Dark Chat

sábado, 30 de enero de 2010

El Reinado de la Luna

Capitulo 7. Muerte

El viento sopla, rodeándome en soledad y dolor. Se siente frío, el único calor que recibo es el de mis lágrimas bajo mis ojos, caen una a una trazando un camino por mis mejillas descendiendo, hasta desaparecer en el escote de mi vestido. Otra vez mi blanco vestido.


La melodía trágica llega hasta mis oídos, pero no comprendo su significado, algo que desesperadamente me quiere decir.


Mis rodillas están en el suelo, puedo sentir la hierba bajo mi piel.


Otra vez el miedo. La luna vuelve a llorar, roja y cruel su luz me rodea.


Alguien me necesita. No puedo abandonarlo, aún cuando el precio, sea renunciar a todo.


Un lobo se lamenta a lo lejos, puedo ver su figura, puedo sentir su sufrimiento como parte del mío.


La tela que suavemente me envuelve, convertida en un tacto áspero se tiñe de rojo.


Un grito desesperado en la oscuridad, lo escucho lejano, aún cuando se que escapó de mis labios.


Mis ojos se abrieron. La oscuridad seguía rodeándome, pero logré reconocer mi cuarto entre tantas sombras.


Anthony apareció en el umbral de mi puerta y se acercó a mí. Sólo hasta que sus brazos me rodearon noté que estaba temblando.


-Todo está bien –dijo suavemente, acariciando mi cabello.


Por encima de su hombro, distinguí la figura de Adam caminando hacia nosotros.


-¿Qué tienes? –me preguntó el licántropo, preocupado.


-Sólo fue una pesadilla –musité con dificultad.


Pero ni mis propias palabras lograban tranquilizarme, otro estremecimiento me recorrió.


-No te va a pasar nada –murmuró Anthony-, yo estaré contigo.


Sólo una pesadilla… eso era todo.


-Creo deberíamos dejarla descansar –dijo Adam entre dientes, apretando un hombro del vampiro y tirando de él.


Por un momento pensé que se negaría a soltarme, pero lentamente me liberó. Se alejó rápidamente de mí y cuando habló lo hizo mirando en otra dirección.


-Estaré cerca, por si me necesitas –dijo.


-Yo también, pequeña mía –Adam acarició mi mejilla.


Ambos desaparecieron en la oscuridad.


Todo mi esfuerzo por convencer a Anthony fue en vano, entró en el Luna Llena, sin escuchar mis advertencias.


Observe a mí alrededor, distinguiendo la hostilidad y el desprecio en los ojos lobunos siguiendo al vampiro.


-Sólo espera afuera –insistí.


El se recargó en la pared y me miró.


-No puedo alejarme de ti –contestó.


-¡Olvídate de mí!


-No puedo –dijo. Observó mis ojos detenidamente y después de un rato añadió precipitadamente:- Es mí deber ¿recuerdas?


Resoplé.


Adam me tomó del brazo obligándome a mirarlo directamente.


-Ellos no le harán nada –dijo-, no después de ver que tú no quieres que lo lastimen.


-Pero…


-Ellos te consideran muy importante desde que el rey te eligió.


Me relajé un poco.


Pero mientras avanzaba la noche no paré de lanzar miradas nerviosas en su dirección, intenté concentrarme en las bebidas que tenía que entregar, pero mi atención siempre regresaba al vampiro, que solitario se rezagaba en el rincón.


-Bella –Lissa me tomó del brazo y me giró en dirección contraria a donde caminaba.


-¿Qué? –pregunté.


-Ya les serviste a ellos –me dijo señalando a la mesa que me dirigía-, esas bebidas que llevas son para la del centro.


-Gracias –contesté al darme cuenta que tenía razón y me apresuré a los cuatro licántropos que esperaban impacientes.


Esperé algunos gritos por mi tardanza, pero ninguno de ellos se mostró grosero, al contrario me trataron con demasiada amabilidad.


-Un poco distraída ¿eh? –observó Lissa.


-Es sólo…


-Ni siquiera intentes poner excusas –dijo mi amiga-, lo sé, es tu amiguito el vampiro adicto a las peleas.


Asentí.


Lissa me miró fijamente por un momento y frunció el ceño.


-¿Hay algo más verdad? –preguntó-. Sí, puedo verlo en tus ojos.


Me estremecí, después de todo, mi amiga si sabía descifrarme.


-Tal vez –musité.


-¿Qué ocurre? –cuestionó.


Apreté mis labios, mis manos se cerraron convirtiéndose en puños.


-Bueno –dijo al ver que no contestaba-, cuando estés lista para decirlo, aquí estaré.


Por un tentador momento quise decirle, y muy probablemente lo hubiera hecho, si Jacob no hubiera entrado al bar.


El rey licántropo se sentó en una mesa, que a su llegada, quedó vacía.


Con la sensación de que algo iba mal, me dirigí hacia el lentamente.


-Bella –saludó e hizo un ademán hacia el asiento en frente de él.


Me senté.


Una sonrisa, cansada y triste se trazó en sus labios. Sus dedos comenzaron a trazar un camino por mi mejilla, hasta que, con un suspiro dejó caer su mano en la mía y la apretó ligeramente.


Algo, que si yo no tuviera tantos años en conocerlo no sabría cómo interpretar, pero cómo si era así pude saber que sus acciones gritaban: te necesito.


-¿Qué ocurre? –pregunté.


-No he podido encontrar al culpable –contestó con voz plana, carente de emoción, o al menos eso era lo que quería aparentar-. No he podido vengar la muerte de mis amigos.


Entrelacé mis dedos con los suyos, y como si nuestras palmas fueran un puente de conexión, pude sentir su dolor y soledad cómo si fueran míos.


Sus hermanas estaban en el extranjero, y su padre, hacía tiempo que había muerto, sus amigos y yo éramos lo único que le quedaba.


-Me estoy quedando sólo –dijo, como hubiera escuchado mis pensamientos.


-No te voy a dejar –afirmé.


-¿Qué va a pasar si lo eliges a él? –cuestionó-. Si te conviertes en uno de ellos… ¿Qué va a pasar con nosotros?


Lo miré directamente a los ojos, pensando seriamente en sus palabras. Un vampiro y un licántropo nunca se llevan bien…


-Te amo, Bella –suspiró después de un rato, al no recibir ninguna respuesta mía-, y no quiero perderte a ti también.


Un aullido de dolor interrumpió nuestra conversación, al igual que la de todos en el bar. El lamento fue seguido de un estruendo y después… de un mortal silencio.


Jacob fue el primero en salir, seguido de todos los licántropos presentes.


Adam y Anthony rápidamente se situaron a mis costados, me puse de pie y corrí hacia la salida.


-Puede ser peligroso –el licántropo me tomó del brazo.


-¡No me voy a quedar aquí! –repliqué.


En el exterior, la luna iluminó las calles, que estaban, ahora llenas de licántropos.


-¡Comiencen a buscar! –escuché a Jacob.


Vi cómo cuatro hombres se transformaban en lobos y se separaron en distintas direcciones.


La búsqueda no duró mucho tiempo, pues de entre las sombras regresó uno de ellos, con figura humana, cargando entre sus brazos a un lobo inerte. Lo depositó en el suelo con cuidado, el lobo tenía la garganta y él cuerpo desgarrados con múltiples rasguños, la sangre derramándose por un pelaje que poco a poco iba desapareciendo.


Me cubrí la boca, evitando que un grito escapara de mi garganta.


Jacob se acercó al cuerpo que iba regresando a forma humana, se quitó la camisa y lo cubrió con ella.


El rey licántropo ordenó a otros que siguieran buscando hasta encontrar al culpable, su tono se volvió feroz mientras repetía el mandato.


Se acercó a mí, y mi pecho ardió en respuesta al sufrimiento que vi en sus ojos.


Acarició mi cabello.


-Llévensela a casa –dijo dirigiéndose al vampiro y licántropo que estaban detrás de mí-. No la dejen sola, y cuídenla mucho.


