Dark Chat

domingo, 6 de marzo de 2011

Vida : Dulce Inmortalidad

Capítulo Tercero: Verdades

Estábamos sentados a unos metros, paradójicamente en un Parque, era irónico si lo miraba de ese modo, podía sentir la tensión y ansiedad de mi casi familia, suspire y comencé a contar mi historia. Los ojos de Alice se abrieron como platos, Carlisle observaba sin emitir juicio, no podía decir si era pena o dolor, pero su rostro era confuso, era como si no pudiera transmitir sentimientos para lo que yo estaba contando.

- Habían pasado semanas y me rehusaba a comer, Charlie no sabia que hacer así que me interno en un hospital, simplemente me estaba dejando morir, al menos eso era lo que el médico le comento en varias ocasiones, pero la verdad era que incluso comer para mi en ese momento era lo más doloroso que podía hacer, mi mente no reaccionaba estaba como catatónica, escuchando en mi mente una y otra vez las palabras de Edward… no había comprendido hasta ese minuto de que forma le amaba

Suspire como si mi vida dependiera de ello y continúe

- Esa noche en particular, había decidido acabar con mi agonía, subí hasta el último piso del hospital, a la azotea no fue difícil, las enfermeras estaban viendo televisión no notaron mi desaparición, pero cuando estuve arriba, mirando hacia el precipicio, entendí que no era capaz de hacerlo, que no tenia la voluntad ni la fuerza de arrebatar mi propia vida, como maldije ese sentimiento que ahora yo estaba sintiendo, así que corrí sin rumbo fijo, me detuve en una pequeña plaza como ésta, llena de arboles, estaba ahí mirando al horizonte, dejándome morir cuando fue justamente eso lo que paso… en realidad no la sentí venir.

- Victoria. murmuro entre dientes Alice.

- Solo sentí la ponzoña entrar por mis venas, y hacer que mi corazón se detuviera, lo siguiente que recuerdo es cuando desperté en el bosque un par de días después.

- Te lo dije, yo lo vi - interrumpió Alice mirando a Carlisle, este entrecerró sus ojos, pero no expreso nada, Alice se volvió a mi contestando mi pregunta evidente.

- Él me prohibió hurgar en tu futuro, y te juro que no lo hacía, pero aquel día en particular, simplemente lo vi.

Confesó me dio un vistazo y luego continuo

- Edwards te busco desesperadamente cuando supo que habías desaparecido, lo hizo hasta que…. - Su voz se apago recordando el pasado antes que pudiera seguir yo continúe mi relato.

- Al principio estaba errática, no sabia que hacer, de hecho mi primera victima.

- ¿Bella? Interrumpió esta vez Carlisle.

- Fue un Alce - confesé como si hubiera sido la peor victima de todas - bueno luego mi dieta no fue muy sútil que digamos - recordé a los ratones a los que había engullido, Alice hizo una mueca de asco. - Pero con el tiempo logre llevarlo, hasta que supe que se podía comprar sangre, al principio lo hacia como un tráfico, hasta que una noche alguien por ahí comento que a los estudiantes de medicina le era más fácil, y decidí que era tiempo de seguir con mi vida como había querido Edwards, y heme aquí, estudiando esto - dije mientras agitaba mis brazos en señal de resignación.

- Entonces tu tomas sangre humana. dijo Alice, su expresión era de desaprobación y cautela.

- No sabia que más hacer, la verdad, a pesar que han pasado cinco años, bueno yo no soy – hice una pausa, dude en continuar realmente me avergonzaba admitirlo, pero lo hice - creo que la caza no se me da del todo bien.

Carlisle sonrío por un breve momento, y luego me miro fijamente, no necesitaba leerle la mente para saber lo que él estaba pensando.

- ¡No! ¡Por ningún motivo! Respondí agitada mientras me levantaba desde el tronco que había servido como asiento por todo este tiempo, Alice se levanto conmigo.

- Bella… él también ha sufrido, no es fácil, no fue fácil para él, escucha… cuando se fue, lo hizo porque quería que tu no salieras lastimada, encontró que nosotros éramos un peligro para ti, nuestra sólo existencia lo era, pero en realidad el jamás dejo de amarte.

Finalizo Alice dándome una mirada, de esas que sólo la Familia Cullen podría dar, su expresión era tan clara, tan nítida, tan autentica como si quisiera que yo viera la verdad en sus palabras a través de sus ojos, Carlisle interrumpió.

- ¿Crees que podrás ocultárselo para siempre? Me preguntó mientras me sujetaba por un brazo.

- Lo hubiera logrado de no ser por ti. respondí

Pero lo cierto es que no estaba segura si podría ocultarme para siempre, en un planeta tan pequeño como este.

- ¿Para qué? agregué de mala gana, mis recuerdos de Edwards eran cada vez más patentes, como si hubiera sido ayer, de pronto todos mis recuerdos humanos afloraron en mi mente junto con el dolor.

