Dark Chat

viernes, 26 de marzo de 2010

Marca de Eternidad

Hello mis angeles hermosos , he vuelto jijiji aqui les dejo vicio . una disculpa nenas por el atrazo mañana actualizo de nuevo  mil besitos
Angel of the dark
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Capítulo 4. Sin libertad

Bella, pese a que su mente prácticamente gritaba porque sus piernas corrieran, no se movió un centímetro, el miedo la paralizó.


El vampiro sonrió mostrando un par de dientes tan afilados como agujas, y se acercó un paso a ella. Por la expresión de él parecía estar disfrutando del terrible miedo que veía en los ojos de la joven, a su alrededor la poca luz que quedaba se desvanecía, dejándose consumir por el oscuro anochecer.


-Me pidieron que fuera rápido –comentó el vampiro tranquilamente-, pero para ser sincero, me aburren las muertes sin dolor, así que jugaré contigo un poco antes de cumplir con la orden.


El cuerpo de Bella se estremeció, pero sus piernas aún parecían negarse a responder.


-No te preocupes –dijo el vampiro dando otro paso hacia delante-, prometo que por lo menos unos de los dos disfrutará con esto. Además tengo muchas ganas de probar tu sangre antes que nada, tu olor es fascinante.


Los ojos de su depredador se quedaron fijos en la piel de su cuello, el corazón de Bella parecía querer salir por sus labios.


-Me pregunto si las dos mujeres con las que vives tendrán una esencia tan deliciosa como la tuya –continuó el vampiro.


Eso último, fue más que nada, lo que hizo a Bella reaccionar. No iba a permitir que se acercara a su madre o a Megan, tenía que huir de él, tenía que advertirles.


Se giró con una velocidad, que hasta la sorprendió y comenzó a correr por las calles, sabía que el vampiro no tardaría en ir tras ella, pero dada que sus piernas eran mucho más lentas que las del inmortal, un giro de la cabeza sólo la haría distraerse. Era la vez que más había utilizado sus piernas, y cuando un pequeño rayo de esperanza le decía que había logrado distanciarse, una figura oscura se lanzó sobre su cabeza, cayendo en frente de ella bloqueándole el paso.


-Nunca entenderé porque los humanos siempre corren –comentó el vampiro. Bella creyó ver que éste ponía los ojos en blanco-. No me malinterpretes, lo hace bastante más entretenido, pero no les sirve de nada, más que para agotarlos.


Bella, ignorando el pequeño discurso del vampiro, giró su cabeza en busca de alguna calle, por la que pudiera escapar.


-Ni lo intentes –le advirtió él.


La joven volvió a ignorarlo. Todo su cuerpo estaba listo para huir, golpear, rasguñar o lo que fuera con tal de mantener la vida. Dio un paso en dirección contraria a su agresor, pero antes que pudiera plantar los dos pies firmemente en el suelo el vampiro desapareció y reapareció detrás de ella, tomó su mano y con una increíble fuerza la tiró al suelo. Bella giró varias veces en el aire, antes de que su costado izquierdo diera de lleno contra el pavimento.


Gimió de dolor. Su brazo había recibido la mayor parte del impacto, se había hecho una herida poco profunda, pero de la que brotaban pequeñas e inconfundibles gotas de sangre. Levantó la vista y observó una pared de ladrillos no muy lejos de ella, se arrastró hasta que su cabeza tocó el duro material. Rodó hasta quedar sobre su costado sano, con su mano derecha logró impulsarse y la pared le sirvió de apoyo para poder incorporarse.


Cuando su cuerpo estuvo erguido de nuevo, pudo ver los ojos del vampiro, quien la observaba con mucha atención.


-Yo te puedo ayudar con eso –dijo mirando directamente las gotas de líquido rojizo que resbalaban por su piel.


Bella instintivamente se acercó el brazo al pecho, como si quisiera protegerlo.


El vampiro se acercó a ella, sus fosas nasales se dilataron cuando hizo una respiración profunda y su lengua se movió sobre sus colmillos.


-Casi puedo saborearte –dijo él.


La joven volvió a correr, pero esta vez fue detenida casi inmediatamente. Sintió un golpe en la espalda, sus rodillas se doblaron y cayó al suelo, indefensa.


-Estoy demasiado hambriento como para jugar contigo –le dijo el vampiro.


Bella apretó los labios, conteniendo todas las ganas que tenía de gritar. Pudo ver cómo los dientes del vampiro destellaban en la oscuridad, y vio como se inclinaba hacia ella preparándose para atacar.


Un fuerte rugido se escuchó en el aire, la joven se estremeció, pero para su consternación el sonido no había sido producido de la garganta de su agresor. El miedo se apoderó de ella, entonces no sólo sería destrozada por un vampiro, sino por dos.


-Aléjate de ella


Bella reconoció la voz, y al levantar un poco la vista, comprobó que era Edward el que había llegado. Su expresión estaba llena de furia y observaba al vampiro que estaba a unos metros de ella como si fuera a destrozarlo. Su atacante también se percató de esto y se estremeció ligeramente.


-Tengo que matarla –replicó el vampiro, aunque no muy seguro.


Edward le mostró los colmillos, en un parpadeo lo tomó del brazo y lo lanzó varios metros lejos de la joven. El vampiro de cabello cobrizo se inclinó sobre ella, y la estudió con lo que parecía preocupación en su mirada.


-¿Estás bien? –le preguntó.


Bella asintió, demasiado aturdida para responder con palabras.


Edward extendió sus brazos hacia ella, como si quisiera levantarla, y Bella sin poder evitarlo se estremeció y negó con la cabeza.


-¡No! –exclamó-. Puedo… puedo levantarme sola.


Los ojos dorados del vampiro la observaron detenidamente.


-Como quieras –dijo y se levantó. Le dio la espalda para encarar al otro vampiro.


Bella se puso de pie, con cierta dificultad, pero no lamentó haber rechazado la ayuda de Edward, ya que a pesar de que él le había prometido protección, aún no podía confiar en él.


El otro vampiro se acercó a Edward, como si estuviera acechando, buscando el punto débil de éste. Pero antes que pudiera hacer algo, el vampiro de cabello cobrizo ya lo tenía inmovilizado contra la pared. La pálida mano de Edward apretaba fuertemente la garganta del vampiro.


-¿Quién te ordenó hacerle daño? –le preguntó Edward, su mano aligeró ligeramente la presión dejándole el aire suficiente para contestar.


