Dark Chat

lunes, 27 de diciembre de 2010

Destellos de Oscuridad

Capítulo 12

Trueque

El ruido de batalla aumentó a volúmenes alarmantes, mientras los gritos de terror comenzaron a emerger de gargantas humanas. Las enfermeras corrían descontroladas por los pasillos, pidiendo ayuda, otras –las más valientes- con dedos temblorosos y desesperados se apresuraron a liberar a sus pacientes y ayudarlos a sacarlos del hospital. Una de ellas se tropezó con Esme, en su intento de arrastrar a su pequeño paciente a un área segura. La colisión provocó que los dos humanos cayeran al suelo, pues el cuerpo de la vampiresa se les resistió como el mármol frío e inamovible.

El niño observó a su alrededor y se sacudió en cortos temblores de temor; sus ojos apenas podían registrar una parte de todo el acontecimiento, todo lo que sabía era que unos vampiros malos habían tomado el hospital. Y no le ayudó mucho a su intranquilo corazón encontrarse con una en esos momentos; por ello, cuando su mirada se posó en la fría belleza de Esme, hizo una mueca y estuvo a muy poco de soltar un grito agudo, sino fuera porque la vampiresa le cubrió los labios con amabilidad.

-Vengo a ayudar –le dijo.

Tal vez fue la certeza de esta indefenso ante una hembra de una raza tan poderosa y casi invencible o quizás su sentir le hizo saber que ella le había dicho palabras sinceras, de cualquier forma, el niño dejó de removerse y asintió obedientemente.

Fue entonces cuando la atención de Esme regresó a la mujer con uniforme blanco y riguroso peinado, que aún seguía en el suelo limpio y desinfectado. Se inclinó hacia ella e intentó ayudarla; la enfermera le agradeció aferrándose a la vampiresa con la izquierda, pues su hombro derecho se había lastimado al chocar con ella.

Esme, al saberlo, intentó por todos los medios, disculparse con ella; mientras le preguntaba a la enfermera si podría llevarse al niño sola.

-No te preocupes por mí, ahora lo que debes hacer es ayudar a mis compañeras –le dijo.

La vampiresa dejó que se fueran y guiada por los gritos y rugidos logró llegar a una habitación, dónde dos vampiros tenían acorralados a tres enfermeras y una anciana que apenas y podía parpadear del susto; ella seguía atada a la cama, con el suero aún fluyendo hacia sus gastadas venas.

Tuvo tiempo de arrojarse sobre el primero de ellos, que era una hembra, y tirarla de sus largos cabellos hacia la pared, mientras su compañero se encendía en furia y le mostraba sus fieros colmillos en respuesta.

Para Rosalie, cada vampiro que intentaba golpearla o que le causaba algún pequeño rasguño en alguna parte de su perfecta piel, era causado por culpa de Bella y su hermana. Mientras intentaba deshacerse de un vampiro con un desastroso cabello verde en punta, pensaba en las palabras que le tendría preparadas a esa vampiresa cuando todo aquello terminara.

El vampiro extendió sus colmillos y la observó con hambre, ella se rió de él y, en respuesta a su vulgar escrutinio, le rasgó la cara con su afiladas uñas.

-Perra.

Rosalie rugió, su mirada se llenó de fuego iracundo, y se lanzó sobre el bastardo que se atrevió a llamarla de aquella forma. Sus manos tomaron la detestable cabeza y con un gran gruñido, lo arrojaron lejos de sí. Escuchó con gran satisfacción cómo el cuerpo hacía un hermoso sonido al romper por completo el cristal de una de las puertas movibles; y creyó verlo seguir, hasta que su torso se incrustó en una mesa, que se destrozó y comenzó a escupir pedazos de madera y astillas en todas direcciones.

Su hermano había hecho la elección más estúpida posible; pero ella tendría que decirle, no importaba que la viera con rencor; él nunca debió poner sus ojos en Bella, aunque Alice diría que no era cosa de elecciones, porque era su pareja predestinada, a Rosalie todo aquello le importaba un comino.

