Dark Chat

jueves, 14 de abril de 2011

Pecados Carnales

Hello  mis angeles hermosos!!
Chicas aqui les dejo el final de esta maravilloza historia , MUCHAS GRACIAS A MI QUERIDA LIZ19FOREVER , POR COMPARTIR ESTA HISTORIA CON NOSOTRAS.
Asi que chicas disfruten de este hermoso final y no olviden dejar sus comentarios al final
Mil besitos a todas
Angel of the dark
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Capítulo Final: Familia

Bella

— ¿Aquí y ahora? —preguntó

— Así es —confirmé tomando aire

— ¡No! —exclamó asustado — no puede ser, esto no es un hospital —advirtió

— No puedo detenerlo, es algo automático

Confesé y sentí un ruido, igual a cuando se rompe un globo, fue un ruido seco pero fuerte, un líquido tibio escurrió entre mis piernas, le miré.

— ¿Qué fue eso?

— Rompí fuente

— Ven, te subiré al auto

No se como pero me sujeto entre sus brazos, caminó conmigo el corto trayecto que nos separaba y me depositó gentilmente en el suelo, abrió la puerta y justo cuando iba a entrar me di cuenta que no había posibilidad alguna que pudiera llegar.

— No —discrepé y exhale todo el aire que contenían mis pulmones.

Me llevé las manos a mi vientre, sentía como si este estuviera a punto de caer. Este dolor era insoportablemente necesario, lo sabía pero aún así era difícil resignarse. Su mirada expectante estaba clavada en mí. Apreté su mano extendida en el aire, a través de la cual, creía darme consuelo.

— ¿De que hablas amor? —preguntó temeroso de mi respuesta, la adivinaba, lo noté por la forma tensa en que me miraba

— No alcanzaré a llegar —confesé en un murmullo ahogado.

— Bella, yo no soy médico, nuestro hijo no puede nacer aquí —susurró.

— Son más de dos horas de viaje, es imposible que yo pueda realizarlas nacería en medio de la nada, es mejor aquí —expliqué.

— Tendrás que ayudarla —decretó una voz detrás de nosotros y no sólo él sino ambos miramos hacía el origen de aquella observación.

Tanya

¿Cómo era posible que tuviera tanto miedo?

— ¡Tanya espera! —susurró Alice sujetándome por el brazo, me voltee a mirarla.

Nuestros ojos se enfrentaron, verdes contra verdes. Su entrecejo se distendió solo un segundo, miró al pequeño en mi regazo y luego sonrió divertida hacía el horizonte.

— El orgullo no es un buen consejero — ladeó su rostro angelical hasta que otra vez nuestras miradas se encontraron

— Lo sé —confirmé apretando entre mis brazos a mi pequeño ángel

— Se parece tanto a él, es como si su espíritu se hubiera colado entre sus genes y hoy estuviera aquí presente —comentó acariciando el rostro del pequeño en mi regazo.

Ante sus caricias su reacción fue un gran bostezo mezclado con un suspiro embriagador. Sin entendernos, ni a su tía ni a mí se llevo sus pequeñas y torpes manos hasta la comisura de sus hermosos ojos y dio un brinco impaciente. Su cuerpo se revolvió angustiado y molesto. Mi pequeño gran gigante tenía sueño.

— Podríamos hacerlo dormir en mi casa —propuso desordenando ese pelo delgado como la pluma que era idéntico al de su padre.

— No lo sé —dudé mirando hacía atrás.

— ¿Qué te dijo? —me preguntó

— lo siente

— ¿Tú le crees?

— Nunca he dejado de creerle pero ese no es el problema ahora

— Lo sé, Edward es demasiado terco a veces, solo espero que las cosas se compongan

— ¡¿Mami, los tíos se contentarán! —su voz nos interrumpió, tanto Alice como yo desviamos nuestra mirada hacía el dueño de aquella voz.

Era pequeño pero no tanto, había heredado el porte de su tío, la sonrisa de su padre y la percepción de Alice.

