Dark Chat

domingo, 28 de febrero de 2010

Corona Escarlata

Capitulo 9 . Vestido azul

Cuando llegamos a la mansión me sentía mucho mejor, la puerta se abrió incluso antes de que Adam se detuviera en la entrada. Edward con la expresión seria extendió los brazos hacia mí, por un momento pensé que Adam no cedería, pero al final me entregó a él.


Ignoró a todos a su alrededor y con cuidado me llevó a la habitación principal. Me dejó en la cama.


-¿Cómo te sientes? –me preguntó acariciando mi cabello.


-Casi completamente bien –respondí.


Se inclinó y besó mi frente.


-¿Qué fue lo que pasó?


Abrí la boca para explicarle, pero la entrada de Adam y Ruslan me interrumpió. El vampiro ruso caminaba un poco más despacio, y su expresión no podía esconder el cansancio. Me sentí mal por eso.


-Una humana –intervino Ruslan con un destello de ira en sus ojos-, la hirió con un cuchillo de plata.


Escuché gruñir a Adam y a Edward.


-¿Dónde está ella? –cuestionó el rey vampiro, no parecía estar de muy buen humor.


-La maté –contestó el vampiro ruso, no había rastro de arrepentimiento en sus palabras.


-¡Bella! –Alice corrió hasta mí.


Le sonreí.


-No te preocupes –le dije.


-¿Cómo no me voy a preocupar? –dijo-. ¡Te hirieron, con plata! ¡Pudiste morir!


-Pero no fue así –quería tranquilizarla.


-Debiste haber perdido mucha sangre –siguió ella-. ¿Cómo pudiste recuperarte?


Mi mirada se elevó hasta llegar al vampiro ruso.


-Ruslan me dio de su sangre.


Edward lo observó por un rato, su expresión era severa, después se suavizó.


-La salvaste –dijo-, te lo agradezco.


Ruslan sonrió hacia mí.


-Lo que sea por mi hermosa.


Adam y Edward fruncieron el ceño tras escuchar la forma en que el vampiro ruso se refería a mí.


La mirada de Alice también vagó hasta él, pero su mirada era más de análisis que otra cosa.


-Dejaste que bebiera una gran cantidad de tu sangre –comentó Alice frunciendo el ceño, parecía incrédula-, estás muy débil, pudiste morir.


Una ola de culpabilidad de recorrió.


-¡Lo siento! –exclamé angustiada-. ¿Te sientes bien?


El vampiro ruso le dirigió una mirada molesta a Alice, cómo si la culpara de mi angustia.


Cansado, lo vi arrodillarse junto a la cama y tomar mi mano.


-Cuando llegue la noche recuperaré mis fuerzas –me aseguró, regalándome una sonrisa.


-¿Sabías que podía matarte? –exigí.


Se encogió de hombros ligeramente. Sus ojos se encontraron con los míos.


Asintió.


-¿Entonces por qué lo hiciste?


Su mirada se quedó en la mía, vi sorpresa en su rostro, cómo si el mismo no pudiera explicarse por qué había arriesgado su vida por mí.


-No iba a dejar que te desvanecieras en mis brazos –sus palabras se tiñeron de dolor.


-Gracias –dije sinceramente-. ¿Seguro que te sientes bien?


-Bien –contestó apretando mi mano.


Edward lo retiró de mi lado, no muy delicadamente.


-¿Tú le has estado enviando flores a mi consorte? –le pregunto, dándole más fuerza a la palabra "mi".


-Se lo dijo Emmett –me dirigí a Alice.


Ella asintió.


-Sí –contestó Ruslan viendo a Edward.


El rey de los vampiros frunció el ceño.


-¿Por qué?


Creí ver un destello de duda cruzar por los ojos de vampiro, pero fue tan rápido que probablemente lo había imaginado.


-Quiero demostrar que se puede confiar en los de mi clan.


Edward lo observó por un largo momento.


-Me siento en deuda contigo, por haber salvado lo que más me importa en el mundo –dijo Edward inclinándose a mí, acarició con gentileza mi rostro-. Puedo mandar traerte la sangre que necesites.


Ruslan negó con la cabeza.


-No es necesario –replicó-, sólo necesito descansar… un rato.


-Cualquiera de las habitaciones vacías está a tu disposición –ofreció Alice.


El vampiro ruso me sonrió.


-No, yo quiero quedarme aquí, cerca de ella –dijo haciendo resonar su acento en la habitación.


-Yo puedo cuidar bien de Bella, solo –replicó Edward.


Adam no parecía estar muy de acuerdo con eso.


Vi a Alice poner los ojos en blanco.