-Por supuesto –contestó Adam sin dudar.


El vampiro asintió, aún cuando no era él no era su rey, en esta ocasión parecía completamente de acuerdo con la orden que Jacob había dado.


-Espero verte pronto –dijo Jacob, desapareciendo entre la multitud de licántropos que esperaban más de sus instrucciones.


Una vez más, tras seguirlo con la mirada, me di cuenta, de que el licántropo que había sido mi mejor amigo durante tantos años, se sentía completamente solo.


-Vamos, pequeña mía –Adam me empujó cariñosamente de los hombros para que comenzara a avanzar.


Dejé que mis pies se movieran, dejándome guiar por el vampiro y él licántropo que me acompañaban, mientras mi mente y mis pensamientos viajaban lejos, buscando un camino que los guiara a las respuestas que tanto me hacían falta.


**********************************************************************************************

Capitulo 8 . Renuncia


En la oscuridad, esperaba intranquila, a que el sueño me venciera. Pero mi mente se aferró a la realidad con fuerza, mis pensamientos y emociones se mezclaron, no tuvieron misericordia con mis cansados ojos, que imploraban por cerrarse.


No podía dejar de pensar en Jacob, en lo desolado que se veía. Sabía dentro de mí lo mucho que me necesitaba, no podía abandonarlo.


Retiré las sábanas de mi cuerpo, sintiéndome repentinamente sofocada, no por el clima, que era bastante frío en esos días, sino por mí, por todo lo que estaba pasando.


A pocas horas de que se acecinase la noche, al día siguiente, me senté en el sillón, cansada por la falta de descanso y tener que estar toda la mañana intermediando en las peleas de mis protectores. Levanté mis piernas y las abracé contra mi pecho, descansando mi cabeza entre mis rodillas.


Ni siquiera tenía ganas de encender el televisor.


Adam, como su costumbre lo ameritaba, se encontraba en la cocina, gruñendo y vociferando cada vez que una verdura aparecía en su camino.


El vampiro, por su parte se encontraba apoyado contra la pared a mis espaldas, sin hablar y sin moverse. Por lo menos ya no estaban discutiendo.


Ni siquiera me di cuenta cuando se acercó a mí y se sentó cerca.


-Encontrarán al asesino y le harán pagar por todo lo que ha hecho –dijo de pronto de forma tranquilizadora-, nunca dejaría que te hiciera daño ¿lo sabes verdad?


Sonreí ligeramente, al ver sus intenciones de borrar mi tristeza y preocupación. Anthony no sabía que no era sólo eso lo que me aquejaba.


-Gracias –dije-. Sé que me cuidas mucho.


Anthony tomó un mechó de mi cabello que caía sobre mi cara y lo acomodó detrás de mi oreja. Sus ojos, fueron repentinamente consientes de la parte de mi cuello que había quedado expuesta, los vi oscurecerse. Se inclinó hacia mí, de pronto el espacio entre nosotros se había reducido notablemente.


-Anthony –musité nerviosa.


La mención de su nombre lo hizo reaccionar, se alejó de mí.


-Lo siento –dijo levantándose y dándome la espalda-, creo que necesito salir a alimentarme. Pero no quiero dejarte.


-No hay problema –lo animé, entendiendo su reacción, el vampiro debía de tener tiempo sin beber sangre.


Anthony asomó su cabeza hacia la cocina.


-Tengo que irme por un rato –anunció-, más vale que la cuides bien.


Escuché una especie de gruñido.


-Siempre lo hago, chupasangre.


-Volveré pronto, Bella –dijo, sin voltear a verme.


Adam salió de la cocina, casi en el momento en que la puerta transmitió un leve sonido al cerrarse.


-Por fin solos, pequeña mía –dijo Adam sonriendo ampliamente, se acercó peligrosamente.


-¡Ni lo sueñes! –exclamé alejándome.


-No duermo, aunque quisiera, no puedo soñarlo –replicó-, pero puedo imaginarlo.


Puse los ojos en blanco y lo ignoré. Me dejé sumergir en mis pensamientos.


La determinación llegó a mi justo cuando faltaba muy poco para ir al trabajo. Tomé el teléfono y marqué el celular de Lissa.


Me contestó al primer timbrazo.


-Quiero que me cubras hoy –dije con mi voz temblando, inestable.


-Claro –contestó inmediatamente-. Pero ¿Qué te pasa?


-Nada, sólo… luego hablamos ¿sí? –dije.


-De acuerdo –la escuché musitar.


Colgué.


Enterré mi cara entre mis manos, esperando a que Anthony regresara.


Me estremecí. Había tomado una decisión, y estaba bien, era lo mejor, lo que creía lo correcto.


¿Entonces porque dolía?


-Llévame con Edward –le pedí al vampiro en cuanto lo vi entrar.


Se quedó de pie, en el umbral mirándome fijamente.


-Necesito hablar con él –las palabras me sabían pesadas en mi boca, fue difícil poder pronunciarlas.


Tardé un poco en convencer a Adam de que se quedara en el departamento, pero después de unos cuantos quejidos por mi parte y gruñidos por la suya, logré hacerlo.


Volví a ver la mansión que tantos malos recuerdos me traía, no logré entrar sin un estremecimiento.


Para mi sorpresa, quien me abrió fue Rosalie.


-Bella –noté en su tono la culpabilidad que todavía sentía por haberme entregado al anterior rey vampiro.


-Quiero ver a Edward –dije al entrar.


Ni siquiera había terminado de pronunciar su nombre, cuando apareció en frente de mí. Una sonrisa se extendió en su rostro, sus ojos brillaron al encontrarse con los míos. Reaccioné a su presencia, mi corazón se aceleró y mis piernas comenzaron a avanzar hacia él.


Pero recordé lo que venía a decirle y me detuve en seco a mitad del camino.


-Necesito hablar contigo –dije moldeando mi voz hasta hacerla lo bastante indiferente posible.


Rosalie desapareció de pronto.


Anthony me miró inseguro de lo que debía hacer.


-Espérame afuera –le indiqué.


El vampiro me miró fijamente, pero me hizo caso.


Edward caminó hacia mí, queriendo acortar la distancia que había quedado entre nosotros.


Negué con la cabeza, indicándole que no lo hiciera. Porque sabía que si me tocaba, si me abrazaba, si me besaba, lo haría más doloroso de lo que ya era.


-¿Qué te ocurre? –preguntó preocupado.


-Nada –tomé aire, quería decirlo rápido, pensando así que el sufrimiento sería menor-. Sólo he venido a decirte que he decidido estar con Jacob. Ya no tienes que desperdiciar tu tiempo conmigo –añadí, sintiendo que cada palabra me desgarraba la garganta.


Una expresión de dolor atravesó su rostro y al verlo sentí que algo dentro de mí amenazaba con romperse.


-Nunca he pensado, ni pensaré, que el tiempo junto a ti es un desperdicio –dijo después de un rato-. Espero que hayas escogido lo que en verdad quieres. Mis sentimientos hacia ti son los mismos.


-Olvídame –dije apretando mis puños, mis uñas se clavaron en mi piel provocando cierto dolor, pero ni aún esas heridas físicas podían superar a las que se estaban formando dentro de mí.


El sonrió, pero sus ojos me decían todo lo contrario a su gesto.


-Te amo, y siempre te amaré –contestó-, es algo que supe desde el primer momento en que te vi. No puedo cambiarlo, ni quiero hacerlo.


Me sentí débil, frágil, a muy poco de romperme en pedazos.


-Adiós Edward –me di la vuelta y me dirigí a la puerta.


-Espero que seas feliz –lo escuché decir detrás de mí.


Era lo mejor.


Jacob me necesitaba y no podía dejarlo.


Debía verme tan deplorable como me sentía porque Anthony no habló en todo el camino de regreso, y sabía que había escuchado todo, pero agradecí su silencio.


-Adam ¿puedes decirle a Jacob que si puede ir al Luna Llena mañana? –le pregunté poco después de llegar.


