Dark Chat

martes, 30 de noviembre de 2010

Máscara de odio

CAP.16

Isabella Swan

27 de Octubre de 2007

No supe por cuánto tiempo me quede despierta mirando hacia el cielo…

Bueno, en este caso no se trataba de el cielo, específicamente, sino del techo acolchonado, aterciopelado, y alfombrado de la maravillosa cama en la que estaba acostada y que, en medio de toda mi confusión, no había podido admirar correctamente.

Sabia, más que de otra cosa, de la presencia de Edward a mi lado, tan dormido como, suponía yo, debía estar un hombre con resaca.

Hice un recuento mental de cada una de las partes de su cuerpo que se hallaban en contacto con el mío, el cual, aunque se hallaba boca abajo y con la cara mirando hacia el otro lado, incluía su dorso izquierdo y su mano posesivamente suelta sobre mi estomago…Y su pierna precariamente montada sobre la mía. Era como si de alguna absurda manera no quisiera que me escapara.

Pero debía escapar…cuanto antes.

Mi vejiga me lo exigía.

Intente no despertarlo moviéndome tan lentamente como era capaz.

Con suavidad removí mi pierna de la suya y retire su mano de mi vientre, me arrastre hasta el final de la cama. Mientras me movía sentía un incomodo dolor entre las piernas y la parte inferior de mi vientre, mire un poco hacia atrás esperando que no se despertara y el estomago se me contrajo cuando vi sangre en las sabanas.

Esperaba sentirme vacía, usada, arrojada, lo que fuera que se asimilara a lo despectivo, de la manera en que me había sentido cuando tenía 13 años, pero no era así. No me sentía manchada ni aterrada aunque había comprendido, y de una manera demasiado ruda, que aun temía a Edward.

Me puse de pie envolviéndome en una de las largas sabanas que se habían arremolinado a los pies de la cama y camine procurando no hacer ruido, aunque eso no supuso demasiado esfuerzo ya que mis pasos ni siquiera se sentían en la abullonada y costosa alfombra. Hice un esfuerzo sobre humano para no gemir dolorida ante el nuevo escozor entre mis piernas.

Me costó trabajo pero al final logre llegar a al baño, entrar en él y cerrar la puerta tras de mí con un, aparentemente inaudible, chasquido. Sentía las lágrimas en los ojos, pero se trataba del dolor físico más que de otra cosa.

Sin esperar demasiado, y esperando a la vez encontrar un poco de alivio en el agua caliente llegue caminando torpemente hasta la ducha y la abrí lentamente. Aunque no era muy tomada en el arte de saber del alivio del agua caliente para "esos casos" bien no perdía nada con intentarlo. Elegí de entre los múltiples frascos uno de color azul, del cual olfatee el contenido. Sí, era jabón. Había más de diversos colores, pero fue el que más me llamo la atención así que lo use mientras el agua tibia comenzaba a relajar a mi cuerpo.

Lamentaba profundamente el hecho de quitarme el aroma masculino de su loción, pero debía asearme y limpiarme.

Tenía muchas dudas e imaginaciones acerca de que era lo que pasaría cuando final e inevitablemente viera a Edward a la cara después de lo que habíamos hecho, en el fondo de mi conciencia esperaba una disculpa pero tampoco sabía que tan viable podía ser eso empezando porque viniera de su volátil carácter.

Termine el baño en medio de una voluta de vapor.

Salí de la bañera envolviéndome el cuerpo en una toalla abullonada y calzándome unas pantuflas desechables. Camine hacia el gigantesco espejo del lavamanos, lo limpie de vapor con una de mis manos y me vi reflejada en el, sintiéndome tan diferente como me veía.

Tenía los labios hinchados y rojos, las mejillas coloradas y los ojos brillantes, seguí bajando la mirada hasta llegar a mi cuello en donde una sombra oscura sobresalía entre la piel blanca, erguí la mandíbula y mande mi rostro a un lado para poder vérmela bien. Si, ahí estaba, así que esa era la marca que había quedado de la sórdida succión de los labios de él en mi cuello. Me quite la toalla y me mire el resto del cuerpo, hasta un poco mas debajo de la cintura, que era hasta donde daba el espejo, encontré en mis pechos y estomago marcas similares a esa, en las muñecas tenia marcados cada uno de sus dedos por la fuerza con la que me las había apretado.

Esto era una locura, pero me imaginaba que podía vivir con eso. Había pasado por cosas miserablemente peores, como el abandono de mi madre y todo lo demás.

Escuche un clic detrás de mí y a través del espejo vi como la puerta se abría para dar paso a Edward, el cual se quedo parado en el umbral y me miraba intensamente a través del espejo.

De nada servía que intentara cubrirme cuando había quedado presa de su mirada verdosa y sentía a esas dos esmeraldas recorriendo, así como había hecho yo, cada marca que había dejado sobre mi cuerpo.

Trague en seco cuando dio dos pasos hacia mí, luego sentí rozar su pecho desnudo contra mi espalda y sus ojos todavía no se habían separado de los míos mientras sentía su estatura dominándome.

Sin quererlo realmente mis manos comenzaron a temblar. Si, tenía miedo pero no era uno de horror o pánico, era miedo a lo que él pudiera pensar al verme a la luz del día, o más bien a la luz del baño.

El calor lacerante de sus manos perforo mis caderas cuando las poso sobre ellas acercándome más a él, luego fueron subiendo mas y mas, yo las seguía con mis ojos a través del espejo sumamente tentada a cerrar los ojos cuando una ola de irracional vergüenza y deseo se apodero de todas mis emociones. Cuando ambas manos estaban sobre mis costillas se inclino para susurrarme en el oído.

- quería que me esperaras…-

Me beso y succiono lentamente el lóbulo de mi oreja, tuve que cerrar los ojos para que sus palabras penetraran lentamente en mi consiente.

- yo…tenía que… - me daba un poco de vergüenza admitir las necesidades naturales de mi cuerpo, más específicamente las que tenían que ver con la parte de eliminación y la vejiga, pero preferí callarme y que el sacara sus propias conclusiones.

-¿no vas a bañarte conmigo…..esposa? - me pregunto serenamente y yo abrí los ojos rápidamente ante la profundidad que su acento dio a la última palabra de la pregunta – quiero resarcirme por lo que…hice anoche -

Resarcirse sonaba a arrepentimiento y aunque al principio no lo hubiera consentido finalmente lo había dejado hacerme lo que quisiera.

Aun me duele mucho – confesé rápida y temerosamente, no quería que intentara poseerme precisamente en ese momento y de la manera tan brutal que recordaba, terminando así de destruir lo que quedaba de mi salud mental. No sabía si esas eran sus intenciones, tener relaciones conmigo de nuevo, pero esperaba que esta vez, que parecía sobrio, entendiera el sentido de mi negativa.

Sentí que ambas manos cubrieron mis pechos y luego la punta de sus dedos trazaron la forma de los cardenales repartidos en estos, para seguir subiendo hasta posarse en mi cuello, que toco con suavidad.

- hay otras maneras de complacerte - murmuro otra vez contra mi oreja.

No tenía ninguna duda de que él debía conocerlas bastante bien y me preguntaba por que no había hecho uso de ellas el día anterior en vez de tratarme como un objeto sin sentimientos

- no he dejado de pensar en ti desde anoche – me beso la caracola de la oreja y sentía que su aliento me hacia cosquillas. – ni en lo que hice, no me comporte como debía.

Era un alivio que estuviera hablando de eso, casi creí que no se arrepentiría de la manera en que me había tratado, y que mi matrimonio, lejos del sueño que había imaginado que seria, se habría convertido en un infierno.

- lo sé – volví a repetir esa simple frase que le había repetido una y otra vez mientras dejaba caer toda la extensión de su cuerpo sobre el mío. - y lo entiendo…tu….estabas ebrio.

- eso no es excusa – replico con suavidad, el calor de su boca rozo el cardenal de mi cuello - fui un animal…. Ni siquiera… - suspiro como si le costara hablar - use protección….-

Protección….

Ahora que caía era la primera vez que pensaba en eso. El había derramado lo que los libros solían llamar "semilla" en mí, en el momento en que todo termino y recordaba ese calor extraño llenándome.

Lo había sentido dentro de mí.

De repente muchas imágenes de bebes de cabellos cobrizos y ojos verdes llenaron temporalmente mi campo de visión. Pero al volver a verlo a él contemple su rostro impasible.