-Puedes matarme –el vampiro escupió las palabras con desprecio-, pero no te diré nada.


-Isabella…


¿Isabella? ¿Cómo sabía su nombre?


-…necesito que te acerques y le preguntes tu misma.


Una especie de jadeo entrecortado escapó de los labios del vampiro, lo que Bella interpretó como una risa.


-¿Crees que por ser una dama le responderé? –se burló el vampiro entre jadeos-. Desde hace varios años que deje de ser un caballero. Ella obtendrá los mismos resultados que tú.


-No estés tan seguro –una ligera sonrisa se asomó por los labios de Edward.


Bella se acercó lentamente, asegurándose de estar a la vista del vampiro inmovilizado. Se sentía adolorida, y tenía más ganas de huir que nada, pero si quería que su mamá y Megan estuvieran a salvo debía cumplir con la parte de su trato y obedecer a Edward.


-¿Quién te envió? –le preguntó al vampiro, asegurándose de mantener el contacto visual con él.


Los ojos de éste se abrieron con la sorpresa, al igual que sus labios mientras la verdad escapaba de ellos.


-Evander.


-¿Por qué? –continuó Bella.


-El cree que los humanos cómo tú son una molestia y una amenaza para nuestra raza –respondió el vampiro. Sacudió su cabeza, y parpadeó como si hubiera salido de un trance-. Ahora veo porque… maldita perra ¿Qué me hiciste?


-Suficiente –Edward apretó más su mano, hasta que le vampiro aulló de dolor-, era todo lo que necesitaba saber…


Bella pudo entender el significado de esas palabras, cerró los ojos y se dio la vuelta. Alcanzó escuchar una especie de crujido, y algo que caía al suelo… sin vida.


Se giró, evitando ver el cadáver del vampiro, que yacía a pocos metros de ella.


-Te acompañaré a tu casa –dijo Edward.


-Pero… si mi madre o mi tía te ven… ellas se asustarán…


-Me aseguraré de que no lo hagan, Isabella –la tranquilizó el vampiro.


-Bella –le corrigió. No importaba que fuera prácticamente su dueño y que no pudiera confiar en él, pero detestaba que la llamaran de esa forma.


-Bella –repitió él, y le regaló una amplia sonrisa-. Yo soy Edward.


La joven ya sabía su nombre, pero prefirió no decírselo, y sólo asintió ligeramente. Tampoco, a pesar de su inmensa curiosidad, le preguntó cómo era que conocía su nombre. Tal vez al principio Edward permitió que usara su habilidad en él, pero no estaba segura que se lo volviera a permitir, así que decidió, no volver a intentarlo. Los vampiros podían reaccionar de formas inesperadas cuando se les robaba información, y Bella no quería arriesgarse a ser lastimada por él.


Caminaron lentamente, cada vez que la joven sentía a Edward acercarse más, ella instintivamente apresuraba el paso para poner distancia entre ellos.


Se detuvieron cuando quedaban pocas casas para llegar a la vieja construcción en la que vivía Bella.


-Estás herida…


Edward se acercó para revisar su brazo, pero la joven, asustada, retrocedió unos pasos.


-Sólo fue un rasguño –musitó.


El vampiro frunció el ceño, pero no insistió más.


-Mañana vendré por ti, te esperaré afuera de la cafetería.


Bella intentó controlar su expresión, pero el hecho de que también supiera donde trabajaba la ponía muy nerviosa.


-Sí –musitó. No se molestó en preguntarle para qué o a donde la llevaría, no tenía sentido, de todas formas tenía que obedecerle.


Los ojos dorados del vampiro se encontraron con los de ella.


-¿Me tienes miedo? –le preguntó.


-Sí –respondió sin dudar.


-No deberías.


Edward desapareció después de aquellas palabras, sin darle tiempo a que dijera nada más.


Cuando entró a su casa, se aseguró de ir a la cocina primero a buscar unas vendas y algo con que desinfectar su brazo. Después de eso, subió las escaleras a ver a Reneé y Megan y asegurarse que estuvieran bien. Las hermanas no parecieron muy tranquilas cuando vieron el vendaje en su brazo, pero ella les aseguró que estaba bien.


-Me caí de camino a casa –dijo, lo cual era una parte de la verdad. De pronto la joven recordó que tenía que ver a Edward mañana, tenía que pensar en algo para justificar su ausencia, después de un momento añadió:- Mañana iré a la casa de Yadhira…


-¿Otra vez? –cuestionó Reneé, frunciendo el ceño.


-Tienes que dejar que tu hija se divierta –intervino Megan-. Además no hay ningún problema, porque estará con su amiga.


-Sí –concedió Bella, sintiéndose un poco culpable por la mentira.


La expresión de su madre se fue ablandando, hasta llegar a transformarse en una sonrisa, una que le pareció un poco triste a Bella.


-Lamento mucho si sientes que te encierro en esta casa, Bella –dijo Reneé-, pero sólo entiende que es porque me preocupo por nuestra seguridad.


La joven asintió, comprendía perfectamente a su madre. Ella misma se preocupaba tanto por las dos mujeres que tenía en frente, que había sido capaz de renunciar a su libertad para mantenerlas a salvo.


-Espero que te diviertas con tu amiga –dijo Reneé.


Bella suspiró, e intentó devolver la sonrisa. Después de desearles las buenas noches, regresó a su habitación.


Gracias al insomnio la noche pasó como una tortura lenta, no podía dejar de pensar en lo que le esperaba al día siguiente y cuando vio el amanecer, uno bastante gris, asomarse por su ventana, decidió no retrasarse más y comenzar a vestirse.


Preparó el desayuno y se despidió de Reneé y Megan.


A pesar que la cafetería estaba mucho más tranquila que el día anterior, Bella no pudo estar quieta. Andaba de un lugar a otro, a pesar que no tenía mucho que hacer, y su mirada siempre terminaba fija en la puerta de cristal, tenía la sensación que en cualquier momento vería a Edward.


-¿Qué te ocurre? –le preguntó Yadhira.


Estaban sentadas en una de las mesas, la una frente a la otra, ya que la morena había obligado a Bella a quedarse quieta en una silla después de verla varias veces caminando de un lado a otro. La poca clientela que había, se fue poco a poco y ahora estaban solas en el lugar, el reloj anunciaba que faltaban pocos minutos para cerrar.


Bella tomó un poco de aire antes de poder contestar.


-Estoy esperando a alguien –dijo.


El rostro de Yadhira pasó de preocupación a emoción en unos segundos.


