Dark Chat

miércoles, 17 de febrero de 2010

A piece of your love

Cap.8. Abriendo el Corazón.

Mi boca hambrienta imploraba por más, succioné su labio inferior y me deleité con la dulzura que éste me otorgaba. Bella no se quedó atrás y antes de que pudiese replicar por que liberó mis labios, la sentí besar con urgencia mi cuello. Me fascinó no ser el único que extrañase al otro. Bella aferró con sus manos mi cabello y se sujetaba de este mientras yo repetía su labor succionado la zona de su cuello.

Antes de que pudiese replicar sentí como sus colmillos se clavaban en mi piel. La succión que ella ejercía me parecía de lo más satisfactoria, aumentando así el placer del momento.

— No huí de ustedes— jadeó Bella.

— Lo sé, mi vida— gemí contra su cuello mientras me deleitaba al sentirla succionando nuevamente mi sangre.

—No abandoné a mi bebe, Edward.

— Tranquila… Ya habrá tiempo para aclarar los malentendidos— susurré en su oído antes de buscar su boca con hambre animal y devorar sus labios.

— He matado humanos, Edward— jadeó mi ángel antes de empujarme con suavidad y dejar que solo nuestras frentes se tocasen. Ella cerró sus ojos mientras recobraba la respiración.

— Tranquila Bella, todos hemos cedido ante la tentación alguna vez amor.

— Por eso me fui, Edward. Nunca hubiese abandonado a mi pequeñita si no fuese un motivo de vida o muerte. No podía exponerla, mi etapa de neófita no ha sido fácil. Yo.. Yo aún no sé que cerca puedo permanecer de ella.

— Lo lograrás amor, ya verás que una vez que tengas a Carlie entre tus brazos comprobarás que su sangre no te apetece en absoluto. —

Quise detenerme y oírla. Desee poder abstenerme de mis deseos y esperar a que me explicase, pero no pude. La esperaba había sido demasiado devastadora, cargada de agonía y desesperación... fueron cinco años, ¡cinco malditos años de ausencia!

¡Cinco años en los que la creí muerta! No podía soportar un minuto más su lejanía, la necesitaba. Mi piel rogaba por su contacto como un helecho por agua en el desierto.

Cual mendigo en busca de sobras me encontraba yo implorando por su amor, sus caricias y sus besos. ¿Cuánto más podía soportar un hombre sin el ser amado?

Tal vez no fuese humano, pero era un hombre, con defectos y virtudes, con dolores y problemas. Un hombre que tuvo que sobrellevar la carga de culpa y dolor. Me hice fuerte por Carlie, tenía que serlo, pero ¿a quién engaño?, aquello fue la más patética de las actuaciones, y sólo conseguí dañar a mi hija.
El cuerpo de Bella se sentía tibio ante mi roce, no con la calidez de antes, esa que sólo te proporciona la vida, pero si un calor agradable, en perfecta armonía con mi cuerpo.

Mi esposa continuaba succionando la zona de mi cuello. Nunca antes había experimentado nada igual. Sus dientes eran verdaderas dagas afiladas, pero lejos de causarme dolor sólo conseguían enviar olas de placer por todo mi cuerpo. Ella me estaba probando, sentía cada gota de sangre aflorar de mi cuerpo y aquello me gustaba.

No pudiendo contener más mis ansias por su piel y el deseo irracional que destilaba mi cuerpo completo desgarré sus prendas y me abalancé sobre ella, cayendo ambos en el húmedo pasto. Mi cuerpo posicionado sobre el suyo, tan cerca y tan lejos a la vez, moría por hacerla mía en ese instante y al parecer mi ángel no estaba exenta de deseos. ¿Cómo no sentirme dichoso? Si al fin había recuperado a mi mujer.

En menos de un segundo Bella se deshizo de mis prendas y nos hizo rodar, logrando que cambiásemos de posición, quedando ella a horcajadas sobre mí. Ahora sería Bella quien tuviese el control de la situación.

Inclinó su rostro y depositó un corto y casto beso sobre mis hambrientos labios — no pude reprimir el gruñido de frustración que brotó de mi boca en cuanto sentí sus labios abandonar los míos. Su semblante se notaba sereno pero estaba seguro que ella estaba disfrutando más de lo recomendado el hacerme sufrir.

La observé con suplica, pero mi esposa negó con la cabeza, desviando su boca hacia otro sector de mi anatomía, y en un movimiento que debería estar prohibido se pasó la lengua por sus labios granates, relamiéndose los restos de mí sangre en ellos.

Tomó mi mano y la desvió hacia uno de sus senos bendiciéndome con la exquisitez y perfección de su piel. Presioné mis dedos entorno a la aureola de sus cumbres y mi ángel soltó un gemido de fascinación. Tomó la mano que ella misma había posicionado sobre su cuerpo privándome de la exquisita unión y se la llevó a su boca.

Mordió mi muñeca y la lamió sin apartar un instante sus ojos de mí. La sangre sobrante se diluía en hilos por sus labios. Dejando un sensual sendero que nacía en su boca y cubría todo su cuello hasta terminar en uno de sus pezones. Bella succionaba mi sangre con una sensualidad innata y yo sentía q estaba próximo a venirme sin siquiera haberla penetrado.

No me contuve más y liberé mi mano cuidando de no dañarla, aunque en mi interior sabía que aquello era imposible. Bella era una neófita cien veces más fuerte que yo, pero aún así me aterraba herirla.

Posé mis manos en su cintura e hice rozar nuestras caderas, mostrándole de esa forma lo excitado que me tenía. No soporté más la ansiedad y nos giré a ambos, y en cuanto la tuve cubierta bajo mi cuerpo y segura entre mis brazos la besé...entregándole por medio de ese beso todos mis miedos e inseguridades, todo el dolor de su partida, la dicha de tenerla de regreso, toda la llameante necesidad por su cuerpo y el hambre por sus besos.

En ese gesto estaba expresado todo mi amor contenido, todo el cariño y adoración que guardaba por y para ella. En ese beso le decía cuanto la amaba, le demostraba que ella fue, era y siempre sería la única mujer en mi vida.
Ella lo entendió al instante, sus suaves manos se aferraron a mi pelo con ansias, atrayéndome más hacia ella. Sí, ella tampoco conseguía tener suficiente de mí, el hambre insaciable por el cuerpo del otro era mutua. Finalmente deslicé una de mis manos por su cuerpo, comenzando a descender hasta encontrarme con su centro.

Su tibia intimidad se encontraba humedecida por el juego previo, y no pude evitar que una sonrisa soberbia se situara en mi boca, pero no sólo era orgullo, era más que eso. La mezcla de emociones por tener a mi esposa junto a mí superaba con creces el sentimiento de autosuficiencia, esto era amor puro y real.

Se trataba de un enorme deseo por llorar de alegría, esto simplemente no tenía punto de comparación, las banales palabras que poseía el diccionario no alcanzarían para definir o describir el grado de éxtasis que supondría nuestro encuentro.