- ¿tan malo sería tener un hijo?- se me escapo preguntarle aunque temía tanto a la respuesta como le temía a él. Sus manos comenzaron a masajearme lentamente los huesudos hombros y el tenso cuello.

- no…no niego que quiera tenerlos algún día, pero creo que es muy pronto para ti.

Sus palabras me lastimaron demasiado, pero no deje translucir mis emociones. Ni siquiera creía que fuera una mujer fértil teniendo en cuenta que la mayoría de mi infancia la había pasado bajo golpes y en avanzado estado de desnutrición, no dudaba que eso podría haber dejado secuelas a largo plazo en mi cuerpo, especialmente en las hormonas que me permitirían concebir. Mientras seguía diatribando el seguía hablándome al oído, murmurándome para ser exactos.

- Bella….- me llamo con voz suave, un estremecimiento de involuntario placer recorrió la extensión de mi cuerpo desnudo de cualquier cosa ante él. – necesito estar dentro de ti…- recordaba que me había dicho algo como eso unos días antes de casarnos…pero el dolor en mi vientre era aun muy intenso y dudaba que pudiera disfrutar de algo más lejano a unas simples caricias… - pero sé que debo esperar…-

Si, estaba aliviada, pero algo decepcionada al mismo tiempo. Vaya chica sadomasoquista. Estaba claro que ese masoquismo había empezado a formar parte importante de mi vida.

De repente sentí que me tomaba en sus brazos como si no pesara más que una niña, como aquella vez que me salvo y, desnuda como estaba, podía sentir toda la extensión de su cálido pecho en mi zona dorsal. Me aferre a su cuello silenciosamente y su aroma a hombre excito todos mis sentidos. Levemente me mi cuenta de que no íbamos hacia la puerta precisamente. Regresábamos a la ducha.

Cuando entro conmigo pude percatarme de que había estado tan desnudo como yo todo el tiempo y que no había sido capaz de notarlo en medio de toda mi ensoñación. Su mano me soltó brevemente para abrir las llaves del agua y graduarla a una temperatura agradable.

Una vez adentro me poso con suavidad en el suelo y cerro la gigantesca puerta de acero y vidrio tras de él. Sus ojos estaban teñidos de algo que parecía deseo y así lo quise creer. Alargo su mano y me toco la mejilla derecha mientras su otra mano tomaba una de las sedosas esponjas de la izquierda.

Dejo de tocarme para untar la esponja con el jabón azul que había usado antes lo cual me dio una ligera idea de que me había estado observando mientras me bañaba. Luego se volvió hacia mí nuevamente hasta quedar a un solo paso de distancia, llevo la esponja a mi cuello y comenzó a frotar con suavidad.

Yo me quede quieta esperando cada uno de sus movimientos con una calma que no quería sentir. Quería temerlo, ansiarlo, y lo hice cuando comenzó a lavarme tan metódica y suavemente como una posesión preciada.

La esponja hizo espuma rápidamente y con ella y su otra mano lavo todo mi cuerpo mientras yo le permitía que me tocara, marcándome tan al rojo vivo como la noche anterior.

Me tocaba por todas partes como si quisiera memorizar mi cuerpo a la ahora penetrante luz de la mañana.

Al posicionarse tras de mí y enterrar la cara en mis cabellos se esmero notablemente al tocarme íntimamente, tan delicada como firmemente.

Tenía razón al decir que sabia como hacer que alguien disfrutara del contacto sin más toque que el de los dedos. En la punta de sus dedos me tenía. Me tocaba y me abrazaba una y otra vez mientras el silencioso placer se abría pasó por mi cuerpo, ahora lejos de ser inocente.

Una silenciosa culminación se abrió paso por mi cuerpo y sentí que su brazo, el que no tenía la mano tocándome de esa manera, me abrazaba y me pegaba al mientras las ondas de suave placer se apoderaban de todo mi ser y yo gemía silenciosamente ante ese ardoroso calor.

Cuando el placer remitió el se aparto un poco para cerrar el grifo, pero antes de que lo hiciera, y sintiéndome demasiado audaz para mi propia paz personal, le tome la mano y le quite de ella la esponja con la que me había lavado.

Me miro por largos segundos en muda pregunta, pero no me atrevía a pedirle que me dejara tocarlo de la misma manera sin sentir pena de mi misma, tal vez no quería que lo tocara y yo lo necesitaba demasiado, así que le rogué con los ojos en silencio que no apartara de mí. No lo hizo.

Y lo lave, de la misma manera en que el hizo conmigo, lo sostuve en mi mano deleitándome silenciosamente en las notables diferencias de nuestros cuerpos. Sentía que temblaba ligeramente haciéndome percatarme, brevemente, de un tipo de poder que no sabía que poseía.

Mientras lo tocaba el se apoyo en la pared y yo lo seguí mientras seguía acariciando de la misma manera en que el a mí.

Su liberación fue más larga, cerró los ojos y puso la garganta en tensión como si fuera presa de una tortura innombrable. Luego cuando remitió, abrió los ojos, que brillaban como lumbres, y sin esperar su consentimiento me acerque y lo abrace debajo del agua.

No podía evitarlo, porque a pesar de todo y de nada él era, aparte de Emmerald, lo mejor que me había pasado en la vida.

Una vez limpios me saco de la ducha en sus brazos y aunque hubiera estado dispuesta a entregarme a él, sin importarme el dolor que sintiera, no me presiono para nada. Cuando entramos a la habitación el silencio todavía reinaba y yo aun lo añoraba locamente. Me seco y me vistió como si fuera mi niñera, y no pude oponerme ni siquiera cuando vi su maravillosa destreza. Sentía que al menos me apreciaba y eso era algo.

Mientras estábamos en la ducha alguien, seguramente alguno de los botones, había dejado un cuantioso desayuno para dos en una mesa redonda y rodante.

Ahora, vestidos, empezamos a comer. El llenaba mi plato con parsimonia y yo le lanzaba miradas de soslayo esperando que el pusiera el tema para hablar, aunque deseaba que no incluyera entre esos temas lo que había pasado minutos y horas antes.

- ¿qué vamos a hacer ahora?- finalmente hable sin pesar preguntando lo primero que se me vino a la cabeza.

El aparto lentamente su mirada del café encontrando sus ojos con los míos de esa manera tan intensa y poco natural.

- nos vamos a Brasil, a nuestra luna de miel.

De miel se lleno todo mi interior cuando dijo esa apalabra y sus ojos acariciaron mi cara de manera evocadora. Jamás creí que esto pudiera pasar después del día de la boda y el infierno que había sido. Sonreí un momento y, tal vez había sido mi impresión, su mirada se quedo en mi boca por mucho tiempo.

Mucho tiempo incluso después de que retirara mis ojos de su rostro. Sin pensar realmente en por qué lo hacia él se inclino sobre la mesa para alcanzar mis labios y darme un ligero beso en la boca que quise prolongar pero que por fuerza mayor y de vergüenza no pude.

Después que terminamos el desayuno un botones llego por nuestras maletas y para llevarse los platos. Nos lavamos los dientes por turnos, ninguno de los dos menciono palabra, luego llego la hora de irnos a Brasil. El botones condujo nuestras maletas hacia donde nos direccionábamos nosotros, es decir hacia un taxi en la salida del hotel.

Sentí que la cara se me encendió progresivamente en el momento en que recordé las manchas en las sabanas y si alguien había podido verlas lo cual era lo más probable. Trate de serenarme y que la vergüenza pasara, pero tampoco quería quedar en evidencia y que él lo recordara. Ya bastante tenía con recordarlo yo.

Durante todo el camino hacia el aeropuerto mi mano estuvo sujeto a la de Edward, no había sido precisamente iniciativa mía que ese contacto se diera, sino que cuando íbamos bajando en el ascensor el me había tomado de la mano y no me la había soltado para nada más que para entrar en el auto negro que ahora nos dirigía hacia el aeropuerto. El calor que manaba de su mano de ánimo de una manera sorprendente y vivaz.

Sentía el aire de la calle rezumar en mi cuello ya alborotarme los cabellos que había recogido precariamente en mi cabeza. Sentí la mirada de Edward e incluso de la del conductor sobre mí de una manera extraña y tarde caí en cuenta de que la blusa que llevaba y el modo en el que me había recogido el cabello dejaba completamente a la vista el moretón que me había producido la pasión de Edward. Moviéndome lentamente me solté el cabello y deje que me callera por los hombros a fin de disimular un poco.