- Él tiene derecho a saberlo, y… - comenzó a decir Carlisle, pero yo termine la frase por él precipitadamente, pidiéndole una explicación

- ¿Y qué? ¿decidir? ¿Qué tendría que decidir Edward?, grité,

- ¡No! fin de la discusión. concluí

Alice intervino.

- Cuando te vi mi visión no era del todo clara, y de pronto no pude verte más, fue cuando te busco por todos lados, estaba como ido, tardo meses en comprender que no era su culpa, además todo empeoró cuando leímos en el diario aquella noticia que había aparecido un cuerpo, y que era el… - hizo una pausa - tuyo, creímos que perderíamos a Edward, jamás en años lo habíamos visto así, estaba como loco, trastornado, incluso trato de… bueno… acabar con su existencia, esto último casi lo logró.

Confidenció en un susurro, sus ojos no estaban con nosotros, parecía que hubiera vuelto al pasado recordando, la expresión de Alice era sombría, compungida y apagada. Por un momento yo también estaba compungida y sombría al pensar el dolor que él había sentido pero de pronto ese sentimiento cambio a la ira, y grite sin quererlo.

- ¡Bueno, creo que Edward, tiene una visión bastante real de cómo me sentí yo cuando él me dejo aquel día en el bosque!. alegué, mientras me apartaba de ellos.

- Solo piénsalo, las cosas han cambiado, esta inmortalidad te hace como él, no veo porque no podrían estar juntos.

Carlisle trato de persuadirme, pero yo no dije nada.

Los días parecían interminables, tener a Alice de compañera no era exactamente mi idea de continuar con mi vida, desde que me habían encontrado ella no quería apartarse de mí, se había mudado a vivir conmigo en el dormitorio de la universidad – Alumna de intercambio – pregunte incrédula mientras miraba su carné de identificación.

- Qué querías, vampira nueva en la ciudad. aportillo dándome una mirada.

- Ja! Muy graciosa. Segura que no le has dicho nada, ¿no querrá visitarte? Pregunte temerosa.

- No, He mantenido mis pensamientos lo más lejos de tu imagen, pero supongo que existe la posibilidad que él lo lea en mi mente.

Concluyó pensativa, la mire estupefacta, tenía un extraño sentimiento de angustia, no estaba preparada para verlo nuevamente. Alice sacudió la cabeza y sonrío

– Bella no te preocupes, no vendrá te lo prometo, a decir verdad no terminamos muy bien la última vez que conversamos, y para tu tranquilidad, él esta muy lejos de aquí junto con Jasper. agregó.

- ¿Jasper esta con él? Pregunte curiosa.

- Sí – exclamó - es una larga historia.

- ¿Por eso no terminaron bien la última vez? ¿no? Adiviné. Alicie asintió con un movimiento corto, sus pensamientos estaban lejos.

Decidí que era tiempo de cambiar de tema, y preocuparme por otras cosas, como por ejemplo Susan, no la había llamado desde que Alice estaba aquí y mi ausencia a clases había empeorado la situación.

- ¿Dónde vas? Me pregunto saliendo de su reflexión.

- A ver a Susan, no demoraré mucho, puedes… bueno siéntete como en casa. Le dije dándole una sonrisa de confianza. Después me arrepentiría de aquello.

Iba caminando por los pasillos en busca de Susan, cuando de pronto vi un montón de chicos sonriendo y alardeando, seguro era con una chica a juzgar por sus actitudes, la miraban de pies a cabeza e incluso algunos trataban de hacerse los caballeros con ella - Otra persona a mitad de semestre pensé

En realidad no podía ver de quien se trataba puesto que la tenían rodeada, todos en un circulo y ella al medio. Tampoco era que me interesara tanto, así que continúe en busca de Susan, estaba justo fuera de su habitación, iba a tocar, pero de pronto suspendí mi mano a escasos centímetros de la madera.

– Que iba a decir - en mi mente comencé a buscar excusas, buenas excusas para justificar mi comportamiento las últimas semanas, pero no encontré ninguna - esto de mentir no es lo mío - pensé inquieta, de pronto pensé que decirle la verdad no era tan malo, claro si ocultaba todo el tema de vampiros podría decirle que Alice, era una vieja amiga que había pedido su traslado a esta universidad y yo amablemente estaba ayudándola a ambientarse, lo que no era mentira del todo.

Retome fuerzas e iba a golpear cuando Susan abrió la puerta de imprevisto, era como si estuviera esperando a alguien. La mire nerviosa, sólo fruncí mis labios y esboce una sonrisa avergonzada.

- Bella, ¿Qué haces aquí? Pregunto desconcertada.

- Vine a verte. Respondi timidamente.

- OH, bueno, no es buen momento ahora. Me explico mientras miraba de un lado a otro por el corredor donde estaba parada, parecía como si buscará algo o a alguien.

