Dark Chat

viernes, 26 de marzo de 2010

A Walk to Remember

Capítulo 7: Realidad y Miedo


"De acuerdo. ¿Todos listos?" – preguntó la maestra Heidi cuando dieron la tercera llamada. El pequeño electo, asintió – "¡Den lo mejor de sí!"


Edward fue el primero en salir, vestido con una camisa azul, manga larga, y saco negro. Llevaba en la cabeza – sus cabellos iban, por primera vez, peinados – un sombrero de color oscuro como la noche, al igual que su pantalón de vestir. De más esta el mencionar que todo él lucía realmente guapo, y simulaba tener un poco más que diecisiete años. Suspiró profundamente cuando las bambalinas se comenzaron a abrir y controló lo mejor que pudo el temblor de sus piernas.


Echó un pequeño vistazo hacia el frente y reconoció el rostro de Emmett en compañía de Rose, en primera fila, tal y como había prometido. También alcanzó a ver a Lauren y al resto de sus amigos. Al papá de Bella, a su madre y… decidió ignorar al señor que le sonreí a distancia. Comenzó a decir sus líneas, con las cuales la obra daba inicio.


El escenario era simple, pero bien formado. Daban a creer que el muchacho se encontraba en su pequeño bar furtivo – puesto que la ley castigaba, en aquellos tiempos, la distribución de bebidas alcohólicas – Su actuación consistía en una personalidad descarada, sínica, y un tanto fanfarrona. Su semblante siempre debía mostrarse con una sonrisa insolente y una mirada perspicaz.


Los personajes secundarios aparecieron. Unos, simulando fumar grandes puros, al mismo tiempo que jugaban con naipes. Otros, siguiendo al mismo Edward – quien, en el escenario, era conocido como Tommy – Las escenas fueron y vinieron simultáneamente. Bella aparecía, de vez en cuando, como una dama misteriosa y de rostro desconocido, cubierta, de pies a cabeza, bajó la capucha de la capa negra.


La escena final llegó con otras palabras introductorias del protagonista. A los pocos minutos, Alice le acompañó. Su pequeña figurita iba envuelta en un vestido de lentejuelas rojas y altas zapatillas con fino tacón. Dijo unas cuantas líneas, con un trabajo elegante y natural.


"Lo prometiste, Tommy. Prometiste que ya no seguirías en este sucio negocio y te dedicarías a un trabajo digno… Dijiste que iríamos a París"


Su pequeño rostro de duendecillo miró fijamente al muchacho, de forma desafiante. Edward, quien jugaba con el sombrero de manera desinteresada, importándole poco las palabras que escucha, suspiró sonoramente – para que el público escuchara


"No me quedaré mirando como los demás se enriquecen y yo no" – soltó, con voz amarga – "Créeme. Esta es la única forma segura que hay, por el momento, de conseguir dinero"


"¡Basta!" – exclamó Alice – "Se acabó. Ve y únete con tus socios. Contrabandeen licor y, después, púdranse en la cárcel. O, mejor aún, ahógate en él"


La actriz le propició un empujón al muchacho – que seguía con su rol de indiferencia – y se dirigió hacia la salida del escenario. En el camino, se encontró con Bella, quien había arribado para aparecer en escena.


"Tú debes ser la chica nueva: La cantante" – le dijo – "¿Quieres un consejo gratis? Aléjate de él. No es nada más que un maldito rufián"


Y con ello, la pequeña desapareció tras las telones.


El corazón de Edward se comenzó a acelerar al saber que el momento había llegado: Alrededor de quince minutos, junto a ella, solamente los dos. Volvió a inhalar profundamente para adquirir un poco de concentración y disipar los repentinos nervios que volvían a apoderarse de él. También le tomó demasiado trabajo el no dar media vuelta y mirarla, mientras esta se quitaba la capa – las líneas del guión así lo indicaba. Debía esperar hasta que ella hablara por primera vez – caminó hacia una silla y recargó su hombro en la redonda y desgastada mesa de madera.


Las luces enfocaron su rostro y dieron la pauta para comenzar a decir, lo que serían, sus últimas palabras.


"Si desconfías de mí, no te culpo. Pero, tampoco te pido perdón. Estoy haciendo lo que debo, lo que creo correcto, aún si eso es gran indicio para una condenación"


Escuchó el suave sonido de la capa caer en el respaldo de la silla contigua a él. No lo pudo evitar, no se pudo controlar, y volvió el rostro hacia la chica que estaba, parada, junto a él. Su pecho emitió un suspiro involuntario al verla. Bella se veía hermosa, como nunca antes pensó, o imaginó, verla. Su vestido largo, de color lila, se pegaba a su esbelta figura, remarcando cada fina curva de ésta. Su cabello iba adornado con extensas capas onduladas, que enmarcaban su pálido rostro, cubierto por un maquillaje muy natural.


Se obligó a concentrarse, para decir las líneas que faltaban


"Cuando tú entraste a mi club, aquella noche lluviosa, no fue coincidencia, ¿Verdad?"


Bella tomó asiento frente a él y, clavando sus castaños ojos en los suyos, respondió – siguiendo, a la perfección, el dialogo del guión.


"Nada es coincidencia"


"Tu cara, me resulta tan familiar… como el rostro de una mujer, que tuve en un sueño"


"Cuéntame acerca de ella" – pidió, y su voz llegó a la conciencia de su compañero como un suave murmullo, como el canto de una sirena.


Ella ignoraba que Edward se había perdido completamente en la delicadeza de su rostro, en el mar de sus pupilas y en la gentileza de su voz. El chico se encontraba absorto, desconcentrado, completamente ajeno al resto de las personas que le miraban y esperaban por su respuesta. Ignoró el aleteó que se agitó en su estómago cuando sus miradas se unieron completamente y él no hacía nada por romper aquella unión. Entonces, Edward le tomó de la mano – algo que no venía indicado en las acotaciones – y una pequeña y agradable descarga eléctrica estremeció su cuerpo.


"Eres hermosa…" – susurró, con voz suave y pausada.


La muchacha no pudo disimular su desconcierto y lo hizo manifiesto en sus ojos. Claramente, esas no eran las palabras que debía de haber dicho. Él no tardó mucho en reaccionar y regresó a la realidad con un pequeño sobresalto


"El sueño" – dijo, volviendo a la original actuación – "Ayúdame a recordarlo. ¿Cantarías por mí?"


"Tú eres el único que puede hacerme cantar" – contestó Bella, con más sentimiento del que estaba dispuesta a demostrar.


El piano comenzó a emitir las primeras notas y la muchacha se puso de pie – un movimiento completamente improvisado pues, estaba huyendo de los verdes ojos que le desorientaban y le seguían a cada paso que ella daba sobre el escenario - y su voz comenzó a levantarse, acompañando las suaves notas antes emitidas.


Mientras ella cantaba, Edward le veía y las mismas preguntas acudieron a su cabeza.


¿Por qué le había dicho hermosa?


¿De dónde había nacido tan incontrolable deseo?


¿Por qué no podía despegar su mirada de ella?


¿Por qué, de un momento a otro, el mundo había vuelto a desaparecer y solamente existían él y ella, en aquel teatro?...


¿Por qué siempre había sido Isabella Swan una molesta atención?


¿Por qué nunca encontraba las repuestas…?


"Tienes que prometerme que nunca te enamoraras de mí"


Promesa rota.


Ya no podía seguir engañándose. Lo tenía que admitir. Seguir negándolo era ya algo imposible y doloroso. Algo innecesario, pues, su alma, se lo gritaba a cada suspiro que daba. Ya no podía decir lo contrario. Ya no había de donde aferrarse a su eterna mentira. El único hilo que mantenía su obstinación se había roto durante estos días en los que, cometiendo un grave error, se había atrevido a interactuar con ella. La barrera de la indiferencia que había creado para no caer, perdido, en la calidez de sus castaños ojos, había sido completamente destruida. Todo el esfuerzo que, desde niño, le había tomado el no ir detrás de ella, no había servido de nada. Todas las palabras con las que se justificaba por verla, por molestarla, por pensar y estar atento a ella, no eran nada más que grandes excusas.


No era orgullo, no era irritación, no era conveniencia, no era burla, no era frustración, no era lástima… no era nada de eso.


El hecho de que nunca antes ninguna otra chica le interesara lo suficiente no se debía que no fuera capaz de amar… ¿Cómo iba a amar cuando su corazón había tenido, desde siempre, dueño?


Ya no quedaban preguntas, todas tenían una simple y única respuesta: AMABA A BELLA DESDE HACÍA MUCHO TIEMPO


La había amado desde que eran niños. Era por esa simple razón que sabía todo de ella. Era por esa simple razón que siempre le evitaba…


Pero, todo eso, había acabado ya.


Ahora él se encontraba plantado frente a ella – decidió no preguntarse en qué momento sus pies se había movido hacia ese lugar – y sus ojos la contemplaban fijamente. La canción había cesado y solo faltaban las últimas palabras – que él tenía que decir – para cerrar los telones y decir "Fin"


Sin embargo, esas palabras no llegaron jamás, en su lugar, Edward se despidió de su absurda obstinación, renunció a su lucha interna por reprimir todos los sentimientos que por Bella sentía y, con un movimiento inconciente, lento y delicado, tomó la pequeña cintura de la muchacha entre sus manos e inclinó su cuerpo para rozar sus labios. La unión fue pequeña, sus bocas se unieron por un segundo y Edward reaccionó. Su mirada se encontró con la de Bella. Y no era necesario ser demasiado inteligente como para saber que su impulso no había sido lo mejor. Pero ya era demasiado tarde para arrepentirse y, peor aún, él no se sentía arrepentido.


Aún sabiendo que sus amigos, su familia, gran parte de la escuela, seguramente, habían visto cada uno de sus movimientos, no le importó. Los aplausos se alzaron en el aire y el telón se cerró. Sus manos aún seguían posadas sobre aquella pequeña cintura y aún podía sentir un ligero cosquilleo en sus labios, que solo prometía calmarse con un poco más de aquel dulce sabor que había probado segundos antes.


El salón quedó a oscuras, sus bocas seguían a pocos centímetros de tocarse… El deseo le carcomía, el ansia le destrozaba los sentidos… Bella dio un paso hacia atrás y supo que tenía que decirle algo. Una disculpa, una declaración… lo que fuera, pero, antes de que él pudiera hablar, las luces se volvieron a encender y la profesora Heidi – junto con el resto del elenco – llegó corriendo hacia ellos y los cubrieron en felicitaciones por tan buena actuación.


Los abrazos lo separaron de Bella y, aunque intentó – de manera amable – deshacerse, lo más rápidamente posible, de toda esa masa de gente que le rodeaba, e ir detrás de ella, el intento fue en vano. Bella ya se había subido al carro, en compañía de su padre y demás compañeros. Decepcionado, caminó hacia las afueras. Su gesto se endureció notablemente cuando se encontró con aquel hombre – al que, al inicio de la obra, había ignorado.


"Muy buena actuación, hijo" – le dijo el rubio hombre, de aspecto refinado


"¿Qué haces aquí?" – preguntó él, sin ningún atisbo de cordialidad


"Pensé que podíamos ir a comer para celebrar…"


"No quiero" – interrumpió, de manera tajante y comenzó a caminar


"Edward, no te vayas" – pidió el señor


"Tú me enseñaste a hacerlo" – recordó su hijo, dejándolo solo.


Carlisle suspiró tristemente, ¿Cuándo le iba a perdonar Edward el haber abandonado a su familia?


________________________________________


"Has de estar cansada" – dijo Charlie, en cuanto llegaron a la casa.


Bella asintió, en todo el camino no había pronunciado palabra alguna. Charlie pasó uno de sus dedos por sus pálidas mejillas, preocupado por las ojeras que en el rostro de su hija se habían marcado


"Sube a descansar. Yo haré la cena" –


"Gracias" – contestó Bella, con una pequeña sonrisa y se marchó hacia su cuarto.


Si, se sentía muy agotada, pero, sobre todo, se sentía confundida. Llevó sus dedos hacia sus labios y los rozó ligeramente, de la misma manera en que la boca de Edward había chocado con la suya. Inspiró profundamente mientras giraba sobre su propio cuerpo y dejaba caer su rostro sobre la almohada.


