Dark Chat

jueves, 18 de febrero de 2010

Corona Escarlata

Capitulo 5 . Vampiro ruso

Jacob y Edward se miraron fijamente, no de una forma muy amable. Intenté ponerme en medio de los dos, pero el rey vampiro me mantuvo atrás de él.


-Supongo que si Bella está aquí, es porque ya te informó sobre su decisión –dijo Edward sin apartar la vista de Jacob.


-Sí –contestó él con los dientes apretados.


-Entonces, sólo me queda decirte que no quiero que te acerques más a ella –continuó el vampiro rey.


Jacob gruñó.


-Aunque Bella esté contigo –dijo él-, ella aún es la reina de los licántropos y tengo que verla, te guste o no.


Edward me acercó a él.


-Bella –Jacob buscó mi mirada-, yo sé que tú puedes sentirlo.


Para mi sorpresa, me encontré asintiendo. Podía percibir una responsabilidad hacia los licántropos, pero eso era todo lo que sentía hacia ellos. A Jacob sólo lo veía cómo mi mejor amigo.


-Esto no puede durar para siempre –dijo Edward fríamente-, tarde o temprano el lazo que los une se destruirá y ella sólo quedará cómo mi reina.


-¿Cómo puedes asegurar que no será la revés? –Jacob apretó los puños, podía ver lo mucho que le costaba contener su rabia.


-Porque, como ya te dije antes, ella es un vampiro –explicó Edward-, y mi consorte.


La última palabra del rey vampiro hizo estallar a Jacob, no pudo contenerse y lo golpeó en la mandíbula. Edward salió volando varios metros, pero logró caer sobre sus pies.


-Buen golpe –dijo el rey de los vampiros mostrando sus colmillos.


-Edward –me dirigí a él, pero Jacob me detuvo por la muñeca.


-Bella, deja que él y yo lo resolvamos.


-¿A eso llamas resolverlo? –chillé.


Comencé a removerme, pero Jacob me tomó de la otra muñeca y me detuvo, seguía siendo mucho más fuerte que yo.


-Pude soportar que me hayas lastimado –dijo Edward de pronto muy cerca-. Pero ya no puedo tolerar que la toques, no ahora que ella es mía.


Tomó a Jacob del brazo y con toda su fuerza lo apartó de mí, el licántropo cayó al suelo varios metros atrás.


Los otros licántropos se acercaron, molestos por la ofensa que había recibido su rey.


-Estoy bien –Jacob se levantó-, no quiero que intervengan.


-¡Ya no sigan! –rogué.


La mano de Edward acarició mi hombro.


-Tranquila, creo que ambos ya desahogamos algo de nuestra frustración –dijo él, y luego me miró inseguro-, pero deberías irte.


-¿Qué? –fruncí el ceño-. No voy a irme sin más y dejarlos para que se destrocen.


-Eso no va a pasar –replicó-, lo prometo.


-Pero…


Alguien me agarró de los hombros, me giré y pude ver a Jason.


-El tiene razón –intervino-, es mejor que te vayas, creo que tu presencia los inquieta más.


Lo miré confundida.


-No seré vampiro o licántropo, pero soy un hombre y lo entiendo –continuó-. Sí sigues aquí sólo estarán concentrados en ti y se verán como rivales de tu afecto, en cambio si te vas, tal vez logren calmarse… un poco.


-De acuerdo –dije después de un rato.


Edward se acercó, Jason retiró lentamente las manos de mis hombros.


-Espérame en la casa –dijo el vampiro rey y me besó en la mejilla.


Asentí.


Antes de salir, oí a alguien gritar mi nombre, me giré y vi a Lissa despedirse de mí. Le devolví el gesto, parecía muy agitada intentando atender a todos los clientes, que se veían un poco malhumorados por el incidente con su rey.


Abrí la puerta y me enfrenté a la noche.


El cielo despejado, me regaló sus luces nocturnas, las estrellas brillaban en lo alto. Me permití recordar mi humanidad, y ralenticé considerablemente mi velocidad, siendo reducida a una simple caminata.


Pude ver la Luna sobre mí, intentando colorear de plata las calles desiertas.