- ¿Por qué, esperas a alguien? Pregunte confundida.

- Algo así, pasa… supongo que tendremos un par de minutos, antes que llegue

- ¿Llegar, quién? Volví a preguntar mientras cruzaba el umbral de la puerta.

Cuando entre pude ver que la cama donde dormía Eileen, la compañera de cuarto de Susan y su mejor amiga de la infancia, estaba vacía, de hecho todo el lado que le pertenecía en aquella habitación estaba vacío. Eileen se había mudado pensé, pero ¿dónde?, desde que conocía a Susan, Eileen era su eterna amiga, si no fuera porque conocía uno que otro detalle poco decoroso de Susan, incluso podría haber aventurado que ellas dos eran más que amigas.

- Eileen tuvo que suspender un semestre. Sus padres tuvieron un accidente y bueno ella tuvo que volver a su casa, a cuidar de sus hermanos menores

Me dijo sin que yo preguntara siquiera.

- OH, ya veo, ¿entonces estas esperando una nueva compañera?

- Sí, me notificaron hoy, creo que viene trasferida de Dartmouth.

- OH, no es raro… digo esa Universidad es cara, y prestigiosa, porque habría alguien ya inscrito ahí querer cambiarse a ésta Universidad. Comenté no sin mucho sentido.

Susan sólo sonrío nerviosa y sacudió su cabeza.

- No tengo la menor idea. Me respondió.

Susan la verdad yo venia a... no alcance a finalizar cuando sentimos el ruido de la puerta, me distraje y Susan se levanto ansiosa para abrir la puerta a su nueva compañera. Su olor me dejo paralizada en mi sitio, era inconfundible, incluso sin sentirla hablar sabia perfectamente de quién se trataba, pero era imposible, acaso mi pesadilla iba a empeorar.

-Bella – sentí decir a Susan nerviosa - te presento a mi nueva compañera de cuarto, su nombre es Rosalie Hale.

- Demonios. Resollé. Mi cuerpo no me respondía, quería pararme pero era casi imposible siquiera coordinar los movimientos. Estaba comenzando lentamente a levantarme de la cama, y torciendo mi cuerpo para dar la cara a Rosalie, cuando sentí la voz de Alice en la puerta.

- ¿Qué haces tú aquí? Inquirió con urgencia a su hermana, quien sonreía maliciosamente satisfecha con la escena.



Corazon de Hierro

Cap. 4 Resistencia


—No puedo creerlo —dijo la asombrada voz de Rosalie, levante mi vista y ella tenía sus puños apretados—. ¡Ese mal nacido te humilló todo el día!

—Lo sé, lo sé —acepté, escondiéndome nuevamente entre mis brazos.

—Bella, pero no puedes permitirlo —dijo, con un tono que demostraba claramente que estaba muy enfadada.

—¿Y qué quieres que haga? ¡Él es mi maldito boleto para salir de esa casa! —le dije, alzando mi voz y conteniendo mis lagrimas—. Aunque sea un maldito… tendré que aguantarlo.

—¡Dios Bella! ¡Caíste en la casa de un vampiro! —dijo con un poco de melodrama.

—Lo sé, pero eso ya no importa —la sola imagen de Carmen maltratando a mi familia me hacía resistir… tenía que resistir.

—¿Y qué vas a hacer?

—Nada ¿qué más? Mañana iré a trabajar y listo, asunto resuelto.

—Demonios Bella, esto más que un remedio parece la misma enfermedad, sales de la casa de una maldita para ir a meterte a la de otro.

—Sí, pero esto no es tan malo, Rose. Sólo tengo que asistirlo y obedecer, nada más.

—¡Dios! —dejo salir Rose con exasperación.

—No te preocupes amiga, estaré bien —mentí.

—Eso espero Bella, si no, te sacare del pelo de esa casa —su broma me hizo reír.

Hablamos un poco mas y cuando vi que el reloj marcaba las siete y media, me levanté precipitadamente, era la hora de cenar y debía hacerlo en casa y con mi familia.

—Llámame cualquier cosa ¿sabes que te apoyo verdad?

—Lo sé amiga, gracias.

—Cuídate Bella.

—Lo hare.

Nos dependimos con un fraternal abrazo y partí hacia el departamento. Las calles de Chicago estaban mas frías, ya entrada la noche el frío hacia estragos en cualquier parte de la ciudad, por una extraña razón me pregunté: ¿qué estará haciendo Edward Cullen en éste momento? Por la mujer que entró cuando yo me fui de su habitación ya podría imaginar lo que estaría pasando. Un escalofrió me recorrió la espalda. Caminé a la deriva por unas cuantas cuadras, llegué a la calle en donde vivíamos y casi palidecí al sentir a Kate gritar.

—Demonios —dije, subiendo rápidamente las escaleras, al subir a nuestro piso los gritos de dolor se hacían más fuertes, llegué a la puerta y la abrí como pude— ¡No! —grité horrorizada—. ¡Déjala!

