Dark Chat

domingo, 30 de enero de 2011

Guerrero del Desierto

CAPITULO IV

Edward tensó convulsivamente el brazo que tenía alrededor de la cintura de Bella y el fuego en sus ojos escapó a su control.

-No, esta vez seré yo quien cabalgue sobre ti -y diciendo esto hizo que se girara y la tomó en sus brazos sin esfuerzo alguno-. Larga y lentamente. Tú tendrás tu oportunidad más tarde -y la besó para sellar la promesa.

La depositó sobre las sábanas después de retirar la manta. Por primera vez, Bella lo veía completamente desnudo. Era grande. Hasta ese momento, no había pensado en la gran diferencia que había entre ellos.

Los ojos de Edward se cruzaron con los de ella y comprendió la mirada aprensiva de ella.

-No te lastimaré, Mina -dijo él subiéndose a la cama y cubriendo el cuerpo de Bella con el suyo. El peso era como una caricia de cuerpo entero, una fiesta para los sentidos.

-Siempre me llamas Mina cuando quieres salirte con la tuya -dijo ella separando las piernas y abrazándolo con ellas.

Edward compensó la confianza que ella había depositado en él deslizando las manos bajo su cintura y agarrándolo del trasero.

-Siempre me saldré con la mía a partir de ahora.

Aquella afirmación era absolutamente inequívoca, igual que su erección.

Entonces la besó, jugueteando con la lengua. Bella supo que estaba preparada. Se había sentido húmeda antes cabalgando sobre su muslo. Lo sabía pero dejó que le besara el pecho.

-Cuidaré de ti, Mina -dijo él con voz ronca.

La tomó por las caderas y empujó al mismo tiempo que metía en su boca un pezón sonrosado como una fresa y lo chupaba con fruición. Estaba duro. Bella gritó y se resistió ante la avalancha de sensaciones, facilitándole sin querer el camino a Edward. Este penetró en ella rompiendo la delgada membrana que protegía su inocencia. Dio entonces un grito ahogado, el cuerpo terso.

Tres embestidas tormentosamente lentas después, Bella le rogó que fuera más rápido.

-Eres demasiado impaciente -la riñó él, pero su cuerpo relucía con las gotas de sudor y ella era consciente de la forma en que este se estremecía en un intento por aguantar hasta el máximo.

Bella le mordió el hombro cuando el deseo alcanzó el clímax y entonces sintió que explotaba por segunda vez esa noche. Sobre ella, Edward se puso rígido en el momento de alcanzar su propio orgasmo.

Se despertó hacia el amanecer con los gruñidos de su estómago. Entonces se dio cuenta de que, con los nervios, no había comido nada desde que dejara Nueva Zelanda. Intentó cambiar de posición en la cama, pero vio que no podía. Una pesada pierna de hombre la estaba aplastando de cintura para abajo mientras que un posesivo brazo hacía lo mismo con el pecho. El estómago volvió a gruñir.

-Edward -dijo ella girando la cabeza y dándole un beso en el cuello. Bajo sus labios sintió la piel cálida del desierto salada por los restos del amor-. Despierta.

Por respuesta, Edward gruñó y la abrazó con más fuerza. Suspirando, Bella le puso las manos sobre los hombros y lo sacudió.

-¿Ya tienes ganas de cabalgar, Mina?

La pregunta, proveniente del hombre adormilado, tiñó de rojo brillante sus mejillas. En ese momento, lejos de sentir la pasión de horas antes, no podía creer su atrevimiento.

-Quiero comer. Estoy muerta de hambre -dijo ella frunciendo el ceño.

Edward se rió entre dientes y giró sobre su cuerpo arrastrándola a ella también. Terminó tumbada sobre el pecho de Edward. Este la miraba desde el fondo de sus ojos entreabiertos.

-¿Y qué me darás a cambio?

-Paz -dijo ella al oír un nuevo gruñido, más sonoro esta vez, de su estómago.

-Ah, Mina, como siempre tan sorprendente -dijo él dando un largo suspiro-. Iré a ver qué puedo encontrar.

La dejó a un lado con sumo cuidado y salió de la cama. Bella no pudo evitar mirarlo: los músculos bien definidos de su espalda se movieron cuando se apoyó para levantarse y se dobló para tomar la bata que le había quitado a ella de las manos por la noche.

-¿Te gusta lo que ves? -preguntó él sin girarse.

-Sí -contestó ella, sonrojándose de nuevo.

Edward quedó complacido con la respuesta. Bella lo vio sonreír cuando se dirigió hacia la puerta envuelto en la bata.

-¿Adónde vas?

-Hay comida en el comedor. Te la traeré aquí.

Edward regresó al poco y, sin decir nada, puso una bandeja llena de comida en el centro de la cama y se tumbó en un extremo, como una pantera perezosa, a verla comer.

-¿Entonces, cuál es mi nombre ahora? -preguntó ella tras haber saciado un poco el apetito.

-Isabella Cullen al-Huzzein Swan-Donovan Zamanat.

Bella abrió los ojos desmesuradamente y se detuvo a medio camino de llevarse algo a la boca. Dejó incluso de masticar.

-¡Santo Dios! Vaya nombre largo. No sabía que tuviera que conservar mi apellido de soltera.

-Siempre se ha amado y respetado a las mujeres en Zulheil-contestó él estirándose lentamente-. Por eso no les pedimos que se conviertan a nuestra religión después del matrimonio. La elección es tuya.

Aquellas palabras fueron como un tibio bálsamo en su interior. Sí, estaba segura de que había esperanza con él.

-Entonces, ¿Donovan era el apellido de tu madre? Una sombra planeó sobre la mirada de Edward pero su respuesta no fue dura.

-Cuando tengamos un hijo, él o ella llevará Cullen al-Huzzein Swan Zamanat en su nombre. Cullen Al-Huzzein Zamanat es el nombre de la raíz paterna, pero los hijos siempre llevan también el nombre de la madre.

-Tienes sus ojos -dijo ella al comentario de la nacionalidad de su madre.

-Sí. Y. ..-Edward se detuvo. Cuando Bella alzó la vista, vio la sonrisa peligrosa de él-. Algunos dicen que también tengo su temperamento. Ya sabes que era inglesa.

-Son gente de carácter -accedió ella tomando un albaricoque seco y dándoselo a él. Edward la tomó por la muñeca en un vertiginoso movimiento y le chupó los dedos, como si fuera un gran gato relamiéndose después de comer. En ningún momento dejó de mirarla a los ojos.

-Debes echarlos de menos -continuó ella.

-Se han ido. Ahora tengo que conducir a mi pueblo. No tengo tiempo para vivir de luto -Edward desvió la mirada hacia las sombras.

-Basta de charla -dijo al tiempo que la tumbaba en la cama.

