Dark Chat

domingo, 20 de diciembre de 2009

TE AMO AUN DESPUES DE LA MUERTE

Buen dia mis angeles hermosos como estan , aqui estoy devuelta con ustedes , estoy viva gente  , aunque por poco y  no , jejejejeje , en fin les mando mil besitos y les pido una disculpa por el atrazo. Aqui les dejo sus tres cap del fic que los disfruten y por fiss dejen sus comen , si sean buenas
Angel of the Dark
YOMMI aqui en letras blancas solo para ti , mil besitos nena
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Cap. 13 Te AMO

Mi cuerpo se encontraba entumido por el frío que sentía. Solo la capa que llevaba puesta me servía como sabana. Me encontraba encogida como un feto en un intento de auto brindarme un poco de calor. Los dientes me castañeaban y podía sentir como en mi cabello se habían formado finas capas de hielo (a causa de que se había mojado y, ahora, el gélido viento, había secado la humedad convirtiéndola en algo más sólido) podía sentir mis labios hinchados por lo morados que estaban. Cada vez que exhalaba, un denso humo salía de mi boca.



Sentía mucho, mucho dolor, pero no precisamente por el estado físico en el que me encontraba. No. Si bien mis huesos se encontraban contraídos y mi sangre amenazaba con quedarse coagulada en mis venas, esa no era la razón para que me sintiera enferma. Ese dolor no era nada en comparación a lo que mi alma sentía al aceptar lo que mis ojos le mostraban. Eso era nada en comparación al desconsuelo que me daba al ver como sus ojos me contemplaban sin rasgo alguno de preocupación.


Ni la más mínima intranquilidad recorrió su rostro mientras me veía ahí tirada retorciéndome por el frío que sentía.


Nada.


Ni el más mínimo indicio de protección


Ni la más mínima ayuda.


Hubiera bastado con que sus brazos gélidos se hubieran enrollado entorno a mí (aunque eso me causara aún mucho más frío, el calor de un poco de su amor hubieran bastado para pasar aquella noche)


Cuando el sol se empezó a poner, sus rayos supusieron un gran alivio al entrar en contacto con mi piel.


“Levántate” – ordenó. Abrí los ojos con pesar, no tenía más de una hora que había podido conciliar el sueño. Aún así, no protesté, sabía que no tenía caso alguno. Su piel brillaba tenuemente a causa de la resolana


Cuando intenté ponerme de pie, caí en el intento. Sus brazos no se apresuraron a salvare, como había supuesto una vaga esperanza guardada en mi mente. Me encontré con sus pies descalzos que se movieron con gesto de impaciencia


“¿Qué esperas?” – inquirió – “date prisa, no tengo todo el día, debo buscar un lugar en donde esconderme”


“me siento mal, Edward” – musité. Sentía mi cuerpo muy frío y débil. Escuché un suspiro de impaciencia proveniente de su pecho y en menos de lo que dura un rápido parpadeo, lo tenía a la misma altura de mi rostro


“¿Qué tienes?” – preguntó con indiferencia. Poniendo los ojos en blanco


“creo que…” – contraje el rostro al sentir un cruel escalofrío recorrer mi cuerpo - “creo que me dará gripe” – le miré a los ojos, frío y distantes


“ya sabía que no debía aceptar el tenerte conmigo” – dijo con reproche en la voz – “solo me traerás problemas y limitaciones con tus debilidades humanas” – esas fueron las ultimas palabras que escuché antes de que todo se volviera negro.


Cuando desperté, lo hice en una pequeña recamara. Me encontraba sobre una cama, y tenía sobre mí, varias cobijas, húmedas por el sudor provocado al descender la fiebre. Viajé mi mirada hacia todos lados, asustada de que él hubiera preferido dejarme e irse antes de que pudiera despertar


“¿Edward?” – llamé con el terror impregnado en la voz


“¡Al fin despiertas!” – exclamó aquel suave y afilado sonido, trayendo consigo un infinita paz. Dirigí mi mirada hacia donde me guiaba su voz y le vi, recostado sobre la pared, con la mirada puesta en la ventana que daba hacia la calle


“Gracias” – susurré mientras pasaba mi mano sobre las despintadas cobijas. Giró su rostro en mi dirección y me dedicó una mirada incrédula y burlona


“¡Con que facilidad te emocionas!” – señaló con desden – “te aclaro que tienes suerte” – continuó mientras separaba su vista de mí – “te iba a dejar ahí tirada, pero me diste lastima”


Lastima. Suspiré. Busca las palabras que quieras, Edward. Intenta luchar contra todo lo que quieras, más tu amor por mí siempre vencerá, y mientras tu luchas, yo estaré esperando hasta que ganes aquella batalla


“de todos modos, gracias” – se movió hacia mi como un rayo de luz. Me costaría el adaptarme a esos movimientos tan salvajes, pero al menos, esta vez, no había tenido el instinto de retroceder para alejarme de él.


