Dark Chat

viernes, 26 de marzo de 2010

A Walk to Remember

Capítulo 7: Realidad y Miedo


"De acuerdo. ¿Todos listos?" – preguntó la maestra Heidi cuando dieron la tercera llamada. El pequeño electo, asintió – "¡Den lo mejor de sí!"


Edward fue el primero en salir, vestido con una camisa azul, manga larga, y saco negro. Llevaba en la cabeza – sus cabellos iban, por primera vez, peinados – un sombrero de color oscuro como la noche, al igual que su pantalón de vestir. De más esta el mencionar que todo él lucía realmente guapo, y simulaba tener un poco más que diecisiete años. Suspiró profundamente cuando las bambalinas se comenzaron a abrir y controló lo mejor que pudo el temblor de sus piernas.


Echó un pequeño vistazo hacia el frente y reconoció el rostro de Emmett en compañía de Rose, en primera fila, tal y como había prometido. También alcanzó a ver a Lauren y al resto de sus amigos. Al papá de Bella, a su madre y… decidió ignorar al señor que le sonreí a distancia. Comenzó a decir sus líneas, con las cuales la obra daba inicio.


El escenario era simple, pero bien formado. Daban a creer que el muchacho se encontraba en su pequeño bar furtivo – puesto que la ley castigaba, en aquellos tiempos, la distribución de bebidas alcohólicas – Su actuación consistía en una personalidad descarada, sínica, y un tanto fanfarrona. Su semblante siempre debía mostrarse con una sonrisa insolente y una mirada perspicaz.


Los personajes secundarios aparecieron. Unos, simulando fumar grandes puros, al mismo tiempo que jugaban con naipes. Otros, siguiendo al mismo Edward – quien, en el escenario, era conocido como Tommy – Las escenas fueron y vinieron simultáneamente. Bella aparecía, de vez en cuando, como una dama misteriosa y de rostro desconocido, cubierta, de pies a cabeza, bajó la capucha de la capa negra.


La escena final llegó con otras palabras introductorias del protagonista. A los pocos minutos, Alice le acompañó. Su pequeña figurita iba envuelta en un vestido de lentejuelas rojas y altas zapatillas con fino tacón. Dijo unas cuantas líneas, con un trabajo elegante y natural.


"Lo prometiste, Tommy. Prometiste que ya no seguirías en este sucio negocio y te dedicarías a un trabajo digno… Dijiste que iríamos a París"


Su pequeño rostro de duendecillo miró fijamente al muchacho, de forma desafiante. Edward, quien jugaba con el sombrero de manera desinteresada, importándole poco las palabras que escucha, suspiró sonoramente – para que el público escuchara


"No me quedaré mirando como los demás se enriquecen y yo no" – soltó, con voz amarga – "Créeme. Esta es la única forma segura que hay, por el momento, de conseguir dinero"


"¡Basta!" – exclamó Alice – "Se acabó. Ve y únete con tus socios. Contrabandeen licor y, después, púdranse en la cárcel. O, mejor aún, ahógate en él"


La actriz le propició un empujón al muchacho – que seguía con su rol de indiferencia – y se dirigió hacia la salida del escenario. En el camino, se encontró con Bella, quien había arribado para aparecer en escena.


"Tú debes ser la chica nueva: La cantante" – le dijo – "¿Quieres un consejo gratis? Aléjate de él. No es nada más que un maldito rufián"


Y con ello, la pequeña desapareció tras las telones.


El corazón de Edward se comenzó a acelerar al saber que el momento había llegado: Alrededor de quince minutos, junto a ella, solamente los dos. Volvió a inhalar profundamente para adquirir un poco de concentración y disipar los repentinos nervios que volvían a apoderarse de él. También le tomó demasiado trabajo el no dar media vuelta y mirarla, mientras esta se quitaba la capa – las líneas del guión así lo indicaba. Debía esperar hasta que ella hablara por primera vez – caminó hacia una silla y recargó su hombro en la redonda y desgastada mesa de madera.


Las luces enfocaron su rostro y dieron la pauta para comenzar a decir, lo que serían, sus últimas palabras.