Quería alejar mi mente del bar, evitar que los pensamientos trágicos inundaran mi mente, unos que siempre terminaban con Edward y Jacob peleándose.


Sacudí la cabeza y continué caminando lentamente.


Vi a un vampiro a pocos pasos de mí, acercándose con cautela.


Su piel pálida, parecía festejar que los rayos lunares la tocasen, su cabello oscuro, del color del chocolate, caía sobre su rostro como cortinas, sus ojos brillaron hacia mí. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí, reparé en su estatura, era muy alto, y sus hombros y brazos, demostraban lo fuerte que era. Su rostro, cómo todo vampiro, era perfecto y atractivo.


Me sentí ligeramente intimidada, pero me recordé que ningún vampiro me haría daño, ahora que era consorte de Edward.


-Bonita noche –dijo a modo de saludo.


No me hubiera sobresaltado, si sus palabras no hubieran salido con un marcado acento ruso.


Di un paso atrás, pensando en la mejor manera de correr sin que me atrapara.


Levantó las manos en un inocente gesto de paz.


-Lamento haberte asustado –comenzó-, debí presentarme primero. Me llamo Ruslan y vengo en representación del clan ruso, para rendirte respetos y jurarte lealtad en nombre de todos.


Lo miré con recelo, negándome a confiar en él.


-Vadik ha sido destruido –continuó-, el nos controlaba, estábamos cansados de eso.


-¿Por qué cambiaron de opinión con respecto a seguir nuestras leyes? –pregunté.


-Aceptamos su reinado debido a que la última vez nos ganaron –contestó Ruslan-, aceptamos su superioridad.


Fruncí el ceño.


-Ya veo –Ruslan se rió-. ¿No confías en mí?


-No.


-Te demostraré que puedo ser fiel a ti, mi reina –dijo.


-Demuéstralo regresando de donde viniste y no regresando jamás –respondí.


-Me lastimas –dijo Ruslan, poniendo expresión dolida-, que mi reina no me quiera a su lado es mucho para mí.


Estaba ansiosa por que se fuera, o huir, todo menos estar con él.


-Pero lamento no poder obedecer esa orden –continuó-, he venido aquí a mejorar la impresión que se tiene de los vampiros rusos, y no me iré hasta conseguirlo.


Resoplé, así no se iría nunca.


-¿Cómo supiste que yo soy la… reina? –me costaba trabajo pronunciar esa palabra, sobre todo si hablaba de mí misma.


-Lo puedo sentir en ti –contestó Ruslan observándome fijamente, cerró los ojos, se inclinó hacia mí y respiró profundo-, también puedo olerlo en tu esencia, cualquier vampiro puede hacerlo.


Di otro paso atrás.


El hizo una inclinación hacia mí.


-¿Puedo tener el honor de acompañarte en esta noche tan solitaria?


-No.


El ser rió.


-En otra ocasión, quizás.


-No lo creo.


Escuché un rugido, y de pronto Anthony estaba en frente de mí, cubriéndome con su cuerpo.


Me sentí aliviada al verlo.


-No te le acerques –gruñó Anthony extendiendo sus colmillos.


Ruslan no le hizo caso, su mirada seguía en mí.


-Fue un gran placer conocerte –dijo lentamente-, mi reina.


Se giró y nos dejó en la oscuridad.


-¿Qué es lo que quería? –me preguntó Anthony preocupado.


Le conté todo lo que había dicho el vampiro ruso.


-Es muy extraño –comentó cuando terminé.


-Sí –concedí.


-Debemos tener mucho cuidado –dijo y me miró a los ojos-, y tú no vuelves a salir sola a ningún lugar.


Asentí un poco nerviosa.


Sentí sus brazos rodearme.


-Bella –dijo tras un suspiro.


-Gracias –contesté después de un rato-, me sentí mucho mejor al verte.


-Siempre que quieras, estaré aquí para ti –dijo abrazándome con más fuerza. Una risa algo apagada salió de su garganta-, ya que al parecer aunque me lo prohíban no puedo estar lejos de ti.


Lo miré con confusión en mi rostro. Algo me vino a la mente.


