Dark Chat

viernes, 19 de febrero de 2010

A Walk to Remember

Hola mis angeles hermosos !!! buen fin de semana

Hoy es viernes ; y como ando de buenas estamos de estreno , hoy les traigo una historia de amor
que prevalece aun despues de la muerte
la historia le pertenese a mi querida  ANJU DARK  y chicas les recomiendo que se compren unas cuantas cajas de kleenes por que los van a necesitar
en fin aqui les dejos estos cap y por fiss dejen sus comentarios al final
Mil besitos
Angel of the dark
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PREFACIO

El amor es sufrido y considerado, nunca es celoso. El amor nunca es jactancioso o engreído. Nunca es grosero o egoísta. Nunca se ofende ni es resentido. El amor no haya placer en los pecados de los demás y se deleita en la verdad. Siempre esta dispuesto confiar, esperar y soportar todo lo que venga.



Bella me salvó la vida. Me lo enseñó todo: lo que sé de la vida, la esperanza y el largo camino que hay que recorrer. Siempre la echaré de menos, pero nuestro amor es como el viento: no puedo verlo, pero si puedo sentirlo…


 Cap . 1 EL CASTIGO

Edward, Lauren, Jessica, Emmett, Rose, Mike y Tayler se encontraban en una más de sus tantas parrandas nocturnas llenas de alcohol y diversión. Se habían reunido en una de las calles desoladas de Seattle, cerca de una gran fábrica, para esperar a lo que sería su nuevo juguete.


Se trataba de Eric, un joven muchacho el cual quería pertenecer a su “circulo social”. Todos se encontraban entre risas y pesadas bromas, esperando el momento en que el chico arribara para pasar por la prueba que se llevaría a cabo para determinar si era digno o no de ser miembro de su grupo.


“¿No creen que están exagerando?” – preguntó Jessica, refiriéndose a lo que sus amigos habían planeado poner de prueba, la cual consistía en saltar, desde una altura mínima de ocho metros, para caer en la presa que había en la fabrica – “Solo por que es nuevo, no es justo que…”


“Si no te gusta, puedes irte” – atajó Mike de manera grosera, al mismo tiempo en que agarraba fuertemente a su novia por el brazo – “Y si no tienes nada mejor que decir, cállate”


“Ey, ey. Ya basta” – interrumpió Edward – “Jessica, aquí nadie lo ha obligado a venir.”


“Edward tiene razón. Tal vez se arrepiente y no viene” – convino Lauren – “¿Por qué no mejor vamos a bailar?” – preguntó, mientras se acercaba sinuosamente al muchacho de ojos color verde y cabellos cobre.


“Sabes que no bailo” – repuso éste, alejándose en muestra clara de desprecio.


Una destartalada camioneta se acercó al cabo de unos minutos. Desentonaba de sobremanera al lado de todos los autos deportivos que yacían a su lado. Todos rieron de manera burlona mientras el chico de lentes bajaba del carro, sintiéndose un poco cohibido por las miradas mofas que el grupo de los populares muchachos le dedicaban.


“Hola” – saludó, un poco titubeante


“¡Oye!” – exclamó Mike, mientras se acercaba al novato – “Llegas tarde” – señaló – “Recuerdo que te dije que la cita era a las diez y, cuando digo a las diez, es a la diez. Recuérdalo para la próxima”


“Si es que hay una próxima” – murmuró Emmett, partiéndose en carcajadas.


Eric no podía imaginar poder sentirse más nervioso al ver desde qué lugar tenía que efectuarse el salto. Una mano se poso sobre su hombro


“¿Estas listo?” – preguntó Edward, tratando de disfrazar la burla que brotaba de sus ojos – “No te preocupes, yo saltaré contigo”


“¿E-es muy hondo?”


“No lo sé. Lo averiguaremos pronto”


Edward y Eric subieron por unas escaleras de hierro y llegaron a una vieja base, de la cual se suponía iban a saltar. El segundo muchacho se encontraba temblando hasta lo imposible, pero, quería pertenecer a aquel grupo… así que, suspiró profundamente para poder disipar el miedo – aunque no obtuvo mucho resultado.


“Saltaremos a la cuenta de tres” – anunció Edward y el otro chico asintió – “¡Bien! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!”