“No necesito tu agradecimiento” – replicó mirándome a los ojos. Me adentré por unos segundos en su mirada, en aquellos hermosos, solitarios y profundos ojos de color escarlata, ocultos por unas espesas y largas pestañas negras.


No parpadeé hasta que él no giro su rostro para deshacer aquel enlace.


“No vuelvas a hacer eso” – pidió con un gruñido


“¿Hacer qué?”


“Mirarme de esa manera”


“¿Adentrarme en tu alma?”


“¡No tengo alma!” – bramó con su rostro salvaje frente al mío – “¡Te prohíbo que lo vuelvas hacer!” – ordenó furioso – “si quieres estar a mi lado, debes hacer lo que te ordene ¿entendido?” – asentí intimidada mientras él se paraba de la cama con gesto bestial y comenzaba a caminar en grandes zancadas por la pequeña habitación


Hundí mi rostro entre mis rodillas mientras reprimía mis lágrimas. Mi estomago gruñó exigiendo alimento


“Tienes hambre” – dijo en cuanto escuchó el sonido – “pediré algo para que comas... no podría soportar verte más debilucha de lo que ya eres” – agregó y cogió el teléfono


A los pocos minutos apareció una camarera con una charola de comida en sus manos. Al entrar, Edward se limitó a pagar la cuenta (claro, con el dinero que le había robado a su cena de anoche), sin dar ni siquiera las gracias. Al menos era “tranquilizante” el hecho de darme cuenta que su actitud era igual de fría con los demás.


“come” – indicó y no tardé en aventarme hacia el plato en el cual reposaba un filete junto con una ensalada de verduras.


Devoré el platillo con grandes bocados. Edward no pronunció ni una sola palabra mientras tanto.


“¿Te molesta si te tomo una ducha?” – le pregunté en cuanto había reposado la comida. Todavía no anochecía, así que dudaba de que fuéramos a dejar el cuarto en ese instante


“haz lo que quieras” – respondió con indiferencia sin despegar la vista de la ventana. Comencé a desabrochar los botones de mi camisa. Provocando que, por primera vez en más de cuarenta minutos, Edward se moviera, girando su rostro hacia mi dirección. – “¿Se puede saber que haces?” – inquirió mientras me veía fijamente


“No me pienso bañar con ropa, no tengo más” – Me sorprendía lo fácil que me era contestarle de esa manera a un vampiro despiadado, el cual me podría matar cuando quisiera. Edward volvió su rostro a su antigua posición, ignorándome de nuevo.


Aproveché para quitarme los pantalones, quedándome solo con ropa interior. ¿Fue mi imaginación o el vampiro había dejado de observar el horizonte y ahora miraba mi reflejo en el vidrio de la ventaba?


Dejé mi ropa tendida sobre la cama, cogí la pequeña toalla, cortesía del hotel, y me adentré a la regadera. El agua caliente recorrer mi cuerpo se sintió demasiado bien. Me bañé con los ojos cerrados mientras dejaba que mis músculos se relajaran. En medio del denso vapor, una ligera y gélida ráfaga de viento me hizo abrir los ojos, los cuales inspeccionaron el lugar y se encontraron con nada más que con lo que ya estaba antes alrededor.


Salí de la habitación envuelta en la toalla y busqué a Edward. No estaba. Me vestí apresuradamente y esperé por varios minutos sentada sobre la cama.


“Ya es hora de irnos” – salté al escuchar su voz. Edward parecía más un fantasma que un vampiro, aparecía y desaparecía sin hacer el más mínimo ruido


“¿A dónde iremos?” – quise saber


“no lo sé” – respondió – “pero ya no quiero seguir encerrado, y mucho menos con alguien como tu de compañía, ahora que puedo ser libre” – sus ojos se dirigieron hacia el cielo rojo sangre que se levantaba sobre la ciudad. La hora del crepúsculo


Edward corrió por los tejados, llevándome en su espalda. Llegamos a un pequeño y solitario parque, desconocía si seguíamos o no en aquel mismo pueblito de Alaska. Solo sabía que la noche era desoladora, no había ser humano presente alrededor.


“¿Dónde estamos?” –


“No creo que te importe” –


“¿Qué hacemos acá?”


