Dark Chat

martes, 27 de octubre de 2009

mas fotos de rob












NO me canso de verlo es tan sexy!!!!!

NUEVOS STILL DE BELLA AND EDWARD EN HQ






se ven tan hermosos !!!!! ya quiero ver la peli
gracias a robward and krisella

GHOTIKA

Para toda clase de males hay dos remedios:

el tiempo y el silencio."
Alejandro Dumas

CAPITULO 9: LA VISITA

“¡No!” – exclamó Edward mientras iba y venía de un lado a otro por todo el castillo


“¿Por qué no, Edward?” – retó Jasper – “Después de todo, tu mismo lo dijiste: ellas ya están condenadas, nada se podrá hacer para cambiar sus destinos”

“Todavía no es tiempo, aún falta alrededor de dos meses…”

“Sabes perfectamente que eso es solamente un pretexto” – interrumpió el otro muchacho – “los poderes de ambas ya están demasiado desarrollados, aún siendo humanas…”

“No perdemos nada con esperar un poco más” – tajó Edward, mirando fijamente a su hermano, el cual, durante toda la platica, no había perdido la calma ni un solo segundo – “¿Por qué tanta urgencia?” – preguntó

Jasper desvió sus pupilas lejos de la mirada de Edward. ¿Por qué tanta urgencia? La respuesta era simple: el dibujo que había visto tenía pocos días en el cuaderno de Alice, en el cual se mostraba claramente la casa en la que actualmente se encontraban, le aterraba… Tenía miedo de que una tragedia sucediera justamente en el lugar que sus pies pisaban en ese instante, de perder aquel juego en el cual Edward y él estaban probando qué tan capaces eran de controlar su sed. Simplemente, quería asegurarse de que ningún peligro (principalmente él y su sed) amenazara con la vida de aquella pequeña humana que tanta fascinación le causaba.

“¿Por qué tanta obstinación?” – respondió, volviendo a levantar la mirada. Esperó por la respuesta de su hermano, pudiendo sentir que en el silencio de éste, se levantaba una enorme oleada de aflicción – “No quieres que la conviertan ” – dedujo, al fin – “No quieres que esa muchachita tenga el mismo destino que tu y que yo”

El otro vampiro no afirmó ni negó lo antes dicho. Confiaba en que su silencio bastaría para dar una respuesta a su hermano.

“Sabes perfectamente que no tienen opción” – continuó Jasper – “en cuanto lleguemos a Volterra, Aro leerá nuestras mentes y sabrá lo que nosotros presenciamos con ellas dos… y las querrá para él, y mandará a otros por ellas”

Edward crispó sus manos y tensó su quijada. Si. Lo sabía. Sabía que todo lo que Jasper había dicho era cierto… y cuánto odio sintió hacia su propia persona ante la impotencia que tal hecho le causaba

“Alice ha visto esta casa” – informó el rubio vampiro – “me preguntaste minutos antes cuál era el motivo de mi urgencia” – recordó – “el motivo se trata de que me aterra el hecho de pensar que este lugar podría convertirse en un teatro de desventura para todos”

“Desventura” – repitió su compañero, mirando fijamente al velo de la noche que danzaba frente a la ventana

“Sabes que no puedes mentirme, al igual que yo no puedo mentirte a ti” – añadió Jasper – “Yo puedo sentir claramente tus emociones y tú, no es necesario el que me leas la mente, para darte cuenta que siento por Alice la misma fascinación que tu sientes por Bella”

“Al igual del miedo que ambos sentimos al pensar que podríamos dañarles” – agregó Edward muy a su pesar. Al menos, se sintió consolado al saber que su hermano estaba en la misma contradictoria situación que él – “Tus palabras son ciertas” – admitió – “sin embargo, yo no estoy listo para llevarlas a Volterra mañana”

“Tampoco estarás listo el día después de mañana y mucho menos lo estarás después de ese día y tampoco el día siguiente” – señaló Jasper

“¿Me mentirás diciéndome que tu si estas preparado?” – incitó Edward – “¿Soportarás el ver como alguno de nuestros maestros penetra con sus colmillos su suave y calida piel y, segundos después, ésta se empieza a contraer por el dolor, al mismo tiempo que, con cada segundo dado, se endurece y se enfría? ¿Soportarás estar presente justamente en el momento en el que aquella sangre que te canta, al rimo del ritmo extinguido de su corazón, se congela en sus venas?” – el silenció de su compañero le dio la razón – “¿Lo ves? Tu tampoco estas preparado” – concluyó con una sonrisa melancólica.