-¿Aún quieres continuar? –sonrió un poco, al verlo tratar de desencajarse de los trozos de madera.

Pero, a pesar de las muecas de dolor que se dibujaban en el rostro del vampiro, al final le esbozó una sonrisa en respuesta.

Ella estuvo a punto de quitársela con un puñetazo, cuando se sintió agarrada del cuello y tirada al suelo con fuerza. Quiso levantarse, pero su atacante aferró sus rubios cabellos con unos toscos y manchados dedos y estrelló su cabeza contra el suelo tantas veces, que pudo sentir el suelo romperse debajo de ella, mientras su vista comenzaba a nublarse y el caliente humor de su sangre surgía y tocaba sus orejas, su cuello…

Algo de un tono oscuro paso encima de ella y, tan pronto como había sido golpeada, fue liberada, el techo de la planta cinco del hospital estaba completamente blanco, la lámpara cilíndrica y alargada ya se había fundido y amenazaba con caerse encima de ella y romperse sobre su rostro. Con dificultad y un profundo mareo, logró ponerse de pie y notó que lo que le había quitado a su torturador de encima había sido un lobo; Rosalie los detestaba, sin embargo, al verlo luchando contra los dos vampiros no pudo más que sentirse agradecida.

-Maldita Bella, ojalá desaparecieras de nuestras vidas.

Una vez liberado su resentimiento y combatiendo el dolor en la cabeza, Rosalie se dispuso a ayudar al licántropo, pero algo detuvo su avance pues, mientras el lobo acababa de arrancarle el brazo a un vampiro y desgarrado con sus garrar el vientre del otro; una presencia poderosa se introdujo en la habitación. La vampiresa no pudo más que darse la vuelta y al observar la figura, a pesar de no haberla visto jamás, no dudó que se tratara de Dominic, el enemigo de su hermano y el que buscaba a Bella con desesperación. No necesitaba probar para saber que luchar contra él le supondría una muerte segura. Así que, a pesar de toda su valentía y orgullo, retrocedió unos pasos.

-¡No tienes porqué hacer eso! –exclamó el vampiro con una sonrisa amable; como si se tratara de un buen amigo-. Tú, de todos los que ahora acompañan a mi Bella, pareces la más razonable y, mientras sigas así, te aseguro que no te ocurrirá nada.

Rosalie, a pesar de ser un reflejo que ya se había extinguido en ella, parpadeó.

-No comprendo…

-Sencillo –dijo él, interrumpiéndola-, tú ya no quieres que Bella te cause problemas, así que podrías ayudarme a llevármela. Sólo necesito que me digas dónde se encuentra.

Ella lo observó unos minutos, callada.

-Aunque lo hiciera –dijo, finalmente-, mi hermano está con ella, jamás permitirá que la toque.

Un destello de cólera atravesó los ojos de Dominic.

-De Edward yo puedo encargarme…

-¡No! –exclamó Rosalie- ¡No le haga daño, a él no!

-De acuerdo –aceptó él, con una sonrisa de colmillos destellantes-. En ese caso, tú podrías traérmela, así Edward no pondrá objeción; lo que les digas para lograrlo no me interesa, sólo la quiero aquí en cinco minutos.

Rosalie lo observaba, confundida, pero con el suficiente brillo de interés en los ojos como para que Dominic supiera que sólo tenía que insistir un poco más.

-Debes estar de acuerdo conmigo en que Bella no es la compañera predestinada de Edward…

-Sí.

-Bella es mía y te aseguro, que si me ayudas, me la llevaré y jamás la volverás a ver y sacaré a todos mis sirvientes para que dejen tranquila a tu familia, ya nunca vas a volver a tener problemas. ¿Aceptas?

Lo primero que hizo Bella, fue dirigirse a la sala dónde tenía a Amy, en su mente nada más se encendía la idea de sacarla de ahí; pero antes de poder tomar el pasillo que la conduciría a la habitación, dos vampiros se interpusieron en su camino. Seguramente Edward, Alice o Jacob, en su forma lobuna, hubieran acudido a ayudarla, pero ellos ya estaba debatiéndose con un grupo numeroso de vampiros.