-¿Quieres que se lo diga ahora? –arqueó las cejas.


Asentí, así podría estar un poco más sola en el departamento, aunque fuera por un momento. Por lo menos no tendría que escuchar las peleas de mis protectores.


-¿Importante?


-Muy importante –dije.


Mi expresión debió convencerlo porque no tardó mucho en irse.


Sin decir otra palabra, dejé a Anthony en la sala y me encerré en mi habitación.


Fue entonces cuando todo mi mundo se rompió.


Los sollozos escaparon de mis labios y las lágrimas se desbordaron, saliendo de mis ojos y mojándome las mejillas.


Me senté en mi cama, enterrando mi cara entre mis manos y seguí llorando.


Alguien se acercó a mí y me rodeó con sus brazos.


-Ya no es necesario que me cuides –dije entre sollozos-, después de todo ahora voy a estar con él y creo que…


-El rey de los vampiros aún se interesa por tu seguridad –me interrumpió-, no creo que sea de su agrado que te deje desprotegida. Pero, aunque me lo prohibiera, no te voy a dejar.


Apoyé mi cara en su pecho y me aferré a su camisa.


-¿Es esto lo que en verdad deseas?


-Sí –musité, con mis lágrimas contradiciendo mi respuesta.


-No te creo –dijo-. ¿Por qué lo haces?


-A veces –dije sin pensar lo que decía-, tienes que renunciar a lo que amas.


Las palabras espontáneas que salieron de mis labios me hicieron darme cuenta de la verdad: lo amaba. Pero no podía estar con él.


-En eso, tienes razón –coincidió Anthony acercándome más a él.




***********************************************************************************************

Capitulo 9 . Blanco


La mañana me trajo más tranquilidad, mi dolor no había desaparecido, a pesar de haber derramado buena parte de él en la noche, pero logró calmarlo y mantenerlo donde debería estar enterrado dentro de mí.


-¿Lo viste? –le pregunté a Adam al salir de mi habitación.


-Si


-¿Qué te dijo? –cuestioné-. ¿Va a ir al Luna Llena?


Puso los ojos en blanco.


-Por supuesto, ya que se lo pediste tú –dijo-, pero parecía preocupado.


-¿Qué le dijiste?


-Que querías hablar con él y que era importante –contestó.


-¡Pero debiste añadir que estaba bien! –exclamé.


Se encogió de hombros.


-Además yo también estoy preocupado por ti, pequeña mía –continuó-. ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Por qué quieres ver al rey?


-Lo sabrás, pero no ahora –respondí.


Mis ojos encontraron la figura de Anthony, que aunque parecía imposible, se veía más tenso y serio que antes. Intenté sonreírle, y él me correspondió, pero sus ojos se veían apagados, me pregunté si era porque también estaba preocupado por mí.


El teléfono me sacó de mis pensamientos, sabía quién era, hasta llegaba a pensar aunque fuera una locura, que el aparato sonaba más frenético cuando se trataba de ella.


-Escúpelo todo –dijo sin darme tiempo a saludar.


-Buenos días Lissa –repliqué-, de vez en cuando deberías acordarte de esa frase, eso se llama tener educación.


Casi podía imaginármela poniendo los ojos en blanco del otro lado de la línea.


-¡Hemos sido amigas por mucho tiempo como para seguir con las formalidades! –exclamó-. Ahora deja de evitarlo y dilo, lo que sea que te estés guardando necesito saberlo.


-Esto… -dirigí una mirada alrededor, mis protectores estaban muy cerca, y aunque sabía que Anthony tenía una idea aproximada de lo que iba a hablar con el rey licántropo no quería que lo escucharan, por lo menos hasta que se lo dijera a Jacob-… hablaré contigo en el bar.


-¡No, no! –se quejó, como niña pequeña haciendo una rabieta por no poder obtener su juguete favorito-. ¿Por qué no ahora?


-No es el momento Lissa.


Después de quejarse un rato más, finalmente cedió no sin antes hacerme unas cuantas advertencias y amenazas.


-Pero ni creas Bella, que cuando llegues al bar te vas a escapar –dijo.


No me sorprendió encontrar a Lissa, de pie, cerca de la barra siguiéndome con la mirada.


Adam se separó de mí y se fue a la mesa que tenía la mejor vista, para poderme vigilar.


-Espera –Anthony me detuvo de la muñeca.


-¿Qué pasa? –le pregunté, sabiendo que mi amiga se ponía cada vez más ansiosa.


-Aún es tiempo de cambiar de parecer –dijo.


Eso le trajo una sacudida de dolor a mi corazón y un segundo de duda.


-Ya tomé mi decisión –respondí.


-Tú debes de ser feliz –dijo de pronto.


-La mayoría no lo es –repliqué-. ¿Por qué yo debería serlo?


-Tú eres especial –dijo con seguridad-, yo creo que tú naciste para ser feliz.


Le sonreí, agradecida por sus palabras.


-Deja de sufrir por mí, estaré bien.


Suspiró, uno de sus brazos se dirigió hacia mí, su mano comenzó a acariciar mi cabello lentamente enterrando sus dedos entre los mechones que caían por mi cara. Una extraña mezcla de emociones surgió en su rostro, como si el tocarme le provocara anhelo y dolor a la vez.


Pero tal vez sólo me lo había imaginado y lo que veía era su profunda preocupación por mí.


-Tengo que irme –musité.


El dejó caer su brazo y asintió.


Me di la vuelta y me dirigí al inminente interrogatorio.


-¡Confiesa! –exigió Lissa.


Por su expresión, supe que si tuviera la suficiente fuerza para levantarme de los hombros y sacudirme, lo hubiera hecho.


-Hace poco Jacob… me… -mordí mi labio-… él me propuso matrimonio.


Lissa dejó escapar un gemido.


-¿Y qué le dijiste? –preguntó ansiosa.


-En ese momento no respondí nada, pero hoy le diré que acepto.


Mi amiga se había estado reprimiendo, pero cuando de mis labios salió la palabra “acepto” un chillido de emoción resonó en su garganta.


Me abrazó con fuerza.


-¡Te acompañare a comprar tu vestido! –prácticamente gritó.


Me reí.


-Sí –concedí-, después de todo eres mi mejor amiga.


Estaba dando saltitos de alegría, pero se detuvo de pronto, mirando por encima de mi hombro.


Me dirigió una sonrisa de complicidad y con una inclinación me indicó que volteara.


No necesitaba dar la vuelta para saber de quién se trataba, pero aún así lo hice.


Jacob había entrado al bar.


Sentí las palmas de Lissa empujarme.


-Ve –la escuché decir.


Caminé hacia él, pero me interceptó a mitad del trayecto.


Sus manos se apoyaron en mis hombros y fueron subiendo hasta mi cara, su cara mostraba ansiedad y preocupación.


-Adam me dijo que necesitabas verme –dijo.


-Sí –tomé una de sus manos, para tranquilizarlo-. Pero estoy bien.


Se relajó y me dedicó una sonrisa.


-¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? –preguntó.


Los nervios resurgieron en mí, apreté mis manos, una contra la otra y clavé mis uñas en mi piel.


-Yo…


Muchas cosas pasaron en mi mente al tiempo que pronunciaba esa palabra, una punzada de dolor volvió, pero la ignoré.


-Te estás haciendo daño –observó Jacob. Liberó una de mis manos y la besó.


-Acepto –balbucí.


El licántropo arqueó las cejas sin comprender a lo que me refería.


-Acepto casarme contigo –completé.


Una sonrisa se extendió por los labios de Jacob, iluminando su rostro.


-Te amo –dijo tomando mi cintura y acercándome a él.


Me besó profundamente.


-Quiero que la ceremonia sea mañana por la noche –dijo separando su rostro del mío unos centímetros.


¿Tan pronto?


-Pero…


-Lo siento –me interrumpió-, es que estoy muy desesperado porque seas mi reina. Pero puedes decidir la fecha que quieras.


