Dark Chat

jueves, 10 de febrero de 2011

Pecados Carnales

Capítulo 21 Accidente

¿Asesinato?

Aún seguía tratando de procesar esa palabra, Jacob me miraba esperando mi reacción pero yo no sentía mi cuerpo, en realidad, no sentía nada, tenía como entumecido todas mis extremidades, de hecho estaba con la mano apoyada en el marco de la puerta y seguía en la misma posición.

— ¿Edward? —sentí decir y era Tanya, su voz, me trajo de regreso a salvo, porque si no hubiera sido por su voz, por ella, tal vez me hubiera caído al suelo derrotado por una culpa demasiado pesada para sostenerla en mis hombros — ¿Estás bien? —preguntó dulcemente interponiéndose entre ambos, venía llegando, y era usual que Tanya pasará la mañana de navidad con nosotros, generalmente le traía regalos a Anthony, después de todo, ella era la figura materna que mi hijo de cuatro años y medio había tenido hasta hacía poco.

— Sí —contesté con la voz ronca producto de la sorpresa, la miré y advertí que traía una bolsa entre sus manos — Pasa mi madre esta en la cocina —le dije corriéndome de la puerta, ella miró a Jacob que miró al suelo y luego a mí, me sonrió nerviosa y enarco una ceja.

— ¿Seguro? —preguntó sin moverse un ápice de su posición, sin quitarme la vista de encima, sonreí forzadamente pero claro no iba a engañarla, me acerque a ella, y le bese la frente

— Todo está bien —murmuré contra su piel y luego desvié mis labios hacía su oído — Anthony esta con Alice en la sala de estar —le dije y ella apretó la bolsa contra su pecho, escondió el regalo que era para él, y miró a Jacob de refilón.

— No tardes —me pidió entrando a la casa, cerré la puerta detrás de mí.

— Muy bien hablemos —le dije y Jacob asintió.

"Todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta en el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio" Schopenhauer

Entre de vuelta a la casa con el corazón en la mano, cómo había sido capaz de hacer tanto daño, si tan solo hubiera magnificado las cosas, pero no lo había pensando en la manera en que me lo hizo ver él.

— ¿Asesinato? — pregunté apenas estuvimos lejos de mi casa, en realidad fue a un par de metros de distancia, Jacob se giró para encararme

— Bella mató a su madre, una noche, después que tú le quitaste a su hijo, escucho que ella te había ayudado y… —su voz se acalló porque yo lo interrumpí

— ¡Por dios! — exclamé llevándome la mano a la boca, y fue allí cuando Jacob decidió ser demasiado explicito y sincero conmigo.

— No contaste con que su cuerpo le recordaría a su hijo, creíste que al llevarte al niño ella se olvidaría, que sin él sólo habría un recuerdo intangible más no real pero lo cierto era que Bella no podía controlar los cambios que habían surgido luego de dar a luz, su cuerpo completo había cambiado y estaba listo para criar a ese hijo que tú te llevaste. Para ellas es diferente, demasiado distinto a como lo hubiera sido para ti, si hubiera sido a la inversa. Tu cuerpo no te hubiera recordado que sólo hacia un par de semanas habías dado vida. Tú venganza fue la última carta en la frágil torre de naipes que era ella, socavó su mente, su cordura y enloqueció, se suponía que tu debías protegerla pero contrario a todo te aliaste con su propia familia para destruirla.

- ¡Papi, papi los regalos!

Me gritó Anthony apenas entré corriendo hacia mí se estrelló contra mis piernas, sentí sus manos abrazarme, su cuerpo tibio contra mí, su mirada dulce e inocente caló hondo en mí y casi perdí el equilibrio, de pronto sentí que el aire me faltaba de solo recordar las palabras de Jacob, mi garganta se apretó en un nudo, y no pude contestar nada.

- La conocí cuando lo intento por primera vez, yo fui el médico que la recibió ese día en urgencias, me llamaron para hacer la evaluación.

- ¿Primera vez… acaso hubo más?

- Cuando ella habla de Convento, esta refiriéndose al Instituto Psiquiátrico donde la internaron, ella sólo recuerda parte de su estadía ahí, su diagnóstico fue en un comienzo stress post traumático pasando a depresión post parto severa; ese hospital es de la congregación a la que partencia el Padre Alfonso.

- ¿Jamás estuvo en un convento?

- No, ella lo recuerda así porque las enfermeras son mojas, pero en verdad ella estuvo interna en un hospital no en un convento

- ¿Cuándo tiempo?

- Hasta hace un año atrás, cuando ella salió de su… letargo por así decirlo. Fue cuando la di de alta.

Dos lágrimas rodaron por mis mejillas, mis ojos estaban vidriosos, no podía articular palabra alguna, desvié mi vista de Anthony, no podía mirarlo, no después de saber que yo era el causante de la locura de su madre.

- Anthony, deja a tu papá tranquilo, ven vamos a vestirte para que abramos los regalos que te dejo Santa Claus —le dijo Tanya a mi hijo alzándolo en su regazo, la miré y se lo agradecí con la mirada.