"Si desconfías de mí, no te culpo. Pero, tampoco te pido perdón. Estoy haciendo lo que debo, lo que creo correcto, aún si eso es gran indicio para una condenación"


Escuchó el suave sonido de la capa caer en el respaldo de la silla contigua a él. No lo pudo evitar, no se pudo controlar, y volvió el rostro hacia la chica que estaba, parada, junto a él. Su pecho emitió un suspiro involuntario al verla. Bella se veía hermosa, como nunca antes pensó, o imaginó, verla. Su vestido largo, de color lila, se pegaba a su esbelta figura, remarcando cada fina curva de ésta. Su cabello iba adornado con extensas capas onduladas, que enmarcaban su pálido rostro, cubierto por un maquillaje muy natural.


Se obligó a concentrarse, para decir las líneas que faltaban


"Cuando tú entraste a mi club, aquella noche lluviosa, no fue coincidencia, ¿Verdad?"


Bella tomó asiento frente a él y, clavando sus castaños ojos en los suyos, respondió – siguiendo, a la perfección, el dialogo del guión.


"Nada es coincidencia"


"Tu cara, me resulta tan familiar… como el rostro de una mujer, que tuve en un sueño"


"Cuéntame acerca de ella" – pidió, y su voz llegó a la conciencia de su compañero como un suave murmullo, como el canto de una sirena.


Ella ignoraba que Edward se había perdido completamente en la delicadeza de su rostro, en el mar de sus pupilas y en la gentileza de su voz. El chico se encontraba absorto, desconcentrado, completamente ajeno al resto de las personas que le miraban y esperaban por su respuesta. Ignoró el aleteó que se agitó en su estómago cuando sus miradas se unieron completamente y él no hacía nada por romper aquella unión. Entonces, Edward le tomó de la mano – algo que no venía indicado en las acotaciones – y una pequeña y agradable descarga eléctrica estremeció su cuerpo.


"Eres hermosa…" – susurró, con voz suave y pausada.


La muchacha no pudo disimular su desconcierto y lo hizo manifiesto en sus ojos. Claramente, esas no eran las palabras que debía de haber dicho. Él no tardó mucho en reaccionar y regresó a la realidad con un pequeño sobresalto


"El sueño" – dijo, volviendo a la original actuación – "Ayúdame a recordarlo. ¿Cantarías por mí?"


"Tú eres el único que puede hacerme cantar" – contestó Bella, con más sentimiento del que estaba dispuesta a demostrar.


El piano comenzó a emitir las primeras notas y la muchacha se puso de pie – un movimiento completamente improvisado pues, estaba huyendo de los verdes ojos que le desorientaban y le seguían a cada paso que ella daba sobre el escenario - y su voz comenzó a levantarse, acompañando las suaves notas antes emitidas.


Mientras ella cantaba, Edward le veía y las mismas preguntas acudieron a su cabeza.


¿Por qué le había dicho hermosa?


¿De dónde había nacido tan incontrolable deseo?


¿Por qué no podía despegar su mirada de ella?


¿Por qué, de un momento a otro, el mundo había vuelto a desaparecer y solamente existían él y ella, en aquel teatro?...


¿Por qué siempre había sido Isabella Swan una molesta atención?


¿Por qué nunca encontraba las repuestas…?


"Tienes que prometerme que nunca te enamoraras de mí"


Promesa rota.


Ya no podía seguir engañándose. Lo tenía que admitir. Seguir negándolo era ya algo imposible y doloroso. Algo innecesario, pues, su alma, se lo gritaba a cada suspiro que daba. Ya no podía decir lo contrario. Ya no había de donde aferrarse a su eterna mentira. El único hilo que mantenía su obstinación se había roto durante estos días en los que, cometiendo un grave error, se había atrevido a interactuar con ella. La barrera de la indiferencia que había creado para no caer, perdido, en la calidez de sus castaños ojos, había sido completamente destruida. Todo el esfuerzo que, desde niño, le había tomado el no ir detrás de ella, no había servido de nada. Todas las palabras con las que se justificaba por verla, por molestarla, por pensar y estar atento a ella, no eran nada más que grandes excusas.


No era orgullo, no era irritación, no era conveniencia, no era burla, no era frustración, no era lástima… no era nada de eso.


El hecho de que nunca antes ninguna otra chica le interesara lo suficiente no se debía que no fuera capaz de amar… ¿Cómo iba a amar cuando su corazón había tenido, desde siempre, dueño?


