Dark Chat

jueves, 30 de diciembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 15: Culpas no resueltas


Entre a la casa de mi hermana Ángela por la puerta trasera y tratando de no meter ruidos, no quería que se enterara de mi desliz y no estaba preparada para la sarta de preguntas que seguro me haría si se percataba que yo no había dormido en su casa. Estaba a punto de pasar la puerta de la cocina para subir por la escalera y lograr salir airosa cuando su voz me hizo detenerme en seco.

- ¡Buenos días cenicienta!

Exclamo con la picardía en la voz y me acordé de cuando éramos unas niñas y me descubría haciendo algo malo, alzo la cabeza dejando ver su cuerpo tapado por la puerta del refrigerador que estaba abierta, entre sus manos traía leche y frutas.

- ¿Disfrutaste de tu noche?

Inquirió sarcástica y en sus labios se dibujo una risa perversa, se acercó a la cocina y la encendió puso sobre la cocinilla la tetera para luego girarse hacía mí. Se quedo mirándome unos segundos, examinando mi apariencia, al cabo de unos segundos tomó entre sus dedos un vaso de jugo y estaba claro que esperaba mi confesión, la que no llego, a cambio sólo la miré de la misma forma que ella, examinando sus gestos y me encogí de hombros sutilmente.

- ¿No vas a contarme?

Presionó a la espera de mi cambio de opinión, fue entonces, cuando me acerque resignada y me senté en unos pisos detrás de la barra de la cocina justo frente a ella y tenía claro que no iba a importar que dijera o que hiciera ella no me dejaría en paz hasta que le contara la verdad, el problema era que contar la verdad era complicado — ¿O tal vez yo lo estaba haciendo complicado? —tomé el jarro de leche que estaba puesto en la mesalina y me serví.

- ¿Contar qué?

Respondí finalmente evadiendo directamente su pregunta y lo hice principalmente por que no quería que se enterara que había pasado la noche con Edward, menos de esa manera en particular, ya bastante tenía con haberme confundido yo para sumar los reproches que con justa razón me haría Ángela y además no sabía que decir exactamente porque ni yo tenía claro en que términos habíamos quedado finalmente.

- No te hagas, fuiste a dejar a tu hijo anoche a las siete de la tarde y vienes llegando a las once y media de la mañana del día siguiente ¿Te lo dibujo con monitos? –reclamó irónica con una sonrisa fingida.

- Para tu tranquilidad no paso nada si es eso lo que quieres saber —le contesté quitando mi vista de sus penetrantes ojos negros.

- ¿Segura?, ese brillo que tienes en los ojos solo lo he visto hace muchos años atrás, te recuerdo ¿por quién? -cuestionó dándome esa mirada inquisitiva que tanto odiaba en las personas.

- ¡Ya esta bien! – concedí —pase la noche en el departamento de Edward, satisfecha —solté exasperada por el interrogatorio al cual estaba sometiéndome.

- Sabía que esto iba a pasar ¿Qué no podías simplemente mantener tus piernas cerradas? —grito enojada y la furia se apoderó de mí, me levanté de la silla irreflexivamente me quede estatica mirandola a los ojos

- No me faltes al respeto —gruñí conteniendo mi instinto porque en parte ella tenía razón, acostarme con él no iba a sanar las heridas sino que todo lo contrarío, lo complicaría todo mucho más.

- ¡No paso nada! —insistí y casi me lo creí yo misma.

- ¿Piensas que voy a creerte? —me contesto de vuelta ahora un poco molesta por mi actitud para con ella y los secretismos.

- Puedes creer lo que mejor te plazca —contesté en un suspiro frustrado y camine hasta la puerta.

- Eso es lo mejor que haces, evadir, porque pensé que ahora sería distinto —reclamó y me detuve en el umbral de la puerta, no quería terminar enojada con mi única familia en vísperas de navidad.

- Él no se lo merece, si quieres volver con tu ex al menos hazlo de frente sin mentiras.

- ¿De que estas hablando? —le pregunté curiosa y confundida pero aún no entendía la metáfora de clarar mi vida, que más podía aclararla de lo que ya estaba.

- De esto – me dijo alzando la voz, tomó mis hombros y me giró en mi posición.

Lo siguiente que noté me dejo helada, sentí un balde de agua fría recorrer mi cuerpo cuando advertí frente a mi aquellos ojos negros contemplándome, fueron como un puñal partiendo mi corazón en dos.

