Dark Chat

martes, 12 de julio de 2011

Vida : Dulce Inmortalidad

Capítulo Décimo Cuarto: El Viaje

Hoy sería de él para siempre y por siempre, le pertenecería en cuerpo y alma, por fin se cumpliría mi sueño, compartiríamos la eternidad juntos, tal y como lo había deseado desde el primer minuto que lo había conocido. Pero era satírico que el día más feliz también fuera el más triste de todos, no tendría a mis padres para compartirlo, los recuerdos de mi visita a Forks era un puñal que se enterraba cada vez más en mi corazón a medida que el gran momento se acercaba. Estaba parada frente al espejo contemplándome, mi cuerpo blanco como la nieve estaba enfundado en un precioso vestido de novia color marfil, mi cabello estaba estratégicamente tomado, al observar mi reflejo había descubierto otro talento de Alice, ella podía hacer magia. Me había transformado en una princesa, como las de los cuentos de hadas, y ese día por fin mi príncipe azul vendría en su enorme caballo blanco a buscarme y seriamos felices por siempre.

Mis manos temblaban, el ambiente era extraño, incluso me parecía etéreo, como cargado de cierto misterio. Me acerque al espejo y constate que un riso estaba colgando de mi cabello – Alice va a matarme – susurre tomándolo entre mis manos para volverlo a su sitio, pero lo único que conseguí fue desarmar todo el aparatado peinado que ella misma había realizado hace un par de horas atrás, mire el reloj en la pared y entre en pánico cuando me di cuenta que tenia escasos 10 minutos antes que mi dama de honor entrara por la puerta y me gritara por el desastre que había causado a su obra maestra, estaba tratando de tomarlo nuevamente en la misma forma que lo había hecho Alice cuando sentí que alguien golpeo la puerta, de mis manos refalaron las orquídeas que trataba de ponerme y casi perdí el equilibrio del susto.

Puedo pasar – susurro tímidamente Rosalie

Claro pasa. Conteste no muy segura.

Deja yo te ayudo. Me dijo mientras me tomaba de entre los dedos las orquídeas amablemente, yo sonreí nerviosa, me senté en la silla que ella había puesto para mi y observe su reflejo mientras trataba de arreglar lo que yo había arruinado. – no te preocupes… es normal estar nerviosa, sobretodo cuándo es la primera vez – me dijo mientras me sujetaba el cabello de la misma forma que lo había hecho su hermana con una gracia única para las Cullen – listo – dijo mientras apoyaba sus manos en mi hombro.

Gracias.

Era extraño ver a Rosalie tan amable conmigo, supuse que esto de las bodas a todas las mujeres nos pone un poco melancólicas y románticas.

Era casi de noche, el sol había apagado sus rayos y yo bajaba la escalera de la mansión para dirigirme al patio trasero donde se desarrollaría la ceremonia. Tenia entre mis manos el hermoso bouquet de rosas rojas, una ironía según Alice pensando que el color era casi de un sangre encendido. Al llegar al último escalón me encontré con Emmett, quien vestía un hermoso traje negro, con una rosa roja en su solapa, me ofreció el brazo y yo lo tome, caminamos sin decir nada hasta la puerta corredera que ahora estaba abierta y que oficiaba de umbral. Había ramos de rosas regados por toda la casa, adornando de una manera espectacular y pequeños faroles encendidos iluminaban el ambiente, mostrando sutilmente el camino hacia el altar donde se encontraba un nervioso Edward, no quise mirar directo hacia allá porque sabía que me contraria con aquellos ojos dorados y esos eran los últimos que quería observar. Miré a Alice quien me arreglo la cola e íbamos a comenzar a caminar cuando sentí que Emmett se detuvo en seco, miré confundida a mi lado y me quede en estado de shock cuando vi a mi padre parado a mi lado ofreciéndome el su brazo, al principio no supe como reaccionar, sus ojos estaban llenos de lagrimas, hubiera querido abrazarlo pero su presencia ahí me había tomado con la guardia baja, me señalo con el dedo índice el frente y vi como mi madre me saludaba desde la ultima línea. Eran demasiadas emociones para mi en ese momento, incluso pensé que era un sueño, mis padres estaban ahí en el día más importante de mi vida, fue entonces cuando levante la vista hacia Edward, aquellos ojos color oro resplandecían, estaban sonriéndome de la manera más dulce y romántica que jamás había imaginado lo miré confusa pero el pareció no percatarse. De pronto se sintieron los acordes tradicionales para que la novia haga su entrada, como un acto reflejo camine por el pasillo del brazo de mi padre, cuando llegamos hasta donde se encontraba Edward, mi padre tomo mi mano y la puso sobre las de Edward, la sensación que sentí fue como si mi corazón se paralizará. El sonrío y tomo su lugar en la primera fila, yo me giré hacia Edward y le susurre al oído.

