y desechar pero por alguna extraña razón esta chica te llamaba a admirarla.

- Buenos días Edward— me saludo mi amigo

- Buenos días Emmett, veo que has conocido a la Enfermera Swan— le comente sonriendo— ¿Qué tal?— pregunte

- Es una excelente profesional Edward— me respondió mirándola con una sonrisa tonta en el rostro, ambos se miraron y me sentí completamente aparte de ese mundo, ¿a caso ella y Emmett…?

- Veo hace amigos muy rápido Srta. Swan— comente molesto, esa mujer tenía algo que me confundía, no podía estar con Emmett si no jamás podría averiguar qué era eso que me hacia mirarla y no poder desprenderme de ella.

- Somos colegas— respondió girándose hacia el expediente, mire su espalda y mi mente comenzó a alucinar, podía ver claramente mis dedos recorriendo su espalda, ¡demonios! ¿Qué me estaba pasando?

- Que fácil es relacionarse— comente con pesadez, aun tenía mis ojos pegados en su espalda de pronto ella se giro y sus intensos ojos chocolate se conectaron los míos, apretó lo que tenía en las manos pero yo gire mi rostro, no entendía que demonios era lo que me prendaba— ¿no has recibido mis exámenes?

- No Edward, estará la próxima semana— me dijo— Bueno Bella, ahora examinare a Edward, asísteme por favor.

- Claro— le dijo.

Observe cada uno de sus movimientos, mi piel se lleno de pequeñas cosquillas al saber que pondría sus manos en mi cuerpo ¿Qué era esta sensación?, ¿estaba necesitado? Ayer había tenido sexo, no entendía como podía tener esta ansia y estos pensamientos por aquella mujer

- acércate— le pido Emmett, ella se cambio de lado y quedo al otro extremo mío— vamos Bella ayúdame a palpar su vientre— miles de cosquillas se dispersaron por todas partes. Tenía sensaciones extrañas que jamás habían aparecido antes.

Clave mis ojos en una sola parte, tenía que hacerlo ya que si no comenzaría a mirar como sus manos tocaban mi vientre.

- Súbele la camiseta necesito que palpes directamente a la piel— le ordeno Emmett, al parecer la muchacha estaba nerviosa sus manos temblaban al igual que la mayoría de su cuerpo, tenerla tan cerca fue despertando lentamente algo que no sabía que aun estaba dentro de mí.

- ¿te ayudo?— le pregunte, ella solo me miro con sus enormes ojos y asintió, en ese momento creo que lo que estaba emergiendo en mi se hizo aun más potente, por primera vez en mucho tiempo mi Libido salió a flote con solo una mirada de esta mujer. Tome mi polera y me la quite rápidamente dejando al descubierto mi torso, me recosté nuevamente en la cama, un escalofrió me atravesó al sentir el aire helado en mi piel descubierta.

Nuevamente puse mi vista en la nada justo antes de que sus dedos tocaran mi piel, daba gracias a dios por haberlo hecho antes de que ella me tocara. Cuando Isabella poso sus dedos en mi abdomen mi libido se disparo a velocidades inalcanzables, reprimí todo tipo de muecas, quería cerrar los ojos y por primera vez gemir ante el contacto de la piel de una mujer. Las manos cálidas de la mujer tocaron mi abdomen de arriba hacia abajo, muy pronto mi cuerpo se prendió con solo sus dedos, mi ávida mente comenzó a imaginar todo tipo de situaciones que yo ya había experimentado pero en ninguna de ellas había sentido este deseo tan grande recorrer toda mi piel, la mujer despertó en solo unos minutos todo el maldito deseo que cientos de mujeres habían intentado sacar a flote sin ningún éxito.

- Bella— la llamo Emmett, sentí que dio un pequeño salto

- ¿sí?

- ¿Cómo está el abdomen?

- Blando

- Bien, sigue entonces, auscúltalo por favor.

- Si— respondió y se alejo de mí, al momento de partir sentía mi Libido ardiendo al cien por ciento.

- deje unas cosas en mi maletín, iré por ellas— anuncio mi amigo, sentí el resbalar de algo y el estetoscopio que le había regalado a mi amigo hace un tiempo impacto de lleno en el suelo

- Cuidado— le advertí— ese fue un regalo para Emmett y sale caro.

