Dark Chat

sábado, 13 de febrero de 2010

Corona Escarlata

Hola mis angeles hermosos !!!
bueno hoy estamos de estreno tenemos mas vicio para leer. Este fic le pertenese a  Jeanette Yunnuen , Es el ultimo de su trilogia , para las q no saben de que hablo los otros dos son:

Sangre Real
El Reinado De La Luna
ya saben mis angeles hermosos , por fiss dejen suss comentarios al final y a disfrutar de estos cap.
Mil besitos
Angel of the dark
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Capitulo 1. La reina

Antes que mis ojos se abrieran y su rostro se enfocara ante mí, pude sentir su presencia. Pero verlo, fue lo que me hizo sonreír.


-Bella –Edward se inclinó hacia mí uniendo sus labios a los míos.


Lo rodeé con los brazos y me dediqué a saborear su beso. Pero, de pronto sentí mis caninos crecer dentro de mi boca y todas las imágenes regresaron de golpe. Me aparté de él y me levanté de la cama con una agilidad impresionante, recorrí la habitación desconocida para mis ojos en menos de un segundo, y encontré un tocador con espejo.


-¿Qué pasó? –pregunté observando el reflejo.


La Bella en el espejo tenía una hermosa piel pálida, su cabello castaño brillaba con reflejos rojizos aún en la oscuridad, sus colmillos, blancos y centelleantes, sobresalían de su boca.


-Ahora eres un vampiro, Bella –dijo Edward acercándose a mí y colocando sus manos en mis hombros.


Un vampiro.


Seguí observándome, mi atención estaba en mis colmillos, y recordé que los vampiros podían retraerlos para hacerlos ver como los de los humanos. Me concentré y sentí como mis caninos reducían de tamaño hasta confundirse con el resto de mis dientes.


Mi mirada bajó al vestido azul que me cubría, y me pregunté cómo había desaparecido el blanco.


-¿Por qué traigo este vestido?


-Tú amiga te cambió –contestó Edward-, dijo que una reina debía verse hermosa aún cuando estuviera inconsciente.


Sí, esa había sido Lissa.


-Escucha –Edward me dio la vuelta para que lo mirara a los ojos-, sé que esto no es lo que querías, pero no podía dejarte morir.


Abrí la boca para decir algo, pero él puso sus dedos sobre mis labios.


-Fui egoísta –continuó-, y aunque me odies no voy a negar que me hace feliz que por fin seas mía.


-No te odio –repliqué inmediatamente.


El sonrió, me tomó de la cintura y me atrajo hacía sí, como si el espacio que había entre nosotros fuera insoportable.


Entonces al respirar su aroma, y estar tan cerca de él, sentí sed. Mi garganta comenzó a quemar, mis labios se sintieron secos. Incliné mi cabeza hacia su cuello, rozando mi boca contra su piel.


Se estremeció y me apretó más contra él, animándome a que continuara.


Mis colmillos se extendieron y perforaron la piel de su cuello. Su sangre explotó como una ola de emociones en mi boca, me sentí feliz.


Me separé de él lentamente y lamí la herida que le había provocado, se cerró rápidamente.


Edward se inclinó, con los ojos oscurecidos, sus labios llegaron hasta los míos, tomando la sangre que había quedado en mi boca.


-Bella –murmuró separándose unos centímetros y volviendo a besarme.


De pronto, algo vino a mi mente.


-¿Dónde estamos? –le pregunté.


-En la mansión de los licántropos –contestó Edward-, te trajimos aquí cuando perdiste la conciencia.


-¿Dónde están los demás?


-Abajo.


-Quiero verlos –le pedí a Edward.


El me sonrió y tomó mi mano y la besó.


-Vamos.


Al llegar a las escaleras, pude distinguir a Lissa, de pie junto a Gemma y Rorik, esperándome.


-¡Despertaste! –exclamó.


Corrí hacia ella, llegué en menos de un segundo y la rodeé con los brazos.


-Bella, no tan fuerte, me duele –se quejó.


-Lo siento –dije soltándola.


-Creo que tendrás que aprender a medir tu fuerza conmigo –continuó-, después de todo yo sigo siendo sólo una humana.


Me reí.


Gemma se acercó a mí lentamente, con el rostro cubierto con sorpresa y respeto.