—¡Bella! —el grito de dolor de Kate me partió el alma, corrí hacia donde estaba y no pude controlar lo que paso. Saqué de encima de mi hermana el cuerpo borracho y drogado de mi madrastra.

—¡¿Qué demonios te pasa, mal parida? —le grité a Carmen, miré su cara y sus ojos estaban completamente desorbitados

—Vete al demonio hija de puta, estaba pegándole a ésta atrevida porque no me hizo de cenar —me dijo, tambaleándose y poniendo una mano en la muralla.

—¡Te voy a matar! —le dije, abalanzándome contra ella.

Nuestra pelea comenzó con puñetazos y patadas, Carmen me rasguñó los brazos para tratar de soltarse, pero el instinto animal y de supervivencia que vivía dentro de mi se hizo presente, nadie iba a tocar a mi familia, nadie.

—¡Te juro que no volverás a tocarla! —le grité mientras le apretaba el cuello contra la muralla.

—¡Bella! —un grito ahogado salió de la garganta de mi padre. Busqué rápidamente su voz y lo vi tirado en un rincón, su frente estaba partida y había mucha sangre esparciéndose por su rostro.

—¡Papá! —grité sin poder contener las lágrimas de desesperación.

—¡Bella, ya para! Déjala —me pidió mi padre, miré el cuerpo convulsionante de Carme, ella se retorcía en el suelo tosiendo y buscando calmar su respiración.

—¡Maldita perra! —le grité cuando pude sentar a mi padre nuevamente en su silla de ruedas.

—Ésta me las pagas, maldita, te juro que me las pagas.

—Juro que si les vuelves a hacer algo te mato —acorté la distocia que nos separaba y con mi puño bien apretado le di en toda la quijada

—¡Puta! —me gritó, abalanzándose encima, sentí que caímos encima de algo muy duro, a los pocos segundos esa estructura también cedió llevándonos directamente al suelo. Carmen trataba de pegarme y de arañarme la cara constantemente, pero yo no la dejaba. Mientras estabamos forcejeando vi que Kate pasó rápidamente por al lado de nuestra pelea, unos segundos mas tarde sentimos un estruendo y Carmen cayó desmayada encima mío.

—¡Maldita! — grité, sacándomela de encima—. ¿Están todos bien?, ¿papá?, ¿Kate?

—Sí, yo lo estoy —dijo mi pequeña hermana con sus ojos llenos de lágrimas y dejándose caer en una silla.

—¡Dios mío! ¿Hasta cuándo será esto —gritó mi padre al cielo, mordí mi labio pensando en que esto había sido la gota que rebalsó el vaso, si de mi dependía que nos fuéramos, mas pronto que tarde estaríamos fuera de esta ratonera.

Saqué mi celular y marqué rápidamente a la policía, en menos de veinte minutos llegaron a la casa y semi inconciente se llevaron detenida a Carmen. Mi pequeña Kate caminó lentamente a mis brazos para buscar mi apoyo, lo único que pude hacer fue besarle el cabello y susurrarle un «lo siento». ¿Qué más podría hacer?. Después de todo el alboroto y habiéndonos librado de Carmen por algunas semanas les di de cenar y los acosté a dormir, hoy por lo menos tendríamos paz.

A la mañana siguiente le dije a Kate que no fuera a la escuela y que mejor se quedara con papá, ya que si Carmen volvía tendría que salir corriendo hacia la casa, el problema era que excusa daría en mi trabajo, pero de eso me preocupaba después.

A las ocho en punto estaba en la casa Cullen, toqué el timbre y una mucama que no conocía me abrió la puerta.

—Buenos días —me saludó muy educada.

—Buenos días, no nos conocemos, mi nombre es…

—Isabella Swan —terminó con una sonrisa—, no se preocupe señorita Swan, todas las mucamas de la casa hemos sido informadas de su presencia, pase por favor —hizo la pequeña reverencia y me concedió el paso. Me paré en el medio del hall de entrada y parecía más grande que el otro día.

—Gracias.

—Si gusta puede subir de inmediato hacia la habitación del señor, en éste momento se encuentra con el doctor, pero él la estaba esperando.

—Oh, qué bien —respondí con un fingido entusiasmo—, subiré enseguida.

Me encaminé por las largas escaleras de la mansión Cullen, se me hacia muy incomodo todas las formalidades que ocupaban en ésta casa, para ser un plomo de persona, Edward Cullen era un hombre con bastante educación. Acomodé mi ropa antes de entrar, por lo que paso anoche tenía unas cuantas marcas que no se borrarían por algunos días, solté un enorme suspiro, conté hasta diez y golpeé.

—Pase —me dijo la inconfundible voz de mi jefe.