"Al final, me enamoro de ti"


"Solamente en la obra"


"Solamente en la obra"


"Solamente en la obra" – volvió a repetir ella, convenciéndose mentalmente que, aquel gesto tan dulce, solamente había sido parte de una improvisada actuación.


Una lágrima se derramó de sus ojos al saber que eso era lo mejor…


No quería ni imaginar qué tragedia sería si su descabellado deseo se hacía realidad…


________________________________________


En cuanto Edward tuvo tiempo libre, se despidió de sus amigos y se dirigió hacia la biblioteca – lugar que, jamás antes, había visitado. Definitivamente, ya no le importaba, en absoluto, lo que pudieran pensar de él. Solamente tenía claro un objetivo: buscar a Bella y pedirle una oportunidad para hablar con ella.


Caminó por los pasillos e ignoró las miradas inquisitivas que varias personas le dedicaban. Nunca imaginó que su presencia en ese lugar fuera a resultar tan poco esperada. Viajó su mirada por cada una de las mesas y, al comprender que Bella no se encontraba ahí, dio media vuelta y se marchó. Se encaminó hacia todos los posibles lugares en los que ella pudiera estar: la sala de astronomía, el segundo piso de la biblioteca, el club de teatro, la pequeña sala de lectura… se sintió desesperado al no encontrarla.


Probó con la última opción que quedaba: la cafetería.


Aceleró sus pasos y, al entrar, volvió a buscar, hasta que sus ojos se encontraron con aquella muchachita de cabello caoba, sentada, con un libro en sus manos y una charola de comida al frente. La desesperación desapareció al instante y sus pies se movieron de manera automática, así que no tuvo mucho tiempo de pensar, con precisión, qué era lo que le iba a decir.


Sin pedir permiso – sabía que Bella se lo iba a negar – tomó asiento a su lado. Ésta le ignoró lo mejor posible, no despegando su mirada de las líneas impresas en las hojas, aunque, realmente, ya habían dejado de tener un significado coherente. ¿Cómo le hacía Edward Cullen para ser capaz de descontrolar sus pensamientos en menos de un segundo?


"La gente te puede ver conmigo" – recordó – "Eso no ayudaría en tu reputación"


"No me interesa lo que digan de mí" – contestó Edward, de manera atropellada y sincera.


Bella no contestó


El chico suspiró a sus adentros. Sabía que ese silencio escéptico era lo menos que se merecía. Sin embargo, aquella indiferencia le lastimaba, con cada segundo que pasaba, un poco más. Deseó poder llevar sus manos hacia el rostro que tenía al frente y levantar su quijada, para que le mirara, pero se logró controlar. En lugar de eso, decidió tomar las cosas con calma…


Era lo menos que podía hacer por Bella, ser paciente.


"¿Qué lees?" – preguntó, refiriéndose al grueso libro del que ella no despegaba la mirada.


La muchacha tardó en contestar, mientras se debatía si hacerlo o no.


"Estoy leyendo los libros de la lista de Rothman, de autores estadounidenses" – explicó, sin ninguna emoción


"¿Y cuántos libros son?" – preguntó Edward, aunque, debía admitir que no sabía de lo que le estaban hablando. La lectura nunca había sido uno de sus pasatiempos. Si, a lo mucho, había leído uno o dos libros por obligación de la escuela.


"Cien" – se asombró con la respuesta.


"¿Y leer todos esos libros esta en tu lista de objetivos en la vida?" –


Su voz salió bañada con un poco de la frustración que sentía por que Bella seguía sin mirarle. Sin embargo, la muchacha interpretó aquella brusquedad como otra más de sus burlas y prefirió no contestarle.


Edward se tenía que cansar de andar molestándola. O, al menos, eso creía ella, pero, se equivocaba.


"Bella, he intentado alejarme de ti" – murmuró, al cabo de unos minutos de prologado silencio – "pero, extraño pasar tiempo contigo, extraño estar cerca de ti…"


"Deja de bromear" – interrumpió la chica, cerrando su libro de golpe, ante la furia que le inundaba.


Aquellas palabras sobrepasaban el límite de una mala broma o una cruel burla. No estaba dispuesta a seguir siendo objeto de humillación de aquel prepotente muchacho.


"No estoy bromeado" – insistió él y, por primera vez en todo ese tiempo, Bella dirigió su mirada hacia él, solamente para mutilarlo con ésta.


"No te creo" – discutió y, salió del lugar a paso apresurado.


Edward no tardó mucho en seguirla. Definitivamente, Bella era demasiada obstinada – otro detalle que tendrían en común – y, aunque se había prometido ser paciente, el ansia de no estar cerca de ella derrumbaba todo tipo de promesa hecha y le impulsaban a actuar de modo precipitado.


"¡Bella, espera!" – llamó, en voz alta. Importándole nada los rostros que se habían girado para verle correr detrás de la simple alumna a la que nadie tomaba importancia, al menos que no fuera para burlarse de ella.


Bella no frenó sus pasos, al contrario, al percatarse que Cullen le seguía, los aceleró lo más que pudo. Sin embargo, la agilidad para moverse de manera rápida carecía en sus pies y fue alcanzada sin mucho esfuerzo.


"¿Qué es lo que quieres?" – retó, con voz un poco agitada por el esfuerzo que hacía al seguir caminando – "Digas lo que digas, he comprobado, perfectamente, que no sabes cómo ser un buen amigo"


"No solamente quiero ser tu amigo" – confesó Edward, sin poder evitarlo.


No le creas… Se auto aconsejó Bella... Eso no puede ser posible…


"Ya fue suficiente de tus malas bromas. ¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?"


"Solamente quiero que me escuches, un momento, por favor"


"No sabes lo que quieres"


"¡Tampoco tú!" – dijo, mientras tomaba el brazo de la chica y le obligaba a frenar.


Sus miradas se encontraron en ese instante –


"Tienes miedo de que alguien quiera estar contigo" – aventuró, tras descifrar el significado de aquel destello que inundaba a los ojos color marron – "Tienes miedo de que yo desee estar contigo" – rectificó.


"¿Y por qué debería de tener miedo?" – desafió Bella, luchando por ocultar lo nerviosa que se encontraba tras sentirse delatada


"Por que ya no podrías ocultarte detrás de tus libros, de tu telescopio… ni de tu fe" –


Otra vez, él había acertado. Pero, ella no lo reconocería. Así que, antes de que más cosas pudieran salir a la luz, decidió poner sus pies en marcha.


"No, no, espera" – volvió a interponerse Edward en su camino – "¿En realidad quieres saber por que estas asustada?" – insistió y, sin esperar alguna pauta para hacerlo, siguió hablando – "Por que tú también deseas estar conmigo"


Bella se estremeció ante la fuerte veracidad que esas palabras tenían… Si, era cierto… y conllevaba a un fuerte peligro si no lo negaba en ese instante, pero, ¿Cómo mentir de tal manera? ¿Sería posible? Para ella sí. Así que, decidiendo que el silencio fuera su mejor aliado, miró, de manera gélida, a Edward Cullen – dejando a éste plantado por el lacerante gesto – dio media vuelta y aprovechó aquella pequeña oportunidad para escabullirse entre la gente y llegar hacia su carro.


Cuando Edward pudo reaccionar, Bella ya había arrancado su vieja camioneta y comenzaba a manejar por la carretera.


*********************************************************************************************

Capítulo 8: Injusticia


"¡Bella!" –


La chica respingó al escuchar aquella familiar voz que resonó por todo el pasillo. Aceleró los pasos. No quería hablar – más bien, no debía – hablar con él. Desgraciadamente, a Edward le sobraba la habilidad que ella no tenía y la alcanzó sin problema alguno.


"Espera" – indicó el muchacho, tomándole del brazo


"No tengo nada que esperar, Cullen"


"¿Piensas huir, otra vez, como lo hiciste hace dos días?" – preguntó – "¿Por qué no viniste ayer a la escuela?"


"Tenía cosas que hacer" – contestó ella, bajando la mirada, con gesto entristecido


"¿Pasa algo?"


"No" –


"Bella, puedes confiar en mí" – insistió. La chica levantó el rostro para mirarle


"No lo creo" – discutió – "Ya te di mi confianza en una ocasión y la desperdiciaste"


"Sabes que lo siento…" – su semblante se descompuso, pon un breve momento, al ver el brillo con que aquellas verdes esmeraldas le miraban.


Edward era alguien demasiado peligroso para ella. No, no era así. Ella era el peligro ahí… No podía dejarse vencer ante el egoísmo y el deseo. Endureció sus facciones lo más que pudo y, sin decir más, dio media vuelta y comenzó a caminar.


"Bella" – volvió a llamar Edward, siendo completamente ignorado.


Una mano, posada sobre sus hombros, frenó sus pasos. Era Lauren


"¿Sabías que te ves completamente ridículo cuando sigues a esa chica?" – le preguntó, con voz cruel, que no llegó a lastimarlo


"No" – contestó – "Y, en realidad, no me importa"


Lauren se quedó plantada, a mitad de pasillo, consumiéndose por los celos, la envidia, la humillación y la desesperación… ¿Cómo se había enamorado Edward de Bella Swan? ¿Cómo había podido él preferir a esa ordinaria y simple muchacha, estando ella?


"Después de todo, su cara de mustia parece surgir efecto en algunos hombres" – comentó Jessica con saña, aumentando la ira de Lauren quien tenía las manos empuñadas sobre sus rodillas – "¿Quién diría que Bella Swan era una roba novios?"


"Edward ya había terminado con Lauren semanas antes" – recordó Rose, ganándose las miradas mutiladoras de sus amigas.


"Esto no se puede quedar así" – siseó Lauren – "Bella Swan necesita una lección que le haga recordar que ella no es como nosotros y, por lo tanto, no puede estar con Edward"


"Pero si ella lo evita todo el tiempo. Es él quien la busca"


"Rose, ¿Estas con nosotros o con esa perdedora?" – retó Lauren y el semblante de la rubia muchacha se endureció


"Ya, tranquilas" – calmó Jessica – "Mejor dinos ¿qué es lo que quieres hacerle a Bella?"


A Lauren se le dibujó una malvada sonrisa en los labios


"Todos saben que, si hay alguien torpe para todo tipo de deportes, ese alguien es Bella, ¿cierto? – Jessica asintió y Rose prestó más atención a aquellas palabras – "Por lo tanto, creo que un buen susto y un buen baño no le caerían nada mal a esa mosquita muerta" – finalizó, con la despiadada sonrisa mucho más agudizada en sus facciones.


Rose dilató sus ojos, completamente horrorizada por la crueldad que le pensaban hacer a la chica, mientras veía como Jessica y Lauren se partían de la risa y llamaban al resto de sus amigos, invitándoles a que no faltaran al espectáculo que tenían preparado.


"Mira, ahí viene" – señaló Jessica, cuando Bella entró en la cafetería


"Nos vemos en la alberca" – recordó Lauren, poniéndose de pie y caminando hacia donde la chica de cabellos castaños tomaba asiento.


Rose también se puso de de pie


"¿A dónde vas?" – le preguntó Jessica


"Al baño" – mintió – "Tengo que retocarme el maquillaje"


La rubia muchacha salió, a paso rápido, hacia los pasillos y comenzó a buscar a Edward. Solamente él podía impedir lo que sus amigos tenían planeado para la muchacha…


________________________________________


"Hola, Bella" – saludó Lauren, con voz fingidamente amable


"Hola" – contestó la chica, sin poder ocultar su asombro


"¿Acaso no piensas comer?" – preguntó, al ver que la charola solo tenía una botella de agua


"No tengo apetito"


Perfecto, pensó Lauren


"Entonces, me gustaría invitarte a la alberca de la escuela" – soltó – "Mike concursara en una competencia de nado, ¿Qué dices? ¿Vamos?"


Bella frunció el ceño ligeramente. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Lauren le estaba invitando a ella a una de sus actividades?... aún así, antes de que ella pudiera convencerse de que era realidad, las manos de Lauren habían capturado las suyas y la comenzaba a jalar, lejos de la mesa.


"¿Sabes, Bella? Me gustaría ser tu amiga" –


Aquellas palabras – que realmente se escucharon sinceras – terminaron por romper la vacilación de la buena e ingenua muchacha, quien, con una sonrisa, se dejó guiar por los pasillos. Al llegar al patio trasero, en donde una alberca techada se encontraba, contempló que el popular grupito de la escuela – en compañía de demás personas – se encontraba reunido ahí y le miraban de manera divertida.