Con gracia y delicadeza separé sus piernas. Sabía que Bella no era virgen, pero esto se trataba de nuestra primera vez como iguales, ambos compartiendo la misma naturaleza. Esta vez no debería contenerme, esta vez mi esposa no corría el riesgo de que cegado por el deseo bebiese su sangre, ya no existía el temor de verla morir entre mis brazos. Mi mujer y yo nos perteneceríamos sin temores ni secretos de por medio y esto era tan importante y significativo como lo fue su primera vez conmigo.

Me posicioné sobre su entrada y la penetré sin apartar un solo segundo la vista de sus ojos. Ahora no existía la necesidad de oxígeno por parte de ella, tenía claro que jamás volvería a ver su rubor, y podría vivir con eso; también sabía que no volvería a ver su cabello sudado adherido a su piel, sin embargo, el clima se mostró cómplice al momento de alimentar nuestra pasión bendiciéndonos con sus hermosas lágrimas. Las gotas provenientes del cielo surcaban nuestro cuerpo, mientras que nuestros rostros que se encontraban a escasos centímetros volvían sus facciones más sensuales gracias a la reinante humedad.

La lluvia continuaba cayendo sobre nuestros fríos cuerpos sin dar tregua. Sin embargo, fuera de toda lógica o razón, yo sentía mi ser arder en llamas. Nuestras pieles se encontraban mezcladas entre polvo y lluvia, dejándonos cubiertos por una fina capa de barro y de esa forma volviendo nuestro encuentro más animal.

Continué mis embestidas sin cansarme de observar extasiado las expresiones de placer que se reflejaban en el semblante de mi esposa. Francament, podríamos estar horas así, y tenía la certeza de que jamás conseguiría tener suficiente de ella. Permanecimos unidos un par de horas, pudieron ser días, pero debíamos regresar, nuestra hija nos esperaba en casa.

La luna había siendo testigo de las ansias del uno por el otro, el calor de nuestros cuerpos ante la delicia del reencuentro, sintiéndola envolverme, queriendo más y más.

Bella yacía recostada sobre mi pecho, si fuésemos humanos juraría que se encontraba dormida, pero no lo éramos. Podía sentir su frío aliento golpear mi piel, mientras una de mis manos repartía caricias por su rostro.

El ambiente que nos invadía era placentero y reconfortante, sólo se oía el sonido del arrollo y a algunas aves nocturnas moverse entre las ramas.

— ¿En qué piensas? — pregunté, rompiendo el cómodo silencio.
— En lo perfecto del momento, en lo mucho que tuvimos que pasar para llegar hasta donde estamos, en lo irreal que me parece estar entre tus brazos. En cuanta falta me hiciste y cuanto te necesité, pero por sobre todo no puedo dejar de pensar en lo mucho que te amo. — lo último lo musitó contra la piel de mi pecho, logrando que todo mi ser se estremeciera de placer.

— También me has hecho falta, no sabes cuanto.

— Lo sé, créeme, la diferencia entre ambos es que tu al menos tenías a nuestra hija, yo por mi parte me encontraba sola. Bueno, Jake estuvo ahí, pero no del todo, te imaginarás lo difícil que fue para él aceptar lo de mi conversión.

¿Jake? ¿Se refería acaso a Jacob? ¿Mi mujer me acaba de decir que TODO ESTE TIEMPO ESTUVO CON ESE PERRO? No, tal vez oí mal, mi esposa no puede haber estado con él. Aunque, eso explicaría el porqué de su ausencia en las visiones de Alice.

— Cálmate, no es nada de lo que estás pensando.

— Estoy calmado.

— Por supuesto que no lo estás, Edward, basta con ver tu mandíbula, se encuentra tensa y tus ojos negros. ¡Cielos! Tú y tus celos. Me subestimas ¿lo sabes, no?

— A veces siento que me conoces demasiado, ¿no será que eres tú quien realmente lee mi mente? — mi ángel levantó su cabeza de donde se encontraba recostada y clavó sus hipnotizantes orbes broncíneos sobre los míos. Estos destilaban la más pura miel y no pude negarme cuando posó sus suaves y fríos labios sobre los míos en un beso tierno y apacible... ella era mía, me pertenecía. No tenía por que dudar de Bella, no cuando me demostraba a cada segundo lo mucho que me amaba.

Mi mujer posó sus manos a ambos lados de mi rostro y me obligó a observarla, como si anhelase mirar otra cosa. Sin embargo, el poder de sus ojos era tal que me daba la sensación de que mi ser completo se derretía entre sus brazos. Mi dependencia por Bella era en verdad preocupante.

— Te amo ¿me oyes? Si en verdad deseas saber que sucedió, necesito que confíes en mí. Hice cosas horribles Edward, cosas de las que me arrepiento, pero ahora es tarde y no hay nada que pueda hacer al respecto. — dicho esto sus manos liberaron mi rostro y se sentó a velocidad inhumana, dándome la espalda.

Nos encontrábamos a pocos centímetros, sin embargo, en esa posición se me hacia imposible eliminar la distancia. Se encontraba sentada a mi lado, con sus manos rodeando sus piernas. Su cabeza descansaba sobre sus rodillas, mientras sus ojos se encontraban perdidos en algún punto fijo que no supe definir, privándome de forma absoluta de comprender sus emociones.

Algo me decía que no temiese, que hiciera lo que me pedía y confiara, pero ¿Cómo hacerlo, si me acaba de confesar que había hecho cosas horribles, que ya era tarde?
Mi preocupación sólo conseguía aumentar en cuanto recordaba que mi ángel se había pasado cinco años en compañía se ese chucho. ¿Será que él la tocó? Imposible, nuestras especies se repelían por instinto, pero ese perro nunca estuvo bien de la cabeza ¡maldita sea! ¿Cómo demonios conseguiría confiar si mi mujer no rompía este agobiante silencio?

— No me acosté con Jake, así que agradecería que dejases de imaginar necedades.

— Yo no he dicho eso.

— Pero lo pensaste. ¡Maldición Edward, no paras de gruñir! Te pedí que confiases en mí ¿puedes hacerlo? Necesito saber que cuento contigo, no puedo… no puedo cargar con esto sola.

No pude contenerme más y eliminé la distancia que se había creado. Envolví su piel de granito con mi cuerpo y me obligué a controlar mis impulsos.

Nunca pensé que convertida en vampiro la seguiría viendo tan débil y vulnerable en mis brazos. Por mucho tiempo me aterró la idea de transformarla, no sólo por arriesgar su alma, sino porque mi lado egoísta sabía que en cuanto ella fuese inmortal dejaría de verme con esa admiración tan propia de un humano. Ahora seríamos iguales, y nada le impediría correr a otros brazos, obviamente mis inseguridades fueron sepultadas gracias al profundo amor que me profesaba mi niña día tras día.

Y aquí me encontraba, con mi esposa siendo de la misma especie que yo, y pese a mis temores ella seguía comportándose como una damisela en apuros. No es que me alegrase verla así, por el contrario, me dolía saber que sufría; deseaba ayudarla, pero ¿como podría, si ella no me decía qué era eso que tanto la dañaba?