Entré y la habitación seguía igual de lúgubre que el día de ayer, caminé por la sala de estar dejando mis cosas en los sofás, Emmett y Edward estaban sentados en la cama, Emmett examinaba a Edward, éste me quedó viendo con sus penetrantes ojos, muchos escalofríos siguieron la misma trayectoria que tenían sus ojos, produciéndome muchas sensaciones.

—Buenos días —saludó con su aterciopelada y sensual voz, ¡demonios! Su voz no era tan sensual.

—Buenos días —le respondí.

—Buenos días Bella —me saludó el doctor.

—Buenos días Emmett —respondí con un sonrojo, la mirada de Edward me los producía constantemente. Miré de reojo y él tenía sus ojos clavados en mí.

—¿Bella? —dijo, y me giré inconscientemente—. ¿Por qué la llamas así? —preguntó con desdén.

—Es el diminutivo de Isabella, ¿no Bella?

—Si es verdad.

—Oh —soltó con sarcasmo—, veo que se han hecho muy buenos «amigos» —dijo, recalcando la palabra.

—Claro, somos colegas, tú y yo también tenemos una excelente amistad —dijo Emmett, buscando su estetoscopio en el maletín.

—Pero nosotros somos hombres —agregó nuevamente con sarcasmo, Emmett al parecer no lo escucho porque siguió con su tarea, pero yo si lo había oído. Me giré y él estaba mirándome con una expresión bastante seria y tensionada.

—Bueno Edward, comencemos el día. ¿Bella? —me llamó el doctor—. Asísteme por favor.

—Claro.

Hicimos la misma ruina del otro día, Edward me seguía constantemente con sus ojos, sentía sus miradas muy pegadas a mi espalda. Al parecer le daba desconfianza mi trabajo ya que siempre observaba con mucho cuidado todos mis movimientos.

—¿Y todavía no llegan los exámenes? —preguntó de repente.

—No —le contestó Emmett—, e igual me urge verlos, ¿o has tenido ninguna crisis en la noche?

—No, espero no tenerlas, si no, tendré que necesitar los servicios de la señorita Swan todo el día y además en la noche —mi cuerpo de inmediato se tensó por completo.

—Por el momento no lo creo, espero que tu condición no empeore —miré a Edward y a pesar de que estaba sumido en una extraña enfermedad su semblante se veía igual que ayer, impenetrable.

—Esperemos que no —Emmett unos minutos mas tarde terminó el examen y se sentó a hablar con el señor Cullen.

—Bueno Edward, ahora que tenemos la presencia de Isabella no es tan necesario que yo venga todos los días.

—¿Te liberas de responsabilidades Emmett? —rió. ¿Qué le encontraba de chistoso a su comentario?

—Claro que no amigo, lo que pasa es que Isabella es bastante capaz de mantenerte como estas ahora, ¿cierto Bella? —preguntó mirándome.

—Por supuesto —le contesté.

—Bien, si hasta para hablar son un equipo — mis puños se apretaron. ¿Por qué demonios tenía que ser tan prepotente?

—Como te decía, ahora vendré sólo una vez por semana, la comunicación con Bella será por intermedio de un teléfono, así que cualquier cosa me llaman y vendré enseguida.

—Claro doctor —respondí cortés, ganándome una mirada de ¿desprecio? de parte de Cullen.

La mañana pasó rápidamente, Emmett se quedó enseñándome algunas cosas y antes del almuerzo se fue, eran alrededor de las dos de la tarde, de pronto William entró estrepitosamente a la habitación rompiendo el incomodo silencio que se formaba entre los dos.

—¡Señor Cullen! —dijo con voz bastante fuerte desde la sala, caminó rápidamente hasta la cama y se acercó para hablarle a su oído, miré por sobre el libro de medicina que ojeaba las diferentes expresiones que tomaba el rostro de Edward. William le susurraba rápidamente algo al oído, él lo escuchaba con bastante atención.

—¡Maldita sea! ¿Cómo demonios paso esto?

—No lo sé señor —dijo, alzando un poco más la voz.

—Da lo mismo, la gente inepta siempre es igual. Dile a Frederick que me traiga los informes y los balances que los revisare aquí.

—Sí, señor —el hombre desapareció rápidamente de la habitación.

—Espero no se moleste si trabajo un poco —me dijo, enfocándose en mi rostro, mi cuerpo tuvo múltiples reacciones ante su mirada.

—No se preocupe señor Cullen, es su casa.

—Y usted es mi enfermera, sólo le estaba comentando —me respondió y se sentó en la cama para recibir los papeles.

Unos minutos más tarde entró un hombre, tenía aproximadamente unos cuarenta y cinco años de edad, era de estatura media. Su rostro venía completamente desencajado, sus ojos parecían estar en cualquier parte y sus facciones se notaban increíblemente tensas.

—Señor Cullen —dijo con un visible nerviosismo, miré a Edward y él sólo levantó su mano en señal de silencio, soltó un suspiro y comenzó a hablar.