Ya no quedaban preguntas, todas tenían una simple y única respuesta: AMABA A BELLA DESDE HACÍA MUCHO TIEMPO


La había amado desde que eran niños. Era por esa simple razón que sabía todo de ella. Era por esa simple razón que siempre le evitaba…


Pero, todo eso, había acabado ya.


Ahora él se encontraba plantado frente a ella – decidió no preguntarse en qué momento sus pies se había movido hacia ese lugar – y sus ojos la contemplaban fijamente. La canción había cesado y solo faltaban las últimas palabras – que él tenía que decir – para cerrar los telones y decir "Fin"


Sin embargo, esas palabras no llegaron jamás, en su lugar, Edward se despidió de su absurda obstinación, renunció a su lucha interna por reprimir todos los sentimientos que por Bella sentía y, con un movimiento inconciente, lento y delicado, tomó la pequeña cintura de la muchacha entre sus manos e inclinó su cuerpo para rozar sus labios. La unión fue pequeña, sus bocas se unieron por un segundo y Edward reaccionó. Su mirada se encontró con la de Bella. Y no era necesario ser demasiado inteligente como para saber que su impulso no había sido lo mejor. Pero ya era demasiado tarde para arrepentirse y, peor aún, él no se sentía arrepentido.


Aún sabiendo que sus amigos, su familia, gran parte de la escuela, seguramente, habían visto cada uno de sus movimientos, no le importó. Los aplausos se alzaron en el aire y el telón se cerró. Sus manos aún seguían posadas sobre aquella pequeña cintura y aún podía sentir un ligero cosquilleo en sus labios, que solo prometía calmarse con un poco más de aquel dulce sabor que había probado segundos antes.


El salón quedó a oscuras, sus bocas seguían a pocos centímetros de tocarse… El deseo le carcomía, el ansia le destrozaba los sentidos… Bella dio un paso hacia atrás y supo que tenía que decirle algo. Una disculpa, una declaración… lo que fuera, pero, antes de que él pudiera hablar, las luces se volvieron a encender y la profesora Heidi – junto con el resto del elenco – llegó corriendo hacia ellos y los cubrieron en felicitaciones por tan buena actuación.


Los abrazos lo separaron de Bella y, aunque intentó – de manera amable – deshacerse, lo más rápidamente posible, de toda esa masa de gente que le rodeaba, e ir detrás de ella, el intento fue en vano. Bella ya se había subido al carro, en compañía de su padre y demás compañeros. Decepcionado, caminó hacia las afueras. Su gesto se endureció notablemente cuando se encontró con aquel hombre – al que, al inicio de la obra, había ignorado.


"Muy buena actuación, hijo" – le dijo el rubio hombre, de aspecto refinado


"¿Qué haces aquí?" – preguntó él, sin ningún atisbo de cordialidad


"Pensé que podíamos ir a comer para celebrar…"


"No quiero" – interrumpió, de manera tajante y comenzó a caminar


"Edward, no te vayas" – pidió el señor


"Tú me enseñaste a hacerlo" – recordó su hijo, dejándolo solo.


Carlisle suspiró tristemente, ¿Cuándo le iba a perdonar Edward el haber abandonado a su familia?


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"Has de estar cansada" – dijo Charlie, en cuanto llegaron a la casa.


Bella asintió, en todo el camino no había pronunciado palabra alguna. Charlie pasó uno de sus dedos por sus pálidas mejillas, preocupado por las ojeras que en el rostro de su hija se habían marcado


"Sube a descansar. Yo haré la cena" –


"Gracias" – contestó Bella, con una pequeña sonrisa y se marchó hacia su cuarto.


Si, se sentía muy agotada, pero, sobre todo, se sentía confundida. Llevó sus dedos hacia sus labios y los rozó ligeramente, de la misma manera en que la boca de Edward había chocado con la suya. Inspiró profundamente mientras giraba sobre su propio cuerpo y dejaba caer su rostro sobre la almohada.


"Al final, me enamoro de ti"


"Solamente en la obra"


"Solamente en la obra"


"Solamente en la obra" – volvió a repetir ella, convenciéndose mentalmente que, aquel gesto tan dulce, solamente había sido parte de una improvisada actuación.


