Dark Chat

martes, 15 de diciembre de 2009

TE AMO AUN DESPUES DE LA MUERTE

HOLA mis angeles hermosos!!!! aqui les dejo su dosis de vicio la quiero mucho,les mando mil besitos y por fisss no se les olvide comentar
Angel of the dark
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Cap. 10 Segunda Despedida

Estaba pasando las semanas más felices de mi vida. Edward estaba de vuelta, para mí. Había visitado ya, en varias ocasiones, la casa de su nueva familia. La relación con ellos se había tornado completamente natural. Ya que te acostumbrabas a ellos, a sus rasgos y movimientos hermosos e imposibles, te podías casi olvidar de que tratabas con vampiros.



Habíamos decidido que esperaríamos a que terminara la escuela para mi transformación de humana a vampiro (solo faltaban tres meses. Para ese entonces, le diría a Charlie que dejaba Forks para irme a vivir a otro lugar con el motivo de desalojarme del triste recuerdo de la supuesta muerte de Edward) la idea de dejar a mi padre me dolía, pero realmente no había elección: sin Edward yo no podía vivir. Estaba más que comprobado.


Caminaba por uno de los pasillos de la escuela. Tenía clases de lengua. Todo el mundo había notado el cambio: ya no me cubría el pecho con mis brazos, ni llevaba mis ojos hinchados y llorosos como antes. Mis amigas realmente se veían extrañadas, pero felices por ello. ¡Como me hubiera gustado el poder decirles el verdadero motivo! Pero el vampirismo era un secreto prohibido de revelar.


Al dar vuelta en un pasillo una mano fría tomó mi brazo provocando que me sobresaltara. En menos de un segundo me encontraba internada en un aula que no se usaba, suspiré aliviada al ver que era Edward.


“¡Tonto!” – exclamé tocando mi corazón – “¡Me has dado un susto tremendo!” – esperaba a que sonriera, pero no fue así.


“Tengo que hablar contigo” – dijo y noté que sus ojos estaban oscuros, como solía tenerlos cuando estaba sediento o enojado


“¿Qué pasa?” – pregunté susurrando debido al repentino miedo que me había invadido. Un mal presentimiento


“Alice ha visto algo” – contestó desviando su mirada de la mía – “ha visto que un aquelarre anda rodeando nuestra casa… no son como nosotros, ellos se están alimentando de sangre humana y…”


“Estas preocupado por mí” – completé ya más tranquila. El estar rodeada de vampiros había logrado que el miedo hacia ellos se hiciera casi nulo


“Claro que estoy preocupado por ti” – dijo mientras tomaba mi rostro entre sus manos – “pero no era solo eso lo que te iba a decir”


Esperé.


“Ellos me buscan” – las palabras salieron precipitadas mientras sentía que la sangre huía de mi rostro.


“¿Cómo que te buscan? ¿Por qué?” – pregunté ahora si muy preocupada. ¿Para qué querían a Edward?


“Se han enterado del don que poseo” – explicó – “Me quieren junto a ellos…”


“Pero no te pueden obligar” – interrumpí - "Tu no te puedes ir con ellos si no quieres"


“Claro que no” – aseguró – “ Pero serán insistentes”


“¿Te harán daño?” – quise saber y la sola idea de pensarlo hizo que las lagrimas se derramaran por mis mejillas


“No, mi amor” – susurró tratando de calmarme, mientras sus ojos volvían al color dorado de siempre – “no me pasará nada. No quería preocuparte… solo quería informarte… dudo que pueda estar contigo en estos días, no quiero arriesgarte”


“¿Cuántos días serán?” – pregunté alarmada. La idea de estar alejada de él por más de doce horas me resultaba una pesadilla.


“No lo sé” – respondió – “Pero te prometo que no serán muchos. Pronto estaré contigo y no me alejaré de ti más del tiempo que sea necesario”


Suspiré mientras trataba de ocultar mi miedo. Las despedidas con Edward siempre me habían dejado un trago amargo, principalmente la ultima… me habían traumatizado de alguna cierta manera. No se supera fácilmente el haber pensado que tu novio estaba muerto por más de un año.


“Entonces… no llegaras hoy en la noche” – no fue una pregunta. Si no fuera así, él hubiera esperado hasta ese entonces. Sus brazos cubrieron mi cuerpo cuando notó la incontrolable melancolía de mi voz


“No estés triste, flaca” – pidió con voz suave – “en cuanto sea seguro, regresare a tu lado”


“¿Y si te pasa algo? ¿Y si ellos se enojan al momento en que rechaces su petición y te dañan?” – solté entrecortadamente. Aquello me parecía un Deja’vu. Esta escena se parecía a la ultima noche que pase con mi Edward humano… ¿Y si esta vez no volvía?... ¿Y si esta era ultima vez que pasaba con mi Edward vampiro? Dudo mucho que haya otra forma de sobrevivir después de morir como vampiro...