—Respira —le aconsejó—, dime exactamente que pasó.

—Señor, lo lamento… los balances de éste mes no los alcanzaron a llevar a corrección, se presentaron tal cual en la junta de accionistas causando un enorme enojo en ellos.

—¡Demonios! —gritó de repente, haciéndome saltar—. ¿Para qué carajo les pago? ¡Explícame! —insistió.

—Para… para hacer bien nuestro trabajo —respondió en un susurro, el hombre tenía la vista perdida en sus zapatos.

—¡¿Entonces por qué demonios hacen las cosas mal? ¿Te das cuenta de que hemos perdido tiempo valioso en esto? ¡Exijo saber quién es el responsable! —demandó en un grito, ¡dios!, ¿así era siempre?

—Es… es… uno de los contadores —dijo nervioso.

—Entonces que sea removido de inmediato, no puedo trabajar con incompetentes —dijo finalmente, abrí mis ojos y lo miré, su rostro era tan duro como el concreto de la calle, ninguno de sus músculos se movía, parecía que a él realmente no le importaba lo que pasara con la persona que iba a despedir.

—Sí… sí señor —tartamudeó.

—Ahora déjame los papeles para revisarlos, antes de las cinco quiero que pasen por ellos.

—S…sí señor —sentenció, retirándose. Observé la figura del hombre y estaba completamente nervioso, casi en un estado de stress. Al contrario de su jefe que parecía estar disfrutando de lo que pasaba.

—¿Qué me ve? —me preguntó, sacándome de mis pensamientos, fijé mi vista y estaba observándome.

—Nada —respondí, tratando de distraerme.

—¿Piensa que soy muy duro? —me preguntó, dejándome pasmada con la pregunta.

—¿Las enfermeras podemos opinar —respondí, girándome hacia otro lado buscando la nada.

—Si yo se los pido claro que pueden.

—Siento decepcionarlo, pero eso no está dentro de mis funciones —le respondí, ganadme una mueca de disgusto, pero no me importaba, una pequeña sonrisa triunfal apareció en mis labios.

Minutos mas tarde se concentró en los papeles que le llevaron, pasó unas largas tres horas revisando todo lo que tenía, eran por lo menos unas doscientas hojas que leyó atentamente. Cuando iba casi terminando comenzó a removerse incomodo, constantemente se agarraba el cuello o se tallaba los ojos, creo que eran consecuencias de su enorme concentración, sin duda Edward Cullen era un adicto al trabajo.

—Demonios —dijo con visible frustración.

—¿Sucede algo? —le pregunté desde un rincón en donde leía.

—Mi cabeza y la vista me están matando, necesito terminar, pero me duele demasiado, ¡maldición!

—¿Puedo ayudarle en algo? —ofrecí, al parecer no esperaba mi propuesta ya que en sus ojos vi atisbo de asombro, por primera vez sus labios me mostraron lo que podría ser una sonrisa, una pequeña curvatura en ellos me lo demostraba.

—¿Podría hacerlo? —me contestó con otra pregunta.

—Claro señor, estoy aquí para asistirlo.

—Bien —me dijo visiblemente conforme—, entonces podría leerme estos balances en voz alta.

—Claro.

Cuando me fui a parar del sillón en el que estaba sentada mi torpeza se hizo presente, dejé caer accidentalmente los libros que tenía en el regazo, miré avergonzada al señor Cullen y él me miraba con unos ojos burlones.

—Lo siento —susurré, en menos de lo que pensé se había parado de la cama y estaba en frente mío tomando los libros, me agaché para ayudarle, levanté mi mirada, pero me encontré con sus ojos que miraban atentos mis brazos, mi chaqueta se había subido dejando ver los moretones y rasguños que tenía en mis brazos. Traté de taparme, pero él hablo antes de que lo consiguiera.

—¡Dios! —exclamó, al parecer pensó un momento y prosiguió—. ¡Bah! —dijo con sarcasmo—. Si tiene sexo masoquista y duro con su novio no tiene que avergonzarse, cada loco con su tema. Sólo dígale que no le deje tanta marca —se levantó y dejó los libros en su estante, mis puños se apretaron con violencia, ¿cómo demonios me decía eso?, ¿qué sabia el de mi? ¡Nada! Si le decía que anoche tuve que defender a mi familia de una maldita loca creo que no me creería. ¡Demonios! Mordí fuertemente mi labio conteniendo el impulso de lanzarle lo primero que pillara, ¡como odiaba a la gente burlesca!

—¿Necesita que le lea? —logré articular cegada por la rabia.

—Claro —respondió con una sonrisa burlona—, prosiga.

Me comí toda la rabia que tenía dentro, unas locas ganas de llorar se apoderaron de mi, ¿cómo podía ser tan patán? ¡Es un… un… desgraciado!, ¡maldita sea! Grité en mi mente.