"Ven, vamos" – insistió Lauren, jalándola hacia la orilla de la profunda alberca.


La tímida muchacha se sintió mareada nada más al saber que se encontraba caminando a menos de medio metro de aquellas aguas.


"Bella, te has puesto pálida" – señaló Jessica, apareciendo frente a ella


"¿Acaso te da miedo el caer?" – terció la muchacha que le llevaba de la mano


"S-si…" – admitió, con las mejillas sonrojadas ya que todos se habían comenzado a reír.


"Lástima" – musitó Lauren, soltándole de la mano y cambiando su hipócrita mirada por una rabiosa y llena de burla – "Hoy vas a tener que aprender" – y, dicho esto, la empujó fuertemente y el agua salpicó, ante el impacto que recibió por el cuerpo que había caído en ella.


Mientras Bella intentaba luchar – agitando sus manos y piernas con movimientos torpes que, fuera de ayudarle, le hundían más – escuchaba como todos los ahí presentes se carcajeaban fuertemente. El miedo a ahogarse fue reemplazado por una suma tristeza. ¿Qué había hecho para que todos ellos fueran así de injustos? Que ella recordase, nunca había ofendido ni agredido a nadie… Entonces, ¿Por qué no lograba escuchar ninguna palabra de preocupación? Sintió sus pies y brazos cansados y dejó de agitarse en medio del agua… Después de todo, algún día tenía que morir… Solamente que ella no hubiese querido que fuera de esa manera…


"¡Bella! ¡Bella!" – sonrió a sus adentros al escuchar esa voz. Tal vez ya se estaba dirigiendo al cielo… La muerte no pareció tan mala si se iba con aquel canto en sus oídos.


Sintió varios jalones dados a su cuerpo que le parecieron molestos y, después, sintió algo duro en su espalda, varias presiones sobre su pecho, gotas de lluvia cayéndole por el rostro y un enorme silencio, que solamente era roto por aquella desesperada y dulce voz que le llamaba por su nombre


"¡Bella! Malita sea, responde" – suplicaba Edward, una y otra vez, mientras intentaba expulsar el agua que había llegado a los pulmones de la muchacha


Pegó un fuerte suspiro de tranquilidad cuando Bella reaccionó, expulsando de su boca un pequeño chorro de agua. Esperó ansiosamente por que sus ojos se abrieran y, cuando así fue, no pudo evitar sentir como un nudo se formaba en su garganta


"Edward…" –


La tomó entre sus brazos y la apretó fuertemente contra su pecho.


"Ya pasó, ya pasó. Todo esta bien ahora" – musitó, mientras hundía su rostro en los húmedos cabellos color caoba – "No sabes que susto me has dado"


"Lo siento" – susurró Bella, sintiéndose tibiecita – a pesar de que ambos cuerpos se encontraba completamente mojados por el agua fría – junto a él


Se mantuvieron abrazados hasta que Edward recordó que, quienes deberían de estar pidiendo una disculpa en ese momento eran los animales de sus amigos y no ella. Se levantó y ayudó a Bella a hacer lo mismo.


"Espérame aquí" – pidió, acariciando su rostro con un frágil movimiento y, después, caminó hacia el grupo de jóvenes que le veían con asombro


"Lauren" – llamó y, en lugar de la chica, fue Mike quien salió en su encuentro


"¡Vamos, amigo! ¿Qué pasa? ¡Fue solo una pequeña broma...!" – el rubio muchacho ya no pudo seguir hablando. Un puñetazo dado directamente en su cara lo había silenciado


"Todos ustedes son unos animales" – exclamó Edward, mirando filosamente a cada uno de ellos


Mike se levantó del suelo y encaró a su agresor


"Olvídate de que eres nuestro amigo" –


"Con mucho gusto" – contestó Edward, dando media vuelta y encaminándose hacia Bella


"Vámonos" – murmuró, cariñosamente, mientras rodeaba los hombros de la temblorosa chica con sus brazos y se la llevaba lejos de ahí


"Lo siento" – susurró, cuando estuvieron a orillas del jardín – "Te han hecho esto por mí… ¿Quieres que te lleve a casa?"


Bella asintió. Definitivamente, era lo mejor, el cuerpo le temblaba completamente por el frío que sentía. Edward dejó su carro estacionado cerca de la escuela y se puso frente al volante de la camioneta de la muchacha. Manejó hasta su casa, lo más rápido que pudo pues no quería que Bella pescara un resfriado.


"¿Segura que te encuentras bien?"


"Si. Muchas gracias" – le dijo ésta, cuando estuvieron al pie de su casa


"No… De nada" – Bella bajó la mirada y, dedicándole una sonrisa tímida, se dispuso a adentrarse a su casa


"Bella" – llamó Edward, antes de que la puerta se cerrara. La chica esperó en silencio, a que prosiguiera. El muchacho de ojos color verde se debatió un momento, buscando la manera apropiada para hablar. Nunca antes se le había dificultado tanto pronunciar unas simples palabras – "Ehm… Quería preguntarte algo…"


"Adelante" – insito Bella


El volvió a vacilar por otro momento


¿Saldrías conmigo… mañana por la noche?" – soltó, con voz bajita debido a los nervios


El rostro de Bella se descompuso en un gesto apesadumbrado


"Lo siento, no puedo" – aquellas palabras se enterraron como filosas dagas en el pecho de Edward


"Oh… Ya veo… ¿Hay alguien más…?"


"No" – interrumpió rápidamente ella – "No es eso"


"¿Entonces qué?" – preguntó, con una pequeña esperanza asomándose a sus ojos


"No me dejan tener citas…"


________________________________________


Edward se regresó a la escuela y arrancó su carro…


"No me dejan tener citas"


Si su padre, el reverendo Charlie, era el problema, él intentaría solucionarlo. Manejó hacia la capilla, en donde, si él tenía suerte, lo encontraría aún. Entró – por primera vez en toda su vida – por propia voluntad a la iglesia y, casi al instante, tuvo frente a él al papá de Bella-


"Señor Cullen" – dijo, a modo de un saludo seco – "¿Le puedo ayudar en algo?"


"Si, señor – contestó Edward, con las manos frías y sudadas. Jamás antes había hecho algo similar – "Venía a pedirle permiso invitar a su hija a salir, mañana por la noche"


"Definitivamente, no" – fue la respuesta, pausada y tranquila, que obtuvo. Hizo una mueca, que el reverendo no vio.


Debía de haber supuesto que algo así iba a pasar. Él no era conocido por ser un chico digno de confianza. Su vida siempre había estado llena de libertades y todos sus problemas, seguramente, habían llegado a oídos del señor. Además, estaba las veces en las que le habían pillado gastando malas bromas a mitad de ceremonias religiosas…


Suspiró profundamente – Jamás pensó que sus actitudes tan inmaduras le fuesen a costar así de caro – e intentó una vez más


"Con todo respeto, señor Swan, le pido que lo reconsidere"


Charlie levantó la mirada y la clavó filosamente en él


"Con todo respeto, señor Cullen, esa es la respuesta definitiva"


"Sé que la desconfianza que me tiene, la he ganado con creces, pero, le pido una oportunidad" – insistió – "Sé que Bella se merece lo mejor, pero, solo quiero demostrarle a ella, y a mi mismo, que puedo cambiar"


Charlie suspiró profundamente, penetrando, con sus ojos, a aquella mirada verde a la cual se le había borrado todo brillo de petulancia y superioridad. Solamente quedaba una gran suplica en el centro de sus pupilas.


"Si ella acepta, yo no puedo hacer nada por evitarlo" – contestó y una enorme sonrisa se fue dibujando, poco a poco, en el rostro del muchacho


"Muchas gracias" –


________________________________________


"Edward" – dijo Bella, demasiado extrañada de que el chico estuviera frente a ella, con la misma ropa que hacía menos de dos hora – "¿Qué haces aquí? No te has cambiado, te vas a enfermar"


"Fui a hablar con tu padre" – comenzó a decir el muchacho, ignorando todo lo dicho por Bella. La euforia relucía en sus ojos de tal manera que la castaña se preguntó, mentalmente, si acaso no se había vuelto loco – "Y le pedí permiso para invitarte a salir"


"¿Qué has hecho qué? ¿Có…? ¿Cómo…? ¿Estas loco?"


"Un poco" – admitió y, con un movimiento un tanto inconciente, tomó las manos de Bella entre las suyas – "Me dijo que si tu no te opones, él esta de acuerdo" – informó – "Así que, todo depende ti. ¿Aceptas ir a cenar conmigo?"


"Si" – contestó Bella, bajando la mirada y ruborizándose.

Nuestra Nueva Familia

Cap.16.-La Melodía y un beso

BELLA POV

¡Ja! ¡Lo que me faltaba!: que el niño bonito me culpara de todas las desgracias que le pasaban… ¡Que bien!

"Edward, por enésima vez: Yo – NO – Puse – ninguna – goma – de – mascar – en – la – ¡silla!" – casi grité. Era irritante el tener que cargar con culpas ajenas.

"Al menos deberías admitirlo y pedir una disculpa" – escupió con la mirada más acusadora que hubiera visto en toda mi vida. Un enorme deseo de pisarle los pies me ganó y no me pude contener.

"¡Aaaaay!" – exclamó al recibir la fuerza de mi pie sobre el suyo – "¡¿Por qué me pisas?! ¡¿Te has vuelto loca?! ¿¡Esa es tu manera de pedir disculpas?! ¡Que original eres!

"¡¿De qué quieres que me disculpe, carajo?!" – exclamé. Edward cerró sus ojos y suspiró profundamente mientras su rostro volvía a su palidez habitual (conforme el dolor y el enojo pasaban)

"Olvídalo" – dijo aun con los ojos cerrados y voz suave y ronca – "ya veo que contigo es imposible hablar…"

"¡Yo no fui!" – insistí pero Edward ya no discutió. Me dio la espalda y me dieron unas enormes ganas de darle un manotazo (solo Edward Cullen podría lograr que toda la agresividad posible en mi ser emergiera en menos de un minuto)

Si algo me molestaba era que me tomaran por loca y que me acusaran sin tener yo la mínima culpa… aún así no pude evitar bajar mi vista hacia su trasero… reí entre dientes al ver la enorme mancha que contrastaba terriblemente en la tela

"Hola, Edward" – saludó un hombre de cabello negro y largo… su aspecto era demasiado refinado

"Profesor Volturi" – saludó Edward con respeto evidente

"Tu debes ser Bella" – adivinó con una enorme sonrisa en mi dirección

"Así es" – afirmé

"Vamos, pasa" – invitó de manera muy alegre y amable. Obedecí sin protestar ¿Cómo negarse ante tanta cordialidad? – "Estarás muy orgullosa de tener por hermano a Edward" – comentó mientras se quitaba el saco y me daba la espalda. Trabé los ojos. Si supiera pensé. – "es mi alumno predilecto…"

Preferí no comentar al respecto. Por respeto al señor.

"Empecemos" – ordenó sonriente a Edward. Al instante, el muchacho tomó asiento frente al gran y lujoso piano. Suspiró y posicionó sus manos en el teclado. Mi mirada no podía ser más curiosa. Jamás había visto a Edward tocar aquel instrumento y estaba dispuesta a burlarme en cuanto se equivocara.

Pero las notas no llegaron. Ya estaba sospesando varias posibilidades de burlarme sin que el maestro se diera cuenta. Los ojos de Edward se dirigieron en mi dirección y yo aproveché para sonreírle de manera petulante. Puso los ojos en blanco

"Profesor Marco" – llamó – "¿Qué no se supone que la clase es individual y privada?" – lo miré con furia en los ojos. El celular del señor sonó en ese preciso momento, impidiéndole contestar a la despectiva pregunta de su alumno.

"Edward, lo siento, tengo que irme" – informó después de colgar

"No se preocupe" – calmó Edward

"Puedes quedarte a practicar" – ofreció

Edward asintió y tras despedirse, el maestro Volturi se retiró dejándonos a Edward y a mi, solos en aquella sala. Yo caminé hacia su dirección con la burla aún en los ojos y en los labios

"¿Por qué no vas a buscar a Alice, Bella?" – dijo Edward con tono tajante

"¿Me vas a decir que la inspiración no te llega con el publico?" – inquirí – "¿O es que la goma de mascar te dejo sin talento?" – sus ojos flamearon otra vez al mirarme. El verde esmeralda parecía brillar con una furia la cual me resultó demasiado divertida.