“Bella… escúchame” – sus manos tomaron de nueva cuenta mi rostro y sus pupilas se adentraron en las mías – “no pasara nada” – prometió – “nada podrá separarme de ti ¿Entiendes?... Te amo demasiado como para alejarme de ti, ni la muerte lo ha logrado…" - suspiró - "dudo mucho que haya algo más difícil de vencer que a ella”


Sus labios buscaron los míos. El contacto estuvo lleno de ese amor que había entre nosotros. Aun con la desesperación, saboreé la forma de sus labios y el sabor de su saliva fresca y dulce. Una de sus manos dejó libre mi mejilla y viajó hacia la parte baja de mi espalda. Aspiré su aliento que me llegó hasta la garganta y me estremecí en el momento en que su mano apretó mi cuerpo hacia el suyo. Nuestros cuerpos empezaron a caer hacia el suelo y empecé respirar de manera uniforme.


Mis piernas se enrollaron en sus caderas, en ese momento Edward se separó bruscamente de mí. Hubo un largo silencio, rotó solamente por nuestras respiraciones desacompasadas.


“Eres todo un peligro” – dijo cuando pudo controlarse. El dorado de sus ojos parecía miel derretida


“Tu eres el peligro” – acusé. Él sonrió de lado mientras se incorporaba y me ayudaba para hacer lo mismo. De repente, su cuerpo se tensó


“¿Edward?” – pregunté y su vista se posó en mi


“Me tengo que ir… falta poco para que lleguen a la casa” – explicó. Los latidos de mi corazón otra vez se aceleraron a causa del pánico.


“Cuídate mucho” – pedí – “Recuerda que mi vida depende de tu existencia”


“Lo haré” – garantizó


“Te amo” – confesé antes de rozar ligeramente sus labios


“Yo más” – sus ojos brillaron. Sus labios besaron la palma de mi mano antes de irse…


Pasó lo que restaba la tarde… pasó el día siguiente…pasaron tres días y Edward no volvía. La preocupación me estaba volviendo loca y mi aspecto volvía a ser el de antes. ¿Y si algo malo le había pasado?... había tenido pesadillas en las que yo corría buscando a mi novio y jamás lo encontraba, pesadillas similares a las que tenía cuando pensaba que lo había perdido para siempre… intenté calmarme, obteniendo un resultado nulo.


Mi corazón saltó de alegría cuando en la cuarta noche una silueta atravesó mi ventana. Sin embargo, la alegría fue remplazada rápidamente por la ansiedad y desasosiego al notar que esa no era la figura de Edward.


“Bella” – la delicada voz sonaba afligida en la oscuridad


“Alice… ¿Qué pasa?” – pregunté alarmada – “¿Dónde esta Edward?”


“Bella… no sé como decírtelo…” –


“¡Alice dime dónde esta Edward! – exclamé ya sin poder calmarme


“¡Bella, cálmate!” – pidió Alice entre susurros – “¡Despertaras a tu padre!”


“No me importa… dime donde esta Edward ¿Por qué no ha venido?”


“Se ha ido” – las palabras quedaron sonando en la oscuridad mientras entraban como martillazos en mi cerebro.


“Se… ha… ido” – repetí mientras mi cuerpo se desplomaba en el suelo mientras mi respiración se ausentaba de mi pecho. Pasó un largo y doloroso minuto antes de que pudiera volver a hablar


“No…” – dije y noté que mi cuerpo temblaba – “No…” – volví a repetir – “Él me lo prometió… me dijo que no se iría… me dijo que… me dijo que estaría bien…”


“Intentamos detenerlo pero…”


“¡¿Por qué no lo ayudaron?!” – exploté casi histérica – “¡Lo dejaron solo y por eso se lo han llevado!”


“¡No, Bella!” – la voz de Alice se alteró por un momento y luego suspiró dos veces para poder controlarse – “Nosotros le pedimos que se quedara… pero él no lo quiso así”


“¡Mentira!” – dije - “Edward no se hubiera ido por su propia cuenta…”


“James lo mordió” – se apresuró a explicar antes de que siguiera con mis acusaciones– “es el líder de ese aquelarre… tenía un don y nosotros lo ignorábamos…”


“¿Un don?” – pregunté – “¿Cómo que tenía un don?”