Después de treinta eternos minutos parecía que no aguantaría más. Me excusé y salí al baño del servicio que estaba en ese piso. Entré rápidamente trabando la puerta con el pestillo, me deje resbalar en la puerta tratando de acallar los sollozos que tenía atrapados en mi garganta.

—Demonios —susurré llorando—. ¿Por qué tiene que pasar esto? —pregunté a la nada. ¿Por qué teníamos que vivir en ésta mierda?, ¿por qué éste hombre tenía que ser tan malo?. Lo único que deseaba era salir corriendo de aquí, no verlo nunca mas, pero las ganas disminuían de inmediato al recordar la escena de anoche: Kate siendo brutalmente maltratada por Carmen al igual que mi padre, no podía hacerles esto ¡tenía que soportar! Estaba segura de que dentro de poco me haría inmune a sus comentarios.

Lavé mi cara limpiando con cuidado mis ojos, las lágrimas corrieron un poco mi maquillaje, pero nada que no se pudiese arreglar, me compuse y traté de calmarme, si ese hombre se proponía hacerme estallar no lo conseguiría, yo era fuerte, tenía que ser fuerte, dos personas dependían de mi y no las iba a abandonar. Lavé mi rostro y respiré muchas veces antes de encaminarme nuevamente a la habitación. Caminé lentamente y al entrar me encontré con William parado al lado de la cama del señor Cullen hablando con él.

—Entonces dejémoslo así, Will. Ya sabes que hacer —le dijo, y sentí inmediatamente sus ojos en mi, levanté la vista y nuestras miradas se encontraron, por escasos segundos vi sus ojos brillar y una mueca que no pude distinguir apareció en su rostro, desvió sus ojos nuevamente hacia Will ignorándome por completo, vi que el llamaba por teléfono por una red interna que había en la casa. Minutos después él me habló.

—Señorita Swan —me dijo Will, levanté mis ojos y lo miré, de seguro los tenía rojos e hinchados ya que me ardían demasiado—. Ya son las seis, es hora de que se retire —Dios… ¡Al fin! Dije sólo para mí.

—Está bien —tomé mis cosas con mas velocidad que ayer y me despedí.

—Hasta mañana —dije, evitando los ojos de mi jefe.

—Hasta mañana señorita Swan —me dijo él en el mismo tono de siempre.

Salí rápidamente de la recamara, me paré afuera y nuevamente contuve las ganas de llorar, mordí mi lengua para no ceder ante las ganas, bajé lentamente las escalas, al llegar al segundo piso mi sorpresa fue grande. Por el pasillo de la mansión Cullen venía caminando una modelo, sí, lo era. Una mujer de enormes piernas y tan alta como un poste de luz caminaba con paso de pasarela por las dependencias de la casa, tenía unos ojos color verde intenso, jamás vi algo igual. En su enorme altura ni siquiera se dio cuenta de mí ya que paso con la vista fija en frente y subió por las escaleras hacia el tercer piso, mi boca se abrió un poco y no pude disimular la sorpresa. Nuevamente la palabra «amante» repicó en mi mente, ¿se vería todos los días con su amante? La pregunta me generó una enorme curiosidad, pero la mujer de ayer no era la misma de hoy, eso significaba que Edward Cullen tenía más de una amante. Claro… para alguien de su estatus eso se debe comparar a tener perros o coleccionar antigüedades.

Me despedí del servicio y salí casi corriendo del lugar, la casa era completamente hermosa, pero en el interior se veían muchas cosas que no encontrabas afuera. Por ejemplo, un hombre que era completamente hermoso por fuera, era el dios Apolo en versión terrenal, que con una sola mirada podría despertar hasta la mas ínfima de tus conexiones nerviosas, pero por dentro era el ser mas despiadado y cruel del mundo, si compráramos en tamaño ambas partes tenían el mismo peso, su belleza y su maldad eran iguales, coexistían las dos dentro de un solo cuerpo. En otra parte estaban esas mujeres, ¿quiénes serían?, ¿amigas?, ¿subordinadas?, ¿amantes? Quién sabe, quizás algún día sepa quienes son esas afroditas.

La semana pasó lenta y tortuosa, sin duda estar con Edward Cullen cada día era una prueba del cielo, su hermosura y su altanería eran dos enormes contrastes, el día viernes por la noche le imploré a Rose que saliéramos ya que por primera vez en mi vida necesitaba un trago.

—Ahora sí que pienso que estas mal —me dijo con sincero asombro. Estabamos en un pub cerca de la casa de Rose, su nombre era «Highlight». Estaba tan tensa que pedí un martín doble y seco, me lo bebí en unos segundos levantando el dedo para pedir el próximo—. Jamás te he visto beber así y mírate —me señaló—, una semana con ese plomo y estas perdiéndote, ¡demonios Bella!

—Ya no me regañes mas —le dije, mascando la aceituna de mi copa—, sabes que no hay nada mas que pueda hacer.