Parecía que todo lo referente a mis papeles legales, pasaporte y esas cosas también había sido arreglado a mis espaldas, no encontraba otra explicación a el hecho de que Edward, una vez estuvimos en el aeropuerto y en la fila para abordar, entrego mis papeles y los suyos al supervisor. Definitivamente no era nada a su lado, y eso me hacía sentir un poco más mal.

Jamás había montado en un avión antes y sentía cierta euforia mezclada con ansiedad, la cual el pareció percibir cuando levando su mano de la mía y el aire me hizo percatarme de que me sudaban las manos. Vi una sonrisa tenue en los labios de Edward cuando me miro. Volvió a tomarme de la mano y me dijo susurrante.

- no tienes nada de qué preocuparte.

Yo asentí automáticamente pero no me sentía especialmente consolada pos sus palabras, también era mi primera experiencia en esto del vuelo y bien podía terminar de la misma manera que la otra.

Edward me guiaba por el pasillo con lo que yo creía debía ser demasiada paciencia, lo seguía intentando no tropezar mientras miraba la extensión del aeropuerto tratando de grabarlo en mi mente ya que no había visto uno igual.

-¿a qué parte de Brasil vamos? – quise saber mirando a través de un gigantesco vidrio desde donde podían verse los hangares y los otros aviones lentamente en movimiento. Me di la vuelta un poco y vi que uno de los botones se llevaba en un carrito las maletas.

- a una isla privada…- pareció dudar un momento, como si de repente hubiera recordado algo serio…- se llama Isla Esme…-

El nombre no parecía bastante portugués y me pregunte en honor a quien habrían puesto un nombre así a una isla. Tenía entendido, por lo poco que había podido aprender de geografía, que Brasil estaba al otro lado del continente, así que no sabía cuánto nos iba a tomar llegar allí.

Cuando ingresamos al avión una sonriente y curvilínea mujer nos dio la bienvenida lanzando una honda mirada a Edward e ignorándome completamente, me encogí un poco ante su evidente desagrado pero una satisfacción nada propia de mi me embargó en el momento que me di cuente de que Edward la saludaba sin mirarla siquiera y ella nos conducía ahora con mirada medio hostil, hacia la parte inicial del avión.

Aun a distancia podía notar que hacia donde nos acercábamos era la zona preferencial del avión, lo que en las películas llamaban primera clase.

Había dos sillas y Edward me cedió la ventana por algún motivo que solo la sabia, aunque se lo agradecía en silencio ya que me permitiría admirar todo desde la ventana. Me senté mirando todo a mí alrededor, memorizándolo, como todo lo demás, para recuerdos futuros.

- Gracias por volar con Forks Airways (no me odien, no soy buena pa` los nombres), las siguientes son las medidas de seguridad que se deberán adoptar durante el vuelo para hacer su viaje más seguro…

Escuche cada una de las palabras tratando de memorizar lo que más pude para que en caso de que el avión sufriera alguna avería, lo cual con la suerte que me gastaba era muy probable que ocurriera, no me tomara desprevenida y sin saber qué hacer.

Mas o menos media hora después de subir el avión comenzó a moverse, no se sentía más extraño que ir montado en un auto, aunque no sabía lo que se me venía después, la voz nos indico que abrocháramos nuestros cinturones y Edward tuvo que hacerlo con el mío por que me temblaban tanto las manos que era mas estorbo que ayuda.

Cuando tomo velocidad sentí el ligero vacio que se siente cuando te dejas caer de una altura considerable, o cuando algo va a demasiada velocidad, los colores en mi ventanita pasaban rápidamente mientras yo miraba al frente y esperaba que esa sensación se pasara.

Luego todo termino y ante mis ojos quedo el cielo azul y lleno de sol que me hipnotizo completamente. Respire aliviada y volvía a mirara a Edward quien hasta ese momento parecía haberme estado viendo todo el rato.

-¿qué tal te pareció? - me pregunto luego de unos momentos en los que tampoco despego la mirada de mi. Sentí que las mejillas se me llenaban de color ante mi obvia inexperiencia con este tipo de viajes y sonreí avergonzada.

- rápido…- confesé volviéndome a mirar el asolado mar bajo nosotros.

A medida que pasaba el tiempo una de las azafatas se nos acercaba cada vez a ofrecernos diferentes tipos de cosas, desde almohadas, hasta revistas y películas para ver en las pantallas de las sillas del frente. Esto era demasiado al menos para mí, así que seleccione un libro y Edward me paso una manta. Para el selecciono una bebida suave y un libro también pero no parecía querer dormir.

Yo por el contrario, en el mismo momento en que me prendí del libro comencé a sentirme somnolienta y cuando menos lo pensé me quede dormida.

Soñé que vagaba en ese mismo cementerio que antes, solo que esta vez por alguna razón no me sentía aterrada con lo que ofrecía, tal vez porque ya lo había visto antes.

Ahora en el centro del cementerio había dos cunas blancas, tan blancas que hacían brillar todo alrededor de ellas, inclusive la terrible oscuridad a su alrededor.

Me acerque a las cunas, de las cuales pendía una paloma blanca de porcelana.

Cuanto más me acercaba más luz se abría paso por mis pupilas casi cegándome.

En última estancia cuando termine de dar los pasos y me asome me di cuente de que no había bebes en las cunas y lo único que había dentro de ellas eran dos rosas negras completamente iguales en cada cuna.

Luego risas, risas y más risas.

Abrí los ojos sobresaltándome un poco y dándome cuenta duque estaba apoyada sobre el pecho de Edward quien también estaba dormido. No me había dado cuenta del momento en el que había caído sobre su pecho ni el momento en el que él había pedido cobija para él. Sentía su brazo inerte en mi espalda y permanecía tan dormido como lo había hecho yo hacía unos momentos. Lo mire por largos segundos pero luego el sueño me venció.

Cuando volví a abrir los ojos el avión se sacudía un poco y ya no estaba poyada en el pecho de Edward sino en su hombro. Me miraba mientras me frotaba los ojos y miraba hacia la ventanilla en donde comenzaba a apreciarse un maravilloso atardecer. Aun no podía creer que ya fuera de tarde.

- ¿estamos cerca? – pregunte con entusiasmo infantil mientras trata de acicalarme el pelo con los dedos.

- te iba a despertar en un minuto, probablemente en 20 mas aterrizaremos.

Así que habíamos llegado.

Como él lo predijo estábamos aterrizando tiempo después.

La gente comenzó a bajarse y no pude dejar de notar el ambiente cálido y húmedo que había a nuestro alrededor, estaba haciendo demasiado calor, más calor del que había sentido alguna vez en mi vida. Y era tan agradable como hermoso. El anochecer caía y la ciudad se veía como si fuera algún pesebre de navidad. Al menos lo que podía ver desde el aeropuerto.

Mi mano volvía a estar dentro de la de Edward y esta vez aunque caminaba su lado no me perdía detalle de todo lo nuevo que veía. Edward parecía haber estado aquí antes ya que se movía con seguridad y no miraba a sus lados como yo lo hacía.

Volví a ver a nuestras maletas en el momento en que salimos del Aeropuerto Internacional de Brasil. Nos metimos a un taxi de color amarillo pero tan limpio como un auto particular y este comenzó a conducir a través de ciertas calles en dirección a lo que parecía un puerto.

- Bella…- escuche que la voz de Edward tras de mi me llamaba. Como había estado absorta mirando la ventaba y todo lo que veía en ella me di cuenta de que esa no era la primera vez que me llamaba.

- lo siento…- dije volviéndome a mirarlo – es que es tan hermoso….

- lo sé…- dijo el después de un momento.- es lo mismo que creía mi padre….

Era la primera o la segunda vez que mencionaba algo relacionado con su familia desde que llegamos a la casa cuando me fui a cuidar de él.

- ¿tu…padre? – le pregunte sin que se me ocurriera que mas decirle.

- así es…- me tomo la mano inconscientemente y se la apreté, los rasgos de su cara estaban tensos, como si estuviera siendo atormentado por algún recuerdo. – la isla que vamos a visitar…, era de mi padre.

Hice un enorme esfuerzo por no poner cara de sorpresa al imaginar cuan rico podía llegar a ser alguien para tener su propia isla.