“Yo vengo huyendo y tu, vienes estorbando” - ¿cuándo dejaría de tratarme así?


“¿Huyendo? ¿De qué?” – pregunté asustada, no por mí, si no por él


“de Victoria y de James” – informó – “aunque huir no es la palabra correcta” – dijo – “creo que alejarse define mejor lo que estoy haciendo”


“¿Y por qué te alejas de ellos?” - suspiró mal humorado


“¿No crees que haces muchas preguntas?” – repuso con voz hosca.


“Hago las preguntas que merezco saber” – contesté mirándolo con el ceño fruncido. Él evaluó mi expresión por varios segundos y después, como siempre, su gesto solo denotó la más grande de las burlas


“A veces pienso que se te olvida lo que eres” –


“¿Una débil humana?” – inquirí con voz acida. A este juego de pedantería podíamos jugar los dos, aún si eso significaba mi muerte


“¿Qué más si no eso?” – contestó mientras los ojos le brillaban en la oscuridad. El vampiro se encontraba a unos cuantos metros de mí, con los brazos cruzados sobre su pecho, en un gesto airado y evasivo. Lo extrañaba, extrañaba tanto ese cuerpo que se encontraba a tan poca distancia. Quería sentir sus brazos a mi alrededor, no pedía mucho, solo un ligero abrazo para sentirlo cerca


Noté como el cuerpo de Edward se envaraba repentinamente y ponía toda su atención en la dirección oeste del parque.


“Maldita sea” – gruño mientras sus ojos veían algo que los míos aún no podían.


En ese momento, Edward, de una manera extremadamente inconciente, automática e involuntaria, movió su cuerpo frente al mío.


“¿Qué pasa?”


“¡Cállate!” – ordenó sin dejar de protegerme. A los pocos segundos vi a tres largas y ágiles figuras aparecer en medio de aquella penumbra. A dos de ellos los reconocía perfectamente


“Vaya, mira que sorpresa” – comentó el rubio vampiro, James, mientras caminaba hacia nosotros – “¿acaso no es ella la chica a la que te ibas a cenar hace unos cuantos días?”


“¿Te has decidido por compartirla al fin?” – terció la mujer de cabellera roja como el fuego


“¡Que amable de su parte!” – exclamó el otro vampiro, al que no conocía


“No pienso compartir absolutamente nada con ustedes” – contestó Edward – “¿Qué quieren? ¿A qué han venido?”


“¿Tan rápido has decidido dejarnos?” – respondió James con voz extremadamente melancólica


“¿Por qué no?” – repuso Edward – “no tengo nada que me una a ustedes”


“¡Pero si hay algo que te une a esa jovencita!” – exclamó Victoria


“¡Tonterías!” – gruñó Edward – “yo no tengo ningún vinculo con nadie, ni con nada”


“¿Entonces por que no la has matado?” –


“Eso no es de tu incumbencia, Laurent” – siseó Edward en dirección al vampiro


“¡Lo sabía!” – expuso Victoria – “¡Sabía que tu siempre segarías siendo un vampiro débil y voluble!”


“¡Te equivocas!” – bramó Edward. Mis ojos iban y venían de cada uno de los palidos rostros frente a mí.


“Entonces, mátala” – retó James – “¿O no eres lo suficientemente valiente para ello?”


Edward se giró para verme con los ojos negros y brillantes por la furia.


“¡Matala ahora mismo!” – insitó James – “si ella no significa nada para ti, bebe su deliciosa sangre ahora”


Los latidos de mi corazón se aceleraron al ver que Edward se acercaba con la determinación en sus ojos. Me tomó bruscamente por los brazos y me miró con odio y rencor


“Tu no me vas a ser la causa por la cual me llamen débil” – arrastró cada una de las palabras frente a mí.


Le miré a los ojos con suplica. Antes de que mi corazón emitiera otro palpitar, lo tenía detrás de mí. Sus manos se apretaron fuertemente a mis brazos, como si temiera a que me pudiera escapar. Sentí su gélido aliento detrás de mi cuello, deslizarse hasta un costado de mi este. Mis ojos ya no pudieron reprimir las lágrimas, que empezaron a brotar como cascadas.


Ya casi podía ver la muerte frente a mí. Pero, después de todo, estaba feliz. Iba a morir en sus brazos, cualquier muerte hubiera sido mucho peor. Al igual que cualquier tipo de vida sin él. Al menos, el destino había sido considerado conmigo, por habérmelo traído de vuelta y el haberme dado la oportunidad de haberlo disfrutado un poco más de tiempo. No podía quejarme


“Te amo” – susurré cuando sentí que algo se apretaba ligeramente contra mi garganta.


