Dark Chat

martes, 30 de agosto de 2011

Vida: Dulce Inmortalidad

Capítulo Vigésimo Segundo: Alianzas inesperadas

Edward (POV)

Me quede paralizado, y no supe que contestarle, si bien estaba considerando la oferta de Cayo, no tenia las agallas suficientes para decírselo a la cara, y menos al mirar sus ojos marrones intensos, ver la mirada de confianza que estaba dándome me hizo dudar de ser capaz de hacerle algo así de traicionarla de esa manera. Me acerque lentamente y le acaricie su rostro, tenía que mentirle, tenía que volver a engañarla como aquella vez en el bosque, para poder ayudarla puesto que ella jamás me lo permitiría concientemente, su instinto de madre iba a impedirlo pero como estaban las cosas eso era lo mejor.

- Tal vez haya una posibilidad de salvarlas ambas.

Le mentí descaradamente mirándola directo a los ojos, buscando una razón para tomar la decisión, solo un pequeño indicio que estaba haciendo lo correcto, algún temblor en su cuerpo, algún dolor inesperado que le estuviera causando que me confirmará que eso que estaba creciendo en su interior era un monstruo del que debíamos deshacernos sin remordimientos.

- En serio… ¿cómo?

Me pregunto y sus ojos se iluminaron de alegría. La mentira había funcionado, ahora tenía que extenderla a tal punto para que ella lo creyera y me permitiera envenenarla de nuevo y todo se acabará y pudiéramos ser felices nuevamente.

- No voy a ser testigo de esto, no señor.

Interrumpió Alice marchándose de nuestro lado, Bella la miró y trato de detenerla pero yo se lo impedí.

- Se le pasará… es solo que… la solución no es tan ortodoxa, eso es todo… ven volvamos a la habitación, debes recostarte.

Le dije tomándola por los hombros, rodee su cintura con mis manos y la obligue a caminar hacia el cuarto. Sonreí nervioso cuando ella me miraba, y trataba de mantener mis facciones lo más serenas posibles, con el objeto de que ella no sospechara. Pero verla acariciarse su vientre hinchado, sentir a nuestra hija, moverse debajo de la piel de mi amada Bella, estaba resultándome un tanto tortuoso considerando que yo, el ser que debía protegerla, estaba a punto de confabularme para asesinarla. Bella tenía mi mano sobre su estomago y la de ella sobre la mía, de pronto la saque abruptamente y me levante de su lado tratando de ocultar mi rostro, de verlo no necesitaría su nuevo don para descubrir mi charada.

- Qué pasa? Me pregunto insistentemente mientras yo permanecía parado dándole la espalda.

Bella (POV)

Su cambio repentino de humor respecto a nuestra hija se hacía cada vez más evidente, trataba de evitar tocarme, incluso hablar sobre ella parecía que estaba torturándolo. Lo que comenzó a afligirme en un comienzo, también me afligía que nadie más que él me visitará. Seguro era por mi nuevo descubierto don, nadie quería acercarse a mí porque no podían evitar que yo leyera sus mentes. Extrañaba tanto a Alice, como hubiera deseado que al menos ella entrará en la habitación y me hiciera un poco de compañía. Estaba ahí acostada sola, solo con mi hija en mi vientre que se había vuelto más activa que antes, causándome uno que otro dolor, ya no me quedarían costillas que ella pudiera romper si seguía a ese ritmo. Edward generalmente no me dejaba sola, pero hoy al parecer sería una excepción pues habían transcurrido demasiado minutos desde que se había ido por la repentina llamada de Alice.

Estaba distraída, cuando de pronto la puerta de abrió sigilosamente y vi los ojos ocres de mi dulce y traviesa Alice, su mirada era calida y apresurada, entro como un torbellino a la habitación, seguida por Rosalie… me quede pasmada un momento, Rosalie estaba visitándome, me dio una sonrisa preocupada y nerviosa, pero porque estaría nerviosa, de pronto mi nuevo don estaba en piloto automático y no pude evitar escuchar lo que estaba pasando por su mente.

No puedo creer que Edward este considerando asesinar a su propia hija.

Y hubiera deseado no haberlo hecho, mi corazón se congelo como un cristal, de pronto mire a Alice en pánico, y supe que la mente de Rosalie estaba diciéndome la verdad.

- Vamos Bella… tenemos poco tiempo… tenemos que sacarte de aquí.

Me susurro mientras tomaba la bolsa del suero y desconectaba los cables que mostraban mis signos vitales.

Alice (POV)

No podía permanecer como una simple espectadora en tan macabra situación, desee no haberlo escuchado, que no me hubiera involucrado en algo así. Ahora tenia el peso de mi conciencia, tenía que tomar una decisión, y era pocas las opciones que tenia, o lo dejaba actuar y que matará a su hija y con ello que se ganara el odio eterno de Bella o hacia algo al respecto, pero qué podía hacer, esa era la pregunta, no podía sacar a Bella de aquí sin ayuda, y Selene no iba a brindármela esta vez, hace días que no sabíamos nada de ella y aunque Carlisle había intercedido por clemencia, los Volturi no eran conocidos por sus segundas oportunidades.

Necesitaba tomar aire así que me dirigí al balcón en la estancia del edificio. Ahí me quede pensando largos minutos, que se transformaron en horas. Tratar de verla me hacía a un más culpable, acaso esperaba que repentinamente Edward entrará en la cordura, al final y al cabo no podía culparlo, su decisión no era fácil, y Cayo tenía un punto, Bella no resistiría el parto y eso lo había confirmado Carlisle, al paso que iba esa hermosa niña que venia en camino estaba destrozando a su madre en el intento. Cerré mis ojos y mantuve mi cabeza fría, debía estarlo para poder decidir que hacer – maldito seas Edward – refunfuñe recordando sus palabras, como había sido capaz de hacerme participe de ello, porque no había simplemente mantenido la boca cerrada y así yo podría acompañar a mi querida amiga en estos momentos.

Pero no, él había necesitado tener a otro cómplice, para liberarse de la culpa que estaba sintiendo. Se había transformado en un canalla, mi recto y leal Edward se había transformado en un monstruo. Mi corazón sangraba ante la sola idea de que Bella sufriría de tal manera cuando se diera cuenta de lo que su propio esposo iba a hacerle, de pronto me embargo la angustia. Mi querido Edward no se estaba dando cuenta que el precio que pagaría no sería solo su hija, sino que sería el amor que Bella le tenía, ella lo odiaría y él no lo soportaría esta vez. De pronto el cuento de hadas se iba a trasformar en uno de terror y de aquellos demasiado elaborados para mi gusto.

Tal vez en vez de haberle gritado, debí haberle aconsejado, debí haber sembrado la duda para que él hubiera tomado otra decisión, pero como podía hacer eso, yo no la podía ver, no podía ver cual iba a ser su futuro, hasta ahora solo veía una mancha blanca y nada más. Lo único constante en mis visiones era Edward y su sufrimiento, de pronto recordé la ultima visión que había tenido, si podía llamarla así, en que Edward estaba parado en una habitación sufriendo de una forma bestial, tal vez eso era, estaba viendo el sufrimiento al que mi hermano se vería expuesto luego de ejecutar su macabra idea. Mi mente vago pensando en lo justo de lo injusto de esta situación y que era lo correcto que debía hacer. Hasta que fui interrumpida por una persona que jamás me hubiera imaginado que estuviera de mi lado.

- Tenemos que sacarla de aquí y alejarla no solo de Edward sino también de mí estupido hermano.

Cuando oí sus palabras me quede pasmada por unos instantes, observando aquellos ojos rojos intensos y no podía creer que Aro fuera a estar de mi lado.

- ¿Cómo?

Pregunté con un hilo de voz, de pronto mis visiones habían cambiado, ahora no era Edward quien permanecía con Bella, sino yo.

Edward (POV)

Donde demonios estaba Alice, pensé mientras entraba en el departamento donde estábamos alojándonos, que no podía simplemente hablarme en la guarida de los Volturi, como si pudiéramos entrar y salir a nuestro antojo, era una mala idea hacerme venir hasta aquí dejando a Bella sola tanto tiempo pensé mientras abría la puerta, al entrar me percate que ella no había estado ahí al menos no las ultimas horas. Mire a todos lados y tampoco esta Esme ni Rosalie, ni mi Edward Junior. Algo estaba pasando, algo demasiado raro. Tomé mi celular y busque en el directorio el de Alice, luego de un par de repliques, dio al buzón de voz, que estaba tramando Alice, me quede con el teléfono en la mano y el sonido de la puerta me saco de mis pensamientos. Era Esme que traía a Edward Junio en brazos durmiendo.

- Edward… ¿qué haces aquí… pero donde están los demás…? Me pregunto con preocupación – ¿Bella esta bien verdad? – insistió mientras se acercaba y me tocaba el rostro, dándome una mirada de compasión y ternura. Y me hizo sentir como un canalla, sabía que sólo ella podría hacerme sentir de esa forma, siempre con esa mirada tan especial, tan quemadora, tan inquisidora que desalma hasta al más perverso. Cerré los ojos ante el contacto para evitar confesar todo y que mi pequeño teatro se viniera a bajo, no necesitaba involucrar a nadie más en esta idea monstruosa ya harto había hecho con contárselo a Alice. Me quede ahí por un par de segundos sin contestar y luego abrí abruptamente mis ojos desviando mi mirada para romper el contacto con Esme.

- Todo esta bien… no te preocupes… Alice me ha llamado y dijo que nos encontráramos aquí pero…

- Alice no ha vuelto desde que ustedes se fueron.

Fue la respuesta de Esme, quien estaba comenzando a confirmar mis sospechas… Alice me había mentido pero para qué… con qué objeto… de pronto una idea vino a mi mente y este se paralizo, abrí mis ojos como platos viendo la verdad tan evidente.

- ¿Donde esta Rosalie y Emmet?

Pregunte tomando a mi madre por los brazos sin importarme que tuviera en ellos a Edward Junior jalándola bruscamente.

- Hasta donde sé Emmet estaba contigo y Rosalie salio hace unos momentos luego de recibir una llamada. Me contesto confusa.

Y todo las piezas comenzaron a encajar, desesperadamente salí de departamento, era tanto mi desesperación que no espere al ascensor corrí escaleras a bajo, saldando en ocasiones varios peldaños, necesitaba llegar con Bella y detener a Alice a cualquier costo.