— Cómo te había dicho, lo último que recuerdo antes de mi transformación es haber sido mordida por Carlie. Después de eso, sólo tengo claro que por más que supliqué que me quitasen la vida nadie se apiadó de mí, la sensación de estar envuelta en llamas era desgarradora, cada partícula sentía a la perfección como el fuego la desintegraba sin compasión.

No vi rostros, ni oí voces, y créeme que aunque lo hubiese intentado no lo hubiera conseguido, mis gritos de dolor eran tan fuertes que aplacaban cualquier otro sonido, por ende mis facciones se contraían hasta tal punto que mis ojos no se abrieron hasta el tercer día, la misma fecha en la que comprendí en lo que me había convertido. — Bella había comenzado a hablar de repente, y yo me sentía incapaz de articular palabra, quería que se explayara con total libertad. Sin embargo, no dejaba de preocuparme la profunda culpa que denotaban sus palabras.

— Un enorme espejo situado de forma improvisada frente a la cama llamó mi atención. En cuanto me levanté, el hecho de que la ventana estuviese abierta no hizo para nada sutil el descubrimiento. Ver mi piel brillar de forma escandalosa y nada sobria me hizo recordar el momento en el que te mostraste frente a mí en el prado. En ese entonces todo cuanto se me venía a la mente era en lo hermoso que te veías al ver tu piel impregnada de pequeños diamantes. Sin embargo, mi reacción fue muy diferente, ya que en cuanto caí en la cuenta de lo que era y recordé la escena del prado el borrón de imágenes que poseía por memoria comenzó a esclarecerse. Tal vez no del todo, pero si lo principal, tú y mi hija, y aunque no era muy nítido era suficiente para sentir el enorme vacío que se abría en mi pecho.

¿Qué demonios hacía aquí, cuando tenía una hija a quien cuidar? Pensé mientras corría a salvo alejándome de esa menesterosa cabaña que se escondía en medio del bosque.

Sin embargo, no llegué muy lejos. Un enorme lobo rojizo me impidió salir de la reserva. Todo mi cuerpo se preparó para pelear, mis instintos se agudizaron para mi defensa.
Imagínate cual fue mi reacción al ver a ese lobo transformarse en mi mejor amigo, porque eso es Jacob para mi Edward, mi mejor amigo, y nunca será más que eso ¿me oyes? Convéncete de una vez. — esto ultimo lo dijo con una dulce sonrisa, pero la alegría no llegó hasta sus ojos. Aún faltaba mucho por oír y lo sabía.

— Al verlo en forma humana bajé la guardia al instante, me sentía increíblemente feliz al comprender que no me había abalanzado sobre él. Ya sabes, me dije a mi misma que ustedes habían exagerado sobre el tema de ser un neófito, que eran simples excusas para que desistiese de mi decisión de ser como ustedes.

Corrí hacia él y me sorprendí de la rapidez que había adquirido, ya que hasta hace unos minutos no la había empleado en absoluto. Tenía toda la intención de abrazarlo, pero como supondrás él se alejo haciendo un gesto de asco con su rostro. Bueno, no podía culparlo, ahora éramos enemigos naturales y por mucho que me costase admitirlo, su olor me repugnaba a un punto que se me hacía doloroso.

Él se disculpó por su rechazo, y yo le dije que lo comprendía. Me contó lo que yo ignoraba, me informó sobre lo que había sucedido en estos tres días que había estado presa del martirio.

Jake me encontró en medio del bosque, nuestro prado para ser exacto, ensangrentada con la bebe pegada a mi pecho mientras yo yacía inconsciente sobre la hierba.

Me cargó en uno de sus brazos y en el otro a Carlie, para partir en dirección hacia la reserva.

Cómo podrás imaginar Billy puso el grito en el cielo, o al menos eso me comentó Jake, ya sabes el enorme cariño que le profesan los de la manada hacia nuestra especie. El tiempo que estuve inconsciente, o bueno, consciente pero inmovilizada por el dolor, Jacob llegó a un acuerdo con la manada, con lo que ellos me aceptarían por ser hija de Charlie y amiga de los Black, aunque la excusa no me convenció del todo-. Sin embargo, la amenaza que seguía a la promesa de Sam era devastadora, al menor descuido que cometiese debería partir y Jacob conmigo, ambos exiliados del territorio Quileute.

La verdad, Edward, es que después de oír eso no quise seguir indagando; ya era suficiente con saber que el pobre había arriesgado no sólo su permanencia en la Push, sino su vida por mi causa.

El caso es que la hermana de Jacob se quedó con mi hija los primeros días, ya podrás imaginarte el porqué. A Jacob le pareció que sería una irresponsabilidad arriesgar a mi pequeña. ¡Puedes creer que comenzó a llamarle Nessie! Sí, como el monstruo del lago Ness. —

Tenía que admitirlo el apodo que le había puesto el chucho se me hacia de lo más interesante, y para nada lo hubiese relacionado con esa creatura de los cuentos de horror. Compararla con el monstruo del lago Ness, aquello tenía cierta coherencia, teniendo en cuenta que sus padres y el ex pretendiente de su madre eran seres mitológicos...

— Edward Anthony Cullen Masen ni se te ocurra llamar a mi hija como ese monstruo, ¿me oyes?
— Lo que tú digas amor. — Ella suspiró de modo audible, votando todo el aire acumulado de forma innecesaria de golpe.

—Cuando se cumplió un semana de estar convertida, le imploré a Jake que me dejase ver a mi bebe, no entendía ese enfermizo afán que tenía mi amigo por protegerla. ¡Yo era su madre! ¿Cómo podía insinuar que yo sería capaz de dañar a mi hija?

Finalmente accedió, pero no sin antes exigirme que me alimentase más que de costumbre, y como solía hacer desde que había llegado a ese lugar cacé, en compañía de Jake obviamente, ya que había sido él quien me había enseñado a hacerlo, no matando animales, pero si transformándose en lobo y fingiendo ser una presa, para que yo desarrollara de esa forma mejor mis habilidades. — ese chico de verdad estaba mal de la cabeza, pero aún así me sentía en deuda con él por haber estado cuando… cuando ella me necesitaba y yo le fallé.

— Ese día salí a cazar, estaba eufórica, no daba más de la emoción ¿Puedes tan sólo imaginar lo que significó para mi no ver a mi hija desde que dí a luz? Prácticamente era una desconocida, la vi una vez y me encontraba tan débil que ni siquiera recordaba sus facciones.

Jake quedó de acompañarme, pero se tardó más de lo usual por lo que me adelanté. Me encontraba bebiendo de un ciervo, entregada en un cien por ciento a mis instintos, cuando llegó a mí ese perfume, no pensé ni razoné. No me detuve a analizar mis acciones, ni medir consecuencias, no me importó si hombre o mujer, si había ancianos o niños, nada tuvo cabida en mis pensamientos más que la profunda e insoportable sed que me desgarraba la garganta.

