Dark Chat

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Lagrimas de Amor

CAPITULO 3

Mientras miraba las lágrimas que recorrían la cara de Bella, Edward, pensó que nunca dejaría de sorprenderle cómo las mujeres podían romper a llorar cuando les convenía. Había estado con muchas mujeres y no comprendía por que ver a aquella llorar le hacía sentir como si le clavasen un puñal en la tripa. Le estaba afectando verla llorar… y no le gustaba. Le hacía sentirse incomodo y la necesidad de abrazarla y de acariciarle su sedoso pelo marrón era completamente ridícula.

Se dijo a si mismo que debía echarla en aquel mismo momento, debía entregarla a la policía y no supo por que dudaba. Desde que había sabido quien era ella, se habían apoderado de el la furia y otro impulso más básico que sin duda era el responsable de que no pudiese quitarle los ojos de encima.

Miró la boca de ella y su cuerpo reacciono al ver lo delicioso que parecía su labio inferior.

A el le gustaban las rubias altas, y elegantes. Bella Swan era bajita, delicada, pálida y su pelo tenía reflejos rojizos que el podía ver eran naturales.

Nunca sobresaldría del montón, pero tenía algo, como un aire de serenidad.

Le doy dos minutos –dijo el fríamente- Aunque debo advertirle que ya tengo una idea de las causas de los problemas económicos de su padre, y no me parece que excusen que el rompiera la confianza que había puesto en el.

¿Sabe que el es adicto al juego? –dijo Bella con urgencia- No puede evitarlo. Es una victima inevitable de las facilidades que suponen las apuestas telefónicas.

Se me rompe el corazón –dijo Edward con un frío sarcasmo.

Aquello irrito a Bella, que se acercó a el.

Mi padre es un buen hombre, una persona honorable –insistió- Hace pocos años realizó unas inversiones poco prudentes, y desafortunadamente, perdió mucho dinero.

No comprendo por que debería sufrir yo por su temeridad –espetó Edward.

El estaba desesperado. Mi madre estaba gravemente enferma y el estaba preparado para hacer lo que fuera… cualquier cosa…para ayudarla. El juego parecía su única salvación –titubeó- Ganó un par de veces y creyó que su suerte continuaría. Pero en vez de eso comenzó a acumular muchas deudas, deudas que no tenía manera de pagar. Tras la muerte de mi madre, creó que el se sintió muy agobiado. La única cosa que tenía valor era nuestra casa. Sus acreedores amenazaban con quitarle Littlecote. Pero estaba desesperado por conservarla… para mí. –explicó, conteniendo las lagrimas- Charlie hizo lo que hizo, tomó el dinero, por que quería la casa que sabía que yo amaba.

Bella se detuvo y se restregó los ojos; no quería llorar, no delante de aquel hombre que parecía que tenía corazón de piedra.

Es una historia muy conmovedora –comentó Edward en un tono aburrido- Y sin duda habrá algo de verdad en ella. Estoy dispuesto a creer que Charlie robó por usted. Señorita Swan, usted tiene gustos muy caros.

¿Cómo puede usted saber que es lo que me gusta? –exigió saber Bella, indignada.

Se ha llevado a cabo una minuciosa investigación de sus vidas. Se todo lo que hay que saber sobre usted… y no es una mujer que salga barata –informo fríamente- La educación privada que recibió en un exclusivo colegio para señoritas, por no mencionar el lujoso piso que ocupó mientras estuvo en la universidad…

Yo pague el alquiler del piso con un dinero que mis abuelos habían dejado para mi –dijo Bella, que estaba empezando a enfurecerse- Y trabaje muy duro para conseguir mi licenciatura.

¿En historia de la Literatura e Historia? –dijo el con desdén- Estoy seguro de que le ha resultado muy útil.

En mi profesión, mucho –dijo ella fríamente- Como parece que sabe tantas cosas de mí, estoy segura que habrá descubierto que tengo mi propio negocio de antigüedades.

Se que le gusta jugar a las tiendas en un pequeño establecimiento en Brighton. Pero The Treasure Trove no es un negoció muy prosperó. ¿Verdad?

Bella frunció el ceño.

Oh, vamos –se burlo el- Apenas gana la suficiente como para pagar sus gastos.

Es cierto que mis ganancias no han sido tan buenas como esperaba, pero lleva tiempo ganar cierta reputación en el mundo de las antigüedades.-farfullo Bella.