- ¿por qué se llama Isla Esme? – pregunte inconscientemente dándome cuenta demasiado tarde, por el modo en que su cara se volvió a contraer, que Esme debía ser…

- por mi madre… le compro la isla a ella cuando se casaron.

Por un momento me deje llevar por lo extremadamente romántico de la situación. Envidiaba que alguien pensara así en otra persona, tan digna como para darle su nombre a una isla...

-debió amarla mucho – comente impasiblemente mirando como el puerto se iba acercando mas y mas.

- yo solo vine una vez estando ellos vivos… de resto siempre ha estado siendo cuidada por arrendatarios.

Se me seco un poco la boca ante la duda que me asalto y me hizo preguntarme porque estaba yo aquí si a todas luces no tenía mucho derecho a estarlo. Permanecí en silencio antes de decir alguna estupidez pero me volví sorprendida cuando dijo.

- ¿te importaría mucho besarme ahora mismo? –

Jamás había escuchado una petición de él en ese tono. Me volví y enrede los brazos en su cuello antes de que se echara para atrás, luego acerque mi boca y le di un casi beso que, como siempre, el se encargo de enfogonar. Unos minutos estábamos besándolos y al otro casi lo tenía encima de mí comiéndome la boca de una manera salvaje. No me importo mucho y le devolví la pasión mientras la sangre en las venas se me cocinaba.

Ese fue el momento en que el taxi se detuvo. Me separe de Edward lentamente mientras el taxista nos ayudaba a bajar las maletas en la parte del baúl.

Archivé en mi cerebro la información que había recibido de Edward de la conducta que tenían su padre y su madre. Y envidiaba, como había dicho antes, el amor que parecían haber compartido.

Caminamos hasta el puerto y de ahí nos subimos en un velero que a mí me pareció de millones de dólares y dólares.

Cada parte del estaba cuidadosamente limpia y alfombrada y tenía una especie de cuarto macizo bajando por una de las escalerillas de mano izquierda. El ambiente olía a agua marina, a calor y a comida fresca. Inhale inconscientemente llevando ese olor a mi otra sarta de recuerdos.

El taxista bajo llevándose una buena propina que le dio Edward. Nadie conducía y me percate de que era él quien lo iba a hacer. Parecía tan en su salsa al lado del timón que me quede mirándolo embobada mientras enfilábamos hacia la bahía extensa y plenamente oscura por la noche.

El velero se balanceaba suavemente en la aguda mientras avanzamos con destino a una luz tenue y lejana que iba haciéndose progresivamente más grande.

-Bella….- nuevamente ese llamado que me bajaba de mi despiste. Volví a mirarlo y vi que tenía una mano sobre el timón y la otra extendida hacia mí. – ven aquí.

Sonriendo un poco me puse de pie intentando hacer precario equilibrio. Cuando estuve estable aferre su mano para no caerme y me puso delante de él en el timón. Desde ahí la vista no cambiaba mucho pero se sentía casi dominante el estar frente al timón de ese hermoso velero. Puso sus manos sobre las mías haciendo que sujetara el timón. Esperaba que no me soltara porque lo más probable era que acabara hundiéndonos. No lo hizo pero su agarre no era nada fuerte, como si quisiera tomar la dirección suavemente en el momento en que yo la dejara ir.

- conduce… esposa –

Otra vez ese apelativo que me llenaba de calor el pecho. Sujete el timón haciéndome la valiente y lo lleve tal como él me lo pedía. Sentía su nariz entre mis cabellos y sus manos acariciándome los brazos desnudos por la blusa sin mangas que había usado para aguantar el calor. Sonreí un poco cuando el aliento abandono la boca de Edward sobre mi cuello y su nariz se enterró en el.

Parecía tan tierno como irreal, me acariciaba lentamente y yo seguía manejando y sonriendo por su audacia.

- nos vamos a estrellar si no tomas la dirección….esposo - se quedo quieto un momento, como si asimilara el hecho de que lo llamara así. Luego movió las manos sobre las mías y apretó con fuerza.

- deberás ayudarme.

Estaba anonadada y me gustaba estarlo, el llevo la dirección por supuesto pero todo el tiempo me tuvo las manos bajo las de él.

El velero se estaciono en el pequeño puerto pero no había nadie para recibirnos, de todas maneras no hacía falta ya que con la ayuda de Edward bajamos las maletas y caminamos por donde el indico.

Había una casa frente a nosotros que parecía hecha de cristal y madera, aunque probablemente tuviera muchas más adiciones, Edward barajaba las llaves en la mano y miraba hacia la casa de unas manera que parecía nostálgica.

-¿qué te parece?- me pregunto dubitativamente mirándome de lado, yo le devolví la mirada y luego a la casa

- es…- no encontraba palabras para describí tal lujo, si bien era parecida a la mansión donde vivimos había algo que la hacía diferente, era como si el calor del amor hubiera hecho alguna notoriedad.- hermosa….- solo se me ocurrió esa palabra para describirla.

El caminó hacia la casa y yo lo seguí.

Cuando entramos ahí el interior me dejo sin aire, tan amplio como era y tan iluminado por una lámpara antigua que hacia dar la impresión de estar iluminando con velas reales. Nuestros pasos resonaron en el piso de linóleo tan brillante y bien cuidado como el de su mansión. Había unas escaleras de madera tallada y una sala al fondo con muebles de color blanco perlado.

Edward soltó la maleta y se volvió a mirarme intensamente. Yo lo mire e hice otro tanto porque no me quedaba opción, espere a que me dijera lo que tenía que decirme.

- quiero estar contigo- soltó abruptamente sin mediar nada más.

El silencio que siguió a su frase me hizo percatarme de que, tal como lo había sospechado, estábamos solos en este lugar

-estoy contigo – le dije devolviéndole la mirada y dándome cuenta aun mas tarde de que era lo que quería hacer estando conmigo, no era necesario que lo dijera pero aun así el me respondió

- sabes de qué estoy hablando – dio dos pasos hacia mí y enredo sus manos, que por entonces también habían soltado sus maletas, en mi pelo para atraerme la cabeza, y en realidad todo el cuerpo hacia el suyo propio, sus labios invadieron los míos en una súplica muda de que correspondiera a su pasión. Nuevamente la sangre comenzó a arderme y a palpitarme en las sienes cuando ese descomunal deseo que sentía por él, que nunca había sentido por nadie, se apoderaba de todo mi ser, mi cuerpo y mi alma incluida, ansia de él, de que me amara, de que su deseo pasara a otro nivel. Pero por el momento me conformaría, no sabía que oportunidades me deparaba el destino.

Sujete su cabeza y como él me apretó yo lo apreté igual hasta que no quedo espacio entre nosotros. Me levanto en sus brazos abrazándome con fuerza, sentía que el piso bajo mis pies no estaba.

Saboree su gloriosa esencia en ese beso febril, palpe cada gusto del deseo que parecía volver a dominarlo. Sin importarme nada mas el hecho de conocer la casa cerré los ojos y deje que él me guiara. Al diablo con el dolor, podía soportarlo si esta vez el permanecía tranquilo.

Cuando volví a abrir los ojos estábamos en una habitación desconocida, tan limpia como el resto de la cama, tenía un cabezal o cabecera negro de flores de acero y cobijas y sabanas blancas. Aun en sus brazos me condujo dentro y me poso con suavidad en el suelo y me hizo retroceder hasta que caí sentada en el borde de la cama, el se quedo de pie frente a mi esperando mi mirada la cual sepulte en sus ojos esperando que me diera algún tipo de señal.

Mirándonos a los ojos, tal como ambos habíamos querido, sus manos se dirigieron rápidamente a los botones de mi camisa.

Esa pasión que me embargaba parecía quitarme nuevamente las inhibiciones y mientras él me quitaba la camisa yo hacía lo mismo con la de él. Su respiración se había vuelto agitada como si corriera una maratón, como si estuviera enfrentándose a algo más allá de su control.

Prácticamente le arranque la camisa para posar ambas manos en su musculoso pecho que se movía bajo mis dedos con rapidez. El me quito la camisa y se quedo mirando el inocente sujetador blanco que me había puesto el mismo en la mañana. Sus manos volaron hacia este también para quitármelo.

- desnuda….- murmuro roncamente – deberías estar todo el tiempo desnuda.

No era un razonamiento lógico ya que podría llegar a congelarme, claro que el frio no era algo en lo que pudiera pensar justo en ese momento cuando mis pechos se vieron libres finalmente del sujetador y su agarre fue sustituido por el de un par de manos callosas.

