Dark Chat

martes, 14 de diciembre de 2010

Esposa de un Jeque

Capítulo 11

Bella sintió las palabras de Edward como una flecha clavada en su pecho. -No veo sólo lo negativo -replicó, preguntán dose si sería verdad.

Edward supo que estaba mintiendo.

-Tú no valoras nuestro matrimonio por un pacto que ya no tiene nada que ver con nuestras vidas. Y buscas excusas todo el tiempo para justificar tu desconfianza y la falta de valor que le das a nuestro matrimonio.

-¡Yo no quito valor a nuestro matrimonio!

¡Cómo se atrevía a decir aquello! ¡Ella lo amaba! Era él y su padre quienes habían infravalorado su ma trimonio.

-Yo no he quitado valor a nuestro matrimonio ni te he pedido el divorcio el día siguiente a nuestra boda. Yo no te he negado el placer de mi cuerpo ni el calor de mi corazón. Tú estás enfadada porque el amor no fue el motivo de mi proposición de matrimonio. No obstante tú que has profesado tu amor por mí, me has amenazado con deshonrarme delante de mi pueblo. ¿Qué clase de amor es éste?

-Yo... -ella no sabía qué decir.

Edward decía la verdad, pero no había sido la debili dad de su amor la causa de que hubiera hecho ciertas cosas, sino la fuerza de su dolor. El sentimiento de re chazo... Pero él no la había rechazado nunca.

-Ahora estás ahí sentada seguramente planeando decirme que no te toque. Da igual que seas mi esposa. A ti no te importa que yo me esté muriendo de deseo por ti. Seguramente te gusta la idea de hacerme sufrir.

-No. Yo...

-Te olvidas fácilmente de la intimidad que hemos compartido...

-No es fácil -gritó ella.

-Te he prometido ser sincero. ¿Crees que no me rezco lo mismo?

-No miento.

-¿Piensas compartir mi cama?

-Sí.

Ella había decidido hacerlo. Prefería hacerlo a ser seducida por Edward de todos modos y demostrarle que no podía reprimir su deseo por él.

Edward la miró con un brillo de deseo que la quemó.

-Espera.

Edward se detuvo.

-Tengo que darte esto -le dio el manto de la cabeza.

-¿Por qué?

Ella respiró profundamente y luego exhaló muy lentamente.

-Me compraste con un permiso de excavación...

Sintió que tenía que dejar las cosas claras entre ellos.

Le había llevado tiempo decidirlo, pero debía ha cerlo antes de entregarse a Edward nuevamente.

Cuando él fue a protestar, ella lo acalló.

-Si aceptas este oro -señaló el manto-. Te estaré comprando. Así estamos en igualdad de condiciones.

Edward no comprendía.

-¿Es importante para ti? ¿Que estemos en igualdad de condiciones?

-Sí.

-Y si acepto tu dote, ¿será así?

Ella asintió.

Edward extendió la mano para recibir el oro.

-Espero que a ti te satisfaga tanto el intercambio como a mí.

Ella le entregó el manto.

Luego se desabrochó el cinturón de oro de sus ca deras y lo dejó caer.

Edward se quedó quieto. Sólo le clavó la mirada.

Ella se quitó el atuendo hasta quedar desnuda.

Sus pezones estaban duros de deseo. Y se endure cieron más al sentir la mirada de su esposo en ellos.

Toda su piel estaba sensible.

Caminó hacia él y las pequeñas campanitas del col gante que llevaba al cuello sonaron con cada paso. Por primera vez no se puso colorada. Estaba decidida.

Cuando llegó hasta su marido le dijo:

-Déjame que te desvista.

Bella le quitó el turbante. Le acarició el cabello . Sintió que sólo ella tenía derecho a ver a aquel hombre de aquel modo en Jawhar y se deleitó con ese pensamiento.

Él la ayudó a que le quitase la túnica. Bella le acarició el pecho.

Le llamaron la atención sus pezones varoniles. Su deseo aumentó, e instintivamente los acarició.

Al tocarlos, se pusieron duros inmediatamente y ella sintió el placer de hacerlo reaccionar de aquel modo.

-Sí. Tócame. Muéstrame que me deseas tanto como yo te deseo a ti.

Las palabras de Edward aumentaron su deseo y la determinación de hacer lo que él le decía. Se inclinó hacia adelante y lamió cada uno de los pezones; luego hizo círculos con la lengua, saboreando su piel salada y aspirando la fragancia masculina de su cuerpo.