— ¿Lo harán? —me preguntó suspicaz uniéndose a la interrogante planteada por su pequeño.

El hijo de Alice se acercó hasta el cuerpo de su madre y se enterró en sus piernas, un gesto demasiado arraigado en la familia. Me sonreí.

Entonces ante aquel gesto tan cómplice, tan hermoso, ante aquella sonrisa sincera y serena que estaba profiriéndome Alice volví al pasado. Volví a un día hacía seis años atrás.

— ¿Le amas? —había sido su pregunta.

Guardé silencio sepulcral. No sabía ni entendía el transfondo de esa pregunta, no entendía tampoco su generosidad ni la simpleza propuesta.

— Porque yo sí —confesó en una verdad indestructible.

— ¿No entiendo? —fue lo único que pude articular ante aquello.

— Es muy simple Tanya, yo le amo ¿Le amas tú? —me preguntó de nuevo y entonces suspiré.

— No de la manera en que tu estas pensando —aclaré

— ¿De que manera pienso? —inquirió otra vez con la misma calma y sutileza que había empleado en un comienzo.

Esa calidad me desconcertó. Ella estaba allí, el día de su boda para preguntarme ¿si amaba a quien sería su esposo en cuestión de horas?

— Yo no… yo… ¿qué es lo que quieres de mí? —le pregunté mirándola directo a los ojos

— Aprender —respondió

— ¿Disculpa? —y ahora sí creí que ella había enloquecido.

¿Acaso me estaba pidiendo algo?

— Edward contigo es feliz —hizo notar — Solo quiero aprender de aquello —concluyó

— ¿Feliz? ¿Conmigo? —exclame —él te eligió a ti —agregue contrariada —No tienes idea de lo que estas hablando —refuté enseguida.

— Tanya tan solo quiero evitar que hoy se convierta en otro error. Quiero que la decisión que se ha tomado sea la correcta.

— ¿Quieres algo así como mi consejo? —pregunté indecisa

— Sí —asintió.

Frente a mi tenía la oportunidad perfecta de poder separarlos, solo debía hablar y entonces Edward sería mío, yo era mejor que ella, yo era mucho mejor para él que ella.

Tal vez no volvería a mí de manera inmediata pero con el tiempo estaba convencida de aquello. Lo había hecho ya una vez ¿Por qué ahora sería diferente?

Bella tenía razón, conmigo Edward era feliz. Durante ese lapso de tiempo, en que ella no estuvo habíamos sido felices, juntos los tres, habíamos sido una familia hasta aquel día…

Me estremecí, me odie a mi misma. Mi lado egoísta salio a flote con solo una palabra, con una sola silaba. Opacó a mi lado más honesto y leal de manera aberrante. Tal vez después de todo no eran buena ni para el ni para mi misma, tal vez no era mejor que ella. Suspiré.

— Para estar juntos no necesitan estar casados, no necesitan unirse en un vinculo de papel… para ser felices deben estar juntos, no unidos… no se mi me entiendes —le expliqué y me sentí estúpida.

Tal y como me sentía ahora, la mirada de Alice se distrajo de la mía y sus ojos parecieron perderse en el infinito como si ante ellos estuviera pasando una película invisible.

— Sucederá ahora —articuló expectante y dio un paso hacía mí.

— ¿Qué? ¿Qué cosa? —pregunté y entonces me giré.

Edward

Caminé vacilante. Era primera vez que yo era el culpable de algo y no tenía excusa posible. Era culpable completamente y me arrepentía de haberlo ocultado pero ¿Si se lo decía ella lo entendería?

Entonces cuando iba a darle la explicación, aquella que había fraguado en mi mente por toda la noche, por esa larga y pesadumbrosa noche que no paso junto a mí. Ella se abalanzó a mis brazos y me dejó sin habla.

— Creo que tu hijo nacerá ahora —balbuceó sin voz y su rostro se contrajo.

— ¿Aquí? ¿Ahora? Pero sí Emmett había dicho que aún faltaba un mes completo.