Antes de haber abierto su tienda, le había encantado su trabajo como catalogadora en una casa de subastas londinense, pero su vida se había detenido cuando hubo roto su compromiso con Jacob Black. Con el corazón destrozado ante el engaño de éste, había regresado a Brighton y con el apoyo de su padre había abierto The Treasure Trove. Pero durante el primer año de actividad el negocio había marchado despacio. Tras pagar las facturas, le quedaba poco dinero para sus gastos.

Yo debería compartir la culpa por todo este terrible embrollo –dijo con la voz ronca- Tengo que aceptar el hecho de que mi padre robó de su banco, no solo para pagar los gastos médicos de mi madre, sino que quería continuar ofreciéndome el estilo de vida que yo había estado acostumbrada. No sabe lo mal que eso me hace sentir.

Y supongo que estaría enfadada ante el hecho de que su estilo de vida va a tener que cambiar -dijo Edward burlonamente-. Haber perdido su principal fuente de ingresos debe ser muy inconveniente, pero me temo que mi banco, con la ayuda de la mano tan larga que tiene su padre, no está dispuesto a seguir corriendo con sus gastos.

¿Está sugiriendo que yo sabía lo que mi padre estaba haciendo?

¿Espera que crea que no lo sabía? No soy tan tonto señorita Swan. Está bastante claro que tiene mucha influencia sobre su padre –dijo Edward-. Durante toda su vida usted se ha sentado y ha permitido que él la mimara y, ahora que su mundo se está viniendo abajo, le está entrando el pánico.

El duque continuó hablando, mirándola con frialdad.

-¿Qué esperaba conseguir viniendo aquí? –exigió saber-. ¿Realmente pensaba que iba a ser capaz de convencerme de que hiciera la vista gorda ante una malversación de fondos de tal magnitud? Quizás sus lágrimas funcionen con su padre, pero no tienen ningún efecto sobre mí –añadió con severidad. Entonces miró su reloj que había en la pared-. Sus dos minutos han concluido.

-Vine a ofrecerme a pagar el dinero que mi padre tomó de su banco. Ya he fijado un precio de venta de Littlecote y de mi tienda, que junto con las acciones que me dejó mi madre pueden hacer que consiga dos millones de libras.

-¿Y qué pasa con el otro millón? –preguntó Edward fríamente.

-Hablo español. Pensé que quizás pudiera trabajar para el banco hasta que la deuda quedara pagada… Sin que me diera un sueldo, desde luego.

-¡Dios! ¿Cree que le permitiría acercarse a mi banco? Ya hemos tenido suficiente con un Swan metiendo sus manos en la caja. ¿Y cómo iría usted a vivir sin ganar un salario? Se tardaría años en devolver un millón de libras, incluso descontando los intereses. La idea es ridícula. Usted no tiene nada que ofrecer que yo encuentre del mínimo interés.

A pesar de todo, a pesar del hecho de que aquel hombre era el demonio encarnado, Bella no pudo evitar que un temblor le recorriera el cuerpo. Se preguntó qué le ocurría y cómo podía permitir que él tuviera aquel efecto sobre ella.

Él era extremadamente sexy, y ella sintió el salvaje deseo de desabrocharle la camisa y quitársela para así poder acariciarle el pecho. Pero, cercana a la histeria, pensó que no era un buen momento para que su sensualidad aflorara; tenía que concentrarse en salvar a su padre de una sentencia judicial.

-Si mandan a mi padre a la cárcel, quedará destruido –susurró-. La muerte de mi madre le dejó abatido, y no creo que pueda soportar muchos más golpes emocionales. Tengo miedo de que se suicide, y le suplico que muestre indulgencia –imploró, mordiéndose el labio inferior para aguantar las lágrimas-, Si accede a retirar los cargos contra él, haré lo que pida.

-¿Cualquier cosas? ¿Tengo que entender que está ofreciéndome los servicios del oficio más antiguo del mundo? ¿Cuántas noches de pasión cree que me compensará por un millón de libras? –dijo mirándola despacio de la cabeza a los pies.

-¡No quise decir…eso! –Espetó Bella con vehemencia-. Esperaba que pudiéramos llegar a algún tipo de acuerdo… -dejó de hablar al darse cuenta de que poco más que su cuerpo era lo que ella le pedía ofrecer a un duque multimillonario.

