Dark Chat

jueves, 16 de septiembre de 2010

Pecados Carnales

hello  mis angeles hermosos!! les traigo un chisme jijiji, mañana es el aniversario del sitio y habra sorpresas, en fin aqui les dejo el vicio del dia de hoy
mil besitos
Angel of the dark
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Capítulo 3 Recuerdos


Las palabras del padre Alfonso habían sido dilapidadoras, aún estaba estupefacta mirando al vacío, sin poder procesar la noticia que tenía ribetes de castigo, estaba sentada en la mitad de mi cama mirando el cuadro que él me había regalado.

- No me importa

Habían sido sus palabras, estaba jugando nerviosa con las llaves del auto y el se paseaba de un lado a otro, de repente cuando sentíamos un auto nos girábamos a mirar asustados. Pero cuando notábamos que estos solo estaban pasando por la carretera sin detenerse volvíamos a mirarnos.

- Ella tiene razón mi alma ira al infierno

Insistí convencida que no podíamos continuar con nuestra relación, que debíamos dejarnos de vernos, y yo debía acallar este maldito sentimiento que había despertado Edward. Debía volver a hacer que mi corazón muriera, que ya no latiera por nadie más, que mi cuerpo no reclamará caricias, ni amor. Tenía que apagar todo ese sentimiento tan dulce, tan exquisito, tan perversamente prohibido.

- - ¿Tú me amas?

Me susurró poniendo sus tibias y delgadas manos en mi cuello, trague saliva y mi cuerpo comenzó a temblar cuando su otra mano me sujeto por la cintura atrayendo mi cuerpo más al suyo. Sus ojos verdes estaban clavados en los míos y estaba esperando mi respuesta. Sentí aflorar las lágrimas y mi vista se nubló, traté de quitar la vista de sus hermosos ojos verdes pero me era imposible, como iba a decirle una mentira cuando todo mi ser lo reclamaba. Apreté mis ojos y fruncí el ceño. Tomé con mis manos sus dos manos y lo separé de mi cuerpo.

- Esto no puede ser… debemos terminarlo aquí, antes que sea demasiado tarde

Agregue dándole la espalda. Pero había millones de preguntas sin resolver, ¿Tendría la fuerza suficiente para no volver a verlo? ¿De verdad podría dejarlo ir? ¿Podría escapar de este sentimiento y acallarlo para siempre?, ¿podría de verdad ahogar todos esos gestos, todas esas caricias para convertirme en lo que mis padres habían deseado desde siempre?. Sentí como me abrazo por detrás y beso mis cabellos.

- - Ya es tarde Bella

Comenzó a decir mientras me giraba para darme la cara, cuando estuvimos frente a frente, el sujeto entre sus manos mi rostro y tenía la vista tan vidriosa como yo podría haberla tenido. Mi corazón se disparó, latía estrepitosamente, un nuevo en mi garganta no me dejaba hablar para rebatirle. Estábamos mirándonos y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

- Yo te amo, al demonio la iglesia, mi familia, tu madre, el mundo entero. No me importa lo que digan, porque… escúchame bien… yo te amo, como nunca pensé amar a nadie.

Sus palabras sonaban tan bellas dichas así, pero la realidad era otra, una muy fría y distante, jamás iban a perdonarnos, el castigo social sería demasiado. Y francamente no soportaría que a mi familia la señalaran con el dedo. Me levante con las lagrimas rodando por mis mejillas, abrí el armario desesperada buscando una maleta, tenía que irme, tenía que huir lejos de mi madre, lejos de Edward, lejos de todos. No podría enfrentarla, como iba a decirle que finalmente se habían enterado y que gracias a mi desliz con Edward no podría consagrar mi vida a Dios, porque estaba sucia ante sus ojos, porque había pecado carnalmente rompiendo el voto de castidad que había realizado y que era necesario para ser digna de recibir a Dios y consagrarle mi vida.

