Dark Chat

lunes, 17 de enero de 2011

Te Presento A Mi Amante

Capitulo 22: Sentencia

Tanya POV

— ¡Eres un idiota! — grité en cuanto entre al departamento de James, ahí estaba el estúpido mirándome sorprendido.

— Tanya, querida pensé que saldrías mucho después — su sonrisa engreída me provocaba golpearlo.

— ¿Por qué demonios no me sacaste de ese lugar asqueroso?

— Por que salí corriendo del juzgado antes de que el juez me acusara de sobornar al médico — contestó caminando hacia la recamara, se acercó a su closet y sacó una maleta.

— ¿Sigue en pie el viaje a Europa? — le pregunté acercándome a él dispuesta a olvidar el infierno que había pasado la noche anterior y usar a James para irme de este país donde había sido humillada por el idiota de Edward y su estúpida chiquilla.

— Por supuesto, el avión sale por la noche.

— Eso suena maravilloso, pero James… — aunque me daba asco acercarme a él, lo hice, lo besé despacio mientras acariciaba su pecho por encima de la camisa. No era el hecho de que James fuera mal parecido, al contrario, pero su contacto me causaba asco, incluso con Edward era más soportable el que me besara, sin embargo con Félix jamás me había sentido así, con el jamás sentí las ganas de rechazar su contacto, al contrario no quería que dejara de tocarme — necesito pagar mil dólares antes del viernes o me arrestaran tres meses, deberías pagar la multa antes de irnos al aeropuerto.

— ¿Irnos? — me apartó y siguió empacando su ropa — no querida, me voy con mi esposa.

— ¿Tu esposa? Me dijiste que se estaban separando — le reclamé.

— Sí, bueno estábamos separados, pero estar lejos de ella me hizo ver cuánto amo a Victoria, así que nos iremos juntos a Europa.

— ¿Y yo?

— No, tu no vienes — me sonrió y yo solo quería golpearlo.

— Bien, antes de que te largues paga la multa o le diré a Victoria lo que hay entre nosotros.

— Lo siento, Victoria salió ayer a Europa y no pensamos regresar, viviremos allá permanentemente. Si algún día logras saber dónde estamos y logras juntar dinero para ir podrás decirle. Aunque quizás lo logres, no faltara un tonto como tu ex marido que caiga ante esos ojos dorados.

— Me prometiste que la dejarías, que tu y yo nos iríamos juntos — quise llorar, no porque me había engañado, sino porque no tenía ni un peso, ni siquiera para pasar la noche en un hotel decente.

James cerró su maleta, sacó su billetera y me dejo sobre la cama un par de billetes.

— Querida, no todos somos como tu ex marido, no todos dejamos a la esposa por la amante. El departamento ya no es mío así que procura irte antes de que te corran.

Sin más tomó su maleta y salió del cuarto, me acerqué a la cama y vi veinte dólares sobre la cama. ¿Qué demonios iba a hacer con veinte dólares? ¿Qué iba a hacer ahora?

Bella POV

Me encontraba frente a mi casa, con el viento gélido congelando mi rostro. Sabía que debía entrar, pero no sabía si me quedaría. Simplemente no podía posponer esto más tiempo, así que tomé la pequeña maleta que había llevado a Nueva York, subí las escaleras del pequeño porche y abrí lentamente la puerta. Adentro el olor a pizza llegaba desde la cocina y el sonido del televisor me indicaba que era la hora de las noticias, y en efecto yo tenía una noticia que dar y los nervios me estaban matando.

— ¿Bella? — preguntó mi padre desde la sala.

— Si papá, soy yo — inhalé profundamente y entré en la sala, mi hermano estaba sentado al lado de mi padre mientras veían la sección deportiva del noticiero, Emmett sonrió de forma picara, sin embrago mi padre miraba fijamente la televisión.

— ¿Por qué hasta ahora? — preguntó Charlie aun sin mirarme, Emmett luchó con las ganas de reír.

— Porque… — ¿qué le podía decir? ¿Qué me había quedado en el departamento de mi novio, que aun seguía casado y que la habíamos pasado de maravilla, olvidándonos del mundo por un instante? No, definitivamente eso no — necesito hablar contigo papá.

Por fin me miró, quizás fue el tono de mi voz lo que le preocupó.