Bella (POV)

- Espera no podremos salir, no sin que ellos lo sepan. Le hice ver, mientras Rosalie comenzaba a vestirme.

- No te preocupes por ello… tenemos un aliado. Me respondió Alice sonriéndome.

Todo sucedía como en cámara lenta, como si yo no fuera participe de nada de lo que sucedía a mi alrededor, no podía evitar escuchar los pensamientos de ambas, y estos estaban causándome dolor, un dolor desgarrador, escuchar la voz de mi amado Edward cuando le contaba sobre la monstruosa proposición de Cayo, y constatar que él estaba de acuerdo con sacrificar a nuestra hija para tenerme viva para siempre era demasiado para soportarlo, era demasiado darme cuenta que él estaba traicionándome otra vez. Suspire y trate de bloquear la mente de Alice, era demasiada información para tenerla, prefería vivir en la ignorancia eterna que sufrir de la forma que lo estaba haciendo.

- No es un monstruo, sólo esta confundido.

Me dijo Rosalie, poniendo sus manos en mi rostro, seguro no necesitaba que yo le dijera lo que estaba pensando para darse cuenta, por mis facciones, que estaba sufriendo por la decisión que estaba tomando mi esposo.

- él prometió cuidarnos.

- Y él cree erróneamente que esta haciéndolo, al tomar esa decisión.

Insistió Rosalie. En ese minuto se abrió la puerta y las tres congelamos nuestros cuerpos y nos quedamos mirando estupefactas la puerta. Cuando vi entrar a Aro mi respiración se hizo más agitada y comencé a temblar, nos habían descubierto, y ahora nadie podría defender a mi bebe.

- Podrían siquiera apagar las alarmas, van a descubrirnos.

Magullo entre dientes acercándose a los monitores, Alice salio de su estado ensimismado y me dio la mano para levantarme de la cama. Yo me quede de una pieza al ver que él era el aliado del que estaba hablando anteriormente.

- ¿Cómo saldremos de aquí sin que nos vean? Pregunto Rosalie acercando a la puerta, la abrió lentamente y miro a Aro.

- De eso me encargo yo, ustedes solo encárguense de llevarla lo más lejos posible de aquí donde nadie pueda encontrarla - Alice iba a hablar pero él la detuvo - y es mejor que ni yo sepa donde están, seguro que mi noble hermano utilizará a Edward para leer mi mente, y no queremos que la encuentren. Al menos no hasta que haya nacido, lo que sucederá muy pronto. Ten – le dijo a Alice entregándole un bolso y unas llaves. – Vamos – agrego tomándome entre sus brazos y cargándome.

- Segura que estamos haciendo lo correcto.

Le pregunto Rosalie a Alice sujetándola por el brazo antes de salir de la habitación. Mi corazón se apretó y tuve una extraña sensación que la dulce Rosalie estaba arrepintiéndose de traicionar a su hermano.

- Confía en mí lo he visto. Le respondí a su hermana y esta abrió la puerta para que pudiéramos salir de ahí.

Alice (POV)

Llevamos a Bella hasta el estacionamiento del Edificio, una vez ahí Aro señalo un automóvil y de entre las sombras salio Emmet, al principio me quede de una pieza y miré a Rosalie quien me sonrío nerviosa.

- No podremos hacerlo sólo nosotras. Me hizo ver, mientras yo miraba dudosa a mi hermano. Este me medio sonrío.

- No estoy de acuerdo con Edward si es lo que quieres saber. Yo también quiero ayudar a Bella. Agrego mientras me extendía su mano, era evidente lo que estaba pidiéndome.

Aro me miró y yo dude, pero era cierto, mientras más pudiéramos proteger a Bella era mucho mejor, sin duda Cayo utilizaría todos sus recursos para dar con su paradero y terminar lo que Edward no alcanzo a comenzar. Le entregue las llaves y el quito los seguros, pusimos a Bella en el asiento de atrás y yo me fui con ella. Baje mi vidrio para hablar con Aro.

- Cuando nazca deberás darle esto a Bella, verás mi hermano no esta equivocado del todo y necesitarás esto para ayudarla a sobrevivir.

Era una caja negra al abrirla vi una jeringa con un liquido translucido en su interior, me pude imaginar de lo que trataba, sin duda era la famosa mezcla que Cayo había sugerido inyectarle a Bella, suspire y asentí – Recuerda mantenerte lejos de los caminos principales – le instruyo a Emmet quien lo miró por el espejo retrovisor y le dio una sonrisa de suficiencia.

Aro me sonrío y gire mi vista para darle la señal a Emmet que era hora de partir cuando sentí un grito furioso de enfrente, todos levantamos la vista y yo me quede pasmada viendo de quién se trataba.

- ¡Baja a Bella de inmediato!

Era Edward, quien permanecía estático mirándonos y no se veía nada feliz por el contrario su expresión era de cólera.

- ¡No voy a detenerme Edward!

Magullo entre dientes Emmet quien puso la primera marcha y acelero pero el auto no se movió, estaba tratando de asustarlo. Bella dio un grito ahogado, la tome entre mis brazos y la apreté fuertemente escondiendo su rostro, pero podía adivinar que estaba leyéndonos la mente a todos.

- Es ahora o nunca.

Le dije enérgica a Emmet quien miró a Edward y acelero a fondo.

martes, 23 de agosto de 2011

Vida : Dulce Inmortalidad

Capítulo Vigésimo Primero: Descubriendo Secretos, Aceptando proposiciones

Bella (POV)

Para cuando volví en si estaba recostada en una cama de hospital, conectada a demasiadas maquinas para mi gusto, en mi dedo índice estaba un aparato, como un clic apretándolo, pude sentir un sonido bastante bullicioso y esforzado a la vez, era el sonido de mi corazón registrado por la maquina a mi costado derecho. Me lleve inconcientemente la mano a mi nariz y pude corroborar que tenía una sonda puesta para poder respirar. De lo que no estuve conciente sino hasta que trate de levantarme y flexione el brazo fue de los catéteres puestos en ellos. Gemí del dolor al instante en que me levante atrayendo la atención de todos. Edward y Carlisle fueron los primeros en acercarse pero claro por motivos muy diferentes, mientras mi amado esposo me miraba desolado y compungido, Carlisle con una pequeña linterna iluminaba mis pupilas, de seguro en un intento de corroborar que no había daño alguno.


- ¿Cómo te sientes?


Me pregunto apagando la linterna y llevando su atención al goteo de la intravenosa.


- Bien…


Conteste pero mi voz estaba un poco seca, tosí un poco para aclararla y luego continúe - un poco mareada pero bien dentro de todo.


- Eso es buena señal.


Me contesto mirándome de reojo mientras seguía ajustando la intensidad de lo que parecía ser suero.


- ¿Tienes hambre?


Me pregunto Edward examinando mi facciones, tomo entre sus manos las mías y las beso varias veces mientras me observaba. Su tono de voz había cambiado rotundamente al que había escuchado minutos antes de desvanecerme ahora era más calido y bastante más bajo del que había utilizado.


- Eso depende del menú.


Le conteste jugando mientras miraba a Alice que permanecía retraída en el fondo con evidente preocupación en sus ojos, la mire tratando de consolarla, pues me imaginaba porque estaba tan preocupada, seguro no podía ver mi futuro. Ella me sonrío esperanzada.


- Creo que podemos arreglar algo bastante apetitoso… han pasado muchas horas desde la ultima vez que comiste algo, y eso no le hace bien a nuestra hija.


Me dijo dedicando la mirada más enamorada que me haya dado hasta ahora. Cuanto me alegraba que estuviéramos del mismo lado, pero de pronto me inquiete cuando sentí un golpecito en mi vientre que comenzó a hacerse mas fuerte, de pronto no era un golpecito sino puntadas como si algo se fuera a desgarrar en mi interior, trate de evitar hacer cualquier movimiento que revelará el dolor causado sólo miré a Carlisle en pánico.


Este me destapo para examinar lo que estaba causando mi inquietud, acerco hasta la cama un equipo de ultrasonido que se encontraba a un costado, y me puso gel sobre la piel, reaccione al frío del liquido, Edward puso sus ojos en blanco, era la primera vez que el tenia un gesto relajado, claro seguro no podía creer que yo reaccionara ante el gel y no ante su piel que era incluso más fría que aquello o ante los dolores que seguro él estaba consiente que estaba teniendo.


Carlisle se acerco y puso el transductor pero solo se vio un negro profundo, por un segundo se me helo el cuerpo del susto, quede sin aire, y no me percate hasta que sentí la voz de Edward que me lo recordó.


- Respira Bella.


Me dijo preocupado, pero yo no lo escuche, mis ojos estaban atónitos en la pantalla que no mostraba nada. Carlisle se acerco a la maquina y comenzó a ajustarla, e intento nuevamente pero no se lograba ver ni escuchar nada.


- ¿Qué sucede?


Le pregunte finalmente mirándolo temerosa. Estaba a punto de perder la esperanza cuando se sintió un leve repique era constante y tremendamente fuerte. Pero de imágenes solo obteníamos un negro profundo.


- Nada… no te inquietes.


Me dijo quitando el aparato de mi vientre y tomando toallas de papel para ayudarme a limpiarme. Pero no iba a convencerme con esa explicación sujete su mano y lo mire inquisitiva. De pronto sucedió algo extraño, él no emitió palabra alguna, sus labios estaban quietos pero yo escuche claramente su voz.


Esto no debería estar sucediendo… tengo que hablar con Aro ahora.


Me quede paralizada, si él no había emitido palabra alguna, si sus labios estaban quietos, pero aún así yo escuchaba su voz…eso significaba que yo… No alcance a reaccionar cuando comenzó la pesadilla, un bombardeo de vocecillas todas juntas, como si estuviera en un habitación llena de personas que estuvieran gritándome directo a los oídos y todas al mismo tiempo, el ruido me estaba provocando un dolor insoportable, trate de acallarlas tapándome los oídos, lagrimas comenzaron a brotar de mis ojos y de pronto sentí que no sería capaz de mantenerme conciente si seguía escuchando aquel ruido, miré con terror a Edward que a esa altura estaba nervioso sacudiendo su cabeza tratando de entender mis movimientos.


- ¿Bella Qué… qué sucede?


Preguntaron al unísono los tres, pero fui incapaz de emitir respuesta, simplemente cerré los ojos y emití un grito desesperado.