-Sólo dejen de preocuparse tanto –dije levantándome, pero mi equilibrio se desestabilizó, contradiciendo mis palabras.


Los tres se adelantaron hacia mí, pero sólo un par de manos me sostuvieron y después de un parpadeo me di cuenta que no eran de ninguno de ellos.


Anthony me estabilizó y me regresó a la cama.


Ni siquiera lo había visto entrar.


De sus labios escapó un gran suspiro.


-¿Qué pasó? –me preguntó.


Le di una versión rápida de todo lo que había pasado, cuando terminé Anthony observó con incredulidad al vampiro ruso.


Una oleada de energía, me anunció que la noche estaba a punto de hacerse notar en el cielo. Pude sentir la mejoría con forme la luna iba saliendo, el cansancio se desvaneció.


Me senté en la cama.


Cuatro pares de ojos me observaron con ansiedad.


-Me siento muy bien, creo que iré a…


-No vas a ningún lado –cuatro voces graves me reprendieron.


Resoplé. En eso parecían estar todos de acuerdo.


-Todos fuera –intervino Alice-, yo cuidaré mejor de ella que ustedes cuatro juntos.


Parecieron querer replicar, pero ella los interrumpió.


-Fuera –repitió con firmeza.


Cuando todos salieron de la habitación, noté cómo el ambiente se sumergía en relajación, no me había dado cuenta de la tensión que había hasta que hubo desaparecido.


Un suspiro escapó de mis labios.


-¡Te traeré el vestido que te compre! –exclamó Alice entusiasmada un poco después.


-Pero…


-Desde que vi ese vestido supe que era perfecto para ti –siguió ella ignorando mi réplica. Ella se acercó a mí y me empujó para que me levantara de la cama-, quítate eso y báñate, tu sangre se quedó la ropa y aun puedo olerla en ti.


Observé con horror mi blusa y pantalón teñidos de rojo.


-Sí, el olor de nuestra sangre es mucho más delicioso para los vampiros que nos aman –dijo Alice-, por eso tenías a tantos vampiros tensos a tu alrededor.


-Sólo dos –la corregí, un poco nerviosa.


Ella negó con la cabeza.


-Tres y el licántropo, aunque lo de él no se debía a tu sangre –replicó-, no necesito las habilidades de Jasper para saberlo.


-Ya les he dicho, a ti y a los demás que Ruslan sólo quiere…


-Espero que algún día te des cuenta de las cosas por ti misma –suspiró ella guiándome hasta el baño.


Cuando por fin el vestido estuvo en mí, y pude verme en el espejo no me la creí. Sabía que ahora era una vampiresa y que por ello debía lucir bien, pero el vestido parecía resaltar todo, desde mi rostro hasta mi cuerpo.


-Definitivamente el azul es tu color –comentó Alice-. ¿Te sientes mejor para bajar?


-Ya me siento completamente bien –respondí-, pero no creo…


-¡Nada de eso! –me interrumpió-. ¡Tú vas a bajar!


Una sacudida interna me recorrió, una que reconocía bastante bien.


-¿Qué sucede Bella? –preguntó Alice.


-Jacob está aquí.


Al llegar al final de las escaleras, noté todas las miradas fijas en mí.


El rey de los licántropos no dudó en llegar hasta donde me encontraba.


-Sentí que te habían lastimado –dijo escrutándome con los ojos, ansioso por encontrar lo que andaba mal.


-Me siento bien –lo tranquilicé.


Lo vi relajarse, pero su mirada continúo observándome, sólo que ahora lo hacía apreciativamente.


-Muy hermosa –murmuró.


Edward puso una mano sobre el hombro del rey licántropo, y lo hizo aún lado.


Los Cullen parecían tensos, a excepción de Emmett que se veía bastante divertido.


-¿El rey de los licántropos? –Ruslan me observaba de mí a Jacob.


-Así es –intervino Emmett-, al parecer a él no le importa que ella tenga colmillos. Debes esforzarte más si piensas que puedes ganarle a los dos reyes.


-¡Emmett! –Rosalie lo reprendió.


El se encogió de hombros, nada arrepentido.


-No pude evitarlo –dijo, se dirigió al vampiro ruso-, de acuerdo, no te hagas ilusiones ella es de mi hermano.


Ruslan lo ignoró, su mirada volvió a mí, al igual que la de todos los demás.


Edward me rodeó con sus brazos posesivamente.


-He intentado ser tolerante –dijo con voz contenida-, pero si ninguno de ustedes controla sus pensamientos voy a tener que sacarlos de aquí.


-Creo que no fue muy buena idea lo del vestido –comentó Alice.


Estaba de acuerdo con ella.