Una lágrima se derramó de sus ojos al saber que eso era lo mejor…


No quería ni imaginar qué tragedia sería si su descabellado deseo se hacía realidad…


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En cuanto Edward tuvo tiempo libre, se despidió de sus amigos y se dirigió hacia la biblioteca – lugar que, jamás antes, había visitado. Definitivamente, ya no le importaba, en absoluto, lo que pudieran pensar de él. Solamente tenía claro un objetivo: buscar a Bella y pedirle una oportunidad para hablar con ella.


Caminó por los pasillos e ignoró las miradas inquisitivas que varias personas le dedicaban. Nunca imaginó que su presencia en ese lugar fuera a resultar tan poco esperada. Viajó su mirada por cada una de las mesas y, al comprender que Bella no se encontraba ahí, dio media vuelta y se marchó. Se encaminó hacia todos los posibles lugares en los que ella pudiera estar: la sala de astronomía, el segundo piso de la biblioteca, el club de teatro, la pequeña sala de lectura… se sintió desesperado al no encontrarla.


Probó con la última opción que quedaba: la cafetería.


Aceleró sus pasos y, al entrar, volvió a buscar, hasta que sus ojos se encontraron con aquella muchachita de cabello caoba, sentada, con un libro en sus manos y una charola de comida al frente. La desesperación desapareció al instante y sus pies se movieron de manera automática, así que no tuvo mucho tiempo de pensar, con precisión, qué era lo que le iba a decir.


Sin pedir permiso – sabía que Bella se lo iba a negar – tomó asiento a su lado. Ésta le ignoró lo mejor posible, no despegando su mirada de las líneas impresas en las hojas, aunque, realmente, ya habían dejado de tener un significado coherente. ¿Cómo le hacía Edward Cullen para ser capaz de descontrolar sus pensamientos en menos de un segundo?


"La gente te puede ver conmigo" – recordó – "Eso no ayudaría en tu reputación"


"No me interesa lo que digan de mí" – contestó Edward, de manera atropellada y sincera.


Bella no contestó


El chico suspiró a sus adentros. Sabía que ese silencio escéptico era lo menos que se merecía. Sin embargo, aquella indiferencia le lastimaba, con cada segundo que pasaba, un poco más. Deseó poder llevar sus manos hacia el rostro que tenía al frente y levantar su quijada, para que le mirara, pero se logró controlar. En lugar de eso, decidió tomar las cosas con calma…


Era lo menos que podía hacer por Bella, ser paciente.


"¿Qué lees?" – preguntó, refiriéndose al grueso libro del que ella no despegaba la mirada.


La muchacha tardó en contestar, mientras se debatía si hacerlo o no.


"Estoy leyendo los libros de la lista de Rothman, de autores estadounidenses" – explicó, sin ninguna emoción


"¿Y cuántos libros son?" – preguntó Edward, aunque, debía admitir que no sabía de lo que le estaban hablando. La lectura nunca había sido uno de sus pasatiempos. Si, a lo mucho, había leído uno o dos libros por obligación de la escuela.


"Cien" – se asombró con la respuesta.


"¿Y leer todos esos libros esta en tu lista de objetivos en la vida?" –


Su voz salió bañada con un poco de la frustración que sentía por que Bella seguía sin mirarle. Sin embargo, la muchacha interpretó aquella brusquedad como otra más de sus burlas y prefirió no contestarle.


Edward se tenía que cansar de andar molestándola. O, al menos, eso creía ella, pero, se equivocaba.


"Bella, he intentado alejarme de ti" – murmuró, al cabo de unos minutos de prologado silencio – "pero, extraño pasar tiempo contigo, extraño estar cerca de ti…"


"Deja de bromear" – interrumpió la chica, cerrando su libro de golpe, ante la furia que le inundaba.


Aquellas palabras sobrepasaban el límite de una mala broma o una cruel burla. No estaba dispuesta a seguir siendo objeto de humillación de aquel prepotente muchacho.


"No estoy bromeado" – insistió él y, por primera vez en todo ese tiempo, Bella dirigió su mirada hacia él, solamente para mutilarlo con ésta.


"No te creo" – discutió y, salió del lugar a paso apresurado.