Gracias.

No es a mí a quien debes agradecerle, sino a tu dama de honor. Respondió este suavemente. Voltee mi vista a Alice y esta se encogió de hombros, fue ahí cuando entendí porque había insistido tanto en dejarme sola vistiéndome, no era una nuestra de confianza, había ido a recoger a mis padres al aeropuerto. Le estaría eternamente agradecida por ello, si había alguien que podría haber convencido a Charlie esa era Alice.

En toda la ceremonia estuve ausente, mi mente estaba lejos, por un momento pensé que mi alma había abandonado mi cuerpo y vagaba sobre aquel escenario que era mi boda, me dedique a mirarlos a todos, aun no podía creer que mis padres estuvieran ahí por lo que verificaba cada medio segundo, como temiendo que desaparecieran, mi madre me miraba insistentemente preocupada y me sugería que cambiara mi vista hacia el frente, de hecho estaba tan concentrada en observarlos que no escuche cuando el oficial me pregunto lo evidente, solo aterrice en la tierra cuando sentí las manos de Edward que me giro la vista para mirarme.

¿Cariño? Me pregunto nervioso, como si no fuera evidente mi respuesta, acaso alguien en aquella ceremonia podía dudar que mi respuesta fuera otra diferente a un - sí acepto - me quede mirándolo unos segundos diciendo en mi mente una y otra vez mirando aquellos ojos dorados, hasta que Alice se inclino a susurrarme al oído.

No todos leen la mente Bella, y considerando que el único que puede hacerlo no lo puede hacer contigo, te sugiero que lo digas en voz alta.

Absolutamente sí… dije estrepitosamente, cuando sentí las risitas supe que había salido más fuerte de lo normal - sí acepto – volví a decir ahora sí en tono un poco más sutil, al menos para que me escuchará el oficial que sonrío.

Sin duda la fiesta duraría más de lo habitual considerando que la mitad de los invitados no tenia la incomoda necesidad de dormir. Pero nosotros teníamos un vuelo que alcanzar, por lo que habíamos abandonado la fiesta pasada media noche. A penas pudimos registrar las maletas cuando ya estábamos al interior del avión, miré por la ventana y aún no tenia muy claro donde nos dirigíamos pero mi atención estaba enfocada en otra cosa, deslice mis manos sobre el pasaporte que tenia abierto, era extraño que mi apellido ahora fuera Cullen.

¿Cómo es que tengo ya un pasaporte con tu apellido, si apenas hace un par de horas firmamos el acta de matrimonio? Pregunte a Edward mientras cerraba el documento y lo metía a mi bolsa de mano

Digamos que Jasper tiene contactos muy eficientes.

Interesante. Dije mientras volvía mi vista a la ventana.

Cuando vi a la auxiliar de vuelo entregando almohadas y frazadas supe que me esperaban muchas horas de viaje, así que cerré mis ojos, ese día había sido el más emocionante de mi vida, por fin mi cuento de hadas estaba completo, había tenido la boda más hermosa que alguien pudiera haber soñado, mis padres habían estado conmigo aquel día y ahora viajaba a mi luna de miel con mi amado esposo, temblé al pensar esas palabra, Edward finalmente era mío, que podría salir mal de ahora en adelante pensé.

¿Italia? Le pregunte incrédula cuando sentí que la voz por alto parlante anunciaba que habíamos aterrizado en el aeropuerto de Galileo Galilei.

Te va a encantar.

Habían sido sus palabras mientras rozaba mis labios dándome un beso, cuando salimos del aeropuerto y lo vi subirse a un automóvil entre en pánico, aún teníamos que viajar.

¿Y ahora a donde vamos?