Edward no quería hablar de sus padres. El dolor por su muerte había sido muy intenso. Lo que había descubierto tras el accidente lo había hecho enloquecer de dolor. Su hermosa y amorosa madre se estaba muriendo de cáncer. Sus padres volvían de la clínica cuando tuvieron el accidente.

La mujer en la que más había confiado en su vida le había guardado un secreto antes de morir. Tenía muchas cosas que contarle, pero como no había confiado en él lo suficiente para que le guardara su secreto, ya no tendría jamás la oportunidad. Y nunca sabría si habría podido hacer algo que hubiera evitado la tragedia.

Ahuyentando los recuerdos, aplastó a Bella contra el colchón, complacido ante la aceptación instantánea de esta. No había secretos en el placer que sus cuerpos encontraban. Despreció la idea de que no podía existir semejante pasión sin consecuencias emocionales, incapaz de reconocer que aquella mujercita, con sus suaves sonrisas y su voluptuosa sensualidad, lo hubiera calado ya en los rincones más ocultos de su alma.

-¿Te duele?

Edward notó que Bella se ruborizaba a juzgar por el tacto ardiente de su piel. El corazón le latía desbocado.

-No -contestó ocultando el rostro en el cuello de él.

-No te forzaré, Mina. Nunca tomaré algo que no me des por voluntad propia -dijo él acariciándole la espalda y depositando un río de besos en su garganta, saboreando su sensual suavidad. Las deliciosas curvas de Bella le hacían desear conquistar sus secretos femeninos con toques lánguidos y placenteros.

-¿Y yo puedo forzarte?

Edward quedó sorprendido ante el susurro sugerente, y al momento sonrió.

-Entonces, ¿tanto me quieres, esposa mía?

-Sabes que sí -contestó ella mirándolo con unos ojos que lanzaban llamaradas de deseo, algo totalmente inesperado y delicioso.

Dos días después, Edward entraba en una de las torretas que rodeaban su suite justo en el momento en que Bella levantaba los brazos y decía:

-¡Perfecta!

Acristalada en tres cuartas partes, la luz del sol entraba a raudales. Edward sintió que el cuerpo se le tensaba. Pensamientos enterrados hicieron tambalear sus defensas. Era verdaderamente sencillo para aquella mujer apoderarse de su corazón otra vez.

Preocupado al reconocer su gran vulnerabilidad frente a una mujer que no le había mostrado su lealtad en el pasado, luchó por ahuyentar la ternura que el encuentro había despertado.

-¿Qué es perfecta? -preguntó por fin.

Sobresaltada, Bella quedó petrificada al encontrarse con la mirada insondable de Edward. Su poderoso carisma parecía haber aumentado durante la hora que habían estado separados.

-Esta habitación -consiguió decir-. Había pensado que podría utilizarla como lugar de trabajo. ¿Te parece bien?

Edward dio un paso hacia ella.

-Esta es tu casa, Mina. Haz lo que desees.

-Gracias -contestó ella dirigiéndose hacia una de las ventanas que daba a su jardín privado-. Este lugar sería perfecto para que pintaras. ¿Dónde está tu estudio?

La vibración en el suelo bajo sus pies desnudos le indicó que se estaba acercando a ella. Segundos más tarde, le puso las manos en los hombros e hizo que se girara.

-Soy un jeque, Mina. No tengo tiempo para esas cosas.

-Pero a ti te encanta pintar -contestó Bella frunciendo el ceño. Guardaba el retrato que le había hecho en Nueva Zelanda. Se había convertido en un talismán que siempre le había recordado su sueño.

-No siempre tenemos lo que adoramos.

-No -respondió ella de acuerdo, conmovida por el comentario implacable.

Su Edward, que una vez tuvo un corazón sensible capaz de dar amor de verdad, estaba enterrado bajo una fachada de piedra en la forma de aquel jeque. Bella volvió a tener dudas sobre su capacidad para llegar a él aunque trató de luchar por evitarlas.

-No tenemos tiempo para hacer un viaje de bodas, pero tengo previsto visitar una de las tribus del desierto mañana. Vendrás conmigo.

No le estaba dando oportunidad, pero Bella tampoco quería que lo hiciera. Había pasado cuatro años lejos de él y ya era suficiente tiempo.

-¿Adónde vamos? -preguntó ella sintiendo la piel al rojo.

-Esta mañana te marqué -dijo Edward pasando los dedos por un lugar especialmente sensible.

-No me di cuenta cuando me puse la camisa -contestó ella llevándose el brazo hacia la garganta y tocando la mano de él.

-Eres mía en todos los sentidos, Mina -dijo él lanzándole una inescrutable mirada de color verde.

Ella no sabía qué decir ante el tono posesivo de Edward. Le asustaba un poco ser la mujer de ese hombre peligroso. A veces, el Edward que recordaba aparecía, pero la mayoría de las veces lo único que le permitía ver era una brillante y fría máscara.

-Tu piel suave y blanca, mi Bella -continuó él con voz ronca que la tranquilizó un poco.

Se veía capaz de enfrentarse al deseo que le mostraba Edward, pero cuando se ocultaba tras su muro defensivo, deseaba gritar de frustración.

-Es fácil dejar marca en ti -añadió.

-Edward, qué... -comenzó sorprendida al ver que Edward comenzaba a desabrocharle los botones de su camisa azul.

Este ignoró los dedos temblorosos de ella. Bella miraba con los ojos muy abiertos cómo inclinaba la cabeza y le lamía el pecho. Era una sensación arrebatadora. El cuerpo de Bella era como una llama, el tacto de él la chispa que prendía la llama. Pero el contacto duró un momento.

Edward le tomó la mano y la llevó hacia el lugar donde su contacto había dejado una pequeña marca roja.

-Mira esta marca: eres mía, Mina.

Bella lo miró, perpleja ante aquella demostración de posesión, aunque también se sintió excitada como nunca habría imaginado.

-Sigue pensando en ello -añadió Edward-. Esta noche colmaré nuestro deseo -y diciendo esto se dio la vuelta y salió de la habitación.

El día siguiente amaneció con un cielo cristalino. Salieron de Zulheina en una limusina camino al interior de Zulheil. Desde allí, tendrían que seguir el viaje en camello hasta el pequeño pero importante asentamiento de Zeina.

-¿Quiénes son esas personas que nos siguen? -preguntó a Edward cuando hubieron abandonado el palacio.

-Nos acompañan tres de mis ministros -dijo él haciéndole señas con el dedo para que se acercó a ella. Bella sonrió y fue a sentarse junto a él. Ella acurrucó junto a su cuerpo. A diferencia de la intensidad dura de su pasión la noche anterior, en ese momento parecía relajado, contento de poder abrazarla.

-Al final del camino, nos encontraremos con dos guías que nos enviarán desde Zeina para conducirnos hasta el poblado.