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Cap. 14 Condena

Con un gruñido, Edward se separó de mí. Pude sentir su respiración entrecortada por el esfuerzo que le tomaba el privarse de mi sangre



“Ponte detrás de mi, Bella” – indicó siseando aún con una de sus manos apretando fuertemente uno de mis brazos y con el rostro no muy lejos de mi cuello


“¡Te lo dije, James!” – la voz encolerizada de la mujer se levantó dos octavas, alterando el silencio de la noche - “¡Te dije que no nos serviría de nada!”


“¿No la vas a matar, Edward?” – el desafío todavía se hacía presente en la voz del rubio vampiro – “¿qué es ella para ti?”


Del pecho de Edward salió un gutural gruñido que hizo a mi piel erizarse.


“¡He dicho que te pongas detrás de mí!” – la mano que apretaba de mi brazo me aventó detrás de él. Fue en ese momento en que comprendí que no había sido capaz de moverme un solo milímetro. Edward levantó los brazos e inclinó su cuerpo levemente, formando un escudo con su cuerpo


Todo pasó muy rápido. Una mancha borrosa se movió en nuestra dirección, Edward emitió un gruñido bestial, desapareció antes de que pudiera estar conciente del movimiento y después, lo vi sobre el cuerpo del vampiro que respondía al nombre de Lauren. Mis ojos no podían ver bien en aquella oscuridad, pero podía jurar que el vampiro estaba siendo destazado por los dientes y manos de Edward, quien por ultimo, (y sin saber cómo) le prendía fuego a los trozos de un cuerpo aparentemente humano.


Mi mente no aceptaba que toda esa sucesión de imágenes transcurriera en menos de un minuto.


“¡Suéltala!” – no entendí por qué Edward había gruñido esa palabra en mi dirección hasta que, un suspiró después, pude sentir unas gélidas manos aprisionando mi cuerpo


“¡¿La quieres con vida?!” – preguntó la mujer mientras arrastraba sus labios una y otra vez contra mi cuello – “que bien huele, sería un desperdicio dejarla ir”


“¡Suéltala!” – volvió a repetir el vampiro con los ojos dilatados y mostrando los dientes. Jamás me podría explicar como un rostro podía llegar a ser tan hermoso y terrorífico al mismo tiempo. El muchacho se giró para encarar a James, quien observaba la escena con los brazos cruzados en el pecho, sin rastro alguno de cualquier emoción


“Tranquilo, Edward” – dijo al ver que éste estaba a punto de lanzarse sobre él – “Si me atacas, probablemente me matarías, pero también Victoria mataría a tu humana al instante, ¿En realidad quieres eso para ella?” – James esperó por una respuesta. El silencio de Edward le dio el triunfo en este juego – “¿Ves como es fácil llegar a un acuerdo?” – preguntó de manera victoriosa


“Ella se irá” – logró decir Edward tras varios segundos – “te aseguro que no me iré de tu aquelarre, pero déjala ir” – James negó con la cabeza mientras miraba fijamente al joven vampiro con divertida crueldad. Sus ojos se posaron por un breve momento en mí, provocando que Edward volviera a gruñir con rabia.


Me pregunté qué tanto escuchaba mi novio en la mente de aquel vampiro que le hacía rabiar de esa manera.


“ella se quedará con nosotros” – dijo al fin James – “es lo que nos asegura que realmente estarás en este aquelarre, además, necesitamos a alguien que nos pueda servir durante las mañanas. Ya suéltala, Victoria. Nuestro amigo y yo hemos llegado al fin a un acuerdo”


La vampira me soltó y aterricé en el suelo con brusquedad.


“recuerda que si intentas huir, no tardaría mucho en encontrarte…” – advirtió el vampiro a Edward – “tu mejor que nadie sabe lo poco que le temo a la muerte, así que si me matas, no ganarías mucho en realidad y podrías perder bastante, ya que lo primero que haremos si nos atacas es matar a la humana” – levanté mi mirada del suelo y pude contemplar como con esas palabras, los dos vampiros desaparecían en la oscuridad de la noche


Al quedarnos solos. Un largo silencio nos invadió. Me puse de pie para caminar hacia el hombre que se encontraba inmóvil, sentado a unos metros de mí, como la más hermosa estatua bañada por el reflejo de la luna


“Edward ¿Estás bien?” – pregunté mientras me acercaba. Me quedé estática a mitad de camino por el aborrecimiento que se reflejaba en sus pupilas


“¿Estarás contenta ahora?” – atajó mientras se ponía de pie con un veloz movimiento – “¡No haces nada más que traerme problemas!”


