Dark Chat

sábado, 6 de noviembre de 2010

Destellos de Oscuridad

Capítulo 7

Problemas

Oscurecido por la noche y apenas iluminado por luces de tonos fríos, el lugar de la reunión de vampiros se celebraba exitosamente. Era elegante y no cualquier criatura con colmillos podía entrar ahí, sólo los que tenían mayor poder en el mundo de los sanguinarios. Aquellos cómo el vampiro que mantenía su mano aferrada a una hembra, que lo observaba con sincera ira contenida, mientras intentaba soltarse de su agarre.

-No quiero estar aquí.

-Es una verdadera lástima que yo te lo ordene y tengas que hacerlo –replicó Dominic, sonriendo de forma bastante complacida.

Bella resopló, no podía decir nada ante eso, pero luchó aún más fuerte para liberarse de la mano que la retenía con fuerza y lo logró.

-Es sorprendente tu obstinación en permanecer fuera de mi alcance –comentó el vampiro, bastante divertido.

-Detesto que me toques –respondió ella, soltando todo el odio que quemaba en su interior y amenazaba con quemarla viva.

Dominic descubrió un par de colmillos blancos, tan brillantes, que parecían otra luz más en los matices negros, azules y grisáceos que predominaban en el ambiente.

-¿No has pensado que tal vez sea mejor ser un poco más amable? –le cuestionó él. –Complacerme puede resultar muy beneficioso para ti y la pequeña deuda que tienes conmigo.

-La pagaré –aseguró ella-, pero a mi modo.

-Un día –dijo él acercándose despacio, con mucha paciencia, mientras la distraía y molestaba con sus palabras-, encontraré tu debilidad y lograré controlarte de tal forma que te será imposible negarte a ninguna de mis peticiones.

Bella luchó por mostrar un semblante apacible, sin embargo, su interior se estremecía, imaginando posibilidades crueles y llenas de mal augurios para ella; no podía si quiera pensar en que él encontrara a Amy y se la arrebatara o amenazara con hacerlo. No lo soportaría. Mas se tranquilizó pronto, convenciéndose así misma que él no se le ocurriría buscar a una niña humana y menos en casa de un licántropo, jamás podría relacionar a Amy con ella. Y le tranquilizaba saber que estaba perfectamente protegida.

-Cuando ese día llegue, debo admitir, que lo disfrutaré enormemente –finalizó su amenaza, y sus dedos alcanzaron la base de su cuello, haciendo diversas y suaves figuras sobre él.

Bella lo apartó, retirando su mano de un golpe seco el que, por cierto, no pareció causarle algún daño.

Dominic rió, pero no era el único que parecía bastante alegre, Richard los observaba atentamente, haciendo tal gesto perverso con los labios, que descubrían perfectamente un par de colmillos afilados.

-Tienes que decirme más de ella, Dom –dijo el vampiro, quien se había acercado tan sigilosamente, que Bella de pronto lo vio a su lado a muy pocos pasos de ella. -¿Cómo es que la conseguiste?

-Ella vino a mí –respondió él, como si saboreara cada letra. –Necesitaba bastante dinero y ya que soy muy benévolo decidí facilitarle tal cantidad, y para pagarme tiene que trabajar para mí. Debo admitir que es muy buena en lo que hace.

-¿Qué es lo que hace? –cuestionó el vampiro de cabello rojo.

-Todo lo que yo le pida.

Richard se inclinó hacia ella y la observó de pies a cabeza, demorándose en ciertas partes de su cuerpo. Bella intentó apagar su rabia y evitó mirarlo, fingiendo que no existía.

-Tienes que prestármela Dom –pidió-, aunque sea sólo por una noche.

-Si me tocas, lo lamentarás –le advirtió Bella, mordazmente. Había soportado su mirada sobre ella, pero esas palabras habían deshecho todo su autocontrol.

-Me arriesgaré.

-No, no lo harás –dijo Dominic, frunciendo el ceño, con firmeza contundente grabada en cada una de sus palabras.

-¿Por qué no? –insistió Richard. –Si quieres puedo pagarte por ella.

Bella sintió como todo su cuerpo era invadido por una repugnante humillación cada vez que hablaba aquel vampiro y una cólera infame hizo que le temblaran las manos y que sus ojos parecieran encendidos con fuego. Se giró hacia él, dispuesta a hacerlo callar, cuando la siguiente escena se figuró ante sus ojos de tal modo y tan inesperadamente, que la dejó confundida por unos instantes.

Dominic tenía los colmillos al descubierto y sus ojos brillaban con fiereza.

-¡He dicho que no! –le gruñó. –Y si insistes en acercártele le permitiré destrozarte, ya que tiene muchas ganas de hacerlo.

Richard lo observó primero con sorpresa, después con una ligera molestia claramente dibujada y muy mal disimulada en sus facciones. Finalmente asintió, resignado y se alejó de ellos muy apresuradamente.

-Quiero irme de aquí.

-Tranquila, Bella, todavía no se termina la fiesta –dijo Dominic. –No te preocupes nadie más intentará acercarse a ti otra vez.

El vampiro la tomó de la cintura, pese a las protestas de ella.

-Lo mejor para ti es permanecer junto a mí.

-De acuerdo –soltó ella a regañadientes-, pero nada de tocar.

Lo empujó con bastante fuerza lejos de sí y lo fulminó con la mirada, prometiéndole silenciosamente un golpe más fuerte si volvía a intentarlo.

-Tienes suerte, ando de buenas –él comentó-, pero ten en mente, un día se agotará mi paciencia.