— ¿Aquí y ahora? —pregunte asustado.

Era increíble, esté era la tercera vez y yo aún no podía acostumbrarme. Todo me volvía a parecer tan caótico como lo fue la primera.

— Así es —confirmó mi amada Bella respirando

— ¡No! —fue lo único que atine a gritar, estaba asustado.

¿En la mitad de una playa? ¿Lejos de un hospital? ¿Lejos de Emmett?

—…esto no es un hospital —advertí como si ella en realidad pudiera hacer algo, como si Bella pudiera evitar y controlar a la naturaleza.

Entonces me di cuenta que el causante de aquello había sido yo, al mirar esos ojos hinchados producto del llanto, que seguramente había largado en los brazos de mi hermano la noche anterior me hizo encontrar la calma suficiente que ameritaba la situación.

—No puedo detenerlo, es algo automático —confesó en un balbuceo exiguo

Y lo siguiente que paso fue algo inevitable, la cargue hasta el automóvil. En la puerta ya todo cambio, su rostro se desfiguró producto del dolor.

—…No soy médico nuestro hijo no puede nacer aquí —advertí ante aquella mirada tan fiera que me estaba dando.

Bella estaba realmente considerando tener a nuestro hijo en la mitad de la nada. ¿Había perdido el juicio? ¡No! ¡no podía pasar!, me desesperé y miré a lo lejos entonces la voz de Tanya se sintió.

—Tendrás que ayudarla —decretó sonriendo.

— ¿Yo? ¿Estás loca? —exclamé pero no conté con que ellas eran tres y yo solo era uno.

Creí que dejaría una zanja en aquel pasillo, la casa de Alice era enorme, llena de pasadizos, llena de habitaciones, extrañamente ahora aquel pasillo, de dos veces el porte del mío, me pareció estrecho. Fue como si no pudiera caber allí, tomé entre mis manos el celular y marque por última vez. Estaba en eso, concentrado cuando sentí el jadeo de Bella desde el interior y el grito de Alice.

— ¡Edward ven aquí! ¡Tu esposa te necesita! —ordenó y sentí el corazón en mi garganta.

Me desesperé al escuchar el buzón de voz.

— ¡Maldición Emmett no puedes hacerme esto! —bufé desesperado.

— No puede nacer aquí –concluí como si dios o alguien pudiera hacerme caso.

— ¡Edward! —gritó otra vez Alice pero esta vez desde el umbral de su habitación, me miró y enarcó una ceja — No puedes ser tan cobarde —exclamó.

— No es cobardía ¿Qué soy el único con sentido común? —pregunté

— Debió haber sido cesárea —pensé recordando las palabras de mi cuñado y mejor amigo: "Calma no nacerá ahora, le falta mucho" había dicho recién hace dos días y en que estábamos ahora — ¡Si como no! —pensé enojado por la falta de predicción marcando el número otra vez.

El teléfono se encuentra fuera de la red de servicio

¡Maldito mensaje!

Entonces me resigné, caminé despacio hasta la alcoba de mi hermana y allí estaba, en la mitad de la enorme cama estaba ella. Mi Bella retorciéndose por el dolor de las contracciones. A pesar de aquello me regaló la más preciosa de las sonrisas cuando me miró ¡¿Cómo lo hacía?

Le sonreí de vuelta, y Alice me empujó hacía la cama.

— No muerde —exclamó divertida.

— No es gracioso duende —murmuré entre dientes tratando de mantener la sonrisa serena y calmada para ella.

La sola idea de que mi hijo naciera en aquel lugar era absurda.

Esto no debería estar pasando, para eso están los hospitales pensé frenético mientras me adentraba en aquella habitación.

— Tanya esto no es buena idea, ninguno de nosotros es medico —exclamé llamando a su sensatez.

— ¿Qué quieres hacer? —me preguntó y la observé

¿En realidad podría decidir? Me ilusioné.

— ¿Esperar? Al menos hasta que llegue Emmett —sugerí

— No creo que tu hijo quiera esperar —interrumpió Bella.