— ¿Qué pasa? — me senté en el sofá pequeño, sintiéndome como una niña pequeña que está a punto de confesar una travesura muy mala. Quería a Edward junto a mí, pero eso probablemente empeoraría las cosas, y no quería a Charlie en la cárcel, y a Edward muerto.

— Tengo que ir por mi ropa a la cabaña de Esme pero, papá antes quiero saber si aun podré vivir aquí o seguiré viviendo allá.

— Yo te dije en Nueva York que podías regresar Bells, ¿Por qué dices eso?

— Bien, antes que nada quiero que sepas que Edward quería estar aquí para decírtelo los dos, pero tú no lo quieres ver aquí así que lo haré sola, solo quiero que quede claro que el me apoya y no es un cobarde — estaba nerviosa, y Emmett notó eso, así que a falta de Edward, vino y se sentó en el brazo del sofá, mi padre puso mala cara en cuanto nombre a Edward, pero seguía teniendo su atención completamente.

— ¿Estás embarazada? — me quedé pasmada por su pregunta. ¿Cómo lo sabía? Miré a Emmett y él me negó con la cabeza. Miré de nuevo a mi papá, confundida. El tono de su pregunta era entre ira y resignación — estás embarazada ¿verdad? Lo sabía.

— Un poco. Quiero decir bastante. O sea poco comparada en como estaré en unos meses pero bastante comparada en cómo estaba dos meses atrás — mi hermano se rió detrás de mí y Charlie se quedó callado, mirando al suelo pensativo, y yo me quedé esperando que estallara la bomba. Pero no fue así.

— Ya lo sabía — dijo después de un par de minutos.

— ¿Cómo? — pregunté.

— Intuición de padre, es obvio que el tal Edward no sabe hacer nada bien, primero se casa con otra, luego te enamora, después te embaraza, más adelante se divorcia, así no es como deben ser las cosas — empezó a hablar maldiciones en voz baja mientras caminaba a la cocina a tomar una cerveza, o al menos eso entendí.

— ¿Qué le pasa? — le pregunté a Emmett.

— Déjalo, debe asimilar que su niña consentida va a ser mamá del hijo de un hombre casado, que apenas tienes diecinueve años, que eres algo inmadura y que él ya está viejo y pronto lo llamaran "abue".

— No eres gracioso — le contesté — crees que lo eres, pero no.

— No, no — dijo mi padre regresando de la cocina — tiene razón en todo, ¿ya lo pensaste bien? Vas en tu primer año de universidad, es una responsabilidad muy grande.

— Sé que es una gran responsabilidad, que detendrá por lo menos un año mis estudios, que un bebé no es un juguete, que come, necesita comida y todo eso pero… es mi hijo, mío y de Edward y él me apoya, no sabes lo feliz que está. Juntos vamos a salir adelante, su familia nos apoya, Emmett nos apoya, el divorcio no tardará en llegarle, solamente falta que su abuelo acepte que me enamoré de ese hombre y que él me ama a mí, y que aunque suene cursi, y aunque yo no lo soy para nada, sé que esto será eterno, así que dime ¿puedes perdonarme de nuevo? ¿Puedes aceptarme en esta casa con todo y mi hijo y con Edward incluido? ¿O me regreso a la cabaña de Esme?

Sentí las lagrimas correr por mis mejillas, Charlie miraba fijamente su lata de cerveza, por un momento me sentí ignorada pero sabía perfectamente que había escuchado todas y cada una de mis palabras. Me mordí el labio esperando una respuesta, quería que hablara de una vez, que me dijera si podía seguir siendo su hija, o si lo había defraudado de nuevo.

— Al diablo, eres mi hija — dejó la lata de cerveza en la mesita de centro, se levantó y me abrió los brazos. Sonreí ampliamente y me levanté para abrazarlo también, sollocé contra su pecho mientras él me besaba la frente, pero eran lágrimas de felicidad, porque al final todo iba a estar bien, y quizás también porque mis hormonas empezaban a jugarme malas pasadas.

— Aw que lindo cuadro — dijo Emmett — yo también quiero.