************************

Bella caminó en los pasillos de la escuela mirando de un lado hacia otro, esperando encontrar entre toda esa masa de gente, a aquella figura alta y delgada de color negro. Suspiró al darse cuenta que él aún no había llegado.

¿Qué me pasa?, se preguntó mientras fruncía el ceño, ¿Por qué esta aflicción de verlo?, insistió.

“Bella” – escuchó que llamaba la voz de Alice. Giró su cuerpo para encontrarse con su amiga, la cual llevaba entre brazos su inseparable cuaderno de dibujos – “Hola” – saludó en cuanto estuvo frente a ella – “¿Era mi imaginación o vienes muy distraída el día de hoy?” – quiso saber.

Bella sonrió, un poco apenada al pensar que su actitud había resultado muy obvia.

“Un poco” – admitió mientras bajaba la mirada hacia el suelo – “¿Cómo te fue el fin de semana?” – preguntó para cambiar el tema de conversación

“Supongo que bien” – le respondió la pequeña, mientras se encogía levemente de hombros – “ya te he contado cómo es mi madre, así que… ya te imaginaras”

La muchacha dedujo que tampoco ese tema no era el mejor, así que se limitó a sonreír de forma excusante mientras reanudaba su marcha hacia el salón.

“Tengo algo para ti” – informó Alice cuando ya estuvieron sentadas, hasta el fondo del salón. Bella esperó en silencio, viendo con curiosidad como su amiga pasaba las paginas de su libreta una a una, hasta llegar a la que le interesaba – “Mira” – indicó mientras ponía frente a ella la imagen de una chica en el cementerio, acompañada de un vampiro.


¿Y esto?” – inquirió la muchacha, sin poder ocultar su asombro

“Lo dibujé el sábado, mientras mi mamá hacía sus compras…”

Bella seguía perdida en aquel dibujo.

“Soy yo” – murmuró, mientras paseaba lentamente las yemas de sus dedos por el papel – “¿Quién es él?” – preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

El muchacho era idéntico a Edward, solamente que, en la imagen, Alice le había agregado un par de colmillos que se asomaban casi imperceptiblemente en los extremos de sus labios.…

“¿Pasa algo?” – preguntó Alice, ante el pasmo de su amiga

“Es que yo… estuve el sábado con Edward, en el cementerio” – confesó Bella, provocando que los ojos de su amiga se dilataran ante tal noticia – “fue algo que no me lo esperaba” – se apresuró a añadir – “supongo que es bueno el saber que, aparte de ti, alguien más comparte mis aficiones”

“Yo también supongo que es bueno” – acordó Alice con una sonrisa picara en sus negros labios – “Demasiado bueno, diría yo”

Bella bajó la mirada, realmente apenada al sentir el doble sentido de las palabras de su amiga. Agradeció el hecho de que el profesor llegará justamente en ese momento, aunque no pudo evitar sentirse decepcionada al percatarse que Edward no había hecho acto de presencia.

Alice también no pudo parar de buscar a Jasper durante todo el día. Sintiéndose muy molesta consigo misma por su actitud. ¿Por qué tanta aflicción? Se preguntó y, cuando salieron del desgastado edificio, su humor empeoró.

“Genial” – refunfuñó, al mismo tiempo que Bella emitía un suspiro de exasperación.

Y es que, a ambas, les desagradaba el Sol en una medida casi enfermiza. No exageraban al decir que lo detestaban… Aborrecían cada rayo de luz calorífica que éste astro les otorgaba. A diferencia de la mayoría de las personas, ellas amaban a Forks precisamente por sus constantes días nublados. Tras resignarse ante la insulsa idea de que nada podían hacer con el “poder de la naturaleza”, se dispusieron a salir de las sombras, para dirigirse hacia su casa.