"No soy tu payaso, Bella" – dijo con voz contenida. Estaba claro que algo pasaba con Edward: estaba evitando a toda costa discutir conmigo (y la razón me preocupaba… ¿Y si al final de cuentas se había artado por completo de mi hasta el punto de ignorarme a más ya no poder? Nos quedamos largo rato en silencio y noté que su mirada se perdía en algo muy lejano.

¿Qué estaba pensando? ¿Qué habitaba en su mente? ¿Estaría pensando en lo mucho que le desagradaba? ¿En lo insoportable que podía llegar a ser para su persona…? Aquellas posibilidades dolían de manera turbadora…

"Lo siento" – me disculpé sin saber muy bien por qué. Bueno si: Quería verlo tocar (ahora más por curiosidad que por ganas de burlarme) y también quería remediar (si eso era posible) mi actitud tan desdeñosa para que así mi presencia no le irritara más de lo habitual – "¿Por qué no tocas algo?" – animé con un poco de indiferencia.

Edward suspiró. Su mirada inexpresiva se poso en mí para bajarla inmediatamente. Sus manos se posicionaron en las teclas y comenzó a deslizar los dedos lentamente fusionando los sonidos hasta crear una melodía tan pausada y melancólica que inmediatamente me trasladó a otro mundo.

La melodía siguió su curso, las notas cambiaban de manera perfecta y sutil. Algunas veces el sonido se tornaba aún más melancólico y tierno. Los sentimientos que me transferían sus dedos provocaron que me desconectara del mundo exterior y solo pudiera observar a Edward.

La música termino con un conjunto de notas demasiado impregnadas de tristes sentimientos. Miré como una gota de cristal se derramaba sobre la mejilla de Edward y fue como si una ráfaga de aire helado me atravesara todo el cuerpo.

En un movimiento automático e inconciente me acerqué a él y limpié la gota salada (paso lo mismo cuando lo vi llorando el día de la boda de mamá, solo que la necesidad de consolarlo se había multiplicado de manera extraordinaria)

-"Edward" – susurré – "¿Por qué lloras?" – no contestó. Su mirada seguía perdidamente puesta en el teclado del piano, (ahora silencioso). Parecía que no era conciente de mi presencia, ni de que ahora sus lagrimas caían en mayor cantidad.

El pecho me dolió. Lo atraje hacia mí mientras lo cubría con mis brazos. Tardó dos segundos en reaccionar. Pensé que me alejaría. Ocurrió lo contrario. Su cara se apretó fuertemente en mi hombro y sus brazos apretaron mi cuerpo.

Sentía sus lagrimas humedecer mi blusa mientras un nudo en la garganta me impedía tragar saliva. Llevé mi mano hacia la raíz de sus cabellos y los acaricié lentamente, el cuerpo de Edward temblaba levemente ante los sollozos y esas sacudidas, para, mi resultaron ser como descargas eléctricas muy dolorosas. Quería decirle que no estuviera triste. Quería decirle que ahí estaba yo. Quería que supiera que yo estaba dispuesta a todo por dejar de verlo sufrir… pero las palabras no salían.

Estuvimos varios minutos sin movernos. Yo no cesé de acariciar sus cabellos y él no dejo de apretar su rostro entre el hueco de mi cabeza y hombro. Parecía un niño. Un niño indefenso que busca cuidado y apoyo cuando se ha perdido… pero lo que yo sentía no era instinto maternal (no era lo mismo que sentía al ver a mis hermanas así) esto era algo más…

Que tan rápido cambiaban las cosas. Y que tan repentina e inesperadamente te sorprendían los sentimientos. Yo quería a Edward. Lo quería de manera irrevocable y descontrolada… no había duda. ¿Qué otra explicación se le puede dar cuando sientes que se te va la vida al ver sufrir a esa persona? ¿Cuándo esa persona invade tus pensamientos día y noche (aunque no lo quieras admitir)? ¿Cuándo sueñas con él y todos tus sentidos lo buscan exclusivamente? ¿Qué nombre darle a eso si no "amor"?...

Tras otros cortos minutos Edward se separó de mí. Sus verdes esmeraldas estaban cubiertas por una ventana cristalina. Su recta nariz ligeramente colorada. Contemple aquel rostro tan tierno, agobiante, doloroso y perfecto a la vez. Único. Mi mano se dirigió hacia su mejilla húmeda y la rozo suavemente ¿Qué más daba si me rechazaba? ¿Qué mas daba si hacia muy evidente mis sentimientos por él?

Su mano hizo lo mismo. Un mariposeo viajo por todo mi cuerpo ante su tacto. Tan cuidadoso, tan frágil, tan gentil… sus ojos miraron hacia el suelo, lucía avergonzado.

"Perdón por haberte obligado a soportar esto" – dijo con voz bajita.

"No te preocupes" – susurré – "Pero… me preocupa el que repentinamente hayas empezado a… a llorar ¿Se puede saber el por qué?"

"Recordé a mi madre" – contestó suavemente – "pasado mañana hace seis años de haber muerto…"

"La canción que tocabas…" –

"La compuse para ella" – completó. Sentí como sus ojos volvían a humedecerse y la voz se le trababa en la garganta. Sin pensarlo, de nuevo, tomé sus hombros entre mis manos y lo jalé hacia mí. Él respondió acomodando cabeza sobre mi pecho y dejando que mis brazos lo envolvieran.

"La extrañas mucho" – dije con voz entrecortada puesto que su dolor me dolía de tal manera que las lagrimas amenazaban con salir también de mis ojos.

"Demasiado" – confesó. Cerré mis ojos y recosté mi mejilla en sus cabellos. ¿Qué podía decirle? No encontré mejor consuelo que el silencio y dejar que se desahogara. Pasaron varios minutos más. Por un momento pensé que Edward se había quedado dormido ya que no se movía y su respiración era tan pausada y tranquila, que casi podía jurar que sus pulmones no estaban en movimiento. Me incliné levemente para comprobarlo. Tenía los ojos abiertos.

"Perdón" – se volvió a disculpar mientras se enderezaba y suspiró profundamente antes de ver su celular para verificar la hora – "ya es hora de irnos" – comentó mientras se ponía de pie y yo le imitaba.

"Iré a buscar a Alice" – anuncié mientras veía en su rostro como la tristeza seguía ahí, aunque de manera ya no tan agudizada. Me acerqué dos pasos hacia él – "Entiendo cuanto extrañas a tu madre, pero no estas solo, tienes a Carlisle, a tus hermanos, a Esme, a Alice, a Rose y… y… me tienes a mí…" – estaba completamente nerviosa por lo que acababa de decir. Sabía que no implicaba para él, otro significado que no fuera apoyo familiar, pero aún así, no pude evitar sentir que aquellas palabras habían salido con más sinceridad de la que yo pretendía.

Bajé la mirada, con las mejillas encendidas, y me dispuse a dejar aquella aula en ese mismo instante antes de que cometiera una estupidez.

"Espera" – pidió mientras su cuerpo me acorralaba entre él y el piano. Se posicionó tan cerca de mí que la respiración se me volvió difícil mientras el corazón bombeaba rítmicamente – "Gracias…" – susurró mirándome a los ojos. No pude hacer más que romper la unión de nuestras miradas para adquirir un poco de aire ya que amenazaba con hiperventilar

Asentí con manos y pies temblorosos e intenté caminar hacia la puerta. En ese momento, su mano jaló de mi brazo, de manera suave y delicada, regresándome a los pocos centímetros de los que me había movido. No supe más que sus labios ahora se encontraban presionados suavemente contra los míos, moviéndolos de manera pausada, y sus manos bajaban hacia mi cintura…

"¡Bella!" – la voz de Alice hizo que nos separamos con la respiración entrecortada – "¡Edward ¿Esta Bella contigo?"

"S… si" – contesté con el corazón latiéndome de manera preocupante – "Aquí estoy" – mi voz se cortó dos veces. Mi hermana entró por la puerta. Su rostro se veía radiante, me pregunté vagamente el por qué

"Es hora de irnos" – anunció

ROSE POV

"Así que tienes una cita con James" – dijo Emmet mientras cubría su cuerpo la puerta de salida

"Así es" – contesté de manera arrogante (en el fondo, estaba feliz de que se le viera molesto ante la expectativa) – "¿Algún problema?"

"No" – se apresuró a decir de manera muy despreocupada. Tal vez exagerando, y eso me molestó. ¿Por qué una parte de mí se sentía feliz de imaginar que él podría sentir celos?

"Entonces… ¿Podrías quitarte de la puerta?... Voy retrasada" – le informé y él, tras vacilar menos de un segundo, accedió.

"Que te diviertas" – dijo mientras pasaba a su lado.

"No tengas ni la menor duda de que así será" – contesté sin tomarme la molestia de mirarle…

Para ser sincera, la cita con James no me entusiasmaba ni un poco (¡Lo admito! Era algo planeado, por parte mía, para demostrarle a Emmet que cuando yo quisiera podría tener un novio)…

"¡Rose!" – exclamó el rubio chico de ojos color azul en cuanto me vio llegar en un taxi (me había negado rotundamente a que me fuera a traer a la casa) – "Me alegra que hayas venido" – dibujé la mejor sonrisa que pude en mis labios. El chico era simpático y muy bien parecido… además, su familia tenía dinero por lo que se podía apreciar. Era la clase de chico con el cual (hace tres meses) no hubiera dudado en andar. Más sin embargo, ahora, todo era diferente…

"Hola, James" – saludé mientras intentaba zafar mis manos de las suyas. El contacto físico con él me resultaba incomodo – "siento haber llegado tarde…"

"No te preocupes" – interrumpió. Su sonrisa era radiante. Muy linda… pero no como la de ese estupido animal que tenía por hermanastro… ¡Un momento! ¿Por qué tengo que estar comparando a Emmet con James?... – "Te esperaría todo el tiempo…"

"Linda camisa" – señalé apresuradamente para cambiar el rumbo de sus palabras. No estaba buscando ningún tipo de confesión – "¿Qué vamos hacer?"

"¡Lo que tu digas!" – mi yo interno estaba dándose de golpes… en realidad, ese había sido siempre mi problema con los chicos: siempre me complacían en todo y siempre era yo quien decidía, quien mandaba… y eso terminaba por aburrirme. Me sorprendió que ahora el aburrimiento llegara tan rápido (por lo general duraba hasta que habían gastado mucho dinero y tiempo en mí)

"¿Vamos a tomar un café?" – propuse

"¡Seguro!" – dijo de manera tan entusiasmada que me sentí mal.

Entramos en una cafetería muy bonita…y cara.

James era todo un caballero, de eso no me podía quejar. Me ofreció ayuda para sentarme, abrió y cerró la puerta para que yo pudiera pasar… en fin ¿Qué más podía pedir? Ordené un café y una rebanada de pastel de zarzamora Light… mi compañero encargó lo mismo, para apatía mía. Sinceramente, si algo no soportaba de un hombre es que esté fuera vanidoso (ya suficiente tenía conmigo como para andar soportando a alguien más)

Y el tiempo se me pasó terriblemente lento. No podía evitar mirar al reloj de mi celular a cada instante…

"Rosalie" – susurró en un momento dado de la conversación mientras tomaba mis manos – "bella Rosalie…" – no pude evitar hacer una mueca… vuelvo a repetir: esa noche NO buscaba ningún tipo de melosa declaración y tal parecía que James estaba más que dispuesto a dar una.

"James…" – intenté interrumpir pero el muchacho movió la cabeza lentamente de derecha a izquierda

"Déjame decirte lo que significas para mi" – pidió – "Déjame decirte lo que has inspirado desde el primer momento en que te vi pasar a trabes de aquella puerta… la puertas del cielo"

"Pero era solo la puerta del salón… y esta vieja y malgastada" – dije tratando de cortar la enorme inspiración que parecía haber nacido en el muchacho. Obviamente, no tuve éxito.