Emmett nos abrazó a los dos, apretándome en medio de ambos. Quise salir corriendo a casa de Edward para decirle lo que había pasado, pero Charlie no me dejo, dijo que era ya muy tarde para que anduviera sola, y cuando Emmett se ofreció a llevarme, argumentó que no era tanta la urgencia de ver a "ese tipo". Sabía que tendría que lidiar con el hecho de que mi padre odiara a mi novio, pero estaba segura que con el tiempo Charlie se daría cuenta de que no había en este planeta un hombre mejor para mí que Edward Cullen.

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— Edward por favor — suplicaba Alice por enésima vez.

— Ya te dije que no Alice.

Estábamos en casa de Edward estudiando para los exámenes finales, antes de dar paso a las vacaciones de invierno. Después de haber estado unos días fuera, habíamos regresado a terminar el semestre. Edward seguía siendo mi maestro, y a pesar de lo que había entre nosotros dos, jamás permití que me ayudara en ningún tipo de trabajo o examen. No es que me lo hubiera ofrecido, pero a veces lo veía titubear cuando hablábamos del infernal examen que nos pondría. Mi embarazo iba de maravilla, tenía mes y medio y aun no se me notaba nada, pero sabía que cuando regresara se me empezaría a notar, y entonces las habladurías empezarían sobre quién era el padre de mi hijo. Pero nadie lo sabría al menos hasta que decidiéramos si mudarnos o quedarnos y enfrentarnos al pueblo de Forks.

— ¿Qué te cuesta? No es nada difícil — protestó Alice de nuevo.

— No es lo difícil que sea, es que no quiero hacerlo.

— Pero ¿Por qué no? — Alice hizo un puchero — soy tu hermana ¿no?

— Desgraciadamente — bromeó Edward.

— ¿Me quieres?

— Digamos que te aprecio.

— Entonces ¿Por qué no?

— No Alice, y no insistas, no lo voy a hacer.

Yo solo era una espectadora en su pelea, vi como Alice le pegó al piso con uno de sus zapatos y luego desapareció escaleras arriba. Mientras por la puerta Esme y Carlisle venían llegando.

— ¿Qué le pasa a tu hermana?

— ¡Pasa que tengo un hermano incompetente! — gritó desde arriba.

— ¿Qué le hiciste? — preguntó Carlisle.

— No ayudarle a hacer trampa en el examen de español — respondió Edward — quiere que le robe el examen al profesor y se lo preste.

— ¡Alice! — la llamó Carlisle, ella apareció en lo alto de las escaleras — ¿es eso verdad?

— ¡Chismoso! — gritó y luego desapareció, una idea loca vino a mi mente y comencé a reírme, Esme, Carlisle y Edward me miraron, así que les expliqué.

— Es que, en mi situación he estado algo bipolar, en un momento estoy triste, y luego me rió para después enojarme y luego volver a llorar, y me imaginé a Alice en un futuro en mi estado.

— Compadezco al padre de sus hijos — dijo Edward.

— ¡Te escuché! — se oyó desde arriba la voz de Alice.

— ¿Y cómo lo estas manejando querida? — preguntó Esme sentándose junto a mí.

— Bien, creo, a fin de cuentas mi hermano y mi padre son los que me soportan — reí, recordando la almohada que había estampado en el rostro de Emmett cuando se burlo de mi, parecía que el embarazo me daba más fuerza — lo molesto son las nauseas matutinas y los antojos.

— Oh recuerdo los antojos de Esme — dijo Carlisle — con Edward se le antojaba lo picoso, un día le preparé apio crudo con salga picante, y con Alice era lo dulce, una noche salí al mini súper a las tres de la mañana a traerle un panque con chocolate.

— Ahora comprendo porque soy una dulzura y Edward tan amargado — Alice bajó las escaleras y se unió a la plática, el único que estaba como ido era Edward.

— Bueno pues yo mande a Emmett por una cerveza sin alcohol a las once de la noche, es lo más tarde que me ha dado un antojo… hasta ahora.

Edward suspiró y se levantó del sofá para irse al ventanal trasero.

— ¿Ya pensaron en un nombre? — preguntó Alice.

— No, es muy pronto, Edward y yo no hemos pensado en eso aun.

— ¿Quieres saber qué será? — pregunto de nuevo mi cuñada.

— No lo sé, supongo que cuando llegue el momento querré saberlo.