Se acercó y me puso su mano en mi barbilla, la acarició como lo había hecho tiempo atrás cuando hablaba sobre Bella y me mostraba frágil, destruido — Hiciste lo que creíste correcto, no tienes que torturarte por aquello —había sido sus palabras siempre que yo me sentía miserable, hoy su mirada era la misma, sus ojos verdes estaban fijos en los míos y la ternura y comprensión eran demasiadas, yo no las merecía. Se acercó y apoyo su rostro en uno de mis hombros, deslizo su mano sacándola de mi barbilla para llevarla por mi pecho hasta la cintura.

— Basta Edward, no eres el culpable —murmuró y suspiré tomé su mano y la separé.

— Muy a mi pesar lo soy —le contesté entre dientes — Bella está arriba ¿Podrías…? Necesito hablar con ella —le pedí y ella asintió.

— Anda —contestó dejándome pasar hacía las escaleras.

Caminé poseído por el recuerdo de las palabras dilapidadoras de Jacob, y haya o no haya querido hacerme sentir miserable, lo había conseguido, me sentía como el ser más ruin de la tierra, había, lejos de ser la felicidad para ella, sido la destrucción absoluta. ¿Cuándo terminaría esta pesadilla?, me pregunté cuando puse el primer pie en el escalón, fue allí cuando la voz de mi madre me detuvo, miré hacía el costado donde estaba la cocina.

— Hijo —me llamó — ¿Edward te sientes bien? ¿Paso algo? — preguntó acercándose hacía mí, y seguro mi expresión no era la mejor, apostaba a que no tenía color en el rostro, sentía como si mis manos estuviera frías y aunque traté de calmarme era imposible, aún me era difícil procesar la información, todo ese tiempo la había creído consagrada a la religión y en parte por eso no había vuelto a buscarla y me había conformado. Si hubiera sabido que estaba internada todo habría sido distinto. En eso sentí los pasos frenéticos y el grito de mi pequeño fruto de amor.

- ¡Papi, papi, papi! —volvió a gritar Anthony, me giré y se había soltado de los brazos de Tanya, que se acercó otra vez hacía mí mirándome con una expresión de disculpas, lo miré sin - entenderlo, por primera vez me parecía tan subreal esa palabra, me sentía demasiado culpable por todo el daño que le había hecho a Bella que el hecho que mi hijo me llamara "padre" lo empeoraba. No era digno de ese amor infantil tan incondicional que él me ofrecía sin cuestionamiento.

Mi madre me miraba pero yo tenía la vista perdida en la conversación que acababa de sostener.

- ¿Dónde quedo el secreto profesional?

- No te creas importante, si te estoy contando esto, es porque quiero que estés consciente de lo que causaste. Esta vez no estaré para recoger los pedazos que dejes.

- Yo la amo

- Más te vale que así sea porque de lo contrario esta vez el resultado no será alentador. Bella no soportaría otra vez una cosa semejante, un sufrimiento como el que tuvo, un dolor más como el anterior y su mente se perdería para siempre.


- ¡Edward! ¡Edward! —grito moviendo mi cuerpo mi madre, chasqueo sus dedos frente a mis narices y fue allí cuando salí del recuerdo. La miré asustado y ella me miró de vuelta.

- ¿Quién era? —inquirió y yo sentí las manos de Anthony jalarme para que le pusiera atención. Tanya estaba parada a mi costado, también estaba esperando mi respuesta.

- Nadie, ¿mamá podrías? — le pedí tomando las manos de mi hijo, lo alce en brazos pero solo para dárselo a mi madre, que me miró un tanto confundida.

Miré a Tanya y luego simplemente subí ignorando a todo el resto. Cuando entre en la habitación aún Bella dormía, me acerque y tenía una sonrisa en el rostro, su expresión era dulce y tranquila. Lo que me calmo en parte, al menos estaba soñando algo bueno y me hubiera gustado dejarla en ese sueño pero tenía que hablar con ella, tenía que decirle que la amaba y que estaba vez no iba a dejarla sola, que yo la quería dentro de mi vida, dentro de la vida de nuestro hijo, que quería mi familia feliz, que yo estaba eligiéndola a ella como siempre lo había hecho, solo esperaba que esta vez ella me eligiera a mí. Quería con todas mis fuerzas tener una oportunidad de ser feliz junto a ella. Y no sé que trató de hacer Jacob al contarme aquello, al hundir la daga en mi pecho al romper su secreto pero estaba claro que no iba a conseguir lo que se proponía. Esta vez, nadie se interpondría entre nosotros, ya había muerto Renée, Jacob no se convertiría en la sombra de ella, eso no lo iba a permitir.

- Bella

La llamé y ella despertó pero sus mejillas estaban rojas como si tuviera vergüenza o hubiera dormido mucho, durante mucho tiempo. Me miro un tanto desconcertada, un tanto asustada, traté de darle mi mejor expresión pero era inevitable, para ella yo era siempre un cristal donde ella podía ver, demasiado claro mi alma.