- Lo siento—se disculpo, Emmett me regañó solo con su mirada y salió de la habitación

- ¿sabes ocupar eso?— se sentó en la cama a auscultarme quedando extremadamente cerca mío

- Claro… que si—

- Entonces ocúpalo— la apure, tener a esta mujer cerca mío no era recomendable, definitivamente tenía que alejarla de mi lado si no mi integridad y la de ella misma correrían peligro, mis bajos instintos no podía despertar y menos con ella. frunció su ceño y comenzó a trabajar. Sus manos se posaron en mi pecho, el estetoscopio recorría mi pecho escuchando los latidos de mi corazón, tuve que hacer un enorme esfuerzo por tranquilizarlo y no evidenciar todo lo que pasaba dentro de mí. El estetoscopio se poso en la mitad del pecho, sentí una llamarada de calor en toda la zona que había tocado

- Mi corazón está aquí— le susurre, tome su mano y la dirigí hacia donde estaba mi tranquilo y controlado corazón pero fue el error más grande que podría haber cometido. Mi mano tomo la suya despertando definitivamente todo el deseo que había sido contenido ¿ella había despertado mi libido? ¿pero qué demonios tenía ella para excitarme de esta manera? ¡me tenia completamente envuelto en la sensación que me daba su suave piel

- ¿Qué… que…?— pregunto tartamudeando, iba a contestarle pero la puerta nos interrumpió, quite rápidamente mi mano al igual que ella.

- Lávate mejor tu cara, tienes una basura en tus ojos— le mentí haciendo para atrás, no soportaba tenerla cerca de mí, producía cosas que ni yo mismo sabía si podía controlar.

- Vas a tener que recordarle a esta señorita como se ocupa esto Emmett— dije enviando la conversación hacia otra parte.

- Edward, dale un respiro es su primer día— me pidió Emmett mirándola con pena, ella se paró de la cama y comenzó a hablar.

- Su corazón parece estar muy bien al igual que su respiración, doctor— se giro hacia la ventana y se perdió en el paisaje.

Comencé a comentarle a Emmett lo que había pasado esta mañana y unas cuantas cosas más, sin poder evitarlo cada vez que pude mire su inerte cuerpo, no podía evitar sentir deseos de ir y pasar mis manos por su cintura y pegarla a mi cuerpo, con solo tener esas ideas mi erección se comenzó a formar, estaba dura como hace mucho tiempo no pasaba. Definitivamente esta mujer era una bomba de sensualidad, escondida bajo ese traje de enfermera estaba la cura que me había hecho despertar de mi letargo sexual.

- Bella, adminístrale ahora los medicamentos, cuida muy bien las dosis ya que son bastante potentes—le pidió Emmett una vez que había terminado de examinarme

- Claro que sí, no te preocupes.

- Vaya Emmett— comente con molestia— ¡que familiaridad!

- Bien Edward, te dejo para que duermas, Isabella ¿me acompañas?

- Claro— respondió y se encamino rápidamente hacia la puerta.

Ambos salieron de la habitación dejándome completamente solo, rápidamente me pare al baño e intente relajarme, mire en el espejo y solté ese gemido que tenia atragantado en la garganta, la mujer me excitaba como hace mucho nadie lo hacía ¡pero si ni siquiera andaba con algo sexy o sus acciones eran premeditadas!, la chica realmente tenía algo que llamaba mi atención a niveles alarmantes.

- Sr. Cullen— me llamo asustándome, me lave la cara e intente desaparecer la poca excitación que ya quedaba— Sr. Cullen— volvió a insistir, la voz se sentía cada vez más cerca— Sr. Cullen, Sr. Culle— golpeo en la puerta del baño, aun no estaba lo suficientemente compuesto como para salir por lo que mi respuesta fue un poco agresiva

- ¡ACASO NO PUEDO VENIR SOLO AL BAÑO! O ¡HASTA ESO ME VAN A CONTROLAR!— le grite desde adentro. Cuando ya me sentía listo para salir ella estaba en la parte más recóndita del cuarto— ¡Dios mío! Te convertirás en mi sombra— le reclame mientras salía del baño con dirección a mi cama