No tuvieron tiempo de emitir gritos de horror que me distrajesen de mi cometido, ni siquiera les di la oportunidad de suplicar por su vida, como lo hizo alguna vez Laurent conmigo. La exquisita sangre caliente colmando mis entrañas era tan placentera que cegada por el deseo no caí en cuenta mis acciones. Disfruté de exquisita textura del líquido escurriéndose por mi paladar, fascinada ante el manjar que acababa de revelarme su existencia.

Cuando comprendí lo que había hecho ya era demasiado tarde, había drenado a una familia sin hacer distinción de edad ni géneros. — Un silencio sepulcral nos invadió a ambos. Quise romperlo, quise decirle que todo estaría bien, que con el paso de los años lo olvidaría, pero no pude. Sabía que, aunque viviese por una eternidad, los recuerdos estarías ahí, sus rostros, sus voces, sus gestos. Los de nuestra especie no olvidamos, pero si podemos distraernos y yo me encargaría de que la existencia de mi ángel fuese más llevadera, tal vez no sería fácil, pero junto a Carlie formaríamos una familia y ayudaríamos a Bella a salir adelante.

— Cuando Jake me encontró yo estaba estática, sin saber que hacer en medio de los cadáveres. Eran seis, los padres, el abuelo, y tres hijos, dos de ellos adolescentes y uno pequeño que no superaba los seis años.

Él no dijo nada, no hizo falta, ambos sabíamos lo que esto significaba, fue por esto que no opuse resistencia cuando el decidió que lo mejor era que me mantuviese alejada de Renesmee. Ese mismo día decidimos que fingiríamos mi muerte, ya que no existía la oportunidad de ver a Charlie en un futuro cercano
Utilizamos el cuerpo de la mujer para que fingiese ser mi cadáver. Alegando que había muerto en manos de un animal salvaje. Y a los pocos días fui testigo de cómo perdía a mi hija, esta vez por tiempo indefinido; se la entregaron a Charlie, siendo aquello una forma de dar paz a mi corazón. Al menos se encontraba con alguien de la familia.

Quisiera decir que esa fue la única vez que cedí ante mis impulsos, pero no, tal vez me volví más precavida, e intentaba no salir a cazar sin compañía. Pero los animales no eran suficientes para saciar mi sed.

No importaba que el humano al que acababa de asesinar fuese un abusador o un delincuente. Al fin y al cabo, yo no era mejor que ellos, me convertí una asesina desde el momento en que me volví una esclava de mis deseos.

Nunca fue premeditado, no solía salir a la ciudad en busca de presas en potencia. Simplemente se encontraron en el momento y lugar equivocado y decidieron que era buena idea abusar de su fuerza. Obviamente mi aspecto frágil e inofensivo me convertía en un blanco perfecto para abusivos sin escrúpulos. — un gruñido de indignación brotó de mi boca sin poder contenerlo. El sólo hecho de imaginar que cualquiera de esos insulsos humanos osara poner sus sucias manos sobre mi ángel me hacia arder de deseos por despellejarlos vivos, moler uno a uno sus huesos y repartir sus restos por los alrededores.

— ¿Jake estaba de acuerdo en que te alimentases de humanos? — pregunté atónito, no dando crédito de lo que Bella decía.

—No, él no estaba al tanto de mis deslices, así los llamaba yo. Y las pocas veces que se enteró, el pobre tuvo que hacer malabares para que no fuésemos descubiertos.

Finalmente, llegué a la conclusión de que no podía seguir así, nos arriesgaba a ambos y por mucho que lo necesitase tenía que intentar vivir sin sangre humana. Esto no podía superarme, y decidí que tenía que intentarlo, lo hice por ti, lo hice por mi pequeña, y lo hice por mí.

Porque aún fantaseaba con que en algún punto de la eternidad nos volveríamos a ver, teníamos a una hija, debía ser fuerte por ella, y eso fue todo lo que necesité para luchar.

Durante cuatro años me probé a mi misma, cada cierto tiempo salía de la reserva para divisar a mi angelito desde lejos. No sabes la dicha que me embargó cuando comencé a notar sus cambios, por imperceptible que parezcan uno a uno los fui grabando en mi memoria, adoraba su cabellos. Me recordaba tanto lo hermoso que eras, no terminaba de convencerme de como habíamos conseguido crear un ser tan perfecto.

Jamás olvidaré cuando dio sus primeros pasitos, aún no decía sus primeras palabras y ya había aprendido a andar. Y así fue pasando el tiempo, los meses se volvieron un verdadero martirio, rogaba por que el tiempo no pasase tan rápido. ¡No quería perderme más etapas en la vida de mi hija! Sin embargo, no podía hacer nada para impedir el paso de los días, sobre todo cuando había vuelto a ceder.

Finalmente, una mañana salí de la reserva y me encontré con la noticia de que mi padre había muerto, como imaginarás mis visitas no eran muy seguidas. Por lo que enterarme de su muerte fue un golpe demasiado duro, sobre todo porque Billy y Jake me lo ocultaron, era obvio que ellos estaban al tanto de la situación, y aun así guardaron silencio.
Ellos argumentaron que no conseguirían nada diciéndomelo, sólo causarme más dolor y aflicción, mal que mal no podía presentarme en su funeral si se suponía que había muerto. Sin embargo, había otro motivo detrás de su silencio, uno que a Jake le dolía aceptar, uno que a Billy le avergonzaba reconocer.

Mi hija… ¡¿Dónde demonios se encontraba mi hija?!

— Debo reconocer que nadie se espero una reacción tan serena de mi parte, ya que sólo asentí y me encerré en mi habitación. No puedes imaginar la paz interior que se apoderó de mi frío cuerpo al comprender que mi cielo se encontraba en compañía de su padre.

Todo dolor por la perdida del mío, toda inseguridad y terror por el futuro de mi niña, toda inquietud posible fue aplacada por una sensación de bienestar que me indicaba que todo estaría bien, que debía tener fe. Tú estabas cerca y mejor aún, te encontrabas en el lugar que te correspondía por derecho, estabas al cuidado de mi hija, nuestra hija.

— ¿Debo asumir que los Black se esperaban que destrozases su humilde casa por que tu hija se encontraba en manos de un vampiro?

— Más bien, ellos esperaban que iniciase la tercera guerra mundial, por que todo cuanto sabían era que te había dejado. Nadie supo jamás los motivos, ni siquiera mi padre. — no pude evitar suspirar. Aún me dolía haberme alejado de mi esposa, aquello era una herida que tardaría en cicatrizar, pero sanaría.

— Este año fue por decirlo así menos infernal, me era imposible verla siquiera desde lejos por temor a que Alice me viese en sus visiones. El permanecer en la Push no sólo me garantizaba encontrarme a salvo, sino también me aseguraba mantenerme al margen de tu familia y de ti mismo.