-¡Tienes que contarme todo! –exclamó-. ¿Cómo es? ¿Dónde lo conociste? ¿Tiene un hermano?


-Sólo somos… amigos –dijo Bella, ni siquiera eran eso, pero no podía decirle la verdad a su amiga-. Se llama Edward, es el que nos salvó la otra noche.


La sonrisa de Yadhira se amplió.


-Así que tienes una cita…


-¡No es una cita! Sólo vamos a salir al… cine –respondió lo primero que se le ocurrió-. Pero quiero que me hagas un favor, si mi mamá llama a tu casa… tienes que decirle que yo estoy contigo…


-De acuerdo –aceptó Yadhira sin dudar, y después soltó una risita-. Pero tienes que admitir que eso es una cita.


Bella empezó a replicar, pero se interrumpió cuando lo vio de pie, afuera de la cafetería. La morena se levantó y comenzó a empujarla hacia la puerta.


-¡Vamos, vamos! No lo vas a hacer esperar –dijo-. Mañana me dirás todos los detalles.


La joven, algo aturdida, se despidió de Yadhira, y salió de la cafetería.
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Capítulo 5. La casa de los vampiros


El vampiro se giró hacia ella y le regaló una sonrisa que podría derretir a cualquier chica, pero Bella no era cualquier chica, porque sabía que él era un vampiro. Fue por eso que no se confió del gesto de tranquilidad que trataba de transmitirle.


Las tonalidades oscuras comenzaban a predominar en el ambiente, Bella siempre tuvo cierto recelo a estar fuera en la noche, debido a que temía encontrarse con un vampiro. Ahora, que su acompañante era uno de ellos, estaba más nerviosa que de costumbre.


Edward hizo ademán de acercarse a ella, pero la joven retrocedió un paso.


-Ven, tenemos que caminar un poco –la sonrisa del vampiro se había borrado completamente y había comenzado a avanzar.


Bella, algo aturdida, lo siguió.


Después de unos minutos la joven notó que las calles se hacían cada vez más vacías, lo que le provocó un escalofrío, en realidad ni siquiera sabía para que la quería Edward.


-¿A dónde me llevas? –soltó cuando no pudo soportarlo más. Sus ojos seguían fijos en su entorno y no hizo un intento por mirar hacia los de él.


Edward se detuvo, y se giró hacia ella.


-¿Por qué no siento el impulso por decirte la verdad? –le cuestionó.


-Porque para que mi habilidad funcione necesito hacer contacto visual –musitó Bella-, y tiene que ser precisamente en el momento que hago las preguntas.


-Interesante –dijo Edward-. Primero vamos a mi casa –añadió, giró su cabeza en distintas direcciones y asintió como si estuviera satisfecho con lo que veía.


Bella intentó seguir la dirección de su mirada y averiguar qué era lo que observaba, pero todo lo que ella vio fue… nada. Estaban solos.


De pronto, Edward volvió su atención hacia ella y extendió los brazos, como si quisiera aprisionarla entre ellos.


Bella se alejó de él.


-El lugar a donde vamos está muy alejado –dijo Edward-, por lo menos para un humano, así que necesito llevarte cargando, tienes que dejar que te toque Bella.


La joven se extrañó de la manera tan amable que se lo pedía, ella pensaba que los vampiros nunca preguntaban simplemente hacían lo que querían. Pero a fin de cuentas ella sabía perfectamente que tenía que hacerlo, porque ese era el trato; tenía que hacer todo lo que él le pidiera.


Bella asintió.


Edward se acercó lentamente, como si temiera que ella fuera a salir corriendo en cualquier momento. Se inclinó hacia ella y la tomó suavemente entre sus brazos. Bella sintió como si una corriente eléctrica le recorriera todo el cuerpo justo en el momento en que las manos de él la sostuvieron.


-Cierra los ojos –le aconsejó-, podrías marearte debido a la velocidad.


Los brazos de Bella, como si tuvieran vida propia, se aferraron al cuello del vampiro, y sus párpados se cerraron fuertemente.


Entonces, Edward corrió.


Bella podía sentir que su cabello se agitaba a su alrededor, y el viento provocado por el movimiento rápido le provocó un frío que la heló hasta los huesos. Sintió que Edward cambió de dirección bruscamente y ella por instinto se aferró a su cuello con más fuerza.


Se preguntó si en su casa vivirían otros vampiros, la sola idea la hizo sentirse nerviosa, después de todo… ¿Qué era lo que más deseaba un vampiro de un humano?


Sangre.


¿Y si sólo la llevaba para alimentarse de ella o para servir de cena a otros vampiros? Pero él le había prometido protección… ¿Desde cuándo un vampiro cumplía con su promesa?


Bella intentó calmarse. No importaba lo que le sucediera a ella, mientras su madre y su tía estuvieran bien. Ella sabía a lo que se arriesgaba aceptando el trato, ahora lo único que le quedaba era enfrentar todo lo que viniera.


-Llegamos.


Estaba tan sumergida en sus pensamientos, que no notó cuando el vampiro se detuvo.


-Puedes abrir los ojos.


Sintió el aliento de Edward muy cerca, como si sus rostros estuvieran muy cerca…


Abrió los ojos y se encontró con el color dorado de los de él.


-Bienvenida –Edward sonrió y se inclinó un poco más.


Y Bella volvió a la realidad. Soltó el cuello del vampiro y le pidió que la bajara.


-Por supuesto –dijo él, un poco más serio, la dejó en el suelo suavemente.


En el momento en que Bella sintió tierra firme debajo de ella, se alejó un tanto de su acompañante. Una vez sintiéndose un poco más segura, se percató de la hermosa casa que tenía en frente.


Era grande, y de un color blanco que resaltaba en la oscura soledad por la que estaba rodeada. Parecía tener dos pisos, la planta alta tenía amplias ventanas, por las que Bella pensaba se podría ver la ciudad y justo a unos pasos de ella, se hallaba una hermosa puerta de madera finamente tallada.


-¿Te gusta? –le preguntó él.


-Sí.


Edward se adelantó y abrió la puerta para que ella pudiera pasar.


El interior era tan impresionante como el exterior, la entrada conducía a una espaciosa sala, con dos sillones amplios y elegantes. Bella se acercó a un estante que estaba repleto de libros, muy bien preservados, que seguramente serían una antigüedad. Aunque seguramente, considerando todo lo que sabía de vampiros, esos libros serían nuevos cuando él los compró.