Solo que esta vez la firmeza de su toque se remitida solo a un roce que me hacia cosquillas y a la vez me daba placer. Las marcas en mis senos habían comenzado a tornarse de color violáceo y el las rozaba con las puntas de sus dedos dándole la forma a mi busto. Incapaz de retener su mirada sin que viera como ardía por dentro cerré los ojos y suspire temblorosamente. El se inclino sobre mí y me dio un beso en la boca mientras con suavidad me empujaba hacia atrás hasta quedar de espaldas y con el encima mío. La diferencia notable consistía en que esta vez no me estaba arrancando la ropa, no estaba saltando sobre mi siendo presa de esa ira que lo consumió la noche anterior y de la que fui víctima sin saber exactamente por qué.

Abandono mi boca para trazar el contorno de mi cuello con sus labios. Yo permanecía con los ojos cerrados mientras sentía sus dedos rozar la tela de los pantalones de viaje y luego desabrochándolos hasta dejarlos laxos sobre mis piernas para que solo hiciera falta quitarlos lentamente.

Hubiera rogado porque la noche anterior se comportara de esta manera, mi pecho reaccionaba agitándose al recordar la noche anterior pensando que en cualquier momento pudiera perder su horizonte nuevamente.

Comencé a temblar en contra de mi voluntad a pesar de que no había hecho ningún movimiento que me alertara de violencia o algo más. Sus labios, que estaban a centímetros de mi seno izquierdo se detuvieron sobre mi piel en un segundo. Abrí los ojos aterrorizada de repente y me tope con los del que me habían estado mirando. Pareció ver lo que había en los míos, puro y físico miedo porque se aparto lentamente y se quedo sentado en la cama mirándome fijamente.

- lo siento mucho….- le dije con la voz temblorosa, tanto como mi cuerpo.

El negó con la cabeza y se froto la frente con las manos.

- esto es culpa mía….- murmuro fuertemente mientras exhalaba como un toro herido.

- no… - si era culpa de él pero también era mía, al final de todo y después de lo que había pasado, no había logrado enterrar los fantasmas de mi pasado, esos que me hacían despreciar al género masculino en general, con excepción de el - yo…también tengo la culpa…

- yo…te necesito….necesito tu cuerpo y creo que lo sabes…te deseo ardientemente y no puedo remediarlo….no veo alguna solución.

Su razonamiento tenia lógica, después de todo se suponía que era su esposa y debía cumplir con mi deber. Respire profundamente tratando de calmarme y después vi la solución tan obvia como aterradora.

-quiero estar contigo – confesé – pero…

No supe cómo expresar mi deseo con mas muestras que la de tomar su rostro en mis manos y darle un suave beso en la frente. Puse mis manos en sus hombros y esta vez la que lo empujo hacia la cama fui yo.

Tal vez si tomaba el mando podía ser más llevadero.

Me incline sobre él y le bese el cuello como él a mí, le bese el pecho como él a mí. Ese que bajo mis torpes besos parecía contraerse una y otra vez con fuerza. Cuando llegue a su abdomen y plante un beso ahí el prácticamente salto.

- ¿qué estás haciendo?- me pregunto en un gruñido gutural y completamente fuera de tono a como solía hablar.

Subí mis ojos por la extensión de su cuerpo hasta encontrar los de él. Solo tenía una palabra.

- amarte…-

Mis dedos encontraron el botón de sus pantalones y los desabroche deleitándome profundamente en lo que podía ver. Eso que había temido de él y que ahora no temía, porque de alguna manera poco sabia podía decir que este no era el mismo Edward de anoche.

Lo despoje de su ropa hasta que quedo completamente desnudo. No me consideraba una experta en esto así que me moví como el instinto me lo ordeno y bese cada centímetro de su cuerpo desde los pies hasta la frente en un barrido que me tomo mucho tiempo pero que disfrute de una manera arrolladora. En todo ese tiempo el permaneció quieto con los brazos a ambos lados de su cuerpo los cuales solo se movieron cuando tome cada mano y las bese cariñosamente, pero se removía y se estremecía cada vez que lo besaba, como si fuera una cortesana estimulándolo cuando no sabía mucho de eso en verdad.

Cuando le bese la frente y volví a sus labios le lleve el sabor de su piel que había grabado en mi boca y que transmití compartiendo la suya en uno de esos besos ardorosos que el parecía disfrutar más. Ahora quien se estremecía era yo, solo que esta vez el miedo se había ido y en su lugar solamente estaba mi necesidad de él, solo de él y por él. Deje caer el peso de mi cuerpo encima del suyo y suspire antes de que las fuerzas y el valor me abandonaran.

- Tómame… -

Parecía ser la señal que necesitaba por que se removió lentamente hasta dejarme a mí debajo. Y procedió a terminar de desnudar mi cuerpo para estar a la par con el suyo.

Sus manos me tocaban, insistentemente, pero no como la noche anterior, aunque sí con el mismo ardor, parecía haber despertado de un medio letargo, en el que se había sumido mientras lo adoraba con mis besos. Ahora me besaba el pecho libremente como si estuviera alimentándose de él y no del deseo. Yo gemía y me estremecía en sus brazos presa de esa fiebre que me consumía, sus labios, después de entretenerse un rato en mi pecho siguieron bajando por mi abdomen y pelvis y….

Un momento.

Cuando tuve conciencia de la dirección que iba a tomar su boca intente escapar rápidamente pero él me lo impidió, sus grandes manos se me clavaron en las caderas y no me permitió moverme apoyo el mentón suevamente en mi vientre y sus hombros entre mis piernas 8 nunca sabría como demonios le había dejado llegar hasta ahí) me impedían cerrarlas. Me miraba y yo lo miraba en muda interrogación. Una sonrisa vampiresa se cruzo por su rostro.

- Permíteme…- dijo como un caballero haciendo una reverencia. Solo que estaba reverenciando mis partes privadas, en las que, evidentemente, no tendría por qué tener tan cerca de su boca.

Antes de que intuyera sus movimientos me tuvieran en su boca y el fuego se derramo por mi cuerpo cuando pude sentir todo. El no tenia por que hacer esto, no tenia por que hacerme el amor de esa manera tan… ¿sensual? Yo solo esperaba que me hiciera sentir ese placer que solo había conocido con el de la manera habitual, con el encima mío, pero no de esta manera. Mientras me…"probaba" sus manos se deslizaban una y otra vez por mis piernas temblorosas mientras cerraba los ojos, aunque inútilmente ya que con ellos cerrados sentía cada toque y cada sensación húmeda de su boca.

Súbitamente el placer me lleno de una manera demasiado rápida, mucho más de lo que había sentido nunca, y lo conseguí de una manera fiera y mortífera mientras él seguía y seguía.

Yo no tenía derecho a esto y sin embargo lo aproveche el máximo, seguía grabando en mi memoria cada parte de esto, para que cuando se aburriera de mi yo pudiera sobrevivir de ellos.

Ahora estaba encima de mi apoyado en los brazos para no aplastarme y mirándome a los ojos que parecían transmitir fuego liquido.

Lo sentí en mi cuerpo, en el momento en que, lentamente, comenzó a ser parte de él. El dolor estaba ahí, pero no era algo que desconocía y cuando lo sentí por completo dentro de mí, la sensación de plenitud fue mucho más alla que la del dolor. Su carne se sentía ardiente al contacto con la mía y me di cuenta tarde de que en esta ocasión tampoco estaba usando lo que Jessica y el habían llamado "preservativos". No se lo dije y no me importo por que la sola sensación de su carne rozando la mía directamente era suficiente para hacerme perder la cabeza.

Sus movimientos eran suaves, contenidos, pero su ceño fruncido me decía que quería hacerlo de otra manera, más intensa, más rápida, no sabía, y que solo se estaba conteniendo por mí.

Lo amaba…cuanto lo amaba.

Enterré mis uñas en sus hombros y apreté las piernas en torno a sus caderas instándolo a que fuera más rápido, a que me abrazara más fuerte.

- ámame….- le pedí jadeante mientras respondía con mis caderas a sus movimientos contenidos – tómame…. Ámame….- esperaba que entendiera de esa manera.

Con un gruñido me tomo de las caderas y ambos quedamos sentados uno frente al otro, aunque entrelazados seria la palabra más exacta, el aun estaba profundamente en mi interior y sus movimientos habían aumentado en intensidad. Jadeaba como yo, sudaba como yo, y ya no se estaba conteniendo. Embestía con fuerza dentro de mí y yo le daba el equivalente de sus movimientos abrazándolo con fuerza cuando la tensión comenzó a apoderarse de mi cuerpo insaciable.