-Parece que está aislado.

-Así somos. No somos nómadas, como los Beduinos, pero la mayor parte de nuestras ciudades son pequeñas y están aisladas.

-Ni siquiera Zulheina es una gran ciudad, ¿verdad?

Tomando el extremo de la trenza, le soltó el cabello. Bella apoyó la cabeza en su pecho y se regocijó en la inesperada expresión de afecto. Sin ir más lejos, el día anterior no habría creído que pudiera disfrutar de algo así con él.

-No. Abraz es la ciudad más grande, la ciudad que mostramos al resto del mundo, pero Zulheina es la joya del reino.

-¿Por qué es Zeina tan importante?

Edward le acarició la nuca y comenzó a pasar los dedos por la piel sensible lentamente. Ella se arqueó a su contacto como un gato.

-Ah, Mina, eres una contradicción -contestó él con un tono divertido que la hizo ladear la cabeza para mirarlo a los ojos.

-¿A qué te refieres?

-Tan liberada y desinhibida en mis brazos y tan tímida en público -contestó él tocándole los labios entreabiertos-. Una combinación deliciosa.

-¿Por qué sé que vas a decir algo más?

-Me encanta desnudar tu fachada de dama en mi imaginación. Es muy agradable pasar el tiempo planeando exactamente cómo conseguiré hacerte gemir.

-Entonces, cada vez que te mire pensaré que estás pensando en eso -dijo ella sonrojándose.

-Probablemente estarás en lo cierto -contestó él con una mirada risueña que la avisaba de sus intenciones, y un segundo después sus labios se unieron.

-Cuéntame cosas de Zeina antes de que te pongas a trabajar.

Edward miraba complacido el movimiento oscilatorio de sus pechos.

-Zeina es uno de nuestros mayores proveedores de Rosa de Zulheil. Por alguna razón aún desconocida, la gema solo se da a lo largo de los depósitos de petróleo. Es un cristal extraño.

-Parece injusto.

-Podría ser, pero a través de los siglos, las tribus de Zulheil fueron estableciendo un sistema que posibilitaba que todas aquellas gentes que habitaran cerca de semejante regalo de la naturaleza pudieran beneficiarse. Por ejemplo, la Rosa de Zulheil sale de Zeina en estado puro. De ahí pasa a manos de dos tribus del norte donde se preparan los mejores artesanos del país.

Bella sabía que el orgullo de Edward estaba justificado. Los artesanos de Zulheil estaban considerados auténticos magos.

-Espera un momento -dijo ella frunciendo el ceño-. Si el cristal solo se encuentra cerca de los depósitos de petróleo, ¿Por qué no es Zulheina un centro petrolífero importante?

-Zulheina es extraña en más de un sentido. Por contradictorio que parezca, nuestros ingenieros y geólogos insisten en que no hay ni una gota de petróleo en la zona -informó Edward-. Así que consideramos el palacio de cristal como un regalo de los dioses.

-No te lo puedo discutir. Es verdaderamente hermoso. ¿Cuál es el propósito de este viaje?

-Somos un pueblo que está muy desperdigado. Intento visitar a todas las tribus al menos una vez al año -contestó él estirando sus largas piernas-. Y ahora, me temo que tengo que leer estos informes, Mina -gesticuló hacia un montón de papeles que había sacado de unos de los bolsillos laterales de la puerta.

Ella asintió pensando en todo lo que le había dicho Edward. Estaba claro que mientras no le confiara su amor, no compartiría con ella los negocios del reino. Por primera vez en su vida, sintió que era parte de algo grande, no meramente una observadora. Con esperanzas renovadas en su corazón, sacó un bloc de dibujo de su bolso y comenzó a diseñar un vestido de luz de luna y plata.

Edward observaba por encima de sus papeles cómo la mano de Bella se movía con graciosos trazos. Parecía inmersa en su labor, la boca en una posición que le sugirió algo que llamó su atención. Estaba fascinado.

Cuando se conocieron, ella era estudiante, pero no le gustaba lo que la habían obligado a estudiar. Cuatro años después, se la veía inmersa en sus pensamientos. Aquella era la primera vez, y se dio cuenta, maravillado, que se encontraba cara a cara con la mujer en que Bella se había convertido.

-¿Puedo verlo? -preguntó, deseando saber más cosas de la nueva Bella, la mujer que amenazaba con atraparlo en una red mucho más fuerte que la que pareció seducirlo cuatro años atrás.

Ella lo miró con unos asombrados ojos color chocolate, y entonces floreció una de sus sonrisas.

-Si quieres.

Ante el gesto tímido de bienvenida a su mundo, Edward se sentó junto a ella, y puso su brazo a lo largo del respaldo del asiento.

-Un vestido de noche.

-Pensaba que podría usar un tejido con hilos de plata.

Edward notó la suavidad del pelo de Bella en sus dedos y se inclinó para mirar con más atención los trazos del dibujo.

-Tienes mucho talento; Es precioso.

-¿De verdad? -preguntó ella con las mejillas al rojo vivo.

Había anhelo en la necesidad que trataba de disimular. Edward se dio cuenta de cómo se había mostrado Bella a la defensiva cuando le preguntó por el tema del diseño: había sido la reacción de alguien que nunca ha recibido apoyo para sus inquietudes. Una especie de ternura furiosa por ella se despertó en su interior. Sintió unos deseos tan fuertes de castigar a aquellos que la habían herido, alejándola de él, que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarse.

-De verdad. No deberías tener problema para encontrar el tejido que deseas en el envío que recibiremos el próximo mes proveniente de Razarah -dijo Edward.

De hecho, él mismo se aseguraría de que incluyeran montones de piezas de tejidos diversos para que ella los examinara.

-Cuéntame más cosas sobre tus diseños -prosiguió Edward.

Y así lo hizo Bella, con los ojos relucientes de la alegría. Para Edward el viaje pasó como un suspiro en la agradable compañía de Bella. Desde que había subido al trono, nunca se había permitido ser él mismo con nadie. Y Bella, con su risa y sus sueños lo animaba a relajarse a jugar. Pero, ¿confiaba en ella lo suficiente para dejarse llevar hasta ese punto?

Phonography

Talvez, quizás

Me había sorprendido la llamada de Jessica, no nos veíamos de la navidad y había sido pura casualidad, aunque ella había sido mi mejor amiga en la infancia ahora solo nos mandamos mail y regalos para los cumpleaños, santos y fiestas típicas. Así que cuando me llamó me dejo anonadado, más cuando me pidió que almorzáramos juntos mañana — ¿Por qué tanta urgencia? —le había preguntado yo y ella se había reído — tengo que confesarte algo que llevo años guardándome —había sido su respuesta y me dejo perplejo pero con ella nunca se sabía si estaba hablando en serio o estaba tirando la broma.