Más adelante se hallaban unas escaleras que subían hasta llegar a otro pasillo, que Bella supuso, conducía a más habitaciones.


Se escuchó el sonido de unos tacones, Bella volvió a levantar la vista, en el piso de arriba, justo al inicio de los escalones había una hermosa vampiresa rubia.


-¿Por qué has traído a una humana? –la vampiresa preguntó observándola.


Bella notó el tono despectivo en el que pronunció la palabra "humana" y se sintió molesta por ello, sabía que a los vampiros no les importaban los humanos, pero eso no significaba que eso no le hiciera sentir ofendida.


Pronto ese sentimiento fue remplazado por miedo, cuando, la vampiresa pasó de estar en las escaleras a unos centímetros de ella en un solo parpadeo.


-¿Acaso la trajiste como bocadillo?


Bella se estremeció, pero no retrocedió, se había prometido soportar todo lo que fuera… todo.


La vampiresa extendió un brazo hacia ella, pero Edward atrapó su muñeca antes de que pudiera tocarla.


-Basta, Rosalie –dijo él entre dientes, parecía molesto-. No la toques.


-Me lastimas –la vampiresa se soltó y retrocedió un poco.


Entonces apareció otro vampiro, era grande y muy musculoso.


-¿Qué pasa? –preguntó.


Rosalie se colocó junto al vampiro recién llegado.


-Edward se enojó porque quise tocar su cena –dijo ella.


-Bella no es la cena –la corrigió él, quien parecía estar más furioso a cada momento-. Ella es mi invitada.


-¿Invitada? –las cejas rubias de Rosalie se alzaron-. A esta casa no entran humanos.


-Rose, es suficiente –el vampiro musculoso se giró hacia ella.


-¡No! ¡Tú no! –exclamó haciendo una mueca-. ¡No te pongas de su lado Emmett!


-No me pongo del lado de nadie es sólo que…


-¡No escucharé más! –Rosalie resopló, y tan pronto como había llegado hasta ahí, se fue.


Emmett le guiñó un ojo.


-Discúlpala, ella suele ser algo… agresiva –pareció pensarlo mejor-, de acuerdo… muy agresiva.


A pesar de toda la tensión que había acumulado, Bella se sorprendió a si misma riendo.


Edward la observó un momento, y a continuación, extrañamente, le dirigió una expresión ceñuda a Emmett.


-¿Qué ocurre, Ed? –el vampiro parecía confundido.


-Nada –contestó Edward, algo cortante. Pero Bella pudo detectar en esa simple palabra una mentira.


Emmett parecía querer añadir algo más, pero en ese momento aparecieron dos vampiros más.


La sonrisa de Bella se evaporó de su rostro, se sintió algo acorralada.


-Escuchamos su conversación –dijo una vampiresa de cabello negro y corto-, bueno, parte de ella y decidimos venir a ver.


Detrás de ella venía otro vampiro de cabello completamente rubio.


-Encantada de conocerte –dijo ella volviéndose a Bella-. Me llamo Alice.


La joven se desconcertó por el tono amable y la sonrisa de la vampiresa, si ella hubiera sido humana probablemente le habría agradado, pero no lo era. No podía confiar, lo más seguro era que todo pensaran lo mismo que Rosalie a cerca de los humanos, sólo que no lo demostraban.


-Bella –musitó en respuesta.


-El es mi compañero Jasper –añadió Alice, manteniendo su sonrisa.


-Yo soy Emmett –dijo el vampiro musculoso y añadió en un susurro-, la hermosa y gruñona rubia es mi Rosalie.


Bella, aunque intentó evitarlo, sonrió.


-Tenemos que ir a la reunión de esta noche –interrumpió Edward de pronto, no se veía muy contento.


-Creí que eras tú, el que no quería ir –comentó Jasper.


-Es cierto –concedió Edward-, pero quiero ver a alguien con quien tengo que ajustar cuentas.


-¿Ajustar cuentas? –Emmett parecía emocionado-. ¿Quién te ofendió, Ed? No he conocido a nadie que se atreva a hacerlo.


-Evander –gruñó Edward.


Bella sabía que él sólo se comportaba de esa forma porque le había prometido protección, en otras circunstancias no le importaría en lo más mínimo lo que le ocurriera.


-¿Qué fue lo que hizo? –preguntó Alice.


Edward apretó los puños con fuerza.


-Intentó matar a Bella, dos veces –dijo bruscamente, parecía como si sólo el pronunciar las palabras lo hiciera enfadar.


De pronto, las miradas pasaron de Edward a Bella, los tres vampiros parecieron muy interesados en ella repentinamente.


-Dime hermano, que le darás su merecido –Emmett parecía ser el único que encontraba la situación algo divertida.


-Más que eso –gruñó Edward amenazadoramente.


-Iremos contigo –dijo Alice.


-¡Demonios, si! –exclamó Emmett-. ¡Quiero ver cómo le pateas el trasero!


-¿Esme y Carlisle? –preguntó Edward de pronto.


-No han regresado –Jasper negó con la cabeza.


-Al parecer sólo iremos nosotros cuatro –Emmett observó a Bella-, cinco, quise decir, porque Rose no creo que quiera.


Para alivio de Bella, esta vez usaron el volvo de Edward, no se sentía preparada para viajar en los brazos de él otra vez, sobre todo porque no tenía idea a que se debía esa sensación de electricidad viajando por su cuerpo cuando lo tocaba.


El lugar al que llegaron era una casa enorme, y mientras más se acercaban los murmullos aumentaban, debía de estar repleto de vampiros.


Vampiros, decenas de ellos. Bella se estremeció, casi podía imaginarse a todos reunidos, su madre se moriría de susto si se enterara a donde estaba a poco de entrar.


Un vampiro de cabello castaño y barba oscura les abrió la puerta, abrió la boca, pero cualquier cosa que pensara decir murió en sus labios cuando vio a Edward, y los dejó pasar de inmediato.


Los inmortales hablaban unos con otros, algunos traían copas de cristal llenas de un líquido rojo. Bella estaba segura que eso no era vino tinto. Otros bebían de su pareja, la joven tuvo que desviar la mirada cada vez que se encontraba con una escena como esa.


Lo peor fue cuando ellos comenzaron a notar su presencia, la observaban con ojos llenos de hambre, y con frecuencia dirigían miradas muy interesadas a su cuello.


Bella estaba tan atenta a los vampiros que la rodeaban, que no se dio cuenta que inconscientemente se acercó demasiado a Edward, como tampoco notó que él sonreía y se inclinaba protectoramente hacia ella.