Y Eric saltó… pero Edward no.


Todos los espectadores emitieron sonoras carcajadas por que el plan había salido a la perfección. Desde abajo, se elevaron felicitaciones hacia Edward por ser tan buen actor. Sin embargo, el buen gusto de la broma les duró poco al notar que el cuerpo de Eric salía flotando, más no había movimiento alguno de éste.


“¡Mierda!” – chilló una de las mujeres – “¡Se ha hecho daño! ¡Edward, ve por él! ¡Ayúdalo!” –


El muchacho obedeció al instante y se sumergió en medio de las negras aguas para poder rescatar al pobre chico. Mientras, allá en la superficie, todos sus amigos revoloteaban a causa del pánico, logrando que la seguridad de la fábrica se percatara de su intrusa presencia. El sonido de las sirenas no se hizo de esperar


“¡Ya déjalo! ¡Estará bien!” – exclamó Mike al ver que Edward desistía en dejar a Eric solo – “¡Hay que irnos!”


“Se ha pegado con la tubería” – murmuró el aludido


Todos salieron huyendo del lugar, uno por uno, derribándose ante su temor y dejándo a Edward completamente solo con el desfallecido muchacho.


Al ver la situación en la que se encontraba, Edward optó por huir también. Dejó a Eric tendido sobre el suelo y salió corriendo hacia su volvo plateado, el cual arrancó lo más rápido que pudo. Sin embargo, la policía ya se encontraba cerca y, tras unos pocos minutos en los cuales él se desistió en frenar el carro para poder huir de la manera que le fuese posible, terminó estampándose con unos gruesos y grandes botes de basura, provocando el freno indisputable de su coche, una lesión en el extremo izquierdo de su frente y, otra más, en la pierna.


“Ponga las manos sobre el volante” –


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Al día siguiente, Edward apareció, andando en muletas y con una venda sobre la herida de su frente, por la cocina de su casa, en donde Esme, su madre, se encontraba preparando el desayuno. Ignoró la mirada reprobatoria que ésta le dedico al verle y se sentó en la mesa.


“Oye, mamá. Me duele mucho la pierna. No creo que pueda ir a ningún sitio” – comentó, mientras tomaba un cubierto y comenzaba a comer.


Esme no necesitó de mucho tiempo al entender que, su hijo, al decir: ningún sitio, se refería a un lugar en especial, el cual detestaba fervientemente: la iglesia.


“Deberíamos llamar a tu padre” – propuso, intentando que el enojo no se filtrara por su voz.


“No” – contestó, de manera rotunda, el muchacho – “No pienso hablar con él. No insistas”


“Edward, esto no puede seguir así. Necesitas un padre” –


El muchacho ya no quiso discutir y, para que su madre dejara su obstinación, decidió rendirse ante la idea de ir a la misa.


Y ahí, como en todas las ocasiones a las que él se veía obligado a pisar ese templo, vio a Isabella Swan, la hija del reverendo Charlie, plantada en medio del coro y perturbándole durante toda la hora con sus ojos color chocolate, fijamente plantados sobre él mientras cantaba el estribillo.


Esa era la razón principal por la cual el muchacho desistía de ir en ese lugar. No lo iba admitir públicamente – no lo admitía él mismo – pero la presencia de la muchacha le inquietaba, haciéndole subir y bajar la mirada, simultáneamente, ante la imposibilidad de hacer otra cosa más para compensar lo que aquel par de pupilas le causaba.


Bella era una chica bonita y tenía una voz hermosa, que salía a relucir cuando cantaba los solos en la iglesia, pero, su carácter tímido y reservado, al igual que su poca afinidad por la moda, le había costado el desaire de gente que, como Edward, se encontraban las principales listas de popularidad en la escuela.


Bella tenía un espeso cabello castaño y ligeramente ondulado. Sus ojos eran grandes y redondos, de un color marrón muy bonito y su rostro, en forma de corazón, se mostraba fino y gentil. Edward, por su parte, se le conocía por ser el chico más popular de la escuela, y no era para menos. Su cabello despeinado de color cobre, haciendo juego con el verde esmeralda de sus ojos y el pose de chico rebelde, no pasaba desapercibido para cualquiera que le mirase.