El resto de la noche pasó con una lentitud tortuosa; soportaba las miradas hambrientas de los vampiros que la rodeaban, y que su jefe la trajera por todo el lugar como si fuera un bonito accesorio, mientras él se encontraba con otros vampiros y hablaba sobre negocios con ellos, muchos de los cuales tenían que ver con sangre humana y terminar con otros de su misma estirpe que le estorbaban en el camino.

Bella se sofocaba entre tanta perversión y malicia, mientras aborrecía cada minuto que tendría que estar con él, lamentaba haber tenido que pedirle dinero. Pero luego, como una imagen cruel que emergía en sus pensamientos, recordaba a Amy, entonces apretaba los puños y agachaba la mirada, haciendo un esfuerzo mayor por soportar todo lo que estaba viviendo, por ella.

En uno de sus tantos momentos de tortura, una vampiresa se acercó, sugestivamente, hacia Dominic. Llevaba un vestido negro –el que no dejaba mucho a la imaginación- y su cabello era de un rubio resplandeciente, casi perfecto. Por lo que le dijo al vampiro, ella se llamaba Clea y parecía muy interesada en llevárselo a otro lugar. Fulminaba a Bella con la mirada constantemente, pero ella no se sintió molesta por ello, al contrario se sentía agradecida pues eso significaba que podría irse pronto de ahí.

Bella quiso alejarse, pero sintió que era tomada con fuerza por el brazo y de pronto, se encontró entre los brazos de Dominic.

-Lo lamento, Clea, ya tengo muy buena compañía –dijo enterrando su rostro en el cuello de Bella.

-¡No! –ella intentó soltarse, completamente furiosa. –Yo no soy su compañía, puedes quedarte con él, es todo tuyo.

Sin embargo, la vampiresa no pareció escucharla, porque cuando logró liberarse de los brazos de su jefe, Clea se lanzó sobre ella con los colmillos blancos extendidos.

Bella logró esquivar el golpe y la vampiresa aterrizó en el suelo más furiosa que antes por su evidente fracaso. Intentó tranquilizarla, convencerla de que no era una rival, pero Clea no escuchaba, y volvió a atacarla, sólo que en ésta ocasión si consiguió dañarla; sus uñas habían rasgado la piel de su brazo y comenzó a brotar brillante sangre roja de él.

Eso la hizo llegar al límite.

Clea intentó golpear de nuevo, pero Bella ya estaba bastante furiosa y no sólo esquivó el ataque, sino que se giró y derribó a la vampiresa asestándole una patada en el rostro que la dejó en el suelo. Bella se inclinó hacia ella y la amenazó con su cuchillo de plata.

-¿Quieres continuar?

La vampiresa negó vehementemente con la cabeza. Bella le permitió levantarse sin soltar el arma, y la vio alejarse de ellos.

-Eso fue bastante interesante –comentó Dominic.

Bella lo ignoró y volvió a guardarse el cuchillo, aunque eso fue una mala idea cómo comprobó poco después.

-El aroma de tu sangre se ha intensificado –dijo él, tomando su brazo.

La herida había cicatrizado pero su piel había quedado impregnada del líquido rubí.

Dominic se inclinó, pero ella adivinó sus intenciones y tiró de su brazo, retirándolo justo a tiempo.

-Ni lo pienses.

-Tú sangre ya es mía, Bella –le dijo él.

-No lo soporto más, me iré no me importa lo que ordenes –escupió con odio.

Sin embargo, esta vez él no intentó detenerla.

-Terminaré por probarla… -le advirtió, mientras ella le daba la espalda y se alejaba.

Bella no se molestó en contestar, simplemente comenzó a correr para salir de ahí lo más rápido posible.

Sólo pasó una hora en el interior de su departamento, cuando el amanecer comenzó a asomarse por la ventana. Se vistió para ir a ver a su hermana, pero antes de que ella se dirigiera hacia la puerta, ésta se quejó, anunciando la llegada de alguna visita.

Ya que no esperaba a nadie, y estaba un poco nerviosa por todo lo ocurrido la noche anterior, se acercó al umbral con el cuchillo en la mano, lista para defenderse en cualquier momento.

-No vengo a hacerte daño.

-¡Jacob! –ella exclamó antes de guardar el arma. –Lo siento, creí que eras… alguien más.

Una expresión preocupada oscureció la mirada del licántropo.

-Bella si necesitas protección…

-No es necesario –lo interrumpió ella-, pero te lo agradezco.

Él abrió la boca para protestar, pero la vampiresa lo interrumpió.

-¿A que has venido?

-Quería verte… ver como estabas –soltó él. –Además ya que todas las mañanas vas a ver a Amy, pensé… en venir por ti.

Bella le sonrió.

-Gracias –dijo sinceramente, ya que le agradaba mucho ése licántropo.

Una vez que Bella cerró el departamento con llave, ambos bajaron las escaleras del edificio y se encontraron con una mañana fría y azulada, el sol estaba oculto por nubes claras, las cuales dejaban pasar apenas un rastro de su luz.

-No tienes porque preocuparte tanto por mí, Jacob –dijo ella.

El licántropo se detuvo y se puso enfrente de Bella.

-No puedo evitarlo –admitió.

Entonces, sin que Bella pudiera predecirlo, él la tomó entre sus brazos y apoyó su frente contra la de ella.

-Siempre pienso en ti y no puedo estar tranquilo hasta no verte.

Jacob acarició suavemente su cabello y observó con atención todo su rostro, sus labios parecían estar cada vez más cerca de los suyos…

Un gruñido vibró en el aire y Bella se soltó del licántropo para girarse.

-¿Edward, que haces aquí?