Dark Chat

lunes, 27 de diciembre de 2010

Te Presento A Mi Amante

Capitulo 19: El juicio I

Bella POV

El lunes por la mañana desperté con unas ganas inmensas de no levantarme de la cama. Hoy oficialmente comenzaba el principio del fin, quería llegar a ese juicio, pero a la vez tenía miedo, tenía ganas de desaparecer un instante del mundo o ¿Por qué no? Ser capaz de ver el futuro, pero ninguna de esas cosas me era posible, solo estaba aquí muerta de nervios, sin haber visto aun a Edward y con unas ganas inmensas de vomitar. Pero eso podía esperar. Desde nuestra llegada el viernes por la noche se me había prohibido aunque fuera un mensaje de texto a Edward, y a pesar de estar con mi hermano, Alice y Esme, me sentía sola, por que solo había una persona con quien quería estar y no podía, por eso cuando un par de golpes se escucharon en mi puerta y detrás escuché su voz, mi corazón casi se me sale del pecho.

— ¿Bella? —tan rápido me levante que quedé mareada pero lo ignoré y abrí la puerta, y ahí estaba con esos intensos ojos viéndome como si temiera que fuera a desparecer, me abalancé sobre él, me sostuvo entre sus brazos y me besó con fuerza, los labios, después la frente, las mejillas y de nuevo los labios. Me sentí completamente en las nubes cuando sentí después de tantos días sus labios junto a los míos, era indescriptible la sensación de estar con él, entre sus brazos, no pensé en nada más, pero claro mi burbuja se reventó cuando Alice y Emmett se aclararon la garganta de forma bastante audible y molesta.

—Creí que no nos podíamos ver —le dije apenas separando un poco mis labios de los suyos, mi cuerpo aun estaba herméticamente aferrado al suyo.

—Ese era nuestro plan, pero las cosas han cambiado —contestó con voz grave, pero con un toque de dulzura mientras se dirigía a mí.

— ¿Pasó algo? —preguntó Esme, Edward tomó mi mano y me guió al sofá donde nos sentamos lo mas cerca posible.

—Tanya, perdió al bebé, bueno… lo abortó —un hueco se me hizo en el estomago, sentí aunque era imposible como si mi propio bebé me hubiera pateado alzando la voz ante tal bajeza, despacio lleve mi mano hasta mi vientre y lo acaricié despacio.

— ¿Cómo… fue capaz? —pregunté, sabia que era ambiciosa, pero de ahí a hacer algo tan cruel, había mucha diferencia.

—Parece que es mas lista de lo que pensamos, así que abortó al bebé y piensa negar relación alguna con Félix, pero gracias a mi hermanita —le sonrió a Alice y ella le devolvió la sonrisa— él esta dispuesto a declarar el amorío que tuvieron, tengo los cargos a las tarjetas de crédito por la compra de los pasajes pero…

Su silencio nos hizo poner mas atención, pero también me hizo sentir mas nerviosa, algo no andaba bien, de hecho debía ser algo muy malo.

—Pero… —lo incité a que continuara.

—Tanya tiene un testigo, Bella —me miró y tomó mi otra mano entre las suyas— ese testigo es Charlie.

Mi boca formó una enorme O y los ojos se me llenaron de lágrimas, sabía lo que eso significaba, la última vez que intenté hablar con Charlie seguía con esa mirada indiferente y cargada de decepción, así que aunque hablara con él antes del juicio estaba muy segura de que no nos ayudaría.

—Entonces, ¿Tanya va a ganar? —Preguntó molesta Alice— eso es injusto, es verdad que ustedes dos son amantes, pero ella… ella es una zorra que se metió contigo por dinero y con Félix por placer debería haber una ley que castigue a las zorras como ella.

—Tranquila Alice, nuestro abogado nos ha dado un mejor plan, pero solo lo haremos si Bella está de cuerdo.

—Haré lo que sea para que esto se terminé de una vez —dije segura y confiada en el plan de abogado.

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Bien, quizás no estaba tan dispuesta después de todo, o era que tenia miedo de que las cosas se le complicaran a Edward y probablemente a toda la familia Cullen, pero era nuestra ultima salida y estaba dispuesta a todo por que esto ya terminara. De camino hacia el juzgado, en al auto con mi hermano, mi cuñada y Esme sentía que me faltaba el aire, y que sudaba a pesar del clima frio que la ciudad de Nueva York nos regalaba, los copos de nieve se estrellaban contra el parabrisas y los latidos de mi corazón llenaban el silencio en el interior del auto, aunque probablemente yo era la única que los escuchaba.

Al llegar al juzgado vi el cabello de Tanya perderse al cerrarse la puerta principal, era inconfundible el color rubio rojizo de su larga melena, o quizás es que yo ya alucinaba con esa mujer, que, aunque yo era la otra era ella quien se empeñaba en hacernos la vida imposible a Edward y a mí. Esme y Alice se adelantaron para avisarle a Edward y al abogado que ya estábamos aquí, Emmett me acompañó en todo momento asegurándose de que no fuera a correr.

Después de caminar con la mayor lentitud posible, llegamos a la sala donde se llevaría a cabo el juicio, y ahí estaba Tanya acompañada de su abogado, un hombre de cabellos rubios, su cara demostraba que era un gran abogado, o al menos uno prepotente seguro por sus numerosos casos ganado y mi corazón se disparó de nuevo en un frenético latido. Intente ignorarlo al ver del otro lado a Edward, tan calmado, como si todo fuera a salir bien, habría querido estar tan segura como él, pero no podía, algo me decía que esto estaba mal, pero ya no había marcha atrás, si me había metido en un amor tan complicado, tenia que complicarme la vida para salir de el. Tomamos asiento en las enormes bancas de madera, esto era como en la televisión, pero era la vida real, aquí nadie me aseguraba que los buenos fueran a ganar, es mas no estaba ni siquiera segura de ser "los buenos".

