Dark Chat

viernes, 16 de octubre de 2009

Still de New Moon













      



    





gracias a solo fans de twiligh



GHOTIKA

El mal era una necesidad:

Un alimento para el espíritu



Lestat el vampiro – Anne Rice


CAPITULO TRES: REENCARNACIÓN.

Alice se había levantado con un singular dolor de cabeza aquella lluviosa mañana. Cerró los ojos, fuertemente, mientras masajeaba sus sienes en un intento de calmar semejante malestar; se paró de su cama y se dirigió a la ducha. Mientras el agua recorría su cuerpo, recordó el sueño que había tenido y se sorprendió al ver la claridad con la que las representaciones pictóricas regresaban a su mente: Aquellos jóvenes de rostros empalidecidos y miradas penetrantes que había dibujado hacía pocos días, habían tomado vida en su subconsciente, mostrándose de manera mucho más nítida. De pronto, un par de oscuros ojos se dibujaron de una manera tan real en su imaginación, provocando que se sobresaltara. Tragó saliva ruidosamente mientras un escalofrió recorría su columna vertebral. Salió del baño, envolviéndose en una toalla, y caminó rápidamente hacia su recamara, en donde lo primero que hizo al entrar, fue prender el aparato de música.



El disco que Bella le había prestado comenzó a girar al instante y, segundos después, el grito desgarrador de Lord Lokhraed, vocalista de una banda llamada Nocturnal Depression, llenó su habitación


–¡Tan temprano y ya andas con semejante ruido! – exclamó la señora Brandon.


La pequeña suspiró pesadamente mientras hacía un gesto de desaprobación por la actitud tan exagerada de su madre e intentó no darle importancia al parloteo que había nacido de sus labios.


Caminó hacia su clóset, de donde sacó un pantalón negro y una blusa corte corsette con costuras color vino, que Bella le había regalado en su cumpleaños. Comenzó a tararear la letra de la música, mientras comenzaba a vestirse y a maquillarse y, cuando ya estuvo lista, bajó hacia la cocina, sabiendo que se encontraría con la intolerante de su madre


–Hola – saludó la muchacha mientras pasaba a su lado


–Alice, ¿Cuándo dejaras de ser tan inmadura? – le preguntó la señora – Deja de seguir modas, ten estilo propio.


La gótica trabó los ojos. Se consideraba una persona paciente y jamás le había faltado el respeto a su madre, pero la actitud de ésta realmente era algo difícil de llevar


–Mamá, te he dicho miles de veces que yo no sigo modas – contestó, con voz calmada


–¿Ah no? – le retaron– ¡Mírate como vas a la escuela…!


–No creo que lo que yo hago afecte a los demás – expuso, tomando una rebanada de pan y untándole mermelada


–¡Si escucharas lo que la gente dice de ti!


–Estoy conciente, claro que lo estoy - dijo – y, sin ofender, me importa poco lo puedan o no pensar de mi persona. La sociedad le teme a la realidad, prefiere vivir en espejismos; en burbujas que ellos mismos crean y ellos mismos destruyen. Hablan de mí y de Bella por que no tienen nada mejor que hacer, por que la intranquilidad y el vacío de sus vidas no los deja en paz, por que prefieren llenarse la boca de habladurías y criticas inmerecidas hacia los demás, en lugar de alimentar su alma


La señora Brandon no pudo sostener la fuerte mirada que su hija le daba y, por más que buscó, no halló en aquellas palabras alguna ofensa con la cual reprenderla. Así que se limitó en centrar su vista sobre la mesa y aparentar ignorar a la muchacha que tenía a un lado de ella.


–Nos vemos – dijo Alice en forma de despedida mientras salía de la casa con su bolso de encaje sobre el hombro y se preparaba para un nuevo año en la escuela.


Bella ya se encontraba esperando a su amiga en una esquina retirada de la zona escolar. Había dejado de leer el libro que sostenía ya que la forma en que la lluvia caía esa mañana la habían hechizado por completo. Unas ganas de salir y dejarse bañar por las gotas escurriendo del cielo le invadieron; pero se contuvo, sabiendo que en pocos minutos, las clases darían comienzo.


Visualizó a Alice desde varios metros a distancia. Era casi imposible confundirla, solo aquella muchacha tenía semejante gracia al caminar y, además, era la única mancha oscura que relucía entre el gentío que se iba acumulando poco a poco en el lugar.