Bella no logró sacar su cuchillo antes que el primer vampiro la tomara de los hombros y la estrellara contra la pared.

-No podemos herirla, recuerda lo que dijo el jefe –le gruñó el segundo vampiro.

-No creo que eso le haya hecho daño –replicó el otro, mientras se acercaba a Bella-, recuerda que ella es la asesina de Dominic, estoy seguro que sabe defenderse…

Y como si hubiera escogido apoyar las palabras del vampiro, Bella desgarró su brazo con la hoja afilada y lo arrojó con fuerza sobre su sorprendido acompañante.

El vampiro sin heridas fue el primero en levantarse y, sin perder tiempo, se lanzó con los colmillos al descubierto sobre Bella, la golpeó en el torso, sacudiéndola de momento, pero ella logró recuperarse a tiempo para abrirle una de sus pálidas mejillas y pintar un brillante trazo rojo desde su barbilla hasta acercarse peligrosamente al ojo. Él cayó al suelo, gimiendo, mientras la herida ahora lo quemaba; maldiciendo a Bella en todos los idiomas que conocía.

La vampiresa no tenía tiempo de seguir peleando, así que los dejó en el suelo, y se dirigió a buscar a su hermana; pero cometió un error, pues uno de los vampiros la tomó del pie y la tiró al suelo. El cuchillo escapó de entre sus dedos como agua y cuando se estiró para alcanzarlo, alguien más lo había tomado. Sintió como la arrastraban por el suelo y, con un movimiento lleno de brusca ira, la voltearon boca arriba, de modo que pudo ver los ojos rojos de furia que uno de ellos le dirigía. La hoja del cuchillo, aún con sangre, apuntaba ahora a sus ojos.

-No lo hagas –le dijo el otro.

-Sólo un pequeño corte –sonrió el vampiro-, sólo para que esta perra sienta el dolor que me causó…

-Dominic te matará; no, me equivoco, te destrozará primero.

Pero nada de eso parecía amedrentar al vampiro, pues Bella ahora sentía la punta del cuchillo acariciar su piel, justo entre sus cejas.

Al llegar al hospital la niña había seguido vomitando sangre y una vez en la sala, había soltado lo último tras un pequeño temblor y había quedado inconsciente sobre la cama. La sangre perdida había sido demasiada y el semblante ojeroso y pálido en Amy no era un buen augurio. Sin embargo, la transfusión parecía haber surtido efecto, las mejillas de la niña parecían haber recobrado un poco de color y, casi antes de que ella pudiera abrir los ojos, Sam la había anestesiado para que pasara todo el proceso sin ningún sobresalto.

El hombre lobo se había sorprendido con respecto a Carlisle, el vampiro se había mantenido impasible durante todo el tiempo, incluso cuando las enfermeras trajeron las bolsas de sangre. Contrario a todo lo que pensaba sobre la raza de los vampiros, el doctor Cullen parecía hacer bien su trabajo, sin que su naturaleza lo afectara en lo más mínimo. Por ello, a pesar de su instintiva aversión hacia aquella raza, a Sam empezó a tomarle aprecio a Carlisle.

A pesar de que Amy había recobrado energía, ninguno, ni vampiro ni licántropo, podían asegurar que aquello fuera una mejoría; ambos lo había visto por sus síntomas y la niña estaba cada vez más débil, otra recaída podría ser muy peligrosa para ella.

Pero todos aquellos pensamientos se nublaron cuando las luces se apagaron y los ruidos envolvieron la habitación con su amenazadora oscuridad. Entonces, tres vampiros destrozaron las ventanas y entraron al cuarto. Sam se convirtió en lobo de un salto y Carlisle les mostró los colmillos, ambos se colocaron entre los intrusos y la niña, cuya respiración y latidos se volvían irregulares conforme pasaban los minutos.