“lo… lo siento” – comencé a decir atónita por sus palabras. ¿Cómo reaccionar si un minuto antes de que te este gritando había luchado por salvar tu vida?


“No eres más que un estorbo, aún no me explico por que permito que aún sigas a mi lado” – suspiré molesta. Esto ya era suficiente para mí, lo amaba, claro que lo amaba, pero tampoco iba a soportar que a cada cinco minutos me ofendiera


“Bueno ya párale ¿no?” – escupí. Cada minuto que pasaba me convencía más de que Edward no era capaz de matarme, lo cual contribuía a que el temor había nacido en mi se fuera muriendo poco a poco – “¡Ya basta de decirme todo el tiempo que soy un estorbo!”


“¿Cómo osas el hablarme de esa manera después de que te he salvado la vida?” – lo miré entre divertida y molesta. Tal vez no se había dado cuenta, pero su gesto, fuera de ser agresivo, mostraba una gran indignación


“¡Por lo mismo!” – contesté alzando la voz – “¿por qué te quejas si tu mismo evitaste el que yo muriera?, bien pudiste haber bebido mi sangre, o preferir tu libertad a que Victoria me matara…”


“¡Deberías de estar agradecida!” – interrumpió


“¡Gracias!” – repliqué – emitió un pequeño gruñido en mi dirección, pero no me acobardé.


Aquella noche había servido para disipar las dudas que tenía sobre aquel instinto protector de Edward. Había visto con mis propios ojos como se había movido, como había gruñido y usado su fuerza extra humana para defenderme. Edward, mi Edward aún vivía dentro de ese cuerpo, solo tenía que esperar a que despertara.


“Eres demasiado irritante para ser humana” – dijo mientras me miraba, ya controlado


“¿Qué pasará ahora con… con James?” – quise saber. Aunque tenía una vaga idea


“te usará para que yo no pueda dejar el aquelarre de manera tan fácil” – explicó de mala gana


“Siento mucho que tengas que sacrificar tu libertad por mí” – le dije mientras me intentaba sentar a su lado. Él se dio cuenta de mis intenciones y se alejó rápidamente


“¿Te cuesta mucho entender que no te quiero cerca de mí?” – el despreció de su voz era lo único a lo que jamás me acostumbraría. – “hazlo como forma de agradecimiento, al saber que me debes la vida” – asentí mientras retrocedía para darle su “espacio”. Edward volvió a su antigua posición y clavó sus negros ojos en mí


“¿Pensaste que te iba a matar?” – no me esperaba aquella pregunta


“Si” – contesté la verdad


“Yo también lo pensé” – suspiró profundamente mientras inclinaba la cabeza hacia abajo – “todavía no sé que me freno” – murmuró, parecía como si estuviera hablando con él mismo


“¿Tienes alguna teoría?” – se encogió de hombros. En ese momento, con ese gesto, se me figuro mucho al Edward que solía ser antes, tan despreocupado, tan joven, tan… bueno.


Una gota calló del suelo, seguida de otra y de otra más. Edward alzó la vista y después volvió a verme


“Tenemos que buscar un lugar para que no te mojes” – asentí mientras me ponía de pie, ni bien me había incorporado totalmente, ya estaba sobre su espalda, sintiendo como el viento raspaba mi cara.


“pensé que iríamos con James” – le dije al ver el lugar en el que nos habíamos refugiado


“no me quiere pegado a él” – explicó con el tono de voz que se brinda al decir algo que es demasiado obvio – “solo no quiere perderme el rastro por si algún día llega a necesitarme, al igual que a ti”


“¿Qué utilidad podría tener yo para él?” –


“La misma que para mí” – contestó – “por ejemplo, quiero cumplir una fantasía y tu podrías ayudar en ello” – lo miré con la duda expresada en mi ceño – “siempre he querido alimentarme en las primeras horas del día”


“¿Y eso que tiene que ver conmigo?” –


“Que mañana, tu me traerás el desayuno” – mis ojos se dilataron por la sorpresa al entender a lo que se refería.


“Yo no puedo hacer eso…”


“Claro que puedes, y lo harás” – interrumpió sonriendo de manera despiadada


“No, Edward… yo no quiero”


“¡Lo harás!” – exclamó furioso – “no te estoy pidiendo permiso, ni tampoco te estoy preguntando si quieres o no, ¡Es una orden!”