Sus palabras se dilataban y se hacían dificultosas producto de los jadeos que estaba dando.

— Lo sé, lo sé pero yo… no puedo… —admití

— ¡Emmett! Gracias al cielo —gritó mi hermana Alice con su teléfono en la oreja, se me iluminó el rostro, el alma volvió al cuerpo. — te dejo con él —anunció y me entregó el aparato. Casi se me cayó, mis manos transpiraban.

— ¿Emmett, dime que estas en camino, por favor? —le supliqué.

Se sintió un jadeo profundo de Bella y entonces miré en pánico a Tanya que se acercó hasta ella, le ayudo a enderezarse al igual que Alice que se puso entre sus piernas, yo estaba a un costado absortó y aterrado.

¡No, no, no, no yo no podía traer al mundo a mi hijo en la mitad de la nada!

¿Por qué habíamos tenido que discutir en la cena de navidad? ¿Por qué había tenido que ser tan terco? ¿Por qué?

— Edward —magulló entre dientes — No puedo hacerlo sola, por favor —suplicó ahora mi adorada esposa

— Cuelga —me pidió Tanya.

El cuerpo de Bella se contrajo con potencia, su cabeza rodó hacía atrás y luego hacía adelante haciendo fuerza.

— Te perderás lo más hermoso por insensible y tonto —exclamó Alice que se las estaba dando de ¿Partera?

— ¿Emmett? —dije ya sin voz

— Estoy en eso pero estoy mas lejos de lo que piensas, tal vez no alcance a llegar, tendrás que hacerlo tú —anunció

— ¡No soy médico! ¡Podrían salir lastimados! —grité y él se rió.

— ¡Ay casi me sacaste el oido! ¡Exagerado como siempre! ¡Cálmate quieres no es nada del otro mundo!

— Emmett es en serio —discutí furioso

— Todo el trabajo lo hará tu mujer, tu solo tienes que ayudarla a pujar y luego a cortar el cordón umbilical, dos trabajos muy simples, estoy seguro que Alice ya tiene todo listo y dispuesto tu asegúrate que las tijeras estén esterilízala, tres simples trabajos —me indicó como si yo supiera hacerlo.

¿Cómo se suponía iba a esterilizar las tijeras?, guardé silencio.

— Edward estas ahí —preguntó

— Sí —contesté

— ¿No te acuerdas de las clases del Señor Lennon? —preguntó casi como si no saber esterilizar fuera un conocimiento usual.

— ¡Eso fue hace más de diez años! – le reclamé y como iba a recordar todo

— Dame a Alice, eres increíble —me pidió rezongando.

— Emmett, escucha, de verdad tienes que llegar, yo no puedo hacer esto, ninguno de los tres puede hacerlo ¿En que mundo vives? —solté desesperado.

— En el mismo que el tuyo, la diferencia, me hago responsable de mis acciones, sobrevivirás y será la experiencia más linda que podría alguien vivir jamás te lo aseguro, me agradecerás no haber estado allí —aseveró

Alice me arrebató el teléfono y yo concentré mi vista en ella. Temía acercarme, incluso me sentía demasiado torpe al ver que Alice y Tanya parecían tener todo tan controlado, incluso Bella. Mi adora Bella parecía tan confiada. Quería tener esa confianza.

No seré capaz de hacer esto

Pensé al segundo en que Alice con su gracilidad habitual me entregaba un par de tijeras, eran pequeñas, parecidas a las de costura. ¿Servirían?

— Ya las esterilicé —anunció ¿En que minuto había hecho todo aquello?

Miré a mi alrededor y tenía todo, según lo que ella creía y yo mismo, para dárselas de matrona. Pidió como toda una experta que ayudará a Tanya a lograr que Bella se pusiera más abajo en la cama, la idea era que sus piernas quedaran lo más cercanas al borde.

— ¿Alice esto? —pregunté

— Ayuda a no estorbar ¿Quieres? —me pidió pasándome unos almohadones gigantes.