El juez llegó y se hizo la presentación del caso y yo estaba cada vez mas nerviosa, quizás si me desmayaba esto se podría posponer, pero en realidad no era eso lo que quería, por que igual tendría que volver otro día, inhalé aire antes de que Tanya fuera llamada a declarar, su abogado se levanto después del juramento de la rubia de solo decir la verdad, del cual casi me rió.

—Señora Cullen ¿puede decirme por que demanda a su marido por infidelidad?

—Hace un par de meses me fui de viaje sola, por que mi marido tenia que empezar a dar clases en la universidad, así que me tomé unas vacaciones muy merecidas, pero al volver mi prima Lauren quien comparte clases con la amante de mi marido me informó sobre la relación de mi marido con esta niña.

— ¿Y que hizo? —preguntó el abogado.

—Lo enfrenté —sus ojos se inundaron de lagrimas y yo bufé molesta, pero debía admitirlo, era buena actriz— y él me dijo que era verdad, que durante mi ausencia se haba acostado con esa zorra pero que me amaba a mi, me convenció de venir a vivir a Nueva York y empezar de nuevo, pero… no puedo, no puedo perdonarlo.

—Así que entonces, ¿su marido confesó haberle sido infiel con una de sus alumnas?

—Si, no tuvo el descaró de ocultarlo, creo que como él sabe que lo amo con toda el alma pensó que lo perdonaría, pero no es así.

— ¿Así que le he hecho un daño moral y sentimental? —continuó el abogado.

—Además de la vergüenza ante todo el pueblo de Forks de ser una tonta.

—No mas preguntas —el abogado rubio se sentó y el juez le dio la palabra al abogado de Edward.

—Señora Cullen, ¿Cuántas veces antes de ese último viaje, usted abandono la ciudad de Forks?

—Un par de veces, por motivos de trabajo Edward no podía acompañarme.

— ¿Así que decidió irse de luna de miel usted sola?

—Si, Edward me incitó a que lo hiciera, ahora sé por que.

—Y la segunda vez que se fue ¿Por qué lo hizo?

—Por que una amiga cumplió años, y la fiesta fue en Cancún.

— ¿Y cuanto duró la fiesta?

—Objeción señor juez —se levantó el abogado de Tanya— eso es irrelevante.

—A lugar —contestó el juez.

—Bien, entonces dígame señora Cullen, ¿Cuánto tiempo duró ese viaje?

—No lo se, ¿una semana? Tal vez más, tal vez menos.

—Yo le diré cuanto —el abogado se acercó a su escritorio y tomó un par de papeles— duró un mes, fue una fiesta bastante larga, su luna de miel duro otro mes, mes y medio de nuevo en Cancún y dos meses en Ibiza, España, lo que nos da un total de cinco meses y medio de ocho que usted y el señor Cullen llevan casados, para ser exactos los cinco primeros meses.

—Eso no es motivo para que Edward me engañará —protestó Tanya.

—Claro que no, eso no es lo que quise decir, pero ¿usted señora Cullen? ¿Qué hizo los últimos dos meses en Ibiza?

—Fui con unas amigas.

— ¿Y quien pago los gastos del viaje?

—Cada una pagó sus gastos, ¿Qué clase de preguntas idiotas son esas?

—Es que en los gastos de su tarjeta de crédito solo aparase el boleto de avión, usted parece no haber gastado mas que un par de noches en un hotel, y eso me hace preguntarme ¿Dónde pasó todas las noches restantes?

Tanya miró a su abogado como suplicándole que interviniera de nuevo, pero yo moría de ganas de que contestara.

—Lo que mi clienta haya echo es irrelevante señor juez —intervino el abogado de Tanya.

—No lo es —continuó el abogado Jenks— por que la señora Cullen paso esos dos meses con el señor Félix Vulturi y no precisamente como compañía amistosa, sino romántica.

—Eso es mentira —se defendió Tanya.

—Entonces ¿Quién pagó sus cuentas en Ibiza? —Preguntó el abogado, pero Tanya no contestó— eso es todo señor juez.

J. Jenks se sentó y Tanya se levantó del asiento de los testigos para ser ocupado por Edward, o al menos eso creí, ya que el siguiente a testiguar fue Félix.

—No se que demonios tiene que ver ese hombre en todo esto, ¿acaso es algo de la zorra con la que se acuesta mi marido? —me miró alzando una ceja, yo la miré pero no respondí a su ataque, volví mi mirada hacia el frente, donde Félix ya estaba tomando asiento, el juez mando callar a Tanya, y nuevamente J. Jenks tomó la palabra.

—Señor Vulturi, dígame ¿conoce a la señora Cullen?

—Si, la conocí en Ibiza hace unos meses.

— ¿Y que tipo de relación tienen?

—En este momento ninguna, pero cuando Tanya estuvo en Europa fuimos amantes.

— ¡Mentiroso! —gritó Tanya, su abogado la hizo callar al igual que el juez.

— ¿Sabia que la señora Cullen era casada? —pregunto J.J.

—No, la conocí como Tanya Denali, pasamos dos meses juntos y después me dijo que tenia que regresar a su país, no se si para mi mala fortuna, me enamoré de ella y vine a buscarla, fue cuando supe que estaba casada.

—No tengo mas preguntas —J.J tomó asiento y el rubio se puso de pie.

—Señor Volturi, dice que conoció a mi cliente en Ibiza ¿Cómo fue?

—Fue una tarde en playa, platicamos y la invité a cenar.