Tal vez la joven no lo notara, pero el resto de los vampiros sí, y fue motivo suficiente para que ellos no volvieran a voltear a verla.


-¡Mira quien viene hacia acá, Ed! –se rió Emmett detrás de ellos-. Pobre chica, sigue insistiendo después de todas las veces que la has rechazado.


Bella siguió la mirada de Emmett y vio a Clío dirigirse hacia Edward, pero su atención no duró mucho en ella, ya que detrás venía Anker.


Se estremeció.


-Edward –la vampiresa prácticamente ronroneó cuando se acercó a él.


-Clío –saludó él sin verla, pues sus ojos dorados estaban fijos en Bella.


La vampiresa pareció ofendida, seguramente porque el atuendo que había escogido era para llamar la atención, lo cual, evidentemente, no había conseguido.


-Edward –Anker poco después que su hermana.


El vampiro de cabello cobrizo se acercó más a Bella, lo que molestó aún más a Clío.


-¿Qué hace aquí esta humana? –preguntó furiosa-. ¿No era ella a quien le ofrecerías a él, hermano?


Bella recordó la vez en que los escuchó discutir, Anker le había dicho a Clío que la quería para dársela a Edward… como si fuera un simple objeto.


El gruñido de Edward la sacó de sus pensamientos, y se dio cuenta que el vampiro se había colocado en frente de ella, como si quisiera cubrirla de los otros dos.


-Ella viene conmigo –dijo él, dirigiéndoles una furiosa mirada-, es todo lo que necesitan saber.


Clío parecía intimidada.


-¡Lo siento! ¡No quise ofenderla!


Pero Bella sabía que sus disculpas eran sólo una mentira.


-¿Dónde está Evander? –preguntó Edward a Anker, ignorando a la vampiresa.


-¿Por qué quieres saber de él?


-¿Dónde está? –repitió Edward con más fuerza, haciendo que Anker retrocediera un poco.


-El no ha llegado…


Pero fue interrumpido por el sonido de la puerta, alguien había entrado en el lugar, Evander.


-Ese… es vampiro muerto –comentó Emmett detrás de ellos.


-Edward, espera –Jasper intentó tranquilizarlo.


Pero no funcionó, Edward había extendido los colmillos y corrió hacia él. Logró tomar del brazo a Evander y lo tiró al suelo con brusquedad. De donde el vampiro, no se levantó.


-Intentaste hacerle daño, más de una vez, no te voy a permitir que lo hagas de nuevo.


-¿De qué hablas? –Evander parecía tener dificultades para articular las palabras.


Todos los vampiros observaban la escena, pero ninguno parecía querer intervenir, excepto Anker.


-¿Es por la humana? –cuestionó él.


-¿Humana? –Evander posó su mirada en Bella, y por un momento su expresión pareció completamente sorprendida. Como si no pudiera comprender porque estaba… viva, intuyó Bella.


Evander intentó incorporarse pero Edward puso un pie en su pecho y lo obligó a volver al suelo, el vampiro volvió a golpearse y a soltar un gemido de dolor.


-¡Sólo es una humana! ¡No entiendo porque reaccionas de esa manera! –exclamó Anker.


Edward lo ignoró y presionó más el pecho del vampiro que yacía en el suelo.


-¡Nos detuviste cuando intentamos lastimarla a ella y a su amiga! –soltó Evander-. ¡Creí que nos habías perdonado por eso.


-Y lo hice –concedió Edward entre dientes-. Pero ayer mandaste a alguien a que la matara, y eso está más allá de todo mi perdón.


-¡No lo hice! –exclamó el vampiro.


Pero Bella escuchó la falsedad en el tono de Evander.


-Miente.


-Ya la escuchaste –dijo Edward.


-No puedes creerle a ella... –dijo Anker.


-Bella siempre sabe cuando alguien miente –respondió Edward sencillamente.


-Sabía que serías una amenaza para nosotros desde que te vi –escupió Evander, logró levantarse y tras una especie de gruñido se abalanzó sobre Bella.


La joven sólo pudo sentir que algo la golpeaba en el abdomen y que caía fuertemente en el frío y duro suelo.


Escuchó un rugido tan feroz, que la hizo temblar de pies a cabeza y alcanzó a vislumbrar a Edward completamente fuera de sí, sus ojos dorados parecían llamear de furia. Un estruendo seguido de un grito de dolor y después… silencio.


-¿Estás bien? –Alice se inclinó hacia ella.


-Sí –musitó Bella, se sentía adolorida, pero no demasiado como para no volver a levantarse.


-Afortunadamente Edward lo detuvo antes de que cayera sobre ti, sino tendrías todas las costillas rotas en este momento –dijo Alice.


-Bella –momentos después Edward estuvo a su lado. El tono en el que dijo su nombre no se parecía en nada a el que había usado con Evander, su voz había pasado de un gruñido a un suave murmullo, casi hasta parecía preocupado por ella.


-Estoy bien –dijo la joven. Logró incorporarse hasta quedar sentada.


Edward extendió un brazo hacia ella, quien estuvo a punto de aceptarlo, pero las imágenes del vampiro cuando atacó a Evander volvieron a su mente, Edward podría llegar a ser muy peligroso si se le hacía enfadar. Bella retrocedió.


-No necesito ayuda –dijo con cierta brusquedad y se puso de pie.


Bella creyó ver un destello de dolor cruzar las facciones del vampiro, pero pasó tan rápido que se convenció que había sido su imaginación. Edward no podía sentirse dolido por su rechazo, no, definitivamente a él no le importaba.


-Nos vamos de aquí –dijo él, completamente serio.


Regresaron a la hermosa casa donde vivía Edward, pero por mucho que le gustara ese lugar, Bella ya quería irse, era demasiado para ella en un día.


-¿Puedes llevarme a casa de mi amiga? –le preguntó a Edward.


-Por supuesto –él le respondió-, sólo necesito hablar un momento con Esme y Carlisle primero.


Bella asintió, después de todo no podía más que aceptar todo lo que él dijera.


Caminaron hasta un comedor, de hermosa madera oscura, y el cual seguramente nunca era usado. Bella se dejó caer en una de las sillas, se sentía completamente cansada, después de todo la noche anterior no había dormido nada. Subió las piernas hasta pegarlas a su pecho y apoyó la cabeza en el respaldo mientras esperaba.