“Puedes cazar en la noche, ahora mismo…” – su sola mirada me silenció


“No pienso cargar contigo si no me vas a servir de nada” – dijo lentamente, con voz amenazante e impositora – “mañana, en cuanto el sol salga, saldrás y me traerás a un humano, no me importa cómo, pero lo harás. ¿Entendiste, Bella?” – no me quedó de otra que asentir –


“Así me gusta” – ronroneó mientras pasaba levemente sus dedos por mi mejilla.


Aún si el gesto fue frío, distante y lleno de maldad, me provocó mariposas en el estomago. Era la primera vez, desde que Edward había cambiado, que me “acariciaba” con sus manos…


Y eso fue suficiente para estar del lado de un verdadero monstruo.


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Cap. 15 Deja Vu




“¿Ya pronto llegamos, hermosa?” – preguntó el hombre mientras me seguía pisándome los talones



“Dentro de poco” – dije. Aún me costaba creer que éste, era la cuarta victima que le conseguía a Edward para que cumpliera su capricho de “comer en las mañanas”


Pensé que yo iba a ser la que cambiaría al vampiro malo por el vampiro bueno que alguna vez fue, pero había pasado lo contrario.


Dos meses completos habían pasado desde que Edward había aceptado el que yo estuviera con él. Dos meses en los que mi vida como humana normal había quedado atrás. Ahora viajaba constantemente, de un lugar a otro, en la espalda de un vampiro nómada, acompañado de dos más, a los que rara vez veíamos.


Y el tiempo, fuera de cambiarlo a él. Me había cambiado a mí


“Aquí es” – informé al joven que venía detrás de mí – “subamos” – indiqué y el chico me siguió de manera animosa. Ni bien había insertado la llave para abrir la puerta de aquel cuarto, ubicado hasta el ultimo piso de un edificio, los brazos del muchacho me rodearon la cintura y sentí sus labios en la parte trasera de mi nuca


Antes de que pudiera llegar a sentir asco, la puerta se abrió sin que yo hubiera girado la perilla, dejando frente a nosotros a Edward Cullen, separando furiosamente al hombre de mí, e insertándole inmediatamente los dientes en la garganta.


Contemplé la escena asombrada. No por muerte del chico, eso ya no me causaba tanto estupor como las primeras veces (he ahí donde hago mención del cambio en mí), si no por la actitud de Edward.


Hasta ese día, él siempre esperaba a su presa cómodamente sentado en algún lugar de la habitación, y no es que a la hora de matarlos fuera considerado o piadoso, simplemente que a este chico lo había tomado con odio supremo entre sus manos. Mis ojos observaban maravillosos al vampiro en acción.


El que lea esto, diría que estoy completamente loca al encontrar grandiosamente hermoso a un asesino desalmado. ¿Pero cómo no verlo de esa manera? Edward se movía sigilosamente sobre su presa, capturándola con un solo y firme movimiento en sus pálidas y grandes manos, sus dientes se enterraban de una manera pausada y sensual en la garganta de sus victimas que, hasta cierto punto, me causaban envidia. No lograba concebir la idea de que alguna persona, fuera hombre o mujer, pudiera sentirse desdichada al morir en manos de semejante demonio en forma de ángel.


Y después venía mi parte favorita: cuando Edward se alejaba del cuerpo de su presa, completamente sin sangre. Su rostro se tornaba levemente ruborizado, sus ojos adquirían un brillo carmesí hipnotizador, y su lengua relamía sus labios ligeramente manchados del líquido rojo que acababa de probar.


“¿Qué tal estuvo?” – pregunté en cuanto se deshizo del cuerpo


“Nada mal” – respondió – “pero prefería que tomaras en cuenta una cosa” – lo miré extrañada, cuestionándole con la mirada a qué se refería. Vi como se debatía para buscar las palabras correctas al responder, lo cual me intrigó mucho, Edward no se comportaba así. No desde que había dejado de ser mi Edward – “¿No podrías escoger a… mujeres en lugar de hombres?”


“¿Por qué?” – pregunté realmente extrañada


“No me gusta que te toquen, Bella” – un fuego lento y delicioso bajó por mi pecho al escuchar esas palabras. Estaba celoso. Tal vez, después de todo, también él había cambiado. – “no soporto la idea de que alguien quiera tenerte. Tu eres mía” – sus pupilas me miraron fijamente, probablemente de manera posesiva pero, al fin y al cabo, yo era completamente de él


“Es difícil engatusar a las mujeres” – me defendí mientras trataba de ocultar el torrente de emociones que me invadían (había aprendido que la mejor manera de alejar a Edward era dándole señales de mi incondicional amor) – “¿Qué quieres que haga?”