-El aire del desierto te ha convertido en una tenta dora.

Ella sonrió y tomó uno de sus pezones con la boca hasta que él gimió de placer.

Luego tiró del cordón de la cintura del calzoncillo blanco y lo desató. Lo único que sujetaba su ropa inte rior era el cuerpo de ella encima del de él.

-Quítatelos.

-¿El haberme comprado te da derecho a darme ór denes como a un esclavo? -preguntó Edward con hu mor en los ojos.

Ella supo que estaba bromeando, que no estaba ofendido.

-Por supuesto -respondió ella.

Él alzó las cejas y la miró con aire de depredador.

-Entonces tú también eres mi esclava.

Bella tragó saliva. El juego estaba tomando un curso inesperado y se estaba poniendo nerviosa.

-Sí -respondió.

Edward no dijo nada; pero la dejó quitarle la prenda.

Ante sus ojos apareció una piel satinada y dura dán dole la bienvenida.

El recuerdo de sentirlo dentro de ella era excitante, sintió Bella.

—Quítate la ropa que te queda —le ordenó él.

Ella se estremeció de deseo.

Lo único que le quedaba protegiéndola de él era un trozo pequeño de encaje.

Pero ella no necesitaba protección de él. Ahora, no. Ella deseaba lo que iba a suceder.

Se quitó las braguitas, .

-Ven conmigo -dijo Edward.

Ella se acercó a él. Tanto que la punta de su masculinidad le rozó el estómago.

Edward le tomó la mano y la llevó hasta su sexo.

-Tócame -le pidió.

Ella llevó su mano hasta él con dedos temblorosos. La dureza tibia de su piel satinada la fascinó y la acari ció en toda su longitud. Él dejó escapar un sonido in coherente de deseo y echó hacia atrás la cabeza.

Ella siguió acariciándolo y llevó su pulgar hasta la punta. Él se estremeció y le pidió:

-Más.

Fue una orden y un ruego imposible de desobedecer.

Y lo siguió acariciando más y más.

De pronto Edward le tomó la mano y le dijo:

-Suficiente -tomó aliento y agregó-: Ahora me toca a mí.

¿Tocarla?, se preguntó ella.

-Ser el que dirige -le aclaró Edward.

Ella sonrió.

-Llévame a la cama -le pidió a él.

Él no lo dudó. La alzó en sus brazos y la llevó a la cama que estaba en el centro de la habitación. Edward se arrodilló con ella en brazos encima de la colcha. Bajó su cabeza y la besó.

Aquel beso le llegó hasta dentro de su ser.

Edward era su marido y lo deseaba, y siempre lo de searía.

Edward le besó el cuello.

-Te necesito, Edward.

Él la quemó con la mirada.

-Te he deseado desesperadamente...-dijo él.

-Ahora me tienes.

-Sí. Te tengo. Jamás te dejaré marchar.

Bella no quería pensar en el futuro. Quería concentrarse en el presente. Lo besó apasionadamente.

El calor de su lengua la invadió y enseguida el beso se hizo devorador y carnal.

Edward le hizo el amor con las manos, con su boca y finalmente con su cuerpo. Cuando explotó dentro de ella, Bella lo acompañó con su propio estallido de placer.

Luego permanecieron con sus cuerpos entrelaza dos, sudorosos.

Edward se desembarazó de sus brazos y ella protestó con un gemido.

-Shhh, pequeña gatita. Sólo quiero que estés có moda.

Edward la arropó con su cuerpo y con la colcha de seda. Había apagado las luces y soltado las cuerdas de la cortina que rodeaba la cama, aumentando la intimi dad entre ellos.

Bella se arrebujó contra él.

-El nombre de pequeña gatita te va bien. Te acurru cas como un gatito, feliz de calentarte con mi piel.

-Me haces sentir pequeña.

-Sólo en tu recuerdo eres una Amazona gigante.

Ella besó su pecho.

-Lo sé. Pero me gusta cómo me haces sentir.

No sólo la hacía sentir pequeña, sino protegida y mimada.

-Me alegro de que sea así.

-¿Cuánto tiempo estaremos aquí? -preguntó ella jugando con el vello de su pecho.

-Podemos irnos a nuestro hogar de Kadar cuando quieras.

-¿No se sentirá ofendido tu abuelo si no nos queda mos más tiempo?

Habían planeado estar un tiempo corto en el palacio del rey Aro y unos días con el pueblo de su abuelo.