No quería que me vieses, no cuando me sentía indigna de ser recibida por mi esposo y mi hija, era demasiado grande mi vergüenza, y la culpa… sigue siendo más de lo que puedo soportar. Sin embargo, puedo decirte que si me encuentro aquí es porque llevo seis meses limpia, libre de cualquier contacto con sangre humana. No te mentiré podría ser un año, pero cierto día me vi en la obligación de salir al pueblo en busca de medicinas para Billy, y quise evitarlo ¡Dios sabe que traté! Pero, al ver a esa chica tan indefensa… ¡Demonios! Ni siquiera había anochecido y ese infeliz intentaba propasarse con ella.

No lo dude un segundo y a una velocidad lo suficientemente rápida para que ella no comprendiese que había pasado me dirigí hacia el bosque con ese maldito humano entre mis brazos.

Fuera de eso no he tenido otra recaída, y eso nos lleva a hoy.

Edward, no puedo asegurarte que no fallaré, ni prometerte que me comportaré a la altura de la situación, solo puedo asegurarte que anhelo con todo mí ser intentarlo, quiero ser la mejor esposa para ti, quiero ser una buena madre para Carlie, pero no sé si sea capaz.

¡Ni siquiera se si puedo estar a menos de dos metros de mi hija!
Me aterra la sola idea de que mi presencia pudiese suponer un peligro para ella. Si consideras que aún es demasiado pronto puedo volver a la Push, sé que Jacob no pondrá objeción, sólo quiero lo mejor para todos… Tal vez podríamos vernos los fines de semanas, y de esas forma me mostrarías fotos de ella o — no soporté más sus estúpidas suposiciones y la besé.

¿Cómo podía pensar en la sola idea de que la dejase partir?

Después de cuatro años privado de su compañía, alejado de su calor, de sus besos.

¿Cómo podría permitir que se alejase?

— Te Amo Bella, al fin te tengo de vuelta, y por ningún motivo te dejaré partir ¿Me oyes? — Ella no dijo nada, pero la hermosa sonrisa que se formó en sus labios me respondió en su lugar.

Mi ángel temía no sólo que la rechazara por sus caídas-lo cual se me hacia normal, no bueno ni digno de felicitaciones, pero era algo que se esperaba de un neófito-, también sentía vergüenza y culpa, pero lo que más le aterraba y la mantenía preocupada era el hecho de volverse un peligro para Renesmee, no podía esperar a que Bella conociese a Carlie, tal vez la había visto, pero a una distancia que no le permitía apreciar lo maravillosa que era nuestra hija, y hoy dentro de pocas horas mi mujer sería testigo del milagro que significaba tener una hija mitad vampiro. Porque estaba claro, Bella ignoraba por completo ese detalle, y más aun el hecho de que su sangre no fuese para nada tentadora.

— Acompáñame— pedí mientras la tomaba de la mano y me encaminaba en dirección a la casa de mis padres.

— ¿A dónde?

— Vamos a ver a nuestra hija.
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Niñas queda pendientee el finaaL para el lunees asii qe no se me desesperen jajaja besitooss(k)

A piece of your love

Cap.7. Neófita.

Recordar, recordar y sólo recordar. Eso era todo para lo que servía Edward. Cambió su posición y remplazó el estar sentado de rodillas por formar un perfecto capullo con su cuerpo. Escondiendo su cabeza entre las piernas y rodeando estas con sus manos.

Se entregó por completo a las sensaciones que su cuerpo experimentaba. Dejó que el dolor se apoderada de él y que utilizase su cuerpo a su antojo.

Se deleitó con las caricias inexistentes que su ángel le profería. Disfrutó de los besos que jamás llegarías y por sobre todo se dejó llevar por la musical voz de su ángel.

— Edward— llamaba la chica de voz angelical

— Edward, mi vida responde— gritó aterrada la muchacha, mientras su empapado cabello marrón se pegaba a su cuerpo.

Él novato padre se encontraba tan perdido en su burbuja personal. Vislumbrando fantasías y disfrutando de masoquista juego de mentiras del que se había vuelto adicto que no reparó en el fuerte aroma de fresas y lavandas que se encontraba frente a él, claro que mezclado con la esencia propia de la lluvia recién caída y el perfume dulzón propio de los de su especie. No él prefería concentrarse en su dolor. Soñar con un imposible, deleitarse con la tortura de los labios que nunca tocaría y las caricias que le estaban prohibidas recibir.

Tenía a su mujer en frente suyo intentando despertarle y no se daba cuenta. No fue hasta que sintió por vez primera los dulces y ahora fríos labios de su ángel que salió de su trance. Nunca antes sus fantasías fueron tan reales ni tan tortuosas. Ella solía alejarse en cuanto él intentaba acercarse más de lo debido.

¿Podría un vampiro enloquecer? Se preguntó Edward. No esperó por respuestas, simplemente se deleitó ante la suavidad que le proporcionaban los besos de Bella.

Si en verdad había enloquecido quería disfrutar al máximo lo segundos de placer que aquello le proporcionaría.

Se negó a abrir sus ojos e inhaló de su perfume, la esencia de fresias y lavandas permanecía en ella, pero en menor intensidad, ambas habían sido opacadas en conjunto con el perfume de su sangre por un aroma más fuerte, la fragancia propia de los vampiros.

Disfrutó nuevamente del perfume dulzón de Bella y aumentó la pasión en aquel beso. Sus avariciosas manos recorrieron el rostro de su esposa y recién ahí se decidió por abrirlos, aunque le aterrase despertar, no quería llegar más lejos.

Una cosa era alucinar y otra muy distinta hacerle el amor a una fantasía. Porque eso era Bella para él, una fantasía. Sin embargo en cuanto sus ojos se abrieron se encontró con la mujer más gloriosa que pudo alguna vez imaginar.
Su ángel se encontraba frente a él, su fino cabello caía lacio sobre sus hombros, formando en las puntas sensuales ondas que rozaban su cintura. Su rostro dotado de una palidez más intensa de lo habitual contrastaba de forma exquisita con el tono caoba de su melena.

Su vista se desvió hacia sus labios carmesí. Los mismos que hace unos segundos había besado, se veían increíblemente tentadores, tan bien formados, contorneados de forma perfecta y exquisita.

Por inercia su mirada de posó sobre la única parte que continuaba libre ante la presión de sus penetrantes e inquisidores orbes dorados.

— No puede ser— musitó Edward para sí mismo.

— En verdad enloquecí.

Bella tomó el rostro del inexperto padre entre sus manos y juntó ambas frentes. Edward no pudo evitar cerrar con fuerza sus ojos antes el contacto.

Sufría, sí, le dolía de forma desgarradora. Nunca pensó que enloquecer fuese tan dulce y agradable. Sin embargo le dolía haberle fallado su hija. Se dejó hechizar por los luceros de su amada esposa, antes de una hermosa tonalidad chocolate, hoy de una extraña mezcla entre dorado y cobrizo, con finas terminaciones rojizas.