Jasper tenia razón… no debería tener al bebe… Tenemos que detener esto ahora…Demonios… qué esta pasándole… esto es mi culpa… Bella mi amor mírame… por qué esta así… tal vez el bebe esta haciéndole daño y otra vez esta haciéndose la valiente, como odio eso de ella… Pensaba Edward mientras me miraba con desconcierto y pesar.


Por qué no puedo verla… Qué esta pasando… Por qué todo es tan confuso… tal vez porque no hay futuro que ver… ¡OH no! ¡Por favor no!… gritaba desesperada Alice una y otra vez.


Esto no debería estar pasando, esto se esta escapando de nuestras manos…tengo que hablar con Aro y detenerlo. Pensó de repente Carlisle haciendo que de pronto todos los otros pensamientos se acallaran.


Trate de controlarme y comencé a respirar más lentamente, concentrándome sólo en la voz de Carlisle, al menos estaba funcionando para acallar las de Edward y Alice. Abrí lentamente mis ojos y vi sus ojos dorados desesperados y otra vez comencé a oír sus pensamientos pero esta vez grite.


- ¡Dejen de pensar todos al mismo tiempo!


Exclame atontada por el ruido en mi mente


– Me provocan una jaqueca


Agregué mirando a un sorprendido Edward.


Puedes escuchar lo que pienso. Dijo en su mente mirándome.


- Si y no es divertido


Le conteste mirando a Alice quien suprimió lo que estaba pensando y puso su mente en blanco


– ¿Cómo lo detengo?


Le pregunte a Edward con un hilo de voz…quien aún no salía de su estado de shock y pensó la respuesta pero cuando vio mi cara de enojo la habló en voz alta.


- Lo siento… es sólo que estoy sorprendido… creo… considerando que yo no puedo leer la tuya…


Balbuceo sin mucho sentido por un momento examinándome como si él pudiera diagnosticar lo que estaba pasando


– ¿escuchas ahora más voces?


Me pregunto, yo evalúe un momento lo que estaba diciéndome, de pronto se sentí un pequeño replique ininteligible a lo lejos.


- Algo como un zumbido


Le confesé mientras me concentraba en la voz de Carlisle quien a este punto lo único que pensaba era en mariposas y plantas… demasiadas cosas agradables, era un hecho que evitaba pensar en lo que realmente tenía en mente.


- Veamos… yo sólo selecciono lo que quiero oír y las otras las dejo… algo así como guardadas en una caja... mental…


Le dí una mirada de incredulidad, y él sonrío nervioso


– la verdad no lo sé… sólo lo hago es difícil explicártelo


Se defendió pero intente lo que estaba sugiriéndome, me concentre en cajas… y me sirvió que Alice no controlara su mente… su pensamiento fue el primero que metí en una caja para evitar absorber su angustia… pero la verdad era demasiado difícil, seguía sintiendo ese cuchicheo desagradable, que se comenzó a acrecentar inesperadamente y volví a mirar con terror la puerta que se abrió, mis ojos parecieron salirse de sus orbitas cuando un montón de pensamientos como una cascada de agua incontrolable comenzaron a inundar mi mente, eran los pensamientos de Emmett, Jasper, Félix y Jane… sumada a las voces sin control de Edward, Alice y Carlisle. Volví a taparme los odios, gimiendo del dolor que estaba provocando tanto ruido en mi mente, Edward se acerco.


- ¡Mírame!...Concéntrate en mi voz… solo en mi voz…


Me instruyo desesperado por ayudarme y yo trataba de hacerlo, pero era imposible no escuchar las voces del resto, de pronto la habitación comenzó a darme vueltas, y caí recostada en la cama con los ojos abiertos, pero era incapaz de moverme o emitir sonido… los ojos dorados de Edward se estaban alejando, poniéndose borrosos… lo ultimo que pude oír fue un pensamiento que hubiera preferido no oír tan claramente.


Ojala se muriera ahora, así me evitaría la molestia pensó Jane dedicándome una sonrisa cínica.


- Bella


Sentía bajito en el fondo, como una dulce melodía… era mi nombre, y dicho por su hermosa voz aterciopelada sonaba incluso mejor…


- Bella


Sentí de nuevo pero donde estaba ahora yo me sentía tan bien… protegida, segura, no quería abandonar el lugar donde me encontraba pero su voz estaba reclamándome


– Bella


Insistió ahora con una voz mas enérgica… y sentí como movía delicadamente mi cuerpo para hacerme reaccionar.


- ¿Edward?... Jane… ella quiere… comencé a balbucear atolondradamente por, pero él puso sus dedos en mis labios y nuestras miradas se encontraron, tenía una mirada de alivio y sonrío levemente.


Automáticamente examine la habitación con mi vista esperando lo peor, mi cuerpo se tenso… pero estábamos solos los dos… lo que me tranquilizo un poco, aún tenia mis manos puestas en sus brazos aferradas y la voz de Jane retumbaba en mi mente como un cartel – Ella quiere asesinarme – le confesé finalmente mirándolo a los ojos, pero a él pareció no sorprenderle mi información. Se acerco y me abrazo acunándome entre sus brazos.


- No permitiré que nadie te ponga un dedo encima, ni a ti y a nuestra hija, no te preocupes… tu sólo trata de mantener calmada.


Me dijo mientras deslizaba sus dedos por mi pelo y acariciaba mi barbilla. Su actitud me tranquilizo un poco, pero aún no podía sacar la angustia de mi mente, considerando que había una amenaza directa de asesinato contra mí. De pronto el silencio reinante era demasiado increíble para lo que había pasado antes de que colapsara. Me separé unos centímetros y lo miré.


- Estas bloqueándome.


Dije mirándolo a los ojos, él evito la mirada avergonzado


– eso no es justo Edward Cullen –


Susurre separándome de él, pero este sonrío nervioso.


- Así que ha funcionado


Reflexiono satisfecho pero cuando vio mi expresión se defendió


– OH vamos… no te enfades…tu también lo haces y no me enojo contigo por eso.


Me hizo ver él calmadamente, tomo mis brazos y trato de acercarme a su cuerpo pero yo lo impedí.


- ¿Cómo? Le interrogue mirándolo demandante, no se iba a escapar tan fácilmente de mí.


- ¿Qué cosa… tu capacidad de leer la mente o cómo yo lo evito?


- Ambas.


Le Conteste, me miro un minuto y luego suspiró resignado.


- No vas a dejarlo correr ¿verdad?


Me pregunto, pero yo negué con la cabeza


- Carlisle cree que es ella…


Me explico bajando su mano hacia mi vientre, y acariciándolo, lo miré y quede sorprendida por cuan abultado estaba, parecía que tenía seis meses de embarazo o tal vez cinco y medio, cómo podía crecer tanto en tan poco tiempo.


Me quede atónita por unos minutos tratando de digerir lo que estaba diciéndome mi esposo, quien a juzgar por la enorme sonrisa que esbozaban sus labios, estaba realmente orgulloso de esa peculiar capacidad suya. Pero era increíble que mi pequeña hija nonata pudiera leer la mente. Al verme vacilar y relajar mi posición, Edward la aprovecho para acercarme a su pecho nuevamente, sus brazos cruzaron mi cuerpo haciendo que me recostará contra él y continuo con su explicación


- Pero aún así no podemos explicar por qué están compartiéndolo ambas supongo que ese es otro gran misterio tuyo… como lo es el hecho que yo no pueda leerte la mente, pero me consuela saber que Aro tampoco puede hacerlo.


Cuchicheo con un tono de satisfacción al no ser el único incapaz de saber que estaba pasando por mi pequeño cerebro.


- ¿Y lo otro?


Le recordé inoportunamente, y por su expresión pude ver que hubiera deseado que yo me conformará con esa explicación y me olvidará de lo otro, vi las muecas que hizo de reojo, era evidente que quería mantener su pequeño secreto lejos de mí.


- Al menos déjame tener esa pequeña ventaja.


Me pidió con voz aduladora, dándome una sonrisa torcida. Pero aunque quede atontada, había aprendido que mi Edward no hacía nada si no lo tuviera plenamente maquinado antes, por lo tanto, su repentino truco no era solo por orgullo había lago más.


- ¿Qué es lo que no quieres que yo sepa?


Le pregunte mirándolo a los ojos, por milésima de segundo sus pupilas se desviaron de las mías y supe que sí había algo que no quería que yo supiera, por ello había ideado la forma de evitar que yo leyera su mente. Iba a contestarme cuando fuimos interrumpidos por un golpe en la puerta. Edward miró con evidente alivio y se levanto para abrir, cuchicheo algo demasiado bajo para mis torpes sentidos medio humanos.


- Vendré en un minuto… por favor… por favor mantente en la cama sí.


Me pidió mirándome a los ojos, yo me cruce de brazos y lo miré resignada, él dudo por unos instantes pero luego salio de la habitación cerrando la puerta tras él.


Edward (POV)


Cómo odiaba mentirle pero considerando que, ya mi mente no era un secreto para ella, debía mantenerla alejada de ésta. Lo que habíamos descubierto mientras ella permanecía inconciente era mejor no decírselo. Camine no muy seguro detrás de Félix, no era muy buena señal que Cayo me mandará a llamar, mucho menos si quería hacerlo en privado, sin sus hermanos presente, algo debía estar tramando y tenía una pequeña idea que Jane estaba detrás de todo esto. Cuando entré en la habitación vi a Alec junto Jane custodiando a Cayo, como si yo pudiera hacerle algo, era impresionante el miedo que me había comenzado a tener.


- Querías verme.


Le dije desganado, la verdad no quería discutir nuevamente con él, mi mente estaba en otra parte junto a Bella.


- Sabes que no sobrevivirá, hasta cuando permitirás que las tontas ideas de Aro nublen tu juicio.


Me espeto sin asco, era evidente que no iba a andarse con rodeos.


- ¿Qué sugieres? Le pregunte seco, mirando a Alec.


- Tal vez hay una forma de ayudarla, pero claro… habrá un precio que pagar.


- ¿Cuál sería? Pregunte interesado.


- Tu hija.


Cuando pronuncio esas palabras mi corazón se afligió, como iba a pagar ese precio, como iba decirle a Bella que podía salvarla siempre y cuando matáramos a nuestra hija en el intento, eso no era una solución estaba dándome otro problema, uno demasiado grande, como si ya no tuviera suficiente con que lidiar.


- Eso no es negociable Cayo.