Entonces vio llegar a dos vampiros, una era hermosa y su sonrisa era tan cálida que Bella no pudo evitar acordarse de Reneé, él era completamente apuesto y tenía el cabello tan rubio que parecía irreal.


Bella comenzó a escuchar voces y aunque sabía que sería algo muy arriesgado dormirse en una casa repleta de vampiros el cansancio ganó al final y cerró los ojos.


Cuando despertó ya no estaba en la incómoda silla del comedor, sino que se encontraba en un sofá y cubierta por una chamarra negra, que reconoció como la de Edward.


-¿Lista para que te lleve? –le preguntó él con el atisbo de una sonrisa en los labios.


Bella se sintió algo confundida, pero asintió. Se levantó del sofá y notó que la mirada de Emmett iba y venía de Edward a ella, parecía desconcertado.


Alice en cambio sonreía, y sus ojos, todo lo contrario a Emmett, brillaban con sabia comprensión.


Edward la condujo en el volvo hasta la casa de Yadhira, y la acompañó hasta la puerta.


Bella le entregó la chamarra, él había insistido que la llevara por si le daba frío y ella no había encontrado excusa para negarse a eso.


A pesar que era muy tarde, la morena bajó inmediatamente cuando Bella tocó a la puerta.


-¡Te estaba esperando! –exclamó, pero cuando sus ojos se posaron en Edward se calmó un poco-. Aunque no creí que llegaras tan tarde.


-Lo sé Yadhira, lo siento pero…


-No hay problema –la tranquilizó, una sonrisa asomó por sus facciones y añadió:- ¿Cómo les fue en su cita?


Fue algo que Bella no vio venir, no tuvo tiempo de hacer que su amiga se callara.


Edward la volteó a ver a Bella y sonrió elevando una ceja, dando a entender que encontraba la situación bastante… interesante.


-Ya te dije que sólo somos…


-Nos fue muy bien –la interrumpió Edward, dirigiéndose a Yadhira.


Bella se sobresaltó cuando los brazos de él la rodearon lentamente, y ni siquiera podía apartarse porque su amiga estaba observando.


Edward se inclinó y posó sus labios en la frente de ella.


-Nos veremos pronto –dijo.


El vampiro se fue, dejando a las dos chicas solas.


-¡Definitivamente me contarás todo! –exclamó Yadhira.


Bella tardó un poco en reaccionar, la reacción de Edward la había dejado confundida, no entendía porque le interesaba al vampiro mantener la farsa frente a su amiga. Bella comenzó a pensar que el vampiro tenía algo más en mente, porque una cosa la tenía muy clara; él no lo había hecho para poder acercarse a ella, eso era absurdo. Nunca se puede confiar en un vampiro.


Sacudió la cabeza, decidida a apartar a los vampiros de sus pensamientos, aunque fuera por un rato, y entró con su amiga en la casa.


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Capítulo 6. Irrompible


El tiempo en la cafetería paso con cierta lentitud, pues había muy poca clientela, y por el hecho de que Bella parecía estar siendo bombardeada por muchas preguntas que no parecían tener fin. Nunca había dicho tantas mentiras en un solo día.


-¿Lo quieres? –preguntó Yadhira después de servirle a un grupo de chicos.


-Me gusta –contestó la aludida, comenzaba a enfadarse del interrogatorio-. ¿Cómo lo puedo querer si apenas nos conocemos?


Su amiga se rió.


-¿No has escuchado del amor a primera vista?


Bella resopló.


-Eso no existe, seamos realistas, no creo que sólo por ver a una persona te puedas enamorar de ella, primero tienes que conocerla para eso.


Yadhira puso los ojos en blanco.


-Qué poco romántica eres –dijo, como si fuera algo malo-. Yo creo que él te quiere mucho.


-No es posible –Bella reprimió el impulso de decirle a su amiga que Edward era un vampiro, y por lo tanto jamás querría a una humana.


-¡Pues en qué mundo vives! –exclamó su amiga-. Se le notaba en la mirada, y eso que yo sólo los vi unos minutos juntos.


-Sólo era amable –replicó Bella.


-¡Eso no es simple amabilidad!


Bella hizo una mueca, sabía que no iba a convencerla de lo contrario.


-¡Mira lo que acaba de llegar! –exclamó la morena, entusiasmada.


La puerta de la cafetería se abrió y por ella entró un chico alto, de un cabello rubio dorado y ojos verdes, las chicas presentes no le quitaron los ojos de encima hasta que se sentó en una de las mesas del fondo.


-¡Iré a ver que quiere! -Yadhira prácticamente corrió hacia él.


Un profundo suspiro escapó de los labios de Bella, a veces, quizás con más frecuencia de lo que le costaba admitir, envidiaba a su amiga, porque ella al ignorar la existencia de los vampiros parecía vivir mucho más feliz.


Su mirada regresó al cristal de la puerta, vio pequeñas gotas asomarse por él y caer lentamente hasta perderse en el suelo.


No recordaba algún momento en que fuera feliz, siempre tenía que estar alerta por si veía a algún vampiro, el miedo llenaba casi todas sus horas del día. Toda su vida se podía resumir con una sola palabra: sobrevivir. No quedaba tiempo para la alegría.


Estaba agotada de mantenerse todo el tiempo alerta. Por eso era que quería conocer a más personas como ella, a parte de su madre y su tía, necesitaba a alguien más que la comprendiera, que supiera exactamente la desesperación que sentía.


Pero sus pensamientos se esfumaron cuando la puerta se abrió, otra vez.


Sólo que esta vez se trataba de un vampiro, una que ella reconocía perfectamente, Clío.


La vampiresa caminó hacia la joven, estaba furiosa, pero por la forma en que la miraba, Bella podía saber que toda esa ira que irradiaba solo era dirigida a ella.


Clío la odiaba.


-Así que… esto es donde trabajas –dijo la vampiresa despectivamente-. Bueno no sé porque me sorprende, es un lugar digno de ti, insignificante humana.


-Lo que sea que quieras de mí, dilo ya –soltó Bella bruscamente, demostrando más valentía de la que en verdad sentía. Sólo quería que la vampiresa se fuera, lo más pronto posible.


La vampiresa resopló.


-¿Qué te hace pensar que quiero algo de ti? Tú no me sirves en nada –dijo.


Bella estaba demasiado nerviosa, así como estaba harta de los rodeos de Clío, así que hizo algo que la miró fijamente y se concentró para usar su habilidad.


-¿A qué has venido? –le preguntó.


-A decirte que Edward es mío –las palabras salieron rápidamente de los labios de la vampiresa, pero Bella comprendió el mensaje a la perfección.