— No has enloquecido Amor. Estoy aquí, abre tus ojos Edward. — al oír esas palabras algo en el interior del chico se encendió. Como si su cerebro hubiese juntado todas las piezas inexistentes, todas las partes del puzzle que faltaban. Entonces abrió sus ojos y clavó su vista en la joven neófita que se encontraba rozando la piel de su frente con una tierna mirada cargada de culpa.

— Soy Yo, Bella— musitó con voz dulce

— ¿Cómo? ¿Cómo es esto posible? ¿Cuándo sucedió? — se cuestionó Edward, sin moverse un centímetro de su posición anterior, la única diferencia era que ahora sus llameantes orbes se encontraban abiertos y con su perspicaz mirada repasaba una y otra vez las facciones de su ángel.
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La observé sentarse a mi lado, ella se tomo más tiempo del necesario en rodear con las manos sus rodillas. Yo por mi parte me debatía entre abrazarla o no ¡Maldición! Si hace tan solo unos minutos la estaba besando.

Esperé paciente a que hablase, aún no lograba dar orden en mi cabeza a los recientes sucesos. ¿En que momento enloquecí?, acaso estaba muerto y esto era el paraíso. Claramente esa opción era la más probable, si no fuese por el hecho de que mi ángel era una neófita.

— Entonces… ¿No estoy loco? — pregunté con terror a oír su respuesta. Sabía que después de escuchar aquellas palabras no habría vuelta atrás.

— No Edward, no lo estás.

— ¿Estoy soñando? ¿Lo vampiros podemos soñar?

Supongo que no debería sorprenderme ¿sabes? El día que me enteré de tu muerte conseguí llorar ¡¿Puedes creerlo?! — mi ángel me observó asombrada. Aún no conseguía acostumbrarme a su nuevo semblante, si antes me perdía en sus luceros achocolatados, ahora con facilidad moriría ahogando en el hechizante mar broncíneo.

— Hay tanto que debes saber, no sé como empezar. — musitó mi ángel, mientras se llevaba una mano a la frente y ejercía presión sobre la misma.

Su actitud me hacía desvariar más aún. Si yo no estaba loco y ella no era un sueño…

— ¿Eres vampira? — Todo en ella indicaba que lo era. Sin embargo a estas alturas yo dudaba de todo. Con cada minuto que pasaba cobraba fuerza la opción de haber enloquecido.

— Sí— musitó bajito mi ángel.

En ese segundo la prisión que llevaba meses cargando sobre mis hombros no era nada en comparación a la sensación que me embargaba en este momento. Todas las horas que me pasé sufriendo por ella, los tormentos recuerdos que evoqué una y otra vez. Yo me lamentaba por haber perdido a mi mujer y ella… Ella jamás lo estuvo.

— ¿Desde hace cuanto?— ¿Cómo fue capaz de dejarnos? Tal vez yo me lo merecía, pero ¿Carlie? ¡Teníamos una hija! Y yo el muy idiota culpándome por un error del pasado, Dios mío… Que idiota me sentía.

— Hoy se cumplen cinco años— su dulce voz interrumpió mis cavilaciones.
Cinco años… la edad de Renesme… Pero es que acaso la tuvo y se marcho o ¿cómo podría ser tan fría?

Que clase de madre abandona a su pequeña recién nacida

¿es que acaso lo hizo por que la niña era hija mía también? ¡Que culpa tenía Carlie!

— ¿Por qué lo hiciste? — era todo cuanto necesitaba saber. Si venía por la niña ya era tarde.

Tenía claro que le había fallado, pero mi pequeña no se merecía esto.

¿En que clase de monstruo se había convertido mi ángel?

— No tuve opción— respondió avergonzada. Lo cual no me sorprendió, era la actitud propia de quien reconoce una falta. ¡Y vaya error el suyo!

Una eternidad no bastaría para que Bella pudiese revindicarse con mi niña. Demonios, Carlie. La había dejado de lado por lamentarme debido a una causa que no valía la pena…

— Ninguno de nosotros la tuvo, Bienvenida al club Bella, debo irme, tengo una mujer que me espera en casa— los ojos de mi esposa se achinaron otorgándole un aspecto aterrador e increíblemente sensual.

— Me imagino, mal que mal en cuatro años era de esperar que me olvidases— siseó encolerizada.

— No ha sido fácil, pero ella es sobrenaturalmente encantadora ¿sabes? No hay quién se le pueda resistir. Incluso Rosalie ha caído a sus pies.

— Siempre tuviste buen gusto— dijo pensativa y yo no pude evitar recordar en la indigna forma en que le fallé. ¿Quién era yo para juzgarla? Tal vez dejó a nuestra pequeña por que le hacía daño verla, quizás tanto como a mí… Ella confió en que estaría en buenas manos y yo… ¡Jesús! Era demasiada información por un día.

— Sí, siempre lo he tenido. Mi hija es el vivo ejemplo de eso, ya sabes… Es idéntica a ti.

— Edward…Carlie.. ella.. — Bella tartamudeaba, algo inusual en los de nuestra especie. Debía encontrarse muy nerviosa.
— ¿Sí Bella? —

Carlie está en tu casa con … ¿Dejas que esa mujer cuide a nuestra pequeña? — su mirada denotaba culpa, vergüenza y profundo dolor.
Entonces comprendí cuanto le dolía aquello y lo injusto que estaba siendo. Ella no merecía pasar por lo que yo pasé. Nadie merecía aquello, ni la peor de las alimañas.

Sufrir por un imposible, deleitarte en recuerdos que sólo eran eso… recuerdos. Llorar por lo que pudo haber sido y no fue, porque yo había llorado. Mi dolor fue tal que conseguí derramar una lágrima, la primera y última de mi eterna existencia.

— Bella, la mujer que me espera en casa es Carlie. No existe otra persona en mi vida.

Deberías tener claro que nunca hubo ni habrá nadie más que tú. Sé que cometí un error, uno horrible, pero lo he pagado caro. Cada segundo apartado de ti fue una tortura, no existe dolor físico que se pueda comparar a lo que yo he pasado estos últimos cinco años.

Aunque debo agradecerte, este último se hizo un poco más llevadero. Tener a Carlie junto a mí era lo más cercano a estar contigo. Ella era mi trocito de cielo, era como si tuviese un pedacito de ti. No te negaré que aquello me dejaba un sabor agridulce, era la mezcla perfecta entre el más profundo amor y el más hondo de los dolores.

La amo, las amo a las dos, porque a ti te sigo amando mi niña, pese a que hayas huido. Sin embargo debo reconocer que Carlie en algunos momentos sólo conseguía aumentar mi tormento.

No puedes imaginar lo que sentía cada vez que la veía tropezarse, cada una de sus caídas me recordaba tu torpeza. ¡Como si no tuviese ya con su parecido!.

La primera vez que la vi sentí que el corazón, por inerte que permaneciese se desgarraría en mi interior.
Sus preciosos luceritos marrones, era ver tu imagen Bella. Su cabello cobrizo deslizándose en tenues ondas por sus hombros. Su adorable risita, pero lo que casi me lleva al suicido fue ver tu marca personal grabada a fuego en su piel, ver ese deslumbrante rubor en las mejillas de mi hija trajo a mi mente un sinfín de memorias.