— ¿Y que mas?

—La invite a bailar pero me dijo no estar interesada.

— ¿Así que mi clienta le dejo claro que no estaba interesada en salir con usted?

—Esa noche si, pero al día siguiente ella misma me buscó y pasamos todo el día juntos, al igual que la noche.

—Eres un maldito mentiroso, esto lo haces solo por que te rechacé —Tanya gritaba como loca.

—Señora Cullen haga el favor de guardar silencio.

—No tengo mas preguntas señor juez —Tanya se calmó un poco después de que su abogado le dijera algo, ella me miró y sonrió con arrogancia, después J.J se puso de pie y Edward me miró suplicante y entonces entendí todo.

—Llamo a la señorita Isabella Swan como nuestro siguiente testigo —Tanya se rió cuando el abogado dijo "señorita" pero poco me importaba, el que ríe al último, ríe mejor.

Me puse de pie y caminé hacia el banquillo de los testigos, aunque para mi parecía ser la guillotina, pero gustosa pondría mi cabeza con tal de borrarle esa sonrisa a Tanya. Hice mi juramento sin dejar de ver a Edward, sus ojos me mostraban paz y confianza, así que tomé asiento-

—Señorita Swan, la señora Cullen acusa a su marido de sostener una relación romántica con usted, desde que ambos se conocieron en la universidad ¿es cierto?

—No, no es verdad —contesté.

—Zorra mentirosa —intervino Tanya.

—Señora Cullen es la ultima vez que le pido que guarde silencio, la próxima vez haré que espera afuera su sentencia —el juez parecía ya cansado con las interrupciones de Tanya.

—Es la verdad, Edward y yo no empezamos una relación al conocernos, fue después, como un mes y medio después, que él y yo nos hicimos amantes.

Para mi sorpresa mi voz no se quebró, no tartamudeé, los que parecían bastante sorprendidos eran Tanya y su abogado quienes seguramente estaban confiados en que lo negaríamos todo, pero esto quitaba de en medio a su prima Lauren, a Jessica y sobre todo a Charlie.

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Destellos de Oscuridad

Capítulo 12

Trueque

El ruido de batalla aumentó a volúmenes alarmantes, mientras los gritos de terror comenzaron a emerger de gargantas humanas. Las enfermeras corrían descontroladas por los pasillos, pidiendo ayuda, otras –las más valientes- con dedos temblorosos y desesperados se apresuraron a liberar a sus pacientes y ayudarlos a sacarlos del hospital. Una de ellas se tropezó con Esme, en su intento de arrastrar a su pequeño paciente a un área segura. La colisión provocó que los dos humanos cayeran al suelo, pues el cuerpo de la vampiresa se les resistió como el mármol frío e inamovible.

El niño observó a su alrededor y se sacudió en cortos temblores de temor; sus ojos apenas podían registrar una parte de todo el acontecimiento, todo lo que sabía era que unos vampiros malos habían tomado el hospital. Y no le ayudó mucho a su intranquilo corazón encontrarse con una en esos momentos; por ello, cuando su mirada se posó en la fría belleza de Esme, hizo una mueca y estuvo a muy poco de soltar un grito agudo, sino fuera porque la vampiresa le cubrió los labios con amabilidad.

-Vengo a ayudar –le dijo.

Tal vez fue la certeza de esta indefenso ante una hembra de una raza tan poderosa y casi invencible o quizás su sentir le hizo saber que ella le había dicho palabras sinceras, de cualquier forma, el niño dejó de removerse y asintió obedientemente.

Fue entonces cuando la atención de Esme regresó a la mujer con uniforme blanco y riguroso peinado, que aún seguía en el suelo limpio y desinfectado. Se inclinó hacia ella e intentó ayudarla; la enfermera le agradeció aferrándose a la vampiresa con la izquierda, pues su hombro derecho se había lastimado al chocar con ella.

Esme, al saberlo, intentó por todos los medios, disculparse con ella; mientras le preguntaba a la enfermera si podría llevarse al niño sola.

-No te preocupes por mí, ahora lo que debes hacer es ayudar a mis compañeras –le dijo.

La vampiresa dejó que se fueran y guiada por los gritos y rugidos logró llegar a una habitación, dónde dos vampiros tenían acorralados a tres enfermeras y una anciana que apenas y podía parpadear del susto; ella seguía atada a la cama, con el suero aún fluyendo hacia sus gastadas venas.

Tuvo tiempo de arrojarse sobre el primero de ellos, que era una hembra, y tirarla de sus largos cabellos hacia la pared, mientras su compañero se encendía en furia y le mostraba sus fieros colmillos en respuesta.

Para Rosalie, cada vampiro que intentaba golpearla o que le causaba algún pequeño rasguño en alguna parte de su perfecta piel, era causado por culpa de Bella y su hermana. Mientras intentaba deshacerse de un vampiro con un desastroso cabello verde en punta, pensaba en las palabras que le tendría preparadas a esa vampiresa cuando todo aquello terminara.

El vampiro extendió sus colmillos y la observó con hambre, ella se rió de él y, en respuesta a su vulgar escrutinio, le rasgó la cara con su afiladas uñas.

-Perra.

Rosalie rugió, su mirada se llenó de fuego iracundo, y se lanzó sobre el bastardo que se atrevió a llamarla de aquella forma. Sus manos tomaron la detestable cabeza y con un gran gruñido, lo arrojaron lejos de sí. Escuchó con gran satisfacción cómo el cuerpo hacía un hermoso sonido al romper por completo el cristal de una de las puertas movibles; y creyó verlo seguir, hasta que su torso se incrustó en una mesa, que se destrozó y comenzó a escupir pedazos de madera y astillas en todas direcciones.