-No puede ser –masculló observándome-, no siento repulsión alguna hacia ti, a pesar de lo que te has convertido. Aún te siento como si fueras parte de la manada.


-¿Qué significa eso? –cuestionó Lissa expresando mis pensamientos en voz alta.


La llegada de Adam y Anthony interrumpió la posible respuesta de Gemma.


-Pequeña mía –el licántropo parecía enormemente aliviado de verme a los ojos-, te extrañé tanto.


-Pero si sólo me dejaste de ver por unas horas –repliqué.


Por primera vez la expresión de Adam se tornó completamente seria, extendió un brazo hacia mí y acarició mi mejilla.


-Por un momento pensé que no volvería a verte –su voz se tiñó de dolor-, nunca había sentido tanto miedo.


-Gracias por preocuparte tanto –dije-, pero ya estoy bien.


-Nunca hubieras estado en peligro alguno si no fuera por mí –intervino Anthony.


Me giré para verlo.


-Pero tú no…


-Yo tenía que protegerte –interrumpió mi réplica-, yo te prometí que no te pasaría nada.


-¿Por qué te tortura de ese modo? –le reproché.


El vampiro me miró fijamente, como con sus ojos quisiera decirme mucho más de lo que decía con las palabras.


-Nunca me hubiera perdonado si…


Lo interrumpí tomándolo de la mano y ofreciéndole una sonrisa, quería que parara de culparse.


El suspiró, cansado, y entrelazó sus dedos con los míos.


-¡Bella! –escuché la voz de Jacob.


Anthony me soltó bruscamente.


Los brazos del rey licántropo me envolvieron en un estrecho abrazo.


-Me alegra tanto que estés bien –dijo.


Una sacudida interna me recorrió al sentirlo tan cerca, él también tuvo que sentirlo porque se separó ligeramente y me vio con ojos asombrados.


-Bella… -dijo interrumpiéndose.


Un brillo de comprensión cruzó por sus ojos y una sonrisa se fue dibujando por su rostro.


-¡Aún estamos unidos! –exclamó tomando mi rostro entre sus manos.


Fue hasta ese momento, que con un gruñido, Edward intervino. Se colocó en medio de los dos, cubriéndome con su cuerpo y apartando a Jacob.


-Te equivocas, ella es mía –dijo Edward entre dientes.


-Ella aún es parte de la manada –replicó Jacob frunciendo el ceño-, puedo sentirlo al igual que pueden sentirlo los otros licántropos.


-¡Ella ahora es un vampiro!


-Pero sigue siendo mi reina –gruñó Jacob-, la reina de los licántropos.


-Es la reina de los vampiros –le corrigió Edward mordazmente.


Esto no podía estar pasando.


-Vas a tener que explicarme muchas cosas amiga –dijo Lissa.


-Ni siquiera yo entiendo –contesté ausente, mucho más pendiente de que Edward y Jacob no se despedazaran.


Me dejé caer al suelo.


Aún mi cabeza no asimilaba el hecho de que me había convertido en vampiresa, mucho menos podía pensar que me había vuelto reina de dos razas.


Alguien se acercó a mí y me rodeó con sus brazos de modo protector.


Era Anthony.


-¿Por qué hacen esto? –le cuestioné.


-Ninguno quiere dejarte para el otro –contestó Anthony, me miró a los ojos y añadió:- Eso puedo comprenderlo perfectamente.


Edward mostró sus colmillos, Jacob rugió en respuesta.


Comencé a temblar en los brazos de Anthony.


Adam se acercó a nosotros y prácticamente me arrebató de los brazos del vampiro y me ayudó a levantarme.


-No me importa si son los reyes –dijo entre dientes, se veía furioso-, no puedo soportar que te hagan sufrir de ese modo.


Todo lo que decían mis protectores lo escuchaba a medias, la mayor parte de mi atención estaba en Edward y Jacob.


-¡No! –chillé sin poder soportarlo.


Edward se giró y se reunió conmigo en menos de un segundo.


Adam a regañadientes apartó las manos de mis hombros.


-Aún tiene que acostumbrarse a ser un vampiro –dijo Edward tomándome en sus brazos, pero dirigiendo sus palabras al rey licántropo-, voy a llevármela, quieras o no.