Bella yo llevo un año cuestionando mi salud mental, llevo meses viéndote, alucinaba con un reencuentro, pero ahora que te tengo frente a mí simplemente no sé que decirte, no sé que pensar de ti… ¿Tanto fue el daño Amor? ¿Tanto me odiabas para dejar a nuestra hija y huir?

Siempre me aborrecí por fallarte ¿sabes? Nunca he podido perdonarme. Sé que fui un maldito, pero en tu carta tú decías que me perdonabas, nunca olvidaré tus frases

“Te Amo y siempre lo haré, mi corazón nunca latirá por nadie como lo ha hecho por ti”
Decías que me amabas, que el problema radicaba en que no podrías olvidar, que por mucho que deseases perdonarme los recuerdos seguirían ahí, presentes.

¿Por qué Bella? ¿Por qué nos dejaste? Puede que yo lo mereciese, pero ¿No pensaste en que Renesme merecía crecer junto a su madre? —

Un fuerte golpe me impidió seguir hablando, llevé mi mano hacia la zona afectada y recién ahí reparé en la furiosa vampira que se encontraba frente a mí dispuesta a golpearme nuevamente mientras de sus labios brotaba un sonoro gruñido.

Antes de que su mano volase a mi rostro nuevamente afirmé con la mía ambas muñecas suyas y la impulsé hacia el árbol que se encontraba a espaldas nuestras.

— ¿Que pretendes? — pregunté ejerciendo más fuerza en sus manos, puesto que ella intentaba liberarse.

Ella no dijo nada, se removía inquieta contra el árbol, mi mano no aflojó su agarre, por el contrario, tenerla contra el árbol me excitó en demasía. Hace tanto tiempo que había soñado con un momento como este. Mi mujer y yo, solos, en nuestro prado. Alejé ese pensamiento en cuanto recordé que ella había huido, sumándole a eso el hecho de que me acababa de golpear ¡Cielos, no la entendía! ¿Estaba loca acaso?

— ¡Eres un idiota Edward Cullen, Un maldito Idiota! —

— Con que idiota… ¿Y por que sería?

— Y además presumido. Tú no cambias. No has hecho más que decir blasfemias, pero por sobre todo cometiste dos grandes errores, errores que no puedo dejar pasar. — ella jadeaba producto de la ira contenida.

Su voz se volvía a ratos peligrosos bufidos mientras que cada tanto lograba calmarse. Neófitos, siempre tan impulsivos…

— Para comenzar dices que abandoné a mi hija, por todos los cielos es de MI HIJA de quien estamos hablando. ¿En verdad me crees capaz de abandonar a mi pequeña? — sus palabras solo conseguían confundirme más, desvié mi vista hacia el suelo ya que sus hipnotizantes ojos ambarinos me hacían perder el poco sentido común que me quedaba.

— ¡Edward Mírame! Soy yo, soy Bella ¿En serio piensas que abandonaría a mi bebe por un error que tú cometiste? ¿Crees que soy tan egoísta como tú Edward? — en cuanto mis ojos se encontraron con sus brillantes orbes supe que estaba perdido, ella seguía siendo la misma mujer de la cual me enamoré. Sus preciosos luceros tal vez ya no eran de ese tono chocolate que solía enloquecerme y que últimamente me había encargando de rememorar hasta el cansancio, pero seguían cautivándome como el primer día. Destilaban tanta miel y ternura que no supe articular una respuesta coherente.
Ella no sería capaz de una monstruosidad de esa magnitud. Tal vez sí había enloquecido, fuese o no una ilusión mi cabeza estaba mal. Bella me traía loco desde el momento en que la conocí, humana o vampira no había diferencia yo siempre sería una marioneta en sus manos, me tenía a sus pies con un simple batir de pestañas. Ella era única, ella era mi esposa, mi niña, mi ángel mi mujer y ahora se encontraba frente a mí. Y lo más importante es que se encontraba en carne y hueso, sea viva o muerta, tal vez una mezcla de ambas, aquello no interesaba. Sólo me importaba una cosa, ella había vuelto, fuese cual fuese el motivo había regresado a mis brazos, antes me había besado, Bella me había perdonado.

— No Edward, no la abandoné. Al dar a luz a mi pequeña quedé muy débil, fue un día jueves ¿sabes?, nunca lo olvidaré. Solo tenía cuatro meses de embarazo. Sin embargo mi barriga se veía como si tuviese nueve. Ese día decidí venir hacia nuestro claro, inconcientemente tenía la ilusa esperanza de encontrarte ahí.

¿Cómo podría ser aquello posible, si yo misma te había obligado a salir de mi vida? No fue hasta que te fuiste que me enteré de que esperaba un hijo tuyo.

Ese día en el hotel te mentí, dejé una nota donde decía que iría en busca de Charlie, cuando en realidad había casi huido del hotel para que no te preocupases.

La mañana en que te fuiste de caza, me encontraba sola en el hotel y un leve mareo me advirtió que algo no andaba bien conmigo, pero no fue hasta que vomité sangre que decidí hacerle una visita al doctor. Gracias al cielo y alcancé a llegar al baño. Hubiese sido una lástima haber manchado el tapiz de la habitación.

¿Recuerdas lo hermosa que era? Yo aún guardo en mi memoria los recuerdos de esa noche…

La sorpresa en el comedor del hotel, la forma asombrosa en que conseguiste adjudicarlo solo para nosotros, sin interrupciones.

La hermosa laguna que se escondía en el interior de esa cueva. ¡Dios!, mi luna de miel si que fue sobrenatural.

He rememorado esa noche una y otra vez hasta el cansancio, aquello junto con el rostro de mi hija son imágenes que guardo con celo sagrado. No quería olvidar los mejores momentos de mi vida humana, en fin.

El resto ya lo sabes, recobré la memoria, me molesté y me creí incapaz de perdonarte. Y hasta cierto punto lo era, pero Carlie, mi bebita cambió las cosas.

En cuanto supe que tendría una parte de ti creciendo en mi interior todo cambió para mí, vi por vez primera un rayo de esperanza desde que había logrado recobrar la memoria. Ya no me importaba lo tuyo con Tanya, no me interesaba que le hubieses entregado lo que a mi me negaste hasta el cansancio, nada podía ser más importante al hecho de que el fruto de nuestro amor se formase dentro mío.

Ese día jueves me encontraba en este mismo prado, obviamente en una posición más cómoda. ¿Te importaría aflojar tu agarre? Me haces daño. — al instante liberé sus frágiles muñecas. Las que pese a pertenecer a un vampiro, para mi seguían viéndose increíblemente débiles. Tan delgadas y delicadas.
Me odié por haberla tratado con tal brusquedad, mi niña se merecía el más fino de los tratos, si por mi fuera me la pasaría venerando a mi ángel, repartiendo pétalos de rosas por donde sea que ella pisara. Maldito el momento en que la juzgue sin dejarla explicarse.