–Bella – saludó la pequeña mientras cerraba su negro paraguas – siento llegar tarde


–Solo fueron unos minutos – tranquilizó, mientras se ponía de pie – además, estaba entretenida viendo la lluvia –


Alice giró su rostro para ver aquel espectáculo de la naturaleza


–El día tiene… algo extraño – murmuró cerrando sus ojos y abriéndolos casi al instante, ya que aquel par de negras pupilas habían aparecido otra vez y, podía jurar, que con mayor claridad


–¿Pasa algo? – peguntó Bella y Alice negó con la cabeza.


Últimamente había tenido con mayor frecuencia aquellos insólitos trances que la desconectaban completamente del mundo y no quería preocupar a su amiga.


–No es nada – respondió, dando el primer paso para dirigirse al salón de clases, minutos antes de que la campana sonara


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–Creo que llamamos mucho la atención con estas capas – Comentó el joven de cabello rubio como la miel al otro muchacho que venía a su lado – sería prudente que nos las quitáramos–


El otro chico asintió levemente con un movimiento de cabeza y llevó sus níveas manos hacia el gorro que cubría su rostro para echarlo hacia atrás


–¿Qué tal te sientes, Jasper? – preguntó, con su pálido semblante ya al descubierto, dejando a la vista un par de dorados y enigmáticos ojos y un despeinado cabello cobrizo


–Puedo controlarlo – aseguró su compañero deshaciendo el nudo que aferraba la prenda a su cuello – ¿Y tú?


–Nada que no haya pasado ya antes – contestó Edward, quien viajó su mirada hacia alrededor, percatándose de cómo varias personas se habían quedado viéndolos – ¿seguro que llamábamos menos la atención ocultos entre nuestras capas? – inquirió con voz monótona mientras iniciaban de nuevo su marcha.



Edward y Jasper habían llegado en la madrugada a Forks. Ambos, provenientes de Volterra, una pequeña ciudad ubicada en la región Toscana, Italia, habían sido enviados por Aro, Cayo, Marco y Carlisle para buscar a lo que ellos llamaban “diamantes en bruto” los cuales servían para servir a su guardia.


–¿Crees que encontremos algo por acá? – cuestionó Jasper mientras hablaba tan rápidamente que nadie, más que su hermano, sería capaz de entender lo que él decía


–No lo sé – admitió el otro chico – supongo que no tardaremos mucho en darnos cuenta si alguien de aquí posee una habilidad especial


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–Ya vienen


Bella miró a su compañera que se había envarado repentinamente en el asiento, con la mirada perdida en el vacío


–¿Quién? – preguntó en voz baja, para que la maestra no les escuchará, mientras la tomaba de la mano para intentar tranquilizarla.


–Ellos – respondió la pequeña con voz casi inaudible – ya vienen… – volvió a repetir


Bella le observó fijamente con verdadera preocupación ya que su delicado cuerpecito había empezado a temblar ligeramente y sus manos estaban heladas


–Alice – llamó, agitando discretamente sus hombros para traerla de vuelta a la realidad. La vidente reaccionó con un terrible estremecimiento que la obligó a cerrar fuertemente sus ojos durante varios segundos


–¿Estas bien? –


La pequeña no contestó, por el contrario, sólo se limitó a clavar su mirada hacia el frente, en el punto exacto en donde la puerta se comenzaba a abrir... Fue entonces cuando Bella, al seguir el rumbo de su mirada y encontrarse con dos altos jóvenes, vestidos completamente de negro, ambos, tan hermosamente pálidos y ojerosos, que parecían dar la impresión de haberse maquillado el rostro ligeramente con polvo de arroz y delineado sus ojos para dar ese efecto de teatral belleza moribunda…


Pero no fue toda esa apariencia el motivo que ocasionó el pasmo en ambas chicas.


–Son ellos – reconoció Bella la similitud que había entre ellos y los dibujos de su amiga.


Y si, efectivamente, eran ellos, no había duda, pues no había ni una sola línea de expresión en aquellos hermosos y blanquecinos rostros que diferenciaran de los trazos que Alice había hecho tenía pocos días. Los mismos ojos, el mismo cabello, los mismos ángulos en sus mejillas, todo encajaba, todo era exactamente igual, o, quizás, mucho mejor (si es que eso era posible)


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Edward y Jasper habían disimulado bien su consternación por las palabras que lograron escuchar claramente, gracias a lo desarrollado de su audición.