Su hermano había hecho la elección más estúpida posible; pero ella tendría que decirle, no importaba que la viera con rencor; él nunca debió poner sus ojos en Bella, aunque Alice diría que no era cosa de elecciones, porque era su pareja predestinada, a Rosalie todo aquello le importaba un comino.

-¿Aún quieres continuar? –sonrió un poco, al verlo tratar de desencajarse de los trozos de madera.

Pero, a pesar de las muecas de dolor que se dibujaban en el rostro del vampiro, al final le esbozó una sonrisa en respuesta.

Ella estuvo a punto de quitársela con un puñetazo, cuando se sintió agarrada del cuello y tirada al suelo con fuerza. Quiso levantarse, pero su atacante aferró sus rubios cabellos con unos toscos y manchados dedos y estrelló su cabeza contra el suelo tantas veces, que pudo sentir el suelo romperse debajo de ella, mientras su vista comenzaba a nublarse y el caliente humor de su sangre surgía y tocaba sus orejas, su cuello…

Algo de un tono oscuro paso encima de ella y, tan pronto como había sido golpeada, fue liberada, el techo de la planta cinco del hospital estaba completamente blanco, la lámpara cilíndrica y alargada ya se había fundido y amenazaba con caerse encima de ella y romperse sobre su rostro. Con dificultad y un profundo mareo, logró ponerse de pie y notó que lo que le había quitado a su torturador de encima había sido un lobo; Rosalie los detestaba, sin embargo, al verlo luchando contra los dos vampiros no pudo más que sentirse agradecida.

-Maldita Bella, ojalá desaparecieras de nuestras vidas.

Una vez liberado su resentimiento y combatiendo el dolor en la cabeza, Rosalie se dispuso a ayudar al licántropo, pero algo detuvo su avance pues, mientras el lobo acababa de arrancarle el brazo a un vampiro y desgarrado con sus garrar el vientre del otro; una presencia poderosa se introdujo en la habitación. La vampiresa no pudo más que darse la vuelta y al observar la figura, a pesar de no haberla visto jamás, no dudó que se tratara de Dominic, el enemigo de su hermano y el que buscaba a Bella con desesperación. No necesitaba probar para saber que luchar contra él le supondría una muerte segura. Así que, a pesar de toda su valentía y orgullo, retrocedió unos pasos.

-¡No tienes porqué hacer eso! –exclamó el vampiro con una sonrisa amable; como si se tratara de un buen amigo-. Tú, de todos los que ahora acompañan a mi Bella, pareces la más razonable y, mientras sigas así, te aseguro que no te ocurrirá nada.

Rosalie, a pesar de ser un reflejo que ya se había extinguido en ella, parpadeó.

-No comprendo…

-Sencillo –dijo él, interrumpiéndola-, tú ya no quieres que Bella te cause problemas, así que podrías ayudarme a llevármela. Sólo necesito que me digas dónde se encuentra.

Ella lo observó unos minutos, callada.

-Aunque lo hiciera –dijo, finalmente-, mi hermano está con ella, jamás permitirá que la toque.

Un destello de cólera atravesó los ojos de Dominic.

-De Edward yo puedo encargarme…

-¡No! –exclamó Rosalie- ¡No le haga daño, a él no!

-De acuerdo –aceptó él, con una sonrisa de colmillos destellantes-. En ese caso, tú podrías traérmela, así Edward no pondrá objeción; lo que les digas para lograrlo no me interesa, sólo la quiero aquí en cinco minutos.

Rosalie lo observaba, confundida, pero con el suficiente brillo de interés en los ojos como para que Dominic supiera que sólo tenía que insistir un poco más.

-Debes estar de acuerdo conmigo en que Bella no es la compañera predestinada de Edward…

-Sí.

-Bella es mía y te aseguro, que si me ayudas, me la llevaré y jamás la volverás a ver y sacaré a todos mis sirvientes para que dejen tranquila a tu familia, ya nunca vas a volver a tener problemas. ¿Aceptas?

Lo primero que hizo Bella, fue dirigirse a la sala dónde tenía a Amy, en su mente nada más se encendía la idea de sacarla de ahí; pero antes de poder tomar el pasillo que la conduciría a la habitación, dos vampiros se interpusieron en su camino. Seguramente Edward, Alice o Jacob, en su forma lobuna, hubieran acudido a ayudarla, pero ellos ya estaba debatiéndose con un grupo numeroso de vampiros.

Bella no logró sacar su cuchillo antes que el primer vampiro la tomara de los hombros y la estrellara contra la pared.

-No podemos herirla, recuerda lo que dijo el jefe –le gruñó el segundo vampiro.

-No creo que eso le haya hecho daño –replicó el otro, mientras se acercaba a Bella-, recuerda que ella es la asesina de Dominic, estoy seguro que sabe defenderse…

Y como si hubiera escogido apoyar las palabras del vampiro, Bella desgarró su brazo con la hoja afilada y lo arrojó con fuerza sobre su sorprendido acompañante.

El vampiro sin heridas fue el primero en levantarse y, sin perder tiempo, se lanzó con los colmillos al descubierto sobre Bella, la golpeó en el torso, sacudiéndola de momento, pero ella logró recuperarse a tiempo para abrirle una de sus pálidas mejillas y pintar un brillante trazo rojo desde su barbilla hasta acercarse peligrosamente al ojo. Él cayó al suelo, gimiendo, mientras la herida ahora lo quemaba; maldiciendo a Bella en todos los idiomas que conocía.