-Tenemos que decirle a Edward cuanto antes –le dije separándome lentamente de él. Me sentiría más segura en cuando el rey vampiro supiera sobre la llegada del vampiro ruso.
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Capitulo 6. Pétalos de rosa


Vacías, las calles se dibujaban ante mis ojos, mostrando un camino oscuro y tranquilo. Mis pasos, haciendo eco suave, me desesperaban, quería regresar al Luna Llena lo antes posible y ver a Edward. Comencé a acelerar pero Anthony me tomó del brazo.


-Más despacio –dijo-, necesito estar seguro de que no nos sigue.


Asentí, pero no me soltó, tal vez pensando que sí lo hacía saldría corriendo.


Mis pupilas se movían rápidamente, examinando detenidamente los alrededores, buscando cualquier signo de peligro. Sólo hasta que la mano de Anthony fue subiendo hasta llegar a mi hombro, me di cuenta de mi propia tensión.


-¿No has notado nada extraño? –le pregunté.


Me giró para que lo mirara a los ojos.


-No –contestó. Sus dedos subieron por mi barbilla hasta mi mejilla, acariciando mi piel-. Todo va a estar bien, yo cuidaré bien de ti.


Le sonreí.


-¿Por qué te sientes tan obligado a protegerme? –le pregunté.


-No me siento así –contestó inmediatamente-, desde hace mucho tiempo que lo hago porque… -se interrumpió, cómo si las palabras que iba a decir no fueran sencillas. Me miró con tristeza y añadió-, porque me importas.


Sentí que eso no era exactamente lo que iba a decir, pero no insistí más.


Al entrar al bar, vi a Jacob y a Edward sentados en una mesa, mirándose con frialdad. Por lo menos no estaban peleando, eso me alegró.


-¿Por qué regresaste? –Lissa llegó hasta mí-. ¿Qué pasó?


-Te contaré todo –le dije-, pero primero tengo que hablar con Edward.


Caminé hacia ellos, con Anthony siguiéndome de cerca.


Los dos se levantaron y no tuvieron ojos más que para mí desde el momento en que llegué hasta ellos.


-¿Qué ocurre Bella? –Edward me preguntó amablemente, rodeándome con sus brazos.


-Vi a… un miembro del clan ruso –balbucí.


Edward se puso rígido.


-Explícate –pidió.


-Me dijo que venía en paz y que quería cambiar nuestra opinión sobre los vampiros rusos –comencé-, quiere demostrar que están dispuestos a aceptar nuestras reglas.


Edward sacudió la cabeza.


-No confío en ellos.


-Ni yo –coincidí.


La mirada de él se separó de mí y se dirigió a Anthony.


-A pesar que me disgusta la forma en que piensas en ella –dijo Edward-, te devolveré su puesto cómo su protector.


Anthony se sobresaltó, como si uno de sus secretos más preciados fuera sido descubierto.


-No puedes mantenerla fuera de tu mente cada vez que estoy cerca –continuó el rey vampiro-, tarde o temprano me iba a enterar.


Miré de uno a otro, esperando que dijeran algo más que aclarara las cosas para mí, no tenía la menor idea de lo que estaba diciendo Edward.


-Por lo mismo se que la cuidarás mejor que nadie.


-Eso es cierto –respondió Anthony después de un rato, con la expresión completamente seria.


Jacob frunció el ceño observando a los dos vampiros.


-¿Por qué le temen tanto al clan ruso? –preguntó.


-No creo que sea algo que te interese –respondió Edward.


-Me interesa si involucra a Bella –replicó-, sobre todo si ella corre peligro. Puedo ayudarte a protegerla.


Las últimas palabras del rey licántropo surtieron su efecto, ya que Edward cambió de opinión.


-Durante años el clan ruso se ha opuesto a nuestras reglas, siempre han anhelado el poder –explicó Edward-, hace poco vinieron a atacarnos, pero logramos expulsarlos de aquí. Ahora uno de ellos se presentó ante Bella –apretó los puños-, diciendo que todo había cambiado.


Jacob asintió.


-También la cuidaré –le dijo al rey vampiro.