Pensé en la alegría que lo llenaba y en todo lo que me necesitaba en estos momentos, y también pensé, con un estremecimiento, que si esperaba más tiempo mi cabeza no dejaría de pensar en Edward y sería una tortura.


-Mañana está bien.


Lissa llegó a mi casa muy temprano la mañana siguiente.


-¿Qué esperabas? –dijo al entrar-. ¡Tenemos tan poco tiempo para escoger tu vestido!


Esperaba que Adam se quejara por acompañarnos de compras, pero se veía extrañamente abatido. Mis dos protectores parecían sombras grises de tristeza siguiéndonos por las calles, me pregunté que los pondría de ese estado de ánimo.


-Entiendo que el licántropo nos siga –dijo Lissa-, pero no entiendo porque el vampiro hace lo mismo.


-Es un amigo –contesté sin dar más explicación.


-Pero…


Afortunadamente la tienda ya se extendía ante nosotras a todo su esplendor y Lissa interrumpió su réplica.


-¡Llegamos! –gritó y me tomó del brazo.


-Bienvenidas otra vez –reconocí los hermosos rizos de Gemma en cuanto los vi.


-Gracias –dije sonriendo.


La chica-lobo inclinó su cabeza en mi dirección en señal de respeto.


-Me alegra que vayas a ser nuestra reina.


-Que rápido corren las noticias –comenté.


Ella se rió.


-¿Crees que algún licántropo va a pasar por alto la ceremonia de unión de su propio rey?


-Sungo que no –le sonreí.


Gemma nos condujo a la sección de vestidos, no sin lanzar de vez en cuando miradas de incomodidad hacia Anthony, que nos seguía de cerca, pude distinguir el disgusto en el rostro de la chica-lobo, pero no hizo ningún comentario al respecto.


-Puedes escoger el vestido que quieras, y el color que quieras –dijo Gemma-, en nuestras ceremonias no importa el color o lo sencillo que sea el vestido. Pero respetando las costumbres humanas creo que tengo el vestido perfecto para ti.


Quedé asombrada cuando lo vi. Aunque era sencillo, se veía deslumbrante, la tela parecía deshacerse en los dedos, parecía tener brillo propio. Pero algo me hizo estremecerme, era blanco, y su color me hizo recordar mi sueño.


-¡Póntelo! –exclamó mi amiga.


Sacudí mi cabeza, recordándome que sólo había sido un sueño y no debía preocuparme por ello.


Tomé el vestido con cuidado, sintiendo su suavidad en mis manos, y me dirigí a los probadores.


-¡Queremos verte! –escuché el grito de Lissa después de unos minutos.


Me vi en el espejo y lo que vi en el me hizo dudar que él reflejo y yo fuéramos la misma persona. El vestido parecía estar hecho para mí.


Después del segundo grito impaciente de mi amiga salí.


-¡Te ves tan bonita! –exclamó mi amiga.


Gemma asintió.


Anthony y Adam, que estaban observando toda la tienda, buscando algún signo de peligro, se giraron para verme. Sus ojos se agrandaron cuando se posaron en mí.


-Hermosa –dijo Adam.


El vampiro no pronunció palabra, pero por el brillo en sus ojos, parecía que por primera vez estaba de acuerdo en algo que decía el licántropo.


Volví a entrar al probador para cambiarme.


Gemma se vio horrorizada cuando le pregunté por el precio del vestido.


-No le voy a cobrar a mi reina –dijo.


-Pero…


-No –enfatizó, no parecía dispuesta a cambiar su respuesta.


-Muchas gracias –dije después de un rato.


-Te veré en la noche –contestó Gemma dirigiéndome una amplia sonrisa.


Suspiré, ya quedaba tan poco tiempo para eso.

viernes, 29 de enero de 2010

Besos de Sangre ONE SHOT

Hola mis angeles hermosos como les va , en fin como hoy es viernes y ando de buenas aqui les traigo un regalito dedicado a todas ustedes que  siguen fielmente el blog, este es un one shot , escrito por  mi idola CUNNING ANGEL , me da un gusto enorme poder compartir este hermoso relato.asi que mis angeles , ya no les hecho mas rollo y recuerden dejar sus comentarios por fiss este one shot merece muchos
les mando mil besitos
Angel of the dark
************************************************************************************
 
 
Summary: "Mátame", fue su ruego, Bella se negó ¿Cómo privar al mundo de algo tan hermoso?. “Te propongo un trato, Dame un año para demostrarte que la vida no es tan horrible como te lo piensas” pidió la castaña.
“Mientras me mates no hay problema, haré lo que quieras” Le aceptó Edward. En un año pueden pasar muchas cosas…


Besos de Sangre



El ocaso ya se había posado sobre el glorioso lugar en donde me encontraba, aún así continué dejándome acariciar por las tenues olas que remitía el océano sobre mi cuerpo.



Observé maravillada la exquisita forma en que el crepúsculo se reflejaba en las cristalinas aguas, y pese a que el entorno carecía de completa luz, este se posaba con elegancia entre las olas.


El sitio en verdad era un paraíso.


“Lo es” concordó una voz varonil y despreocupada, con un rastro de sensualidad tan glorioso que en ese instante supe que no podía pertenecer a este mundo, aquello rayaba en los límites de lo sobrenatural.


Decidí ignorar las trampas que yo misma me implantaba por medio de mi rebuscada imaginación, y comencé a penar que tal vez me había entrado un exceso de agua en los oídos.


“No lo creo, de hecho… creo que… este… perdiste algo” nuevamente lo oí, un trino angelical tan atrayente como esclavizante, podría haber pedido mi cabeza y se la hubiera entregado.


“No seas exagerada, me conformo con un pequeño favor” contestó burlón, fuese o no obra de mi mente su actitud comenzaba a molestarme, por lo que me giré en dirección a la costa para hacerle frente, despidiéndome del hermoso horizonte tornasol únicamente para quedarme congelada en mi sitio.


Mis manos se fueron directo hacia mi pecho, cuando observé la parte superior de mi bikini flotando en la orilla de la playa, justo donde un hermoso arcángel se inclinaba para recogerla.


Me hundí lo suficiente para que el agua me cubriese hasta la zona del cuello, entretanto el glorioso modelo se divertí a costa mía, haciendo malabares con mi prenda.


Pasaba mi sostén de una mano hacia la otra, como si se tratase de una cosa carente por completo de importancia.


“Hey” le llamé, mas no se inmutó. No sabía si el motivo era la vergüenza, o quizás simplemente las horas bajo el agua comenzaban a pasarme la cuenta, pero comencé a sentir frío; mucho frío, y estaba convencida de que no podría soportar más tiempo en el agua.


“¡Hey, te estoy hablando!” Demandé. Él sonrió ladino antes de que finalmente me prestase toda su atención.


Reprimí un jadeo cuando su feroces ojos de miel fundida de posaron sobre mi escuálida figura, y como si fuese posible aún, ¡Me hundí más en el mar!, pero esta vez no tuve tanta suerte, porque una repentina ola sepultó mi cuerpo bajo el oscuro océano.


EL agua salada ingresó a mi boca y penetró con brusquedad mi paladar, los ojos comenzaron a arderme y mis pulmones imploraban por una minúscula partícula de oxígeno. Intenté mover mis manos para salir a flote, no era idiota, sabía nadar, no me encontraría en este sitio de no ser así. Pero, sin poder evitarlo comencé desesperarme.


Dos pétreas manos se ciñeron a mi cintura impulsándome hacia arriba. Ipso facto escupí toda el agua que había acumulada sobre su cara.


Me acomodó sobre su espalda y nadó con inhumana rapidez hacia la costa, literalmente.


Algo no andaba bien. Lo sabía, no podía haber tragado tanta agua, pero…ciertos acontecimientos comenzaban a hacerme creer que realmente había perdido la cordura


¡Nadie podría nadar tan rápido!


“Lo siento” confesó casual, desbordando terciopelo en cada nota emitida por sus labios.


Fue exageradamente cuidadoso al recostarme sobre la arena, mientras yo intentaba recuperar el aliento, el en cambio se mantuvo arrodillado frente a mi.