“Su ponzoña borra todo tipo de buenos sentimientos en cualquier tipo de ser… solo la podía usar en tres ocasiones… dos de ellas las había usado para sus actuales compañeros y la última la utilizó en Edward…”


“¿Estas diciendo que Edward esta siendo manipulado por James?” – Alice negó con la cabeza


“No. Edward no es manipulado” – contestó sobriamente – “Edward tiene decisiones propias, podría dejar el aquelarre en cuanto él quiera…solo que él no recuerda nada sobre nosotros… ni sobre ti” – jadeé de dolor – “Para él es como comenzar desde cero…”


“También se le ha borrado la memoria” – susurré – “Me ha olvidado”


“Edward pudo leer en nuestra mente el vinculo que nos unía desde su nacimiento como vampiro… él sabe ahora que nosotros le queremos, y supongo que escucho tu nombre varias veces ya que yo pensé en ti… pero eso no le importa ya… te vuelvo a repetir: su corazón ahora no sabe de buenos y nobles sentimientos”


“Entonces… ¿Se fue solo?” – pregunté con el poco aliento que me quedaba


“Se ha ido con James y su aquelarre… por el momento estará con ellos, solo por sentido de supervivencia”


“¿Por qué con ellos?” – reproché


“Por que leyó en la mente de Carlisle y de todos nosotros que no bebemos sangre humana… ahora la privación de ese privilegio le parece una ofensa… lo siento mucho, Bella” – la voz de Alice sonó demasiado triste y amarga.


Me dejé caer al suelo. Mi mejilla sintió el frió del piso y cerré los ojos imaginando que era una pesadilla y que estaba recargada en su pecho… se formó un charco de agua salada debajo de mi mejilla y el dolor de mi pecho hizo que llevara mi mano hacia el y lo apretara fuertemente. Mi cuerpo se estremeció al pensar que Edward estaba lejos de mí… otra vez.


La mano de Alice acariciaba mis cabellos y después sus brazos me consolaron toda la noche.


“Lo siento tanto, Bella” – repetía una y otra vez con voz entrecortada. Estaba segura de que, si pudiera llorar, lo hubiera hecho desde hacía mucho.


“Nada podrá separarme de ti ¿Entiendes?... Te amo demasiado como para alejarme de ti, ni la muerte lo ha logrado… dudo mucho que haya algo más difícil de vencer que a ella”… claro que no. Nada podría separarnos.


“Alice” – llamé


“¿Qué pasa, Bella?” – preguntó con voz suave


“¿Sabes hacia dónde se fue Edward?” – cuestioné


“Si. Se fue a Alaska” – dijo con voz cautelosa. Sus ojos se perdieron en algo que vio – “¡No!” – soltó – “¡Estas loca si piensas que dejaré que vayas en su busca!”


“No voy a separarme de Edward” – discutí – “Iré a buscarlo”


“¡Te mataría en cuanto sienta tu olor!” – siseó – “Entiende que él ya no es el mismo. No le importará el matarte con tal de beber tu sangre”


“¡No me importa!” – exclamé – Alice… por favor – supliqué tratando de calmarme - dime exactamente en qué lugar esta – las lagrimas caían como lluvía sobre mis mejillas. Su mirada se suavizo y su pequeña manita acarició mi rostro con ternura


“En realidad lo amas demasiado” – dijo – “¡Pero ni creas que te dejare ir hacia allá…!” – mi rostro se descompuso en una mascara de dolor y desesperanza


“…No al menos sin mí” – completó y yo salté a sus brazos


“¡Gracias, Alice!” – sollocé entre sus brazos – “¡Muchas gracias!”


Me tomó dos días en arreglar las cosas para dejar Forks. A mi sufrimiento se agregó el dolor de Charlie al recibir la noticia de que me iba. Besé a mi padre con lágrimas en los ojos. Ignoraba si lo volvería a ver otra vez.


A nuestra partida se agregó toda la familia de Carlisle. Alice insistió en transformarme pero me negué rotundamente


“Como humana eres demasiado vulnerable” – disputó – “Si tienes pensado encontrarte con Edward no te conviene en lo absoluto el mostrarte con sangre caliente corriendo por tus venas”


“Si me hago inmortal y Edward no regresa…” – susurré y el pecho se me contrajo del dolor - …no quiero una vida sin él… no aceptaré ninguna otra ponzoña recorrer mi cuerpo que no sea la suya” – dije firmemente pues la inmortalidad sin él resultaba una existencia vacía y muy dolorosa.


Nuestro viaje a Alaska no nos tomó mucho tiempo gracias a la velocidad con la que conducía Jasper.


No pude disfrutar del nuevo paisaje que nos rodeaba ya que mi mente solo se encontraba concentrada en buscarlo…


“Mi única razón de esta nueva vida eres TU…”


“Lo se” – susurré para mi mientras un viento helado me daba la bienvenida a mi nuevo hogar.