Los acomodé donde me dijeron. Y entonces reparé en algo que no había reparado antes, hoy era 25 de diciembre. Mi corazón se contrajo y entonces miré mi reloj, faltaban veinte para las diez de la mañana. De pronto sus ojos marrones, ahora contraídos producto del dolor, me miraron expectantes. La observé, sus mejillas estaban teñidas de un sutil rosa, tenía su frente sudorosa.

— Duele demasiado, ya no puedo dilatarlo más… lo siento pero nacerá a ahora —se excusó ante mí como si estuviera cometiendo una falta.

— Todos contamos con eso —murmuró Tanya y me cedió su lugar detrás de mi esposa, el lugar donde debía estar. Me puse allí sin entender muy bien que hacer en un principio.

Sino hasta que recordé aquella primera vez, recordé a Anthony. Entonces la ayude a pujar y pensar en que ella era capaz de dar vida de esa manera era realmente maravilloso. Le daba sentido a todo lo que habíamos vivido. Incluso le daba sentido a su muerte.

— Bella, una vez más, ya casi esta afuera —y Alice estaba más emocionada que yo. Sus ojos brillaban. Incluso creo que más emocionada que la propia parturienta.

En ese minuto sentí los pasos de alguien, alce mi mirada y era Ángela que entro sigilosa a la recamará, seguida de cerca por quien hubiera deseado tener allí antes Emmett. Este traía una sonrisa demasiado culpable y traicionera en sus labios. Ambos entraron justo en el momento en que mi pequeño pedazo de cielo hizo su entrada a este mundo.

— ¡Es una niña! —exclamó Alice y la alzó en el aire.

¿Niña? ¿No se supone era varón?, mis ojos se clavaron en Emmett

— La medicina no es una ciencia exacta —se justificó riendo nervioso mientras se aproximaba.

Entonces ese llanto tan familiar y característico hoy se escuchaba nuevamente, me distrajo. Mis ojos se posaron en "la" causante y sonreí quedando absortó y casi al borde del llanto. Mi hija, nuestra hija era preciosa como su madre, me miró curiosa cuando Alice me la entregó envuelta en una toalla blanca, tan blanca como su piel. Que ahora y producto de la fricción aun conservaba un rosa sutil.

— Déjame verla —me pidió Bella con la voz extenuada y la puse sobre su pecho.

— Es hermosa, felicidades Edward —me dijo Tanya poniendo su mano en mi hombro.

— No lo hiciste tan mal, sobreviviste y sin desmayo, felicidades Edward me has sorprendido —exclamó mi amigo tomando control de la situación.

Ocupo el lugar de Alice y corroboró que todo estuviera bien con Bella. Luego examinó a la nueva integrante de la familia.

— ¿Cómo se llamará? —preguntó una muy emocionada Alice — ¿Puedo? —preguntó y noté como Bella se la entregaba.

— Tanya —respondió esta apenas separo aquel pequeño cuerpecito del suyo.

Mis ojos y los de la aludida la observaron

— Bella… —exclamó

— eso si eso no te molesta —le dijo sonriendo aun extenuada.

— No… no me molesta… es solo que… —balbuceo emocionada y sus ojos verdes se llenaron de lágrimas.

— Esta familia es tanto tuya como nuestra —le aclaró Bella.

Y mis ojos se encontraron con los de mi adorada esposa, después de mucho finalmente éramos una familia feliz. No obstante que mi corazón estaba lleno de gozo y de una alegría inmensurable no podía evitar recordar todo el camino que habíamos recorrido para llegar a esto. Incluso recordar toda la tristeza era menos doloroso al ver a la pequeña criatura que yo y ella habíamos creado. Y no podía haber pedido que fuera distinto, todo tenía su recompensa. Entrega y sacrificio. Ahora tenía a mi hija junto a mí, a la mujer que amaba y un mundo lleno por delante de nuevas experiencias, aventuras y de mucho amor.

THE END



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Mil besitos
Angel of the dark