******************************************

Edward y Jasper esperaron la hora del crepúsculo con ansias. Nunca antes un día soleado se les había hecho tan interminable, si solamente sus pieles no adquieran aquel brillo tan cegador bajo la luz del sol, otra cosa sería… desgraciadamente, el día había pasado y nada podían hacer con tal suceso. Ambos no querían admitir que la causa de aquella ansia, tan insoportable, se debía al distanciamiento que con aquellas chicas debían mantener hasta el día de mañana.

Los dos vampiros se dispusieron a ir de caza. A ninguno le hacía mucha gracia el tener que beber sangre de venados, más no había mucha variedad por las cercanías y, para degustar de un buen puma, tenían que esperar hasta el siguiente fin de semana. Durante la cacería, Jasper aceptó finalmente el esperar un poco más y no discutir sobre el asunto. Ciertamente, su hermano tenía razón: él no estaba aún preparado para ver como la muerte inmortal invadía cada poro de aquella frágil muchachita…

De regreso al pequeño castillo, Edward frenó su carrera de manera brusca, obligando a Jasper a hacer lo mismo.

“¿Qué pasa?” – preguntó el rubio vampiro, desconcertado por la repentina actitud recelosa de su hermano.

Edward giró su cabeza de un lado a otro de manera lenta y casi imperceptible. ¿Habría sido su imaginación o…?

“Sentí la presencia de alguien” – murmuró – “creo que esta en la casa, ¿Acaso tu no lo sientes?” – Jasper negó con la cabeza y, al segundo después, se concentró para agudizar sus sentidos.

Fue hasta entonces cuando pudo comprender a lo que Edward se refería.

“¿Quién podrá ser…?” – cuestionó Jasper, mientras reanudaba la marcha. El otro inmortal muchacho le siguió y, conformé cada paso que daban, más seguros estaban de que no se trataba de ninguna equivocación.

Es más, cuando estaban solamente a veinte metros de aquel lugar en donde residían, ambos supieron de quién se trataba. Lo supieron al escuchar la pequeña risita, intencionada, proveniente de la parte más alta de la casa, una alcoba la cual simulaba tener la forma de una torre. Ninguno de los dos muchachos se tomó la molestia de abrir la puerta y subir hacia donde su visita les esperaba (ya que ésta también sabía que ellos estaban cerca y se habían percatado de su presencia), les resultó más fácil escalar por los muros que daban directamente hacia la alcoba, a la cual llegaron en menos de dos segundos.

Entraron por la ventana de un salto, teniendo al instante, frente a ellos, a aquella criatura que había supuesto.

“Darío” – dijeron los dos al unísono, en forma de saludo.

El pequeño niño de rostro increíblemente pálido, despeinado cabello y ojos grises, vestido, al igual que ellos, completamente de negro, les sonrió y, aunque el gesto quería denotar inocencia y amabilidad, la inmortalidad le confería, a aquel chiquillo, rasgos un tanto macabros.

“Jasper, Edward, hermanos, que gusto me da el verlos” – articuló.

GHOTIKA

Una confesión equivoca,

Solo encuentra una equivoca absolución
W. Shakespeare - Romeo y Julieta


CAPITULO 8: MENTIRAS

Escuchas a Lacrimosa” – señaló Edward ya que la música que resonaba de las pequeñas bocinas llegaba claramente a sus oídos – “Crucifixio es una de sus mejores canciones” – agregó, viendo como Bella asentía, con un brillo de emoción contenida en sus pupilas



“¿Sabes?” – le preguntó la muchacha – “me sorprende que no hayas salido con algún comentario tipo: no deberías de estar en este lugar, es peligroso y te podría pasar algo”


“Para mí este lugar no significa peligro…” – el vampiro se detuvo a mitad de frase. No. Aquel sitio no había sido peligroso… hasta que él había puesto un pie sobre aquellas tierras. - “al menos si a ataques de humanos se refiere” – puntualizó – “Ellos huyen de la muerte y les aterra y evitan cualquier contacto que pueda haber con ésta”


“¿Ellos? Sería mejor decir nosotros, ¿no crees?” – rectificó Bella. Edward sonrió hacia sus adentros con humor negro, Ellos repitió en su mente. Siempre son ellos, siempre son ustedes…


“No creo que haya seres más despiadados que los de nuestra raza” – continuó hablando Bella y él asintió, completamente de acuerdo.