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Cap. 11 El Primer Encuentro

Bella, te lo pido una vez más: piénsalo” – decía Alice mientras posaba sus pétreas manos en las mías. Yo negué con la cabeza lentamente



“No hay nada que pensar” – respondí – “he venido hasta acá con una sola misión… no me voy a ir si no es con Edward a mi lado”


“Pero el ir sola a buscarlo…”


“¿Hay otra opción?” – interrumpí mientras sentía los ojos del resto de los vampiros posados en mí – “¿Me vas a negar que si Edward me ve con compañía huiría pensando que le han tendido una trampa para que regrese con ustedes?”


“Te puede matar” – terció Esme con las manos puestas en su corazón.


“Si lo hace… ahí acabara todo” – susurré


Llevábamos más de una semana en el frío Alaska y hasta hoy en la madrugada, habíamos tenido noticias concretas de Edward.(había estado viajando de un lado a otro con el aquelarre de James sin decidirse en que lugar asentarse. Alice había visto esta mañana que habían optado al fin por un pueblecito no muy habitado a las orillas del país y en ese mismo instante nos habíamos trasladado hacia allá)


La hora del crepúsculo llegó y con ella salí de la casa dejando atrás a las suplicas de mis vampiros. Edward no podía arriesgarse a salir antes puesto que, a diferencia de Forks, aquí el sol traspasaba las espesas nubes. Salí envuelta con una capa, el viento frío cortaba mi cara y resecaba mis labios. No estaba lejos, solo tenía que caminar alrededor de setecientos metros para estar en el mismo lugar que él.


Encontré el oscuro y desolado callejón que Alice (de mala gana) me había descrito. La neblina era ligeramente espesa y le daba al lugar un toque enigmático. La repentina soledad de la calle presagiaba el peligro que rodeaba las calles…


Un viento helado sopló agitando la larga prenda que traía. Me estremecí. Miré el reloj: las ocho de la noche. Faltaba más o menos una hora para que Edward saliera de caza. Estaría muy sediento, según vio Alice…


Me senté en una banca oxidada… al momento en que sostenía entre mis heladas manos el reciente regalo que Edward me había dado por mi cumpleaños. Una ráfaga de viento pasó por mi rostro. No podía ser la dirección del viento. La columna se me enfrió mientras la respiración se me entrecortaba.


Edward apareció frente a mis ojos. Estaba a varios pasos de mí, pero sus pupilas brillaban en la oscuridad, estas parecían a las de un gato al acecho. Entrecerré mis ojos para poder adaptarlos mejor a la oscuridad. Su rostro hermoso se había endurecido notablemente y estaba ladeado levemente hacia la derecha, me miraba fijamente, como cuando un violador valora a su victima antes de cometer el crimen.


“Edward…” – susurré con la garganta cerrada. Su cabeza se enderezó y su ceño se frunció levemente. No me atreví a decir más. Su mirada me evaluaba fijamente. No era la mirada amorosa y tierna que provocaba enrojecer mis mejillas, no. Esta mirada era fría, cortante y lastimera… y me volvió más pálida de lo que ya era.


Otro hombre apareció a su lado. Tenía movimientos felinos y agresivos y su cabello era castaño.


“Vaya…” – musitó – “has conseguido una presa deliciosa” – su lengua mojó sus labios. Mis ojos se posaron en Edward quien había vuelto a ladear el rostro y sonreía de manera complacida.


“Creo que la quiero para mi solo” – ronroneó con voz afligida por la sed.


“Debes aprender a ser compartido” – recomendó una voz femenina. La mujer que ahora los acompañaba era de cabello rojo como las llamas de un fuego – “presas como esta, no se encuentran todos los días”


“Yo lo hice” – respondió Edward – “vayan en busca de su propia comida… ella es mía” – la mujer y el otro hombre intercambiaron miradas – “¡Lárguense!” – gruñó Edward con un gesto en su rostro que le hizo verse aterrador. No pude evitar dar un paso hacia atrás mientras las dos bestias me dejaban sola con él.


Sus ojos se dirigieron de nueva cuenta en mí. Yo era incapaz de articular palabra alguna.


“¿Cómo sabes mi nombre?” – preguntó con voz cautelosa mientras se acercaba con movimientos felinos hacia mí. Tragué saliva para poder hablar


“Soy Bella…” – en un parpadeo lo tuve frente a mí. No pude evitar dar otro paso más hacia atrás en cuanto tuve sus ojos diabólicos frente a mí. El dorado había desaparecido de ellos, siendo remplazado por un rojo sangre.


“Así que eres tu…” – una sonrisa burlona curvó sus labios mientras me volvía a evaluar con la mirada – “¿Y por ti Alice suplicaba que me quedara? – una cortante carcajada seca salió de su pecho.


