Dark Chat

domingo, 7 de marzo de 2010

Corona Escarlata

Hola mis angeles hermosos !!!!!aqui les dejo el penultimo cap de este fic. por fiss dejen sus comentarios al final
y libii no te mueras , =D
Mil besitos
Angel of the Dark
************************************************************************************************************
Capitulo 10. Trampa

Edward mantuvo sus brazos firmes a mi alrededor, sus ojos observaban furiosos a todo el que volteaba a verme.


-Sal de mi mente –Jacob gruñó.


-Lo haré si dejas de pensar en Bella de esa forma –replicó Edward.


-Es mi reina –dijo Jacob-, puedo pensar en ella si quiero.


-Bella, es mía –las manos de Edward bajaron hasta mi cintura y me acercaron más a él.


Esas palabras parecieron molestar a los demás.


Ruslan frunció el ceño, observando al rey vampiro con más desprecio que antes, y mis protectores parecían tener la misma expresión en el rostro.


-Edward –advirtió Jasper, su mirada iba y venía por el vestíbulo, me pregunté que era exactamente lo que percibía.


-Creo que esta reunión se está saliendo de control –intervino Alice-, es mejor que todos los invitados se vayan.


Los dos licántropos y los dos vampiros parecían querer protestar, pero los interrumpí.


-Alice tiene razón –la apoyé-, deberían irse.


Los cuatro me observaron, no parecían de acuerdo con mis palabras, pero las aceptaron de cualquier forma.


Cuando el último de ellos desapareció por la puerta sentí el cambio. El abrazo en el que me tenía Edward se relajó considerablemente.


-Espero que esto no se vuelva a repetir –dijo Rosalie-, es demasiada tensión.


-¿Pero qué dices Rose? –Emmett se rió-. Es de lo más divertido que he visto.


Edward lo fulminó con la mirada.


-¿Cuál es el problema hermano? –siguió Emmett-. Te quedaste con la chica.


Puse los ojos en blanco.


No esperaba escuchar el sonido de unos pasos ansiosos cerca de la entrada, y mucho menos el golpeteo de un corazón acelerado del otro lado de la puerta. Sabía que era un humano, pero no podía saber quién. No podía ser mi amiga, porque había hablado con ella un poco después de que los rayos del sol hubieran tocado el cielo. Había estado casi media hora al teléfono intentando convencerla que me encontraba en perfectas condiciones, pero había logrado dejarla tranquila.


Así que no podía ser ella.


Esperé a que el humano tocara la puerta, siendo consciente de que si abría antes podría pegarle un susto de muerte, como ya lo había hecho en una ocasión con Lissa.


Al segundo golpe giré la perilla.


Me encontré a Jason, de pie en el umbral.


-¿Cómo estás? –preguntó angustiado.


-Entra –le dije jalándolo del brazo. El poco sol que había entrado por la puerta me hizo sentir cansada.


-Lissa me contó lo que paso –continuó con sus ojos en los míos.


Suspiré, no me extrañaba nada que mi amiga le hubiera dado un informe detallado del día anterior.


-¿Cómo te sientes? –él tomó mi brazo-. ¿Te duele?


Negué con la cabeza.


-Estoy perfectamente –le aseguré.


-Bella –Jason suspiró-, me asusté, creí que estabas muy mal herida.


-Los vampiros nos curamos rápido –le expliqué.


-Aún así –siguió él-, no tendrías problemas cómo estos si nunca te hubieras acercado a un vampiro.


-Tal vez –concedí.


-¿Nunca te pusiste a pensar que hubiera pasado si escogieras a un humano?


Me encogí de hombros.


-Creo que ya es tarde para eso –dije-, además a mí me gusta estar con Edward.


El apretó mi brazo.


-¿Así se llama tu vampiro? –preguntó.


-Sí.


Jason tomó un mechón de mi cabello y lo colocó detrás de mi oreja.


-El bar ya no es lo mismo sin ti –dijo.


-No soy tan indispensable –sonreí.


El se acercó a mí, y lentamente me rodeó con sus brazos.


-Para mí si lo eres –murmuró.


-Jason…


-Quiero que me escuches –me interrumpió, una risa triste resonó en su garganta-. Nunca te diste cuenta ¿verdad?


-¿De qué hablas?


-No-el negó con la cabeza como si estuviera hablando para sí mismo-, nunca lo hiciste, ni cuando moría de celos cada vez que Jacob entraba al bar, pero al final de cuentas no fue un licántropo quien te arrebató de mi lado… sino un vampiro.


-Yo…


-Déjame terminar, Bella –el insistió-, no me perdonaré sino te lo digo.


Sus manos llegaron hasta mi cara, tocándola como si quisiera memorizarla con los dedos.