Edward no tardó mucho en seguirla. Definitivamente, Bella era demasiada obstinada – otro detalle que tendrían en común – y, aunque se había prometido ser paciente, el ansia de no estar cerca de ella derrumbaba todo tipo de promesa hecha y le impulsaban a actuar de modo precipitado.


"¡Bella, espera!" – llamó, en voz alta. Importándole nada los rostros que se habían girado para verle correr detrás de la simple alumna a la que nadie tomaba importancia, al menos que no fuera para burlarse de ella.


Bella no frenó sus pasos, al contrario, al percatarse que Cullen le seguía, los aceleró lo más que pudo. Sin embargo, la agilidad para moverse de manera rápida carecía en sus pies y fue alcanzada sin mucho esfuerzo.


"¿Qué es lo que quieres?" – retó, con voz un poco agitada por el esfuerzo que hacía al seguir caminando – "Digas lo que digas, he comprobado, perfectamente, que no sabes cómo ser un buen amigo"


"No solamente quiero ser tu amigo" – confesó Edward, sin poder evitarlo.


No le creas… Se auto aconsejó Bella... Eso no puede ser posible…


"Ya fue suficiente de tus malas bromas. ¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?"


"Solamente quiero que me escuches, un momento, por favor"


"No sabes lo que quieres"


"¡Tampoco tú!" – dijo, mientras tomaba el brazo de la chica y le obligaba a frenar.


Sus miradas se encontraron en ese instante –


"Tienes miedo de que alguien quiera estar contigo" – aventuró, tras descifrar el significado de aquel destello que inundaba a los ojos color marron – "Tienes miedo de que yo desee estar contigo" – rectificó.


"¿Y por qué debería de tener miedo?" – desafió Bella, luchando por ocultar lo nerviosa que se encontraba tras sentirse delatada


"Por que ya no podrías ocultarte detrás de tus libros, de tu telescopio… ni de tu fe" –


Otra vez, él había acertado. Pero, ella no lo reconocería. Así que, antes de que más cosas pudieran salir a la luz, decidió poner sus pies en marcha.


"No, no, espera" – volvió a interponerse Edward en su camino – "¿En realidad quieres saber por que estas asustada?" – insistió y, sin esperar alguna pauta para hacerlo, siguió hablando – "Por que tú también deseas estar conmigo"


Bella se estremeció ante la fuerte veracidad que esas palabras tenían… Si, era cierto… y conllevaba a un fuerte peligro si no lo negaba en ese instante, pero, ¿Cómo mentir de tal manera? ¿Sería posible? Para ella sí. Así que, decidiendo que el silencio fuera su mejor aliado, miró, de manera gélida, a Edward Cullen – dejando a éste plantado por el lacerante gesto – dio media vuelta y aprovechó aquella pequeña oportunidad para escabullirse entre la gente y llegar hacia su carro.


Cuando Edward pudo reaccionar, Bella ya había arrancado su vieja camioneta y comenzaba a manejar por la carretera.


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Capítulo 8: Injusticia


"¡Bella!" –


La chica respingó al escuchar aquella familiar voz que resonó por todo el pasillo. Aceleró los pasos. No quería hablar – más bien, no debía – hablar con él. Desgraciadamente, a Edward le sobraba la habilidad que ella no tenía y la alcanzó sin problema alguno.


"Espera" – indicó el muchacho, tomándole del brazo


"No tengo nada que esperar, Cullen"


"¿Piensas huir, otra vez, como lo hiciste hace dos días?" – preguntó – "¿Por qué no viniste ayer a la escuela?"


"Tenía cosas que hacer" – contestó ella, bajando la mirada, con gesto entristecido


"¿Pasa algo?"


"No" –


"Bella, puedes confiar en mí" – insistió. La chica levantó el rostro para mirarle


"No lo creo" – discutió – "Ya te di mi confianza en una ocasión y la desperdiciaste"


"Sabes que lo siento…" – su semblante se descompuso, pon un breve momento, al ver el brillo con que aquellas verdes esmeraldas le miraban.


Edward era alguien demasiado peligroso para ella. No, no era así. Ella era el peligro ahí… No podía dejarse vencer ante el egoísmo y el deseo. Endureció sus facciones lo más que pudo y, sin decir más, dio media vuelta y comenzó a caminar.