La vampiresa no tenía tiempo de seguir peleando, así que los dejó en el suelo, y se dirigió a buscar a su hermana; pero cometió un error, pues uno de los vampiros la tomó del pie y la tiró al suelo. El cuchillo escapó de entre sus dedos como agua y cuando se estiró para alcanzarlo, alguien más lo había tomado. Sintió como la arrastraban por el suelo y, con un movimiento lleno de brusca ira, la voltearon boca arriba, de modo que pudo ver los ojos rojos de furia que uno de ellos le dirigía. La hoja del cuchillo, aún con sangre, apuntaba ahora a sus ojos.

-No lo hagas –le dijo el otro.

-Sólo un pequeño corte –sonrió el vampiro-, sólo para que esta perra sienta el dolor que me causó…

-Dominic te matará; no, me equivoco, te destrozará primero.

Pero nada de eso parecía amedrentar al vampiro, pues Bella ahora sentía la punta del cuchillo acariciar su piel, justo entre sus cejas.

Al llegar al hospital la niña había seguido vomitando sangre y una vez en la sala, había soltado lo último tras un pequeño temblor y había quedado inconsciente sobre la cama. La sangre perdida había sido demasiada y el semblante ojeroso y pálido en Amy no era un buen augurio. Sin embargo, la transfusión parecía haber surtido efecto, las mejillas de la niña parecían haber recobrado un poco de color y, casi antes de que ella pudiera abrir los ojos, Sam la había anestesiado para que pasara todo el proceso sin ningún sobresalto.

El hombre lobo se había sorprendido con respecto a Carlisle, el vampiro se había mantenido impasible durante todo el tiempo, incluso cuando las enfermeras trajeron las bolsas de sangre. Contrario a todo lo que pensaba sobre la raza de los vampiros, el doctor Cullen parecía hacer bien su trabajo, sin que su naturaleza lo afectara en lo más mínimo. Por ello, a pesar de su instintiva aversión hacia aquella raza, a Sam empezó a tomarle aprecio a Carlisle.

A pesar de que Amy había recobrado energía, ninguno, ni vampiro ni licántropo, podían asegurar que aquello fuera una mejoría; ambos lo había visto por sus síntomas y la niña estaba cada vez más débil, otra recaída podría ser muy peligrosa para ella.

Pero todos aquellos pensamientos se nublaron cuando las luces se apagaron y los ruidos envolvieron la habitación con su amenazadora oscuridad. Entonces, tres vampiros destrozaron las ventanas y entraron al cuarto. Sam se convirtió en lobo de un salto y Carlisle les mostró los colmillos, ambos se colocaron entre los intrusos y la niña, cuya respiración y latidos se volvían irregulares conforme pasaban los minutos.

Esme podía escuchar los gritos roncos de la mujer mayor y los gemidos de las enfermeras, que ahora eran un conjunto de tres cabezas y manos entrelazadas en desorden, todas estaban juntas, abrazadas, esperando que la muerte no llegar y que si la hacía, fuera certera, rápida e indolora.

Logró arrancarle el brazo a la vampiresa, pero eso sólo provocó a ira de su compañero, quien la mordió en la pierna, dejando una profunda y escarlata marca de dolor. Sin embargo, eso sólo le dio mayor fuerza a Esme, quien ahora le arrancó la cabeza a la vampiresa y la soltó con tal fuerza, que cayó por la ventana. Quería gritarles a las enfermeras que se salieran y se llevaran a la paciente, pero eso supondría distracción y por la forma en que llameaban los ojos de macho, sabía que no tendría tiempo para nada.

Las asustadizas mortales seguían ahí, de pie, inútiles, pegadas unas contra otras, como si la unión las fortaleciera, mientras Esme golpeaba al vampiro y la mujer mayor exhalaba un último y profundo grito; su corazón se detuvo y un sonido agudo, augurio de muerte, emergió de una de las máquinas a las que estaba conectada, y una línea latiente, en una pantalla negra, se volvía completamente recta.

Rosalie negó con la cabeza, ante su propia sorpresa, pues ignoraba porqué daba aquella respuesta.

-No puedo hacerlo, Edward… él la ama.

Dominic se encogió de hombros.

-Ya que no me vas a ayudar, eres un estorbo para mí.

La vampiresa sólo pudo ver cómo él se lanzaba hacia ella; sus ojos rojos, sus dientes blancos y su expresión salvaje, fue lo último que vio antes de sentir que su cuerpo chocaba contra la superficie del suelo y que su vientre se iba consumiendo en un dolor agudo y la cabeza volvía a abrírsele.

La puerta se hizo pedazos, un lobo salía de ella en el aire y colisionaba contra la pared; Carlisle también salió de la habitación, debatiéndose en gruñidos y golpes con otro vampiro. A pesar de estar amenazada con su propio cuchillo, Bella no pudo pensar más que en Amy y que ella también se encontraba en aquella sala, expuesta a cualquier ataque…

Edward había surgido de otra pelea y, completamente fuera de sí al observar que Bella era amenazada, tomó –sin que ellos pudieran anticiparlo- a los dos vampiros del cuello y los arrojó lejos de su amada. La ayudó a levantarse y, a pesar que la vampiresa pudo ver cómo se desesperaba por saber si se encontraba bien, no pudo preguntarle nada, porque los vampiros ya se habían puesto en pie nuevamente. Un lobo grande, de pelaje brillante, que Bella reconoció inmediatamente como Jacob, también se unió a la pelea.