“Entonces este fue mi ultimo desayuno” – dijo – “volveré a cazar de noche, cada vez me puedo controlar menos al saber que cualquier imbecil te puede poner un solo dedo encima” – no pude evitar sonreír complacida


“Como gustes” – me encogí de hombros mientras me encaminaba hacia la cama y me dejaba caer sobre ella. Los ojos del vampiro me siguieron en el transcurso, pero decidí hacerme la desentendida


Después, se volvió hacia la ventana (algo que siempre hacía, estuviéramos en el lugar que estuviéramos. Algo que este Edward seguía teniendo de mi Edward. Aunque no lo admitiera, y justificara semejante acción diciendo que prefería ver el horizonte que a mi rostro, sabía la paz que le daba contemplar los paisajes)


Después de comer, me quedé profundamente dormida. Al levantarme, Edward seguía en el mismo lugar, en la misma posición y con la misma expresión. Contemple el cielo y me apresuré a bañarme puesto que el crepúsculo estaba cerca, lo que significaba nuestra estancia en el hotel estaba por terminar.


Y como en todas las ocasiones, al bañarme, una sensación excitante me invadía al cerrar mis ojos. Un tacto gélido recorría cada vez más mi cuerpo, creando un contraste perfecto con el agua caliente. Aquella sensación se desvanecía cuando mis ojos se abrían. Y nunca, jamás, encontraba algo a mí alrededor.


Cuando salí del baño me puse la ropa que no tenía mucho Edward me había comprado (con el dinero de un desafortunado político multimillonario, el cual ya yacía bajo tierra tras haberle servido como alimento). Se trataba de una blusa azul oscuro y unos pantalones de mezclilla color negro.


“¿Qué tal me queda?” – le pregunté, en cuanto me terminé de vestir, al inmóvil vampiro de la esquina


“Me gusta más el color piel” – me pareció escuchar como respuesta, pero lo dijo tan bajito, que no podía estar segura. Esperé sentada a que la hora de irnos llegara


“Vamos” – indicó Edward en cuanto el ultimo rayo de sol desaparecía frente a nosotros. Me puse de pie y en seguida lo tuve frente a mí, mirándome, por segunda vez, fijamente a los ojos.


Llevábamos dos días en aquella ciudad. Por lo que había podido deducir, no estaríamos nunca más de cuatro días en el mismo lugar. Edward saltó del tejado de una casa sin hacer el más mínimo ruido. Me bajé de su espalda y me quedé asombrada al mirar lo que se levantaba frente a mí.


“¿Y esto?” – pregunté asombrada


“Tiene tiempo que no estas entre tu gente más de diez minutos” – dijo sin emoción en la voz – “te mereces un momento entre los tuyos” – comenzó a caminar y, después de que me recuperé de mi asombro, apreté el paso para ir a su par.


Me costaba creer que me encontraba en un inmenso parque, lleno de vida humana, siendo acompañada por mi vampiro. Obviamente, las miradas femeninas no se hicieron esperar. Con la luz de la noche, el rostro de Edward resultaba más que encantador. Su pálida piel parecía un vago reflejo de la luna, su forma de andar, sinuosa y elegante a la vez, no podían pasar desapercibidas para el ojo humano. Su cabello color cobre y despeinado, se movía por la brisa que soplaba. Y el rojo de sus pupilas se disfrazaba con las sombras para darle a estas un toque enigmático y sensual


Detecté con humor que, cada vez que algún hombre me miraba o intentaba sonreírme, se veía intimidado por la feroz mirada de mi acompañante, antes de que pudiera completar la acción. Me pregunté varias veces el motivo de los pequeños gruñidos que salieron de su pecho durante el transcurso de la noche.


El vampiro se detuvo al contemplar fijamente a una pareja que se besaba apasionadamente a pocos metros de nosotros. Yo no pude contemplar la escena por más de cinco segundos… me hacía desearlo aún más y eso, ya se volvía algo realmente insoportable.


Volvimos al mismo hotel, al llegar, me recosté en la cama y como todas las noches comencé a jugar con la medalla en forma de sol y media luna que colgaba de una fina cadena de plata, ambos regalos que el mismo Edward me había hecho en motivo de mi cumpleaños numero dieciocho. Me encontraba absorta, perdida entre las formas del dije, recordando aquellos días que tanto extrañaba, que tanto añoraba regresaran


“Siempre te quedas viendo eso” – salté, puesto que no me había dado cuenta de la hora en la que se había acercado tanto a mí. Su mano se estiró para coger la medallita y la vio por varios segundos – “¿Qué significa?” – preguntó


“Tu me lo regalaste” – respondí sonriendo tristemente. El continuó viendo el objeto con gran concentración


“No lo recuerdo” – murmuró y su aliento rozó mi pecho – “tal vez si pudiera leer tu mente, sería más fácil el revivir esos momentos de los que hablas”


“Te los puedo contar” – dije un poco temerosa por su reacción y su rechazo


“No” – aunque ya me lo esperaba. Siempre me dolería el repudio que le daba saber que algún día me había amado


“¿Por qué?”


