Dark Chat

domingo, 14 de marzo de 2010

A Walk to Remember

Capítulo 6: Desprecio


Bella caminaba por los pasillos de la escuela, aún con el recuerdo del encuentro que había tenido, hacía dos noches, con Cullen. Sonrió a sus adentros, sin entender muy bien el motivo.


"Te llevo a casa" – le había dicho el muchacho, aparentando indiferencia


"Me puedo ir caminando"


"¿Caminando? Bella, no debes de arriesgarte tanto…


"¿Cullen esta preocupado por mi?"


"Eh… no… solo… solo quería ser amable"


Volvió a sonreír y negó ligeramente con la cabeza, reprendiéndose mentalmente. No debería de permitirse el pensar tanto en él. Continuó caminando y vio, a lo lejos, como Edward se encontraba en el pasillo, en medio de sus amigos. Le dedicó una sonrisa de lejos, pero éste volvió el rostro hacia otro lado, ignorándola.


Seguramente no me vio, pensó y continuó caminando hasta llegar hacia el pequeño y popular grupito de chicos adolescentes. Ignoró todas las miradas despectivas que le dedicaron y las risitas que se levantaron en cuanto llegó hacia ellos.


"Hola, Edward, ¿Nos vemos hoy, después de clases?" – recordó, de manera amable, al chico de cabellos color bronce que le miró detenidamente por un momento.


No supo descifrar qué significado tenía aquel brillo que destelló de sus verdes esmeraldas… y antes de poder pensar en algo más…


"Si... en tus sueños" – escuchó como respuesta y su gesto amable se endureció.


Esperó por un momento, muy pequeño, con la esperanza de que Edward se retractara de su actitud tan insolente, pero, como era de esperarse, no lo hizo. Suspiró profundamente y el aire llegó de manera dolorosa a su pecho, más no lo hizo notorio. Invisiblemente, se cubrió los oídos y trató de no escuchar toda la burla que se levantó por parte de quienes habían presenciado todo. Dio media vuelta y se fue.


Edward miró como la muchacha se iba y, por un instante, un pequeñísimo instante, quiso ir detrás de ella y decirle "Espera, disculpame"… sin embargo, las cadenas invisibles de sus amigos, quien aún seguían partiéndose de la risa, le impidieron mover sus pies. Buscó con la mirada a Emmett, quien era el único que, aparte de él, no se reía y éste le dedicó una mirada reprobatoria.


Si, lo sabía, esta vez, había sobrepasado los niveles de la idiotez…


"Muy buena esa broma, amigo" – le felicitó Mike, mientras lo jalaba para ir al salón de clases


Edward entró en el aula y lo primero que buscó fue el rostro de Bella. Lo buscó con una desesperación que se le hizo molesta y, cuando lo encontró, notó como la chica hacía todo lo posible por no mirarle.


"Vaya forma de agradecer los favores" – reprendió Emmett, hablando con un murmullo – "No debiste hablarle así, no se lo merecía"


"Lo sé" – admitió él, a regañadientes


Las clases terminaron y Edward se apresuró a guardar sus cosas en la mochila y salir, casi corriendo, detrás de Bella. No la alcanzó. Su delicada figura se había perdido en medio de todo el montón de alumnos que se arremolinaba en los pasillos. Suspiró frustradamente y se armó de valor para ir a su casa.


Después de todo, ella no se conocía por una persona rencorosa, seguramente ya le había disculpado y su ida tan apresurada se debía a un labor domestico o escolar. Con ese pensamiento consolando su conciencia, sus pies se movieron hasta que llegaron a la puertita de madera y presionó el timbre.


La puerta se abrió a los pocos segundos y, al ver la fría mirada que Bella le dedicaba, supo que las cosas no serían tan fáciles como había supuesto. Abrió la boca para pedirle disculpas, pero la muchacha no le dio tiempo si quiera de hablar, cerró las puertas en sus narices, dejándolo parado ahí, estático y atónito por un momento.


"Bella" – llamó, mientras recargaba su mano sobre la puerta – "Abre la puerta, por favor…" – pidió y su voz traspasó el muro de madera, llegando a los oídos de la muchacha que se mordió fuertemente la lengua para reprimir el absurdo llanto que amenazaba con salir.