El también me abrazo con fuerza mientras seguía más y más rápido.

Todo exploto en un sinfín de colores, de formas y de sensaciones. Volví a sentirme viva, había revivido y todo me lo había dado el.

Sus brazos me aferraban mientras el parecía intentar calmar su respiración. No me separo de él en el momento en que caímos sin fuerzas en la cama. Me apretó con fuerza enterrando la cara en mi cuello y respirando anormalmente rápido.

- esto es maravilloso – dije sin pensar mientras trazaba las leves heridas que mis uñas habían dejado sobre sus hombros. El permaneció en silencio sin responderme nada pero por una vez no me importo, si me estaba mintiendo lo hacía muy bien aunque dudaba, sin ser experta en el tema, que una pasión como la que él había demostrado, pudiera fingirse. – creo que es lo mejor que me ha pasado en la vida…tu eres lo mejor que tengo en mi vida y si te perdiera… – no esperaba comprometerlo, pero tenía que decírselo algún día – si te perdiera me moriría….no tengo nada mas por lo que vivir sino tu.

Se puso tenso en mis brazos y eso si lo note, ahora si hablo

- ¿de qué hablas? – murmuro tenso en mi oído.

¿De qué hablaba? Me pregunte yo también aunque tenía la respuesta, la vida se había ensañado conmigo y si algún día llegara a perder a Edward, la única razón para vivir que tenía, dudaba mucho que el mundo pudiera ofrecerme algo para quedarme, le ofrecí mi razonamiento esperando que me considerara una loca.

- creo…. que cuando no hay más razones para permanecer en este mundo la vida simplemente debería dejar de existir -

Más tensión. No me explicaba realmente, ¿acaso el planeaba…dejarme?

- no comprendo – volvió a decir. No podía mirarlo a los ojos para intentar leer algo en sus expresiones.

- si no tuviera razones para vivir yo misma terminaría con mi vida – y lo decía en serio. No estaba intentando manipularle para que me quisiera realmente, no estaba amenazandolo con hacer algo así, solamente… quería hablar con el de mis sentimientos hacia lo que valía mi vida si él no estaba en ella.

- ¿estás hablando de matarte? - pregunto ahora apartándose un poco y finalmente mirándome. Parecía buscar en la expresión impasible de mi rostro algo que le dijera que le estaba mintiendo, pero en este caso no podía haberle dicho mejor la verdad

- sí, es la manera más fácil de acabar con el sufrimiento - Morir terminaría de una vez con lo poco que había conseguido en la vida. Muchas veces había pensado en matarme cuando no tenía nada, pero por los niños del orfanato, por protegerlos, había estado dispuesta a quedarme en el mundo. Lo mismo pasaba ahora, había encontrando una manera de permanecer con vida, una razón para vivir. Si la perdiera, no quedaría nada por lo que quedarme. – mírame Edward - le pedí apartándome un poco de su pecho.

Así lo hizo mientras su rostro seguía con la expresión de incomprensión.

- no te estoy contando esto para comprometerte…se que…sientes deseo por mí, pero…algún día, aunque espero que no pase, puedes aburrirte. Puedes buscar a alguien a quien ames realmente… yo no voy a ser un impedimento. Y Tu vas a saber que no vas a tener que preocuparte por mí una vez me dejes, porque no estaré aquí.

- yo no voy a dejarte - dijo seriamente. Yo sonreí con tristeza

- yo espero que no…pero tu….tu no me amas, Edward.

No esperaba que refutara mi comentario y no lo hizo, solo se quedo en silencio. Luego hablo

- Tu…no estás planeando suicidarte ¿o sí? –

Pensé en su frase de manera lenta. La muerte era algo a lo que no temía porque había temido a la vida.

- no…hasta que no se vaya la última razón para permanecer viva, estaré…aquí.

Era una conversación extraña, y no esperaba que el la recordara. No importaba en esos momentos la muerte…por que planeaba vivir por primera vez en mi vida.

Dos Meses Después

Diciembre 15 de 2007

"Nuestra luna de miel duro quince días, al contrario de lo que el señor James me había dicho, el había manifestado que era 3 días y que después Edward se reintegraría al trabajo. Durante ese tiempo se debido a amar de cuerpo de una manera sobrenatural, todas las noches, todos los días sobre cualquier superficie.

Finalmente me entregue a el por completo dándole todo de mi aunque no esperaba devoluciones, el devolvía mis atenciones con el simple y casi incierto hecho de desearme.

Mis dudas han estado aclarándose una tras otra conforme los días pasan. Es como si después de nuestra luna de miel Edward hubiera decidido empeñarse en hacerme feliz, todo lo feliz que no he sido desde que nací.

A veces no se encuentra en casa, a veces regresa agotado, pero no pasan dos noches seguidas sin que sienta su cuerpo junto al mío.

Después de la segunda vez que estuvimos juntos el comenzó a protegerse. No le pregunte las razones, ya bastante tiene con aguantarme todo el día.

Con la ayuda de Victoria he llegado a convertirme en el ama de casa que, tal vez en muchas ocasiones, desee ser. Ella me ayudo a convertirme en la merecedora de el apellido Cullen y ahora me ayuda en todo, menos en el jardín.

El jardín, por orden expresa de Edward, está a cargo de mí."

Cada día lo quiero más. Es como si nunca me fuera a cansar de él, como si nunca pudiera dejar de amarlo. Como si él fuera mi aliciente para vivir.

No tocamos el tema de la muerte nuevamente, parece ser que pensar en eso le altera demasiado y me hace preguntarme que tipo de muerte tuvieron sus padres para que reaccione así ante la palabra.

Todavía me pregunto si algún día llegara a amarme, aun me desea y eso es algo, pero esta profunda tristeza que en ocasiones me alcana…se que tiene que ver con esto…. Con el simple hecho de que nunca me ha dicho que me ama. "

Cerré el cuaderno rápidamente cuando escuche unos golpes en la puerta de mi habitación, nuestra habitación. Lo puse en la mesa de noche, en uno de los cajones, mientras Victoria entraba

- buenos días señora….- saludo brevemente mientras hacia esa reverencia que me hacía sentir casi medieval

- que tal Victoria…- le dije sonriendo, le había pedido innumerables ocasiones que me llamara Bella pero nunca lo había hecho, decía que eso era como faltarme al respeto y aunque intente explicarle que no era así ella no se dejo convencer.

- quería saber si vendrá conmigo al mercado, faltan algunas cosas para la cena – ofreció solemnemente

Al ser ayudada por Victoria en líos pormenores de la casa, ambas nos encargábamos de mercar, ella del aseo y yo de parte del trabajo de cocina.

En una ocasión Edward me dijo que no era necesario que me pasara todo el tiempo allá. Pero ese era mi vicio y era, de alguna manera, otra de mis formas de distraerme. Tal vez con la ayuda de él podría conseguirme un trabajo de medio tiempo que me permitiera estar con él en la noche y en el día trabajando.

Por el contrario la relación con Laurent no había afianzado en nada. El permanecía impasible y completamente fiel a Edward, en una ocasión volví a preguntarle a Victoria si ella conocía de por qué Laurent parecía odiarme.

- no tiene que preocuparse por el señora, - dijo ella – es huraño hasta con su imagen en el espejo.

Pero sabía que se debía a algo más simple que hurañismo. El siempre me veía con ojos de juzgamiento y bajo ellos me sentía tan indigna como una indigente de la calle, como lo que casi había sido alguna vez. Pero no me atrevía a preguntarle nada.

Le dije a Victoria que la alcanzaría en la entrada cuando estuviera lista.

Ella salió y me puse rápidamente de pie para buscar mi bolsa. Seguramente lo había hecho tan rápido que un mareo horrible casi me hace caer de bruces. Me aferre a las columnas de nuestra cama antes de caerme de bruces y espere a que se me restableciera el ritmo cardiaco.

Qué extraño, jamás había tenido sintomatología similar. Seguramente algo del desayuno me había hecho daño.

Cuando me estabilice arregle un poco de mis cabellos y Salí a encontrarme con Victoria.

Una vez en el mercado ella se fue hacia la sección de verduras y yo me quede escogiendo las frutas y envasados.