"Desde ese día te has convertido en mi diosa" – continuó ignorando mi comentario. Sus manos sostenían fuertes las mías y sus ojos brillantes ojos intentaban clavarse en los míos pero, (gracias al cielo), podía girar mi rostro hacia otro lado – "Eras una flor en medio del invierno… la poesía más hermosa que hayan escrito los mas grandes poetas… la sinfonía de mi corazón que te canta con cada suspiro… y cada suspiro es tuyo…"

Mis mejillas se sonrojaron, y no precisamente por sus palabras, si no por que su voz había subido de volumen y su tan dramática declaración llegaba hasta las mesas contiguas y las demás parejas habían fijado su atención en nosotros. James seguía emitiendo palabras empalagosas que ya ni siquiera escuchaba debido al enorme bochorno que sentía. Mi vista y mi atención solo viajaban hacia las personas que reían disimuladamente ante nuestro espectáculo…

Una figura alta y fornida captó mi atención. Estaba hasta el otro lado de la cafetería. A pesar de la distancia, y de que no podía verle el rostro, ya que lo tenía oculto detrás de la carta, casi podía jurar saber de quien se trataba.

"… ¡El cielo te daría… y mi alma también…!" – abrí los ojos con horror pues James estaba ya casi recitando una poesía y debido al tono de su voz, tal parecía, la pasión le había ganado.

"James" – llamé firmemente para parar la opera que había creado. Tuve suerte de que el chico me escuchara

"¿Si?" – preguntó con los ojos llenos de dulzura y brillo, y la voz extremadamente suave y amorosa. Realmente, aunque me esforcé, no pude contraer mi rostro en un gesto de arrogancia

"Voy al baño" – anuncié aun sin deshacer aquella mueca que en nada parecía afectar a mi enamorado

"Te esperaré" – dijo de manera dramática mientras extendía uno de sus brazos en mi dirección… (el chico seguramente veía muchas películas románticas). Salí casi corriendo y me dirigí hacia el baño…

Tardé más del tiempo necesario ya que estuve pensando en una excusa perfecta y creíble para irme… e irme sola. Cuando salí del baño mi mirada se dirigió de nuevo hacia aquel muchacho que había captado mi atención hacía pocos minutos. Noté que su rostro aún seguía oculto detrás del papel. Caminé en su dirección con cautela, (ya bastante vergüenza había pasado esta tarde como para confundir a un desconocido con él).

Para consuelo mío no estaba equivocada.

"Emmet" – dije sin poder ocultar el alivió de mi voz

"¡Rose!" – saludó con voz fingidamente sorprendida – "¡Que sorpresa, hermanita!... no me esperaba encontrarte por aquí" – sonreí de manera complacida al notar lo falsa que se escuchaban sus palabras

"¿Me has seguido?" – pregunté. La boca de Emmet se abrió y cerró un par de veces sin decir palabra alguna

"¿Seguirte?" – repitió con exagerada incredibilidad – "¿Por qué debería de seguirte?" – me mordí el labio inferior para dejar de sonreír mientras rodeaba una silla y me sentaba frente a él con las manos puestas sobre la mesa y apoyando mi barbilla en ellas.

"No lo sé" – dije clavando mis ojos en los suyos – "Dímelo tú"

"Tu… tu novio te esta esperando" – recordó desviando sus ojos de los míos. Suspiré frustrada. Había olvidado que venía con compañía. Este gesto pareció devolverle la seguridad – "¿Qué? ¿El güerito ya te aburrió?" – preguntó con aquella sonrisa burlona tan suya.

¿Qué responderle? Si admitía que sus palabras eran ciertas sería una gran y terrible humillación para mí…

"Por supuesto que no" – mentí – "¿Qué te hace pensar eso?"

"Tu cara" – respondió – "tu rostro es muy expresivo, Rose, no hay manera de que mientas"

"¿Entonces admites que me has estado vigilando todo este tiempo?" – pregunté en parte para cambiar la conversación, en parte por que quería que me dijera la verdad.

"No es necesario observarte más de dos segundos para saber lo que sientes" – repuso

"Pues entonces necesitas lentes" – me defendí al momento en que me paraba de la silla – "nos vemos en la casa, mi cita todavía no termina"

Pero bendito al cielo, terminó. Casi bese el suelo cuando James se disculpó por no poderme llevar ya que había olvidado pasar a traer a su madre a un centro comercial.

"Si gustas puedes ir conmigo" – ofreció – "Mi madre estará encantada de conocerte, le he platicado mucho de ti… y después te llevaremos a tu casa"

"Gracias James" – dije de manera gentil – "pero me tengo que ir ahora…"

"Lo siento tanto" – se disculpó por quintésima vez – "una hermosa dama como tu no debería…"

"James, se te hará aún más tarde para ir por tu madre" – interrumpí casi de manera desesperada.

El chico salió del café con la cabeza baja ya que al final me había negado a ser su novia. "luchare por tu amor" fue lo ultimo que dijo sin dejar de lado el dramatismo de su voz.

Ni bien salió, me dirigí hacia la mesa en donde estaba Emmet

"Ha tenido un problema y tuvo que irse" – me adelanté a explicarle antes de que comenzara a burlarse.

"¿Quieres que te preste dinero para que te puedas regresar en un taxi?" – preguntó de manera divertida. Intenté fulminarle con la mirada pero realmente me sentía demasiado feliz ante el hecho de estar con él. Por mucho que me costara admitirlo, Emmet era muchísima mejor compañía que James… y que los demás.

"El que se va a regresar en taxi es otro, si sigues con tus burlas" – amenacé.

Emmet se levantó de su mesa, pagó la cuenta de un café que había bebido y nos dirigimos hacia su carro. La cordialidad en él tenía un toque distinto. Tal vez se trataba de que estuviera acostumbrada a estar todo el tiempo pelando con él.

"Todavía es temprano" – comentó mientras miraba la carretera – "¿No te gustaría ir a algún otro lugar?" – una sensación indescriptible me invadió cuando escuche aquellas palabras ¿Emmet me estaba preguntando si quería salir con él?

"¿Hay algún lugar al que quieras ir tu? – pregunté tratando de ocultar mis emociones

"Quiero mostrarte un lugar" – dijo

"Pues vamos" – alenté…

********************************


Cap.17.- Impulsos

EMMET POV

"¡Esto es inaudito!" exclamó Rose mientras se bajaba del Jeep azotando la puerta – "¡lo que me faltaba! Que tu carro se descompusiera a mitad de camino"

"Créeme que a mi tampoco me hace mucha gracia" – refunfuñé mientras me inclinaba hacia el motor para tratar de averiguar cual era el problema. – "creo que la batería se descompuso" – dije al fin y Rose resopló mientras ponía los ojos en blanco - "Podemos hablarle a Edward para que venga por…"

"¡¿Qué?!" – interrumpió alarmada – "¿¡Estas loco o qué?!"

"¿Qué tiene de malo?" – inquirí confuso

"Emmet." – comenzó a decir con voz ofensivamente pausada – "¿Qué les piensas decir a mis hermanas y a tus hermanos sobre esto? Se supone que yo debería de estar con James, no contigo ¡Y mucho menos en una carretera completamente solitaria en pleno anochecer!"

"Tienes razón" – admití y ella hizo una mueca muy graciosa, la cual la hacía ver encantadora, por una milésima de segundo me quedé embobado viéndola – "En todo caso" – me apresure a decir para cambiar el rumbo de mis pensamientos – "lo único que nos queda es esperar hasta que la batería cargue ó que pase un carro por acá y nos preste ayuda "

"¡Genial!" – rezongó - "¡Esta carretera esta muerta! ¡No ha pasado un solo carro desde que estamos aquí! – de repente, dejó de hablar y se quedó helada mirándome - ¿A qué me traías aquí, Emmet?" – entrecerró sus azules ojos al momento en que hacía la pregunta.

Reí sin poder controlarme, estaba claro que mi carta de presentación con Rose no había sido muy buena, pero tampoco llegué a pensar que ella se imaginara que algo demasiado enfermizo cruzara por mi mente

"¿A qué crees tu?" – pregunté aunque ya sabía la respuesta.

No contestó, solamente me miró molesta y algo asustada, cosa que me divertía. Así que decidí jugar un poco, era algo que no podía controlar. Me acerqué mientras clavaba mis ojos en ella (gesto que me ponía muy nervioso, pero no lo daba a mostrar, la mayoría de las veces). Rose retrocedió un paso, siendo bloqueada por el metal de mi Jeep, sonreí maliciosamente mientras me percataba de que, en realidad, pensaba que yo me quería aprovechar de ella.

"Emmet… aléjate" – ordenó con voz temblorosa, lo cual ensanchó más mi sonrisa, por supuesto, hice lo contrario. Llegué a estar tan cerca de ella, a menos de dos pasos y pasé mi mano por su rostro.

El gesto no fue tan morboso como me hubiera gustado que fuese, ya que al tener la suave piel de sus mejillas en la palma de mi mano, una sensación cautivadora me invadía (cada vez con más fuerza)

Como siempre solía pasarme. Perdí concentración y me olvidé de mi objetivo principal. Contemplé más de la cuenta la textura de su piel, tan fina como suave porcelana. Ella presintió que no había peligro. ¿Quién sería capaz de hacerle daño a algo tan hermoso? No huyó de mi roce, y no sabía si alegrarme o entristecerme. Esto no estaba bien.

"¿Por qué me trajiste aquí?" – su insistente pregunta me sobresaltó y tras dejar de lado mi juego, caí en la cuenta de que, realmente, no tenía respuesta, solo lo había pensado, lo había propuesto y, tras aceptar ella, lo había hecho. Pero cierto, ¿Cuál era el motivo?

Me encogí de hombros como respuesta, al momento en que dejaba caer mi mano, alejándola de la calidez de su rostro

"Te veías aburrida" – dije – "Sentí que demasiado ambiente urbano te tenía hastiada… así que quería llevarte a un lugar que a mamá le gustaba mucho visitar por las noches" – conforme las palabras salían, supe que eran, en parte, ciertas. Quería compartir con ella ese lugar que tan buenos recuerdos de mi niñez traían

"¿Un lugar?" – repitió ella. Asentí mientras desviaba mí vista hacia el lado este de la carretera. A lo lejos, se veía una pequeña lucecita la cual señalé

"Ahí" – dije con mi brazo extendido – "Hay un mirador. No es muy conocido, por lo solitario de la carretera y por que, realmente, mucha gente prefiere vivir en medio de la urbanización y se olvida de las cosas sencillas que nos da la naturaleza"

"Tienes razón" – admitió ella – "pero aún así… ¿Por qué a mí? – sonreí burlonamente para disfrazar mi repentino nerviosismo. Rose era muy directa, cosa que también me confundía, ya que me enloquecía aquella seguridad en sí misma, pero a la vez no me convenía si, según yo, quería bajarle los humos de niña vanidosa

"¿Acaso eres de las chicas a las que se les puede impresionar fácilmente?" – pregunté. Rápidamente, ella se pudo a la defensiva.

"En lo absoluto" – respondió con su quijada ligeramente alzada – "dudo mucho que cualquiera pudiera impresionarse con un chico del cual su carro se queda parado a mitad de camino, rodeados de monte y no sé cuantos bichos" – reí

"¿Has visto hacia arriba?" – pregunté susurrando a su oído. Inhalando su perfume. Pude ver, que la piel se le erizaba ¿Era por mi cercanía o sentía frío?, No quería que se enfermara. Me comencé a quitar la sudadera que llevaba puesta

"¡Emmet, deja de hacer eso!" – se apresuró a decir, otra vez con la mirada asustada – "Ponte esa ropa…"

"No seas ridícula" – interrumpí riendo – "no te pienso hacer nada, no eres capaz de lograr alborotar hasta ese punto mis hormonas" – agregué puesto que me encantaba mentirle de esa manera. Le tendí mi sudadera, sus ojos contemplaron la prenda de manera calida por unos segundos, antes de volverse a endurecer.

"¿Y esto?" – preguntó con voz fría.