No respondí, me encontraba demasiado ocupada recobrando el aire y admirando la forma en que la tela de su camiseta se añadía con descarada arrogancia a su piel, era blanca. Definitivamente a partir de hoy ese sería mi color favorito.


“Eres graciosa” confesó contrariado. Luchando porque la sonrisa no le ganase, pero lo hizo y terminó regalándome un gesto tan encantador que sabía me tomaría años arrancarlo de mi memoria.


“No seas idiota, después de hoy no me recordarás” declaró de pronto demasiado airado. Pero, yo me encontraba demasiado anonadada recopilando información.


“Volviste a hacerlo…” expresé convencida, mientras hacia torpes esfuerzos por sentarme, no era fácil. Mi cuerpo aún se encontraba débil. Vislumbré caer una pequeña gota desde uno de los mechones de su cabello, tan hermoso e irreal, pero aquello bastó para recordar mis conjeturas.


Llevé una mano a mi pecho para calmar mi respiración y esta vez me fue imposible reprimir mis impulsos. Y grité, estaba aterrada.


“¿Cómo?; ¿Cómo lo hiciste? Lo tenías tú… Estabas lejos, lo había perdido…”


Él sonrió como si lo que yo le preguntase fuese obvio, prácticamente él estaba…


“¡Lees mi mente!”


“¿Y recién lo notas?, Vaya, pensé que eras más lista” por un instante olvidé lo que sucedía al oír su musical risita, baja, grave, y prácticamente en forma de murmullo, pero llamando a gritos por unirme a su canto.


“y si con tu pregunta te referías al momento en que te puse el bikini, pues, fue mientras te sacaba del agua, lo hubiese hecho antes, pero corría riesgo de que te ahogases; por lo tanto actué cuando nos acercábamos a la orilla.”


“¿Por qué no me prestaste atención antes, cuando te llamé?”


“Porque tu me ignoraste cuando te hablé, ¿no lo recuerdas?”


“¡pensé que era mi imaginación, creí que oía voces!” sin darme tiempo a reaccionar él se sentó sobre la arena, dejándome a mi sobre su regazo. Sus manos rodearon mi cintura y me cobijaron inmensurable familiaridad y ternura, como si de una niña pequeña se tratase, segundos más tarde dejé de sentir frío, y comprendí que él le había sumado a la prisión de sus brazos una cazadora que no traía puesta al momento de lanzarse a la mar en mi búsqueda. Asumí que la había mantenido cerca, con esto de su rapidez y misterio ya nada me extrañaba.


“pues ya lo ves, soy real, de carne y hueso” susurró en mi oído y todo mi cuerpo se tensó, él poseía un aroma tan fragante que el olor a mar impregnado en mis cabellos había pasado a un segundo plano, su perfume era tan fresco y sensual que por un momento olvidé el sitio en que me encontraba.


“Bueno, si gustas te lo recuerdo. Estamos en la playa, en donde usted señorita casi muere ahogada, y ahora… me tendrá que devolver el favor por salvarle su vida”.


“Idiota”


“Vaya, ya no soy un hermoso arcángel”


“¡Y además presumido!”


Su gesto se volvió compungido y un tierno puchero se dibujó en la boca del adonis, observé al dueño de esos cincelados labios, eran tan carnosos que con el simple hecho de observar el borgoña que los revestía me vi en la obligación de relamer los míos.


“Hey no te enfades, por favor. Sólo te quería pedir un favor. No conozco a nadie más acá y… necesito tu ayuda”


Sus últimas palabras fueron casi inaudibles, un tenue suspiro, pero estábamos demasiado cerca como para no oírle.


“¿Me dirás como me conseguiste sacarme tan rápido a la superficie?”


“Por supuesto, es necesario para el favor que necesito pedirte” su semblante volvió a recuperar esa jovialidad y picardía, adoraba la sonrisa impresa en sus labios, era tan… deslumbrante.


“¿Hacer que?” Pregunté, mas toda la respuesta que recibí fue su tacto. Dos fríos dedos comenzaron a rozar mi rostro, lentos y tímidos. En un contraste abismal a la actitud de su dueño, quien se había mostrado con exceso de audacia y atrevimiento.


“Necesito que le des fin a mi existencia” su expresión no dejó de ser serena, confiada, el murmullo continuaba siendo dulce y atractivo, en absoluto perturbador.


¡Él ni siquiera se inmutaba por sus palabras!Yo me encontraba atónita, perdí la voz, ni siquiera fui capaz de gritar o chillar. Me sentía incapaz de reprenderle por hablar tanta idiotez junta. Simplemente me quedé… muda, analizando toda la información junta, finalmente caí en cuenta de que no era más que una ilusión, lectura de mentes, rapidez sobrenatural y pensamientos suicidas no entraban en mi lista de cosas reales y racionales.


Lo más probable era que hubiese muerto ahogada, o quizás estaba en coma.


“Bella, no estás muerta, ni en coma, aunque probablemente estés un poco loca. Nunca conocí una mente tan… especial.”


“Entonces el demente has de ser tú, ¿Por qué otra razón querías darle fin a tu vida?” respondí harta de que se burlase y también porque me creyese capaz de tal crimen.


“Lo que yo tengo no es vida “ confesó cabizbajo, y sus dedos abandonaron mi mejillas. Y en un impulso que no supe explicar mi cabeza renunció a su torso elevándose unos metros para que mis aún secos labios se posasen sobre la piel de su cuello. Inhalé el aroma a sándalo una última vez y suspiré antes de dejar un último beso en esa zona.


“Espera un momento ¿cómo sabes mi nombre?” un brillo malicioso refulgió en sus ojos.


“Oh, debo asumir que leíste mi pensamientos” bufé con sarcasmo, no podía concebir la idea de que el violase mi privacidad.


“Bueno, ahora que estás más calmada creo que podremos hablar” su voz fue un silbido, una verdadera oda a la sensualidad convertida en sonido. La frialdad de su hálito golpeando contra mis labios fue la clara señal de que él deseaba todo…menos hablar.


Impetuoso su rostro se inclinó hacia el mío, con aura peligrosa y letal, acechándome, cual cazador en busca de su presa. Nunca me sentí tan indefensa ni intimidada como ahora.


Fue delicado, y la delicadeza comparable únicamente con el aletear de una mariposa sus labios se posaron sobre los míos; sutiles, sensuales y certeros. Dueños de una gracia envidiable por cualquier insulso mortal. Él no era humano, ningún hombre podría besar de esta forma tan ardiente y a la vez cortés, haciéndome el amor el más ínfimo de los roces que ejercía su lengua sobre la mía.


“No eres humano” gemí contra sus labios, antes de que su exquisita lengua se adentrase con sensual desenfreno en mi inexperta cavidad.


“No, no lo soy” su voz brotó ronca, cargada de esa fuerza abrasadora que sólo te proporciona un exuberante nivel de deseo.


Él me deseaba…


“Más de lo que te imaginas” respondió a mis cavilaciones, antes de devorar mi cuello con besos tan febriles que deberían estar prohibidos.


“¿Qué eres?” La frialdad de su boca abandonó mi clavícula, sólo para al instante posarse sobre mi oreja, comenzó a succionar el lóbulo de ésta con un frenesí de nivel tan desbordante que mis piernas se cerraron por inercia, intentando contener lo que a estas alturas se me hacía…inevitable.


“Soy un vampiro” susurró en mi oído, pero ya era tarde, él podría ser un caníbal y me hubiese dado igual. ¿Qué mejor forma que morir que en los brazos de un ángel?, lo prefería mil veces a la desastrosa muerte que me esperaba en lo profundo del océano.


“No voy a matarte, serás tú quien le ponga fin a mi tedio” sonrió contra mi piel. Yo a estas alturas ni siquiera le oía, no era conciente de nada. Lo quería entre mis piernas ya.


Un furioso sonrojo se apoderó de mis mejillas ante lo escabroso de mis pensamientos. Esta no era yo.