El cuchillo había vuelto a sus manos y, aferrándose con toda su fuerza a él, esquivó los obstáculos de la lucha para llegar hasta su hermana. Pero apenas avanzaba cuando lo escuchó, desgarrador y cada vez más lejano, su nombre repetido tantas veces, que la voz infantil se quedó ronca, después de tantos gritos…

Bella corrió tan rápido como su angustia y sus piernas se lo permitieron; pero al llegar, sólo encontró la habitación deshecha, la cama destrozada, los aparatos sin función, la bolsa del suero rota, un río de sangre que se arrastraba y terminaba ante una de las ventanas. Se acercó a lo que quedaba de colchón y sábana y los encontró; rizos rubios, el aroma de Amy, un pedazo de su bata. Cayó de rodillas, la habitación perdió todo color y el mundo se volvió más negro de lo que alguna vez había sido… Sin embargo, su dolor fue interrumpido por una luz mala; un celular se había encendido y ahora sonaba fuertemente, la vampiresa lo tomó y contestó.

-Tengo algo que tú quieres mucho.

No había necesidad de pensar mucho para saber de quien se trataba. Estaba tan rota, que apenas y podía pensar en que haría todo porque Dominic no lastimara a su hermana.

-Sí –logró musitar ella, en respuesta.

-¿Qué dices si hacemos un trueque, Bella?



Phonography

Designios del Amor

Pero nuevamente la tentación había sido demasiado y a quién quería engañar, yo no era tan noble. Era tercera vez en la semana que me escapaba entre grabaciones para encontrarme con ella, en el mismo hotel. La ansiedad y la adrenalina por estar haciendo algo prohibido era una droga que lograba hacerme sucumbir y socavar la moral. Estacione en el mismo lugar y me baje, camine con el estomago apretado y las fantasías patentes en mi mente. Deslice la tarjeta por la puerta, y tenía una imagen mental bastante nítida de su cuerpo, debo reconocer que aguardaba desesperado estos encuentros, casi contando los minutos que faltaban para tener sexo con ella.

Sólo habíamos puesto una regla y esperaba no traicionarla — esto es sólo sexo —cada vez que estaba con ella me recordaba esa regla en la mente y trataba de pensar que yo amaba a Bella, que ella dentro de poco se convertiría en la madre de mi hijo y que seríamos una familia.

Cuando entré ella venía saliendo del baño, nuestras miradas se encontraron, la picardía se me dibujo en el rostro. Se quitó la polera provocadoramente y camine hasta ella como hipnotizado — ¡sexo! ¡nada más que sexo! —me repetí una y otra vez mientras nos besábamos desenfrenadamente. Pasé mis manos por su espalda para quitar su corpiño y lo tiré al suelo, ella me quitó la polera rompiendo el beso y observe su dorso desnudo extasiado. Bese su cuello a la altura de su clavícula y ella enterró sus dedos entre mis cabellos jugando con ellos, lo que finalmente terminó por desesperarme. Baje mis manos hasta sus pantalones y los desabotone girándola para hacer que se recostará en la cama. Con una necesidad desenfrenada la liberé de ellos y me terminé de desnudar para cernirme sobre ella, sus piernas se abrieron lo necesario para acomodarme sobre su tibio cuerpo, mientras volvía a capturar sus labios con los míos al tiempo que me introducía en ella. Nuestros cuerpos se movían acompasados, y mi respiración se iba haciendo errática a cada segundo que pasaba, la sensación era demasiado exquisita para dejarla ir pero tenía claro que después de esta vez no habría otra. Tal vez por ello ambos no queríamos hacerla tan fugaz, ahogue cada gemido que escapaban de sus labios con mis besos y cuando finalmente llegamos al clímax nos miramos. Nos vestimos en un silencio abismante, y no era que habláramos mucho acerca de nosotros y hoy no fue la excepción.

— No tienes que torturarte buscando las palabras para decir adiós, ambos tenemos claro que lo nuestro es temporal y que se acabara cuando tu hijo nazca —me dijo y me sorprendió su convicción

— ¿Segura que no sientes nada? —le pregunté irreflexivamente

— No me mal interpretes, tu me gustas, me atraes pero no voy a romper tu familia, tengo claro que esto es solo sexo —agrego pero lo cierto era que su frialdad lejos de hacerme sentir mejor consiguió el efecto contrario.

Salimos juntos de la habitación y entramos al ascensor en silencio. Bajamos hasta el tercer subterráneo y cuando llegamos a mi auto ella me miró un poco indecisa de cómo despedirse. La miré fijo tratando de dilucidar si podríamos mantener esto a raya sin involucrarnos más de la cuenta. Era casi enfermizo estar acostándome con la asistente de Bella casi tres veces por semana o incluso más. Finalmente me decidí y la bese, al principio fue como un beso simple pero se intensifico y finalmente fui yo él que recobre la cordura.

Me subí al automóvil y me fui. Me contuve todo el día de llamarla y al final del día no quería volver a la casa. Apenas entre mi corazón se disparó y la culpa junto con la frustración estaban patentes. Miré la correspondencia que estaba en la mesa de arrimo lentamente y trataba de evitar a toda costa encarar a Bella, no podía mirarla a los ojos incluso besarla después de haber tenido sexo con otra mujer.

— ¡Mi amor! —saludó entusiasmada desde el pie de la escalera en el segundo piso y su humor había cambiado radicalmente, tal vez se debía a que ya le faltaba cuestión de días para dar a luz. Me quede tieso y cuando finalmente llego a mi lado le sonreí sintiéndome un completo canalla.

— Pensé que no llegarías nunca —reflexionó de repente y el tono de voz empleado más que reprimenda sonó a desesperación.

— Ven, te quiero mostrar algo —insistió jalándome de un brazo para que subiera la escalera junto con ella, íbamos por la mitad cuando su cuerpo se contrajo y la miré asustado.

— ¿Qué, qué paso? —le pregunté y ella me miró tenía sus labios apretados como conteniendo el grito y la miré buscando lo malo que sucedía. Me apretó la mano y era desesperante mirarle las facciones de la cara sin saber que le ocurría hasta que finalmente soltó el aliento mientras yo seguía mirándola expectante.