Le conteste, pero muy en el fondo, sus palabras habían comenzado a provocar una duda en mi, era pequeña, demasiado pequeña pero duda al fin, dado los últimos acontecimientos, estaría haciendo lo correcto al permitirle a mi esposa continuar con ese embarazo, vacile unos momentos antes de preguntarle


- ¿Cómo?


Estaba ganando mi lado egoísta, aquel lado que no permitiría que Bella muriera, no por traer a un hijo al mundo, para mí era demasiado importante ella, incluso más que un hijo.


- la misma forma como se enfermo en primer lugar, podríamos volver a inyectarle el veneno, pero esta vez combinado con una pequeña porción de ponzoña. Sí se lo administramos en su estado actual, ese bebe al que todo mundo se aferra tanto moriría instantáneamente, verás, he leído los expedientes de Aro, y la reacción de Bella al veneno fue una trasformación, su cuerpo asimilo la sustancia, he hizo los cambios pertinentes para que el cuerpo sobreviviera, y bueno, al ser mitad humano nuevamente, los eventos siguientes estoy completamente seguro que no tengo que explicártelos ¿verdad?. Creo que ya visualizas tu participación en ello. Ahora lo que sugiero sería lo mismo, como el cuerpo es mitad mortal, el veneno actuaría de la forma inversa, mataría lo que esta vivo y la ponzoña lo transformaría, volviendo las cosas a como estaban en un comienzo, pero habría un sacrificio, mínimo si consideramos que ella sobreviviría.


- Ya que pareces saber más que yo, ¿Qué pasaría si no lo hacemos?.


Tenía que saber que tanto sabía si era lo mismo que me había confirmado Carlisle o algo distinto.


- Esa hija que tu tanto proteges y que mi hermano venera como una diosa, ¡va a partir a tu mujer en dos al nacer!. Es un monstruo Edward, he ahí la razón por la que no puedes verla, ha creado una membrana más gruesa de lo normal, si esperas que nazca un bebe rosado y con grandes hoyuelos en sus mejillas estas equivocado. Nacerá un monstruo que matará a la mujer que amas y será la destrucción de nuestra especie, comenzará una guerra y no podemos permitir eso.


Sus palabras me habían confirmado lo que Carlisle había dicho, no era un bebe tan hermoso después de todo, Bella no sobreviviría al parto. Y que haría yo por un lado tendría a un hija que sería la causa de una guerra entre los de mi especie, tendría un hijo humano al que debería criar solo y tendría a mi amada Bella muerta para siempre enterrada cuatro metros bajo tierra.


No, por que todo debía ser tan complejo y confuso, por que simplemente no me mantuve alejado de ella desde principio, por que no la deje morir cuando debió hacerlo por aquel automóvil, espera que estaba diciendo, como iba a permitir que aquella joven de grandes ojos chocolates y aroma exquisito terminara hecha puré en el estacionamiento de la escuela, estaba pensando mal necesitaba hablarlo con alguien, necesitaba escuchar una razón para no pensar egoísta. Alice, donde estaba Alice cuando más la necesitaba.


- ¡¿Te sugirió que?


Me grito Alice yo la hice callar en pánico, miré hacia la habitación, Bella estaba detrás de esa puerta y considerando el tono agudo y fuerte de mi hermana podría escucharnos. La tome de un brazo y la aleje unos metros.


- Podrías bajar la voz.


Magulle entre dientes dándole una mirada de pocos amigos.


- Es una locura… que crees que va a decir Bella.


Me hizo ver mirándome desconcertada ante lo que le había contado.


- No tendría porque saberlo.


Sugerí no muy seguro de lo que estaba diciendo, de pronto, lo que me había parecido una alternativa, se estaba acercando peligrosamente a una decisión.


- Edward Cullen… ¡lo estas considerando!… no puedo creerlo…te desconozco… no eres mi hermano, ¿dónde lo has metido?


Me grito levantando la voz peligrosamente que era un reproche evidente a mi conducta.


- No sabemos que va a nacer… la situación ha cambiado, tú misma escuchaste a Carlisle cuando dijo que esa cosa había roto las costillas de Bella. Y que tal si es cierto lo que dice Cayo, tal vez su sugerencia no es tan mala del todo.


- Esa cosa como tú le dices… es tu ¡hija! por dios santo.


Me hizo ver notablemente enfadada.


- Como sea… creo que tengo un punto aquí. Le refuté


- Pues si ya lo has decidido, me gustaría saber como vas a comunicárselo a tu esposa, que esta justo detrás de ti.


Me dijo con evidente sarcasmo en su voz. Su voz tímida e insegura desarmo todos mis posibles argumentos, en cuanto la sentí supe que tal vez no sería lo suficientemente noble esta vez.


- Edward que es lo que Cayo te ha sugerido.


Me pregunto y sentí que el mundo se me paralizo, de pronto supe que no iba a dejar de lastimarla tan fácilmente.

lunes, 22 de agosto de 2011

Conquistame (One Shot)

Hello mis angeles hermosos , buen inicio de semana!!1
Chicas les traigo este one shot , obra de nuestra querida Triana Cullen , muchas gracias triana por compartir tu trabajo con estas viciosas de fanfics, chicas a leer y no se olviden de sus comentarios ya q luego nuestras autoras anda de visita en e l sitio.
mil besitos a todas
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Conquístame

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Abrí los ojos con lentitud. Me dolía la cabeza horriblemente y la luminosidad que, supuse, entraba por la ventana, lograba que me dolieran los ojos. Apreté con fuerza los parpados, hasta ver estrellitas y luego me di la vuelta entre las sábanas para tratar de conciliar el sueño nuevamente, a pesar del pulsante dolor en mis sienes, pero choqué contra algo cálido y duro en el proceso.

— ¿Qué demonios…? — abrí los ojos nuevamente para encontrarme con el pecho blanco y musculoso de un hombre recostado junto a mí en la cama.

Jadeé de la impresión, y por qué no decirlo, también por lo bien esculpido que se haya ese cuerpo, aunque segundos más tarde un pequeño gritito salió de mi garganta.

No puede ser. Pensé mientras mis ojos se trasladaban hasta el rostro más bello que mis ojos jamás habían visto. Un rostro que por lo demás, conocía muy bien. El cabello cobrizo y las facciones eran inconfundibles.

— ¿Edward?— Mi voz no salió, sino que se atoró en mi garganta.

¿Qué hacía Edward Cullen, completamente dormido y sin camisa recostado en mi cama?

Mientras me hacía esta pregunta traté de moverme para alejarme de él, pero uno de sus brazos estaba firmemente envuelto en mi cintura, manteniéndome completamente pegada a su pecho. La calidez de su piel se traspasaba a la mía y nuestras piernas estaban enredadas juntas. Podía sentir la desnudez de su piel contra la mía.

Volví a jadear. ¡Estaba desnuda yo también! ¡Y no sólo desde la cintura para arriba!

Con el miedo corriendo por mis venas levanté la sábana que nos cubría y miré debajo de esta. Pude ver las piernas fuertes de Edward entrelazadas con las mías, para luego ir subiendo hasta posarse en su entrepierna…

Solté un suspiro de alivio, el cual duró muy poco.

Podía ser que él llevara puesto un boxer negro, que marcaba definidamente su… impresionante anatomía, pero podía habérselo puesto nuevamente después de… Dejé la frase inconclusa en mi mente, mientras apartaba la vista, sonrojada por el espectáculo y mis poco puros pensamientos.

Volví a dejar caer la sábana sobre nuestros cuerpos y tomé una larga bocanada de aire.

¿Me había acostado con Edward Cullen? Y si no me había acostado con él… ¿Cómo es que había terminado semidesnuda en la cama con él?

Hasta el día de ayer lo evitaba lo mejor que podía. Era el hermano de mi mejor amiga, pero siempre manteníamos las distancias, al menos yo. Su actitud frente a mí era un cuento aparte. Solía perseguirme por el instituto cuando se aburría de sus conquistas, y aunque le había dicho una y mil veces que no quería nada con él, no parecía entenderme.

Cerré los ojos sin saber qué hacer. Él tendría que despertar en algún momento y yo enfrentarme a la realidad, fuese cual fuese.

— Maldita sea, Bella ¿Es que no puedes recordar el que probablemente será el mejor momento de tu miserable vida? —Me dije apretando los dientes.

Traté de hacer memoria.

La noche anterior Alice había insistido en realizar una fiesta por mi cumpleaños número dieciocho. Había sido una reunión simple en un comienzo, pero las cervezas se fueron acumulando una tras otra hasta que mi casi nula tolerancia al alcohol me hizo sentir mal. Recuerdo que Edward se ofreció a traerme a casa y…

Oh, oh… Jadeé al recordar algo.

Me sentía mareada, pero eso no impidió que caminara aferrada al cuello de Edward, mientras él me besaba suavemente. Subimos las escaleras entre besos, no sin tropezarnos en más de una ocasión, causando gran alboroto. Era una suerte que mi padre no se encontrara en casa.

Entrecerré los ojos. Había un gran vacío en mi memoria luego de eso, pero otro flash de recuerdos atravesó mi mente.

No podía parar de gemir. Edward me acariciaba los pechos por debajo de la blusa que Alice me había obligado a llevar aquella noche. Mis manos tampoco estaban quietas, había logrado quitarle la camisa y en este momento mis dedos se encajaban en su ancha y desnuda espalda.

— No, no, por Dios, no. —susurré. —Edward, despierta.

Comencé a mover el cuerpo de Edward tratando de despertarlo, mientras un nuevo recuerdo afloraba. Necesitaba explicaciones y las necesitaba ya.

Caímos en la cama, ambos en ropa interior. Sus labios no se separaban de los míos, y estos me parecían tan dulces y amables al besarme. Sus manos apretaban mis muslos entre sus dedos, masajeándolos mientras que su erección se presionaba firmemente contra mi centro.

Me seguía sintiendo muy mareada, pero no sabía si era por el alcohol ingerido o por las placenteras sensaciones que recorrían mi cuerpo.

— Te deseo tanto, Bella —su voz estaba ronca de deseo…

Volví a jadear. Traté de hacer más memoria, pero no lograba recordar nada más. Casi parecía un sueño por lo confuso que se presentaba ante mis ojos. Los besos, las caricias, todo parecía sacado de mis fantasías más que de la realidad, pero no era así y eso me llenó de rabia y angustia.

¡Me había jurado no ser una más en la lista de Edward Cullen y eso era justamente lo que había sucedido!

— ¡Despierta, maldita sea,Cullen! — golpeé su pecho con mis puños y comencé a zarandearlo.