—Lo sé, pero igual no puedo evitarlo. ¿Cuánto estará Carmen en la cárcel? —me preguntó con duda.

—Por lo que dijo el abogado por lo menos un mes, la encerraron por agredir a una menor y a un minusválido.

—¡Me alegro! —dijo sirviéndose de su vaso—. Yo la habría dejado pudrirse allí

—Yo también —acepté con una sonrisa, miré el contenido de mi vaso y me perdí en el color de la copa. Unos segundos después una voz me sacó de mis pensamientos.

—¿Bella? —me giré hacia donde venía la voz y me sorprendí al ver quien era.

—¿Emmett? ¡Hola! —me paré del asiento a saludarlo, él me dio un beso en la mejilla y un abrazo.

—Espero que no te moleste saludarme así —me dijo con una sonrisa.

—Claro que no, además, no estamos en el trabajo.

—Es cierto —me dijo, pero sus ojos estaban puestos en mis espaldas, seguí la dirección de su mirada y veía a Rosalie, ella ni siquiera se había dado cuenta de su presencia por lo que no se volvió a mirar.

—¡Rose! —la llamé para que mirara, ella nos dedicó una mirada a ambos, le tomé la mano y la llevé a saludar.

—Emmett, quiero que conozcas a mi mejor amiga, Rosalie Hale. Rose el es Emmett McCarty, el doctor de cabecera de la misión Cullen.

—Hola —saludó—, mucho gusto —inclinó su mano y Emmett se la agarró para corresponder al saludo.

—Hola, es un placer conocerte —miré la cara de Emmett y estaba embobado mirando a Rose, sus ojos la recorrieron completamente, pero cuando me giré esperando la misma reacción en Rose, ella retiró la mano y dijo un suave «con permiso» y se fue a sentar nuevamente.

—Perdón, pero no estamos pasando por un buen día.

—No importa, pero ¡wow! Bella… es una belleza.

—¿Te gustó mi amiga? —pregunté divertido.

—¿Qué si no? Mírala, ¡es hermosa!.

—Bueno, tratare de ver si le gustaste, el lunes hablamos de ello.

—Me harías un favor Bella. Oye ¿y como te fue en ésta semana? No pude pasar por la casa Cullen.

—Sí, bien —contesté con el entusiasmo que me daba la situación.

—¿Edward te trata mal?

—¡No! —casi grite—. Es sólo que…. Él es un poco duro para tratar a las personas.

—Lo sé, a mi me pasaba lo mismo cuando lo conocí, pero déjame decirte algo Edward es un hombre muy bueno Bella, de verdad, cuando entras en el corazón o en la cabeza de Edward te darás cuenta de cómo es. Edward sin duda es un súper héroe en un traje Armani.

—Ver para creer —le dije, cruzándome de brazos y apoyándome en una sola pierna.

—Sí… es verdad. Yo tuve que verlo para creerlo, pero te aseguro que no pasara mucho tiempo en que veas algún cambio, sé que te sorprenderás

—Ojala Emmett, ojala.

—Bueno Bella, ya es hora de irme, unos amigos me esperan. ¡Cuídate y que estés bien! ¡Adiós Rosalie, un gusto! —le gritó Emmett, Rose sólo agitó su mano con gentileza, pero en sus ojos veía que no le había gustado Emmett—. Adiós Bella

—Adiós Emmett —le di un beso en la mejilla y volví con Rose.

Volví a donde estábamos sentadas, Rosalie sujetaba su vaso y tenía la vista perdida.

—¿Qué sucede? —le pregunté con un poco de ansia.

—Nada —contestó ella con voz tranquila.

—¿Acaso no te cayó bien Emmett? —le pregunté, conteniendo una risita.

—No —respondió seca—, sus ojos parecían devorarme, odio a los hombres así, me causan escalofríos —abrazó su cuerpo imitando un escalofrió.

—Eso es por lo hermosa que eres —mi amiga parecía una modelo, sus enormes ojos azules y su cabello dorado la hacían verse como un angelito.

—Ya dejemos de hablar de mí, entonces —suspiró—, ¿seguirás aguantando al plomo de Cullen?

—Claro que sí, sabes qué debo hacerlo.

—Lo sé y eso es lo que mas me afecta, que no tienes otra solución por el momento.

—No me interesa, con tal de ayudar a mi familia soy capaz de cualquier cosa.

—Recuerda que siempre tienes disponible mi casa, yo podría ayudarlos mientras se estabilizan.

—Gracias amiga —le agradecí con emoción, la abracé y nos sumergimos en una burbuja de amor fraterno.

Sabía que no podía desistir, mi familia dependía de ello, por el siguiente mes podríamos respirar en paz, Carmen estaba lejos y por lo menos podríamos estar tranquilos. Edward Cullen no debía vencerme, él no traspasaría mi barrera, no dejaría que su sarcasmo tocara mi corazón.