- Jacob – articule en un susurro.

El hombre frente a mí me sonrió con una dulzura que mi seuda traición cayo de plano como un peso en mis hombros.

- Ahora si te quiero ver evadir esto - Me susurró Ángela molesta. Nos miró a ambos que seguíamos impávidos, él mirándome como si nada y yo mirándolo aterrada.

- Bueno los dejo, que pasen una bonita mañana. ¿Mi marido Jake?

Le preguntó mi hermana antes de salir para dejarnos solos.

- Acaba de subir

Le respondió esté sin quitarme la vista de encima. Tenía sus ojos clavados en los míos y yo sentía mis mejillas arder en furia por el rubor que seguro las inundaba - Qué iba a hacer ahora -pensé frenética.

- Te espere anoche… pero tu…

Comenzó a decirme Jake y de pronto recordé la cita que habíamos acordado - Maldición debo anotar las cosas sino más tarde que pronto quedará la crema -pensé mientras seguía sin poder articular palabra alguna. Respiré buscando que decir pero simplemente nada coherente se me ocurría distinto a la verdad absoluta.

- Lo sé, disculpa. Se me hizo tarde, Anthony no quería dormirse

Balbucee sin sentido al cabo de unos segundos apartándome unos centímetros de su cuerpo.

- ¿Se despertó?

Me preguntó confundido y aquí estaba otra vez descubierta - ¡Oops! De verás que estaba con él cuando Anthony se quedo dormido y decidí ir a dejarlo al departamento de Edward. ¡Eres una muy mala mentirosa!, ¡Rápido piensa! -me dije a mi misma aún perdida en esa mirada hipnotizadora.

- Sí… tu sabes el movimiento del auto –concluí vagamente mientras él me acorralaba contra la mesa de la cocina, puso cada uno de sus brazos a cada costado mío y se acerco con su cuerpo, tenía su rostro a escasos centímetros de los míos. Trague saliva y traté de alejarme pero era francamente imposible.

- No tienes que mentirme Bella, se que tienes un lazo con él – comentó divertido por mi expresión, como odiaba que me psicoanalizará.

- No te estoy mintiendo, es la verdad -Argüí tratando de convencerme a mi misma que estaba diciendo la verdad.

- ¿Segura? -Insistió ahora más cerca de mis labios.

- Aja -Conteste con un hilo de voz, sus labios estaban rozando los míos y de pronto el rostro frente a mi no era de él, sino de Edward, sus ojos negros se tornaron verdes, entre en pánico, una tos furiosa me inundo y lo empuje para salir de su prisión.

Él no presiono pero estaba realmente divertido por mi actitud. Cómo odiaba caer siempre en su juego perverso de ponerme nerviosa.

- Entonces… aclaro el tema Cullen, no te negarás a desayunar conmigo

Me dijo y yo lo miré aún tosiendo, mi mente estaba con Edward y la noche anterior.

- ¿Ahora?

Pregunté al fin conteniendo el aire para evitar toser.

- Me lo debes considerando que anoche me dejaste plantado. Eso si alcanzamos a llegar antes que sea medio día, sino creo que será un almuerzo.

Río divertido mientras yo aún tenía el corazón en la garganta. Sacudí mi cabeza. Jake tenía un extraño sentido del humor, bastante satírico por decir algo.

- Claro, desayunar – contesté y lo miré – dame diez minutos para hacer cosas de chicas y nos vamos ¿Te parece?

Le propuse un tanto incomoda ante el hecho que ahora iba a estar con él, justo después de lo que pasó la noche anterior. Necesitaba aclararme y estaba, con esto, justamente haciendo lo contrario. Sólo lograría confundir más las cosas haciendo un lío de mi vida. Me quede esperando su respuesta pero a cambio llego otra observación que me confundió.

- Los estoy contando

Exclamó mirando su reloj de pulsera y una sonrisa se dibujo en su rostro, miré alrededor dudando pero luego me percaté que debía irme a donde yo misma había dicho que iría – mi habitación -enarque una ceja incrédula y luego salí de la cocina un poco confundida por el intercambio de palabras que habíamos tenido.

- Como tan tonta, no haberte acordado de él, de tu compromiso para ir a cenar. Maldición.