— Sólo cinco minutos más —se quejó entreabriendo los ojos y apretándome contra su cuerpo, acurrucándose. En otro momento ese gesto habría derretido mi corazón, pero ahora estaba completamente fuera de mí. Lo golpeé en los brazos y grité su nombre hasta que abrió los ojos.

— Suéltame ahora o te castro —le amenacé.

— ¿Bella? —frunció el ceño mientras me soltaba y se sentaba. Se frotó los ojos y miró alrededor claramente desorientado. —Así que esta es tu habitación… ¿Sabía que siempre había querido estar aquí?

— ¡Eres un idiota! ¿Qué mierda haces en mi cuarto y desnudo? —le grité enfurecida.

Abrió los ojos desmesuradamente antes de mirar debajo de la sábana. Yo por mi parte la apreté contra mi pecho, mientras él soltaba un profundo suspiro de alivio antes de mirarme.

— Semidesnudo, preciosa —me corrigió. — Pero si quieres puedo estar desnudo en un segundo.

— ¡No te atrevas! —me paré llevándome la sábana conmigo, dejándolo a él en boxer sobre mi cama. Me sonrojé furiosamente. Ya no volvería a ver mi cama del mismo modo, nunca más.

— Pareces un ángel —musitó.

— ¡Déjate de estupideces y sé serio! —lágrimas de frustración comenzaron a caer por mis mejillas. — ¿Lo hicimos, verdad? ¿Te aprovechaste de que estaba ebria y nos acostamos anoche, cierto? —no contestó. — ¡Dime algo! ¿Nos acostamos o no?

— Bella, para eso se necesita estar desnudo —me dijo al fin, mientras se levantaba y caminaba hacia mí. No parecía avergonzado de mostrarse casi desnudo frente a mí.

— Dime la verdad. —le exigí cuando estuvo frente a mí, con sus manos en mis hombros. — ¿Tuvimos… relaciones anoche?

— ¿Y qué si te hice el amor? — preguntó mirándome a los ojos. — No lo recuerdas, simplemente has como si nada hubiera pasado.

— No puedo creer que digas eso, Edward. Era mi maldita… primera vez. —me ahogaba en los sollozos. — ¿Cómo pudiste? ¡Estaba ebria! Podría denunciarte por violación.

— Estábamos ebrios. — me corrigió. — Y difícilmente se puede considerar una violación lo que sucedió anoche.

Me senté en la orilla de la cama, sujetando la sabana con fuerza en la parte superior de mi pecho. Las lágrimas se adueñaron de mis ojos y luego hicieron un recorrido por mis mejillas. Sollocé con fuerza.

Realmente, no me importaba haber perdido mi virginidad con Edward, de hecho, era casi un sueño entregarme a él. Lo que realmente me dolía era saber que para él había sido una chica más y que además, no había pensado en mí y en cómo me sentiría al ni siquiera recordar bien la noche anterior.

¡Era un maldito patán! ¡Y estaba tan estúpidamente enamorada de él!

— No llores, por favor — me sobresalte al sentir sus brazos rodearme. Estaba arrodillado frente a mí. La calidez de su piel contra la mía era reconfortante. —No llores, Bella. No me gusta verte llorar. Lo que pasó anoche…

— Suéltame ahora mismo, Cullen — dije entre dientes sin querer oír sus palabras. Me solté de su agarre y comencé a tirarle sus cosas — ¡Ándate de mi casa! —su pantalón le golpeó en el pecho. — ¡Vete, vete ahora mismo!

Lo observé ponerse el pantalón y recoger su camisa. Su expresión era indescifrable. Sólo sus ojos mostraban su enojo.

Me dejé caer en la cama nuevamente murmurando que se fuera y que no lo quería ver nunca más en mi vida. Oí como cerraba la puerta de un portazo, mientras murmuraba algo que no llegué a oír pues estaba gritándole que lo odiaba. La mayor mentira en el mundo, pues lo amaba con cada fibra de mí ser.

Otro portazo sonó e hizo temblar la casa y yo me derrumbé sobre la cama llorando.

.

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— Edward no es así. Él no se atrevería a hacerte eso, conozco a mi hermano. — me dijo Alice.

Le había contado todo lo que había sucedido la noche anterior y ahora dejaba que me consolara. Había sido vergonzoso contarle todo a Alice, pero era mi única y mejor amiga.

— Pero él dijo que…

— Sabes cómo es Edward, suele dejarse llevar por el enojo.

Iba a replicar, diciendo que yo tendría que haber estado enojada, no él, pero en ese momento la voz de mi padre nos interrumpió.

— ¡Mira quien ha venido a visitarnos, Bella!

— Ahora bajo, papá —grité en respuesta.

Bajé las escaleras con Alice colgada de mi brazo, después de haberme secado las lágrimas. Allí, en el pequeño saloncito estaban dos hombres de piel morena, uno era Billy Black, el mejor amigo de mi padre y el otro, su hijo menor, Jacob Black.

— ¡Bella! —me abrazó efusivamente el último. Su cabello negro y largo me hizo cosquillas. —Feliz cumpleaños, atrasado.

— Gracias, Jake —le sonreí sin poder evitarlo. Su sonrisa siempre era contagiosa.

— Yo me voy — murmuró Alice. Supe inmediatamente la razón. Jamás se había llevado bien con Jacob. Creía que había algo oscuro en él, algo que no se podía apreciar bajo la fachada de chico alegre y extrovertido. Yo por mi parte, creía que simplemente exageraba, Jake era mi mejor amigo. —Hasta mañana, Bells ¿Te paso a buscar?

— ¡Claro! —acepté.

— ¡Chao! —le dijo Jacob antes de volverse hacia mí.

La cena fue amena. Jacob y su padre hacían la conversación prácticamente. Charlie y yo éramos más reservados, pero eso no nos impedía sentirnos cómodos con aquella compañía. Cuando se fueron a ver la televisión, yo me quedé con Jacob en la cocina, fregando los platos con su ayuda.

— Te ves triste —me dijo de pronto.

— Estoy algo… ya sabes — contesté sin saber qué decir.

Nos quedamos en silencio un rato más, mientras secábamos y guardábamos el servicio en los estantes pintados de un chillón color amarillo.

— Deberíamos salir — volvió a empezar la conversación. Me sentí algo mal por estar tan distante. — Hace tiempo que no hacemos nada juntos.

— Deberíamos —coincidí tratando de sonreír.

— ¿Y si hacemos algo mañana? He estado arreglando una moto desde hace unos meses y podrías ser la primera en probarla conmigo, ¿te parece?

— Charlie no se podría enterar y eso en Forks es casi imposible.

— No se enterará —me prometió.

— Vale, pero si lo hace te echaré toda la culpa y que el peso de la ley caiga sobre ti —bromeé.

— Te pasaré a buscar mañana al instituto, ¿De acuerdo? Es una cita, tú, yo y la moto.

Asentí sonriente. Necesitaba algo de distracción.

.

.

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Era la mujer más cobarde del mundo. Una verdadera vergüenza para el género femenino. ¿La razón? Estaba escondida como una pequeña rata en los baños del instituto, comiendo mi almuerzo sentada en una de las tazas del baño.

Francamente la situación además de asquerosa y desagradable, era completamente ridícula. Estaba huyendo de Edward. Lo había estado haciendo durante todo el día, pero con una razón. Él me había tratado de abordar durante toda la mañana. Cada vez que salía de una clase él estaba recargado en la pared esperando por mí.

La única razón por la que no me había ido ya es porque tenía verdaderas ganas de ver a Jacob y distraerme de todo el asunto de mi nefasto fin de semana. Aún no lograba recordar nada de lo sucedido y eso me tenía frustrada.

Incapaz de seguir comiendo mi almuerzo salí del cubículo y me miré en el espejo. Tenía el rostro pálido y los ojos algo rojos por haber estado llorando en la noche. Alice había hecho un escándalo en la mañana cuando me vio, pero no le dio tiempo de arreglarme antes de irse a clases.

Solté un suspiro. Tenía una clase más antes de la salida y era la más difícil. Biología. La única clase que compartía con Edward, y en la que además compartía pupitre con él.

Cobarde como era, tenía planeado no asistir ese día. No me sentía lo suficientemente fuerte como para mirarlo a la cara y hacer como si nada hubiese pasado, porque no era así. Me sentía usada por él y la sensación era dolorosa.

El timbre sonó y yo no salí del baño. Me quedé allí, con mis pensamientos como única compañía, hasta que decidí que lo mejor sería salir y refugiarme en el exterior para que nadie me encontrara, hasta que Jacob llegara por mí.

Abrí la puerta del baño y salí, pero no había avanzado más de cuatro pasos cuando mi brazo fue fuertemente jalado, hasta que mi espalda dio contra una pared. Grité de la impresión, pero una mano helada me tapó la boca. Miré a mi captor y me encontré con los ojos más bonitos del mundo. Unos ojos verdes que sabía a quién pertenecían.

Abrí la boca y mordí su mano para que me soltara. Funcionó a medias. Dejó de taparme la boca, pero me seguía sosteniendo contra la pared.

— A veces eres muy salvaje, Bella —dijo sacudiendo la mano que le había mordido. —Y otras veces como un gatito asustado. Creí que ibas a quedarte a vivir en el baño.

— ¿Qué quieres? —pregunté fríamente.

— Necesito hablar contigo.

— No tengo nada que hablar contigo.

— Quería pedirte disculpas —no hizo caso de mi interrupción.

— ¿Por aprovecharte de mí? —inquirí con sarcasmo.

— No me aproveché de ti, Bella.

— No sé en qué mundo vives tú, pero en el mío lo que hiciste fue aprovecharte — lo empujé y él se tambaleó hacia atrás.

— No se puede hablar contigo —sentenció. —Nunca me escuchas. Te he dicho en mil idiomas que me gustas y no me crees, ¿por qué pensé que me ibas a escuchar ahora?

— Porque siempre estás mintiéndome. ¡Tienes a millones de chicas más hermosas que yo haciendo fila para ser tus novias! ¿Y quieres que crea que me quieres a mí?—solté un carcajada seca. —Sólo querías acostarte conmigo ¡Y ya lo lograste! Ahora déjame en paz.

— ¿Qué quieres que haga para que me creas que te quiero? ¿Qué hago, Bella? Las palabras parecen no entrar en tu cabeza—se desordenó el pelo con desesperación.