“Son ellos” había dicho una voz proveniente desde el fondo, ¿A qué se había referido aquella jovencita con “son ellos”? ¿Acaso los había visto antes o les conocía? Eso era imposible, los de su especie tenían una memoria excelente y ninguno de los dos recordaba haberse mostrado frente a aquel rostro en forma de corazón.


–Pueden sentarse justamente ahí – indicó el profesor mientras señalaba una banca, justamente al lado de las dos extrañas humanas que le miraban fijamente.


Y no era el simple hecho de tener sus atenciones fijas en ellos lo que les incomodaba, no. Habían vivido décadas soportando los nada disimulados desplantes humanos a los que estaban sometidos en primera, por presentarse ante ellos como seres extremadamente atractivos y, en segunda, por la forma de vestir. Pero la manera en que ese par de góticas le veían era diferente. Sus miradas no eran sinuosas, ni mucho menos curiosas o indulgentes, como las que habían recibido desde su llegada al lugar. Aquellos ojos, unos, castaños y los otros, negros como la noche, les miraban con conocimiento, como quien mira a un antiguo amigo a distancia y no se termina de convencer que es la misma persona.


Conforme se fueron acercando a sus asientos, el rubio vampiro pudo apreciar cierto tipo de emoción que le fue imposible descifrar, enterrando en él una semilla de curiosidad. Tensó la mandíbula y se obligó mentalmente a no caer en la tentación de observar a las dos muchachas de al lado, y hacer lo mismo que había hecho su hermano: fijar su vista en el pizarrón y aparentar prestar interés en las palabras que había comenzado a decir el profesor


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En cuanto la campana de salida resonó por toda la escuela, ambas chicas se pusieron de pie para salir del aula, sin decir palabra alguna. Sus pasos se tornaron rápidos, algo inusual en ellas, que siempre se les veía con andares pausados. No sabían explicar ni describir todas las emociones que se habían apoderado de ellas al fijarse en aquellos dos muchachos. Una atracción abrumadora, un hechizo colosal, un miedo repentino e injustificado, las había obligado a huir prácticamente de aquellas dos presencias


–¿Los conocías? – preguntó Bella en cuanto estuvieron ya fuera del edificio, tratando de mantener un tono de voz sosegado. Aunque, realmente, las tiemblas le temblaban.


–No – aseguró Alice mientras se masajeaba las sienes. El dolor de cabeza había incrementado terriblemente, seguramente por la presión y los nervios


–Entonces, ¿Quiénes son?... Son tan parecidos a los dos muchachos de tu dibujo...


–No son parecidos – corrigió Alice – son ellos…


Bella tenía tantas preguntas rondando su mente, pero no quiso presionar a su amiga, quien se veía demasiado nerviosa. Así que prefirió callar y elegir un momento más oportuno para seguir discutiendo la situación. Siguió caminando y Alice alcanzó sus pasos en completo silencio, saliendo ambas a la helada llovizna que caía, para que mojara sus cuerpos


Mientras, los dos misteriosos muchachos las observaban desde un oscuro rincón, sin que nadie se diera cuenta


–Son… extrañas – comentó Jasper y justamente cuando su hermano asintió, una ráfaga de viento que pasó rozando los dos oscuros cuerpos femeninos, llegó hasta sus narices, ensombreció sus pupilas y calcinando sus gargantas


–Huelen demasiado bien, para su propia seguridad – murmuró Edward quien tenía las manos apretadas a la pared para controlar la angustiante sed que le había provocado el olor de la chica de cabello color caoba y Jasper, hacía justamente lo mismo, pero movido por la esencia de la pequeña de cabello negro como la tinta


*Autor.AnjuDark*

GHOTIKA

Cruda es la realidad. En donde el amor ha de expirar

Sollozos en la oscuridad. Lamentos, es lo que queda ya
Cristal – Erszebeth

 
CAPITULO DOS: DIBUJOS
 
Bella se levantó con un humor diferente al día siguiente, el haber conocido a Alice le hacía sentirse mejor de manera considerable. Le entusiasmaba la idea de, al fin, tener una amiga. Fiel a su costumbre, se vistió y maquilló de negro, bajó las escaleras, tomó su desayuno y se dirigió a la escuela.