-A él le gustaría que nos quedásemos el tiempo su ficiente para que yo sea el jinete de su camello favorito en las carreras.

-¿Cuándo son las carreras?

-Dentro de dos días. Participarán otros dos campa mentos.

-A mí no me importa quedarme, si a ti te apetece hacerlo -dijo ella.

Le gustaba su hermana y le parecía fascinante la forma de vida beduina.

-Me gustaría quedarme -él la abrazó.

-¿Vas a enseñarme a montar a camello?

-¿Estás segura de que quieres aprender? Parecías muy nerviosa esta mañana.

-Se movía la silla. Y creí que se podía caer.

-Yo no te expondría a ningún riesgo.

Por primera vez ella sintió que aquel extraño en el que él se había convertido, no era un extraño en abso luto. Era Edward. Un hombre complejo, con muchas fa cetas. A veces duro, otras protector y tierno. Pero en esencia el hombre del que ella se había enamorado. Su jeque.

Bella se lo pasó muy bien los días siguientes.

Rosalie era una compañía maravillosa. Le había en señado los movimientos básicos de las danzas orienta les mientras Edward compartía el tiempo con su abuelo. La siguiente lección fue aprender a montar en camello, algo más difícil.

Le dolían los muslos del ejercicio, pero la danza se los agilizó. Y los masajes de Edward aquella noche completaron su recuperación.

El bailar y el montar a camello no fue lo único que aprendió en el campamento. Edward también le enseñó todas las noches todo el placer que su cuerpo era capaz de experimentar. Cuando estaban haciendo el amor, a ella le resultaba fácil olvidarse de los verdaderos moti vos por los que se había casado.

Mientras Bella disfrutaba observando a su ma rido y a Emmet disputarse el primer puesto en la ca rrera, parecía ajena por completo al acuerdo de su ma trimonio.

-No sabía que los camellos podían moverse tan rá pidamente.

Rosalie se rió.

-Soy magníficos, ¿no crees?

-Pero, ¿qué pasa si los camellos se tropiezan? ¿Y si tira a Edward?

Rosalie se volvió a reír.

-¿ Edward?

-Es un hombre como cualquier otro, de carne y huesos que puede romperse.

-Cuidas mucho a mi hermano, ¿no? -preguntó Rosalie, seria.

-Sí -admitió Bella, sin dejar de mirar a los ca mellos de la carrera-. Lo amo. Por eso me casé con él.

-Me alegro. Creo que él se lo merece.

Bella se asustó al ver que Edward hacía un mo vimiento con el camello que lo ponía en peligro.

Rosalie la tranquilizó.

-Es un gran jinete. Casi siempre gana la carrera, para pesar de mi marido. No está mal que Emmet no gane siempre.

Bella se rió.

Rosalie se rió también.

-No soy desleal, pero mi marido se pone insufrible después de ganar una carrera.

-La arrogancia es una característica de la familia, ¿no?

Sabía que Emmet y Edward eran primos.

-Sí.

-¿Así que quieres que sea yo quien sufra el sín drome de marido insufrible, no?

-Creo que mi hermano ya se considera el ganador. Está muy satisfecho de que seas su esposa.

Dos horas más tarde, Bella y el ganador de la carrera de camellos subieron a un helicóptero.

Edward le tomó la mano y no la soltó durante todo el viaje.

La primera vista que tuvo del palacio de Edward fue desde el aire. El palacio de Jawhar era impresionante. Tenía cúpulas en el techo y una arquitectura totalmente oriental.

El helicóptero aterrizó en un valle a varios metros del palacio. Los hombres de la guardia privada del rey Aro los esperaban para llevarlos al palacio.

Edward quiso mostrarle el palacio.

No era tan grande como el de su tío, pero era impre sionante también.

Tenía una cúpula de cristal como techo de una sala que formaba el observatorio. Estaba lleno de libros acerca de las estrellas. Algunos estaban en inglés, otros en francés y otros en árabe.

Pero lo que más le llamó la atención fue un telescopio en el centro de la sala, colocado sobre una mesa. Era un telescopio de George Lee e Hijos en perfectas condiciones.

Bella se acercó a él como si la atrajera un imán, con la mano extendida para tocarlo.

-Es hermoso.

-Sabía que te gustaría.

Ella lo miró.

-Creí que habías fingido tu interés por los telesco pios para que tuviéramos algo en común.