No había ser más despiadado que los de su raza… no había verdad más grande. Pero él no quería seguir platicando de eso, absurdamente, quería olvidarse por un momento del monstruo que era, después de todo, aunque la garganta le ardía, creía que podía controlar ese instinto de su naturaleza para no dañar a Bella.


“¿Y qué pensabas leer?” – preguntó para cambiar la conversación. Quería conocer mejor a esa humana que tanta curiosidad e incertidumbre le causaba. Bella cogió el libro que tenía a su costado y vio la portada, como si no supiera el título de memoria


“Narraciones Extraordinarias” – dijo mientras levantaba la vista de la portada y le tendía el ejemplar al muchacho


“Edgar Allan Poe. Un buen escritor” – agregó Edward


“Me gustan más sus poemas, aunque son pocos”


“Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido; inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyese de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran a la puerta de mi cuarto…” –


“Te lo sabes de memoria” – dijo Bella con fascinación. No podía creer que aquel poema se le pudiera hacer más majestuoso de lo que ya le resultaba pero, al ser recitado y envuelto en aquella voz suave y abisal, aquellas palabras hasta adquirían forma y vida – “Yo solamente recuerdo algunos pedazos, no tengo tan buena memoria”


Edward volvió a sonreír, esta vez de manera un poco más perceptible… “Por que no has vagado sola por más de cien años” pensó


Una brisa fresca sopló, agitando los cabellos de la muchacha y llevando su perfume hacia él, quien empuñó sus manos y se envaró rígidamente mientras la ponzoña se acumulaba en la boca.


“¿Te pasa algo?” – le preguntó su compañera al ver la expresión de dolor que crispaba su rostro – “¿Te sientes bien?” – Edward no se atrevía a contestar. Sentía que con el más mínimo movimiento que éste hiciera, su instinto de vampiro le dominaría, llevándolo a beber la sangre de aquella frágil humana.


No. No quiero hacerlo… le decía una y otra vez al monstruo que le incitaba a probar aquella dulce sangre que prometía ser la más deliciosa y calida en el mundo.


“Edward” - llamó Bella mientras se ponía frente a él y se percataba de que su piel lucía mucho más pálida de lo habitual, tanto, que le confería el aspecto de una hermosa estatua tallada en mármol blanco – “¿Qué pasa?” – volvió a preguntar, ahora con más preocupación, levantó la mirada para buscar los ojos del joven, y, al hacerlo, automáticamente dio un paso hacia atrás.


Cerró sus ojos y los volvió a abrir, pensando que lo que acaba de presenciar había sido una ilusión, más no fue así.


Sus ojos… pensó mientras otra vez volvía a centrar su atención en aquel par de lúgubres pupilas Estoy segura que eran… dorados…


El vampiro tragó saliva, sintiendo un ardor torturante por la garganta que se convirtió en dolor en cuanto llegó hasta el estomago al ingerir su propia ponzoña. Giró su rostro hacia otro lado, lejos de aquel aroma, y respiró un par de veces aire fresco y limpio. Sus manos se fueron desempuñando poco a poco, conforme el adquiría más autocontrol… hasta que estuvo seguro que el peligro ya había pasado


“Lo siento” – articuló en cuanto tuvo aliento para hablar. Miró a la muchacha que tenía en frente y vio su reflejó en el lago marrón de sus ojos y sintió vergüenza al ver aquel monstruo amenazante y endemoniado, de ojos completamente negros, en el – “me suelen dar este tipo de ataques” – explicó – “no fue mi intención asustarte”


“¿Ataques?” – repitió Bella, aún sin poder recobrarse de la impresión – “Se te han puesto los ojos negros” – señaló


“Sufro de una extraña enfermedad, Bella” – mintió el vampiro – “son dolores muy fuertes que me tensan el cuerpo…”


“Deberías ir a casa” – recomendó ella, viendo como el muchacho negaba lentamente con la cabeza




“Ya pasó, ya no hay peligro” – aseguró más para él, que para ella.