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El fin de semana había pasado y el rebelde grupo de chicos populares se encontraba, como siempre, gastando sus malas bromas en el patio central de la escuela.


“¿Qué tal tu pierna?” – preguntó Emmett


“Esta mucho mejor”


“No puedo creer que te detuvieran” – comentó Lauren.


Edward sonrió de manera exagerada e hipócritamente inocente, provocando que la muchacha se desconcentrara un momento por lo guapo que el gesto le hacía ver.


“¿Qué les dijiste para que te soltaran?” – preguntó Mike


“Había una noche hermosa para pasear, llegué la fabrica y me encontré con Eric. Quise ayudarlo pero, al escuchar el sonido de las sirenas, me asusté y acabé huyendo antes de que pudiera pensar que yo tenía algo que ver” – explicó el aludido, con una seguridad enorme en si mismo


“Debo admitir que eres el rey de las mentiras” – reconoció Emmett mientras le pegaba un amistoso puñetazo sobre el hombro


“Ey, miren quién viene ahí ” – indicó Jessica y todos siguieron el rumbo de su mirada, para encontrarse con Bella, quien venía caminando con la cabeza inclinada ligeramente hacia abajo y los brazos alrededor de un par de libretas – “Bella Swan si que tiene estilo” – agregó de manera sarcástica, por la ropa que la chica portaba.


“Si” – acordó Rose, uniéndose a la burla – “Yo solía ir vestida así cuando iba en preescolar”


Todos se comenzaron a reír de manera escandalosa, intensificando el sonido de la burla justamente al instante en que Bella pasaba a sus lados


“Ey, linda ropa” – le dijo Emmett


“Gracias” – contestó, de manera amable, aunque sabía perfectamente que el comentario no había sido sincero.


Bella comenzó a caminar, sin dejarse cohibir por todo el murmullo que se levantó hacia sus espaldas. Le era fácil ignorar a ese tipo de personas tan superficiales.


“Edward, el director te espera en su oficina” – informó un muchacho, borrando la sonrisa de éste.


El rebelde chico se sentó, con aire despreocupado y un tanto déspota, frente al escritorio del rector y esperó en silencio las nuevas acusaciones que se le venían. Ya era algo a lo que estuviese acostumbrado, así que la situación no le incomodaba. Por su parte, el señor se limitó a poner, frente a él, varias botellas vacías de cerveza. Eso bastaba para dejar en claro el asunto.


Edward no dejó, ni por un momento, su actitud altanera y se limitó a mirar los objetos con gesto arrogante.


“Un estudiante te vio bebiendo en la escuela el sábado por la noche. Tienes suerte de que Eric haya decidido no levantar cargos contra ti” – comenzó a decir el director y, antes de continuar, le miró fijamente – “les he prometido que me encargaría del castigo”


“¿Qué hará? ¿Expulsarme?” – inquirió, de manera indómita


“Aún no. Cuando hayas terminado tus clases, ayudaras a los servicios de limpieza en la escuela…”


“¿Por cuánto?” – interrumpió, haciendo, con la mano, el símbolo de dinero y mirando hacia el frente, con ojos calculadores.


“Simplemente por amor al arte” – contestó el señor de manera firme – “Lo sábados serás tutor de los alumnos retrazados en la otra escuela y actuaras en la obra del final del curso del club de teatro”


“¿La obra de primavera?” – volvió interrumpir, con la misma apatía.


El director asintió, con el mismo gesto indulgente que el muchacho le mostraba. Edward tensó la mandíbula a causa de la frustración. Todas esas actividades se les presentaban aburridas y, definitivamente, no eran para él.


“Es tiempo que descubras cosas nuevas y que pases el tiempo con otra clase de gente…No lo estropees, Edward”




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Capítulo 2: Nueva Vida


Edward se encontraba ya en una de las salas de Astrología, limpiando el suelo de mala gana. Era demasiado incomodo, ya que las muletas, y la pierna enyesada que tenía, no le facilitaban en nada aquel terrible trabajo. El día no le podía ir peor y la frustración no estaba dispuesta a despedirse de su gesto.


El humor no le había mejorado mucho al notar que Bella Swan se encontraba en el mismo lugar, dando una pequeña exposición a un reducido número de personas. Le enfurecía el admitir que, aunque lo intentase y, hasta hubiera optado por ponerse los audífonos para no escucharle, no podía ignorarle.