-El telescopio era de mi padre. Él tenía pasión por ellos. Pero al final me empezaron a interesar sincera mente, más allá de considerarlo una forma de acer carme a ti.

Cuanto más tiempo pasaba con él, el motivo por el que se habían conocido parecía tener menos importan cia. Ella sabía que ése había sido su plan cuando la ha bía secuestrado.

-¿Vas a seguir yendo a las reuniones de la Sociedad de Telescopios Antiguos conmigo? -preguntó Bella.

-Me gustaría hacerlo.

Ella sonrió.

-Quiero darte este telescopio como regalo de boda. A mi padre le habría gustado que una aficionada a su hobby fuera quien lo tuviera, sobre todo su nuera.

-No sé qué decir.

El le tomó las manos y agregó:

-Dime que lo aceptas.

Ella sintió que aceptarlo era como aceptar la perma nencia de su matrimonio. ¿Estaba preparada para ha cerlo?

Daba igual lo que sintiera él por ella. El asunto era la vida con Edward o la vida sin él. Por otro lado, estaba la posibilidad de estar embarazada. Era pronto para sa berlo. Pero no podía quitarse la sensación de que po dría estarlo.

Pero aun sin un bebé, en los últimos días había co nocido lo rica que era la vida con Edward. ¿Realmente quería volver a su vida anterior sin él?

-Has luchado fuertemente para que este matrimo nio se mantenga -dijo ella.

-Jamás te dejaré marchar.

-Mi opinión también cuenta, Edward.

Edward se dio la vuelta y con un movimiento vio lento le dijo:

-¿Cuándo dejarás de discutir por esto? Tú eres mi esposa. No te dejaré marchar. Tú eres la madre de mis hijos. Podrías estar embarazada incluso ahora. ¿No lo tienes en cuenta cuando piensas en dejarme?

—No he planeado nada.

Bella se puso una mano en el vientre y sintió cierta ternura.

-¿Crees que podría estar embarazada de verdad?

-Si no es así, no será porque yo no lo haya inten tado.

-Parece que estás dispuesto a todo para mantener nuestro matrimonio.

Él le había prometido fidelidad, honestidad, y que consideraría sus deseos por encima de otras considera ciones. Era más de lo que muchos matrimonios tenían, pensó. Y según Rosalie, el amor venía después. Aun así, no había ninguna garantía de que él llegase a amarla.

Y si la amaba, ¿qué garantía había de que lo si guiera haciendo? Edward era un marido que cumplía sus promesas siempre...

-No quiero terminar nuestro matrimonio. No quiero dejarte -dijo ella, por fin.

Edward le sonrió. Parecía muy feliz. No podría serlo si ella no significase algo para él.

Bella le dio la mano.

-Podemos seguir practicando a ver si fundamos una familia, ¿no?

Él se rió fuertemente. La llevó al dormitorio y vol vieron a compartir otra noche de amor.

Mascara De Odio

Cap . 18 Isabella Swan.

09 de Enero de 2008

El corazón comenzó a palpitarme sin control, el pánico comenzó a apretarme la garganta tan fuertemente que durante aproximadamente 30 segundos me pregunte como era que le estaba haciendo para respirar.

En ese sobre, que el había lanzado sobre mí como si fuera alguna clase de escupitajo, había fotos mías y de Jacob mientras hablábamos, mientras el pedía su consuelo en mis inútiles brazos, consuelo por la vida erráticamente dura de los dos.

Sabía que para cualquiera que lo mirara desde el ángulo en que Edward parecía estar entendiendo esto, era algo más simple que una amistad básica, entendí que había llegado la hora de decirle que era lo que realmente pasaba entre Jacob y yo, la manera puramente `platónica en la que estábamos unidos. Lo primero era saber quien me había tomado estas fotos.

- ¿como…? – no termine de formular mi pregunta por qué la mirada helada de él me clavo en la silla y se clavo también como una estaca en mi capacidad del habla.

-¿como lo conseguí?- termino el por mi – veras querida, resulta que conozco gente a la que le gusta descubrir a las lombrices tramposas y mira que nos hemos encontrado aquí…- me señalo y luego a las fotos – a la mas rastrera de todas.

Cada una de sus silabas comenzó a golpearme sin ningún tipo de piedad, jamás había catalogado de mi misma como y una lombriz y menos una rastrera…era una ofensa que me dolía hasta el alma. Mi dolor pareció transmutarse en mi voz, pero después de tanto tiempo de aguantar la porquería del mundo solo escapo de mi garganta un gemido entrecortado que solo por mi fuerza de voluntad no se convirtió en un estallido de llanto incontrolable.