"Bella" – volvió a llamar Edward, siendo completamente ignorado.


Una mano, posada sobre sus hombros, frenó sus pasos. Era Lauren


"¿Sabías que te ves completamente ridículo cuando sigues a esa chica?" – le preguntó, con voz cruel, que no llegó a lastimarlo


"No" – contestó – "Y, en realidad, no me importa"


Lauren se quedó plantada, a mitad de pasillo, consumiéndose por los celos, la envidia, la humillación y la desesperación… ¿Cómo se había enamorado Edward de Bella Swan? ¿Cómo había podido él preferir a esa ordinaria y simple muchacha, estando ella?


"Después de todo, su cara de mustia parece surgir efecto en algunos hombres" – comentó Jessica con saña, aumentando la ira de Lauren quien tenía las manos empuñadas sobre sus rodillas – "¿Quién diría que Bella Swan era una roba novios?"


"Edward ya había terminado con Lauren semanas antes" – recordó Rose, ganándose las miradas mutiladoras de sus amigas.


"Esto no se puede quedar así" – siseó Lauren – "Bella Swan necesita una lección que le haga recordar que ella no es como nosotros y, por lo tanto, no puede estar con Edward"


"Pero si ella lo evita todo el tiempo. Es él quien la busca"


"Rose, ¿Estas con nosotros o con esa perdedora?" – retó Lauren y el semblante de la rubia muchacha se endureció


"Ya, tranquilas" – calmó Jessica – "Mejor dinos ¿qué es lo que quieres hacerle a Bella?"


A Lauren se le dibujó una malvada sonrisa en los labios


"Todos saben que, si hay alguien torpe para todo tipo de deportes, ese alguien es Bella, ¿cierto? – Jessica asintió y Rose prestó más atención a aquellas palabras – "Por lo tanto, creo que un buen susto y un buen baño no le caerían nada mal a esa mosquita muerta" – finalizó, con la despiadada sonrisa mucho más agudizada en sus facciones.


Rose dilató sus ojos, completamente horrorizada por la crueldad que le pensaban hacer a la chica, mientras veía como Jessica y Lauren se partían de la risa y llamaban al resto de sus amigos, invitándoles a que no faltaran al espectáculo que tenían preparado.


"Mira, ahí viene" – señaló Jessica, cuando Bella entró en la cafetería


"Nos vemos en la alberca" – recordó Lauren, poniéndose de pie y caminando hacia donde la chica de cabellos castaños tomaba asiento.


Rose también se puso de de pie


"¿A dónde vas?" – le preguntó Jessica


"Al baño" – mintió – "Tengo que retocarme el maquillaje"


La rubia muchacha salió, a paso rápido, hacia los pasillos y comenzó a buscar a Edward. Solamente él podía impedir lo que sus amigos tenían planeado para la muchacha…


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"Hola, Bella" – saludó Lauren, con voz fingidamente amable


"Hola" – contestó la chica, sin poder ocultar su asombro


"¿Acaso no piensas comer?" – preguntó, al ver que la charola solo tenía una botella de agua


"No tengo apetito"


Perfecto, pensó Lauren


"Entonces, me gustaría invitarte a la alberca de la escuela" – soltó – "Mike concursara en una competencia de nado, ¿Qué dices? ¿Vamos?"


Bella frunció el ceño ligeramente. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Lauren le estaba invitando a ella a una de sus actividades?... aún así, antes de que ella pudiera convencerse de que era realidad, las manos de Lauren habían capturado las suyas y la comenzaba a jalar, lejos de la mesa.


"¿Sabes, Bella? Me gustaría ser tu amiga" –


Aquellas palabras – que realmente se escucharon sinceras – terminaron por romper la vacilación de la buena e ingenua muchacha, quien, con una sonrisa, se dejó guiar por los pasillos. Al llegar al patio trasero, en donde una alberca techada se encontraba, contempló que el popular grupito de la escuela – en compañía de demás personas – se encontraba reunido ahí y le miraban de manera divertida.


"Ven, vamos" – insistió Lauren, jalándola hacia la orilla de la profunda alberca.


La tímida muchacha se sintió mareada nada más al saber que se encontraba caminando a menos de medio metro de aquellas aguas.