- Lo lamento mu…

- No quiero tus disculpas, remítete a hacer lo que te corresponde. Dame mis medicamentos— asintió y me paso mis pastillas con un vaso con agua— Toma— le devolví el vaso después de la segunda dosis de agua— guardan silencio, cada vez que tomo esto debo dormir ya que si no estas pastillas me marean— necesitaba dormir y concentrarme en cualquier otra cosa que no fuera la mujer que tenía en frente—

- Está bien, le cerrare las cortinas

Me gire en contra de ella para solo no mirarla, en mi habitación sentía una extraña y deliciosa fragancia, creo que eran Rosas o alguna flor mas, la fragancia calo por mis sentidos y se grabo en mi memoria sensitiva ¿así olería su piel?, apreté las colchas de mi cama para reprimir la nueva oleada de deseo que apareció en mi cuerpo, necesitaba calmar este libido, por suerte hoy en la noche me visitaría una de las chicas de Jacob, definitivamente necesitaba descargar mi enorme excitación en alguien. El sueño que tuve fue reparador, un ruido me despertó de golpe haciéndome levantar inmediatamente, abrí mis ojos y la luz aun era intensa en la habitación, talle uno de mis ojos y mire la figura escultural de mi sexy enfermera que estaba parada en el medio de la habitación.

- ¿Qué hora es?— le pregunte a un medio dormido

- Las 6 en punto

- ¿ya te vas?—

- Sí señor, mi horario término— me dijo, mire el reloj de la pared y casi era la hora en la que me visitarían.

- Desperté justo a tiempo— murmure, mientras la chica se arreglaba tenía que ir al baño a alistarme yo también, me pre de la cama pero un mareo fue lo único que conseguí ganar— ¡maldición!— reclame molesto antes de que siguiera tambaleando sus manos se pasaron por mi cintura apoyándome en ella. mire de reojo su pequeña figura y nuevamente comprobé que era de una contextura extremadamente delgada pero que aun así tenia las proporciones justas y precisas, sus manos se apretaron contra mi cintura enviando todo el calor de sus manos a recorrer la piel de mi abdomen.

- Tómeselo con calma, debe ponerse de pie lentamente— me pidió, muy tarde dije en mi mente, el deseo de probar esa sensualidad despertó nuevamente y con más fuerza, me enfurecí por ser tan débil y no poder controlar mi libido rebelde en frente de una mujer

- No me dé ordenes— me solté— que tenga buenas noches Srta. Swan

- Nos vemos mañana señor Cullen, que pase buenas noches— camino con sus cosas, de uno de sus bolsillos cayo una tarjeta, me agache rápidamente sin que ella se diera cuenta y la cogí, el número de teléfono y todos los datos de Emmett estaba anotados. Una furia desconocida se formo en mi pecho, si ellos pretendían formar un romance no sería bajo mi techo.

- Un momento— la detuve

- ¡vaya!— sonreí burlesco— Emmett no pierde el tiempo y veo que usted tampoco— su cara se torno primero pálida y en solo unos segundos paso al mismo color de los tomates, sonreí al ver tan repentino cambio de expresión

- Buenas noches— me contesto cogiendo la tarjeta y retirándose lo más rápido posible de mi vista

Mientras caminaba me permití observarla y desear aun más ese cuerpo, la mujer había estado menos de 10 horas en mi habitación y ya necesitaba probar su piel ¿Cómo serian sus besos? ¿Cómo sonarían sus gemidos en mi oído? Suspire pesadamente cuando salió cerrando la puerta a su espalda, mi imaginación voló tanto que la erección que había contenido toda la tarde se disparo de inmediato.

Mientras disfrutaba de las pervertidas ideas que se formaban en mi mente mi pedido entro en la habitación, tal como la había imaginado.

- Buenas noches— saludo con un acento ruso— Edward, ¿Cuánto tiempo?

- Ven aquí— le ordene rápidamente

- ¡dios! Estas tan listo amor— gimió mientras pasaba sus manos por mi erección

- Déjate de rodeos y comienza a trabajar— le exigí tirándola hacia la cama.

Sin duda la llegada de esa mujer había cambiado la perspectiva de muchas cosas en mi vida, ¿Cómo lo haría para tenerla cerca sin romperle la ropa y cogerla con fuerza? No lo sabía, de lo único que era consiente es que esa chica había llegado para cambiar mi vida, Isabella Swan era un punto nuevo en esta rutina que jamás volvería a ser como antes, era la luz que se había colado en este mundo lleno de oscuridad.