Jacob parecía querer replicar algo, pero tuvo que contenerse al ver mi expresión. Estaba asustada, nerviosa y aún sin comprender como es que todo había terminado así.


-Hazlo –dijo-, pero tenemos que hablar de esto.


-Estoy de acuerdo –respondió Edward.



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Capitulo 2. Despedida


Los recuerdos, fríos y dolorosos, me agobiaron cuando entré en la mansión de los vampiros. En está ocasión el vestíbulo se encontraba vacío y oscuro, Edward me mantenía en sus brazos todo el tiempo, y después de un rato comencé a sentir un poco de paz en mi interior.


Edward me sentó con cuidado en el sillón y se arrodilló a mi lado.


-Hay muchas cosas a las que te será difícil acostumbrarte –comenzó-, pero con el tiempo lo lograrás. Además yo estaré contigo –añadió tomando mi mano entre la suya.


Giré la cabeza, observando cada rincón del lugar, sorprendida porque ya estuviera completamente reparado, como si nunca hubiera ocurrido nada. Después del escrutinio mis ojos se fijaron en la figura escondida en las sombras, que no hubiera podido reconocer si mi visión no fuera la de un vampiro.


Anthony nos había seguido hasta la mansión, cumpliendo su palabra de cuidarme. Adam había insistido en hacer lo mismo, pero por órdenes de Jacob tuvo que abstenerse de hacerlo.


EL vampiro de cabello rubio, cuyos reflejos dorados podía ver ahora con mayor intensidad, me observaba con una combinación de emociones, en las que predominaba la profunda soledad.


-Puedes irte –le dijo Edward-, ya no te necesito más, de ahora en adelante yo cuidaré de ella.


La expresión de Anthony se ensombreció, lo vi apretar los puños, pero, contrario a su reacción asintió.


-Adiós, Bella –se despidió de mí.


-Adiós –musité.


Edward me besó la mano, y una sonrisa comenzó a extenderse por sus labios.


-Alice te ha extrañado mucho.


Después de que las palabras salieran de su boca, la vi. Ella bajó las escaleras, con gracia, como si cada paso fuera parte de una coreografía ensayada muchas veces.


Me pregunté si esos pasos elegantes, serían debido a que ella era un vampiro, o sólo era su perfecta coordinación. Interiormente esperé que fuera lo primero, así terminarían mis días de torpeza.


Alice, con una sonrisa radiante, extendió los brazos hacia mí. Me levanté y dejé que me envolviera con su amabilidad y cariño. Detrás de ella, reconocí a Jasper, y con sólo verlo me sentí completamente relajada, ese vampiro siempre tenía ese efecto en mí.


-Yo te enseñaré todo lo que tienes que saber para ser una vampiresa –dijo separándose de mí para ver mi cara.


-Creí que ese era mi trabajo –intervino Edward.


-Lo siento hermano –dijo ella-, pero esto es cosa de chicas.


Edward puso los ojos en blanco.


-Además –continuó Alice-, ahora eres su consorte, lo que también es nuevo para ti. Así que tú vete con Jasper y deja que él te aconseje algunas cosas sobre esto.


Edward y Jasper se miraron con las mismas expresiones de perplejidad y diversión.


-¡Vamos! –exclamó Alice-. ¡Déjenos solas!


Con un suspiro de rendición, los dos vampiros abandonaron el lugar.


-¡Por fin! –exclamó aliviada.


Un estremecimiento me recorrió, algo se acercaba, y cuando giré la cabeza en todas direcciones, mi mirada llegó sola hasta la ventana cubierta por una gruesa cortina.


El amanecer.


-Eso –dijo Alice adivinando mis pensamientos-, es algo que de ahora en adelante sentirás cada que se acerquen los rayos del sol. Nosotros podemos sentir cuando se avecina el día.


Observé con recelo la ventana, sintiendo una increíble necesidad de mantenerme dentro, algo me decía que era mejor mantenerme alejada de la luz.


-¿También sienten cuando se acerca la noche?


Alice asintió.


-Pero es completamente diferente, cuando la oscuridad cubre el cielo, te sientes completamente bien –ella sonrió-, y libre.


Ahora comprendía porque los vampiros salían siempre de noche, yo ya sentía ansiedad porque el sol ocultara sus rayos, y llegara el turno de la Luna.