Pero se preguntó cómo se había atrevido él a pensar que ella había ido allí a ofrecer sexo. La sola idea era desagradable, y ni por un momento iba a admitir que le tentara. Cerró los ojos cuando él se acercó a ella y pudo oler su fragancia, fresca y exótica, ante lo que la excitación se apoderó de ella.

-¿Quizás compartir mi cama no le parezca algo tan horrible, ¿verdad? –Sugirió Edward con el brillo reflejado en sus verdes ojos-. De hecho, por la invitación que reflejan sus increíblemente expresivos ojos, debería ser usted la que me pagara para complacerla.

-No lo creo –dijo ella entre dientes, muy avergonzada. Entonces se echó para atrás.

Pero él la tomó de la barbilla y le levantó la cara para que lo mirara a los ojos.

-No estoy ciego, señorita Swan. Puedo ver la manera en la que sus ojos se oscurecen cuando me miran y cómo le tiembla la boca, de una manera muy tentadora… suplicando ser besada –murmuró él, utilizando un tono muy delicado-. Ambos nos hemos percatado de la química que hay entre nosotros y, admitámoslo, hay peores maneras de ganarse la vida.

Bella se preguntó si él hablaba en serio al sugerir que ella se convirtiera en su amante durante las noches necesarias hasta que la deuda de su padre estuviese pagada. Y si así era, se preguntó si él esperaría cierto nivel de pericia bajo las sábanas, ya que, con su limitada experiencia, pagarle le podía llevar el resto de su vida. Pero lo que le enfadó fue darse cuenta de que estaba considerando aquello.

-Me temo que convertirme en su mujerzuela no es una opción que yo fuese a considerar –espetó-. Antes preferiría morir.

-Entonces ambos estamos de suerte ante el hecho de que no me gusta sacrificar vírgenes –se mofo él.

Bella se ruborizó y se preguntó cómo lo sabía… si ella lo llevaba tatuado en la frente.

-Nunca he pedido favores sexuales y no voy a comenzar ahora –informó él arrogantemente, poniéndole la mano a ella sobre el hombro y acercándola a la puerta-. Ya me ha hecho perder bastante tiempo. Le sugiero que se marche a casa y que contrate los servicios de un buen abogado. Charlie lo va a necesitar.

El sentido común le advirtió a Bella de que guardar silencio era una opción más digna, pero nunca antes se había sentido tan enfadada como en aquel momento.

-Es usted muy cruel. Sé que mi padre ha actuado mal y, créame, también lo sabe él. Si pudiera verlo, se daría cuenta de que está destruido por la culpabilidad que siente. Pero tomó el dinero por amor y porque no veía otra manera de arreglar las cosas –le tembló la voz de la emoción al recordar las últimas semanas de vida de su madre.

Pero la expresión de aburrimiento de Edward reflejaba su falta de interés en todo aquello.

-Usted no tiene idea de lo que es la vida real, ¿verdad? Nació entre riquezas y se sienta aquí, en su castillo, tratando a todo el mundo con prepotencia. ¿Sabe una cosa? Siento pena por usted –dijo ella amargadamente-. No creo que nunca haya experimentado el amor ni que nadie lo haya amado.

-Quizás tenga razón –dijo Edward frunciendo el ceño. Abrió la puerta y la sacó al pasillo-. Pero, permítame que le diga una cosa: tener aventuras amorosas es lo que me gusta. Adiós señorita Swan.

-¡Espere! –esclamó Bella, introduciendo el pie para evitar que la puerta se cerrase-. ¿Quiere que le suplique? ¿Es eso? –preguntó, desesperada-. Porque haré lo que sea para salvar a mi padre.

Mientras hablaba se puso de rodillas, dejando a un lado su orgullo.

-No voy a permitir que mi padre vaya a la cárcel. Debe de haber algo en lo que yo le sea útil a usted… cocinaré, limpiaré… fregaré sus suelos. No le temo al trabajo duro y haré lo que sea… siempre y cuando sea moral- dijo, mordiéndose el labio inferior y mirándolo.

Edward la miró y pensó que el aire de inocencia de aquella mujer era muy intrigante, ya que él sabía, debido a la investigación que había realizado, que ella había estado comprometida con un agente de seguros londinense llamado Jacob Black. Se preguntó por qué no se libraba de ella en vez de estar fantaseando con acariciar con sus labios los de ella, que parecían muy suaves y carnosos.

-¿por qué ha venido a verme a mí? –Preguntó con dureza-, ¿Por qué no le ha ofrecido sus… -se detuvo y resueltamente, le miró los pechos- servicios a otro hombre rico?