— ¡Conquístame! — le reté sin pensar en lo que estaba diciendo.

— ¿Qué?

— Lo que oíste. Dices que me quieres. Conquístame. — sus ojos se llenaron de esperanzas, las cuales maté con las palabras que salieron de mis labios después. —Aunque no creo que puedas cambiar todo el odio que siento por ti después de la noche pasada. Te aprovechaste de mí y te odio por eso.

— Entonces no vale la pena seguir luchando — musitó súbitamente triste. — Te dejaré en paz, Bella. Si tanto me desprecias…

Se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos y sin que yo pudiera hacer nada, posó sus labios sobre los míos. Sus ojos ni mis ojos se cerraron, aunque tuve que luchar contra mis parpados para que no cedieran y también contra mis manos que luchaban por querer alcanzar sus cabellos cobrizos y tratar de averiguar si eran tan sedosos como parecían.

El contacto duró menos que un suspiro o eso me pareció a mí.

— Por cierto, no tienes que cargar con el peso de haberle entregado tu virginidad a alguien a quien odias tanto.

— ¿Qué? ¿No… no lo hicimos?

— Sé lo que significaba para las chicas su primera vez, no podía tomarla así como así, por mucho que quisiera ser el primero. — me acarició las mejillas un segundo.

— Pero… tú… esa mañana dijiste que…

— Fui un idiota, estaba enojado porque creyeras que te había utilizado e incluso que te había tomado por la fuerza. Por eso te busqué hoy, necesitaba disculparme por no haberte dicho la verdad inmediatamente. Ese día llegué a mi casa y supe que la había cagado. — agachó la cabeza. —Ahora sabes que no malgastaste tu primera vez conmigo.

Dichas esas palabras, se dio la media vuelta y se alejó de mí con pasos rápidos, casi corriendo. Dobló una esquina y sin dirigirme ninguna mirada, se perdió de vista.

— ¡Edward! — murmuré sin encontrar mi voz. — Conquístame, por favor.

Dejé que las lágrimas fluyeran libremente. Lo había perdido.

— ¡Hey, Bella! — la voz de Jacob llegó a mis oídos. Caminaba por el pasillo hacia mí. Traté de componer mi cara antes de que llegara frente a mí.

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Dos semanas. Hace dos semanas que Edward no me buscaba, no me hablaba, ni siquiera me da una mirada a través de la cafetería como acostumbraba a hacer.

La situación me hacía más daño de lo que era capaz de aceptar.

Recostada en mí cama no podía dejar de pensar en él. Las dos últimas veces que nos habíamos enfrentado ambos habíamos hablado de más. Él no me había dicho que no nos habíamos acostado y yo le había dicho que lo odiaba, cuando no era así.

¿Y si lo buscaba y hablaba con él? No perdería nada…

El timbre de mi casa sonó un par de veces sobresaltándome. Bajé las escaleras corriendo, y abrí la puerta. No había nadie. Fruncí el ceño y miré a ambos lados de la calzada.

Nadie. Pero en mi examen algo llamó mi atención. En las escaleras del porche había una flor y un papel pequeño y de color blanco. Sorprendida, tomé todo y entré en la casa antes de leer la nota.

La rosas son comunes. Y tú, como esta flor, no lo eres.

Miré la flor entre mis manos. Era simple, de color violeta, pequeña y de aspecto delicado. No sé por qué una flor que podía haber sido recogida en el bosque, o robada de algún jardín, causaba ese número de emociones en mí. Era hermosa, y la nota que la acompañaba a pesar de contener tan pocas palabras me hicieron sonreír.

Pero ¿quién había enviado esa nota? ¿Quién había dejado esa flor allí, en el porche de mi casa?

Edward. Fue lo primero que pensé, lo que me hizo correr hacia la puerta y abrirla de un tirón. Examiné el frío exterior. No había ni rastro de una cabellera cobriza.

Volví a entrar en la casa, para buscar un vaso que sirviera de florero. Cuando lo hallé, lo llené de agua y dejé sobre la mesita de noche al lado de mi cama. La nota la guardé en la misma mesita.

Observé la flor por largo rato, tratando de convencerme de que era imposible de que Edward tuviera un detalle así conmigo, él no me quería, ya ni siquiera me hablaba, ni me buscaba. Yo era la única enamorada aquí y con el corazón lleno de esperanzas de que él estuviera detrás de ese simple pero significativo regalo.

Me mordí el labio y me tiré sobre la cama.

Si Edward estaba detrás de aquella flor, mañana lo vería y confirmaría o tiraría mis sospechas al cubo de la basura. Y debía prepararme para la segunda opción.

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A la mañana siguiente cuando salí de mi casa una fina neblina cubría todo, por eso mismo no vi lo que había sobre mi monovolumen rojo hasta que estuve frente a él, dispuesta a subirme en el cálido interior.

Había una flor, esta vez de color azul oscuro, exactamente el mismo color de mi blusa el día anterior. Tomé la nota ávida de saber qué decía.

El azul es tu color. Eres hermosa, y digna de ser amada, aunque tú no parecer verlo.

Sonreí. Nuevamente las palabras eran pocas, pero completamente acertadas. Estaban escritas como si la persona que las escribía me conociera muy bien y me quisiera…

Me subí en mi auto y conduje hasta el instituto más ansiosa de lo que estaba antes de encontrar la segunda flor. Estuve todo el día distraída, esperando inusualmente nerviosa a que llegara la hora de Biología.

Cuando la hora del almuerzo terminó, casi corrí hasta el laboratorio y me senté en mi sitio habitual esperando a que él apareciera. Necesitaba ver en su rostro y encontrar algo que me dijera que él era quien enviaba las flores y las cartas.

El profesor entró en el salón justo en el momento que la silla contigua rechinaba contra el suelo y se oía el sonido sordo de una mochila caer.

Me atreví a mirarlo descubriendo que él me ignoraba. Aparté la vista bruscamente. Edward no me habló en toda la hora y yo aguanté las lágrimas que se formaban en mis ojos a cada pensamiento de decepción que se formaba en mi cabeza.

¿Cómo es que me había permitido crear esas esperanzas tan tontas? ¡Él ya no me perseguía! Ya no le resultaba deseable. Ni siquiera se había acostado conmigo cuando tuvo la oportunidad ¿Por qué iba a tratar de conquistarme como yo le había pedido si yo era tan poca cosa para él?

Fue un verdadero alivio cuando la clase acabó y no tuve que seguir sentada al lado de él. Sólo quería hundirme en mi miseria con tranquilidad.

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Los regalos y las crípticas notas siguieron llegando. No había chocolates, ni peluches, pero sí hubo flores en cajitas delicadas, otras que parecían haber sido cortadas en el bosque que circundaba el pueblo y ejemplares de mis libros favoritos, cada uno de ellos forrados en cuero. Ediciones que yo no podía pagar. A estos últimos regalos, les había hecho un espacio de honor en mi estante repleto de libros.

Edward no se atribuyó ningún presente. Parecía que había una muralla firme, gruesa y transparente entre ambos, a pesar de que a veces me parecía verlo sonreír de medio lado cuando mis ojos se encontraban con su rostro sin recibir ninguna respuesta de parte de él.

Las dos horas de clases que tenía que soportar junto a él eran mi mayor tormento. Me asustaban los sentimientos que se apoderaban de mí cada vez que él me miraba indiferente desde su asiento, o me dedicaba una simple mirada y volvía la cabeza hacia el frente, prestando atención a las palabras del profesor, las cuales, muy pocas veces en ese mes logré comprender.

El timbre que anunciaba el final de las clases sonó. Como siempre, Edward se paró de su asiento y yo me quedé viéndolo alejarse con pena. Esa se había convertido en mi rutina y no se había roto en todo el mes. Solté un suspiro y me encaminé hacia la puerta, para luego ir hasta mi casillero.

Sonreí, olvidando momentáneamente mi depresión cuando vi que en mi casillero había una flor. Esto ya era casi una costumbre, encontrar una flor o una nota en mi casillero, lo que me hacía sospechar que mi admirador era alguien del instituto, aunque no podía adivinar aún quién era a pesar de tener varios candidatos.

Olí la flor antes de guardar los libros que no necesitaba para hacer los deberes y cerrar el candado.

Caminé hasta el gélido exterior, donde una fina llovizna mojaba mi impermeable, y volví a sonreír. Jacob estaba recargado en su moto, esperándome.

— ¿Qué haces aquí, Jacob?

— Vine a buscarte.

— ¿Vamos a algún lado?—pregunté. —Tendría que avisarle a Alice, ella me iba a llevar a casa hoy.

— Quiero… decirte algo y… no creo que aquí sea el lugar indicado—jugué con la flor blanca entre mis dedos y él la siguió con la mirada. — ¿Y eso?

— Oh, mi admirador, ya sabes. La dejó en mi casillero hace un rato—le expliqué. Unos días atrás Jacob había encontrado uno de los libros que me había regalado mi admirador en el porche de mi casa cuando fue con su padre y le expliqué todo lo referente a mi secreto conquistador.

— Hmmm… — asintió. — ¿Aún no sabes quien es? ¿Ni una sospecha, ni una pista?

— Nop—negué con la cabeza algo desanimada. Miré alrededor, tratando de distraerme, encontrándome con Edward a solo unos pasos de nosotros, apoyado en su volvo plateado. Tenía la vista fija en el suelo y una mueca extraña en la cara. Aparté la vista bruscamente.—Y es realmente frustrante, me encantaría saber quién es.

— Me pregunto si… — empezó vacilante.

— ¿Qué sucede, Jacob?

— ¿Qué pasaría si los regalitos, las flores y las cartas fueran…míos? — preguntó.

— ¿Ah?—me quedé de piedra, con los ojos fijos en él, hasta que las piezas comenzaron a encajar. Él siempre andaba rondándome. Hoy había una flor en mi casillero y él estaba aquí. Y el día que supuestamente había encontrado el libro, no había sido así. Lo traía con él. —Jacob…

No era Edward después de todo. Jacob me estaba demostrando lo dulce que podía ser. Quizás yo… debería tratar de olvidar a Edward e intentar algo con él. Después de todo él sí había hecho esfuerzos para conquistarme…

— Que rastrero y mentiroso eres, Black—una voz fría procedente de mi espalda me sobresaltó. — ¿Así que tú le regalaste las flores, los libros y las cartas a Bella, no?

— Eso no es asunto de tu incumbencia, Cullen—le espetó mi amigo.