“No tiene caso” – respondió poniéndose de pie y yéndose hacia la ventana para posar su atención en la noche que ya casi terminaba. – “deberías dormir” – aconsejó cuando estuvo completamente de espaldas a mí – “según tengo entendido, los humanos duermen en las noches y no en el día, como tu lo haces”


“Aún no tengo sueño” – discutí mientras caminaba hacia donde él estaba, sabiendo que muy probablemente, se alejaría antes de que pudiera estar a menos de dos metros de su cuerpo. Pero me equivoqué, esta vez no se alejó como quien se aleja de una peste al verla. Su mirada siguió clavada, viendo más allá del cristal de la ventana y al llegar, busqué lo que tanta curiosidad le provocaba.


Era una pareja, la misma a la que habíamos visto en el parque, solamente que estaban haciendo el amor y habían olvidado correr las cortinas del departamento. Me quedé en silencio mientras me preguntaba mentalmente qué es lo que Edward estaría pensando


“Tu y yo… ¿Estuvimos de esa manera?” – preguntó tras varios minutos de silencio, sin despegar su atención de la acalorada pareja. Mis mejillas se encendieron por la pregunta, la cual trajo recuerdos de un Edward tan humano como yo, trazando caminos en mi cuerpo con manos temblorosas.


“Si” – contesté con mi vista pegada al suelo


“Tampoco lo recuerdo” – su cuerpo se giró para poder darle la espalda a la ventana y al espectáculo que tanto había estado presenciando – “Me preguntó que sentí en ese momento” – alcé la vista para verlo. Su rostro estaba envuelto en una mascara de duda, como si se esforzara en ese momento por recordar – “pero dicen que las cosas importantes no se olvidan” - agregó mientras se encaminaba hacia la cama – “así que entonces, eso para mí no lo fue” – se dejó caer en la cama y sus ojos se clavaron en mi cuerpo mientras me movía hacia él.


“Si quieres, te puedo hacer recordar lo que sentías en ese entonces” – le dije cuando estuve frente a él, con mi cuerpo inclinado hacia abajo para estar a la altura de su rostro.


No contestó, se limitó a penetrar mis pupilas con las mías y con eso, yo obtuve la motivación para acercarme más. Me senté a su lado, moviéndome con gran lentitud, como si mi impaciencia pudiera asustarlo. No dejé su mirada libre de la mía en ningún segundo que pasó. Y lentamente fui acercando mi rostro hacia el suyo, hasta el punto en que pude sentir su fresco y dulce aliento chocando con mi rostro.


Quería tomar su rostro entre mis manos, pero me contuve, sabía que con ese gesto él podría desaparecer como el viento. Y al fin, cuando mi estomago ya no podía contener más el fuego que se expandía y se comprimía al ritmo de mi corazón, mis labios se juntaron con los suyos.


Antes de cerrar completamente mis ojos para dejarme llevar por la sensación, pude notar que el vampiro hacía lo mismo. Comencé a mover mis labios con los suyos, de manera suave y pausada, disfrutando la textura suave, fresca y dura, al mismo tiempo. Me sentí feliz al notar que no intentaba si quiera alejarse. Cuánto había esperado este momento: el tenerlo así… Con satisfacción, sentí como sus manos se desplazaban hacia mis mejillas y se quedaban ahí, contrarrestando con su fría piel el rubor de estas.


En respuesta, mi boca se movió con más impaciencia y llevé mis manos hacia sus suaves cabellos. Entrelacé mis dedos desde la raíz y comencé a masajearlas. También mi cuerpo exigió más. Comencé a moverme sin despegar mis labios de los suyos y, poco a poco, fui recostando el cuerpo de Edward en la cama. Ante este movimiento, el vampiro separó mi rostro con manos firmes y sus ojos resplandecientes me miraron por varios segundos, mientras mi corazón volvía a su normal palpitar.


“Tu corazón late como un colibrí” – murmuró al fin mientras su mano se posaba sobre mi pecho – “y tu sangre esta tan calida…” – sus ojos seguían profundizando los míos y, por primera vez desde hacía meses, vi el reflejo de unos ojos dorados que brillaban con el amor de unas verdes esmeraldas.