"Bella, te has puesto pálida" – señaló Jessica, apareciendo frente a ella


"¿Acaso te da miedo el caer?" – terció la muchacha que le llevaba de la mano


"S-si…" – admitió, con las mejillas sonrojadas ya que todos se habían comenzado a reír.


"Lástima" – musitó Lauren, soltándole de la mano y cambiando su hipócrita mirada por una rabiosa y llena de burla – "Hoy vas a tener que aprender" – y, dicho esto, la empujó fuertemente y el agua salpicó, ante el impacto que recibió por el cuerpo que había caído en ella.


Mientras Bella intentaba luchar – agitando sus manos y piernas con movimientos torpes que, fuera de ayudarle, le hundían más – escuchaba como todos los ahí presentes se carcajeaban fuertemente. El miedo a ahogarse fue reemplazado por una suma tristeza. ¿Qué había hecho para que todos ellos fueran así de injustos? Que ella recordase, nunca había ofendido ni agredido a nadie… Entonces, ¿Por qué no lograba escuchar ninguna palabra de preocupación? Sintió sus pies y brazos cansados y dejó de agitarse en medio del agua… Después de todo, algún día tenía que morir… Solamente que ella no hubiese querido que fuera de esa manera…


"¡Bella! ¡Bella!" – sonrió a sus adentros al escuchar esa voz. Tal vez ya se estaba dirigiendo al cielo… La muerte no pareció tan mala si se iba con aquel canto en sus oídos.


Sintió varios jalones dados a su cuerpo que le parecieron molestos y, después, sintió algo duro en su espalda, varias presiones sobre su pecho, gotas de lluvia cayéndole por el rostro y un enorme silencio, que solamente era roto por aquella desesperada y dulce voz que le llamaba por su nombre


"¡Bella! Malita sea, responde" – suplicaba Edward, una y otra vez, mientras intentaba expulsar el agua que había llegado a los pulmones de la muchacha


Pegó un fuerte suspiro de tranquilidad cuando Bella reaccionó, expulsando de su boca un pequeño chorro de agua. Esperó ansiosamente por que sus ojos se abrieran y, cuando así fue, no pudo evitar sentir como un nudo se formaba en su garganta


"Edward…" –


La tomó entre sus brazos y la apretó fuertemente contra su pecho.


"Ya pasó, ya pasó. Todo esta bien ahora" – musitó, mientras hundía su rostro en los húmedos cabellos color caoba – "No sabes que susto me has dado"


"Lo siento" – susurró Bella, sintiéndose tibiecita – a pesar de que ambos cuerpos se encontraba completamente mojados por el agua fría – junto a él


Se mantuvieron abrazados hasta que Edward recordó que, quienes deberían de estar pidiendo una disculpa en ese momento eran los animales de sus amigos y no ella. Se levantó y ayudó a Bella a hacer lo mismo.


"Espérame aquí" – pidió, acariciando su rostro con un frágil movimiento y, después, caminó hacia el grupo de jóvenes que le veían con asombro


"Lauren" – llamó y, en lugar de la chica, fue Mike quien salió en su encuentro


"¡Vamos, amigo! ¿Qué pasa? ¡Fue solo una pequeña broma...!" – el rubio muchacho ya no pudo seguir hablando. Un puñetazo dado directamente en su cara lo había silenciado


"Todos ustedes son unos animales" – exclamó Edward, mirando filosamente a cada uno de ellos


Mike se levantó del suelo y encaró a su agresor


"Olvídate de que eres nuestro amigo" –


"Con mucho gusto" – contestó Edward, dando media vuelta y encaminándose hacia Bella


"Vámonos" – murmuró, cariñosamente, mientras rodeaba los hombros de la temblorosa chica con sus brazos y se la llevaba lejos de ahí


"Lo siento" – susurró, cuando estuvieron a orillas del jardín – "Te han hecho esto por mí… ¿Quieres que te lleve a casa?"


Bella asintió. Definitivamente, era lo mejor, el cuerpo le temblaba completamente por el frío que sentía. Edward dejó su carro estacionado cerca de la escuela y se puso frente al volante de la camioneta de la muchacha. Manejó hasta su casa, lo más rápido que pudo pues no quería que Bella pescara un resfriado.