- Edward, eso no es…- quise decir que no era lo que él creía pero algo en su pose, en sus ojos y el gesto de desprecio de su boca me decía que le iba a creer mas a un político que a mí, finalmente el estallido de llanto no llego pero sus consecuencias, las ardorosas y dolorosas lagrimas comenzaron a fluir de mis ojos y no pude hacer nada para detenerlas – esto no es…- parecía que nuevamente mi vocablo se había reducido a dos palabras solo que esta vez era por el miedo, y por el horrible presentimiento que parecía hacerse realidad a medida que los segundos pasaban y la expresión de él no cambiaba.

- no es…- dijo el sin esperar que le dijera nada- me parece que más bien es – su cara volvió a hacer un gesto de sumo desprecio y termino de matar lo poco que quedaba de vida en mi. – es todo lo que necesitaba para desenmascararme de verdad y a ti de paso.

¿Desenmascararse? El sentido que parecía tener esa frase opto por aplanarme más el pecho del cual salían silenciosas plegarias al cielo por que esto no fuera más que una pesadilla que me avisaba que debía ser sincera con él. Esto no podía estar pasándome a mí, la desgracia no podía volver a caer sobre mí ahora que me había vuelto débil.

- ¿de qué estás hablando?- pregunte a sabiendas, dura y cruelmente, que él me lo iba a decir de la peor manera posible.

- no quiero volver a verte - cinco palabras, jamás había escuchado que las palabras dichas en orden de frase en ese orden y dirigidas hacia mi pudiera dañarme de esa manera, el no reía, no había brillo en sus ojos, no había burla en su rostro, solo firma y austera seriedad, como si estuviera pactando algún negocio licito, lo cual volvió a reconfirmarme que nada de esto se trataba de una broma, que no podía esperar nada y que yo misma había arruinado todo al no decirle nada a él.

- no entiendo…- repetí a su voz y a mi masoquista conciencia, como si necesitara que el confirmara algo más.

- no entiendes?- pregunto él con u tono de burla que me hizo sentirme como la burra de la clase - que bien, me dejaras explicártelo… de repente me encuentro muy cansado de ti como muy bien lo supusiste ese día que me acosté contigo – sentí que la flecha de sus palabras se me clavaba en la frente, luche por seguir respirando por mostrarme tan fría como él, aunque él era infinitamente mejor y las lagrimas no sollozadas en mis ojos seguían brotándome haciéndome sentir cuan verdaderamente patética y crédula era . estoy aburrido y quiero acabar de una vez con todo – finalmente mis miedos más terribles se confirmaban así hubiera vivido en el sueño de que nada malo volvería a tocarme mientras estuviera con el - y que crees, me has dado una perfecta razón para hacerme entender que también te aburrías conmigo, así que te estoy abriendo las puertas -

Estaba hablando de Jacob, así que si había creído que teníamos algo, aun `podía decirle la verdad jurarle sobre el amor que sentía que no tenía nada con Jacob, pero algo me detenía, la profunda convicción de que iba a descubrir algo que no debería descubrir, algo que…podría matarme.

- no es lo que crees – dije sencillamente esperando que él me diera una sola palabra para comenzar a jurarle y perjurarle que no tenía nada que ver con Jacob Black.

- creo que te voy a confesar una cosa – ahí iba, lo que estaba esperando, que me dijera lo que quería decirme para poder comenzar a explicarme yo - ¿sabes porque me case contigo? – su pregunta volvió a mí como un puño en el centro del estomago…meses atrás yo misma me había hecho esa pregunta y la respuesta había llegado erróneamente, tan errónea como podía ser en este momento. Negué con la cabeza volviendo a esperar que me las dijera.- hace 19 años nació en el Hospital Estatal una niñita sin padres ni nada por el estilo, vivió hasta los dos meses en ese hospital.¿ y qué crees? – permanecí en silencio mientras el casi repetía la información de mi que nunca le había dicho y que inexplicablemente sabia. – un medico cualquiera, que resulta ser mi padre, se encuentra conmovido por su falsa carita de ángel, y le asigna dinero a esa chiquilla incluyendo unas miserables acciones de ese mismo hospital, del que era dueño, acciones que al pasar el tiempo se vuelven dinero en efectivo, mucho dinero. La chiquilla desaparece, para aparecer a los trece años en un orfanato. Desaparece, vuelve a aparecer cuando tiene 18 años y me entero de que mi padre heredo a la zarrapastrosa con dinero que es mío.