Así que la curiosidad mato al gato y aquí estaba esperándola en el restaurante que me había indicado. Jessica era puntual, apareció por la puerta justo cuando el reloj marco la una de la tarde. Me reí al ver que seguía tan despistada como siempre, paso por mi lado buscándome entre la gente y de verdad necesitaba ir al medico para que le recetaran lentes con urgencia. Me levanté y la sujete por el brazo.

— Jessica —la llamé y ella se giró, la sonrisa se dibujo en el rostro y me abrazo.

— ¡Edward! —grito emocionada atrayendo la atención del resto de la gente.

— No has cambiado en nada cegatona —le contesté de vuelta y ella me saco la lengua en respuesta.

Tenía razón ella seguía siendo igual a pesar de los años seguía siendo una niña inmadura pero demasiado persistente, creo que por eso nos habíamos convertido en buenos amigos. Dejo su cartera a un lado mientras tomaba asiento frente a mí.

— ¿Y bien que es lo que quieres confesar después de tantos años? —le pregunté serio y alarmado. Ella se rió

— Bueno no sé si quieras enterarte digo después de tantos años, no sé si quiero arriesgarme a perder tu amistad —me contestó toda intrigante y mi corazón se congelo ante sus palabras. ¿Sería posible lo que alguna vez alguien me dijo?

Pasaron unos minutos en donde me miraba de forma exhaustiva e inquisidora. Como odiaba que hiciera eso me sentí completamente intimidado y las películas no pudieron evitarse. Traté de apagar mis teorías, y baje la vista al mantel rompiendo el contacto visual con ella y la carcajada que profirió me dejo aún más confundido.

— ¡Relájate! ¡No es lo que estas imaginándote! —exclamó tomando aire y continuó —De verdad no quiero herir tu orgullo pero fíjate que la confesión va por otro lado —me dijo tomando un sorbo de la copa de agua que estaba a un costado.

— ¿Y cuál sería? —le pregunté ya más repuesto y aliviado. Lo último que me faltaba era una confesión de mi mejor amiga, sí Jessica también me confesaba su amor seria la gota que rebalsada el vaso de mi vida.

— Me llamó Bella —explicó y entendí a que se refería con "confesión" había aceptado ser su abogada.

— Ya veo —le contesté más suelto y nos quedamos mirando.

Ella se rió nerviosa y tenía ese brillo en los ojos que me confirmó que había sido buena idea no haberla involucrado en esto por mi parte al menos.

— Ya te puedes imaginar que estoy aquí mitad como tu amiga, mitad como abogada. Aunque francamente estoy más que molesta dolida —notó —me remplazaste por ese estúpido abogado de pacotilla que para tu información era el último de la clase —me explicó y suspiré.

— Vamos Jessica sabía que te rehusarías a entablar la demanda contra ella o ¿me equivoco? —le pregunté jugando con mis dedos en la mesa.

— No te equivocas, en cuestiones de familia siempre prefiero los "consensos". Créeme Edward no quieres exponer a tu hijo de dos años a un juicio de custodia —exclamó un poquito irritada.

— No me dejo alternativa no voy a permitir que trate de jugar a la casita feliz con mi hijo en un país distante mientras yo tengo que quedarme al margen… Jacob no será el padre sustituto de mi hijo, eso sí que no —juré desafiante.

— Mmm... —Exclamó divertida como si hubiera descubierto algo —entonces es una cuestión de que "hombre" vive bajo el mismo techo que Bella —conjeturó.

— Es más que eso —me defendí

— Te has vuelto demasiado machista con los años y pensar que solo tienes veinte y seis que te quedará para cuando tengas treinta y seis años. En fin… —suspiró mirando hacía un costado y conocía demasiado bien esas dos palabras acompañadas de ese suspiró al vacío.

— ¿En fin qué? —cuestioné enseguida.

— Nada supongo que tendremos que vernos en la audiciencia el miércoles —me dijo e iba a levantarse de la mesa cuando la detuve por la muñeca

— ¿Eso era todo? ¿No habrá discurso ni apoyo de género? —le pregunté suspicaz y ella se rió. Se sentó en la mesa y me miró

— ¿Qué estarías dispuesto a negociar? —averiguó.

— Nada, porque voy a ganar —le contesté y ella se rió aún más fuerte.

Acto seguido saco de su maletín una carpeta y me la puso en frente. Enarco una ceja sugerente para que la abriera. Apenas lo hice me di cuenta de sus intenciones. Eran al menos una treintena de fotografías mías unas bastante íntimas con al menos seis mujeres distintas y una que se repetía: Ángela.

— ¿Te gusto mi discurso de género? —me preguntó suspicaz con ese tono inocente de niña buena y tal vez debí tenerla de mi lado y no del lado opuesto.

No por nada se había graduado con honores de la maldita escuela de leyes. Me quede mirando las fotografías en silencio.

— ¿De dónde las sacaste? —pregunté al fin luego que termine de verlas. Y aunque eran antiguas el peso de aquella verdad era irrefutable.

— Digamos que no tienes mucha barra en la familia Swan —confesó con una risita de suficiencia.

Recordé a la madre de Bella y esa señora era incluso peor que Jessica así que unidas no debía extrañarme que se potenciaran, para mi desgracia.

— Bien ahora que tengo tu atención vuelvo a preguntarte ¿Qué estas dispuesto a negociar?

— Custodia compartida, mitad y mitad

— Tiene apenas dos años, vas a hacer que viva tres días contigo y cuatro con ella ¿Y quieres que logre sobrevivir la adolescencia? —exclamó molesta.

— Prefiero pagar psicólogos a dejar que ese productor y ex de Bella asemejado a hombre del año sea el padre postizo de mi hijo —exclamé tajante.

— Custodia exclusiva para Bella y visitas sin restricción para tí. Podrás sacarlo cuando quieras, donde quieras, por el tiempo que quieras siempre con acuerdo de la madre y es mi mejor oferta mira que estoy tentada de publicar estas preciosuras en el "The Sun" pagarían tan bien algunas te favorecen, ¡mira ese ángulo! ¡Dios! —exclamó divertida poniéndome la fotografía, antigua, donde me encontraba con Ángela frente a los ojos.

— Eres perversa te lo han dicho alguna vez —le pregunté sorprendido

— Digamos que no me gusta que me subestimen además estoy siendo condescendiente contigo todo por nuestra amistad —me explicó y yo me reí entre dientes.

— Con amigas como tú para que quiero enemigas —le recrimine cerrando la carpeta

— Debiste llamarme Edward —insistió

— Si así veo —confirmé al cabo de unos minutos me levanté de la mesa — Esas fotografías son parte de un pasado —exclamé a modo de justificación.