Esme podía escuchar los gritos roncos de la mujer mayor y los gemidos de las enfermeras, que ahora eran un conjunto de tres cabezas y manos entrelazadas en desorden, todas estaban juntas, abrazadas, esperando que la muerte no llegar y que si la hacía, fuera certera, rápida e indolora.

Logró arrancarle el brazo a la vampiresa, pero eso sólo provocó a ira de su compañero, quien la mordió en la pierna, dejando una profunda y escarlata marca de dolor. Sin embargo, eso sólo le dio mayor fuerza a Esme, quien ahora le arrancó la cabeza a la vampiresa y la soltó con tal fuerza, que cayó por la ventana. Quería gritarles a las enfermeras que se salieran y se llevaran a la paciente, pero eso supondría distracción y por la forma en que llameaban los ojos de macho, sabía que no tendría tiempo para nada.

Las asustadizas mortales seguían ahí, de pie, inútiles, pegadas unas contra otras, como si la unión las fortaleciera, mientras Esme golpeaba al vampiro y la mujer mayor exhalaba un último y profundo grito; su corazón se detuvo y un sonido agudo, augurio de muerte, emergió de una de las máquinas a las que estaba conectada, y una línea latiente, en una pantalla negra, se volvía completamente recta.

Rosalie negó con la cabeza, ante su propia sorpresa, pues ignoraba porqué daba aquella respuesta.

-No puedo hacerlo, Edward… él la ama.

Dominic se encogió de hombros.

-Ya que no me vas a ayudar, eres un estorbo para mí.

La vampiresa sólo pudo ver cómo él se lanzaba hacia ella; sus ojos rojos, sus dientes blancos y su expresión salvaje, fue lo último que vio antes de sentir que su cuerpo chocaba contra la superficie del suelo y que su vientre se iba consumiendo en un dolor agudo y la cabeza volvía a abrírsele.

La puerta se hizo pedazos, un lobo salía de ella en el aire y colisionaba contra la pared; Carlisle también salió de la habitación, debatiéndose en gruñidos y golpes con otro vampiro. A pesar de estar amenazada con su propio cuchillo, Bella no pudo pensar más que en Amy y que ella también se encontraba en aquella sala, expuesta a cualquier ataque…

Edward había surgido de otra pelea y, completamente fuera de sí al observar que Bella era amenazada, tomó –sin que ellos pudieran anticiparlo- a los dos vampiros del cuello y los arrojó lejos de su amada. La ayudó a levantarse y, a pesar que la vampiresa pudo ver cómo se desesperaba por saber si se encontraba bien, no pudo preguntarle nada, porque los vampiros ya se habían puesto en pie nuevamente. Un lobo grande, de pelaje brillante, que Bella reconoció inmediatamente como Jacob, también se unió a la pelea.

El cuchillo había vuelto a sus manos y, aferrándose con toda su fuerza a él, esquivó los obstáculos de la lucha para llegar hasta su hermana. Pero apenas avanzaba cuando lo escuchó, desgarrador y cada vez más lejano, su nombre repetido tantas veces, que la voz infantil se quedó ronca, después de tantos gritos…

Bella corrió tan rápido como su angustia y sus piernas se lo permitieron; pero al llegar, sólo encontró la habitación deshecha, la cama destrozada, los aparatos sin función, la bolsa del suero rota, un río de sangre que se arrastraba y terminaba ante una de las ventanas. Se acercó a lo que quedaba de colchón y sábana y los encontró; rizos rubios, el aroma de Amy, un pedazo de su bata. Cayó de rodillas, la habitación perdió todo color y el mundo se volvió más negro de lo que alguna vez había sido… Sin embargo, su dolor fue interrumpido por una luz mala; un celular se había encendido y ahora sonaba fuertemente, la vampiresa lo tomó y contestó.

-Tengo algo que tú quieres mucho.

No había necesidad de pensar mucho para saber de quien se trataba. Estaba tan rota, que apenas y podía pensar en que haría todo porque Dominic no lastimara a su hermana.

-Sí –logró musitar ella, en respuesta.

-¿Qué dices si hacemos un trueque, Bella?



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