–¡Bella! – Escuchó que le gritaban desde el aparcamiento. – llegas temprano – señaló Alice de manera aprobatoria, mientras pensaba que a la lista de similitudes entre ellas dos, se sumaba que, aparentemente, también a Bella le gustaba la puntualidad


–Hola – saludó la chica de ojos castaños – “¿Vas hacia el salón?” –


Alice asintió y, tras eso, ambas comenzaron la marcha hacia el aula de clases.


–¡Uy! ¡Miren que vienen ahí: las hijas de Drácula! – exclamó Lauren, en cuanto sus ojos se posaron en ellas.


Alice suspiró pesadamente, poniendo los ojos en blanco, mientras continuaba con su marcha, como si nada se hubiera dicho. Bastante acostumbrada se encontraba a ese tipo de comentarios despectivos e inmaduros que ni la molestia se tomaba en analizar. Sin embargo, frenó al darse cuenta de que Bella había hecho todo lo contrario


–¿Te afecta en algo el cómo vestimos? – le preguntó a la chica que se encontraba rodeada de varias más, las cuales remplazaron sus risitas burlonas por una temerosa seriedad


–Claro que si – contestó Lauren, después de adquirir cierto valor – sus vestuarios son tan ridículos que dan pena ajena.


–¿Pena ajena? – Repitió Bella, frunciendo ligeramente el ceño – Tienes tan poca noción de lo que hablas.


–¿Ah si? – Retó la chica, con burla en los ojos – A ver, dime, ¿Qué es lo que tú sabes y yo no?


–Yo sé vivir en mi realidad, sé lo que me rodea y no me enfrasco en mi mundo lleno de perfección – contestó Bella, con voz baja


–Claro, no puedes darte el lujo de imaginar un mundo de perfección por que, obviamente, jamás existirán vampiros – continuó burlándose la rubia – Y tampoco creo que a alguien más, aparte de tu amiguita, le parezca un paisaje hermoso el encontrar tumbas en cada esquina por la que camines. ¡No! – se carcajeó – definitivamente, ni si quiera sueñes con ello. Sólo serían ridiculeces.


–Todo lo que a ti te parece hermoso, tarde o temprano, acabara. Y ahí veras que lo que queda, es lo que ahora tu llamas ridículo. Todos moriremos algún día, incluso tú. Nuestro destino está asegurado en acabar en una tumba, así que, yo que tú, no me burlaría de la muerte. Ella es poderosa y se puede sentir ofendida por tus palabras...


Dicho esto, Bella dio media vuelta y se fue a sentar al lado de Alice. Comprendiendo, con suma desilusión, que gente como esa chica había miles más. Personas inconscientes y con complejo de superioridad que no piensan más que en el poder que tienen o no.


–Estoy de acuerdo contigo – animó la pequeña muchacha y Bella le sonrió, puesto sabía que era sincera.


Aún faltaban unos pocos minutos para que la hora de clases comenzara, así que la castaña llevó los audífonos a sus oídos para escuchar un poco de música. Sabía que tal gesto no ofendería a su compañera, ya que entre las dos había quedado claro, sin necesidad de palabras, que el silencio en algunos momentos, era reconfortante para ambas. Aún así, Alice sintió curiosidad por saber si su nueva compañera tenía la misma inclinación musical que ella.


–¿Puedo saber que escuchas? – preguntó y Bella se quitó los audífonos para ofrecérselos, Alice los tomó y reconoció inmediatamente la música que sonaba de ellos – “Lacrimosa” – dijo, con una sonrisa en sus negros labios


–¿Te gusta? – cuestionó Bella aunque estaba segura de la respuesta


–¡Me encanta. Tilo Wolf es maravilloso! –


Bella apretó el botón de next para recorrer otras pistas y paró en una especial


–¿Conoces a este grupo? –


Alice asintió con la cabeza mientras se dejaba llevar por la hermosa voz de Simone Simons, vocalista de Epica, interpretando en ese momento la melodía de Feint


–Es demasiado hermosa, tan suave y delicada... – murmuró la pequeña que tenía los ojos cerrados y tarareaba la canción sin emitir sonido alguno.