-No conozco a ninguno –contestó Bella claramente- Y, como Littlecote está a punto de venderse, no tengo nada que ofrecer como garantía para un préstamo bancario. No me quedan más opciones. Señor Masen, hablo en serio cuando digo que quiero devolver el dinero que tomó mi padre… cada penique –añadió al ver que él no parecía impresionado-. Todavía no sé como, pero de alguna manera pagaré la deuda de mi padre. Todo lo que le estoy pidiendo es que me dé tiempo y que acceda a no llevar el caso a los tribunales.

Por alguna razón, el ver a Bella de rodillas hizo que Edward se impacientara y se apartó de ella. El sentido común le decía que ella era una mujerzuela egoísta que había coaccionado a su padre para que abusara de su posición en el banco para así mantener su extravagante estilo de vida. Pero era una mujer encantadora. Apenas podía pensar con claridad cuando ella lo miraba con aquellos enormes y preciosos ojos cafés chocolatosos. Y tenía valor… debía de querer mucho a su padre para haber ido hasta allí a suplicarle. Ella no se merecía ni su respeto ni su compasión pero, ante su enfado, sentía ambas cosas por ella.

Se le había ocurrido algo que no podía ignorar. No necesitaba ni una cocinera ni una mujer de la limpieza, pero supo de una manera en la que ella podía serle de utilidad… y era moral.

-Levántese, señorita Swan –dijo con frialdad-. Ha dicho que está preparada para trabajar para mí si yo retiro los cargos contra su padre, ¿no es así?

-Sí –dijo Bella, esperanzada-. Ya se lo he dicho haré lo que sea –aseguró ella con entusiasmo.

-En ese caso, supongo que no pondrá ninguna objeción a ser mi esposa, ¿no?

Está bromeando, ¿no es así? –dijo ella entre dientes.

-Estoy hablando en serio. Me encuentro en la nada envidiable situación de tener que encontrar una esposa antes de mi próximo cumpleaños…. Y permanecer casado con ella durante un año.

-¿cuándo es su cumpleaños? –pregunto Bella, murmurando.

-Dentro de dos meses.

-Entonces sí que es urgente.

Bella pensó que todo aquello parecía muy surrealista. Edward la estaba mirando, y ella no pudo ignorar la tensión sexual que había entre ambos…

Siéntese, señorita Swan… aunque ahora que estamos comprometidos en matrimonio será mejor que te llame Bella.

-Todavía no he dicho que sí –espetó ella, indignada ante el autoritarismo de él.

-¿No habías dicho que no te queda otra alternativa?

-Así es, pero parece que tú te encuentras en la misma situación –dijo Bella, sentándose en una silla y llamándole a su vez de tú.

Le complació saber que quizás él la necesitara tanto como lo necesitaba ella a él, lo que la colocaba en una situación poderosa para negociar.

-¿Por qué tienes que casarte? –exigió saber.

Por un momento pensó que él no iba a contestar, y pudo ver su enfado reflejado en sus ojos.

-Según las cláusulas establecidas en el testamento de mi abuelo, debo elegir una esposa o perderé el control del Banco de Masen ante mi primo –dijo con cierta amargura.

-Parece que el banco es muy importante para ti.

-Es mió por derecho de nacimiento y es lo único que me importa –le corrigió Edward.

Ya veo –dijo Bella- por lo que he oído, no te faltan mujeres. ¿Por qué no le pides a una de ellas que se case con tigo?

Porque cuando llegara el momento de deshacerme de ellas tendría que pagar muchísimo dinero. El matrimonio será un negocio, nada más, pero menciónale la palabra "boda" a cualquier mujer y parece que la enlazan con la ridícula idea de amor.

¿Tienes miedo de que, si eliges a una de tus novias, se enamore de ti? –dijo Bella- Tu arrogancia me deja sin palabras. ¿Qué te hace pensar que eres tan especial?

Una fortuna multimillonaria –contesto Edward con sequedad- Aprendí rápidamente que, en lo que a las mujeres concierne, el dinero es lo que les exita más… eso y el poder. Después de todo es la razón por la que estás aquí, Bella. Quieres que retire los cargos contra un vulgar ladrón. Un hombre que pagó la confianza que yo había depositado en el traicionándome y abusando de la posición que le había otorgado.

No fue así –insistió ella, ruborizada- Ya te lo he dicho; mi padre se encontraba en una situación desesperada y no tenía otra opción.