— Ufff... —respiró y me miró aliviada — he tenido contracciones todo el día —me explicó, perdí la compostura y no se que cara le dí pero ella se rió.

— Ya llamé al medico y dijo que era normal, que tratará de permanecer acostada y eso hice hasta que te sentí llegar —me dijo rozando mis labios amorosamente.

¿Cómo podía haber sido capaz de engañarla?, me pregunté consumido por el cargo de conciencia. Finalmente subimos y ella estaba ávida y extremadamente feliz. Abrió la puerta que estaba al lado de nuestro dormitorio y me quede de una pieza. Mientras yo me iba a revolcar con su asistente ella adornaba la pieza de nuestro hijo. ¡Eres un canalla! Me grito mi vocecilla interior, fue como un golpe bajo de proporciones épicas, nunca en mi vida me había sentido tan mal como me estaba sintiendo ahora, entre a la pieza y advertí la ropa que me había mostrado Ángela en la mañana suspiré al pensar en aquello.

— ¿Te gusta?

— Es preciosa

Contesté haciendo como si fuera la primera vez que la había visto y era demasiado macabro pensé al recordar en que circunstancias yo había visto ya la ropa que sostenía en mis manos. En eso se sintieron unos pasos y la escena fue peor, verla entrar a ella fue como la gota que colmó el vaso de la moral que a esta altura estaba completamente e irremediablemente sucia.

— Lo siento no pensé —se disculpo Ángela mirándome de reojo.

Simplemente era un canalla.

OOOOOOO

— ¡Despierta! —sentí decir a lo lejos y abrí mis ojos expectantes. Me quede analizando la situación y todo era confuso, había dormido solo una hora y media. Y estaba comprobando que las palabras que me había dicho Emmett varios meses atrás se estaban haciendo reflejos de realidad. Estaba comprobando de primera mano que era tener un hijo recién nacido.

— Ya desperté —reclamé enderezándome y mi representante se rió.

— ¿Y bien? —cuestionó

Sin embargo yo no podía coordinar ideas, apenas le había escuchado algo de la trama y después había caído en sueño inconciente. Iba a contestarle cuando mi celular vibro era mi madre y como odiaba que estuviera de visita. En la semana que llevaba ya había cambiado mi rutina de vida y francamente no se como Bella la aguantaba.

— Madre estoy ocupado —le explique un poco molesto por su insistencia

— ¡Eres un miserable!

Me grito y me quede estupefacto

— ¿Qué? —le pregunté sorprendido

— Como fuiste capaz de hacerle eso a la madre de tu hijo —me reclamó

— ¿De qué rayos hablas? —le grite enojado y me levante de la silla donde estaba porque con el grito que dí me quedaron mirando sorprendidos.

—Te mereces que ella se lleve a tu hijo lejos —espetó colgándome, marque su celular pero estaba apagado.

¡Maldición! Exclame entre dientes.

— Edward ¿qué pasó? —me preguntó preocupado mi representante

— Nada me tengo que ir —dije con un hilo de voz

— Espera —me dijo sujetando mi brazo — ¿esto se trata de algo con lo que tendré que lidiar? —inquirió y suspiré si era lo que me imaginaba ni el mejor publicista evitaría el declive que se vendría.

Cuando llegue a la casa mi estomago se contrajo al no ver el auto arrendado de mi madre. Era como un presentimiento que todo finalmente se había quedado al descubierto — tu lo hiciste ahora enfréntalo —me dije cuando cruce el umbral y me asusto el silencio reinante. Era como si nadie estuviera allí, subí las escaleras de dos peldaños a la vez y la ansiedad de que ella se hubiera ido con nuestro hijo me disparó el corazón. Con los latidos en la garganta abrí la puerta del dormitorio y la cuna estaba vacía. Suspiré — aún puede estar con ella —me dije en mi interior mientras lentamente caminaba los pasos que faltaban para dar con la habitación principal. Cuando llegue al umbral note que la puerta estaba semiabierta. Miré al interior de está pero estaba completamente desocupada. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo justo cuando iba a marcar su celular angustiado me percaté que el ventanal de la terraza, que daba al patio trasero de la casa, estaba abierto. Camine lentamente hasta que la vi, parada de espaldas fumando un cigarro, contemplando a la nada.

¿Qué le diría? ¿Qué explicación era la correcta para justificar lo injustificable?

Me acerque hacia la mesa y miré la revista que estaba sobre está. Se encontraba abierta en la imagen que mostraba a su asistente y a mí besándonos a la salida del hotel hacía unos meses atrás. Había sido un estúpido al pensar que podría salir ileso de ese juego en el que me había involucrado. Cerré la revista y ella se volteó apagando el cigarro en el suelo con su pie.

— ¿Dónde está Cameron? —le pregunté un poco temeroso por tanta calma en sus facciones. Estaba esperando el ataque de ira y rabia pero parecía demasiado calmada. Me desconcertó.

— Con mi madre —me contestó cruzándose de brazos. Iba a hablar cuando yo lo hice primero adelantándome.

— Mi am… —comencé pero ella me interrumpió

— No —susurró tranquila, demasiado para mi gusto lo que provoco que mis temores aumentaran. Extrañamente esperaba una pelea y hasta ahora ella ni siquiera había alzado la voz.

— Al menos déjame explicarte —le pedí acercándome pero me rehúyo.

— ¿Te acostaste con ella? —preguntó mirándome fijo a los ojos. Era realmente terrible sentir su mirada expectante porque yo desmintiera lo que era una refutable verdad.

— No es como tu piensas —fue lo que atiné a contestar.