Sentí un retorcijón en el estomago al escuchar su comentario despectivo y mis ojos se llenaron de lagrimas… no podía controlar el palpitar desbocado de mi corazón. La carcajada desapareció y su rostro se tornó serio otra vez. Me adentre en sus pupilas, buscando en ellas aquella luz que la distinguía entre todas. Aquella luz que me hechizaba… por la cual estaba dispuesta a morir… más no había luz alguna en aquellos ojos de penumbra


“No puedo leer tu mente” – dijo – “pero los humanos, como toda especie inferior a nosotros, son predecibles” – se alejó un paso de mi mientras cruzaba sus manos sobre su pecho. Me di cuenta hasta ese momento que su vestimenta también había cambiado. Ya no llevaba las usuales camisas o playeras de color claro que solía usar antes. Ahora su ropa consistía en un holgado pantalón que le caía sobre las caderas y una camiseta de color negro. – “Seguramente has venido a buscarme…”


Asentí con la cabeza. Mi cuerpo temblaba, quería pensar que por el frío. Jamás había temido tanto a Edward como en esta ocasión… Era una promesa que tenía conmigo y con él: jamás, no importaba lo que fuera, le temería… yo confiaría todo el tiempo en él


“Déjame decirte que eres una humana idiota” – cerré mis ojos en un gesto de dolor al escuchar aquellas palabras… palabras que jamás hubiera imaginado escuchar de sus labios… - “¿Qué te hace pensar que yo pudiera, si quiera, tener el mínimo deseo de estar contigo?”


“Tu…” – contesté susurrando


“¿Yo?” – cuestionó mientras se señalaba con la punta de su dedo. Asentí intimidada por la burla de sus ojos


“Lo único que has venido a buscar es tu muerte… Bella” – pronunció mi nombre con tanto desprecio que tuve la autonecesidad de cubrir mi pecho con mis brazos – “La única razón por la que estaría junto a ti, sería para extraer hasta la ultima gota de tu sangre”


“Pues hazlo” – pedí. Prefería la muerte que a esto. Su desprecio era como si me cercenaran pedazo tras pedazo, aun con vida. Al menos si me mordía y bebía mi sangre, el dolor sería más rápido y acabaría con la muerte – “¿Qué esperas?”


“¿Me estas retando?” – decidí cerrar mis ojos para ya no verle el rostro (algo que jamás pensé llegar a ser). Callé. El silencio era mejor para todo esto. – “No te mataré” – dijo tras esperar un largo minuto mi respuesta – “No me gusta hacerle favores a nadie, mucho menos a humanos débiles y carentes de valor como tu, que piden a gritos su muerte…”


“Buscas pretextos” – señalé – “En realidad no quieres matarme…” – sentí un fuerte golpe en la parte trasera de mi cabeza que me impidió seguir hablando. Comprendí que Edward me había empujado hacia la pared del callejón


“Yo que tu no malgastaría mi tiempo” – siseó. No pude desviar mis ojos de los suyos, su mirada quemaba por el odio que esta irradiaba – “no quiero volver a verte” – ordenó mientras su mano apretaba mi cuello – “la próxima vez que te me pongas en frente, ten por seguro que serán los ultimo segundos de tu miserable vida” – la fuerza que me tenía aprisionada desapareció provocando que mi cuerpo cayera al suelo y me raspara la rodilla, la cual comenzó a sangrar


Un enorme gruñido salió de su pecho y levanté la vista para verle. Me quedé completamente paralizada al ver a Edward de esa manera: enseñándome amenazante los colmillos, y con los ojos negros y casi salidos de su orbita. Sin dejar de verme, se agazapó frente a mí, como un león a punto de atacar a su presa. Sentí nauseas a causa del vértigo.


“Edward…” – susurré mientras pegaba lo más que podía mi espalda hacia la pared. En ese momento, el vampiro cerró sus ojos fuertemente mientras un gesto de dolor cruzaba por su rostro


“¡Lárgate!” – gruñó en mi dirección, jamás había visto a sus colmillos tan largos y afilados como aquella noche. Pero, pese a todo eso, no me atrevía a dejarlo solo. Estaba dispuesta a quedarme, morir si era necesario, pero no quería irme con esa imagen de amargo dolor en su rostro – “Maldita humana… ¿Qué esperas para irte? – vi como sus dedos se enterraban en el grueso pavimento de la calle, como si de tierra blanda se tratara - ¡No te daré el gusto de acabar con tu vida!” – en ese momento, una sombra me sacó de ahí. El movimiento fue tan rápido que no tuve tiempo de protestar.


“¡Bella!” – exclamó Jasper en algún lugar lejos de él, mientras me sacudía por los hombros – “¿Estas bien?” – me quedé aturdida por no se cuanto tiempo hasta que empecé a sollozar escandalosamente.