Ella no lograba comprender por qué le dolía tanto aquella decepsión. Frunció el ceño y adquirió valor para afrontar al muchacho que aún insistía afuera de su casa. Abrió la puerta de golpe y salió en su encuentro. Edward dio dos pasos hacia atrás, intimidado por aquel par de ojos marrones tan afilados y endurecidos. Tragó saliva ruidosamente e ignoró el escalofrío que había recorrido su cuerpo.


"¿Qué es lo que quieres?"


"Parece que no estas de muy buen humor" – señaló, intentando compensar lo pesado del ambiente con un poco de humor… pero la broma tuvo el efecto contrario.


"Eres demasiado perceptivo" – contestó Bella, con el sarcasmo y la ironía fluyendo de su suave voz.


Edward intentó probar con un poco más de sinceridad


"Pensé que habíamos quedado en leer hoy el guión, juntos"


Bella empuño las manos a sus costados y tensó la mandíbula, ¿Cómo podía ser alguien tan descarado? ¿Tan sínico y sin vergüenza?


"Claro, pero no quieres que nadie se entere de esto… ¿Verdad?" – soltó, con la mirada fijamente en la de él


Otra vez, el muchacho de rostro pálido y angulado no supo qué decir…


"Quería que todo fuera una sorpresa" – comenzó a mentir, ante la desesperación – "Quería que todos, el día de la obra, se asombraran de mi avance…"


"¡Ah, ya entiendo!" – exclamó Bella, con una sonrisa, dándole a Edward un suspiro de tranquilidad – "Es algo muy parecido a ser amigos secretos ¿no?"


"¡Exacto!" – acordó el muchacho, ya con la victoria ganada – "Eres asombrosa, Bella, me has leído la mente" –


La chica volvió reír, de manera angelical y despreocupada


"Genial… tal vez tu puedas leer la mía" –


La sonrisa y el entusiasmo de Edward se vinieron abajo cuando comprendió que Bella aún no le había disculpado y, peor aún, tampoco le había creído ni una sola de sus mentiras. Bajó la mirada ante la presión que sintió en el pecho y tardó un poco en hablar.


"Bella… no podemos ser amigos" – dijo al fin, aún sin ser capaz de mirarla a los ojos, por lo que no se dio cuenta de cómo sus palabras golpeaban a la muchacha.


"Pensé que eras diferente a ellos" – murmuró Bella, hablando más para ella que para él – "Pero ya veo que, todo lo bueno que supuse ver en ti, era mentira. No eres mejor que todos los que te rodean"


Edward levantó la mirada ante las palabras dichas y solamente se encontró con una puerta cerrada frente a él. Crispó sus manos y se mordió fuertemente la lengua…


"¡Maldición!" – exclamó, sin poderse contener...


Y esa palabra le acompañó durante toda la tarde y los días siguientes, en los cuales, Bella no le miraba ni por un solo segundo.


Dolor y frustración…


Eso era lo que sentía ante su indiferencia y desprecio, pero, ¿Por qué? Jamás antes se había sentido así… pensándolo bien, jamás antes había sentido todo lo que Bella le hacía hecho experimentar, esa era la razón por la cual le huía, por la cual, desde pequeños, se había distanciado de sus grandes y sinceros ojos color café. Le intimidaba el sentirse tan en paz a su lado, odiaba admitir que admiraba cada cosa que ella hacía…


Golpeó fuertemente la almohada y maldijo una vez más. ¿Qué iba a hacer ahora? Se sentía demasiado desesperado – y no era precisamente por las líneas que aún no aprendía del dialogo – Dudaba mucho que Bella le perdonase ¿Qué pasaba si ya no le volvía a dirigir la palabra nunca más? Al fin de cuentas, el año escolar pronto acabaría, ella se podría ir a una universidad lejana, ya no le volvería a ver y… y ¿Qué? ¿Qué había de trágico todo ello? Llevaban años de conocerse y nunca habían hablado… ¿Por qué tanta inquietud ahora? ¿Por qué esa opresión el pecho al pensar estar lejos de ella?


"Pensé que eras diferente a ellos""Pero ya veo que, todo lo bueno que supuse ver en ti, era mentira. No eres mejor que todos los que te rodean"


Si, hasta ese momento sus palabras habían sido exactas y verídicas. Él siempre había estado rodeado de materialismo, de apariencias, de muchas cosas que carecían de valor, pero, tal vez, solo tal vez, había una pequeña llama de esperanza para poder recuperar a Bella: Demostrarle que, realmente, si podía cambiar y ser alguien bueno, alguien mejor.