Estaba casi por terminar de guardar la ropa cuando el grito de mi madre me aterro. Me recorrió un escalofrío y sentí las pisadas en la escalera.

- Mamá por favor contrólate

Le pedía mi hermana Ángela. Pero yo conocía muy bien a mi madre y eso no la detendría. Tragué saliva mirando la puerta de mi cuarto, estaba aterrada porque en cualquier segundo se abriría y la figura de mi madre se revelaría ante mí. Abrí mis ojos expectantes mientras sentía sus pasos fuera, en el pasillo. Tenía en mis manos una almohada y la estaba apretando aterrada de la reacción que ella tendría para conmigo, a esta altura estaba segura que el padre Alfonso le había comunicado su decesión de suspender mi consagración hasta que yo probará con hechos que estaba convencida de adoptar la vida religiosa libre y voluntariamente, como debía haber sido desde un principio.

Finalmente la puerta se abrió y mucho antes que ella pudiera decir algo me abalance contra ella cayendo a sus pies, enterré mi cara en sus piernas y el llanto afloró solo. Siempre le había tenido respecto o tal vez era miedo como me había hecho darme cuenta Edward, pero finalmente también la quería, y demasiado, ella junto con mi hermana eran las personas más importantes en mi vida. A pesar que ella era posesiva y una suerte de manipuladora, era mi madre y yo la amaba.

- Lo siento, de verdad… Mamá por favor perdóname…

Le supliqué. Ella sujeto mis brazos separándome de su cuerpo y levantándome del suelo, como éramos del mismo porte quedamos parejas cuando estuve de pie frente a ella. Sus ojos azules estaban más que molestos, su expresión era dura, demasiado dura. Me contemplo por unos minutos y luego sujeto mis brazos con fuerza, enterró sus manos en ellos casi como queriendo contener el golpe que estaba segura quería darme.

- ¡Estás contenta ahora, lograste lo que querías ¿no?

Recriminó mirándome de forma penetrante, sujeto mis brazos con más fuerza que antes y por medio segundo pensé que finalmente me golpearía de la furia que traía.

- ¡No señalaran a una de mis hijas con el dedo, eso no lo permitiré!

Agregó con un tono amenazante.

- ¡Te convertirás en monja cueste lo que cueste porque así lo quería tu padre, y porque así debía ser desde el comienzo!

Gritó colérica soltando mis brazos, trastabille por la fuerza con la que me dio el empujón pero no caí al suelo. Mi hermana Ángela, me recibió en sus brazos. Mi madre se giró y se dio media vuelta, salió dando un portazo que me hizo dar un brinco del susto.

Me largue a llorar amargamente, y no entendía por qué era tan cobarde, ya era mayor de edad, por qué no tenía la fuerza de largarme de esa casa, hacer mi vida, como me lo había dicho tantas veces Edward. A que le temía tanto pensé abrazada a mi hermana menor.

Estuvimos así largo rato, todo el tiempo yo lloraba descontroladamente al recodarlo, al recordar sus besos, al recordar sus palabras y así estuvimos, ella siempre en silencio escuchando mis sollozos hasta que se hizo bien entrada la noche, estaba aún ahí en la misma posición que me había dejado mi madre cuando sentí que mi celular sonó. Alce mi vista, y dudé en ir por el aparato, pero Ángela lo hizo por mi.

Miró el identificador de llamadas y me lo pasó. Era él, su nombre titilaba en la pantalla digital y yo estuve "tentada" de contestarle pero las palabras de mi madre retumbaron en mi mente, apreté el botón rojo para cortar la llamada y apague el celular.

- Es lo mejor, para ti y para él… mi madre no va a detenerse hasta verte con el habito puesto, así que, es mejor por el bien de ambos, que las cosas queden hasta acá… recuérdalo como un bonito recuerdo, que es en lo que deberá convertirse para ti.

Exclamó mi pequeña y dulce hermana. Nos abrazamos y juntamos nuestras cabezas, frente con frente como habíamos hecho varias veces cuando hacíamos pactos.