Me resbalé lentamente para caer al suelo y volví a cubrir mi torso con mis brazos, sentía como si estuviera descuartizada. Las lágrimas que se derramaban de mis ojos eran tan espesas que no me fijé cuando Alice ya estaban frente a mí.


“Faltó poco” – alcancé a escuchar que decía Alice


“Llevémosla a casa, está helada” – propuso Jasper mientras me ponía de pie, me dejé cargar entre sus brazos sin protestar.


No sé decir si era el viento que soplaba fuertemente, la pétrea piel del vampiro que me sostenía o el alma que la sentía tan vacía, lo que provocaba el temblor de mi cuerpo. El tiempo pasaba lento y rápido a la vez… no sentía brazos, no sentía calor, no sentía nada que no fuera frío y dolor. Mucho dolor


“Duerme, Bella” – aconsejó Esme dos noches después de lo ocurrido mientras me arropaba en la cama y me pasaba la mano sobre mi mejilla. Negué levemente con la cabeza. A pesar de que podía sentir como mis ojeras se estiraban debajo de mis ojos, me oponía a cerrarlos ya que, inmediatamente, venía a mí la imagen de su impasible mirada…


“Se lo dije” – alcancé a escuchar que decía Alice con voz lúgubre – “Al menos, no la mató, estaba tan decidido…no quiero ni pensar si Jasper se hubiera retrazado un solo segundo más… aunque me preocupa, parece que no se repondrá tan fácilmente”


Al menos, no la mató…


Me levanté de la cama por primera vez después de cuarenta y ocho horas, atrayendo la atención de todos mis espectadores.


“¿Pasa algo?” – preguntó con voz dulce Esme. Me quedé ida segundos antes, mientras la idea entraba en mi cabeza y la razón volvía por completo


“¿Bella?” – llamó Jasper – “¿Se te ofrece algo?”


“Edward… no me mató” – susurré más para mí que para ellos.


“¡No, Bella!” – la voz de Alice sonó autoritaria – “¿Acaso no te bastó con lo que pasó?”


“No me mató” – volví a repetir, ignorándola “Eso significa que…”


“Eso significa que la vida te ha dado otra oportunidad” – interrumpió Alice – “¡Entiende Bella que Edward ya no siente nada por ti!”


Me llevé las manos a los oídos y apreté mis ojos, de manera tenaz, para no escucharla y comencé a llorar. Aquellas palabras lastimaban demasiado como para ser soportables.


“Bella…” – susurró Emmet mientras retiraba mis manos de su posición. Abrí mis ojos para rogarle con ellos


“Solo otra oportunidad” – pedí entre sollozos – “Solo una más…”


“Te matará… - comenzó a decir el enorme vampiro


“No lo hará” – discutí – “y si lo hace… mejor alivio que eso”


“¡¿Estas loca?!” – inquirió Alice sobresaltada – “¡¿Cómo puedes seguir estando dispuesta a morir en manos de él?!


“Él es Edward” – dije con voz desafiante


“Estas equivocada” – discutió Alice – “el Edward que tu conociste ya no existe más… ¿Acaso fue te fue suficiente verlo ya con tus propios ojos que ahora es solamente un monstruo?”


“No me mató” – repetí


“¡Por que Jasper te salvó!” – soltó levantando las manos de manera desesperada. Jamás, en el poco tiempo que llevaba conociéndola, la había visto así. Incliné la cabeza para ver hacia abajo. La furia de Alice me entristecía más, aunque sabía perfectamente que tenía derecho de estar así de preocupada por mi, me constaba entenderlo


“Bella” – susurró la pequeña vampiro mientras se sentaba frente a mí y me tomaba las manos – “Lo siento” – se disculpó con voz triste, verdaderamente sincera – “me imagino lo difícil que ha de ser todo esto para ti… no quiero amargarte más la situación, ni mucho menos quiero lastimarte con mis palabras, pero… no quiero que te pase nada malo, sé que si a Edward no le hubiera pasado esto, jamás me lo perdonaría”


“No te lo puedes imaginar, Alice” – dije – “Jasper esta a tu lado… contigo. Este dolor solo puede ser comprendido por alguien a quien le haya pasado lo mismo… no es la primera vez que pierdo a Edward”


“Como me gustaría ayudarte…”


“Dime donde esta” – me apresure a decir – “esa es la ayuda más valiosa, y la única que necesito. Para esto no existe consuelo alguno…” – Alice giró su rostro para cuestionar a los que se encontraban rodeándonos, sin articular palabra alguna. Su mirada se posó en Carlisle, quien asintió levemente con la cabeza y después ella suspiró derrotada


“Por lo que veo, se le ha hecho costumbre el estar todas las noches en el mismo callejón en el se encontraron… parece que no tiene planes de cazar, aún” – en cuanto terminó me lancé a sus brazos y con todas mis fuerzas apreté su liviano cuerpo


“Muchas gracias” – me levanté rápidamente de aquella cama. Me puse los tenis y la capa negra de lana


“Bella” – llamó Esme en cuanto me disponía a salir por la puerta – “Es muy tarde… ¿Por qué no esperas a mañana? – negué con la cabeza sin pensarlo dos veces. Después, solo por curiosidad, vi hacia el reloj que pendía en la pared: las once la noche. No importa, pensé.