-No entiendo porque me dices esto si…


-¿Qué…? ¿Qué me hiciste? –Clío hizo una mueca, como si estuviera saboreando algo particularmente amargo-. ¿Por esto era por lo que Evander quería matarte?


Bella no respondió, se limitó a estremecerse.


-Edward sólo me ve como un objeto –dijo ella después de un rato-, no tienes necesidad de venir a advertirme nada. Así que te pido que salgas de aquí.


-Tú no eres absolutamente nadie para hablarme así –soltó Clío entre dientes.


A pesar de que sabía que estaba ante un furioso vampiro y que se había prometido no pensar en eso, Bella no pudo evitar observar las manos de Clío, parecían suaves y delicadas, pero podían en cualquier momento tomarla del cuello y rompérselo.


-¡Aléjate de Edward!


-No puedo –respondió simplemente Bella-. A menos que él me quiera lejos.


Estaba mal provocar a un vampiro enojado, pero ella ya estaba harta de Clío.


La vampiresa reaccionó como Bella esperaba, y soltó una especie de gruñido, uno demasiado débil para que lo escuchara nadie más excepto ella.


-Eres una maldita perra insignificante –dijo Clío entre dientes. Se inclinó hacia ella y la tomó fuertemente de la muñeca.


Bella intentó zafarse, pero era inútil no podía competir con la fuerza de un vampiro.


-Suéltala –ordenó una voz masculina detrás de ellas. Bella se giró para ver al joven rubio, quien observaba con desprecio a Clío.


Bella se sorprendió, normalmente un hombre no reaccionaría de esa forma al ver a una vampiresa como la que estaba ante ellos.


Clío soltó una carcajada, y Bella no pudo culparla, el humano no tenía idea de con quien se metía, sólo resultaría herido.


-Gracias –le dijo Bella-, pero puedo solucionar esto.


El joven la miró fijamente.


-No entiendes…


-No, tú no entiendes –lo interrumpió Bella-, ella es muy peligrosa, así que mejor vete y no te metas en problemas.


El joven la ignoró e hizo algo sorprendente, tomó a la vampiresa por el brazo y la alejó de Bella.


-Me… lastimas –dijo Clío, aún su tono parecía incrédulo.


-Vete de aquí, vampiro, antes que te duela más –el joven le advirtió en un murmullo.


Los labios de Clío se volvieron una línea dura, y sin decir más salió de la cafetería.


-Tú sabes… lo que ella es… -Bella balbució.


-Me llamo Stein –el joven sonrió-. ¿Cuál es tu nombre?


-Bella –tardó un rato en contestar.


Stein le guiñó un ojo, tomó su mano y la besó.


-Un placer conocerte.


-Entonces tú… también los distingues como yo –siguió Bella, aún le costaba creer que había conocido a alguien como ella-. Pero… la detuviste, eso no es posible, la fuerza de los vampiros supera por mucho a la nuestra.


Stein sonrió y se inclinó hacia ella.


-¿Qué fue lo que pasó? –Yadhira llegó hasta ellos, con un café en las manos y se lo entregó a Stein.


-Pues…


-Espera… ¡Ella es la hermana del estúpido de Anker! –exclamó la morena de pronto interrumpiendo a Bella-. ¿Qué era lo que quería de ti? Porque no parecía muy contenta…


Stein le tomó un sorbo a su café, pero parecía mantenerse atento a la conversación. Bella se puso un tanto inquieta, no quería dar mucha información, porque él podría averiguar hecho un trato con un vampiro, y no sabía cómo reaccionaría a eso… tal vez se decepcionaría o la odiaría…


Era la primera vez que conocía a alguien como ella, que no fueran ni Reneé ni Megan y no sabía qué hacer…


-No sé –mintió-, no me dijo que quería.


Stein se quedó en la cafetería hasta la hora de cerrar, pero ninguno pudo conversar sobre temas importantes porque Yadhira estaba con ellos.


-Me tengo que ir –se despidió Bella.


-Te acompañaré –dijo él inmediatamente.


Bella sonrió y asintió, así podría hacerle todas las preguntas que moría por hacerle.


La morena se rió y le guiñó un ojo a su amiga.


-¿Qué es tan gracioso? –preguntó el rubio, quien no había pasado desapercibido ese gesto.


-Sólo pensaba, que si te gusta Bella, tienes que esforzarte porque…


-¡Yadhira! –la joven interrumpió a su amiga, sentía las mejillas ardiendo de la vergüenza. Además no quería que ella hablara mucho de Edward en frente de Stein.


-¿Por qué? –le preguntó él joven a la morena, ignorando las protestas de Bella.


-Porque ya hay otro chico detrás de ella –contestó Yadhira bastante divertida.


Stein sonrió, parecía bastante seguro de sí mismo.


-Entonces me esforzaré, pero al final, terminaré ganando.


Bella puso los ojos en blanco, sabía que sólo bromeaba… ¿Entonces porque eso sonaba como una verdad? La joven sacudió su cabeza, y decidió concentrarse en que más tarde podría hablar con él sobre el incidente con Clío.


-¿Oíste Bella? –preguntó Yadhira-. ¡Ni siquiera lo duda!


Stein se rió y abrazó a Bella, fue tan inesperado que ella no supo qué hacer ante eso.


-Bella y yo sabemos que no habrá nadie que la comprenda mejor que yo.


En eso, él tenía razón.


La lluvia se había ausentado, dejando sólo su rastro húmedo y frío por las calles de la ciudad. Bella caminaba en dirección a su casa, mientras Stein la seguía de cerca, ahora que estaban solos ella pensó en preguntarle lo que tanto quería saber.


-¿Cómo lograste que la vampiresa se fuera? –tuvo cuidado de no verlo a los ojos, extrañamente confiaba en él, y no quería usar su habilidad para sacarle las respuestas.


-Algunos de nosotros, tenemos una especie de habilidad extra, aparte de poder distinguir a los vampiros -contestó él-. La mía es tener una fuerza que iguala a la de ellos.


Bella sonrió, pero siguió sin verlo.


-¿Conoces a más como nosotros?


-Sí, muchos más, hasta ya formamos una especie de comunidad. Mi padre se ha encargado de buscar a personas como nosotros en la ciudad, él dice que es mejor mantenernos unidos.


Bella sintió un rayo de esperanza atravesarla, ahora su familia estaría sola.


-¿Ustedes protegen a los miembros de su comunidad?