Empaque algo de piña y melones cargando con mi carrito y percatándome brevemente de que en la misma sección donde me encontraba había un hombre, con una cámara fotográfica muy cerca de mí y siguiendo mis pasos desde que ingrese al mercado.

Empaque algo de moras acidas y camine hacia el área de enlatados al final del mismo pasillo.

El menú del día era un arroz asardinado, así que necesitaba algo de sardinas para el complemente.

Cuando alargue mi mano para alcanzar la lata de sardinas en aceite otra mano mucho más grande me intercepto.

Alce la mirada para ver a la persona que me había detenido y casi me voy de cabeza cuando las facciones del camarero atrevido se posaron en mis ojos.

Sentí miedo instantáneamente ya que él había sido la causa de michos de mis problemas, aunque él no lo supiera. Que se quedara él con la lata de sardinas, algo me decía que debía alejarme, aunque no tuviera la culpa de nada. Me removí un poco en mis pies.

- espere…señora – murmuro contrariado mientras yo trataba de empujar el carrito en otra dirección. Más miedo se apodero de mí ser. – necesito hablar con usted…-

- lo siento…- dije parándome. Tal vez estaba reaccionando de forma exagerada, pero tenía mis propios motivos.

No entendía la obsecion de este hombre conmigo, ni por que parecía perseguirme. Era como si fuera un fantasma que se me aparecía en cada parte que lo veía.

- necesito hablarle…- dijo en voz baja mirándome intensamente. Sus morenos cabellos estaban casi en desorden y sus brazos musculosos se adivinaban claramente bajo la camisa negra.

- yo… no lo conozco, no sé de qué podemos hablar.- dije tratando de esquivarlo nuevamente.

- si me conoce, no de las veces anteriores que nos hemos visto, aunque debo admirar que la he estado buscando… yo la he visto… desde antes.

No lo recordaba de….

Oh Dios había dado con un acosador…. ¿acaso era posible que mi mala suerte…?''

No…no podía ser.

-quien….-

- en el orfanato de Saint.

Una imagen mental del día en que estuve a punto de ser abusada penetro por mi conciencia, en donde había permanecido sepultado desde la segunda vez que hice el amor con Edward.

Ese día estaba encerrada en una habitación con Ben y Mike y gritaba sin cesar mientras ellos hacían lo que querían conmigo, alguien había entrado tirado violentamente la puerta y amenazado con contarlo todo si no me dejaban.

En medio del fragor yo no me había dado cuenta de quién era la persona que había entrado… solo había tenido un atisbo de conciencia antes de desmayarme.

- ni para eso sirves – había escupido Ben después de que se quitaba de encima.

- soy Jacob Black – murmuro el mirándome a los ojos y devolviéndome a la realidad repentinamente.

Jacob…si…

El era otro de los huérfanos con los que había compartido vivienda aunque casi ni lo había visto, porque siempre andaba del lado de los muchachos. Más y más imágenes de ese sitio siguieron penetrando por mi conciencia especialmente esas en las que en ocasiones, mas allá de mi flequillo había dado con los ojos oscuros de ese chico mirándome fijamente….

Pero…¿qué quería de mí?

- lo recuerdo…casi nunca hablabas con nadie – murmure con las manos tensas sobre el mango del carro, esperando que eso fuera lo que quisiera solamente, que lo recordara.

-yo…- se paro por un momento – no se asuste…- me pidió acercándose – yo…. – trago en seco – he soñado con usted desde la primera vez que la vi cuidando a los de segundo….después cuando la encontré en esa habitación…, y usted huyo del sitio…. usted es la persona más frágil que he conocido y la…. Me enamore de usted.

Contemple su expresion tan seria y decidida como la de un niño que ha optado por lanzarse por primera vez a una piscina, permanecí quita, casi en estado de shock.

Esto no podía ser verdad, no podía estar pasándome a mí, el no podía ser quien decía ser y estaba tratando de ahuyentarme, pero algo del calor desesperanzado de su mirada me contrajo de compasión.

Finalmente termine de reconocerlo por ver en sus ojos todo el sufrimiento del que yo también había sido parte.

Yo no había hecho nada para atraer su atención, y aun así, después de haberme medio salvado, estaba frente a mí diciéndome que me amaba, y que me había buscado desde que me fui del orfanato.

Sentí que debía escuchar lo que me decía. Aunque eso significase que Edward se enterara

- ¿aceptaría tomar un café conmigo? – pregunto Jacob tristemente.

Asentí tomando el carrito y olvidándome momentáneamente de Victoria, Jacob no venía con malas intenciones y solo quería hablarme. Algo en mi interior me decía que no me haría daño

No vi a la persona que estaba en una de las columnas y que supuestamente me había estado siguiendo.

Ni tampoco vi las fotos que me tomo.

24 días después

9 de Enero de 2008

"He hecho un nuevo amigo, aunque me siento como si estuviera traicionando a Edward por no decírselo, pero me da miedo, miedo de que vuelva a ser el mismo demonio sin alma que fue el día de nuestra noche de bodas, no estoy preparada y creo que nunca lo estaré para afrontar esa parte de su naturaleza volátil.

Jacob… he entablado una amistad, la primera amistad sincera, después de Edward, con una persona del sexo opuesto, me ha contado que sus sentimientos son sinceros pero que entiende que yo ame a otro por lo que le he agradecido, no tendría sentido arruinar mi vida por algo que considero imposible como lo es el hecho de llegarme a enamorar de él.

Sigue repitiéndome una y otra vez que me ama pero él no me conoce y dudo mucho que yo sea de gran ayuda a la hora de que alguien se enamore.

Aun así me ha contado anécdotas de su vida y hay muchas demasiado graciosas.

También ha llorado sobre mi hombro y lo he consolado mientras me cuenta sus penas, las que casi igualan a las mías.

He estado sumamente tentada de contarle a Edward acerca del lo que me vincula con el pero temo que no lo entienda.

De todas maneras Jacob no se quedara mucho. Me ha contado que se va a ir de viaje al exterior. Espero que encuentre la fortuna que ha estado buscando y que encuentre a alguien que corresponda sus sentimientos…"

Las nauseas, el marero y ahora los vómitos han estado haciendo mella en mi estado de salud, Edward ha insistido en que vea a un medico El día de año nuevo, sin más, arroje el contenido de mi estomago en el baño como si me hubiera intoxicado con algo a pesar de haber comido solo una rebanada de pan fresco.

Veré al medico la próxima semana.

Aunque…algo ha cambiado en mi situación en esta casa…es como si…de repente el ambiente no fuera el mismo.

Sé que James, con quien tampoco he podido volver a hablar, me dijo que Edward debía estar al frente de su trabajo pero…ahora casi no estamos juntos y se la pasa enfrascado en su empresa.

Siento miedo de que tal vez haya descubierto que me veo con Jacob y que lo haya interpretado mal, solamente lo estoy ayudando a que se olvide de mi además sería demasiado pedir que estuviera vigilándome cuando no soy ni digna de eso.

También he notado la indiferencia de Victoria hace unos días, es como si hubiera hablado con alguien y de repente toda la amistad que parecía derramar sobre mi se hubiera evaporado totalmente, eso me dolió, pero no puedo reprochárselo, siempre he tenido ese algo que me distancia de la gente, si no es al principio de conocernos, después. Esperaba que tuviera el mismo efecto en Jacob y el totalmente opuesto en Edward.

Me siento mal en este momento pero no molestare a Victoria con algún analgésico, parece que se fuera a romper cada vez que le hablo.

Nuevamente me empiezo a sentir sola…algo no está bien y no puedo saber que es…. "

Deje el boligrafo después de escribir sintiéndome tan agotada de repente que era y un milagro que aun pudiera escribir. Eran casi las nueve de la noche y al día siguiente tendría visita al médico para que me dijera de una vez por todas que era lo que tenia.

Cerré el diario y lo puse en la mesa de noche mirando hacia donde Edward se acostaba en las noches.

Un vacio me lleno el estomago, porque con cada día que pasaba yo lo amaba mas y cada día que pasaba el se apartaba de mi.

Trate de justificar su actitud incluso echándome la culpa encontrando que ni aun de esa manera podía excusarlo. No me atrevía a reclamarle el por qué e actitud ni lo iba a hacer. Aun a pesar de esta humillación tenía sentido común y no iba a agitar los brasas.

Me puse el camisón para dormir ignorando las nauseas de las cuales iba saber los orígenes el día siguiente.