Edward se acercó a ella, que inmediatamente se sintió agobiada por el magnetismo de el.

Todos tenemos alternativas, Bella. Tú puedes elegir darme un año de tu vida y a cambio yo te aseguro que tu padre se verá a salvo de un proceso judicial.

No creo que pueda hacerlo –dijo ella, embelesada por los preciosos ojos esmeralda de el- El matrimonio es algo… sacrosanto. Trata de dos personas que se ponen de pie debajo de Dios y se prometen amarse el uno al otro durante el resto de sus vidas. Lo que tu estas sugiriendo es… inmoral.

¿Y robar tres millones de libras no lo es? Creo que deberíamos dejar el tema de la moralidad apartado de todo esto, Bella –murmuro Edward sardónicamente- Tú quieres asegurarte de que a tu padre no lo sentencien, y yo puedo ayudarte. ¿No es mejor convertirte en la duquesa de Masen que fregar mis suelos? –gruño impaciente.

No me gusta la idea de mentir –dijo ella entre dientes, preguntándose que otra opción tenía en realidad. Si no se casaba con el, sin duda su padre iría a prisión.

Tenía que hacerlo.

Está bien –dijo repentinamente- Me casaré contigo. Accederé a tu negocio y me convertiré en tu esposa durante un año, pero a cambio quiero que todas las deudas de mi padre se cancelen, con dinero de tus fondos personales –continuó en un tono frío que esperó camuflara el acelerado ritmo de su corazón.- Y quiero que me asegures por escrito que retirarás cualquier acción legal contra el… Cuando hayas hecho todo eso, me casaré contigo.

Edward puso ambas manos en los reposabrazos de la silla de Bella, enjaulándola en ella.

Tienes mucha autoestima. Quizá demasiada –dijo entre dientes- Parece que te olvidas de que yo soy el que manejo los hilos en esto. ¿Qué harías si te pongo en evidencia y te hecho de aquí sin un penique?

No harías eso –dijo ella con calmada voz que ocultaba su nerviosismo- Tu me necesitas tanto como te necesito yo a ti. Porque te garantizo que desde el primer día de nuestro matrimonio estaré contando las horas hasta que nos divorciemos con tantas ganas como tú. No hay ninguna posibilidad de que me enamore de ti –añadió, levantando la barbilla.

Podía sentir el poder y la necesidad de el de someterla a su voluntad, pero ella se negaba a que la intimidara.

La tensión que había entre ambos era tal que parecía que la situación iba a explotar. Durante un loco momento, ella se preguntó que haría el si lo abrazara y lo besara.

Un calor sensual se apoderó de ella y al mirarlo a los ojos, supo que el también sentía aquel deseo. Contuvo el aliento al observar como el bajaba su cabeza. Cerró los ojos, pero volvió a abrirlos al sentir como, en vez de besarla, la tomó del pelo para que levantara la cabeza.

Edward sonrió al darse cuenta de la decepción de ella.

No eres la frágil flor que al principio pensé que eras ¿Verdad, Bella? Tu delicada belleza oculta una astuta mente que casi se equipara con la mía.

Antes de que ella pudiese reaccionar, Edward la besó, exigiendo que ella le respondiera, como si fuese su derecho divino.

Tenemos un acuerdo, señorita Swan. Nos casaremos en cuanto sea posible. Me da la impresión de que va a ser un año interesante –añadió burlonamente.

El miedo se apoderó de Bella, pero se levantó y lo miró con frialdad.

Pues a mi me parece que va a ser el peor año de mi vida.

Estoy seguro de que encontrarás alguna compensación al ser la esposa de un multimillonario –contestó el- Piensa en todas las compras que podrás realizar.

Entonces se dirigió a su escritorio y tomó el teléfono para dar una serie de órdenes, sin dejar que Bella le dijera que preferiría morirse antes de gastarse un céntimo de su dinero.

Ella se dirigió hacia la puerta, pero la cortante voz de el la detuvo.

¿A dónde crees que vas?

La arrogancia de el provocó que ella se enfureciera, pero no quería poner en peligro la libertad de su padre, sonrío vacilante.

A montarme en mi coche y a marcharme a Granada. ¿Quieres que espere allí durante un par de días o debo volver a Inglaterra y esperar a tener noticias tuyas?

Nada de eso –contestó el con serenidad- Me marcho a Madrid en unos minutos y tu vienes conmigo.