"Tienes frío" – me aventuré a decir – "¿O me vas a decir que tu piel esta erizada por la cercanía de mi cuerpo?" – giró su rostro hacia otro lado, desviando sus ojos de los míos

"Por supuesto que tengo frío" – dijo mientras me arrebataba mi sudadera y se la comenzaba a poner. Sonreí abiertamente ante la imagen que tenía frente a mí. Mi ropa, como era de esperarse, le quedaba muy grande y ocultaba sus curvas a la perfección

"¿Qué es lo gracioso?" – quiso saber en cuanto pudo sacar su cabeza del hueco de la prenda, en el trascurso, su cabello se había alborotado, haciendo aún más cómica la situación

"Pareces la típica esposa fodonga, nada más te faltan los tubos en el cabello y un par de viejas pantuflas" – dije y, para sorpresa mía puesto que no esperaba esta reacción, sonrió de manera expandida

"¿De verdad?" – preguntó divertida mientras se miraba por debajo de la barbilla. Hice una mueca, sin responderle, solo burlándome con la mirada – "¡Rayos!" – exclamó de manera teatral.

No pude evitar reprimir un suspiro mientras la observaba, un mechón de pelo rebelde colgaba a un costado de su cara, levanté mi mano para ponerlo atrás de su oreja

"Te ves bien" – dije

"¿Lo suficiente como para enloquecer tus hormonas?" – negué con la cabeza. Mintiendo – "Apuesto a que sí" – desafió. Puse mis manos a los costados de su rostro, apisonándola entre mi cuerpo y el carro.

"¿Acaso quieres enloquecerme?" – pregunté a escasos centímetros de sus labios

Estaba mal, lo sabía. Solo buscaba pretextos y más pretextos para tener una excusa perfecta y así besarla, teniendo como principal respaldo el "deseo" de querer bajarle los humos… pero si no quería seguir engañándome, ese deseo había pasado desde hace mucho tiempo a segundo plano. Sabía que debía de frenar todo esto antes de que fuera demasiado tarde. Rose era mi hermanastra, no una chica con la cual pudiera tener una relación sentimental…

Y lo que era peor: no la chica con la cual me podría enamorar.

Pero era difícil. Muy difícil, y es que ella había una mezcla perfecta de arrogancia, sensualidad y descaro. La mezcla perfecta para mí. La que sabía yo, jamás me encontraría otra vez y, la que una parte de mí, gritaba quería poseerla.

Suspiré frustrado por no poder controlar mis deseos al momento que cerraba los ojos fuertemente e inclinaba mi rostro hacia la derecha, alejándome de sus carnosos labios. Sus ojos me miraron inquisidoramente.

"Te estaba diciendo que no has visto hacia arriba" – recordé para salvarme – "Mira" – señalé el cielo estrellado. Y lo vio, su rostro denotaba lo maravillada que estaba ante tal espectáculo

"Es hermoso" – susurró antes de bajar la mirada – "nada mal" – agregó mientras sonreía de manera desinteresada para restarle importancia su anterior comentario.

"Es mejor que el restaurante caro en el que estabas con James, no lo vas a negar" – levantó una ceja de manera incrédula

"¿Te importa mucho el cómo me la pasé con James, verdad?"

"Claro que no" – me apresuré a decir.

"Aunque mientas, se que mueres por besarme" – su mano atrapó mi el cuello de mi playera y me jaló hacia ella – "No lo vas a negar" – susurró contra mis labios. Con un gruñido me dejé vencer.

Mis manos atraparon su cintura y mi cuerpo arrastró el suyo contra el carro, la besé desesperadamente, sintiendo cada centímetro de su boca con la mía. Sus manos se enrollaron en mi cuello, dándome la pauta para seguir… mis dedos exploraban las partes más inocentes de su cuerpo (cubierto por la tela de mi sudadera), su cintura, sus brazos, parte de su cadera mientras buscaba a tientas la puerta para poder llevarla hacia la cabina y estar más cómodos.

Una cegadora luz nos hizo parar…

¿Hay alguien ahí? ¿Le podemos ayudar en algo? – preguntaba el señor vestido de uniforme por medio de un altavoz de la patrulla.


ALICE POV

"¡Te lo juro, Jazz!" – decía mientras mi novio negaba con la cabeza

"¿Cómo se te ocurre semejante cosa, Alice?" – preguntó él con una media sonrisa mientras despeinaba mis cabellos

"Yo los vi" – repliqué – "podría apostar que Bella y Edward se traen algo" – mi novio me miró con ojos dulces que relucían en la oscuridad

"Alice, dudo mucho que nuestros hermanos tomen nuestro ejemplo" – recordó – "solo los viste cerca…"

"Muy cerca" – recalqué. Él soltó una carcajada

"Pero eso no significa nada, niña bonita" – su mano rozo mi mejilla, suspiré tristemente – "El hecho de yo que te quiera y tu hagas lo mismo, no significa que nuestros hermanos harán lo mismo…"

"Tienes razón" – admití. Levanté mis brazos para abrazar a mi novio, mis mejillas se encendieron cuando él cruzó sus brazos alrededor de mi cintura. Todavía no me acostumbraba a los nuevos contactos que implican un noviazgo, aunque claro, me gustaban – "Es solo que… sería genial que al menos, alguno de ellos tuvieran la misma relación, eso significaría que tu y yo no tendríamos por que escondernos más" – al suspirar, su aliento rozó mi cuello.

"Que más quisiera que así fuera… pero ya ves como se llevan de mal entre ellos" – su voz sonó triste… nos quedamos largo rato en silencio, abrazados en la oscuridad de la cocina, nuestra amiga y confidente. De repente, Jasper rió quedito entre dientes

"¿Qué pasa?" – quise saber sonriendo también, su felicidad era tan transmisible

"Recordé la mala broma que le hicimos a Edward" – reímos con más ganas y después nos tapamos la boca para sofocar las carcajadas. Podían oírnos.

"Por lo que vi ya no estaban tan enojados" – dije aun recordando la imagen de la tarde. Pero Jazz tenía razón, seguramente había sido mi imaginación. De repente, dos pares de pasos acercándose, nos alarmaron.

Caímos al suelo. Yo encima de él…

Mis mejillas se pusieron completamente coloradas y estaba segura que, aun en la oscuridad, Jasper lo podía notar, así como yo podía notar la timidez en su mirada.

"Lo… lo siento" – me disculpé con el corazón latiéndome a todo galope.

"No… no te preocupes" – dijo mi novio con voz nerviosa. Quedamos otro momento en la misma posición.

No era comprometedora, había visto casos más inapropiados, pero yo jamás había estado en una situación así y realmente me asustaba lo que Jasper fuera a pensar de mí… ¿Y si pensaba que yo le estaba provocando? Decidí ponerme de pie lo antes posible, pero sus manos me lo impidieron. Mi corazón se desbocó puesto que en una fracción de segundo las imágenes pasionales de muchas telenovelas y sus protagonistas ante esta situación, la cual siempre se prestaba para dar un paso más en una relación, vinieron a mí.

"Jazz…" – susurré demasiado nerviosa y con los ojos dilatados, aunque lo quería, no estaba preparada para eso… todavía no…

¡Que enorme chasco me llevé cuando Jazz lo único que hizo fue impedir que me levantara y acto seguido sentarme a su lado, debajo de la mesa!… nada comprometedor, solo era para que nos ocultáramos lo mejor posible. No sabía si reír o azotarme por pensar tan mal de mi novio.

Cuando escuchamos que los pasos se acercaban más, gateamos hasta la alacena. Había una puerta en la que, si nos acomodábamos bien, mi novio y yo entraríamos sin problema alguno. Era una ventaja que Jazz fuera tan larguirucho como yo, aunque eso sí, varios centímetros más alto.

Me golpeé fuertemente la cabeza cuando me metí. Jasper se alarmó en cuanto escuchó el golpe

"¡Alice!- susurró mientras intentaba, en el pequeño y oscuro espacio, mover sus manos para llevarlas a donde había sido el golpe – "¿Estas bien?"

"S… si" – dije con voz entrecortada ya que realmente me dolía. No pude evitar llorar

"Niña…" – la voz de mi novio se escuchaba muy dolida, como si él hubiera sido el culpable de mi golpe – "¡Estas llorando!" – se retorció para poder acomodar su cuerpo y abrazarme. Recargué mi cabeza en su pecho, aunque su rodilla me impedía estar cómoda – "No llores" – pidió con voz dulce y suave mientras pasaba sus manos por mis mejillas y atrapaba las pequeñas lagrimitas que salían de mis ojos.

"No me gusta que llores" – dijo y yo me sentí contenta, (pese a la situación) por que me sentí muy, muy, muy querida por mi novio.

"Si me das un besito, ya no llorare" – dije mientras escondía mi rostro en su pecho y reía tontamente, ¡Era una atrevida!

Mi novio llevó su mano hacia mi barbilla y la levantó ligeramente mientras él se enroscaba todo para poder llegar hasta mis labios. Fue un beso muy tierno, (si, si, la situación era incomoda pero cuando uno esta enamorado todo te parece hermoso) sus labios se movieron suaves y temblorosos contra los míos, mientras yo sentía que mis mejillas se enrojecían completamente. Llevé mis dedos, (ganándome otro golpe en el codo) hacia su cabello color miel. Pocos segundos después, separamos nuestras bocas y guardamos absoluto silencio ya que la luz de la cocina estaba encendida. Miré a Jasper con los ojos dilatados del miedo ¿Y si nos descubrían? ¿Comprenderían que nos queríamos o lo tomarían como una locura?

"¡Oh Dios! ¡Francisco!" – nuestros ojos se dilataron al escuchar la voz jadeante de doña Choni… - "¡Los niños se van a despertar!" - …

"Ay Chonita, que linda es usted" – decía don Pancho con una voz que en toda la vida le habíamos escuchado – "No se preocupe, no despertarán, están durmiendo profundamente" – Jasper y yo nos cohibimos terriblemente ante el espectáculo que escuchaban nuestros oídos.

No me atreví a verlo en todo ese tiempo. Ni si quiera a tocarlo. La situación empeoró cuando la alacena se empezó a tambalear ligeramente, junto con nosotros, claro esta. Y los gritos ahogados de doña Choni se hicieron perturbadores…

Eso jamás lo olvidaría. Estaba segura: en mi vida iba a hacer eso con Jazz.


EDWARD POV

Y ahí estaba, acurrucada en la cama, como un ángel dormido que amenaza con jamás despertar…

Aún no podía creer lo que estaba haciendo. ¿Qué me había movido a entrar a la recamara de Bella mientras esta dormía? La respuesta era dolorosa: la necesidad de verla y tenerla cerca. ¿Cómo me las iba a arreglar si con cada día que pasaba la necesitaba más?

Sonreí tristemente al ver su rostro. Tan tierno, tan delicado, tan perfecto.

Mis ojos se pasearon por cada una de sus facciones. Sus cejas, sus espesas pestañas, sus pálidos parpados, sus labios tan dulces y tentadores, su nariz respingada y fina, su cabello color caoba extendido alrededor de la almohada y cubriendo parte de sus mejillas. Suspiró profundamente. Me pregunté que estaría pensando su subconsciente para que ella suspirara de esa manera. El mismo instinto, la misma necesidad que me movió hasta ese lugar, hizo que me acercara hacia ella, me puse de cuclillas para poder aspirar su aliento, tan suave, tan pausado, tan en calma.

Cerré mis ojos mientras me perdía en la fragancia del aire que emanaba de sus labios y, cuando los abrí, me encontré con un par de somnolientas pupilas y unas manos que se movieron hacia mi cabello y me jalaron hacia enfrente. Bella comenzó a besarme y yo no me opuse, al contrario, incliné más mi cuerpo para que ella no tuviera que estirarse.

Ya después vería que explicación poder dar a mi presencia en ese lugar, a esa hora y a ese beso. Eso me preocupaba, se me estaban acabando las excusas, en tan solo un día, nuestros labios se habían encontrado ya dos veces.

Bella se fue separando lentamente de mí, abriendo poco a poco sus ojos, y cuado al fin toda su mirada esta fija en mí… gritó

"¡¿Qué haces en mi recamara?!" – soltó mientras se paraba de la cama, dejándome a la vista sus largas piernas que no cubría el pequeño bóxer que llevaba por pijama. Tardé dos segundos en contestar

"Lo siento… yo…"

"¡Eres un enfermo!" – exclamó para mi disgusto. Estaba bien, había entrado a su recamara mientras dormía pero solo Dios es conciente de que no pasó ni una sola morbosa idea por mi cabeza mientras la veía – "¡Depravado!"