- Prométeme que nunca, pero nunca dejarás de quererme

Le pedí y ella se sonrió

- Eres mi hermana, claro que te voy a querer siempre, no me importa si te acuestas con él o con Dios, para mi eres mi hermana y punto.

Me respondió abrazándome, me ayudo a recostarme en la cama y me trajo un vaso de leche, insistió en que me lo tomará y lo hice para complacerla, apague la luz y me quede así contemplando la luz de la luna y recordándolo, tal y como Ángela me había sugerido hacer, dejar a Edward en los recuerdos.

- Así que eres el hermano de Alice

Comenté divertida recordando la expresión que había puesto hace un rato atrás cuando su hermana lo había presentado. Me sonreí nerviosa ante la mirada fija que estaba dándome.

- Así es y tu eres amiga de ella ¿Cómo es que no te conocía de antes?

- No nos veíamos hace tiempo, he estado un poco ocupada este último tiempo, lejos de acá.

Respondí, nerviosa el tema de quererme hacer monja no era algo que me gustará contar de buenas a primeras, comiendo unas cuantas papas fritas del plato que estaba a unos pasos de distancia, y ese era un efecto de ponerme nerviosa, me bajaba la ansiedad por comer, lo curioso es que jamás me había puesto nerviosa por estar conversando, bueno nunca antes había estado conversando con un chico bastante atractivo por cierto.

- ¿Qué?

Le pregunté confundida cuando le noté la expresión en la cara de asombro mientras me veía comer papas fritas, galletas, y chocolates.

- Nada… ¿te gustan los chocolates?

- Me preguntó y yo lo miré confundida.

- ¡Broma! ¡Obvio a que mujer no le gustan los chocolates, son como mi placer prohibido!

Contesté sin medir las palabras toda entusiasmada y apenas me percaté de la última palabra utilizada me arrepentí en el acto. Cómo no haber elegido otras pensé recordando al padre Alfonso y sus dichos – tendré que rezar unos doscientos padres nuestros – recapacité tratando de mantener a raya la imaginación que tan repentinamente se estaba haciendo demasiado jocosa con el hermano menor de mi mejor amiga. Nos quedamos en silencio y luego de un rato, tocaron una música lenta.

- ¿Bailarías conmigo?

Me preguntó y yo no supe que decirle, una pequeña pelea interna se comenzó a liberar entre lo debido y lo prohibido. Lo miré dudosa, y no sé porque unas pequeñas mariposas comenzaron a inundar mi estomago, una sensación rara estaba teniendo y cuando finalmente me decidí dándole la mano, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Me llevo a la improvisada pista en la mitad del departamento y me extendió el brazo igual que como lo hizo en la película y como agradecía que Ángela hubiera insistido tanto en ir a verla. Ahora estaba teniendo mi versión personal. Toda tiesa le dí la mano y el me acerco a su cuerpo, puso su mano en mi espalda y yo no supe que hacer. ¿Cómo tan tonta Bella, pone las manos en sus hombros? Me grito una vocecilla interna.

- ¿Qué?

Me pregunto derepente separándome de su cuerpo y yo me sonroje hasta las pupilas.

- Soy un desastre para bailar

Le confesé avergonzada perdiéndome en aquellos ojos verdes intensos. Curvo sus labios y suspiro.

- Siempre podría obligarte

- ¿Es una amenaza?

Susurré despacio perdiéndome en su perfume, su rostro estaba a escasos centímetros de distancia. El curvo sus hermosos labios en una sonrisa extremadamente sensual.

- No… es un hecho, siempre tomo lo que quiero

Me respondió acercándome a su cuerpo y levantándome ligeramente y de forma suave mis pies se despegaron del suelo para posarse sobre sus zapatos. Sentí un calor inundar mis mejillas y sabía perfectamente que estaban teñidas de un rojo furioso. Mi corazón comenzó a latir a mil y de pronto la idea de convertirme en monja ya no estaba pareciéndome tan atractiva al menos después de conocerlo a él.