A Volterra. Me respondió mientras me abría el lado del copiloto para que yo entrará. Que tenia de especial Volterra que no hubiera tenido Hawai pensé.

El camino no fue muy largo, pero había quedado con la boca abierta al ver la enorme cuidad amurallada, esos edificios de la época etrusca habían conseguido atrapar mi atención. Europa era hermosa, pero nada comparado con esto, aunque en realidad no podía comparar porque este era mi primer viaje al extranjero. Mayor fue mi sorpresa cuando lo vi alejarse del centro de la ciudad, y me quede con los ojos abiertos como plato cuando estaciono frente a un enorme portón de metal, acaso íbamos a alojarnos en un castillo. No alcance siquiera a preguntar cuando se abrieron las puertas y el acelero. El paisaje era deslumbrador un camino de un par de kilómetros terminaban con una enorme construcción, si era un castillo donde nos dirigíamos corroboré. Era casi medio día y el sol estaba en todo su esplendor, cuando baje la ventanilla mi piel dio un brillo estridente que casi me cegó, era maravilloso poder sentir el sol en mi piel sin tener que preocuparme que hubiera testigos a la redonda, esa libertad era impagable.

¿Ahora entiendes? Me dijo sonriéndome mientras aceleraba el vehiculo.

Después de esto era imposible que algo me sorprendiera más, pero no había contado con la escena que presenciaría en un par de minutos. Mi mano se escondió casi inmediatamente cuando divise que no estábamos solos en aquel castillo, había cinco personas esperándonos en las escaleras, todos uniformados, por lo que pude darme cuenta que esos eran los empleados de servicio.

No te preocupes. Me dijo Edward mientras bajaba del auto, yo inconcientemente me abalance para evitar que se bajará pero ya era demasiado tarde. Dudosa lo seguí.

Buenas tardes Señora Cullen. Me dijo una amable anciana mientras me tomaba mi bolso de mano, aturdida se lo entregue. Sin excepción nos miraban como si fuéramos dos perfectos humanos, no les parecía importar que nuestra piel brillara como diamante. Tome la mano de Edward, quien la sostenía en el aire.

Ellos saben? Pregunte incrédula mientras entrábamos a la casa, el movió su cabeza asintiendo. Me quede un momento parada en la entrada, contemplando la preciosa arquitectura que tenia frente a mi y una idea cruzo por mi mente. ¿No es tuyo verdad? pregunte titubeante

No…es de Carlisle.

¿Por que? Me pregunto confuso cuando vio que mi expresión era de desilusión.

Toda princesa tiene un castillo. Confesé mientras entraba.

Si quieres uno puedo comprártelo. Sugirió mientras yo miraba al techo, no podía creer lo que mis ojos estaban mirando, el techo estaba completamente pintado, si tenia razón toda princesa necesita un castillo. Pero lo miré incrédula cuando me percate de lo había dicho.

Vacile unos minutos antes de dar mi respuesta, su oferta era tentadora, a quien no le gustaría tener un castillo, pero la verdad tenia en mente otra cosa, y que me estaba resultando mas interesante que cualquier castillo que el pudiera comprarme.

¿Donde esta nuestra pieza?. Le pregunte en tono sugerente mientras me acercaba a su cuerpo. El soltó una risotada y me tomo en brazos para subir las escaleras a toda prisa, sin darme cuenta estaba dentro de una enorme habitación, había una cama antigua, como las de la época de la edad media, se acerco y me deposito con cuidado sobre ella, que estaba al centro y cerro la puerta tras él.

¿Resuelta tu inquietud? Me dijo seductoramente mientras se acercaba, como me fascinaba las sonrisas que Edward podía dar, era impresionante que él no se percatará el poder que podían tener estas sobre mí o en realidad sobre cualquier mujer en el planeta. Se tendió en la cama al lado mío sobre su hombro apoyando su cabeza con una mano, vi como su mano libre se acercaba y la deslizaba por mi rostro, yo cerré mis ojos a su contacto.

Supongo que sí. Respondí con un jadeo que me avergonzó, aunque después de sentir a Edward acercarse a mi cuerpo y ver el deseo que reflejaban sus ojos supe que tendría que avergonzarme de mucho más cosas en las próximas horas.