— No es a mí a quién tienes que convencer de tu fidelidad Edward pero como quien diría: Tu pasado te condena —exclamó Jessica.

Era viernes medio día y estaba entrando a la oficina de Jessica junto con mi abogado para firmar el estúpido acuerdo de custodia. Suspiré al ver a Bella sentada en la sala de estar, como un juego macabro del destino se veía cada día más hermosa. Se levantó apenas me vio, trataba de ocultar su nerviosismo.

— Hola —me saludó retraída y un tanto indecisa.

— Hola —le contesté con cortesía. No podía culparla de haber buscado ayuda en Jessica. Después de todo yo mismo le había aconsejado que se buscará un abogado.

De pronto un resplandor hizo que mi vista se desviará a su cuello y a la cadena que traía puesta en su cuello. Su ropa la cubría prácticamente todo pero de una manera inexplicable y ante un movimiento involuntario de su cuerpo este se dejo al descubierto, el pendiente que colgaba de aquella fina y minúscula cadena quedo expuesto. Tamaña fue mi sorpresa al ver qué tipo de pendiente llevaba ella colgado a su cuello: ¡Era mi anillo!

¿Bella traía puesto en su cuello el anillo que yo le había dado cuando finalmente había descubierto que Cameron era mi hijo?

Aquello me sorprendió, no esperaba que ella, después de tanto tiempo usara ese anillo y de esa manera. ¿Premeditado o no? Traerlo puesto hoy no me importó y entonces de manera totalmente deliberada y deseada alce mi mano hasta su cuello. Tomé entre mis dedos la cadena y descubrí por completo el anillo que colgaba de está y que tal vez ella quería ocultar. Mi vista se cristalizó sin poder yo siquiera evitarlo, me embargaron las ganas de llorar igual que un niño cuando ve con nostalgia algo que pudo pero no fue. Mientras miraba aquel símbolo de lo que había sido en parte nuestro pasado, sentí como su mano tocó la mía. El roce tibio de sus dedos contra mis dedos hizo que mi vista ahora se clavará en aquel mar marrón que me había cautivado aquella noche en que toda esta bella locura había comenzado.

— Edward… yo… —sus palabras apenas se oían, pero en cuanto las sentí mi corazón comenzó a latir con fuerza en la mitad de mi pecho como presagiando algo… justo cuando pensé que ella hablaría Jessica nos interrumpió.

— Mis queridos chicuelos… pasemos… no quiero que se me arrepientan —exclamó divertida y lo hicimos desistiendo de aquella conversación.

Firme lo papeles resignado. No tenía otra alternativa más que actuar maduramente y reconocer que tal vez me había extralimitado al tratar de ganar a Cameron como si fuera un objeto. Mientras firmaba todos los papales que me pusieron enfrente miré de reojo a Bella que estaba más tranquila a como la había visto el martes pasado cuando me había ido a buscar desesperada a mi departamento.

Aunque aquella noche no había planeado en un comienzo tratarla como la traté y casi me dejo llevar por los impulsos; me embargo la rabia sin control cuando me di cuenta que estaba haciendo eso solo porque estaba desesperada y no porque lo sintiera realmente, estaba utilizándome como a un niño al que le das el dulce que tanto quiere para que se quede tranquilo.

Sus besos, su piel tibia y sus gemidos casi me hacen perder la perspectiva del asunto pero para suerte mía o tal vez suerte de ella, las imágenes que había visto en una revista sobre ella y su supuesto "jefe" se me habían presentado en la mente y la irá me había consumido. El solo hecho de imaginármelos a ambos "juntos" de esa manera me pico el orgullo y había logrado sacar lo peor en mí. Bien merecida me había tenido la cachetada que me había propinado aquel día y no sabía como había sido capaz de actuar así, contrarío a lo que ella creía yo no me sentía orgulloso por mi actitud pero ¿Qué otra alternativa tenía?

Llevarse a Cameron a vivir a otro país era la palada inicial y el punto inequívoco que la esperanza de familia llegaba a su fin. ¿Acaso iba a tener que resignarme a verla feliz de la vida con otro hombre distinto a mí?

Sí algo debía agradecer a aquel impases legal es que mi relación con Bella había dado un cierto vuelco haciéndose más llevadera. Además esa tensa maniobra de la demanda había rendido en parte frutos que me beneficiaban… ante la posibilidad de que Bella perdiera a Cameron, "San Jake" se había puesto de mi lado, al menos, defendiendo en el tema de que Bella tuviera que irse a Londres para grabar el dichoso programita. Con su insistencia, luego me enteraría, que los ejecutivos habían accedido a gravar aquí y eso tenía un apellido detrás de semejante hazaña: Black.

Si quitaba el hecho que gracias a ese nuevo "trabajo" Bella se había vuelto más popular que nadie en la faz de la tierra, todo era prácticamente como antes. Claro en mejores términos obviamente. Lo único que aún no me resultaba familiar era a que "el acierto del año" estuviera publicitado prácticamente en cada una de las revistas existentes en el planeta.

Ahora, nuevamente, nada en la vida de la madre de mi hijo era un secreto, todo estaba explícitamente dicho en alguna revista o programa de televisión y era enfermarte no poder prender la televisión sin escuchar su nombre seguido por el del "Productor Estrella".

Yo por mi parte, había estado también en el ojo del huracán con una que otra película pero la atracción del momento era ella y Jacob. Para mi desgracia eso se veía reflejado en mi diario vivir y es que yo, como el padre, era algo así como el tercero sobrante dentro del círculo de su vida.

Era algo así como la acechante lluvia en aquel día soleado. Aunque en días como hoy creo que ella agradecía que yo no estuviera tanto o más ocupado que ella, me era difícil acostumbrarme a esta "popularidad" tan grande en la cual estaba inmersa además Cameron. Ver como su casa estaba rodeada y constantemente llena de gente extraña me hacía pensar hasta que punto era bueno que mi pequeño viviera en este mundo del espectáculo. Aunque si lo pensaba bien, tenía sus ventajas que ella se volviera tan popular, mi hijo estaba más cuidado y protegido.

Dado el asedio periodístico al que ella se veía sujeta los guardaespaldas no se dejaron esperar y eso era un alivio. Cameron estaba más resguardado pero también más propenso a lo que hoy estaba deduciendo mientras me estacionaba en el frontis de la casa de Bella.

Más popularidad, más dinero… por consiguiente subiría de categoría. Inevitablemente el paso para alguien que se vuelve tan famoso como ella era cambiarse de barrio. Me quede de una pieza al ver un par de camiones quitando algunas cosas desde el interior de la casa, comprobando esa temida teoría mía. Con pesar deduje que Bella después de la próxima semana no viviría allí ni mi hijo tampoco.