Me dormí rápidamente pero fui despertada a la madrugada de manera súbita con Edward sobre mi cuerpo haciéndome el amor de manera salvaje y descontrolada.

No entendía nada pero imaginaba que la sobrecarga de trabajo lo hacía actuar así.

Luego me dormí en sus brazos para despertarme al día siguiente y encontrar vacía la cama.

Me arregle y vestí para ir a visitar al médico.

Entre a la cocina y vi que Victoria no estaba allí así que no pude saludarla aunque bien hubiera valido igual que saludara a una piedra. Tome mi bolso y Salí de ahí antes de enloquecer.

El taxi me dejo en la entrada del Hospital Estatal Central.

Cuando llegue a la consulta fui atendida de primera.

Cuando entre al consultorio vi que el médico que me iba a tratar era el mismo que había tratado a Edward en su accidente. Era el Dr. Emmet….

- Dr. Emmet Brandon…usted debe ser la señora Cullen. Tuve el gusto de atender su marido cuando tuvo el accidente hace 6 meses. – dijo levantándose en el momento en que entre para estrecharle la mano con fervor joven.

Sonreí mientras me sentaba y me seguía comenzando a hacerme las preguntas de rigor, empezando por indagar como me sentía.

Le conté de las nauseas matinales y de los vómitos y los mareos, me ponía atención firmemente y su mirada profesional me hizo confiar en él al instante, como antes.

Anoto todo y me dijo que me iban a tomar sangre para pruebas. Cuando estaba esperando mi turno para estas recibí una llamada al movil que había empezado a cargar dos semanas atrás, también por orden de Edward. Me había molestado que no hubiera consultado en dado momento si yo quería tener alguno de esos aparatejos conmigo, pero me hablo de manera fría y cortando diciendo que era por mi "seguridad".

- ¿Hola?- salude ante el número desconocido.

- ¿donde estas?- me pregunto la voz seca de Edward, me pego como un puño en el estomago pero trate de aparentar calma.

- en el hospital…me pediste que viniera a chequearme….- le recordé intentando, casi vanamente, que la voz no me comenzara a temblar al recordar la manera salvaje con la que me había tomado en la noche y el tono de su voz esa mañana.

- ¿yo hice eso? – dijo otra vez con cierta ironía. Lagrimas de frustración comenzaron a correr por mi cara. Tenía en la punta de la lengua preguntarle que, en nombre del cielo le `pasaba pero me mordí para no pelear.

- sí, lo hiciste…. Respondí a cambio sin recibir ningún consuelo

- bien…no recuerdo. – dijo como agitando la mano ante un asunto no importante. Me sentí meno querida que un perro de la calle, pero ya estaba lo suficientemente lastimada como para protestar - Necesito que vengas a mi oficina cuando salgas de allá. – ordeno cortantemente

- ¿sucede algo malo? – pregunte tentativa y casi dudablemente, en esos momentos no me atrevería a preguntarle nada por si su humor era el mismo de Victoria y me mandaba al diablo.

- no…en realidad es algo muy bueno…para mí. – termino de manera enigmática. Una presión sorda, que solo había sentido dentro de mis pesadillas y que yo asociaba casi imaginariamente a malos presentimientos, me sacudió el pecho. Y por primera vez desde que lo tuve, no pude ignorar el gran dolor que me estaban causando y la desesperación ante esta situación.

Más escalofríos recorrieron mi columna…

- Isabella Cullen? - llamo la voz de la enfermera saliendo de uno de los cubículos

- debo irme Edward. – le dije al móvil deseando tan potentemente abrazarlo que me ardía todo.

- Laurent pasara a recogerte en una hora. – continuo el cómo finiquitando una reunión.

La llamada se corto, tan rápida y lacónicamente como una de negocios, esto acabo por convencerme de que nada estaba bien.

Respire profundamente y entre al cubículo a que la enfermera me tomara todos los exámenes de sangre más una ecografía.

Más o menos media hora después volvía a entrar al consultorio del Dr. Emmet quien estaba sonriente y me indico que me sentara con él.

-¿sucede algo malo? – parecía que desde hacia una hora esa era mi pregunta de rigor

- no…- dijo el tomando un sobre de el escritorio - .he recibido el reporte de sus exámenes…- me los pasos y debí mirarlo de manera que entendiera que aunque me diera esos sobres no entendía ni papa de lo que decían, y que tenía que decírmelo de manera que pudiera comprender - tengo el gusto de informarme que está usted en embarazo. Me parece extraño que no se haya percatado ya que tiene 12 semanas…y…

Mientras intentaba asimilar lo que el acababa de decir, lo acomodaba en mi subconsciente y lo analizaba una y otra vez una serie de desconocidos sentimientos e adueñaron de mi cuerpo, las lagrimas acudieron sin faltar a mi cara pero yo sabía en el fondo de mi que no eran lagrimas de dolor o de tristeza, estas eran de alegría, una alegría sin igual como nunca había sentido.

Esto era un regalo, de Edward, de Dios… tal vez quería que fuera a su oficina para disculparse por la manera en que me había estado tratando…. Tenía que decirle que estaba embarazada, tal vez así nuestra situación se arreglaría…

Muchos proyectos se fraguaron en esos pocos segundos o minutos que tarde en procesar en mi cerebro la idea de que iba a ser madre.

El Dr. Brandon me entrego la ecografía del sobre que me habían tomado en donde estaban señaladas dos bolitas blancas o eso me pareció. No sabía que preguntar primero, ni que hacer ahora o después, la hoja tembló en mis manos mientras más lágrimas de alegría salían de mi rostro.

- ¿por qué hay dos?- le pregunte mirando el fondo negro de lo que tenia forma de mi útero

- creo que le va a alegrar saber que está usted embarazada de gemelos o mellizos según avancen para saber de qué sexo son más adelante.

Por partida doble.

Ahora sabia que, sin duda, esto era un regalo.

- creo que debe informarle a su esposo cuanto antes, claro que no tenemos problema en anunciar…

- no – lo detuve alegre, esta era mi oportunidad – por favor no se lo vaya a decir. Lo hare yo.

Sintiéndome eufórica tome mis exámenes y los guarde. Una sonrisa soñadora se plegó de mi rostro y cuando Salí del edificio vi a Laurent esperándome. Su expresión era la misma de siempre pero en ese momento, y por primera vez, no me importo, tenía a mis hijos y tenía que decírselo a Edward cuanto antes.

Laurent condujo silenciosamente mientras yo apretaba mi bolso con los papeles en la mano, y comenzaba a imaginar un futuro juntos, los cuatro como una familiar, como la que nunca, ninguno de los dos, había tenido.

Cuando llegamos a la oficina Laurent me anuncio con la secretaria de Edward.

Subí el ascensor y llegue al piso indicado.

Una mujer arisca me recibió. Luego me condujo a la oficina de Edward, esa que nunca había visitado. Cuando erro la puerta detrás de mi me volví y vi que Edward se hallaba ante su escritorio con los brazos cruzados y su rostro serio.

- ¿cómo te fue? – me pregunto lacónicamente apenas mirándome, como si fuera algo más que un insecto en su visión. La alarma se prendió en mi interior. No había nada bueno en sus ojos.

Pero sin duda lo habría una vez que le contara la razón por la que vomitaba.

- bien…tengo algo…- comencé a decirle.

- siéntate aquí…- señalo la silla frente a él e interrumpió mis palabras.

Obedecí solo porque así me daba tiempo para poder idear la mejor manera de decirle que iba a ser padre.

- no te imaginas…- comencé en cuanto me senté pero el volvió a interrumpirme…

- lo que no imagino es que te hace pensar que me importa lo que te haya dicho el médico. – dijo esta frase.

Intente mantener la expresión insulsa ante lo que parecía ser una trabajada broma, o al menos eso era el consuelo que quería darme. El permanecía tan serio que era imposible que estuviera jugando.

-yo…- comencé otra vez pero parecía estar hecho con el propósito de no dejar que hablara.

- tu…exactamente tu vas a tener que decirme qué demonios es esto…- dijo con la voz calmada pero tan llena de la ira que yo había conocido horriblemente.

Se descruzo de brazos y tomo una carpeta de uno de los cajones de su escritorio, del lado derecho, me la lanzo al frente sin ningún tipo de educación.

Con dedos temblorosos la acerque a mi solo para darme cuenta, en el momento en que la abrí, que mi vida estaba terminada.