Movido por este deseo y esta motivación, Edward se dedicó completamente a sus actividades escolares. Las salidas con sus amigos fueron rechazadas con una facilidad de la cual, hasta él mismo, se sorprendió. Subió sus últimas notas escolares, aprendió a la perfección cada línea del dialogo y, cuando estuvo a punto de flaquear, la imagen de Bella llegaba a su mente y le daba las fuerzas que él necesitaba. La iba a recuperar, le iba a demostrar que lo que ella había visto en él, era posible.


Mantenerse lejos de ella no fue fácil. Sus actividades estaban muy ligadas y siempre se veían. Él intentó, en más de una ocasión, entablar una platica – aunque fuese una muy pequeña – pero Bella solamente contestaba con monosílabos y se iba, dejándolo a él con aquella extraña sensación de vacío en el pecho.


"¿No crees que últimamente ves mucho a Isabella Swan?" – le preguntó Emmett en una ocasión


"No" – contestó él, ocultando el rostro lo mejor que podía para sostener su mentira


"A mi me parece que si"


Y esa era la absoluta verdad, aunque pareciera imposible, con cada día que pasaba, a Edward se le hacía cada vez más difícil en no centrar su atención en aquella muchachita. Seguía cada paso que daba, escuchaba cada palabra que decía y, un día, se descubrió mirando su fotografía que había en el álbum escolar.


Lo peor era en las horas de ensayo, justamente cuando la última escena se levantaba… la escena entre él y ella, solamente los dos. Los nervios se le aceleraban en el momento en que la profesora Heidi los ponía frente a frente y los obligaba a verse a los ojos. Era entonces cuando los diálogos – que tan bien aprendidos y dominados tenía ya – se le borraban de la mente.


Los días habían pasado, la obra de teatro estaba cerca y Edward solo esperaba que todo su esfuerzo hubiera valido la pena. Pero, se le olvida algo, un detalle, con el cual todo había dado comienzo: Eric…


Sabía que aún seguía internado en el hospital y, aunque ya tarde, decidió ir a visitarlo para ofrecerle sus disculpas. Como era de esperarse, el muchacho no lo recibió de buena gana.


"¿Sabes, realmente quería ser tu amigo?" – confesó Eric, aún con vendas rodeando su cuerpo – "Ahora no me logro explicar el por qué. No hay nada valioso que se pueda extraer al estar cerca de ti"


Era la segunda persona que le decía lo mismo…


"En realidad, lo siento" – soltó, con verdadera sinceridad, la cual llegó a su compañero, quien, al no tratarse de una persona rencorosa, le disculpó, regalándole una pequeña sonrisa.


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El día de la obra había llegado y con él, los nervios afloraron en cada poro del muchacho. El sonido del claxon de Emmett resonó por la calle y éste corrió hacia él, con una mochila en la cual llevaba todo el vestuario


"¿Listo, amigo?"


Edward suspiró profundamente antes de contestar


"Por supuesto" – afirmó y, después, tomó asiento en el lado del copiloto.


"Lauren me dijo que irá a verte. Supongo que los demás irán también"


Genial… pensó Edward, con oscuro sarcasmo. Bajó del auto rápidamente en cuanto llegaron al teatro


"Gracias" – le dijo a Emmett, mientras se despedía con un estrechón de manos


"No te olvides que traigo preparados los tomates" - exclamó el otro, con una gran sonrisa


Edward caminó hacia los improvisados camerinos y un fuego lento, y delicioso, recorrió su estomago al encontrarse con Bella, cubierta por una capa negra, en el estrecho pasillo. Ambos se quedaron un momento viéndose, fijamente y en completo silencio, incapaces de moverse para dejarse el camino libre.


Edward bajó la mirada y la dirigió hacia sus pies, ¿Por qué se producía ese frenético latido, de su corazón, con solo verla o saberla cerca?


"¿Me das permiso, Cullen?" – escuchó que le preguntaba la suave – pero afilada – voz de Bella y, aún sin mirarla, pegó su espalda hacia la pared y amplió el espacio para que ella se retirara…


"¡Edward!" – le llamó la maestra Heidi, provocando que sus ojos se desviaran de aquella figura que tenía poco había dejado pasar – "Ponte el vestuario, rápido, dentro de poco será la primera llamada"


El muchacho asintió y se encaminó hacia donde la señora le esperaba.


No podía ni imaginarse, ni siquiera de lejos, que, aquella obra, a la cual tanta apatía le tuvo en un principio, se convertiría en el escenario de su primera y única historia de amor.