"Bella… no es lo que tu piensas" – dije tratando de explicarme mientras veía como Bella iba y venía de un lado a otro por la habitación

"¡Puerco!" – ok ya era suficiente. Caminé hacia ella y la detuve. Me ponía nervioso su andar

"Tranquila" – dije – "vas a despertar a los demás" – su gesto se descompuso en una completa mueca de incredibilidad e indignación

"Acabo de descubrir que estabas dentro de mi recamara, haciendo y pensando no sé qué, mientras yo dormía placidamente ¿Tu crees que en este momento me preocupa si se despiertan o no los demás"

"Bueno… tu me besaste, no parecías muy molesta hace dos minutos" – sonreí de lado nerviosamente. ¿Qué más podía decir a mi favor? La boca de Bella se abrió y se cerró varias veces, sin emitir sonido alguno

"¿Yo te besé?" – preguntó de manera incrédula, riéndose nerviosamente. Decidí que mi silencio diera la respuesta y tras captarla dijo – "bueno… tú me besaste hoy en la tarde…" – levanté la mirada ante lo dicho.

"¿Y eso… es bueno ó es malo?" – inquirí. Bella enmudeció otra vez, sus ojos castaños se juntaron con los míos, caminé para acercarme, para acortar esa distancia entre ella y yo. No podía tenerla lejos, no podía

"Malo" – susurró en cuanto mi mano atrapó su mejilla

"¿Si?" – dije de la misma manera mientras inclinaba mi rostro hacia el suyo – "¿Qué tanto?"

"Demasiado" –

"¿Esto esta mal?" - cuestioné mientras rozaba casi imperceptiblemente mi boca con la suya

"Si…" – contestó con voz temblorosa. Y nos volvimos a besar. Estaba bien o estaba mal, a mi no me importaba.

Cuando la dejé de besar, no solté su cintura. Sentía que se podía ir en cualquier momento, que podía desaparecer. Sentía su calido aliento en mi rostro

"Edward… vete" – sus palabras pegaron tan fuertes que me hicieron sepárame al instante de ella. No me las esperaba

"¿Qué?" – pregunté sin dar crédito a lo que había escuchado. Estaba claro que no pensaba quedar toda la noche en su recamara, pero había tenido la esperanza de que pudiéramos hablar sobre qué pasaba con nosotros, qué pasaba con ella.

"Que te vayas" – volvió a repetir – "Ya fue suficiente de todo este juego… ya es hora de que nos comportemos, Edward, no podemos pasar todo el tiempo peleándonos o besándonos sin motivo alguno"

"¿Sin motivo alguno" – inquirí frunciendo el ceño

"Sin motivo alguno" - afirmó

"¡A ver, Bella!" – me volví a acercar hacia ella y tomé su rostro entre mis manos – "Entiendo que nuestras peleas han sido absurdas… injustificadas, pero ¿Qué hay de las veces en que nos hemos besado?

"Nada" – respondió – "Han sido impulsos…" – dejé caer mis manos hacia los lados.

"¿Impulsos?" –

"Edward… ¿Por qué preguntas todo esto?" – apreté mis labios para no decir todo lo que quería soltar en ese momento.

"Olvídalo" – dije mientras me mordía la lengua – "Que descanses, Bella, lamento haberte molestado esta noche pero, comprende" – reí sin alegría – "se trata solo de impulsos"

Salí de aquella habitación con las manos empuñadas y la garganta adolorida por el nudo que en ella se había formado…

Recostado en mi cama luché por no llorar, era un estupido, un idiota, un iluso…

Pero eso me ganaba por enamorarme de la chica que, aparte de ser mi hermanastra, había sido mi peor enemiga desde el primer día en la conocí…


***************************************


Cap.18.-Cita

ROSE POV

"Ahora resulta que también saldrás con el tal Royce" – comentó Emmet mientras yo intentaba ignorarlo, disimulando hacer mi tarea en una de las mesas del jardín. Era un día más o menos soleado, así que, había decidido aprovecharlo

"¿Algún problema?" – inquirí con la mayor apatía que pude. A veces me sorprendía el que, sintiendo todo lo que sentía por Emmet, pudiera darle a mi voz ese tipo de entonaciones

"No" – respondió mientras recargaba su brazo en la mesa – "Solo que no se me hace muy justo… por James" – levanté el rostro para verle de forma burlona

"¿Y desde cuanto te preocupa James" – quise saber – "Según recuerdo, hace tres días no te caía muy bien"

Si. Habían pasado tres días desde que Emmet y yo nos habíamos quedado a mitad de camino hacia un mirador que él quería enseñarme. Habíamos tenido suerte de que unos oficiales nos ayudaran para que el jeep del mayor de los Cullen arrancara y pudiéramos llegar a casa sin que nadie se diera cuenta. Sin embargo, James seguía acosándome (había encontrado, todos los días, un ramo de flores rojas junto con una extendida carta de amor sobre el asiento de la escuela, el chico me seguía a cada paso que daba y, lo que era peor, sus actos y pruebas de amor llegaban a ser demasiado dramáticas y nada disimuladas).

La situación me tenía irritada, estaba claro que al querer darle celos a Emmet yo no contaba con sufrir tanto. Para mi salvación, Royce empezó a mostrar interés en mí. Para ser sincera, nunca me había dado cuenta de su existencia hasta que se presentó, tenía dos días, a la salida de nuestras clases. El chico era alto y más rubio que yo, además, parecía demasiado rico y lo que era mejor, este no parecía tan meloso como James. Perfecto para provocar celos a mí querido hermanastro y, de paso, escabullirme completamente de mi meloso pretendiente. Había aceptado su invitación para salir el fin de semana (que para mi suerte había sido propuesta justamente enfrente de Emmet) de manera exageradamente entusiasta

"No me gusta ese tal Royce" – dijo al momento en que un mariposeo bajaba y subía por mi estomago – "tiene pésima fama con las chicas"

"¿Celoso?" –

"No es eso" – respondió de manera frustrada – "De veras, Rose, no salgas con él"

"¿Y por qué debería hacerte caso?" – se encogió de hombros y luego suspiró

"Solo… cuídate" – dijo antes de retirarse y dejarme sola.

El fin de semana llegó. Mis hermanas habían ido a Port Angeles, Edward y Jasper a sus clases de arte y Emmet… bueno a Emmet no lo había visto en todo el día. Estaba ansiosa por ello, y a cada segundo me preguntaba en dónde estaría…

Mi cita con Royce transcurrió lenta, mientras el chico platicaba y platicaba, yo me debatía mentalmente qué caso era peor: si el exagerado romanticismo de James o la charlatanería y extinta modestia de este tipo. En las dos horas que llevaba junto con él, no había hecho nada más que hablar de la posición económica de sus padres, de las novias que había tenido y el cómo le rogaban para que no las dejara… realmente patético

"No recuerdo este camino para llegar a casa" - le dije mientras miraba por la ventana la oscura carretera. Eran aproximadamente las ocho de la noche y daba gracias de que mi cita hubiera terminado. Me decepcionó el hecho de que Emmet esta vez no me hubiera seguido

"Es un atajo" – contestó el chico mientras me miraba por un segundo. Por instinto, me cubrí las piernas con mi bolsa al momento en que pensé que había sido pésima idea el haber llevado falda.

Sin embargo, el atajo se hizo demasiado largo y cada vez más oscuro. Cuando Royle estacionó el carro, no me atreví ni si quiera a preguntarle en dónde estábamos ya que me daba pavor pensar en la respuesta. Las piernas y las manos me temblaban.

"Luces… nerviosa" – dijo el muchacho con voz asquerosamente seductora

"Esta no es mi casa" – respondí luchando por que la voz no se me cortara

"Claro que no" – su mano se levantó para rozar mi mejilla, la cual alejé rápidamente de su tacto – "Lo más divertido de esta tarde esta por venir" – sentí que el miedo era tanto que hasta mis dientes empezaban a castañear. Pensé en la posibilidad de salir de carro y correr, pero sabía de antemano que me alcanzaría sin mucho esfuerzo. Y así fue, mis instintos me movieron a abrir la puerta del coche y salir disparada en aquel terrible sendero solitario, no pasaron más de cinco segundo en cuanto fui frenada por sus agresivos brazos

Comencé a forcejear inútilmente mientras sus labios se deslizaban por mi cuello y mi oído, diciendo cosas que no quisiera volver a escuchar en toda una vida. Comencé a llorar descontroladamente cuando me di cuenta de que, por más que le golpeara para alejarlo, todo era en vano, él ya me tenía debajo suyo, revolcándome en el fango que se había formado a causa de las lluvias. En el momento en que sus manos se deslizaron hacia mis piernas lo único que hice fue cerrar los ojos y rezar por que me vida acabara en ese instante. De repente, escuché un sonido sordo, seguido de un jadeo y me di cuenta de que ya nada me tenía aprisionada contra el suelo.

"¡Eres un maldito enfermo!" – la voz de Emmet sonaba furiosa mientras caminaba hacia mi agresor, casi podía imaginarme la furia de sus ojos – "¡¿Cómo te atreves a tocarla?!" – siseó mientras levantaba al muchacho para tirarlo de nuevo con un fuerte puñetazo que le desangró la boca y la nariz

"¡No… no es lo que parece!" – intentó defenderse el agredido mientras se apretaba la nariz para que le dejara de sangrar. Emmet no le hizo caso alguno. Se limitó a golpearle una y otra vez sin lastima alguna, al momento en que miles de maldiciones salían de sus labios. Royce quedó inconciente a un lado de su carro y no me preocupó qué tan mal podía a estar.

"Rose… ¿Estas bien? ¿Te hizo algo?" – preguntó en cuanto se inclinó para levantarme. No me había movido ni un solo centímetro, estaba aturdida, así que cuando estuve entre sus brazos comencé a llorar intensamente mientras enterraba mi rostro en su pecho.

"lo… lo siento… lo siento tanto Emmet" – comencé a decir en sollozos mientras sentía el bamboleo de su cuerpo al caminar. El jeep estaba oculto detrás de unos espesos matorrales, por lo cual ninguno de los dos nos habíamos dado cuenta de su presencia – "me lo advertiste… y yo…"

"Tranquila, no pasó nada" – reconfortó mientras me sentaba delicadamente sobre el asiento del copiloto – "Todo esta bien, ya estas a salvo" – las lagrimas me impedían verle claramente el rostro, solo sabía que estaba a centímetros del mío. Levanté mis brazos para rodear su cuello y poder abrazarlo

"Grac… Gracias" – le dije mientras sentía sus manos pasarse por mis alborotados cabellos

"¿De qué, cariño?" – dijo susurrando contra mi cuello – "No tienes nada que agradecer… yo no permitiría que alguien te hiciera daño" – tras unos segundos, sostuvo mi rostro entre sus manos y me alejó lo suficiente para que sus ojos pudieran adentrarse en los míos – "Rose" – susurró con calida voz – "Se que no es el momento… que lo que ha pasado te tiene mal, pero necesito decírtelo ahora que puedo, que estoy dispuesto y armado de valor para confesártelo…" – sentí que mi respiración se bloqueaba y que sus manos temblaban sobre mis mejillas – "Te quiero, Rose… te quiero como no he querido a nadie".

Con aquellas palabras, todo había sido borrado, mi mala experiencia con Royce pasó al olvido, solo existían los ojos de aquel hombre que me había confesado su amor, el hombre al que también yo amaba… no solía ser una chica de muchas palabras en términos amorosos (más bien, nunca lo había sido), así que pasaron varios segundos sin que yo pudiera responder. Le quería decir tantas cosas, cosas que jamás en mi vida llegué a pensar, pero mi cuerpo fue más rápido que mis cuerdas vocales y me aventé a sus brazos enérgicamente.

Emmet y yo estábamos hecho el uno para el otro que las palabras sobraron, él había comprendido el significado que mi lenguaje corporal daba y sus brazos se enrollaron en mi espalda, manchada de fango.

"¡Eres un tonto!" – musité al fin, con mis labios besando los suyos – "¿Por qué, por qué diablos no me lo dijiste antes?"

"Me costaba aceptar el haberme enamorado de un demonio como tu" – contestó moviendo sus labios lentamente contra los míos.