Me dije al espejo y luego volví a cepillarme el pelo - Bueno técnicamente yo no le había dicho a Edward si estaba o no con alguien, por otro lado Jacob solo era un amigo, un buen amigo – me decía y tratar de bajarle el perfil al asunto hacía que todo se tornará más oscuro aún, lejos de parecer cuerdo estaba de nuevo complicándolo - ¡No juegues con fuego! -me grito una vocecilla interna.

Y era cierto, tenía súper claro que Jacob sentía algo por mí y lo había dejado más que claro hace un par de meses, cuando había decido volver y no aceptar ese trabajo fuera de Londres - ¡Qué complicado! -pensé mientras me miraba al espejo - Tienes que terminar las cosas, dejar en claro que tu amas a Edward – murmuré sin sentido pero luego me detuve en la ultima frase – ¿de verdad lo amas? – me auto pregunte al espejo y algo en mi corazón dudo.

El punto a favor de Jacob era que me había aceptado como era, sin tratar de cambiarme, sin juzgarme, sabía todo lo que había pasado y aún así no le importaba.

- ¡Bella baja ya, este hombre echará raíces!

Grito mi hermana sacándome de mis pensamientos, me puse el labial y salí. Baje la escalera rauda solo para darme cuenta que al final de estas me estaba esperando mi "nuevo salvador" como lo había hecho siempre, desde hacía dos años. Al verlo parado frente a mi con sus labios curvados en una sonrisa cómplice, esa mirada de enamorado me hizo recriminarme algo - ¡Jamás debiste involucrarte con tu psiquiatra! -comprobé mirando a mi hermana y a Emmett, quien era amigo de esté.

- ¿Lista?

Me preguntó Jake tendiéndome su mano.

- Claro

Conteste tomándola.

- Que disfruten el almuerzo

Aportillo mordazmente mi hermana desde la entrada. Me despedí con una sonrisa de suficiencia. Una vez dentro del auto la sesión de análisis comenzó. Ese era el único defecto que hasta ahora le había descubierto, siempre era como un libro abierto para él, simplemente no podía ocultar nada sin que lo supiera o al menos lo sospechara. Ni siquiera mentir podía, así que ahora restringiría la información que no era lo mismo que mentir.

- No vas a contarme ¿cómo te fue anoche?

Me preguntó con la mirada al frente.

- No hay nada que contar

Respondí mirando por la ventana, de pronto los árboles y las calles se hicieron mucho más interesantes que mirarlo a él. De reojo advertí como me dio una breve mirada.

- Bella

Conminó y utilizó el mismo tono con el que me había conocido aquella vez.

- ¿Qué quieres que te diga?

Le pregunté directa mirándolo.

- La verdad, antes que todo sigo siendo tu psiquiatra.

Me contestó mirándome también.

- ¿Seguro que puedes separar la parte profesional de la personal?

Insistí no muy convencida de contarle.

- Qué piensas que voy a hacerte un arrebato de celos

Se defendió y parecía molesto por mi insinuación de poco profesionalismo.

- No, pero podrías querer visitar repentinamente a alguien

Agregué dándole un toque más humorístico al asunto. Sabía que él jamás haría algo así.

- Eso se llama paranoia, cuidado porque eso si es grave

Agrego serio, más serio de lo que estaba cuando le toque la sensibilidad profesional. Puse mis ojos en blanco y miré al frente.

- Nada, ya te dije, lo fui a dejar, el niño se despertó y luego no quiso que me fuera, estuve leyendo cuentos y cuando me di cuenta me había quedado dormida con él – hice una pausa al ver que ese pronombre podría mal interpretarse – con Anthony – aclaré dudosa porque mis palabras las tomara en el sentido literal, como no rebatió continué - Era de madrugada, y Edward me sugirió que me quedará – concluí tratando de hilar la mentira creíble.

- Tendré que creerte entonces

Concluyó con el seño fruncido y con las cejas enarcadas. La situación se volvió tensa de pronto y me sentí una mentirosa de primera. Por qué simplemente no contaba la verdad, yo sabía mejor que nadie que las mentiras a la larga se saben y tienen resultados funestos. Pero la verdad era que no quería contarla. Un impulso desesperado me inundo y lo siguiente que agregue fue totalmente innecesario.

- Te lo juro, dormí con Anthony en su cama, bajo las colchas, bien tapada, tiene una pieza bastante grande, bonita, color rojo.

Estaba ahondando la mentira cuando él me interrumpió.