— Yo ya lo sé. ¿Quieres saber? — abrí la boca y Edward volteó a ver a su hermana.

— ¡No! — dijimos los dos al mismo tiempo.

— Está bien, pero antes de que vayas al médico para que te lo diga déjame decírtelo ¿sí? — me sonrió y puso esos ojitos a los cuales no les puedes negar nada.

— Claro — fue todo lo que dije, miré a Edward pero este ya había salido al patio trasero. Me disculpe con mi nueva familia y seguí a Edward, estaba sentado en un tronco y recargado sobre un árbol, caminé hasta el con mucho cuidado, ahora más que nada debía cuidar mi equilibrio y no caer.

— ¿Qué te pasa Edward? — pregunté sentándome junto a él y tomando su mano.

— No es justo — contestó con un suspiro, no entendí a que se refería, pero no necesite volver a preguntar para tener su respuesta — yo debería ser el que vaya a buscarte lo antojos por las noches, no Emmett, también debería sostenerte el cabello cuando vomites o agarrarte cuando te marees. Hasta Alice sabe más de mi hijo que yo.

Suspiré, tenía razón, yo también quería que él fuera el que estuviera junto a mi todo ese tiempo. Así es como debería ser.

— ¿Qué pasará cuando tengas más tiempo y el bebé empiece a patear? — suspiré — solo espero la maldita sentencia para hacerlo todo bien.

— ¿Todo bien? ¿A qué te refieres? — pregunté temiendo lo peor, bien, tal vez no lo peor, pero si sabia más o menos por donde iban sus intenciones.

— Ya con la sentencia de divorcio en mano, podré pedirle a tu padre tu mano en matrimonio — sonrió, sus ojos brillaban mientras me miraba, y yo quedé pasmada.

— ¿Matrimonio? — Y si, era lo que me temía, no me quedaba muy claro porque si estaba saliendo de uno, ya estaba pensando en otro tan pronto — ¿es necesario?

— ¿No te quieres casar conmigo? — preguntó un tanto ofendido.

— No — contesté.

— Oh, ya veo — respondió mirando al suelo.

— Quiero decir, en los dos matrimonios en lo que he estado involucrada no han salido muy bien — me miró sorprendido, así que le aclaré — me refiero al tuyo y al de mis padres.

Asintió despacio. — Pero tú y yo no somos como tus padres, y definitivamente tú no eres como Tanya.

— No lo puedes asegurar, quizás en cuanto nos casamos te exija una mansión en Hawái — dije tratando de persuadirlo de su absurda idea.

— Te la daría — me dijo bromeando, él se tomaba esto como una broma — todo lo que me pidas, te lo daré.

— No me estás comprendiendo, le tengo un pavor al matrimonio, no a ti o a pasar el resto de mi vida a tu lado, eso es lo que más quiero pero…

— Harías conmigo un compromiso para toda la vida de palabra, pero firmado ante un juez o ante Dios no ¿cierto?

— Sí, bien ya nos entendimos — sonreí satisfecha.

— ¿No hay manera de hacerte cambiar de opinión?

— No creo que haya nada que me haga caminar por un pasillo vestida de blanco — me estremecí de solo pensarlo.

— Ya veremos — sonrió y me asusté, Edward tenía un increíble poder sobre mí, parecía hipnotizarme, cada que me miraba me perdía en sus ojos verdes y quizás era capaz de persuadirme sobre este absurdo tema del matrimonio. Pero yo estaba segura que no.

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La navidad llegó antes de lo que imaginamos, la nieve comenzó a cubrir Forks desde antes de terminar con los exámenes finales, en los cuales Alice no necesitó que su hermano se robara ningún examen. Yo por supuesto no le había seguido la corriente a Rosalie en cuanto a lo de las porristas, mi embarazo era el pretexto perfecto para quitármela de encima con ese asunto. Emmett, Jasper, Rose y yo la pasábamos la mayor parte del tiempo en casa de Edward, así fue como, bajo las ordenes de Alice terminamos adornando la casa.

— No, no, Edward entiende, verde, rojo y blanco, no rojo, blanco y verde — le dijo a mi novio que acomodaba las esferas en la línea de luces que colgaba de la chimenea.

— ¿Qué tiene de malo rojo, blanco y verde? — Edward alzó una ceja.