"¿Segura que te encuentras bien?"


"Si. Muchas gracias" – le dijo ésta, cuando estuvieron al pie de su casa


"No… De nada" – Bella bajó la mirada y, dedicándole una sonrisa tímida, se dispuso a adentrarse a su casa


"Bella" – llamó Edward, antes de que la puerta se cerrara. La chica esperó en silencio, a que prosiguiera. El muchacho de ojos color verde se debatió un momento, buscando la manera apropiada para hablar. Nunca antes se le había dificultado tanto pronunciar unas simples palabras – "Ehm… Quería preguntarte algo…"


"Adelante" – insito Bella


El volvió a vacilar por otro momento


¿Saldrías conmigo… mañana por la noche?" – soltó, con voz bajita debido a los nervios


El rostro de Bella se descompuso en un gesto apesadumbrado


"Lo siento, no puedo" – aquellas palabras se enterraron como filosas dagas en el pecho de Edward


"Oh… Ya veo… ¿Hay alguien más…?"


"No" – interrumpió rápidamente ella – "No es eso"


"¿Entonces qué?" – preguntó, con una pequeña esperanza asomándose a sus ojos


"No me dejan tener citas…"


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Edward se regresó a la escuela y arrancó su carro…


"No me dejan tener citas"


Si su padre, el reverendo Charlie, era el problema, él intentaría solucionarlo. Manejó hacia la capilla, en donde, si él tenía suerte, lo encontraría aún. Entró – por primera vez en toda su vida – por propia voluntad a la iglesia y, casi al instante, tuvo frente a él al papá de Bella-


"Señor Cullen" – dijo, a modo de un saludo seco – "¿Le puedo ayudar en algo?"


"Si, señor – contestó Edward, con las manos frías y sudadas. Jamás antes había hecho algo similar – "Venía a pedirle permiso invitar a su hija a salir, mañana por la noche"


"Definitivamente, no" – fue la respuesta, pausada y tranquila, que obtuvo. Hizo una mueca, que el reverendo no vio.


Debía de haber supuesto que algo así iba a pasar. Él no era conocido por ser un chico digno de confianza. Su vida siempre había estado llena de libertades y todos sus problemas, seguramente, habían llegado a oídos del señor. Además, estaba las veces en las que le habían pillado gastando malas bromas a mitad de ceremonias religiosas…


Suspiró profundamente – Jamás pensó que sus actitudes tan inmaduras le fuesen a costar así de caro – e intentó una vez más


"Con todo respeto, señor Swan, le pido que lo reconsidere"


Charlie levantó la mirada y la clavó filosamente en él


"Con todo respeto, señor Cullen, esa es la respuesta definitiva"


"Sé que la desconfianza que me tiene, la he ganado con creces, pero, le pido una oportunidad" – insistió – "Sé que Bella se merece lo mejor, pero, solo quiero demostrarle a ella, y a mi mismo, que puedo cambiar"


Charlie suspiró profundamente, penetrando, con sus ojos, a aquella mirada verde a la cual se le había borrado todo brillo de petulancia y superioridad. Solamente quedaba una gran suplica en el centro de sus pupilas.


"Si ella acepta, yo no puedo hacer nada por evitarlo" – contestó y una enorme sonrisa se fue dibujando, poco a poco, en el rostro del muchacho


"Muchas gracias" –


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"Edward" – dijo Bella, demasiado extrañada de que el chico estuviera frente a ella, con la misma ropa que hacía menos de dos hora – "¿Qué haces aquí? No te has cambiado, te vas a enfermar"


"Fui a hablar con tu padre" – comenzó a decir el muchacho, ignorando todo lo dicho por Bella. La euforia relucía en sus ojos de tal manera que la castaña se preguntó, mentalmente, si acaso no se había vuelto loco – "Y le pedí permiso para invitarte a salir"


"¿Qué has hecho qué? ¿Có…? ¿Cómo…? ¿Estas loco?"


"Un poco" – admitió y, con un movimiento un tanto inconciente, tomó las manos de Bella entre las suyas – "Me dijo que si tu no te opones, él esta de acuerdo" – informó – "Así que, todo depende ti. ¿Aceptas ir a cenar conmigo?"


"Si" – contestó Bella, bajando la mirada y ruborizándose.

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