— Gracias. Como te estaba diciendo, ese día me encontraba en este mismo prado, acariciaba mi vientre con ternura, trasmitiéndole todas mis emociones contenidas por medio de ese roce, le hablaba acerca de lo mucho que la amaba, de las ansias que tenía de verla.

Le explicaba lo felices que esperábamos su llegada yo y mi padre— el rostro de Bella se tensó, era evidente lo mucho que le dolía no solo la muerte de su padre, sino que el hecho de no haber podido asistir a su funeral.

— Inconcientemente deseaba que heredase tus ojos de humano, me imaginaba a un pequeño de cabellos cobrizos y unos ojos verde esmeralda corriendo por el jardín.

— ¡Gracias al cielo salió a su madre! — la interrumpí, no podría sentirme más dichoso de que mi hija fuese el retrato perfecto de Bella.-ahora...- Minutos antes eso representaba un martirio. Un dulce tormento. —

Ella sonrió con nostalgia y su vista se desvió hacia un punto fijo del prado.

— Mientras acariciaba mi abultado vientre por sobre la polera empecé a sentir que me faltaba el aire.

No fue como creí que sería ¿sabes? — Bella sonreía de esa forma tan inocente y angelical que dejaba ver a la misma mujer que había sido cuando humana. Tal vez ahora sus rasgos fuesen más finos y marcados, sus ojos más hipnotizantes, pero seguía siendo la misma muchacha tímida e insegura que me robó el corazón-aunque esté muerto- al momento de verla.

— Tal vez había visto demasiadas películas de terror, pero simplemente comenzó a faltarme el aire y vinieron las contracciones.

En ese instante supe que no alcanzaría a llegar al hospital, en mi fuero interno me pareció que la situación era de lo más irónico, ya sabes. Este había sido el lugar donde casi lo hacemos por primera vez, me parecía risorio que aquí naciese lo que “aquí casi creamos”.

En fin, las contracciones se volvieron cada vez más fuertes. El aire se hizo más pesado y mis pulmones parecían no querer ayudar. Como usaba falda no fue necesario mayor esfuerzo, tomé mi chaleco y lo acomodé bajo mis piernas.

Recuerdo que en ese momento recé por quedar inconciente, te sonará cobarde, pero el miedo sumado al dolor era motivo suficiente para no querer saber que demonios pasaría. Sin embargo pensé en el angelito que estaba peleando por salir al mundo y me dije a mi misma que no sería justo para él que yo no luchase.
En cuanto entreabrí mis piernas una punzada bestial me alarmó. Comencé a pujar como me habían enseñado en el trabajo de pre-parto. No te mentiré, en ese momento te maldije con todos los improperios que puedas imaginar.

Desee con todo mí ser que pudieses estar por un segundo en mi lugar, poco a poco los árboles y el cielo fueron desapareciendo y todo cuanto veía comenzaba a volverse gris, oscureciéndose gradualmente hasta convertirse en un profundo y abismante mar negro.

Lo ultimo de lo cual fui conciente fue que mi pequeña niña lloraba de boca al chaleco que había dejado bajo mis piernas. Me encontraba débil, pero aquello no era suficiente para impedirme cargar a mi pequeño, que resultó ser pequeña.

Estaba anonadada ante la perfección de mi angelito. Después de todo, había valido la pena el suplicio.

¡Quien quería tus ojos verdes cuando tenía a una criatura divina entre mis brazos! con sus deslumbrantes luceritos cafés mirándome curiosos

No puedes siquiera llega a imaginar la emoción que me embargó cuando sentí a sus diminutas manitos buscar mi pecho.

El momento en que le descubrí su fuente de sustento y la sentí presionar en busca de alimento, en ese segundo no tuve dudas de que esto era todo cuanto quería, ya nada importaba Edward. Todo por lo que había pasado había valido la pena con creces. Mi niña valía cada lágrima derramada.

Carlie tomaba leche desesperada, cada minuto que pasaba me sentía más débil. Lo último de lo cual fui conciente fue de que me mordió.

— Entonces… ¿ella fue? Digo Carlie…

— Sí Edward Carlie me transformó— sonrió apenada mi niña, en ese segundo moría por besarla, lo intenté, pero al abalanzarme sobre ella su mano me envió a unos tres metros de distancia como mínimo.

En cuanto me puse de pie, ella ya se encontraba frente a mí con una maligna y sexy sonrisa tatuada en su rostro.

— Como te decía, has dicho muchas blasfemias Edward. La primera te la expliqué en parte. Y la segunda es que yo no he dejado de amarte. Claro que cuando dije que mis latidos no le pertenecerían a nadie como a ti nunca fue más cierto y real que ahora. Ya sabes, mi corazón ya no emite ese “encantador sonido”. Ya no soy tu cantante — musitó bajito mi esposa. Mientras se formaba un adorable y tierno puchero en sus carnosos y encendidos labios.
Ante aquello no pude evitar sonreír, pero no era solo un gesto, no, aquella era una sonrisa real. De esas que no se asomaban en mi rostro desde hace cinco años. Mi ángel me había vuelto a la vida.

Sin dejarla terminar presioné mis labios sobre los suyos y permití a esa nube de pasión y deseo envolvernos de esa forma en que no lo hacía desde hace mucho. Nuestras bocas se rozaban y acariciaban con fervor, reconociéndose, disfrutando del placer que proporcionaba el dulce reencuentro. Permití a su lengua adentrarse en mi cavidad y su humedad y tibieza causaron estragos en mi muerto cuerpo.

Mi boca hambrienta imploraba por más, succioné su labio inferior y me deleité con la dulzura que este me otorgaba. Bella no se quedó atrás y antes de que pudiese replicar por que liberó mis labios, la sentí besar con urgencia mi cuello. Me fascinó no ser el único que extrañase al otro. Bella aferró con sus manos mi cabello y se sujetaba de este mientras yo repetía su labor succionado la zona de su cuello.

Antes de que pudiese replicar sentí como sus colmillos se clavaban en mi piel. La succión que ella ejercía me parecía de lo más satisfactoria, aumentando así el placer del momento.

— No huí de ustedes— jadeó Bella.

— Lo sé mi vida— gemí contra su cuello, mientras me deleitaba al sentirla succionando nuevamente mi sangre.

—No abandoné a mi bebe Edward —

— Tranquila… Ya habrá tiempo para aclarar los malos entendidos— susurré en su oído antes de buscar su boca con hambre animal y devorar sus labios.

— He matado humanos Edward— jadeó mi ángel antes de empujarme con suavidad y dejar que solo nuestras frentes se tocasen. Ella cerró sus ojos mientras recobraba la respiración.

— Tranquila Bella, todos hemos cedido ante la tentación alguna vez amor.

— Por eso me fui Edward. Nunca hubiese abandonado a mi pequeñita si no fuese un motivo de vida o muerte. No podía exponerla, mi etapa de neófita no ha sido fácil. Yo.. yo aún no sé que tan cerca puedo permanecer de ella.