- Yo tengo algo que decirte —exclamé tomando entre mis manos las suyas, acariciándolas, dilatando el momento de enfrentarme con la verdad, con un detalle que yo había pasado por algo aquella noche en que nos habíamos reencontrado, en que había vuelto a ser mía, las voltee dejando sus palmas hacia arriba, quería ver sus cicatrices con mis propios ojos, tenía que comprobar que él había dicho la verdad, cuando notó lo que yo buscaba intentó quitarlas pero se lo impedí sujetando con fuerza — yo no debí —agregue con pena y mis ojos vidriosos me traicionaron — Yo debo — y mi voz se ahogo, vamos Edward debes ser fuerte esta vez, me dije para mí — Yo debiera alejarme de ti —concluí acariciando sus cicatrices, buscando en mi corazón la verdad de mi decisión.

No alce mi vista de inmediato, pero sentí su cuerpo temblar tímidamente, entonces alce mi mirada y sus ojos chocolates estaba perdidos otra vez en la nada, estaban mirando al vacio, sus facciones se hicieron tristes en cuestión de segundos, el dolor se marco en su rostro, la angustia tiño esos bellos labios, sus ojos marrones se dilataron en la sorpresa de la pena.

- Pero no puedo, no quiero y no lo haré —le aseguré como una verdad consumada, mi corazón había decidido y sus lágrimas se detuvieron, me miró confundida.

- Te amo — declaré solemne y con un orgullo inexplicable — y no importa el pasado, ni siquiera lo que él trato de hacer - agregue besándola en la frente – Esta vez no voy a huir porque te amo, siempre lo he hecho — y tomé sus mejillas, seque con mis dedos sus lágrimas — mi amor yo te amo y lo siento, lo siento en el alma, ¿Crees que algún día puedas perdonarme? —le pregunté y sus ojos se volvieron a llenar de las lágrimas, la miré esperando su respuesta — Sólo te pido una oportunidad más, ¿Me la darás? —Insistí y traté que mi voz no sonará desesperada pero lo estaba.

Yo la amaba realmente y como lamentaba haber llegado a esto, me abrazó rodeando mi cuello con sus brazos y nuestros rostros se quedaron nariz con nariz. Ahora yo estaba con mis ojos vidriosos, y ella ahogo mis lágrimas con un beso, sus labios tibios y dulces se posaron sobre los míos. Para cuando rompimos el beso no me quedaba duda de su respuesta, pero aún así ella lo dijo en voz alta.

- Si Edward… ¿me darás tú a mí una segunda oportunidad?—preguntó en un murmulló contra mis labios. Y mi regalo de navidad se había completado, la tenía a ella, tenía a mi familia feliz como tanto había deseado desde que me había enterado que mi amor por ella había dado un fruto, un fruto que respiraba y saltaba.

- Claro que si mi vida — respondí y fue allí cuando fuimos interrumpidos.

- ¡Mami! —grito nuestro hijo y ambos nos giramos a mirarlo un tanto asustados pero en nuestros rostros apareció una sonrisa inevitable. El permaneció en el umbral de la puerta contemplándonos, se llevó un dedo a su boca y nos sonrió como un ángel, nuestro perfecto ángel para hacer una perfecta familia feliz. Sentí los dedos de Bella apretar mi mano.

- ¿Cómo llego él aquí? —preguntó mi amor apretando más mi mano, haciéndome reaccionar a lo evidente.

- Seguro olvidaron poner la reja de seguridad —murmuré sin quitarle la vista de encima. Estaba pensando en que yo había sido el último en subir al segundo piso y en cómo había olvidado algo que jamás olvidaba mientras me levantaba de la cama para tomarlo y evitar un accidente cuando él se escapo corriendo de mí.

- ¡Anthony! —lo llamé acariciando el rostro ansioso de Bella — ¡Hijo espera! —grité pero para cuando llegue a la puerta mi pequeño retoño estaba parado de espaldas en borde de la escalera, me miraba divertido y sonreía como si su escapada fuera la mejor hazaña que pudiera mostrarme.

Mis ojos se abrieron como plato producto del pánico de verlo allí parado en el borde de la escalera y quise correr pero pensé que podría asustarlo y eso sería nefasto, justo cuando iba a hablarlo, Anthony sintió que mi madre lo llamó y su cuerpo se tambaleo cuando miró hacia abajo.

- ¡No! —murmuré bajito — ¡Anthony! — susurré ahogado haciendo que mi cuerpo caminará pero ya era demasiado tarde. Su pequeño y frágil cuerpo cayó de espaldas y el sonido agudo del golpe de su cabeza contra el suelo del primer piso hizo que me congelara en mi posición.

No se sintió ni un llanto ni nada, simplemente estaba tirado en el suelo a los pies de la escalera, en el primer piso. El grito de mi hermana Alice, sumado al de Tanya que dejo caer unos platos que traía en sus manos que se quebraron al dar contacto con el piso, más el charco de sangre al lado de su cabecita fue la señal que esa navidad no iba a ser feliz después de todo.