-Se que tienes un problema –comentó Alice después de un rato de silencio-, tal vez si me lo cuentas podamos resolverlo juntas.


No necesitó decir nada más para convencerme, en menos de un segundo, mi boca explotó en un sinfín de palabras que se entrelazaban hasta formar frases, que se tornaban incoherentes conforme el relato adquiría velocidad.


-Espera –Alice levantó una mano en frente de mí-, los vampiros podemos escuchar y hablar a gran velocidad, pero en está ocasión te voy a pedir que vayas más despacio y me expliques con detalles.


Así lo hice. Pero me detuve especialmente en lo ocurrido hacía apenas unas cuantas horas, quería desesperadamente encontrar una solución. Cuando era humana la idea de volverme reina me aterraba, ahora que era reina de dos razas, simplemente no podía soportarlo.


Un gran suspiro escapó de mis labios cuando terminé.


-Nunca había pasado algo como eso –Alice comentó-, y no sé cómo solucionarlo.


Me mordí el labio.


-Pero puedo ayudarte a encontrarla –añadió rápidamente.


Asentí agradecida, pero sabía que no iba a ser nada sencillo.


-Antes que nada –dijo-, sabes que la solución será volverte reina de una sola raza. Pero ¿ya has decidido?


Cerré mis ojos, pensando en que sólo había un hombre sin en el que no era capaz de vivir.


-Sí –le respondí.


-¿Es de mi hermano a quien te refieres? –Alice preguntó.


-Sí.


-¡Lo sabía! –exclamó.


Le sonreí.


-Así que, lo primero que tienes que hacer es decirle al rey licántropo –dijo ella.


Sentí como mi expresión de alegría se desdibujaba de mi rostro, no quería lastimarlo, pero sabía que tenía que decírselo.


-Son muchas cosas de una sola vez –dijo con expresión comprensiva-, yo no tuve que pasar por tanto al momento de mi conversión.


Suspiré y recordé que quería hacer algo, antes que nada.


-Quiero ir al Luna Llena –le dije.


Alice arqueó las cejas.


-Sólo quiero despedirme –continué-, se que cómo están las cosas debo de olvidarme de mi trabajo allá.


-Entonces hazlo –dijo apretando mi mano-, pero espera hasta la noche.


Me estremecí.


-Por supuesto –contesté-, no tengo ganas de salir ahora.


Ella se rió.


La tan ansiada noche llegó, fue rápido, el tiempo se minimizó mientras ella me explicaba todo lo que implicaba haberme convertido en un vampiro.


Mientras hablábamos, pude sentir su llegada, justo como ella lo había descrito: me sentí muy bien, llena de energía e increíblemente libre.


Edward y Jasper llegaron poco después.


El rey vampiro se inclinó hacia y me besó en la frente.


De reojo vi como Alice saltaba del sillón y corría a refugiarse en los brazos de Jasper, cómo si ese fuera el único lugar donde quisiera estar siempre.


Sonreí.


-Edward tengo que ir al Luna Llena –le dije.


Sentí como se ponía rígido.


-¿Por qué quieres ir? –preguntó.


-Tengo que ir a renunciar –dije-, y quiero ver a Lissa…


-Edward –intervino Alice aún enterrada en los brazos de Jasper-, Bella tiene que decirle adiós a su vida anterior, tienes que comprender que no es fácil ella acostumbrarse a nuestra forma de vivir, sobre todo ahora que se ha convertido en reina.


La expresión de Edward se suavizó, y sus dedos acariciaron mi rostro.


-Iré contigo –dijo.


Alice negó con la cabeza.


-Tú entrada al bar va originar mucho descontento –replicó ella-, además creo que esto es algo que Bella debe hacer sola.


Asentí, de acuerdo con Alice. Nada de ahora en adelante sería lo mismo, y quería acostumbrarme a ello.


-No quiero que vayas sola –dijo Edward, sus ojos brillaban con preocupación hacia mí.


-Estaré bien –le aseguré.


-Sí, a ella nadie le hará daño –coincidió Alice-, es muy importante, tanto para vampiros como para licántropos.


Edward frunció el ceño, pero al final cedió.


Aún cuando la música estaba a todo volumen, sentí que un repentino silencio llenó el lugar a mi llegada, las conversaciones habían cesado y toda la atención de los licántropos fue para mí.