- ¿Tú hijo tiene su pieza pintada roja?

Me preguntó casi en pánico. Y yo me pregunté que había hecho de mal pero claro con un psiquiatra todo podía ser usado en mi contra, como no había aprendido la lección.

- Bueno es un rojo apagado, casi un violeta.

Dije tratando de suavizar el comentario - ¡Estúpida, estúpida! -me recriminé en mi interior.

- ¿Es roja o violeta?

Me preguntó interesado y yo me quede pensando - ¿Había acaso alguna diferencia si era de uno o cual color? -pensé buscando la lógica a la pregunta.

- Violeta oscuro

Finalmente respondí y él se quedo pensando. Luego se relajó.

- No sabía que Edward tuviera problemas psiquiátricos

Me comentó y yo me giré a mirarlo anonadada por su conclusión.

- ¡Ah! – exclame sorprendida - ¿de veras? – inquirí incredula pero no obtuve respuesta, luego traté de arreglar la impresión que estaba teniendo del padre de mi hijo, gracias a mí – Yo creo que lo eligió porque es el color del dibujo animado ese Barney, a los niños les gusta – y me sentí estúpida dando explicación a algo tan irrelevante como el color de una pieza, que en verdad era blanca. No me di cuenta además que ya habíamos llegado a nuestro destino sino hasta que él me hablo.

- Bella – me dijo estacionando el automóvil, giro su rostro y me sonrió – te creo, relájate.

Me pidió ahora ya un poco más relajado él mismo. Se acerco y me beso en los labios. Y los problemas seguían me acorde de la invitación de la madre de Edward. - ¡Como demonios lo voy a encarar ahora, para decirle que pasaré la navidad con él! -pensé mientras me alejaba rompiendo el corto beso.

- Entremos sino de verdad va a ser un almuerzo

Exclame abriendo la puerta del vehiculo. Tome aire y me mire en el espejo retrovisor.

Era un restaurante bastante quitado de bulla, apenas entre, mire a todos lados buscando un lugar privado. Me acerque hasta unas mesas a la mitad del recinto.

- ¿Desean ordenar?

Nos pregunto el mozo mirándonos a ambos

- Café con panecillos

Dijimos simultáneamente los dos. Nos reímos, al menos había pasado la tormenta, su semblante era mucho mejor que hasta hace unos momentos. La muchacha se fue y él comenzó a contarme sobre sus turnos médicos y sobre sus pacientes. Tomamos desayuno y nos quedamos conversando, él me contó que tendría que trabajar para navidad lo que igual me convenía - no tendría que mentirle después de todo -pensé alegre, no quería mentirle, ni tampoco quería herirlo, siempre se había portado bien conmigo y había sido un gran apoyo en esos momentos de dolor y flaqueza. Hice mi mejor cara de puchero por la noticia pero por dentro era un peso menos que me quitaba de encima. Aún me faltaban unos sorbos para terminar mi café cuando él volvió a aproximarse peligrosamente a mi cara.

- Dime algo ¿Tus sentimientos por él no son los mismo de hace unos años atrás verdad?

Me pregunto serio y supe que estaba hablando el hombre y no el médico.

- ¿A donde quieres llegar?

Le pregunté seria yo también.

- A saber que lugar ocupo en tu vida, entiendo el vinculo con el padre de tu hijo pero no quiero estar al medio si tu de verdad lo amas

Me dijo y yo me quede helada, comencé a jugar con mi dedo sobre la taza del café y no sabía que decirle, él se había portado demasiado bien conmigo y me había sanado con su ayuda había vuelto a ser yo misma, me había recibido cuando de verdad pensé que no iba a poder superar lo de mi hijo y me ayudo con eso, también con el resentimiento que le tenía a Edward en un comienzo. Luego la relación se hizo más cercana y cuando me dio de alta finalmente accedimos a salir, no era mi novio oficialmente pero habíamos salido un par de veces y aunque nuestra relación era, hasta el momento, solo de besos, sabía que él estaba enganchándose de una manera que tal vez yo no podía corresponderle, menos después de lo que había pasado la noche anterior. Pero aún así mi corazón estaba confuso, demasiadas emociones juntas. Esta vez no rehuí el beso y creo que fue peor, porque sentí el grito de Edward que me comprobó que no todas las culpas estaban resueltas.

- ¿Esto es lo que necesitas pensar?