Ya no me quedaba conciencia más que para mirarlo a la cara mientras el derramaba todo eso sobre mis restos. Lentamente mi cerebro comenzaba a asimilar los hechos desde el momento en que le conocí, como se interesó en mi a pesar de ser completamente lo opuesto a lo que parecía ser su tipo de mujer…." ¿qué he hecho?". Tuve tiempo de preguntarme antes de que el comenzara a hablar de nuevo.

-me encuentro con que si quiero acceder al dinero que por ley me pertenece tengo que encontrar a esa niña y hacer que se case conmigo, hacer que firme unos papeles en donde me cede, como esposo, todo el dinero que mi padre le heredo y del que no sabía nada, no habiendo otra opción decido traerme conmigo a la zarrapastrosa a vivir a mi casa y hacerla mi esposa durante el tiempo en que las implicaciones legales así lo estipulan, ahora cuando se cumplen tres meses de casados el documento es válido, yo tengo todo su dinero y ella quiere irse a pasear a un perro. ¿Es una linda historia, verdad?- En ese momento había llegado mi etapa de negación, la que seguramente tenía todo el mundo cuando se enteraban de cosas terribles.

- tú, no estás hablando en serio –

- en realidad esto esa aburrido para mí. No soporto la idea de estar contigo un día más. Ni andarte repitiendo lo que pareces haber asimilado con la suficiente rapidez.

Tenía razón, desde luego, mi etapa de negación había cedido en un segundo porque la horrible verdad comenzaba a salir a la luz.

- pero…- mi propia conciencia parecía manifestarse en mi voz esperando infantilmente que l cámara escondida saliera de donde estaba.

- entiende una cosa, me aburres, no quiero estar cerca de ti un segundo mas, ya tengo lo que quería de ti, el maldito dinero que mi padre de heredo, ya no me sirves para nada. Te quiero fuera de mi casa, de mi vida y de este despacho en este momento –

Usada, todo este tiempo, incluso cuando me había hecho el amor, incluso cuando…Oh Dios ayúdame, por favor.

- Victoria se encargara de entregarte tus cosas cuando salgas de la casa, después de ese momento, lo que pase contigo no es de mi incumbencia.

¿Lo que pase conmigo? ¿Y que de lo que pasaría con lo que tenia creciendo dentro de mi…?

Súbitamente caí en cuenta de lo que había venido a decirle antes de que el destapara esta olla podrida. Que estaba esperando a sus hijos, que iba a ser padre…

Pero la total convicción de que me ofendería mas diciéndome que esos hijos bien podrían no ser de él, lo que probablemente pasaría terminaría por destruirme, y debía ser fuerte, por ellos. Resignada al desprecio de los demás acepte la verdad de todo esto. Había caído en la sucia trampa de un hombre que solo le importaba su propio bienestar, que haya usado mi cuerpo, mi mente y mi capacidad de raciocino y que había esperando a la menor oportunidad para clavarme el cuchillo por la espalda y deshacerse de mí. Lo de Jacob no era nada y el se había agarrado de ello para sacarme de su vida.

- sal de aquí en este momento o me veré obligado a llamara a seguridad –

Me echaba, como un perro, como una esclava inservible. A fin de cuentas era lo que era, en lo que me había convertido por no tener un poco de voluntad, por esperar que el me bridara ese amor que nunca había recibido ni recibiría de nadie.

No. De nadie no. Yo iba a encargarme de que mis hijos me amaran. Y de que ellos fueran tan amados como yo nunca lo fui. Ahora, y esta vez comprendía que tan lejos había llegado, ellos eran la unida razón que me quedaba, debía dejar atrás a la razón llamada Edward….el no iba más.

- eso…no será necesario – no supe de donde saque las fuerzas para levantarme, aferre mi bolsa, la que contenía el secreto más alegre y trágico que alguna vez había guardado, secreto del que él nunca iba a enterarse, porque yo toleraría su desprecio por costumbre, pero no permitirá que despreciara a mis hijos, míos, porque ahora solo eran míos. Serian míos. Lo único verdadero que me quedaría cuando ya no tuviera nada.

Camine alejándome de toda esa oscura porquería, trate de respirar profundo y al pensar en mis hijos en hecho de hacerlo, de respira, adquiría la suficiente importancia para seguiros haciendo.