Caminé buscando a Lissa, ignorando las miradas que me dirigían los clientes.


-¡Bella!


Si no fuera un vampiro, y no estuviera acostumbrada a sus gritos, seguramente mi amiga me hubiera metido un buen susto.


-Lissa –dije sonriendo.


-¿Cómo te sientes? –preguntó inmediatamente.


-Con extraña repulsión a salir de día, más fuerte, más veloz.


-¡Genial! –exclamó y luego sonrió-. Pero sabes que no me refería a eso.


Me encogí de hombros.


-Es aterrador –admití al fin-, yo no quería convertirme en…


-¡Una doble reina! –completó Lissa por mí.


-Eso –coincidí, no era la forma en que lo iba a decir, pero después de todo era lo mismo.


-Un momento –dijo mi amiga de pronto y se inclinó un poco hacia mí.


-¿Qué?


-¡Mi dios! –exclamó entusiasmada-. ¡Tienes la piel perfecta! ¿Sabes cuánto te vas a ahorrar en tratamientos de belleza?


Por eso me agradaba estar con ella, siempre me hacía reír, aún cuando estuviera metida en los peores problemas.


-¿Dónde está Rod? –le pregunté cuando logré dejar de reír.


-No está aquí –contestó.


Puse los ojos en blanco, mi jefe casi nunca estaba en el bar.


-Cuando lo veas le dices que ya no voy a trabajar aquí ¿de acuerdo?


-Te voy a extrañar –dijo Lissa.


-Pero nos vamos a seguir viendo –repliqué.


-¡Por supuesto! –exclamó-. ¿Crees que voy a dejar que vivas tu vida de reina y no me cuentes nada?


-Se que no vas a dejar que eso pase –contesté.


Ella sonrió. Luego su mirada se fijó encima de mi hombro y su expresión se tornó culpable.


-Creo que hay otro problema –dijo.


-¿Cuál?


-Jason –musitó.


-¿Qué pasa con él? –pregunté.


-Yo… él quería saber de ti… y yo creo que hable un poco más de la cuenta –dijo Lissa.


-¿Qué tanto más? –insistí, aún cuando ya tenía una idea de la respuesta.


-Todo.


-¿Qué tú qué…? –me quedé boquiabierta.


-¡Lo siento! –exclamó-. ¡No pude evitarlo! ¡Además pensé que era tiempo de que lo supiera! ¡Se iba a enterar tarde o temprano!


-Sí –suspiré-, pero quería que se enterara por mí.


-Lo siento –repitió.


-Está bien –me giré para enfrentarlo.


Jason seguía atendiendo la barra, cuando llegué hasta él, ni siquiera levantó la cara para verme.


-Esto –comencé insegura-, yo te lo iba a decir.


El rubio se giró hacia mí, frunciendo el ceño, se veía furioso.


-¡Sí! –exclamó-. ¡Hasta ahora que eres… un vampiro!


-Déjame explicarte…


-¿Ni siquiera pudiste decirme que te ibas a casar? –cuestionó.


-¡Sabía que te ibas a poner así! –me defendí.


-¿Cómo querías que me pusiera? –golpeó la mesa con el puño-. ¿Querías que te fuera a felicitar sabiendo que ibas a cometer un error?


-¿Lo ves? –señalé-. ¡Siempre me tratas como a una niña!


-¡Sólo me preocupo por ti! –replicó.


-Lo sé –intenté calmarme-, sé que me quieres tanto como a una hermana, pero debes comprender que puedo decidir por mí misma.


El se quedó callado unos instantes mirándome fijamente, luego negó con la cabeza.


-Tú no…


-Mi reina –lo interrumpió un Licántropo que llegó a mi lado-. ¿La ha ofendido este humano?


Otros más me rodearon observando con desprecio a Jason.


-No –dije inmediatamente-, todo está bien.


Los licántropos se dispersaron tras esas palabras.


Me quedé sorprendida por su reacción.


-Jason…


El comenzó a servir unas bebidas.


-No tengo nada más que decirte –me interrumpió.


Suspiré con tristeza y me dirigí a la salida, no podía hacerlo cambiar de parecer, no cuando se ponía en esa actitud. Sólo esperaba que las cosas entre nosotros mejoraran con el tiempo.