¿Cómo ignorara a una persona tan extraña como ella? por que eso era… no había nada más.


“Esto es un simple trozo de plástico, un perchero y liquido corrector. ¿Alguien podría decirme qué es?


“Un mapa de las estrellas”- contestó él.


¡Maldición! ¿Acaso no podía haberse callado? Demasiado tarde para cuando se reprendió. Bella había dirigido su perturbadora mirada hacia él por un breve instante, casi nulo, e, ignorándolo como solo ella podía hacerlo, continuó con su exposición.


“Es un mapa de las estrellas” – confirmó ella, hablando de nuevo, solamente para sus espectadores – “Sirve para localizar estrellas y planetas a simple vista…”


“Estoy seguro que también ves Ángeles volando” – interrumpió Mike de manera burlona, en cuanto entró a la sala, en compañía de Emmett y Tayler.


Los tres se carcajearon, mientras continuaban caminando en dirección hacia Edward, hasta llegar a éste y saludarlo enérgicamente.


“Se pueden ver cosas muy milagrosas” – interrumpió Bella, hablando de manera tranquila y pausada – “Einstein decía que, en cuanto más estudiaba el universo, más creía en la existencia de un poder superior”


Mike levantó las cejas de modo petulante, siendo imitado por sus otros dos acompañantes y, con voz cruelmente acida, dijo


“Si de veras existe un poder superior, dime ¿Por qué no te compra un poco de ropa nueva o algún otro suéter? Te hace mucha falta uno”


Los otros chicos volvieron a reír, tal vez exagerando el sonido de las carcajadas solamente por el hecho de humillar más a la muchacha de vestimenta sencilla. Sin embargo, ella no bajó la mirada en ningún momento.


“En estos momentos se encuentra muy ocupado, buscándote un cerebro” – le contestó, de manera firme, pero con gesto amable.


Mike enmudeció al no encontrar palabras con las cuales defenderse y el hecho de que sus amigos le traicionaran, riéndose verdaderamente por el comentario, no ayudó mucho. Salvando el poco orgullo que le había quedado, decidió no discutir más, dar media vuelta y centrar su atención en Edward, quien aún se encontraba riendo.


“Vamos, fue una buena broma” – dijo éste, ante la mirada reprobatoria de su amigo


“Ya, olvídalo” – calmó Emmett – “Ya es hora de irnos, hay que ir a un buen lugar”


“Ya saben que no puedo ir” – recordó Edward


“El director ya se ha ido, no hay peligro” – animó Mike, quien ya había olvidado lo anterior – “Andando” – indicó, mientras salía del lugar, llevándose una de las muletas como chantaje.


Edward se dejó convencer fácilmente pero, antes de irse, no pudo evitar girar el rostro para ver Bella. Respingó ligeramente al percatarse que también ella le estaba viendo. Sus miradas se entrelazaron por un momento. Siempre pasaba lo mismo, era algo que le resultaba molesto y, aún así, él no aprendía.


La muchacha fue la primera en desviar el rumbo de sus pupilas, concentrándose de nueva cuenta en su tarea. Él, por su parte, tardó un poco más, pero, cuando lo hizo, bufó débilmente. ¿Cuántas veces más tendría que pasar lo mismo?


Como todas las tardes después de la escuela, Edward y su grupo de amigos se fueron a un bar cercano. Nada fuera de lo normal, todo rutinario, nada digno de emoción. Las mismas pláticas, las mismas bromas pesadas, los mismos comentarios y las mismas actitudes… pero, ¿Acaso había algo mejor?


Al caer la noche todos se despidieron para regresar a sus hogares. Lauren, su ex novia, le había pedido de favor si podía llevarla a su casa. Edward pensó en negarse, pero no quería ser descortés con la muchacha, así que accedió. Manejó lo más rápido que pudo. El silencio que se había levantado en el carro era realmente incomodo. Agradeció mentalmente cuando sus ojos al fin visualizaron el punto de su destino.


“Bueno… nos vemos en la escuela” – dijo, a modo de despedida, esperando que el comentario bastara para que la chica se apresurase a bajar. Más no fue así.