“Tienes razón, lo siento, te deseo tanto que me cuesta trabajo controlarme, no suelo abusar de mis… dotes”


“¿Qué me hiciste?” inquirí entre jadeos, mientras la fría arena parecía derretirse en contraste con mi piel, la que a estas alturas se encontraba en llamas. Para ese entonces las posiciones habían sido intercambiadas. Estando yo tumbada sobre la playa, mientras el marmóreo cuerpo del vampiro se cernía sobre mí.


“Es increíble, debo estar soñando. Se supone que los vampiros no existen” confesé mientras quitaba su húmeda camiseta.


“Quizás te refieres a que sufres de pesadillas, porque hasta donde yo sé, los monstruos pertenecemos a los cuentos de horror, no a los sueños de una dulce jovencita”.


Antes de que pudiese replicarle sus labios silenciaron los míos, eliminando todo vestigio de razón o cordura.


¡Ni siquiera sabía su nombre!


“Soy Edward” gimió antes de succionar mi labio inferior y morderlo en medio de tortuosas succiones.


“¿Cómo puedes desear eso?” conseguí articular mientras que sus largos dedos se deleitaban arrancando las escasas prendas que yo portaba.


Su cabello todavía humedecido por el episodio en la playa, se adhería a la piel de su frente regalándome un espectáculo comparable sólo con manjar de dioses, aún así, aquello jamás le haría competencia suficiente. Yo estaba a sólo minutos de tocar el cielo. ¡Y ni siquiera lo habíamos hecho!


“Tranquila, una de las cosas que he aprendido sobre la eternidad es que hay que saber ser paciente y sobre lo otro. Ya te lo dije, estoy arto. He vivido demasiado, y con cada día que gano más difícil me resulta adaptarme al entorno, entonces cuando por fin consigo alcanzar el ritmo que me impone este insípido sistema…


“El mundo vuelve a cambiar” respondí por él.


“Ajá” jadeó antes de llevarse mi pezón izquierdo hacia la boca


“Te propongo un trato” mis palabras parecían suplicas, mi boca intentaba decir una cosa, sonar firma y decidida. Pero mis labios no cesaban de gemir ante la pericia con que Edward degustaba mis pechos.


Aferré mis dedos a sus empapados mechones cuando una certera lamida fue seguida por un tenue e inofensivo mordisco.


“Mientras me mates no hay problema, haré lo que quieras” Él clavó sus ojos ahora negros de deseo en los míos, pero lejos de sentir miedo sentí placer de pura anticipación.


Reí nerviosa-y casi histérica- cuando en un solo movimiento el arrancó su pantalón y le sentí.


Punzando con fiereza y pujanza la cara interna de mi muslo. Mis ojos se cerraron, débiles ante la suprema sensación que comenzaba a desbordarme de deseo.


Edward era demasiado para mí, si no moría esta noche siendo destrozada por la bestia que tenía en su entrepierna, moriría de placer, pero fuese como fuese no saldría airosa de tan gloriosa experiencia.


“Hey, mi amigo no te hará daño, además te necesito viva, recuerda que debes matarme”


“Quiero… un… año” jadeé mientras él me torturaba con tenues roces en mi cavidad; sin entrar del todo, rozando, punzando y tentándome.


“Dame un año para demostrarte que la vida no es tan horrible como te lo piensas”


“Hecho, pero al término de ese plazo me tendrás que descuartizar e incinerar cada trozo ¿me oyes?” quedé estática ante sus dichos, acto que Edward aprovechó para enterrarse en mí.


Me arrepentí al instante, rogando en mi interior porque se detuviese y sacase de una maldita vez esa cosa de mí.


Él sonrió compasivo antes de musitar un sexy “te acostumbrarás”


Su lengua, húmeda y fría, acarició mi boca, mientras él terminaba de adentrarse por completo entre mis piernas. O eso pensé.


La forma en que su longitud arrasaba con todo a su paso era soberana, aliviada por que creí que finalmente me había colmado y se había introducido entero acondicionándose a estreches, fui sobrecogida por la suprema experiencia de ser llenada a cabalidad, atiborrada de placer pensé que no soportaría tal vivencia. Creí que enloquecería, pero sus manos delineando mi silueta trabajando a la par de sus caderas me convencieron de lo obvio. Sí me acostumbraría…


Y las dos horas siguientes comprobé que mi nueva misión en la vida sería adaptarme a su envergadura y vigor, a partir de mañana comenzaría a alimentarme mejor para poseer una resistencia de acorde a mi acompañante.


“Tonta Bella, no se trata de tener o no una buena condición física, esto es parte de lo que soy.


Soy un demonio Bella; no me canso, no duermo, no lloro, no como. Mi única misión en esta… existencia es beber sangre; cazar y arrebatar vidas. Para que yo viva otros deben morir. No quiero cargar con esto más, y sólo tu puedes ayudarme”.


“¿Por qué no lo haces tú?” suspiré, mientras él envolvía mi cuerpo entre sus brazos. No entendía que me había hecho, pero me sentía bajo un hechizo, regida únicamente por sus ojos de oro fundido, cegada por la adicción a sus besos, la bendición de sus caricias.


Me parecía imposible que él pudiese ser un asesino… Con luceros tan similares al almíbar, me costaba verlo como lo que se suponía era. Un asesino.


“Lo he intentado, pero por desgracia no es tan fácil. La primera vez que traté el dolor que sentí al descuartizar mi tobillo fue demasiado insoportable para continuar, fui un cobarde Bella” confesó avergonzado mientras rascaba la parte trasera de su cabeza, en lo que a mi me pareció un gesto muy humano.


“¿Y la segunda?” su vista se desvió hasta el mar, entonces mis manos se sintieron dueñas de una confianza que obviamente no les pertenecían y levantaron la quijada del hermoso vampiro que me cobijaba entre sus brazos.


“Conseguí cortar hasta la zona de mi cadera…. Pero dolía demasiado… decidí prenderme fuego y… Fui débil otra vez, salí a rastras de ese prado, por mi culpa se quemaron casi dos hectáreas de bosque.”


“No podré hacerlo” solté de golpe y escondí mi rostro en su pecho, esquivando a toda costa su mirada. Sus manos no tardaron en acariciar mi cabello. Él podía llegar a ser tan tierno…


“Si no lo haces tú, tendré que pedirle ayuda a otra persona, tarde o temprano encontraré a alguien que desee acabar con mi martirio. Además me diste tu palabra y fue sellada con sangre, por lo que quieras o no estás obligada a cumplirla”


Sin saber bien el porqué mi vista se clavó en mi entrepierna. Edward ha de haber sabido que yo era virgen, no había otra forma de explicar su elección y sobre todo… los recientes acontecimientos.


Sus ojos secundaron a los míos, observando los vestigios de inocencia diseminados entre sus muslos y los míos.


En efecto, nuestro pacto había sido sellado con sangre.


UN AÑO DESPUÉS


Permití a la brisa marina irrumpir en mis pulmones, mientras observaba el paisaje que se mostraba frente a mí, súbitamente una sensación de deja vu me golpeó en señal de advertencia.


Repasé cada tramo que había transitado minutos atrás en su compañía. Las olas estrellándose contra imponentes roqueríos alojados bajo el abrigo del acantilado. El majestuoso crepúsculo imperante sobre el océano, las huellas de mis pies marcadas en la arena, y a su lado otro par, visiblemente más grandes. Suspiré.


Ante la hermosura del entorno una tenue sonrisa se alojó en mis labios, pero fue borrada al instante cuando recordé el motivo de mi presencia en este sitio, en este paraíso.


Hoy se cumplía un año, tragué con fuerza e intenté disimular la forma en que mis pulmones poco a poco se quedaban sin aire.


Él no lo había olvidado…


Mis ojos se posaron en su esbelta figura, Edward se encontraba a unos pocos metros frente a mí, el vampiro que me había arrebatado el corazón, y que aún así se negaba a llevarse mi alma.