— ¿Te acostaste con ella sí o no? —insistió demaciado serena y decidida.

— Sí —confirme con un sonido apenas audible. Apretó sus facciones por un momento. ¡Lo siento! ¡Honestamente lo siento! Le dije en el pensamiento al darme cuenta que yo había cometido una estupidez causado un sufrimiento innecesario.

— Mi am… —me miró molesta así que cambie la frase — Bella, se que lo que diga… —y las explicaciones sobraban bien lo sabía yo, uno no puede justificar lo que no tiene justificación había sido deshonesto no solo con ella sino conmigo mismo. Me había comportado como un ególatra de los peores al ver solo por mí. Con mi actitud había sepultado mi felicidad por cinco minutos de placer. ¡Arg! Aún así quería explicarle que, en verdad, solo había cedido a una tentación y más que sentimientos involucrados lo mío con ella era algo físico pero sí tenía que elegir, la elegiría a ella.

— Edward —me interrumpió tomo aire y sabía que estaba controlándose de no gritarme unas cuantas verdades a la cara ¿Cómo? Bella estaba dándome una lección y de las peores, yo había estado en su posición y había hecho exactamente lo contrario a lo que ella estaba haciendo ahora.

— No te espere para pedirte explicaciones —aclaró mirándome directo a los ojos quería que la tierra me tragará en ese mismo instante — Te esperé para hacer una pregunta, una que sellara el destino de esta familia, si es que puedo llamarla así —exclamó seria y me quede sin habla ¡Claro que éramos una familia! ¡Cómo podía dudarlo! Ella y mi hijo eran todo para mí. Con el estomago contraído espere pacientemente por la pregunta.

— ¿Me amas? —me preguntó automaticamente y sin dudarlo mis labios se separaron para dar la respuesta a esa pregunta. No había cavilación esta vez, en realidad jamas la hubo al respecto yo la amaba. A pesar que ahora ella pensara que no, aunque todo el mundo pensará que no. Lo mío con Ángela no era amor, jamás podría serlo. Entonces cuando iba a hablar ella se acercó hasta mí, puso su dedo índice sobre mis labios impidiendo que emitiera el sonido — Piensa bien lo que dirás, porque no hay segundas oportunidades Edward, te estoy pidiendo honestidad —reflexionó con tristeza.

—Yo… fui un estúpido… lo siento, de verdad no sabes cuánto —y perdón era por lo que estaba rogando ¿Sería capaz ella de dármelo?

— ¿Me amas? —insistió y sonreí avergonzado.

— Más que a mi vida –respondí honestamente con la voz un tanto quebrada y aunque eso podría no condescenderse con la realidad de mis actitudes era lo que en verdad sentía en el fondo de mi corazón. — Se que no hay justificación para lo que sucedió pero se termino lo juro —insistí desesperado por que ella me creyera.

¡No quería perderla! ¡Había sido un estúpido! ¡Mi amor yo te amo! Dije en mi fuero interno buscando la mirada chocolate que me hacía temblar, que trastornaba todo mi mundo, esa mirada que tanto amaba pero solo conseguí ver las consecuencias de mis actos, su mirada triste y apesadumbrada. Dolida. Bella estaba destrozada y era mi culpa.

— Las relaciones se construyen en base a la confianza –declaró solemne y tenía toda la razón ¿Merecía yo su confianza? No, técnicamente no pero ¿acaso el amor no lo supera todo? Fue allí cuando me arriesgue a decir algo que en otra circunstancia no lo diría. Aquí yo era el victimario y ella la victima pero aún así lo pregunté.

— Bella, ¿Tú me amas? —cuestioné de vuelta y ella sonrió un seria. Sus ojos chocolates se iluminaron por unos breves momentos pero luego volvieron a ponerse serios y amargos.

— ¿Mereces mi amor y confianza? —me preguntó en respuesta y entonces me destrozó.

Los errores se pagan y el precio de estos a veces es demasiado alto. Ahora yo iba a entenderlo porque no había explicación posible para lo que había hecho. Luego que después de tanto sufrimiento y luego de haber vencido sobre Jacob me había farreado su amor por unos cuantos minutos de placer carnal. ¡Eres un verdadero estúpido! Me recriminé en la mente al entender que esa noche debí volver junto a Bella y haber mantenido mis instintos reservados solo para ella.

— No —le contesté mirando al suelo. Muy a mi pesar, no lo merecía.

— Cualquier otra mujer saldría por esa puerta. No voy a mentirte, tengo el deseo ferviente de hacerlo, de largarme y jamás nunca volver a verte pero si algo he aprendido de todo esto es que no sacas nada con alejarte de los problemas. Yo de verdad te amo, cuando hice mi elección la hice conciente de que eras tú al que yo quería para siempre —cargó su voz en esa última palabra —Hoy ese amor que te tengo esta haciendo algo que en otra circunstancia probablemente no haría. Estoy apostando por la existencia de un nosotros, extrañamente hoy no me importa lo que hiciste, me importa más que en verdad quieras estar conmigo porque me amas a mí no por compromiso, no por un compromiso que respira —reflexionó.

— ¿Estas perdonándome? —cuestioné tontamente confundido.

— Estoy olvidando Edward, por mí bien, por el bien de nuestro hijo, por nuestro bien... incluso por el tuyo... yo… tal vez te perdone con el tiempo…cuando el dolor y el orgullo ya no lastimen pero por ahora solo olvidaré…

Guardé silencio, en verdad no sabía que decirle o que hacer. Tenía unas ganas enormes de abrazarla pero sabía que no era el mejor momento. Fue como un vacío enorme el que se instaló entre ambos, como si de pronto todo lo que podríamos haber sido jamás sería o ¿Tal vez sí?

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