“Pase lo que pase” – pedí a los seis vampiros que estaban frente a mí – “no vayan en mi busca… no quiero estar otra vez sin él” – ninguno contestó algo sobre mi petición, ni yo esperé mucho por una respuesta. Emmet se limitó a llevarme y dejarme a una distancia menos larga


Caminé con pasos rápidos hacia aquel callejón con el corazón palpitando frenéticamente, sabía que él no tardaría en escucharlo. ¿Sería esta la última vez que lo vería? ¿Cumpliría Edward la fría promesa que me había hecho o mantendría su palabra al decir que nada era más fuerte que el amor que sentía por mí?…

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 Cap. 12 Monstruo

Me tenía acorralada. Su mano apretaba fuertemente mi cuello y el odio puro destilaba de sus ojos.



Solo espera que mis vampiros hicieran caso y, esta vez, no intervinieran en mi muerte---


Todo estaba bien si me mataba en ese instante... No podía imaginarme vivir sin él.


“Te dije que no me compadecería de ti la próxima vez que te viera” – gruñó mientras, en un instinto de supervivencia, tenía mis manos aferradas a su duro brazo en un vano intento de alejarlas de mi garganta


“Necesita… necesitaba verte” – logré decir aun con la yugular casi cerrada


“¿Para qué?” – preguntó con frialdad – “¿para morir?”


“Esa es un… esa es una de las posibilidades” – la fuerza que apretaba mi cuello desapareció levemente.


Esta vez, pude darme cuenta de que Edward me soltaba con más delicadeza (por darle un nombre) a la hora de soltarme (al menos, no me había sangrado, pero si me había llevado un fuerte golpe en la cabeza)


“Una de las posibilidades” – repitió mientras se agazapaba frente a mí como un gato. No pensaba atacarme, lo sabía, pero sus movimientos ahora eran demasiado felinos y rápidos como para no asustarme – “indica el plural” – ordenó, sin embargo, decidí callar, sabía que se burlaría de mis vagas esperanzas


“¿En realidad crees que yo pueda regresar contigo, no?” – preguntó de forma hiriente, pero el dolor cada vez se hacía más amigo mío, facilitándome las cosas


“Si” – me limité a responder. Una fuerte y seca carcajada salió de su pecho


“¿De verdad crees que yo puedo llegar a amarte? A ti, a una simple y corriente humana” – dolor y más dolor. Suspiré mientras sentía como el corazón se me deshacía


“Hace una semana no pensabas así” – levanté la vista pare verle y me arrepentí al momento. ¿Cuándo me iba a entrar en la cabeza que aquellos calidos ojos color dorado ya nos los iba a encontrar en él? Su mirada era hosca, irradiaba entre la furia y la más vil de las burlas


“Hace una semana, yo no era lo que soy ahora” – respondió


“¿Y qué eres ahora, Edward?” – el pronunciar su nombre hizo que mi estomago se retorciera


“Un vampiro”


“Hace una semana, cuando me dijiste que me amabas, eras un vampiro” – le recordé. Enfureció con ello, su mano otra vez me empujó fieramente contra la pared y me aventó a unos cuantos metros. Sonreí mientras caía estrepitosamente en el pavimento.


Pareciera absurdo y enfermizo el que te alegres de que el amor de tu vida te avienta por los aires, pero estaba conciente de la fuerza que tenían los vampiros, sabía que si Edward quisiera matarme, lo hubiera hecho en ese preciso momento.


Sin embargo, (y tal vez él no se daba cuenta) había algo que se lo impedía, algo que controlaba esa fiereza, esa brutalidad y no le permitía el azotarme de tal modo que me despedazaría al instante. Las agresiones que de él había recibido, eran de la fuerza de cualquier humano de cuerpo fornido, nada más.


La fuerza que había empleado en mí era nada. Y eso me daba esperanzas. Era la segunda ocasión en la que veía a Edward en este estado, y aún no cumplía su promesa de matarme


“¿Estas loca, verdad?” – preguntó mientras se agazapaba para ver la sonrisa de mis labios – “¿Cómo puedes reír con el dolor?” – suspiré mientras me incorporaba.