"Uhm…" – suspiré mientras inhalaba su aliento – "Eso te va a salir muy caro" – advertí

"Estoy dispuesto a pagar lo que quieras" –


JASPER POV

Los pincelazos salían por si solos, como si mis manos se supieran de memoria el trayecto que deberían de seguir en el papel. Negro, azul, blanco, verde, violeta… los colores se mezclaban perfectamente para conseguir el matiz deseado. Me encontraba sumergido, absorto mientras pensaba en ella. En mi pequeño ángel. Sonreí al recordarla. Alice había venido a iluminar mi vida de muchas maneras, cuan agradecido estaba con el destino por haberla puesto en el camino. Un sueño, una verdad…

"Jazz" – salté al escuchar aquella melodía, tan dulce y delicada y me apresuré a tapar el cuadro con una manta ¿Había sido mi imaginación? No. Bendito al cielo no. Ella estaba ahí, asomando su pequeño rostro cubierto por su cabello negro y puntiagudo. En cuanto nos vimos, sonreímos mutuamente

"¡Alice!" – exclamé mientras caminaba hacia ella, un tanto confundido – "hola" – la tomé de las manos mientras me sumergía en sus negros ojos

"Hola" – saludó sonriendo, dejando al descubierto sus pequeños y perfectos dientecitos

"¿No se supone que deberías estar con Bella en Port Angeles?" – pregunté mientras su mano se movía hacia mi rostro y quitaba unas manchas de pintura

"Si" – respondió – "pero le dije que me habían llamado unos compañeros para adelantar un trabajo, obviamente es mentira" – reconoció – "tomé un taxi y le dije que me trajera hacia acá. Espero no molestar"

"¡Por supuesto que no!" – dije – "al contrario, me alegra mucho, no sabes cuanto el estar contigo" – mi novia inclinó su cabeza hacia abajo y se ruborizó. Era algo que siempre hacia cuando estábamos juntos y nos confesábamos lo mucho que nos queríamos.

"Te… te he extraño mucho, Jazz" – balbuceó sin mirarme aún a la cara. Rodeé su espalda con mis brazos y cuanto la tuve junto a mí, suspiré. Desde aquella noche (en la que doña Choni y don Pancho habían estado en la cocina al mismo tiempo que nosotros) ambos habíamos acordado, por bienestar psicológico, que ya no nos veríamos en aquel lugar.

Habíamos valorado la situación. La sala, el jardín, mi cuarto, su cuarto, el despacho de Carlisle, los baños… ninguna era buena y segura. Nuestras recamaras suponían una buena opción si hiciéramos de lado nuestra gran timidez, cosa que no era fácil. Así que, mientras llegábamos a un acuerdo, Alice y yo no nos habíamos podido frecuentar por las noches y, claro esta, tampoco el resto del día.

"Yo también, mi niña" – le dije mientras besaba la parte alta de su cabeza. Ella se separó unos cuantos centímetros para dirigir su mirada hacia el cuadro cubierto por una manta

"¿Qué hacías antes de que llegara?" – preguntó mientras caminaba hacia el objeto. Me apresuré a tomarla de la mano y detenerla de manera sutil

"No esta terminado" – le informé – "Es la pintura con la cual concursare en unas cuantas semanas"

"¡¿De verdad vas a concursar?!" – preguntó entusiasmada, asentí con la cabeza y ella se aventó a mis brazos – "¡Jazz! ¡Que gusto me da!... veras que vas a ganar" – sonreí ante sus palabras. Solo ella era capaz de crear esta seguridad en mí mismo.

"No me importa tanto ganar" – dije sinceramente – "En realidad, estoy disfrutando mucho dibujando este cuadro"

"¿Lo puedo ver?" – pidió y mi sonrisa se desvaneció. No me gustaba la idea de negarme a una de sus peticiones, pero era necesario.

"Eh…, Al…" – me debatí buscando las palabras adecuadas – "niña, quiero que sea una sorpresa" – su ceño se frunció y sus labios hicieron un puchero mientras cruzaba sus brazos alrededor de su cuerpo

"¿Hasta para tu novia?" – preguntó y yo sonreía por sus delicados gestos

"Precisamente para ella" – respondí mientras pasaba dos yemas de mis dedos en su suave mejilla. Eso pareció calmarla ya que me sonrió casi al instante

"Supongo que entonces tendré que esperar" – reí entre dientes. Después, tras debatirme ciertos segundos, incliné mi rostro pare besarla. Tenía días que no rozaba sus labios (resultado que nos había dejado los pasionales de doña Choni y don Pancho) y tenía miedo de que ella se fuera a sentir incomoda. Por lo que noté, mi beso le gustó, ya que sentí cuando se ponía de puntitas para poder enrollar sus brazos alrededor de mi cuello mientras mis manos se movieron a su cintura. Nuestros besos siempre habían sido pequeños, hasta ese día.

Tal vez se debía a que habían estado separados tres días; tal vez a que, poco a poco, con la experiencia, podíamos controlar mejor nuestras respiraciones para no asfixiarnos tan pronto; tal vez simplemente era que cada día nos necesitábamos más; o tal vez eran las tres cosas. El caso fue que, por primera vez, mis labios no se separaron de ella tras cinco segundos transcurridos. Algo movió mi cuerpo para que se inclinara más y así no soltarla, mis labios sentían los suyos y exigieron conocerlos mejor, obediente a ese deseo, moví una de mis manos hacia atrás de su cuello para poder acercar más su boca a la mía. Ella correspondió abriendo más sus labios, recibiendo a los míos.

Jamás había besado a alguien de esa manera. Y, probablemente, con otra persona que no fuera mi pequeña Alice, esto no se hubiera sentido de la misma manera. Nos separamos tras otros segundos, ambos sonrojados y riendo tímidamente ante la nueva experiencia.

"¿Dónde esta Edward?" – Ocultando su rostro en mi pecho por la congoja

"Supongo que en clases de piano" – respondí mientras le tomaba la mano. En ese instante, se me ocurrió una magnifica idea – "¿Qué te parece si vamos a un lugar?" – ofrecí y sus ojitos se iluminaron a medida de que una enorme sonrisa se dibujaba en sus labios

"¿A un lugar?" – repitió y yo asentí – "Pero… ¿Y Edward? Él no sabe que estoy aquí, además es un poco tarde…"

"Déjamelo a mí. Nada de hacer trampa y ver la pintura" – adevertí, le di un beso en la mejilla al momento en que salía de la sala corriendo en busca de mi hermano. Me topé con el profesor Jones y aproveché para pedirle permiso de retirarme temprano, él aceptó de buena manera. Tras encontrar a mi hermano, quien por cierto tocaba una hermosa melodía de amor, le mentí acerca de que tenía que irme en ese momento y le pedí prestado algo de dinero. Edward no hizo muchas preguntas, parecía demasiado despistado, lo cual me preocupó, pero al mismo momento agradecí, ya que era pésimo mintiendo.

En cuanto estuve libre. Saqué a mi novia por detrás del instituto para que Edward o algún conocido nos vieran. Fuimos a una plaza que se encontraba a cinco cuadras de la academia, caminamos por la calle tomados de la mano, si nos veían, después pondríamos alguna excusa.

Alice decidió que quería ver una película, así que entramos al pequeño cine. Compramos palomitas y refrescos, escuché el comentario de una pareja mayor que nos vio pasar agarrados de la mano. "se ven tan tiernos, ¡Miralos! Son tan pequeños pero se ve que se quieren mucho" Habían dicho mientras yo me sonrojaba. Mi novia había decidido ver una película de terror, arrepintiéndose casi al instante…

"Te quiero" – susurró Alice mientras nos parábamos en un pequeño parque de regreso a casa. La noche ya estaba muy adentrada, por lo cual dudaba mucho de que alguien nos viera, así que la abracé

"Yo también te quiero… y mucho, mi pequeña" – le dije y después nos besamos

BELLA POV

La casa estaba sola, solo estábamos Edward y yo, todos habían salido, yo no tenía mucho que había regresado de Port Angeles y hubiera preferido no regresar hasta que, al menos, una persona más, estuviera ahí. Empezaba a oscurecer cuando entré a la casa y lo vi sentado en la sala.

"Buenas noches" – saludé de manera tímida

"Buenas noches" – respondió sin ningún tipo de emoción en la voz y sin despegar la vista de la pantalla

Aquella forma de él me lastimaba pese a que era lo que yo había pedido. Me dolía el que, desde aquella noche, él hubiera hecho caso de mi consejo y se hubiera distanciado de mí. Me quedé parada detrás del sillón mientras esperaba a que dijera algo. No dijo nada más

"¿No ha venido Alice?" – pregunté aunque ya sabía la respuesta. Era estupido de mi parte ya que mi parte conciente sabía que debía de dejar las cosas tal como estaban. Ignorarnos era mejor que seguir peleándonos y besándonos después de la pela, y volver a pelear después del beso y… amarle cada vez más

"No" – respondió otra vez sin ningún tipo de emoción – "llamó diciendo que el trabajo se extendió, que si es demasiado tarde para cuando termine, hablara para que alguien vaya por ella"

"Ah" – fue lo único que dije – "Entones… me voy a acostar, que descanses" – vi como asentía sin dirigirme, ni si quiera por un segundo, la mirada. Subí las escaleras y me dejé caer sobre mi cama, no era muy noche como para dormir, así que, tras no encontrar nada mejor que hacer, bajé otra vez, mintiéndome mentalmente de que tenía sed.

Él había apagado la televisión y se encontraba tendido sobre el sillón con un libro entre sus manos. El mismo ejemplar que me encontraba leyendo también yo. Me dirigí a la cocina y cogí un vaso de agua, cuando estaba dispuesta a subir las escaleras, sonó el teléfono. Me encontraba cerca y pensé que podría ser mamá o Carlisle, así que contesté

"¿Si? ¿Diga?" –

"Hola" – saludó la otra voz en el teléfono – "¿Hablo a la casa de la familia Cullen?" – suspiré pesadamente. Esa voz yo la conocía

"Exacto" – contesté

"¡Ah!" – exclamó la voz – "Eres Bella, ¿No? ¿Me podrías pasar a Edward?" – no contesté, con el cuerpo ardiendo de furia, tapé las bocinas con la mano

"Te hablan" – anuncié al chico que se encontraba tendido en el sillón

"¿Quién?" – quiso saber mientras se incorporaba

"¡No lo se!" – mentí mientras luchaba por no colgar el maldito teléfono. Edward cogió el aparto y se lo llevó al oído

"¿Si, diga?... ¡ah!… hola Lauren…" – para empeoramiento de mi animo su tono de voz había sido muy cordial – "no, no estaba ocupado…" – rió – "estaba leyendo un libro…" – volvió a reír – "no. Puedes estar segura que no es kamasutra… ¿mañana?... supongo que si puedo… si… entonces te veo mañana… que descanses" – colgó el teléfono y giró su cuerpo para verme.

Fue hasta en ese entonces que me di cuenta de que, se suponía yo no debería de seguir ahí. Pero ahí estaba y había escuchado toda la amena plática y, por si hace falta mencionarlo, estaba ardiendo de celos.

"¿Se te ofrece algo, Bella?" – preguntó al ver que no me movía y tampoco decía algo.

"No" – respondí entre dientes

"Entonces… ¿Por qué no te vas a tu recamara y dejas de estar parada como estatua escuchando las conversaciones ajenas?"

"¡Ja!" – resoplé – "¿Ahora resulta que no puedo estar en la sala o que?"

"No estoy diciendo eso" – respondió – "pero ¿Acaso Esme no te enseñó que es de muy pésima educación escuchar platicas en las que no estas invitada?" – lo miré de forma envenenada

"Como si me importará lo que pudieras llegar a platicar con tus admiradoras" – él comenzó a reír

"Bueno… déjame decirte que te contradices, y mucho, por cierto" – señaló – "tus acciones no siempre van acorde a lo que dices, deberías decidirte ¿no crees?"

"Eres un…"

"¡Ey, ey!" – interrumpió con gesto divertido y petulante – "Tranquila, hermanita, ¿Acaso no recuerdas que debemos ponerle un alto a nuestro jueguito?"

"entonces no me provoques" – le advertí

"¿Por qué no lo admites, Bella?" –

"¿Admitir qué?" – pregunté y en ese momento todo quedó oscuro y en silencio.

Lo que me faltaba, la luz se había ido.