Las bondades de la fama pensé con amargura. Tal vez no se lo llevo fuera del país pero de que estaba lejos estaba lejos de mí. Me baje del automóvil mirando como un repartidor que estaba en la entrada principal, al notar mi presencia, se me acercó para hablarme.

— ¿Conoce a Bella Swan? —me preguntó

— Sí —contesté.

— Tenga —y me paso una enorme caja — esto es para ella, puede firmar aquí —pidió

Mi mala cara no se dejo esperar pero no tenía alternativa. Firmé el recibo equilibrando la enorme caja en la mano que quedaba vacía. Luego subí los pocos escalones que me separaban de la puerta principal y toque el timbre. El histérico grito de Taylor me hizo quedar de una pieza por segunda vez.

— ¡Llego el vestido! ¡Oh mi dios! —gritó emocionado su nuevo "asistente" y me reí ante el hecho que fuera gay.

Me quito la caja y la sonrisa se le esfumo del rostro al darse cuenta que era yo el que estaba detrás del paquete.

— Además llego tu ex —dijo desganado dándome un despreció. Apenas pude contener la risa ante la situación pero contrario a lo que yo deseaba me mantuve en la sala esperando por su aparición. No pasaron ni cinco segundos cuando sentí los pasos de Cameron y su grito de bienvenida.

— ¡Papi egaste! —chilló abrazándome y lo alce para darle un beso en la frente.

En ese minuto apareció ella y me quito el aliento. Estaba con su pelo suelto y sus mejillas teñidas de un rojo exquisito, sus labios estaban también pintados, sus pestañas bien delineadas y estaba vestida con un hermoso traje azul oscuro que llegaba al suelo no pude decirle nada pero en ese minuto entendí cual era el propósito de su llamada tan repentina y un tanto desesperada.

— Te agradezco que hayas podido venir —exclamó dudosa por mi reacción y comprendí su intención. Quería que me quedara con Cameron esa noche. Así que suspiré resignado, era un hecho, me transformaría en la niñera de mi hijo.

— Así que esta es la urgencia —le dije aún perdido en su figura

— Si… desgraciadamente la niñera que había contratado se enfermó y no puedo excusarme de ir… es la noche inaugural de la serie... Tu sabes cómo son estos compromisos, si no voy me matarán… —comentó un tanto preocupada porque yo no quisiera quedarme a cuidar de nuestro hijo.

— Sí a veces las cadenas de televisión creen que son tus dueños —comenté comprensivo entonces ella nerviosa habló otra vez

— Gracias… de verdad estas salvándome —explicó aliviada entonces decidí hablar.

— Bella, nada es más importante que mi hijo —comenté mordaz y ella tosió un tanto incomoda.

La verdad no me molestaba quedarme con él en lo absoluto pero sí me molestaba sobre manera estar facilitando las cosas para que "su supuesto jefe" y ella pudiera andar juntos felices de la vida caminado y respondiendo preguntas intrigantes como las que había leído la semana pasada: ¿Pero Dónde fuego hubo cenizas quedan?

Recordar aquella estúpida entrevista me hizo sulfurar de celos otra vez. Entonces justo cuando creí que perdería la perspectiva apareció nada menos que él: Jacob, fundado en un traje negro y nuestras miradas se encontraron. ¿Qué demonios hacía él allí? ¿Qué no tenía casa? Pensé al segundo y luego por el bien de mi hijo que parecía bastante emocionado por tener a su peculiar por no decir disfuncional familia reunida allí acalle mis celos, y me comporté como un adulto.

— Edward, que gusto verte… —saludó y extendió su mano de lo más cordial como si fuéramos grandes amigos. ¿Qué onda este tipo? Pensé pero luego decidí que la cortesía no quita lo valiente. Extendí mi mano en respuesta.

— Jacob —le salude.

No sabía bien porque mi cambio de actitud para con él y para con toda la situación de "amistad" que estaban teniendo ellos pero desde que había firmado los papeles para la custodia que nuestra relación había progresado antes ni siquiera nos saludábamos ahora al menos nos dirigíamos la palabra, mal que mal, él era el "jefe" de Bella y además de todo había sido él quien había logrado que mi familia se quedará dentro de los límites del país.

— Debemos irnos… se nos hace tarde Bella —notó con esa voz engatusadora que tan bien le salía.

Solo suspiré para evitar que mi lado machista se activara. Bella notó que si bien mis modales habían cambiado para con su "amigo" no era menos cierto que habían ciertas cosas que en el fondo yo aún no toleraba. Y ver esa familiaridad con que se trataban era realmente molesto. Bella sensatamente caminó hasta mí y tomó entre sus brazos a Cameron. Se lo entregué gustoso.

— Bien, te espero en el auto Bells —anunció Jake al ver que madre e hijo se despedirían. Cuando pasó cerca de nosotros miró a Cameron.

— Pórtate bien y duérmete temprano enano —se despidió sacudiendo su mano en la cabeza de mi hijo y este se rió.

Ver aquella escena me hizo darme cuenta que tal vez no iba ser él quien me arrebataría algún día a mi familia pero de que habría alguien que algún día lo hiciera habría. Era como una muerte anunciada. Un hecho irrefutable, ella reharía su vida lejos de mí. Se me contrajo el corazón ante aquella aprehensión. Oficialmente algún día yo sería un intruso en sus vidas. Pensando en aquello fui testigo de cómo Bella se despidió de Cameron con un beso en la frente.

— ¿Voleras pronto mami? —le preguntó nuestro hijo mientras sentía como está le quitaba unos mechones de su frente.

— Tarde corazón pero mañana temprano iremos al parque lo prometo.

— ¿No dormirás comigo? —exclamó con un puchero en los labios

— Hoy no pero dormirás con tu papi —le consoló tratando de hacerme parecer el premio grande de la lotería.

Cameron me miró y luego a Bella, era obvio a quién quería. Entre yo y su madre él la prefería cien por ciento a ella. No era que no me quisiera pero seguro yo no era tan divertido como Bella. Me sonreí: Extramente éramos dos quienes preferíamos a Bella.

La madre de mi hijo inclinó su rostro y beso a nuestro hijo en la frente, luego se acerco a mí y dudo. Al principio no supo si despedirse sin besarme o sí debía darme un beso en la mejilla de cortesía. Su segunda reacción fue acercar sus labios hasta mi rostro pero se detuvo en el aire. Estaba en eso, decidiendo cuando Cameron se movió bruscamente y perdí el equilibrio de su cuerpo haciendo que mi rostro se moviera ligeramente hacía el otro costado. Para mi suerte nuestros rostros se quedaron frente a frente. Pase saliva evitando la tentación pero esta fue más fuerte y finalmente le di un beso en los labios que ella, por supuesto no correspondió, sino que se quedo estáticamente sorprendida por la circunstancia. Petrificada mantuvo su posición mientras yo descaradamente me aprovechaba y tomaba ventaja de la situación. Fue la voz de Taylor la que nos trajo de regreso a la tierra.