La secretaria me miro toscamente mientras yo salía y tomaba mis pasos con más rapidez, no podía correr pero debía alejarme de allí tan rápido como mi estado me lo permitiera. No pude esperar a que el asesor llegara, así que con cuidado extremo baje las escaleras-

Pero a mitad del piso cinco no pude mantearme más en pie. Desgarrados y roncos aullidos salían de mi pecho y se manifestaban en mi garganta y mi voz. Me senté y me apreté el vientre mientras la cabeza comenzaba a darme vueltas y mi entorno comenzaba a volverse oscuro. No me permití desmayarme, ni botarme por las escaleras como lo fue el primer instinto, ahora protegía a algo y no sabía como iba a salir adelante en este estado, sin nadie que me apoyara y nada que hacer más que cocinar y cuidar flores.

Calme mi crisis de ansiedad lo suficiente para volver a ponerme de pie y terminar de bajar las escaleras.

Cuando Salí el coche de Edward seguía ahí esperándome. Laurent me miraba desdeñoso, algo que no podía soportar en ese momento. Sin decirle nada a él camine de largo hasta que un taxi paro frente a mí. Hice una cuenta mental de lo que tenía en mi bolsa y decidí que era suficiente para ir hasta la mansión a recoger lo que era mío.

Le di la dirección al hombre que me miro bastante preocupado, el debía saber que era consciente de que debía lucir como un cadáver pero mi apariencia era lo que menos me importaba ahora.

Cuando entramos por el umbral de la mansión el estomago comenzó a dolerme. Pero era sensitivo, era la trasmutación de mi dolor en el pecho.

Pague por la carrera y el taxista se marcho, yo me pare ante la puerta esperando encontrar a la influenciada Victoria esperándome con las maletas. No me decepciono cuando abrió las puertas y las vi a su lado. Yo había entrado con una maleta a esa casa. Y ahí había cuatro esperandome, toda la ropa que Edward me había dado, toda la parafernalia de la representación vacía de todo. La expresión de Victoria parecía más preocupada que enfada, pero no me dijo nada, no necesitaba hacerlo. Abrí la maleta al azar y descubrí que esa era la que contenía todo lo que era solo mío, no lo que alguien había adquirido para mí, no tenía tiempo de buscar el diario el cual seguramente estaría en el fondo así que volviéndome a ella y tomando mi maleta en la mano izquierda me retire los anillos de compromiso y boda y se los puse en la mano.

- son demasiado valiosos para lo que sirvieron – mi voz sonó pastosa y afónica, para colmo me iba a quedar sin vos. – haga con ellos lo que quiera.

Le di la espalda a ella, a mi vieja vida, a la casa cuyos jardines había aprendido a amar. Y camine hacia mi destino sin salida.

Febrero…

Sacudí el trapo en el lavamanos mientras el olor a café recién hecho comenzaba a inundar el ambiente del Café Paris.

Estaba de regreso a mi vida, a la que había dejado atrás en la falsa convicción de que la dejaba por una mejor.

Con una vergüenza que nunca había sentido no tuve más opción que regresar donde mi antigua jefe y pedirle cacao, o asilo para ser más exactos. Ella me miro compasiva aunque con esa expresión de "te lo dije" que había esperado.

Tuve que revelarle el estado en el que me encontraba ya que quería ahorrarle la sorpresa de que me viera creciendo sin motivo. Esto la enfureció aun más, pero le rogué porque me diera trabajo diciéndole que lo hacía por mis hijos, que tuviera compasión de mí, jamas había rogado realmente por algo en mi vida y si este era el tiempo de comenzar pues así bien lo haría.

Ella, Dios la bendijera, se había apiadado de mi.

No espere que me dijera que estaba encantada de tenerme de regreso pero la verdad es que me dijo que desde que me había ido su clientela ya no había vuelto a ser la misma.

Cuando comencé a trabajar, debido a que no estaba de muchos meces pude hacerme cargo de la gran mayoría del quehacer de el establecimiento, lavaba pisos y lo demás buscando ganarme mi sueldo de la mejor manera posible.

Pero después de dos semanas de emplear todas mis fuerzas, cierto día comencé a sangrar sin ningún aviso, y tuve que acudir a un centro de salud que se hallaba cerca, cuando el ginecólogo me vio, me dijo que era normal en el embarazo pero que tuviera mucho cuidado con lo que hacía ya que de pasar a tener un embarazo normal, como lo había sido hasta ahora, tendría un embarazo de alto riesgo el cual implicaría no poder moverme de la cama excepto para ir al baño. Yo, que no tenía nada con lo que sostenerme no podía darme el lujo de quedarme acostada, así que manifesté a mi jefe la posibilidad de que pudiera encargarme de las preparaciones y ella estuvo de acuerdo en que no realizara los trabajos pesados y así lo hice.