-Te amo –dijo-. Siempre supe que me veías como tu hermano mayor, pero pensé que eso cambiaría con el tiempo, me equivoqué.


-Jason, yo no sabía que te sentías así –admití, no se me ocurría nada más que decir.


El sonrió con tristeza.


-Tú nunca lo notas –dijo-, yo pude verlo en Jacob, la forma en que te miraba, pero tú parecías ignorar eso…


Me mordí el labio.


-Yo quiero estar contigo, no importa cómo –siguió-. Así que aceptaré seguir siendo tu amigo…


Asentí.


-A mí también me gustaría que volviéramos a ser como antes –dije.


Jason me besó en la frente.


-Será como tú quieras que sea, Bella –contestó-. Tengo que irme, pero espero que vayas de vez en cuando al Luna Llena.


-Sí –le prometí.


Después de despedirme y cerrar la puerta, lo escuché marcharse.


Tan inesperada había sido la visita de Jason, cómo lo fue la que recibí cuando se hizo de noche.


-¿Dónde está Edward? –le pregunté a Alice, cuando el sol se ocultó por completo.


-Está discutiendo con Emmett.


Me reí.


-¿Ahora qué le dijo? –le pregunté.


Ella se encogió de hombros.


-No lo sé.


Puse los ojos en blanco, Emmett nunca iba a cambiar.


-Creo que iré a ver cómo van las cosas –Alice sonrió-. ¿Vienes?


Negué con la cabeza, quería estar sola un rato.


Vi a Alice alejarse de mí, con su caminar grácil y elegante.


No había pasado ni un solo minuto, cuando escuché un ruido, parecía venir del exterior. Con un suspiro abrí la puerta. A mis pies había una rosa roja.


-De acuerdo –dije en voz alta-, sal de dónde estés.


Una risa grave resonó en la oscuridad, y antes de que pudiera girarme Ruslan apareció en frente de mí.


-¿Qué quieres? –le pregunté.


El me miró fijamente, cómo si yo tuviera la respuesta.


-Muchas cosas, hermosa –avanzó hacia mí-, cosas que son muy difíciles de obtener. ¿Quieres saber qué más deseo?


Tuve un mal presentimiento a cerca de eso.


-No –contesté-, sólo dime a que has venido.


-¿Tienes miedo de la respuesta? –el arqueó una ceja.


Fruncí el ceño.


-No tengo miedo


-Bien –el avanzó un poco más, se inclinó hasta que sus labios quedaron cerca de mi oído-, a ti.


Lo observé, sin entender que decía.


-Lo que más deseo es a ti –siguió-, tu cabello, tus ojos, tu cara, tu cuerpo y tu sangre. Te quiero toda para mí, y lo odio a él por tenerte.


-Ruslan…


-Te anhelo tanto que duele –me interrumpió él-. Esto no debió pasar, y luché contra ello, pero no pude. Por eso me tienes aquí, amándote, y a muy poco de decirte algo que te hará odiarme.


-No entiendo –le dije.


Ruslan tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. Se veía diferente, su expresión parecía torturada cómo si se odiara así mismo.


-El clan ruso está aquí.


-¿Todo? Pero me dijiste que sólo habías venido tú en su representación –le recordé.


-Te mentí –su mirada se quedó en mis ojos-. Yo vine a engañarlos, mientras ellos se filtraban en la ciudad. También vine a deshacerme de los reyes vampiro.


Solté su mano con brusquedad y me alejé de él. El hizo una mueca de dolor.


-Pero tienes que creerme –él rogó-, yo me enamoré de ti, yo te amo de verdad. Por eso te di mi sangre, no quería verte morir.


-Por eso siempre he dicho que los sentimientos te vuelven débil –Vadik, seguido de una docena de vampiros, salió de la oscuridad-, pudiste matarla en ese momento, iba a ser tan sencillo… Me fallaste.


Ruslan le mostró sus colmillos y se colocó como escudo en frente de mí.


Vadik se rió.


-Afortunadamente tu error, resultó ser algo bueno. Ella es más necesaria viva –dijo observándome con sus ojos oscuros-, nunca creí ver a una reina de dos razas, impresionante.


Con un gesto de Vadik, dos vampiros se lanzaron sobre Ruslan y lo alejaron de mí.


-¡Bella! –Edward salió tras de mí, pero era demasiado tarde. Un vampiro me tenía aprisionada entre sus brazos, y sus colmillos estaban sobre mi cuello. No habían perforado mi piel, pero están rozándola, amenazantes, esperando sólo una orden para hacerlo.


-¿Por qué no nos invita a su casa, mi señor? –se burló Vadik.


Edward estaba acorralado.