— ¡Bella!… te están esperando… —exclamó insistente entre dientes y ella se separó inmediatamente de mí. Caminó sin voltear hasta la puerta que abrió su asistente y ambos salieron dejándome en la mitad de la casa vacía solo con mi hijo. Miré a Cameron y sus ojitos brillaban en complicidad.

— ¡Bien hecho campeón! —alenté y subí las escaleras riéndome.

Desperté por el intenso dolor de espaldas que estaba sintiendo y dormir en una cama tan pequeña me estaba matando los riñones. Me levanté con cuidado tratando de no despertar a Cameron que estaba enrollado contra mi cuerpo, lo arrope y me estiré.

Ladee mi cabeza de lado a lado y todas las vértebras me sonaron. Entonces ya despierto al fin miré el reloj y eran las cuatro y media de la madrugada. Será mejor que me vaya a dormir al cuarto de invitados sino no podré levantarme mañana pensé bostezando.

Salí de la habitación de mi hijo y cerré la puerta lentamente. Camine por el pasillo y cuando iba a abrir la puerta para entrar a la habitación destinada a los "huéspedes", sentí un ruido extraño que me hizo girar mi vista hacía la habitación que estaba a unas cuantas puertas de distancia de donde me encontraba.

La puerta estaba entre abierta lo que motivo mi curiosidad. Lentamente camine hasta quedar frente a frente de ella. Sin proponérmelo la abrí y me quede sorprendido al darme cuenta que era la habitación de Bella.

No sé porque pero lejos de querer irme me embargó un deseo ferviente por entrar. Así que lo hice. Motivado por un sentimiento extraño me adentre en el cuarto. A la mitad se encontraba la enorme cama y al medio de esta un pequeño bulto se vislumbraba en la penumbra bajo las cobijas. Aunque una tenue luna iluminaba la habitación a la distancia que me encontraba era difícil ver claramente a Bella así que me acerque aún más.

Para cuando llegue hasta el borde de la majestuosa cama pude sentir claramente el sonido de su respiración y la esencia de su perfume. A esa altura también pude distinguir claramente lo que buscaba: su cuerpo. Aquel cuerpo que tiempo atrás me había pertenecido. Aquel cuerpo que me había hecho gozar y tocar el cielo tantas veces. Aquel cuerpo que yo amaba con desesperación y que había perdido junto al corazón que custodiaba por una insensatez.

Durmiendo apaciblemente y ajena a mí se encontraba ella. Aferrados sus brazos estaban a la larga almohada que usaba como apoyo. Su rostro angelical y bello descansaba entre algunas pequeñas almohadas en la cabecera de la cama. Su pelo largo y ondulado en las puntas, enmarañado reposaba tranquilo como una enigmática cascada que hacía contraste con la blancura de las sábanas. Ella era realmente perfecta. A cada año que pasaba Bella se ponía incluso más hermosa que antes. Me sonreí al ver como una de sus manías no se terminaba aún cuando durmiera sola, en otra época hacía mucho tiempo atrás, ella enrollaba una de sus piernas entre las mías y la subía a la altura de mi estomago. Hoy estaba haciendo lo mismo, dejando descubierta su pierna enrollada en aquella larga e infame almohada que ocupaba mi lugar.

Me quede allí contemplándola dormir, sin poder evitarlo me senté embelesado y atrapado por la belleza enigmática de tan maravilloso espectáculo. No fui consciente de que me encontraba husmeando en la penumbra hasta que su cuerpo se giró de posición, lo que me asustó.

¿Qué explicación le daría si ella me descubría allí espiándola?

Para mi suerte, solo se limitó a girarse hacía el otro lado y siguió durmiendo apaciblemente. Deslice mi mano temblorosa por entre la colcha que estaba levantada a los pies de su cama y acaricie lenta y sutilmente parte de su anhelado cuerpo.

¿En qué minuto lo arruine todo? me pregunté en un murmullo pensando en que todo podría haber sido tan distinto. Hoy podría estar yo durmiendo a su lado, teniendo su cuerpo tibio y delicado junto al mío. ¡Todo por una maldita revolcada que no debió ser!

Me grité en mi mente y entonces comprendí lo que una vez mi madre me dijo, algunos días después que mi engaño fuera descubierto.

"No se trata de solo perdonar tu infidelidad, se trata de que tú has demostrado que no tienes claro que es lo que quieres en tu vida. Sí lo supieras jamás, aunque esa mujer hubiera estado desnuda frente a ti, le hubieras puesto un dedo encima. Sí tu realmente en el fondo de tu corazón hubieras querido que Bella fuera tuya por siempre, aquella infidelidad jamás hubiera ocurrido porque jamás hubieras podido ser tentado por alguien que no querías".

Hoy esas palabras cobraban vida y vaya que tenía razón, tenían que haber pasado dos años, millones de discusiones, millones de lágrimas e intentos inmaduros de dañarla para darme cuenta que yo quería que esa mujer fuera mía por siempre y para siempre.

¡Yo quería que Bella fuera mi mujer por siempre! Y lo más importante ¡Yo quería ser de ella y de nadie más!

¿Cómo iba a hacerlo ahora? ¿Tendría yo alguna esperanza con la madre de mi hijo? ¿Con la mujer que yo amaba con locura?

— Bella —la llamé medio dudoso para que despertará.

Ahora me había sentado a la mitad de su cama más cerca de la cabecera de está. Me incliné y deslice mis manos por esas mejillas blancas pero ruborizadas por el calor de la noche.

— Mi amor —y sabía que la reacción más probable de ella sería un ¡Lárgate! ¡Lo nuestro ya se acabo! Pero no perdía nada con intentar redimir mis pecados.

¿Cómo convencerla que yo la amaba a ella y que esta vez sí mantendría mi fidelidad hacía ella?

— Bella —murmuré otra vez acercando mi rostro al suyo para susurrar su nombre en su oído.

Entonces sentí sus dedos en mi mano y luego sentí su voz. Me separé esperando el grito histérico de reproche pero contrario a toda lógica solo vi el brillo de sus ojos soñolientos contemplarme en silencio.

En ese minuto por mi mente pasaron millones de explicaciones y palabras sin sentidos para ellas pero con un sentido enorme para mí, le dije de todo… desde que me perdonará por ser tan imbécil y caliente hasta implorar otra oportunidad. Sin embargo ninguna de aquellas frases montadas en las tristes noches de soledad y de rabia fueron dichas. Simplemente sentí como su mano contraria a la que estaba puesta sobre la mía que permanecía entre sus cabellos me acariciaba el rostro. Entonces mientras sentía el roce tibio de sus dedos sobre mi mejilla, las lágrimas cayeron por mi rostro. En verdad sentía en el alma haber arruinado nuestro amor y su confianza.