-En esta ocasión –contestó Edward-, agradezco tu preocupación por ella –se giró hacia mí-. Tengo que ir al Noche Eterna, les avisaré a todos sobre la llegada del vampiro ruso.


-Voy contigo –dije.


El negó lentamente con la cabeza.


-Espérame en la casa, por favor.


Resoplé, pero terminé accediendo.


-Llévala –le dijo a Anthony.


El vampiro asintió.


-Vamos, Bella –me dijo amablemente.


-¿Qué quiso decir Edward sobre ti? –le pregunté cuando faltaba poco para llegar a la mansión, había estado mortalmente callado todo el camino.


-Nada –contestó sin mirarme.


-¿Es algo que no deba saber? –cuestioné-. ¿Algo que no quieres decirme?


Anthony se detuvo, lentamente se giró hacia mí.


-No sabes cuantas veces he estado a punto de decírtelo –me tomó de las manos y entrelazó sus dedos con los míos-, en verdad deseo decirte y que tu…


Me miró. Sus ojos parecían desesperados por expresar lo que sus palabras no le permitían.


-Es complicado –dijo inclinándose hacia mí, hasta que su frente quedó unida a la mía-, es más fácil con acciones que con las palabras.


-¿Qué?


-No puedo soportarlo más –dijo antes de que sus labios se apoderaron de los míos. Su boca saboreó la mía lentamente.


Me quedé petrificada, sin saber qué hacer.


-Te amo –murmuró. Una sonrisa completa apareció en su rostro-. Nunca te diste cuenta.


Cuando reaccioné, me separé lentamente de él.


-Pero… Edward y yo…


-Lo sé –me interrumpió-, respeto tu decisión, si es eso lo que en verdad deseas.


Cada palabra que pronunciaba, se me hacía irreal cuando llegaba hasta mis oídos. Aún no podía creerlo, no podía moverme.


-Sólo quiero que sepas –continuó-, que yo haría todo para hacerte feliz.


Cuando estuvimos ante la puerta de la mansión, ni siquiera sabía que cómo había llegado, no podía hablar.


El me besó la mano y desapareció en la oscuridad.


Ni siquiera me di cuenta de los pétalos de rosa, que comenzaron a llover a mí alrededor. Hasta que una acarició mi mejilla suavemente, entonces comencé a buscar la fuente. No pude encontrarla, pero al final de la extraña lluvia cayó un pedazo de papel, quité el pequeño pétalo rojo sangre que estaba sobre él y vi unas letras:


Debes darme una oportunidad para demostrar que soy digno de confianza.


Ruslan.


Entré con rapidez en la mansión, con la terrible sensación de ser vigilada.


El amanecer llegó, para entonces Alice ya estaba enterada de lo que había sucedido. Su expresión me mostró su preocupación, y decidí que lo mejor era omitir el incidente con los pétalos, así que sólo arrugué la nota y la escondí en el bolsillo de mi pantalón.


El teléfono me sobresaltó cuando sonó, Alice lo contestó rápidamente.


-Sí, te la paso –dijo antes de darme el teléfono.


-¡Vamos escupe! –exclamó una voz del otro lado de la bocina.


-Buenos días Lissa –dije.


-Buenos días –la escuché decir entre dientes-, ahora que ya fui una niña buena y educada, vamos al asunto importante.


Puse los ojos en blanco.


Alice sonrió y se fue.


Le conté todo sobre el clan ruso, después le hablé sobre la visita de Ruslan, pero nuevamente omití la nota que me había dejado.


-¿Crees que es sincero?


-No –contesté.


-¿Es guapo?


Resoplé.


-¿Qué tiene que ver eso?


-Sólo quiero saber –insistió.


-Es un vampiro –dije como si fuera suficiente respuesta. Sacudí mi cabeza-. ¡Estamos hablando del chico malo!


-No sabemos si es malo –replicó-, además siempre me han gustado los chicos malos.


-¡Lissa!


-Lo siento –respiró profundo-, me controlaré.


-Perdonada –me reí.


-¿Crees que intenten hacer algo? –me preguntó un momento después, escuchándola por primera vez un poco más seria.


Suspiré.


-No lo sé –respondí-, pero espero que no.