Otra cosa: Edward había sido cuidadoso en no provocarme heridas sangrantes. Tenía raspones secos, rayones y, seguramente mañana, (si es que había mañana) tendría moretones por todo el cuerpo. Al sentarme noté que el cuerpo me dolía. Sus ojos me inspeccionaban con curiosidad


“Eres extraña” – señaló


“probablemente si” – respondí.


“Pareces no tenerme ni el más mínimo de miedo” – encogí de hombros, mientras hacia una mueca de dolor


“no le puedes temer a lo que amas” – levanté mi mano para rozar su mejilla. Su rostro no denotaba ningún tipo de sentimiento, parecía una piedra, la más hermosa escultura. Esquivó mi roce con repudio


“No quiero que me toques” – dijo sin trabas – “y deja de decir estupideces” – pidió mientras se alejaba – “los demonios no despertamos ningún tipo de amor ya que no necesitamos de este absurdo e infantil sentimiento”


“¿Cómo puedes decir eso si no te has dado la oportunidad de experimentarlo? Quiero decir, ahora, que no recuerdas…”


“¿y de qué me serviría recordar el que, según ustedes, estuve enamorado de ti? – interrumpió tajantemente – “realmente la idea no se me hace nada apetitosa, para serte sincero, se me revuelve el estomago solo de imaginarlo” – sus ojos al verme solo mostraron un gran desprecio


“no pierdes nada con intentarlo” – repuse soportando el dolor que me provocaban sus palabras – “¿O te da miedo?”


“¿Miedo?” – bufó – “no sabes lo que pides, muchacha”


“Te da pavor volver a enamorarte de mí. ¿Es eso, verdad?” – sabía que me estaba arriesgando demasiado al provocar de esa manera a Edward pero no había otra solución. O me mataba, o, si mis planes daban resultado, aceptaba todo esto como un reto. Cualquiera de las dos opciones eran mejores a que me dejara tirada y se fuera.


“Si acepto ¿Qué tengo a cambio?” – inquirió de manera calculadora, sondeándome mientras se paseaba a mi alrededor


“lo que quieras” – contesté inmediatamente. Se detuvo frente a mí, con una sonrisa malévola en sus labios


“lo que quiera” – repitió con intensión – “¿Dejarías al clan de Carlisle y vendrías conmigo?” – tragué saliva con dificultad. Dejar a Carlisle y los integrantes de su aquelarre, eso no era justo. Pero esperaba que lo comprendieran


“Si” – respondí con voz apagada – “iría contigo” – estiró más esa sonrisa diabólica y me mostró los colmillos.


“Perfecto” – arrastró la palabra con desden y me tomó de la mano para jalarme a toda velocidad. Este viaje no resultó para nada similar a los que había hecho en la espalda de Edward anteriormente. No había esa delicadeza ni ese instinto protectivo. Lo único que me quedó fue apretar mis brazos a su cuello, no pude disfrutar de poder tocarlo, ya que él no me permitió ni pensar en ello con su aspecto tan indiferente.


En cuanto se detuvo, caí de espaldas hacia el suelo.


“Debes acostumbrarte a una cosa” – dijo con ojos repentinamente oscurecidos y maquiavélicos – “si vas a estar conmigo, sirviéndome, debes acostumbrarte a mi forma de vida” – desapareció de mi vista por unos segundos, probablemente tres o cuatro, y cuando lo tuve de nuevo frente a mí, me quedé petrificada en el suelo.


En sus manos llevaba a un joven, le calculé una de edad de, más o menos, veinticinco años. El chico temblaba en las manos de Edward y leí en sus ojos el pavor y la suplica


“No lo hagas” – susurré con lagrimas en los ojos.


Edward me dedicó una mirada divertida, disfrutando de mi dolor y del miedo de su presa, antes de clavar sus dientes en la garganta del muchacho. Cerré mis ojos cuando escuché el agónico grito del humano que desapareció en cuestión de segundos.


Cuando los violentos gimoteos cesaron, abrí mis ojos y me encontré con dos brillantes pupilas, color escarlata.


“¿Ves, Bella?” – preguntó, con un hilo de sangre escurriendo en una comisura de sus labios – “¿eres capaz de amar a algo como yo?”


Definitivamente, no quedaba nada de mi Edward, absolutamente nada. Ni el calido e inocente brillo de su mirada, ni lo tierno y aterciopelada de su voz, ni su sonrisa picara y juguetona, ni lo bueno y pura de su bondadosa alma… nada de eso habitaba en aquel cuerpo.


Sin embargo…


“claro que si” – respondí, adolorida por mi respuesta


¿Cómo podía amar a un monstruo?