Lauren se giró sobre su lugar y levantó la mirada hacia él


“Mis padres no están, por si gustas entrar” – ofreció.


Edward suspiró profundamente y desvió su rostro lejos de aquella atención femenina.


“Lauren, nada ha cambiado…” – recordó, de la manera más amable que pudo


“Lo sé. Pero creía que…”


“Se acabó” – interrumpió, de manera firme, mirándole a los ojos y diciéndole con éstos que ya no insistiera más.


Lauren intentó no mostrar lo mucho que aquellas simples palabras le dolían, pero no lo logró. Apretó fuertemente los labios y respiró profundamente, una y otra vez, para contener el llanto que se avecinaba. Se preguntó cómo lograba Edward para llegar a ser tan frío e indiferente en ese tipo de situaciones.


“Si. Se acabó. Para siempre” – logró decir y, sin dar oportunidad a que su compañero dijese algo más, abrió la puerta y salió del carro de manera apresurada.


Edward contempló como la dolida muchacha hacía su teatro y aventaba fuertemente la puerta de su carro a la hora de cerrarla. Levantó una ceja de manera indiferente y se sintió un poco molesto, no por lo que él le había hecho a la chica, si no por lo que la chica le había hecho a su auto.


“Diablos” – musitó, antes de arrancar su coche e irse a casa.


Días después.


En la mañana, Edward escuchaba, muy a lo lejos, la voz de su madre llamarle. Luchó por ignorarla, al mismo tiempo en que se encogía lo más que podía entre su cama. Sin embargo, Esme insistió, una y otra vez, hasta que éste medio abrió los ojos. ¿Acaso es que no podía descansar ni si quiera dos días a la semana? Su trabajo extra escolar le tenía agotado (bueno, en realidad, no era el trabajo extra escolar, si no más bien, la fiesta de anoche, de la cual había salido muy ebrio) ¿Acaso no podía Esme ser un poco más considerada?


“Mamá, hoy es sábado. No hay clases” – dijo, con voz perezosa y volvió a cerrar sus ojos.


Esme bufó, de manera divertida. Su hijo solía olvidarse fácilmente de las cosas que no le convenían. Se acercó un poco más hacia él y, con voz alegre, recordó la actividad que le esperaba en pocas horas.


“Tutorías” – pronunció, de manera pausada y clara para que su hijo captara el mensaje.


Edward volvió a abrir los ojos y le regaló a su madre una mirada envenenada… ¿Tenía que molestarse en haberle recordado aquello?...


Ante la imposibilidad de negarse, nuestro protagonista se encontró, repentinamente, enfurruñado en el asiento del autobús que le llevaría hasta la escuela en donde, se suponía, ayudaría a los alumnos con bajas notas escolares.


Genial. No lograba imaginarse una idea que le entusiasmara más


Y, tal y como se lo había imaginado, el ser tutor no era su habilidad.


“¿Qué triangulo es el equilátero?” – preguntó, por enésima vez, al niño que tenía al lado. Aún no lograba explicarse de dónde había sacado tanta paciencia durante las dos horas anteriores. El niño no contestó, se mostraba igual o más indiferente que el mismo Edward en toda una vida – “¿Qué opinas?” – insistió éste, logrando que su alumno aventara el lápiz y se parara enérgicamente de la silla.


“¡Lo que opino es que esto es una mierda!” – exclamó, antes de irse, lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de todos cuantos le rodeaban.


“Ya somos dos” – murmuró Edward, dejándose desparramar por la silla e ignorando todo lo pasado.


La situación no mejoró durante el día. ¿Cómo iba a mejorar si ni él ni su alumno mostraban empeño? En fin, eso no debería de importarle…


Se sintió aliviado cuando el camión manejaba de regreso hacia Forks. No hallaba el momento en el cual bajarse de ahí y huir de toda esa gente que, junto con él, viajaba.


Una delicada figura se iba acercando. Oh si, cabe mencionar que Isabella Swan también se encontraban como tutora y, por lo tanto, la había visto durante todo ese tiempo. Giró su rostro hacia la ventanilla y subió el volumen de su música cuando comprendió que la chica se aproximaba hacia él. ¿Y ahora que quería? Que él recordase, ella no le había hablado nunca por merito propio…


Sabía lo que tenía que hacer: Ignorarla.