— Edward, Jacob tiene razón, no tienes derecho a meterte en esto.

— La verdad, Bella, tengo todo el derecho de hacerlo, sobre todo porque esos regalos son míos y por mucho que él trate de robar mis palabras no puede hacerlo. No lo permitiré.

— ¿Qué?—jadeé.

¿Qué acababa de decir? ¡Pero sí él me había ignorado como a una escoria todo este tiempo! ¿Estaba diciendo la verdad?

— ¡Oh, por Dios, Cullen! Eso no te lo crees ni tú mismo. Todo el pueblo sabe que eres un patán y que sólo piensas en tirarte a las chicas. Sabía que era cosa de poco tiempo para que trataras de robarte mis méritos sólo para acostarte con Bella.

Sentí un leve empujón que me desestabilizó unos segundos, y no supe lo que estaba pasando hasta que vi a Edward golpeando a Jacob en la mandíbula. Me quedé paralizada sin saber qué hacer, ni a quien creer.

— ¡Infeliz, no te atrevas a decir eso nunca más!—oí como gritaba Edward, eso me hizo reaccionar.

— ¡Basta! ¡Deténganse!— grité intentando separarlos. Las lágrimas de impotencia no se hicieron esperar.

Ambos eran fuertes y pronto estaban en el suelo insultándose y golpeándose en cualquier lugar que sus puños cerrados eran capaces de llegar. Vi como Edward quedó encima de Jacob y le asestó un duro golpe en la nariz logrando que esta comenzara a sangrar, pero la victoria no duró mucho, ya que Jacob logró doblegarlo golpeándole en el estomago.

Grité de horror al ver cómo Jacob golpeaba a Edward. Sentía como si cada golpe me lo estuviera dando a mí. No podía soportar que le hiciera daño.

— ¡Basta, Jacob, por favor!—lloré.

Bastó sólo un segundo de distracción para que Edward volviera a tomar la ventaja y me sorprendí de lo aliviada que me sentía por eso.

— ¿Qué está sucediendo acá?—no me había percatado de que una multitud de estudiantes observaba la pelea entre gritos hasta que escuché la voz del director. —Señor Cullen, separe a su hermano del otro muchacho. ¡Ahora!

Vi como Emmett, ayudado por Jasper el novio de Alice, separaban a Edward y a Jacob. Ambos se debatieron entre los brazos que los sostenían, tratando de volver a la pelea. Yo no me moví de mi sitio, no sabía hacia quien ir. ¿El amor de mi vida o mi mejor amigo?

— Señor Cullen, quiero verlo en mi oficina mañana a primera hora, por el momento vaya a la enfermería—le indicó el director con voz firme. Luego se volvió hacia Jacob. —Y usted, retírese de mi colegio antes de que tenga que llamar al Jefe de policía Swan.

— ¿Bella?—me llamó él y yo no supe que decir. — ¿Le crees a él, verdad?

No contesté, pues no sabía qué creer aún. Jacob me miró un segundo antes de subirse a su moto y partir.

Miré a mí alrededor. Alice, Emmett y Jasper estaban con Edward, quien les hizo gestos de que se fueran. Vi como a regañadientes se alejaban del estacionamiento. Con paso vacilante me acerqué a él.

— ¿Estás bien?—murmuré. Él sólo asintió. Tenía los ojos cerrados — ¿Tú… tú de verdad…?

— ¿Tú qué crees?—me contestó. Aparté la vista y vi la flor blanca botada en el suelo, completamente pisoteada.

— Las rosas son comunes — murmuré de pronto.

— Y tú, como esa flor, no lo eres — completó él, mirando lo mismo que yo.

— De verdad fuiste tú, todo este tiempo — me maravillé. Tuve ganas de echarme a llorar y abrazarlo, pero no me atreví.

— No es la mejor manera de que te enteraras de esto — sus palabras sonaban algo gangosas. — Tenía preparada una última carta y un regalo. Estúpido, Black, lo arruinó todo — se tocó la nariz que aún seguía sangrando.

Me agaché hasta su altura y sin decir palabra tomé su rostro entre mis manos para examinarlo. Tenía un corte en el labio que sangraba un poco, y de su perfecta nariz seguía saliendo sangre. Le hice poner la cabeza hacia atrás y limpié la sangre con unos cuantos pañuelos desechables. Ese líquido rojo siempre me había mareado, pero en este momento tenía la cabeza hecha un lío y no había sitio para las nauseas.

— No lo arruinó — dije lentamente, mientras le ayudaba a incorporarse.

— Claro que lo hizo —gruñó. Tomó mi mano y tiró de ella. —Ven, te llevaré a casa.

Asentí incapaz de hablar.

Me abrió la puerta de su coche caballerosamente. Me senté en completo silencio. El viaje fue rápido y pronto estábamos frente a mi casa, pero yo no quería entrar aún. Quería que él me dijera algo, que me diera una explicación de sus actos.

— Ven, entremos. Te curaré ese labio, no me gusta la pinta que tiene—le ofrecí.

Siguiendo con el mutismo se quitó el cinturón de seguridad y se bajó del auto. Lo imité y me uní a él en la acera. Abrí la puerta de mi casa y lo hice pasar hasta la cocina. Se sentó elegantemente en la silla que solía ocupar Charlie y le sonreí antes de salir hasta el baño donde mi padre guardaba el botiquín de primeros auxilios. Cuando volvía tenía la cabeza enterrada entre sus manos. Pude ver claramente que tenía los nudillos enrojecidos.

— ¿Estás bien?

— Sí

Me senté frente a él y lentamente limpié la sangre seca de su nariz con una toalla húmeda y luego desinfecté con alcohol los cortes en su labio y mejilla. Hizo un par de muecas, pero no se quejó. Me permití acariciar su mejilla antes de tomar sus manos y pasar un algodón por sus nudillos.

— Gracias—dijo de forma escueta. — Debería irme.

— ¿Y eso es todo? —musité con tristeza. — ¡Has estado enviándome regalos de todo tipo por semanas! ¿Y ahora te das por vencido así de fácil?

Su actitud me confundía, me había enviado todos esos regalos para demostrarme algo. Que podía conquistarme, que me quería y ahora se rendía.

— ¿Logré mi objetivo, Bella? ¿Te conquisté acaso?—no esperó respuesta antes de seguir hablando. —Hice todo lo que podía, traté de mil formas de conquistarte pero nada resultó. No puedo seguir desgastándome de esta forma, sólo me hace daño y…

No supe qué decir, por lo que simplemente actué. Me senté sobre sus piernas y me incliné para besarlo.

— No tienes idea de lo que estás diciendo—murmuré contra sus labios antes de unirlo en un beso algo vacilante.

Sólo bastó que sus labios comenzaran a moverse contra los míos, en respuesta a mi beso, para que el recuerdo de la noche en la que todo este embrollo comenzó llegara a mi mente.

Edward se deshizo del sostén. Sus labios atraparon mi pezón, mientras sus dedos se colaban por entre mi ropa interior. Me retorcí de placer ante su toque y lo sentí sonreír contra mi piel. Pronto estaba alcanzando el clímax mientras él me besaba en la boca, tragándose mis gemidos.

Abrí los ojos después de unos minutos. Lo deseaba tanto. Comencé a quitarle el boxer, pero él me lo impidió.

— Tranquila, amor—susurró contra mi piel. —Ya habrá tiempo otro día para eso. Ahora duerme.

— Edward, no—protesté.

— Te deseo. Pero nuestra primera vez no va a ser de esta forma. No vas a estar ebria, ni yo tampoco—me aseguró. —Te amo.

Sonreí en mitad del beso. Él había parado. Él no había dejado que mi primera vez fuera así, ebria, a pesar de desearme de la misma forma que yo a él.

Suavemente me separé y me quedé mirándolo. Su rostro era un poema.

— ¿Desde cuándo estás locamente enamorada de mí, Isabella Swan?—tomó mi rostro entre sus manos y me besó tiernamente sin dejarme responder.

— Cuando te dije que me conquistaras jamás pensé que lo intentarías, pero lo deseaba de verdad—respondí con el poco aire que tenían mis pulmones.

— No estás contestando.

— Cállate y bésame. — Me reí llena de dicha antes de que volviera a capturar mis labios.

El tiempo a su lado parecía pasar volando o quizás detenerse, no estaba segura. Sólo sabía que no quería estar en ningún lugar más que entre sus brazos.

De pronto estaba a horcajadas sobre sus piernas, y lo oí jadear cuando rocé su entrepierna. Bastó ese contacto para que la pasión se apoderara de nosotros y desencadenara en un débil gemido de rendición al besarnos. Había urgencia y deseo en nuestros movimientos, en nuestras manos recorriendo cada rincón de nuestros cuerpos.

— Bella—murmuró suavemente cuando sus labios se desplazaron de mi boca a mi cuello. Me estremecí de placer y deseo.

— Edward, esta vez no estoy ebria—le dije en un susurro contra su oído.

— ¿Estás segura? —preguntó apartándose de mis labios solamente lo necesario para hablar. — Puedo esperar, Bella.

—Yo no puedo, Edward.

— ¿Quieres volverme loco, verdad? —sus manos se colaron bajo la camiseta que llevaba, logrando que varios escalofríos viajaran a través de mi espalda.

— ¿Tienes condones? —balbuceé inocentemente, antes de besar su mentón y mecer mis caderas contra las suyas. Él rió divertido mientras asentía y me mostraba un par de paquetitos que había sacado de su bolsillo. —Vamos a mi cuarto.

No me hizo esperar, sino que se levantó conmigo entre sus brazos. Grité del susto, pero él me aferró firmemente, con una mano en la cintura y la otra en mi trasero. Enredé las piernas en su cintura y los brazos en su cuello.

No sé cómo subimos la escalera, pues cada poco escalones él paraba para presionar mi cuerpo contra las paredes y besarme casi con desesperación. Cuando llegamos a mi habitación, me dejó sobre mis pies y me dejó abrir la puerta. Apenas miré las paredes y la cama, cuando él había cerrado la puerta y me presionaba contra ella, besando mi escote. Jadeé y enterré mis manos en su pelo. Era más suave de lo que había imaginado.

Lentamente comenzó a desnudarme y yo a él. Primero me quitó el sweater que llevaba, dejándome solamente en un sostén negro de encaje. Yo por mi parte desabotoné su camisa, teniendo problemas con alguno de los botones, pero cuando al final la saqué me quedé maravillada ante su cuerpo. No era trabajado, pero tenía músculos donde se suponía que debía tenerlos. Acaricié su abdomen, viendo con satisfacción como se estremecía ante mi toque.