Avancé con timidez hacia él, con su vista clavada en el oscuro mar, aun dándome la espalda, imponente, con su metro ochenta y cinco visiblemente llevado, y una espalda que pese a no ser en extremo ancha, armonizaba de forma sublime con el resto de su anatomía. Edward se veía desgarradoramente hermoso, los mitos jamás conseguirían hacerle justicia.


Me grabé su imagen por última vez, sabía que después de hoy no existiría un mañana, y de una forma u otra mi vida se acabaría acá. En este lugar, en esta playa, solitaria y hermosa, pero por sobre todo gloriosa, como él. Un sueño vuelto realidad.


Caminé dos pasos más, quedando de esa forma a su lado, con pocos centímetros de lejanía, los mismos que Edward se encargó de eliminar al tomar mi mano. Mis ojos se cerraron reprimiendo las lágrimas, yo sabía lo que esto significaba, se lo había prometido… pero, no podía.


Su piel bajo el rojizo cielo era un espectáculo que hacía ver al paraíso que nos rodeaba como una cosa vana e insulsa. Él suspiró y avanzó con nuestras manos entrelazadas adentrándose en el mar, el agua estaba fría, pero no tanto como para molestarme, sino que en el punto exacto en que el espíritu y el aliento se entremezclan liberándose del cuerpo por medio de un jadeo.


“¿Demasiado helada?” preguntó enarcando una ceja, su boca esbozaba una sensual curvatura en los labios. Y yo me encontraba irrefutablemente esclava de esa sonrisa.


Mordí mi labio cuando el agua llegó hasta mis rodillas, el pantaloncillo de mi pijama ya se encontraba empapado y agradecí que Edward me hubiese sacado descalza de la cama.


Con delicadeza llevó nuestras manos aún unidas hacia su boca y depositó un cálido beso sobre estas.


“Estás tibio… ¿Cómo es que?”


“Tonta Bella” sonrió sin alegría, observándome con la burla bailando en sus hermosos orbes venturosos.


“No soy yo quien está tibio, sino tú quien está temblando… No tienes porque temer, estás haciendo lo correcto”


No le temía a él, sino a una vida sin su compañía. ¡Quería ser como él, quería que me transformase en vampiro para disfrutar de la eternidad a su lado!


“No puedo, no soy capaz de hacerte parte de esto” contestó hosco, soltando mi mano y alejándose de mí con brusquedad. No tardó en llegar a la orilla, después de todo, era yo la torpe humana que solía retrasarle.


Diez minutos más tarde me hallaba frente a él, con el cuerpo tembloroso y como siempre mis ojos delatores se encontraban al borde de exponerme ante su insensible semblante.


“Pero no me lo estás pidiendo, soy yo quien se ofrece. Quiero hacerlo Edward, quiero unirme a ti en la eternidad.”


“¡Estás loca!” soltó exasperado mientras revolvía con desespero sus finos cabellos.


De un momento a otros sus manos se encontraban firmes sobre mis muñecas, y ejercían tal presión en ellas que verdaderamente empezaba a lastimarme.


“¿Es que no lo ves? Tu vida recién ha comenzado.”


“No me importa, te quiero a ti en mi vida, te quiero junto a mí por siempre” respondí autómata. ¡Se suponía que podía leer mi mente! Como no veía que lo amaba de verdad, de manera profunda e irrevocable.


¡¡TE AMO!!


“No acabaré con tu vida” respondió insensible, haciendo caso omiso a lo que gritaban mis pensamientos.


“No, por supuesto que no lo harás. Seré yo quien lo haga, tú sólo tienes que traerme de vuelta” resolví, mientras recordaba lo fácil que era ponerle fin a mi vida ahora carente de sentido. Edward se vería en la obligación de morderme, él jamás me dejaría morir…


“¿Qué demonios te sucede?, ¿Es que no lo ves?, si yo pudiese morir sin tu ayuda lo haría, pero te necesito a ti para ello. Lo prefiero mil veces antes que condenarte a lo que soy. Si terminas con tu vida ahí acabará todo… No te condenaré Bella, no te convertiré en un monstruo”


“Te amo” mascullé con el aire quemando en mis pulmones, sentía la piel de esa zona ardiendo en carne viva, no podía hacerme la idea de una vida sin él. No le sobreviviría.


Sus manos acunaron mi rostro y Edward depositó un casto beso en mi nariz, la sentía húmeda e irritada, de seguro ya estaba roja, respirar comenzó a dolerme como nunca antes.


Unió nuestras frentes y sus dedos trazaron círculos en mis mejillas. Era tan hermoso que dolía, me obligué a dejar que mis parpados cubriesen mis dilatadas pupilas, estaba muriendo, ¡estaba muriendo por él y se negaba a verlo!


Su sola sonrisa me enviaba el cielo para luego traerme devuelta al infierno que simbolizaba continuar una vida sin él.


“Bella, mi dulce Bella, sólo eres humana… Más temprano que tarde terminarás olvidándome.”


Mis ojos se abrieron en el acto, oí cada palabra con especial interés. Su voz continuaba siendo el canto más hermoso que había oído jamás. Sensual, dulce y atrayente, pero esta vez me sentía inmunizada. Aún con sus precios luceros traspasándome con intensidad, hechizándome a través de las espesas pestañas que enmarcaban sus ojos colmados de dulzura. Aún así, una ira ciega se apoderó de mí…


¿Olvidar? ¿En verdad me creía capaz de olvidar sus besos, sus palabras, su tierna mirada viendo a través de mi, calando mi alma, observándome con tal nivel de devoción que me provocaba deseos de llorar, de verdad pensaba que podría desligarme tan fácilmente de él?


Alejé mi rostro del suyo como si este me repeliese, sus manos se quedaron inmóviles en la zona donde apenas escasos segundos atrás se encontraba mi semblante.


“¡No eres nadie para decidir sobre lo que siento!” le enfrenté encolerizada, con una nueva oleada de dolor arremetiendo contra mi cuerpo, débil, era una maldita enferma, una adicta.


“¡No te olvidaré!, ¿Es que no lo ves? no podría aunque lo intentase.” Mordí mi puño silenciando los sollozos que brotaban desbordados de mi pecho, pero aún así los espasmos de dolor eran la cosa más dulce en comparación a su desamor.


Por un ápice de segundo creí haber visto un ápice de emoción en sus ojos, pero al instante se volvieron fríos, lacerando mi alma con desgarradora indiferencia.


Su mano derecha hizo ademán de posarse sobre mi mejilla, pero se quedó inmóvil. Podía ver que en su interior se llevaba a cabo una verdadera batalla entre hacer o no lo que su ser le pedía. Finalmente la dejó caer inmóvil a un costado de su cuerpo.


Conocía a Edward, por mucho que se resistiese, tarde o temprano terminaba cediendo, para todo menos para mi transformación… y nuestro trato.


Harta de que se negase a dar el primer paso caminé el tramo que me separaba se su cuerpo y envolví su cintura con mis brazos.


Estaba desesperada por sentirle una vez más, aunque fuese la última, un solo roce suyo, sólo eso bastaba, yo ya estaba perdida, estaba muerta sin él.


Mis manos se amoldaron entorno a la ajustada cazadora que Edward portaba, la oscura prenda se ceñía a su piel a la perfección. Permitiendo a mis dedos deleitarse en cada centímetro donde el frío cuero se marcaba con soberbia.


Edward se mantuvo rígido, inmóvil, con ambos puños fruncidos a ambos lados de su cuerpo. Yo me concentré en hacerle ver lo mucho que le necesitaba, lo importante que era para mí.


Aumenté la presión en mi agarre, mientras tibios torrentes salinos se escurrían por mis mejillas, delatando lo débil que era.


De pronto su aliento frío golpeó de lleno mi cabeza, alivianando en algo la abrasadora sensación de pérdida que desgarraba mi alma de forma lenta y sinuosa. Lacerando mi corazón de forma despiadada e implacable.


Edward Cullen el vampiro que me había enseñado el significado de la palabra amor, sin siquiera ser conciente de que lo experimentaba a diario… en su compañía, finalmente se había dado por vencido y comenzaba a corresponder a mi gesto.