Cerré los ojos y me deje llevar por el roce de su palma contra mi rostro, sentí como erguió su cuerpo en la cama y entonces apreté su mano contra mi piel.

— Lo siento, lo arruiné todo y míranos ahora… peleados como dos perros y gatos cuyo premio es Cameron —balbucee con la voz entrecortada. — ¿Crees que algún día puedas, realmente, perdonarme? —le pregunté mirándola a los ojos.

Entonces su rostro se inclinó hacía el mío, se acercó lo suficiente hasta quedar a milímetros de distancia de mi boca.

— Pídeme que me detenga y lo haré —susurró y su hálito tibio se estrelló contra la piel expuesta de mi boca.

— No quiero que te detengas —le respondí y sentí como sus labios se acercaron dejando inexistente la distancia entre ambos.

Nos besamos como en muchos años no nos besábamos. Acaricie con mis labios los suyos, e introduje mi lengua en su boca para acariciar la suya con pasión y deseo. Solté su mano de mi rostro y bajé la mía hasta su cintura. Sentí como ella cruzó sus brazos alrededor de mi cuello y entonces sentí como su cuerpo se incorporó de la cama.

De un movimiento sentí como se sentó a ahorcajadas sobre mis piernas y como rompía el beso para deslizar su lengua fría y húmeda por la línea de mi mentón.

— Te amo Edward, jamás deje de amarte… es solo que… lastim —exclamó pero no deje que terminará la frase, la silencie con un beso.

— Lo sé —murmuré en sus labios cuando terminé el beso.

Llevé mi rostro hasta dejar mis labios a la altura de sus oídos.

— Yo te amo Bella —susurré contra su oído y deslicé mis manos por sus brazos. Fui testigo de cómo se erizaba su piel al sentir mi halito tibio contra su piel.

La acerque a mi cuerpo sujetándola nuevamente por la cintura, dibujé con mis manos sus caderas y detuve mi recorrido cuando estas llegaron a sus muslos. Bella jadeo al sentir mi toque en aquella zona, lentamente su espalda se arqueo y su cabeza se inclinó hacia atrás, pude ver en la penumbra como apretaba sus labios.

Tomé la tela de sus pijamas y la deslice para dejar al descubierto la piel tersa de sus piernas. Estaba a punto de volver a tocar sus muslos, esta vez con la piel desnuda, cuando sentí como ella unió sus labios a los míos. Sentí sus pequeñas manos sujetarme por la barbilla para hacer que inclinará mi rostro hacía ella. Nuestras respiraciones se volvieron erráticas. Sentía arder mi cuerpo por dentro, un fuego comenzaba a invadirme y el deseo de hacerla mía otra vez comenzaba a inundarme.

Sus manos comenzaron a luchar con los botones de mi camisa, cuando termino de desabotonar por completo la prenda, sentí la tibieza de sus labios deslizarse por la piel de mi torso ahora desnudo. Comenzó a besarme rozando lentamente sus labios en pequeños besos trazando caminos por mi clavícula hasta llegar a la parte alta de mi pecho. No pude evitar cerrar mis ojos al sentir la humedad de su lengua succionar mi piel.

Cuando nuestras miradas se volvieron a encontrar, noté el brillo suspicaz en sus ojos. Entonces no pude evitar sonreírme al comprobar que nuestra pasión seguía tan intacta como antes. Ella me deseaba tanto o más que yo. La intensidad de nuestro amor no había disminuido, tal vez había sido ocultado por ambos producto del orgullo pero aún estaba allí, en el fondo de su alma como estaba en la mía.

Sin mucha reflexión tiré de su camisola y la deje completamente desnuda en mi regazo, deslice mis manos por sobre sus pechos hasta llegar a su abdomen. Era tal cual la recordaba, tal vez más mujer que antes pero exquisitamente tentadora. Amaba a esa mujer en toda la extensión que esa palabra podía implicar y no era simplemente que deseara poseerla, hacerla mía sino que deseaba sostener su cuerpo contra el mío por siempre, que estuviéramos juntos y formáramos esta familia feliz que ella tanto quiso y que ahora estaba seguro yo también quería.

Sentí como sus manos, mientras aún la acariciaba, viajaron hasta la cremallera de mi pantalón, aun besándome, tiró del cinturón para finalmente abrir el botón que faltaba y con eso dejar abierta la ropa. Metió su mano por entre las ropas y ahora fui yo el que jadee cuando sentí como acaricio mi cuerpo. Los jadeos se hicieron con cada toque de ella más y más fuerte y descontrolado. Entonces cuando sentí que incluso dolía de tanto placer que sentía, fue que sentí como la lengua húmeda y tibia de Bella los ahogaba con un beso profundo y pasional.

Aún jugando con mi labio inferior, puso sus manos en mi pecho y ejerció una presión invitándome a recostarme contra su cama. Cuando me vio tendido sobre esta se levantó de mi regazo y comenzó a tirar de los pantalones para quitármelos. Una vez que estuvimos ambos desnudos, se volvió a subir en mi regazo pero cuando llego hasta mí otra vez giré mi cuerpo para hacer que ella quedara contra la cama esta vez. Fui yo el que ahora beso su cuerpo desnudo. Deslice mis labios por la cúspide de sus pechos y cuando estos estuvieron erecto sentí como ella comenzaba a jadear ante mis toques.

Deslice mi lengua entre sus pechos y baje por su abdomen hasta llegar a la parte baja de su vientre. Entonces una pequeña cicatriz se vislumbró. Sonreí al constatar que en aquella marca yo había tenido injerencia y que era la marca patente de que compartíamos un pasado junto y un fruto de lo que fue nuestro amor más pasional: Cameron. Seguí recorriendo la parte interna de su muslo hasta que llegue a su parte intima y la besé con vehemencia.

Con cada gemido que sus labios soltaron más intensifique mis caricias. Sentir su respiración errática y su cuerpo temblar entre mis brazos era la sensación más sublime que podría haber deseado experimentar. ¡Cuánto la amaba y cuanto la había extrañado! Mis recuerdos sobre sus manías al amar se habían quedado como recuerdos poco frescos que hoy volvían a gravarse en mi mente.

— ¡Te amo! ¡Te amo! —gritó estremeciéndose entre mis brazos al cabo de unos minutos cuando por fin la hice llegar al clímax. Entonces alce mi cuerpo hasta llegar a su altura, sus piernas se abrieron para permitirme acomodar mi peso mejor y poder quedar entre sus brazos. Sus ojos se abrieron y estaban totalmente vidriosos. La contemplé y sentí como suspiró.

— Yo también te amo Bella —susurré contra su pecho, sentí como su corazón latía con fuerza y me quede allí entre sus brazos.