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El tiempo transcurrió y, con él, la amistad de Alice y Bella se tornó fuerte y especial. Ambas chicas disfrutaban de su mutua compañía, compartían pensamientos (aunque no siempre fueran los mismos, los respetaban), escuchaban música, se rolaban los libros que leían, salían a pasear por el bosque durante la noche, estudiaban y veían películas. Todas esas actividades eran desarrolladas en casa de Bella ya que, la señora Brandon, madre de Alice, al enterarse de la única y nueva amistad que su hija había adquirido, la prohibió rotundamente.


Renne, por lo contrario, se había encariñado con la pequeña, aunque claro, al principio se sintió incomoda al darse cuenta de que la muchacha tenía las mimas tendencias extrañas que Bella, pero no necesitó de mucho tiempo para darse cuenta y auto regañarse por etiquetarla sin conocerle primero.


Había pasado ya casi un año desde que Bella se había mudado a Forks. Pronto comenzaría un nuevo año en la escuela y, con ese pensamiento, se había dejado caer sobre su cama, adornada con un negro edredón, mientras Alice terminaba de leer una novedosa y popular novela romántica sobre de vampiros


–¡Al fin la terminé! – exclamó cerrando el libro


–¿Qué te pareció? – quiso saber Bella con sus pupilas brillando por la curiosidad que le daba su respuesta



–No me gustó – dijo Alice, opacando con sus palabras la mirada de su amiga


–¿Por qué? –


–Por que no existen los vampiros, y eso me hace sufrir. ¡Imagínate! Que alguien como Lestat se enamore de ti... Eso nunca pasará – se quejó la pequeña, mientras hacía un puchero infantil y Bella reía quedamente


–Tienes razón. Ellos son solo ficción – admitió – Me pregunto por qué no en lugar de tanta gente hueca e inconsciente, mejor no existen los inmortales... –


Ambas se perdieron en sus ensoñaciones por un momento y después, rompieron a reír


–Ya, en serio – dijo Alice – si me gustó mucho la novela


Bella volvió a sonreír. Tenía meses que tal gesto le resultaba fácil en compañía de su amiga. Se levantó de la cama y se dirigió hacia una gaveta, en donde tenía su material para confeccionar su ropa


–¿Te falta mucho? –


Bella negó lentamente, mientras desdoblaba lo que sería una hermosa falda larga de terciopelo


–Solo me faltan unas cuantas costuras más – informó


Alice también buscó en su mochila hasta encontrar una gran libreta de dibujo. La dejó caer con cuidado sobre el suelo y, mientras Bella cosía, ella dibujaba. Ambas siendo inspiradas por las pistas de Erszebeth, invadiendo el cuarto


–¿Y ellos quienes son? – quiso saber Bella al mirar la imagen que su amiga hacía


–No lo sé – contestó sinceramente la muchacha, mientras seguía sombreando algunas partes con el lápiz – simplemente, comencé a dibujarlos sin poder parar


–Son hermosos – señaló, mientras veía detenidamente los dos rostros masculinos impresos en el blanco papel.


Uno de ellos tenía el cabello ligeramente más largo que su compañero. Ambos chicos tenían una mirada enigmática y una belleza que solo podía ser comparada con los Ángeles. Se sorprendió mucho el darse cuenta que, de todos los dibujos que Alice había hecho, éste era, para ella, el que más le había gustado, pese a lo sencillo que se mostraba.


Sencillo en el sentido de que la pintura, a diferencia de las demás, no mostraba a aquellos jóvenes con colmillos o algún aspecto sobrenatural. Tampoco el escenario era algo sofisticado, es más, no había escenario. La hoja estaba adornada solamente por aquellas dos perfectas fases anguladas, las cuales bastaban para hacer el dibujo algo sencillamente atrayente


–Me gusta – comentó, mientras observaba como su amiga no paraba de dibujar y había caído en un extraño y pesado sopor.


Alice no parpadeaba si quiera. Tenía sus intensos ojos oscuros mirando, sin ver realmente, la hoja del papel. Solamente su mano derecha parecía tener conciencia por si misma, pues deslizaba el lápiz de un lado a otro, perfeccionando aquellas dos imágenes a tal punto que parecía darles vida.


Aquella actitud probablemente hubiera asustado a cualquiera, menos a Bella, quien sabía de la extraña habilidad que su amiga poseía de predecir vagamente las cosas que podrían llegar a ocurrir. Lo que la castaña no entendió, era el por qué le había ocurrido a Alice aquel trance justamente en el momento en que se encontraba


dibujando a esos dos jóvenes...

*autor . AnjuDark*