Con timidez impropia en su persona rodeó mi cintura y me atrajo más hacia él, convirtiendo mi abrazo en un acto recíproco.


“Yo sólo poseo el glorioso arte de mancillar almas, tú en cambio tienes el don de conseguir que el amor y la muerte se unan: por medio de un abrazo, de un beso, contigo la más simple de las caricias puede derretir al hielo…” musitó contra mis cabellos, deteniéndose a ratos para inhalar el aroma de estos.


“Pero yo te necesito, quiero estar contigo… para siempre” sollocé contra su pecho, pero aún cegada por mi propio llanto pude oírle maldecir por lo bajo.


“¿Cómo puedes siquiera pensar que te arriesgaría a ser como yo? Exponerte a la ira de mi corazón, al deseo irrefrenable que se agolpa en mi cuerpo cada vez que oigo tus latidos, el demonio en mí añora en demasía la hora de tu funeral Bella. No podría, no puedo verte morir, y la conversión no es una opción. “


Continué llorando, mientras sus tiernas caricias me reconfortaban, ¿Cómo podía consolarme para enfrentar su muerte futura? ¡Yo lo amaba! ¡Daría mi vida por él!


“No, no morirás por amor. No te obligaré a vagar junto a mi en los terrenos de la muerte”


“Me permitiste conocerte, adentrarme al universo que representabas ¡Alimentaste mis esperanzas! ¿Por qué me haces esto?” conseguí balbucear, mis ojos ardían, mi piel dolía, el aire entraba y salía de mis pulmones, pero no lo apreciaba, me sentía deshecha, me sentía rota.


“Porque hiciste una promesa, y ahora señorita tienes que cumplirla” responsó risueño, su voz se mostraba dulce y serena, pero denotaba un nivel de ansiedad impropia en él.


“Esa promesa fue rota desde el primer momento en que se hizo” mascullé agotada


“Me diste tu palabra Bella, lo sellamos con sangre... no puedes defraudarme ahora, confié en ti.


“Y yo confié en que te haría entrar en razón. No planeaba enamorarme de ti, ¡está bien lo admito! Contaba con que podría ocurrir, demonios era más que evidente que podría suceder, pero mantenía la vaga esperanza de que me correspondieses.


¡Creí que me amarías y olvidarías nuestro estúpido trato!”


“Promesas son promesas, yo te di el año que me pediste, fui paciente y cedí a cada uno de tus caprichos… Ahora es tu turno de cumplir con tu parte del plan.”


Sus palabras fueron letales, crueles y carentes por completo de emoción, intenté deshacer nuestro abrazo, necesitaba alejarme de su cuerpo, pero el mantuvo sus manos en torno a mi cintura. Alcé el rostro y lo que vi me quitó toda fuerza, inclusive de llorar.


Dolía tanto, la situación, su presencia; tenerlo frente a mí a escasos metros, con su apariencia alicaída. Me destrozaba verlo así, desbarataba el casi inexistente autocontrol que poseía, las manchas violáceas alojadas bajo sus ojos, más impresas que nunca, recordándome lo que era.


Quise morir en ese instante, soportaría cualquier infierno antes de presenciar su muerte. Lo amaba tanto, tanto que no solo dolía, esto me mataba, no podría hacerlo.


“Mátame” gimió con sus afiladas facciones ahora estiradas en una desgarradora mueca de dolor. El aire abandonó por completo mis pulmones, mi cerebro colapsó y mis labios despertaron autómatas.


Preferiría mil veces perder la vida entre sus brazos, antes que arrebatar la suya.


“No” respondí tajante, con voz más dura de la que hubiese deseado, pero simulando a la perfección el terror por el que me veía sobrepasada.


No podía perderle, ya no. Sobre todo porque toda mi vida ahora carecía por completo de sentido.


Su agarre continuaba implacable entorno a mi cintura, retándome, sus ojos continuaban expectantes ante cualquier indicio de vacilación o debilidad.


Podría tacharme de cobarde, pero no cumpliría esa promesa. No asesinaría al hombre que amaba.


Temblé sin poder evitarlo, y la temperatura no era la causante de mis espasmos, aquella frialdad me calaba aún bajo la coraza de los huesos. Era pavor, el pánico de vivir una vida sin él.


La sola idea saberlo lejos laceraba mi interior a un nivel tan intenso que por un instante me pregunté si en verdad un drogadicto podría conseguir la rehabilitación en su totalidad, porque irrebatiblemente yo jamás conseguiría resistirme a mi dosis.


No era lo suficientemente fuerte para renunciar a él.


Posé mi mirada sobre su semblante, aún con la petulancia forjada en sus facciones él era divino, tan hermoso que me parecía la encarnación perfecta del ángel de la muerte. Un pobre ser al que le habían arrancado sus alas siendo un apenas un adolescente. Vislumbré el pequeño hilillo de elixir borgoña que surcaba el borde izquierdo de sus labios; y el simple hecho de que su exquisita boca aún contuviese vestigios de sangre mantenía mi piel erizada.


Llevé un dedo a mis labios y comprobé el origen de aquel líquido.


Un súbito rubor bañó mis mejillas al recordar la forma en que sus colmillos habían conseguido adentrarse en mi carne mientras me besaba horas atrás, cuando irrumpió en mi habitación a medianoche para traerme al sitio en donde todo había comenzado… el mismo donde se suponía debíamos darle término.


Incapaz de tener suficiente de él, observé su rostro una última vez, a sabiendas de que no se daría por vencido tan fácilmente con mi respuesta, continué con mi revisión: ojeroso y pálido; hermoso. Sus ojos ahora negros se mostraban como profundas fosas sin fondo, abismos de muerte.


Edward se negaba a desviar la vista, orgulloso y desafiante sostenía mi mirada con petulancia, finalmente cedí, a sabiendas que era inevitable, él siempre sería más fuerte.


Humillada fijé mi atención en el suelo, suave y tibio, sintiendo como pequeños granos de arena iban impregnándose entre los dedos de mis pies. Su gélido toque me trajo a la vida en sólo segundos, era tan injusto, con un solo roce me tenía en sus manos, mi vida; mi ser completo se encontraba a su servicio, a su disposición. No había derecho.


Jadeé cuando los tersos labios del vampiro se acercaron con descaro hasta mi oído, tentándome, aturdiéndome…Torturándome.


“Por favor ángel, sólo tu puedes salvarme” Sus voz impactó de llenó contra mi piel, acariciándome con la gélida brisa de un susurro, mientras sus largos y delgados dedos de pianista se entretenían con los rizos marrones que habitaban en los confines de mis cabellos, justo donde acababa mi cintura y comenzaba mi cadera. Edward adoraba esa zona.


Continuó con su otra mano ceñida a mi baja espalda como un tierno soporte. Yo lo sabía, en cuanto Edward liberase su agarre caería desfallecida sobre el piso. Ningún ser humano podría soportar tal intensidad de placer, no estaba permitido.


“Permíteme despertar, no soporto más esta prisión. Esto es un maldito túnel infernal sé que pertenezco a su encierro, al menos hasta que llegas tú… con tu calor, con tu luz” Los tersos labios continuaron musitando contra mi piel, sensuales, fríos y certeros. Expertos en el arte de amar, poseedores de una experiencia que sólo te otorgarían los siglos.


“Mátame” su lengua acarició mi cuello, tan fría y exquisita que mi boca despertó emitiendo un jadeo.


Aun narcotizada bajo el embrujo de sus besos fui capaz de negar, en parte conciente en parte no. Sólo había un pensamiento en mi interior… Le necesitaba.


“Entonces déjame ir” susurró esa voz: dulce y angelical, su trino sabía a miel y no pude más que asentir embobada ante la ternura y devoción que destilaba esa suplica, mas sin siquiera saberlo yo había renunciado a él.


Cuando abrí los ojos ya era tarde… Edward se había ido.




NO se les olvide dejar sus comentarios por fiss