— No combina, el blanco en medio se ve mal, hazlo como yo te digo o no lo hagas.

— Alice, deja que tu hermano decore como él quiera — le dijo Carlisle quien acomodaba las Nochebuenas en el pasamanos de la escalera.

— Es que papi — Alice hizo un puchero, pero cuando la puerta sonó anunciando la llegada de los Hale, se le olvido la decoración y corrió a abrir. Regresó a la sala tomando la mano de Jasper.

Sentí el olor a galletas recién orneadas desde la cocina, y no pude evitar ir al encuentro de Esme.

— Pasa cariño — me dijo una vez que me paré en la puerta — ¿quieres una?

— Definitivamente — contesté tomando un vaso y sirviéndome un poco de leche, Esme me sirvió un par de enormes galletas en forma de pino de navidad. Comí mientras Esme seguía decorando las demás galletas.

— Están deliciosas — halagué las habilidades de Esme con las galletas.

— Gracias cariño, Edward me ha dicho que cocinas delicioso, quizás algún día las podamos hacer juntas.

— Claro que si — respondí encantada.

— ¿Cómo la están pasando allá afuera?

— Alice nos tortura — me quejé — pero es agradable, solo falta que mi padre aceptara la invitación para Nochebuena y podría decir que mi familia está completa.

— Pues me encargaré de invitarlo personalmente, no podrá decirme a mí que no, es necesario que los consuegros se conozcan.

— Si bueno, quizás no acepte eso todavía, aun quiere asesinar a Edward.

— Lo comprendo, pero solo el tiempo ayudara a Charlie a entender que ustedes se aman.

Carlisle apareció por la puerta de la cocina, a espaldas de Esme intentó tomar una galleta, pero Esme volteo y le pegó en la mano.

— Aun no están — regañó.

— Me dolió — se quejó Carlisle, con el abrazo por atrás, poniendo su cabeza sobre el hombro de Esme — a ella le diste.

— Sí, ella está embarazada y se le antoja, tu puedes esperar — Esme depositó un beso en la mejilla de su marido pero el busco sus labios, retiré la mirada del par de enamorados para darles un poco de privacidad y me concentré de nuevo en mis galletas.

— Discúlpalo — dijo Esme, cuando la miré noté que Carlisle ya se había ido.

— ¿Cómo supiste que estaba detrás de ti?

— Después de tantos años de matrimonio conozco hasta la forma en que camina de puntitas — el rostro de Esme estaba sonrojado, y sus rostro se ilumino mientras hablaba de Carlisle.

Me di cuenta entonces que yo quería esto, en el futuro quería una relación estable como la de los padres de Edward, donde a pesar de los años y la convivencia, Edward me siguiera viendo como Carlisle miraba a Esme, donde nos reuniéramos con nuestro hijo alrededor del árbol navideño, con sus abuelos, incluido Charlie. Quería una familia.

Edward entró en la cocina con un folder amarillo, mirándome fijamente mientras mordía mi galleta.

— Jason Jenks acaba de llegar — tragué rápidamente el trozo de galleta y me puse de pie, se suponía que eso eran buenas noticias ¿o no?

— ¿Qué paso? — pregunté incapaz de preguntar algo más.

— Me trajo la sentencia de divorcio — Edward sonrió, y sentí que mi alma dejaba mi cuerpo, pero cuando sentí sus brazos alrededor de mi cintura sentí que regreso de inmediato — oficialmente, estoy divorciado de Tanya.

Susurró en mi oído, me besó despacio, como una señal de alivio después de todo lo que habíamos pasado, sentí sus labios dulces y cálidos contra los míos, su lengua me pidió permiso para entrar y se lo concedí totalmente, hundí mis dedos en su cabello acercándolo más a mí. Era increíble que después de tantos besos, aun fuera capaz de hacer que mi corazón latiera tan rápido y al mismo tiempo casi se detuviera.

Cuando nos separamos para tomar aire, me di cuenta de que Esme no estaba en la cocina, nos había dado algo de privacidad.

— Ahora si puedo hacer las cosas bien — sonrió, recordándome aquella conversación en el patio trasero.

— Claro, Edward hablando de eso… — tomé aire, los nervios de pronto me invadieron.

— ¿Si?

— ¿Quieres casarte conmigo?