Sus manos viajaron hasta mis hombros desnudos, para apartar los tirantes del sostén. Besó mi cuello mientras sus dedos se deslizaban hasta el broche y lo soltaba con algo de dificultad. Lo ayudé a quitarme la prenda, antes de que él la lanzara hacia un costado de la habitación y luego me mirara detenidamente.

Saber que ya había estado casi desnuda frente a él no ayudaba a combatir la vergüenza ni el sonrojo. Ahora estaba sobria y conciente de cada caricia, de cada mirada, de cada beso.

Bajé la mirada, pero él levantó mi rostro colocando uno de sus dedos debajo de mi mentón. Le miré a los ojos, y me pareció que me asomaba a ver un fuego verde ardiendo de pasión. Sentí una corriente eléctrica atravesar mi cuerpo al contemplarlo y supe que no permitiría que nada nos impidiera llegar hasta el final.

Entonces, sus ojos se deslizaron por mi rostro, hasta mis pechos.

— Perfecta—me susurró antes de tomar mi cintura y hacer que me arqueara para tener mejor acceso a mis pechos. Gemí cuando los besó y lamió con delicadeza.

Mis manos estaban aferradas a sus hombros desnudos, y enterrando las uñas cada vez que él lamía y luego soplaba sobre mis pezones, estimulándolos. Me sentía débil, como si mis huesos estuvieran hechos de esponja, y había una firme palpitación en mi sexo.

Lo deseaba tanto.

Cuando volvió a unir nuestros labios, me separé un poco de su cuerpo y me concentré en desabrochar su pantalón. Él miró cómo lo hacía sin decir palabra y luego cuando lo comencé a bajar me ayudó, quitándose los zapatos y los calcetines. Quedó solamente con su boxer puesto, en el cual se marcaba claramente su miembro.

Entonces, él me quitó el jeans que llevaba, rápidamente, y me ayudó a quitarme las zapatillas y los calcetines, agachándose frente a mí. Cuando quedé solamente con mis bragas puestas, me sonrió lujuriosamente y comenzó a besar mis piernas, hasta detenerse en la cara interna de mis muslos, y luego seguir el recorrido hasta mi abdomen, no sin antes besar mi intimidad por sobre la tela de mi ropa interior.

— Edward—gemí su nombre y él me miró, aún agachado frente a mí.

— Eres hermosa—me dijo parándose y tomándome al estilo nupcial para luego dejarme suavemente sobre la cama.

Poco a poco se cernió sobre mí, dejando que sintiera su peso sobre mi cuerpo, aunque no completamente.

Con nuestros labios unidos y nuestras manos recorriendo nuestros cuerpos de forma íntima sentía que iba a explotar de placer. No podía entender cómo era posible que tantas sensaciones placenteras se manifestaran de forma tan intensa en mi cuerpo.

Una de las manos de Edward estaba debajo de mi ropa interior. Sus dedos me acariciaban los pliegues suavemente, explorando mi sexo, enviando olas de placer por todo mi cuerpo. Y yo quise saber cuanto placer podía darle yo a él, por lo que colé una de mis manos dentro de su boxer y acaricié su miembro erecto.

Se tensó y gimió roncamente contra mi cuello.

Volví a acariciarlo, bombeando lentamente con mi mano hecha un puño en torno a él y tuve la satisfacción de oírlo gemir otra vez antes de que su mano detuviera la mía. No tuve tiempo de quejarme cuando se deslizó entre mis piernas. No pude hacer nada tampoco, antes de que apartara mi ropa interior y comenzara a jugar con su lengua entre mis pliegues.

— ¡Oh, por Dios!

Sus dedos y su lengua se deslizaban por mi clítoris causando que miles de descargas eléctricas nacieran y murieran en mi sexo, haciendo que los dedos de mis pies se retorcieran de placer.

Gemí aferrando las sábanas entre mis dedos sintiéndome desfallecer. Mi cuerpo se retorcía mientras sentía como una burbuja de placer crecía y explotaba en mi bajo vientre. Me había hecho llegar hasta el orgasmo y ahora me encontraba jadeante mientras me besaba las mejillas y los labios.

— Te ves fabulosa retorciéndote gracias al placer que yo te doy.

Le sonreí sin poder evitarlo y seguí sonriendo cuando se inclino para besarme. Aún estaba algo mareada y jadeante cuando concentré mi atención en despojarlo de su boxer negro. Suavemente tomé el elástico y tiré de él. Su erección quedó libre y yo jadeé. Él era… impresionante.

— ¿Los… condones?—murmuré. No podía esperar un minuto más, necesita que me hiciera suya.

Edward se paró de la cama y sacó una bolsita de su pantalón. Lo ayudé a ponerse el condón, con manos algo temblorosas. Él me miró intensamente, antes de volver a recostarse sobre mí, con su miembro rozando mi sexo.

Me estremecí en anticipación.

Mientras sentía como se adentraba en mi cuerpo, apreté sus hombros. Si sentí dolor en algún momento pasó rápidamente. Edward fue gentil y esperó a que me adaptara a su presencia en mi cuerpo. Lo sentí temblar entre mis brazos, tratando de controlarse.

Moví mis caderas invitándolo a moverse y me complació. Se movió lentamente, saliendo de mi cuerpo y luego entrando con la misma lentitud que enviaba escalofríos por mis terminaciones nerviosas. Jadeé y gemí mientras repetía la acción un par de veces antes de que el placer, el deseo y la pasión lo consumieran incitándolo a realizar movimientos más rápidos y profundos.

La sensación de su cuerpo formando parte del mío era indescriptible, no había palabras para detallar la forma en la que él me hacía sentir. Tan querida, tan amada.

Temblaba, completamente llena de dicha, entre los brazos de Edward, quien seguía embistiendo cada vez con más fuerza y rapidez contra mi cuerpo, pero sin llegar en ningún momento a ser rudo. Mis movimientos se complementaban con los suyos.

En la habitación sólo podían oírse nuestros gemidos, así como las esporádicas palabras de amor y devoción musitadas entre beso y beso.

Sentía que estaba sumergida en medio de miles de sensaciones placenteras que nunca había soñado con vivir. Sentía cada terminación nerviosa llenarse de una carga eléctrica que emprendía la marcha a través de mi cuerpo, y sólo encontraba la liberación en los gemido que escapaban de mi boca y que morían en la de Edward mientras me besaba.

Cada embestida era un paso más hasta la locura del éxtasis…

El roce de nuestras pieles creaba una fricción deliciosa y sentía que moriría si no llegaba pronto a una liberación.

Su cuerpo y el mío encajaban a la perfección.

Mis manos en su espalda, apretando su cuerpo contra el mío eran el epíteto de las suyas en mis caderas, apresándome cada vez más cerca de su cuerpo, cada vez más cerca del cielo, tanto así que sentía que podía tocar estrellas con la punta de mis dedos. Este el mejor momento de mi vida.

Edward cambió el ángulo de sus movimientos y eso fue todo lo que necesité para alcanzar el clímax. Me estremecí sintiendo como mi cuerpo se arqueaba contra el de mi amante. Sus caderas chocaban contra las mías velozmente, en la perfecta armonía del clímax el cual él alcanzó sólo unos segundos más tarde que yo.

Ambos nos derrumbamos jadeantes en la cama. Él sobre mi cuerpo. Acaricié su espalda y su cabello. Su peso lejos de molestarme, me agradaba.

Después de unos minutos, Edward se puso a mi lado y me atrajo hacia su cuerpo. Mi cabeza sobre su pecho y nuestras piernas entrelazadas.

— Te amo—susurró. – Sé que no es el mejor momento para decirlo…

— Yo también te amo—besé su pecho y él tomó una de mis manos entra las suyas para besarla suavemente. Luego, la presionó sobre su corazón, que latía desbocado.

Nos quedamos dormidos así, abrazados.

Cuando desperté estaba oscureciendo. Edward estaba despierto ya y me miraba con gesto enigmático.

— ¿Qué sucede?

— Creo que debería irme, pero no quiero.

— Es cierto, Charlie estará aquí pronto.

Nos vestimos en silencio y luego bajamos la escalera tomados de la mano. No quería que se fuera, por eso mismo antes de abrir la puerta tomé la iniciativa y lo besé por largo rato antes de suspirar y abrir la puerta para que se fuera.

— Nos veremos mañana, amor—me prometió.

— Mañana—corroboré.

Me dio un último beso antes de dirigirse hasta su coche. Eso me hizo recordar algo. Él había mencionado que había más regalos, además de la última flor que había dejado en mi casillero. ¿Qué regalos? No me gustaba que la gente me regalase nada, pero a través de aquel mes sus regalos siempre habían tenido un significado y sentía curiosidad.

— ¡Edward!—le llamé. Él se detuvo y me tendió una mano para que me acercara. Así lo hice. — ¿Aún puedes darme los últimos regalos que mencionaste? — le dije tímidamente.

Me sonrió antes de jalarme hasta el volvo. Se inclinó y sacó de la guantera una cajita cuadrada y una nota.

— ¡Ábrelo!—ordenó.

Lentamente abrí la caja. Dentro había una fina pulsera de plata con un dije de corazón muy elegante y de cristal cortado, o eso pensé. La tomé entre mis manos y la observé. Edward me sonrió antes de quitármela y ponerla en mi muñeca izquierda.

— Ahora lee esto—me entregó la tarjeta.

Creíste que mi corazón era de piedra, que no podía quererte, tal como este corazón. Pero no es así, espero habértelo demostrado.

Al igual que este pequeño corazón, el mío es completamente tuyo.

Te amo.

Edward Cullen

— Eres un cursi —dije después de leer. Le miré a los ojos con una sonrisa y agité la muñeca frente a sus ojos —Gracias.

Me besó antes de quitarme la tarjeta de las manos. La dio vuelta y me mostró lo que decía al reverso.

Tú me has conquistado ¿Lo logré yo?

— ¿Te conquisté? — me preguntó pícaramente.

— Edward, no seas tonto — Rodé los ojos. ¡Cómo si lo que habíamos hecho no lo había dejado lo suficientemente claro! Me miró expectante, por lo que decidí seguirle el juego. — Pregúntalo otra vez —le pedí.

— ¿Te conquisté?

— Definitivamente —sonreí antes de que nuestros labios se volvieran a unir.