Dark Chat

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Lagrimas de Amor

Capitulo 13

Finalmente Bella se quedó dormida y cuando se despertó, encontró que estaba sola en la inmensa cama. No tenía idea de donde había pasado la noche Edward y cuando tuvo que salir corriendo al cuarto de baño para vomitar, agradeció que el no estuviera allí, preguntándose por que estaría ella enferma.

No podía quedarse en el castillo, sabiendo que la frágil vida que albergaba en su vientre era la última entrega del acuerdo al que había llegado con el. El bienestar y la educación de su hijo no eran negociables y mientras le quedara aliento, lucharía por la custodia del heredero Masen. Su hijo crecería seguro, sintiendo el incondicional amor que su madre le profesaría… no como su padre, a quién se le había negado el afecto durante sus años de juventud.

El mareo se le estaba pasando y metió de sus pertenencias en una bolsa, teniendo mucho cuidado de llevarse sólo lo que ella había traído de Inglaterra. No quería llevarse nada de lo que Edward le había comprado.

Cuando bajó a la planta principal, el castillo estaba inusualmente silencioso, pero al entrar en el comedor se quedó paralizada al ver allí a Tanya Denali.

¿Dónde esta Edward? –preguntó bruscamente.

Fue dolorosamente conciente de su extrema palidez frente a la deslumbrante belleza de la muchacha.

Se ha marchado a algún lugar con Alec… después de haberme regañado –dijo Tanya, enfurruñada-. ¿Por qué tuviste que involucrarme en su estúpida pelea?

-Tú te involucraste sola. Si Edward estaba enfadado contigo, es solo culpa tuya. Ya era hora de que alguien te dijera que crecieras.

Bella dejo de hablar y se mordió el labio cuando Tanya se quedó mirando su bolsa de viaje.

Oh, querida, no iras a marcharte ¿verdad? –preguntó la joven en un tono empalagoso.´

Voy a visitar a mi padre…durante unos días –murmuró Bella, negándose a admitir que no tenía intensión de regresar.

Oh, ¿de verdad? –dijo Tanya-. Contigo fuera de escena, tendré la oportunidad de arreglar las cosas con Edward –añadió echando la cabeza hacía atrás. Sus preciosos rizos cayeron sobre sus hombros-. Hazme un favor y no te apresures en regresar.

Con dignidad, Bella sacó sus laves y salió del castillo, pero mientras bajaba las escaleras, las lágrimas empañaron su mirada. Desesperada por salir de allí antes de que llegara Edward, se montó en el lujoso coche que le había comprado y lo arrancó.

La lluvia que estaba cayendo no le permitía ver con claridad, a pesar de que tenía los limpiaparabrisas a toda velocidad. A los pocos minutos de haber salido del castillo conducía con tensión, tratando desesperadamente de controlar el coche en aquella empinada carretera. Recordó la primera vez que había subido por aquel mismo lugar hacia el Palacio del León. Había estado dispuesta a hacer lo que fuese para ayudar a su padre… pero en aquel momento tenía que proteger a su bebe.

Al conducir con cuidado por una curva, vio un coche que se dirigía hacia ella e, impresionada, se dio cuenta de que era Edward el que lo conducía. El pánico la invadió y pisó el acelerador, pero las ruedas del potente deportivo derraparon sobre el suelo mojado y el coche se dirigió a toda velocidad hacía los árboles que separaban la carretera del barranco que había a un lado.

Iba demasiado rápido… no podía parar… y gritó antes de sumergirse en la oscuridad.

"Isabella, abre los ojos"

Aquella extraña voz incorpórea volvió a sonar y con esfuerzo, Bella levantó los párpados. Lo que vio delante de ella fue una cara que no le era familiar.

¿Quién…? –susurró en voz baja.

La persona que tenía delante de ella sonrió con dulzura.

-Ha sufrido un accidente, pero todo va a salir bien. Su esposo esta aquí.

Bella apenas oía la voz del doctor. Borrosas imágenes salpicaban su mente… árboles acercándose a ella a gran velocidad, el sonido del parabrisas rompiéndose… Entonces la invadió el terror…

-¿Mi bebe…?

Lo siento. Estaba de pocas semanas y me temo que no había nada que pudiéramos hacer. Se que no es consuelo, pero sus heridas son relativamente leves y no hay ninguna razón por la que en un futuro no pueda tener otro bebe –dijo el doctor dándole unas la voy a dejar sola –le dijo a Edward-. Su esposa ha tenido mucha suerte de que los árboles actuaran como barrera y que evitaran que su coche cayera por el precipicio. Sus heridas cicatrizarán, pero haber perdido a su hijo debe de ser devastador para ambos.

Bella cerró los ojos, pero las lágrimas brotaron debajo de sus párpados. Se sentía como si le hubieran destrozado el corazón y solo quería que la dejaran sola.

Se preguntó si Edward se había ido y abrió los ojos, encontrándose con la verde e incomprensible mirada de el.

Lo siento –se disculpó ella, susurrando, sin saber en realidad por que lo hacía. Era por ella misma por quien sentía pena… y por su bebe, a quien le había fallado de una manera terrible.

Continuó llorando y Edward la observó, sin ningún atisbo de emoción en su cara.

No me ibas a decir que estabas embarazada ¿verdad que no? –dijo el con voz ronca.

¿Cómo podría haberlo hecho? –exigió saber ella amargamente-. Me acababa de enterar, por medio de Tanya, de que tú habías planeado deliberadamente dejarme embarazada para luego quitarme el bebe después de que nos divorciáramos –aunque le tembló la voz, se forzó a continuar-. Ahora conozco la cláusula final del testamento de tu abuelo.

Dios, no hay ninguna cláusula final –gruño Edward, haciendo un esfuerzo por mantener la voz calmada-. Lo que has oído y elegiste creer, ha sido el resultado de la maliciosa imaginación de una niña mimada que esta más obsesionada conmigo de lo que yo me había dado cuenta.

Bella se quedó mirándolo con los ojos desorbitados, incapaz de digerir lo que acababa de decirle.

-Pero Tanya…

-Te ha contado una sarta de mentiras. Jamás le dije la razón por la que nos casamos, pero su padre y mi abuelo eran viejos amigos y ella escucho a mi abuelo contándole a su padre todo sobre la estipulación matrimonial que había añadido a su testamento. El resto se lo ha inventado.

Fue tan convincente… -susurró Bella, dándose cuenta de lo que había ocurrido en realidad.

Le había negado a Edward la posibilidad de defenderse y en vez de ello, había creído a una colegiala que estaba muerta de celos. Había pagado el precio de su desconfianza perdiendo a su bebe y juzgando por la expresión en los ojos de Edward, también había perdido cualquier oportunidad de haberse ganado su amor. Darse cuenta de ello era insoportable y apartó la mirada.

-Bella…

La inesperada dulzura del tono de voz de el la deshizo. Se negó a mirarlo, incapaz de soportar el desprecio que estaba segura iba a encontrar en los ojos de el.

Márchate, Edward –dijo entre lágrimas, escondiendo la cara entre sus manos-. Márchate y déjame sola.