-Por supuesto –Stein se detuvo y la tomó de los hombros para que se girara hacia él-, y te protegerán a ti también, Bella, yo mismo lo haré.


-Gracias –dijo ella-. Estoy segura que mi madre y mi tía estarán encantadas en unirse, hemos estado tratando de cuidarnos nosotras todo este tiempo, pero sé que no es suficiente.


Stein la abrazó.


-Mañana por la noche tienen que venir a mi casa, te presentaré a mi padre creo que te agradará.


Bella asintió. Pero había un problema, Edward. ¿Acaso podría anular su trato con él? Porque… si la protegerían a ella y a su familia ya no necesitaba la del vampiro, y por supuesto prefería alejarse de él.


-¿Tienes alguna habilidad?


La joven se separó de él.


-Sí


-¿Cuál es? –preguntó Stein.


Bella levantó su cabeza para verlo.


-Cuando veo a alguien directamente a los ojos…


-¿Haces que se sienta mareado, torpe y que su corazón lata demasiado rápido? Porque yo me siento así cuando me miras.


-¡No estoy bromeando! –Bella exclamó.


-Yo tampoco.


Ella sabía que no lo hacía, pero prefirió ignorar eso.


-Cuando veo a alguien a los ojos –empezó de nuevo-, y le hago una pregunta siempre me contesta con la verdad, y también puedo saber cuando alguien miente.


Stein arqueó las cejas, parecía divertido.


-Vamos, inténtalo conmigo –dijo-. Haz una pregunta.


-De acuerdo, pero recuerda que sea lo que sea contestarás con la verdad. Es más te dejaré escoger la pregunta –ofreció Bella.


Stein sonrió.


-Pregúntame porque decidí entrar a la cafetería.


Algo que había aprendido Bella a través de los años era: Nunca preguntar nada, a menos que estuvieras seguro de querer conocer la respuesta. Y en esos momentos la joven no estaba segura de querer escuchar la contestación a eso.


-No, esa no.


-¿Por qué no?


-Otra pregunta –insistió Bella.


-Pregúntame… que es lo que pensé cuando te vi por primera vez.


Bella resopló.


-Yo escogeré la pregunta –dijo.


Stein rió.


-Bien.


-¿Puedes romper un trato con un vampiro? –cuestionó Bella, procurando mantener contacto visual todo el tiempo.


-No, una vez hecho no hay forma de que el vampiro te libere –contestó inmediatamente Stein.


Bella se estremeció.


-Se siente extraño –comentó él-, como si no pudieras controlar las palabras que saldrán de tu boca.


La joven solo se encogió de hombros, estaba demasiado sumergida en sus pensamientos como para decir algo.


-¿Por qué hiciste esa pregunta? –cuestionó él, parecía un poco preocupado.


-Curiosidad.


-¿Solo eso?


-Sí.


-Bella, pase lo que pase, sin importar en la situación en la que te encuentres nunca hagas un trato con un vampiro –aconsejó Stein-, es muy peligroso, y no hay forma de romperlo.


Bella asintió, sin saber que decir, pues ya era demasiado tarde para ella.


Cuando llegaron a la casa, Bella entró, seguida de el joven. Reneé y Megan estaban sentadas en la sala, sus ojos primero se fijaron en ella y después en Stein.


-El es Stein –dijo Bella a modo de presentación-, él es… como nosotras –se giró hacia él y añadió:- Ellas son Megan y Reneé, mi tía y mi mamá.


Stein sonrió con amabilidad e hizo una ligera inclinación de cabeza hacia las dos mujeres.


Después de las palabras de Bella, Megan y Reneé parecía mirarlo con aprobación, y tal como ella comenzaron a hacerle preguntas al invitado.


-¿Cómo es que supiste que él podía distinguirlos? –preguntó Megan de pronto-. ¿Cómo se conocieron?


Bella no quería contestar a eso, pero al final terminó por hacerlo, omitiendo la amenaza de la vampiresa y el hecho de que ya la conocía.


Stein se dio cuenta de esto, porque había escuchado a su amiga decir algo sobre Clío y Anker, pero afortunadamente él no dijo nada en frente de su tía.


-Gracias por proteger a mi hija –Reneé lo dijo con sinceridad, parecía profundamente conmovida.


Edward la había salvado tres veces. Bella se sorprendió del pensamiento que había surgido en su mente y lo borró de inmediato. Edward lo había hecho por cumplir con el trato, en cambio Stein se había preocupado por ella, no había punto de comparación.


-No hay que agradecer –dijo él.


Las dos mujeres sonrieron.


-Mañana habrá una reunión en la casa de mi padre, y creo que él estaría encantado de conocerlas. Es a las ocho.


-¡Por supuesto que iremos! –aseguró Megan.


Stein anotó una dirección en una hoja de papel y se la entregó.


-Me tengo que ir.


Las dos mujeres se despidieron de él.


-Nos iremos a dormir –dijo Reneé.


-Sí –la secundó Megan-. Bella, acompaña a tu invitado hasta la puerta.


La joven puso los ojos en blanco, sino las conociera bien, hubiera pensado que los dejaron solo a propósito.


Stein se acercó a ella.


-¿Estás segura que no quieres hacerme esas preguntas que te sugerí?


Bella rió.


-Estoy completamente segura.


-Tú te lo pierdes –dijo-. Nos vemos mañana, y espero que mañana me platiques algo sobre ese… chico que anda tras de ti. Necesito conocer a mi competencia.


Stein prácticamente desapareció después de decirlo, y Bella cerró la puerta, pensando en que no le contaría nada sobre Edward.


A medianoche, algo despertó a Bella, pero no fue un ruido, sino una sensación. Inquieta se paseó por el cuarto, e intentó dormirse de nuevo pero era inútil, sus ojos se negaban a cerrarse. Así que hizo caso de un impulso: quería mirar por la ventana, no podía explicarse porque, pero tenía que hacerlo.


Caminó descalza hasta llegar al vidrio de la ventana, y pudo ver los árboles agitándose con el viento, la noche oscura, que rodeaba la casa como un manto negro, con hermosas estrellas brillando en el cielo, acompañadas de su inseparable reina: La luna.


Pero algo le decía que no tenía que mirar al cielo, sino más abajo.


Una figura estaba de pie observando hacia ella, y Bella lo reconoció.
en
Edward.


Su corazón se aceleró, no se le ocurría ninguna razón por la que él estuviera afuera de su casa, pero de algo estaba segura, tenía que averiguarlo.

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