“Al menos, cúbrete” – indicó mientras se desabrochaba su capa de terciopelo – “¿Acaso no sientes frío?” – preguntó al darse cuenta que Edward solamente llevaba una camisa negra, a juego con su pantalón


“No” – se apresuró a decirle vampiro. Él no sentía el frío de la misma manera que los humanos y, aunque su actitud ya había sido lo suficientemente extraña, no quería que por su farsa aquel calido cuerpo se congelara. Prefería mil veces levantar alguna sospecha que permitir aquello – “No es necesario, estoy bien”


Bella ignoró el comentario, mientras desabrochaba el último botón de presión y jalaba la prenda hacia un lado para quitársela


“De verdad, no es necesario” – volvió a repetir Edward y, sin poder evitarlo, capturó las manos de la chica con las suyas. Los ojos de ambos jóvenes se dilataron y una corriente eléctrica atravesó ambos cuerpos con la misma intensidad – “lo siento” – musitó ¿Cuántos errores más tendría con aquella muchachita?


“Estas helado” – señaló Bella, poniendo al vampiro en alerta – “Toma la capa” – insistió otra vez.


Él se volvió a negar. Carcomiéndose por la infamia que le había dicho a la muchacha. ¿Qué más daba si le decía la verdad? Al fin de cuentas, dentro de poco, ella sería como él… ¿Por qué entonces, se había empeñando tanto en ocultar su verdadera identidad? No. Todavía no, se repitió varias veces, engañándose, confundiéndose… si quería salir de su mentira, debía admitir que no quería convertirla, no quería condenarla a la misma forma de vida que él tenía… pero, ese era su deber... tenía que hacerlo… las excusas acabarían pronto y…


“Creo que lo mejor es que vayamos a casa” – dijo, para desterrar los pensamientos de su mente, Bella miró el reloj de su celular, el cual marcaba ya casi la media noche


“Tienes razón” – murmuró, desistiendo de su petición. Se colgó su mochila otra vez sobre sus hombros y comenzó a caminar en dirección hacia el sendero que la llevaría de vuelta a su hogar, percatándose de que Edward le seguía – “¿Por dónde vives?” – preguntó


“Hacia el este” – contestó y al ver la consternación reflejada en la expresión de Bella, quien sabía que hacia donde estaban caminando era hacia el norte, preguntó – “¿Te importa si te acompañó hasta tu casa?” – ella negó con la cabeza, mientras bajaba la mirada hacia sus pies...


El caminó resultó ser, para Bella, mucho más corto. Sabía que el motivo se debía al joven que le acompañaba en silencio. Seguramente, otra persona se hubiera sentido nerviosa o incomoda de caminar alrededor de veinte minutos en medio de aquel completo mutismo. Si no fuera por la sombra que se levantaba a su costado, hubiera jurado que venía sola. Edward no hacia ni el más mínimo ruido, y, por mucho que agudizó su oído, no alcanzó a escuchar ni si quiera sus pisadas sobre la tierra.


“Gracias” – murmuró mientras se daba media vuelta para despedirse, riendo, en sus adentros, al percatarse que se había sentido decepcionada al visualizar su casa


“Hasta luego” – dijo el vampiro, despidiéndose con un ligero asentimiento de cabeza.


Bella se adentró en su casa, en donde caminó hacia su recamara con una extensa sonrisa en sus labios y sintiendo sus botas mucho más ligeras. Después de quitarse el maquillaje y cambiar su ropa por una más cómoda, se acostó en su cama, por la cual estuvo varias horas recordando lo que aquella noche había pasado…


“Sufro de una extraña enfermedad, Bella”


“¿Qué enfermedad podrá ser?” – se preguntó mientras recordaba la peculiar y pasmosa expresión de aquel muchacho…


Y, mientras dormía, aquel par de negras y sombrías pupilas, estuvieron presentes en sus sueños…