Nada de lo que ella estuviera dispuesta a decirle en aquellos momentos debía de tener alguna importancia, ni la más mínima.


Agudizó lo más que pudo su gesto arrogante – intentado ocultar la sorpresa – cuando Bella se sentó a su lado sin previo aviso, ignorando perfectamente su desden.


“Hola” – saludó y, a pesar del volumen con que la estridente música resonaba de los audífonos, aquella tranquila voz llegó a sus oídos – “¿Quieres un número para la rifa? Estoy juntando dinero para comprar nuevo material…”


“No” – contestó Edward, de manera fría y, acto seguido, giró su rostro hacia el lado opuesto.


No podía haber mejor gesto de rechazo que ese, ¿Qué esperaba entonces para irse? Sin embargo, a Bella no parecía importarle lo más mínimo ya que, siguió sentada a su lado, sin mostrarse perturbada. A pesar de que aquel joven mostrara lo contrario, sabía que la estaba escuchando.


“He visto lo que te ha pasado con Luis” – comenzó a decir, tratando de reanudar una inexistente charla. ¿El motivo? Era simple: veía a Edward tan perdido en todo ese asunto que quería ayudarle, pese a las diferencias que entre él y ella siempre habían habido – “Sé que puede resultar difícil, pero, tal vez si pudieras darle otro enfoque, algo más… divertido”


Otra vez, no obtuvo respuesta alguna… aquel déspota muchacho ni si quiera le había dirigido la mirada ni un solo segundo.


“¿Has pensado en ir a Eric al hospital?” – preguntó, ya no tanto por ensamblar una conversación, si no por dar un consejo – “Creo que eso es un No” – aventuró, tras el constante silencio de su interlocutor.


Se sintió decepcionada. Edward nunca había sido amable con ella, pero, aquella actitud tan indiferente para con alguien quien se encontraba enfermo por causa suya, se le hacía algo demasiado bajo. Aún así, decidió probar una vez más


“¿Sabes que lo han trasladado…?”


“¿Este es tu modo de iniciar una conversación?” – interrumpió Edward, con aquella manera tan tajante que solo él poseía, quitándose los audífonos y mirándole de manera venenosa – “Si es así, creo que debes practicar mucho más y, para que lo sepas, a Eric nadie le obligó a saltar”


“Se llama presión psicológica” –


“¿Ah si? ¿Y cómo lo sabes?” – retó y, bajó su vista hacia el pequeño libro que reposaba en las piernas de la muchacha – “¿Te lo ha dicho tu maravillosa Biblia?”


Bella también centró su atención en el objeto y, con un movimiento inconciente, lo acarició ligeramente con dos de sus dedos. No entendió el por qué le habían dolido tanto aquellas palabras… cerró los ojos en un intento de apaciguar el coraje que amenazaba con nacer


“Por favor, no finjas conocerme” – pidió, logrando que Edward le sonriera de manera burlona y le volviese a dirigir la mirada


“Te conozco, y muy bien” – aseguró – “Hemos ido en la misma clase desde que empezamos el preescolar. Te llamas Isabellella Swan y siempre almuerzas en la mesa siete, que no es precisamente la de los rechazados si no, más bien, la del exilio voluntario” – frunció el ceño ligeramente y negó con la cabeza, de manera apenas y perceptible, mientras se preguntaba fugazmente el por qué Bella había escogido aquel tipo de vida, teniendo todo por ser alguien diferente – “Siempre llevas puesto el mismo suéter. Caminas siempre mirándote los pies y te divierte ser tutora los sábados por la mañana y estar en el club de estrellas y planetas” – finalizó, demasiado orgulloso y seguro de si mismo – “¿Qué te parece?”


“Muy bien. Nada que no hubiera escuchado antes” – contestó Bella, encogiéndose de hombros y disimulando a la perfección lo fuerte que le habían golpeado todas aquellas palabras.


“¿No te importa lo que piensen de ti?” – inquirió Edward, sin poder ocultar su verdadera curiosidad. Siempre había querido saber la respuesta ante aquella pregunta


“No” – aseguró su compañera, con una pequeña sonrisa y, antes de que pudiera seguir escuchando más insultos, decidió ponerse de pie y dejar a aquel muchacho solo.