Contrario al infierno que imagine que me esperaba con ella, Jessica no se encontraba allí. Desde que había llegado había esperado encontrármela en cada esquina y me había preparado psicológicamente para enfrentarla cada vez que quisiera meterse conmigo o con lo que llevaba en mí. No indague a mi jefe de la ausencia de Jessica haya que la curiosidad malvado acabo con mi paciencia.

Así fue como me entere de que Jessica se había fugado con un hombre casado que tenía dos hijos y que solio ser el visitante leal del Café mientras duro su acercamiento a ella.

Mi jefe había sustituido a Jessica con una muchacha vivaracha y pequeña a quien había entrevistado en una ocasión y había sabido instantaneamente que era la camarera correcta. La muchacha se llamaba Alice Brandon y era ágil y atenta, me ayudaba bastante en los quehaceres e insistía en realizar ella los trabajos más pesados diciéndome que debía cuidar a mi futuro.

- si te hernias por limpiar el piso, eso sufrirá – dijo señaladme la barriga que empezaba a hacerse perceptible por el uniforme, aunque aun me quedaba grande.

Alice hablaba conmigo, me tomaba en cuenta para más cosas de las que estaba acostumbrada y pronto descubrí en ese mes que Alice trataba de ganarse mi confianza, no se trataba de que fuera curiosa y chismosa, ella también era huérfana pero hacia dos años se había encontrando con la estrella de su camino, comenzó a relatarme su historia de amor en cuando le pregunte por ello. Me entere de que estaba a punto de casarse con Jasper Withlock, un militar que se iba a dar de baja por entablar matrimonio con ella. Debía amarla mucho.

Procuraba no pensar en todo mi sufrimiento, el que aun sentía, el que parecía desgarrarme el alma a medida que los días pasaban comiéndose un pedacito de mí.

El cruzaba de vez en cuando por mi cabeza, pero lo único que podía recordar era el modo en el que había terminado conmigo para siempre.

Ya no veía a Jacob, se había ido como me había relatado en su última visita, a buscar fortuna en el exterior. Me pregunte si él hubiera sido mi soporte en este caso, pero no me escribió para darme una dirección de donde se encontraba o un número telefónico al que pudiera llamarlo.

Lo deje hacer, no podía preocuparme por Jacob cuando, a medias por su causa, había perdido todo lo bueno de mi vida. No, no era cierto, el inconscientemente había abierto las puertas para que el aire entrara y finalmente echara abajo la venda de mis ojos. La que me tenia cegada de amor por un hombre insensible y déspota que nunca llegaría a amar a nadie tanto como a sí mismo.

El día que volví a mi acostumbrada pensión desempaque mi bolsa dándome cuenta de que el diario no se encontraba entre mis cosas. Seguramente Victoria lo habría votado a la basura al deshacer mi habitación. Contra todo pronóstico y porque de repente había comenzado a amar escribir mis cosas para que no se me quedaran en el interior, comencé a llevar otro adquiriéndolo de segunda mano.

L a vida seguía, rezaba un dicho, y yo respondía todos los días "¿hacia dónde?"

Marzo.

"Alice ha ganado mi confianza rota, con dificultad pero ya la veo casi como mi amiga, se parece a Emmerald, ella me la recuerda profundamente porque, aparte de que se parecen sobremanera, ella es vivaz, tan vivaz como debió ser Emmerald si la leucemia no se la hubiera llevado.

Rezaba por ella y para ella todas las noches, rezaba porque me diera la serenidad y la calma que necesitaba para seguir adelante cada día. Le ofrecía a cambio mi alma para que protegiera al niño y a la niña que había dentro de mí.

Gracias a mi jefe, había solicitado un permiso para Alice y para mí para que me acompañara a realizarme los controles prenatales. Ella sugirió ir al Hospital Estatal, pero al escuchar ese nombre mi estomago se contrajo y sin poder evitarlo casi vomité encima de sus zapatos.

Ella me pregunto brevemente por qué reaccionaba así. Pero no me sentía preparada para decirle lo que me había pasado, desde el momento en que nací hasta el momento en el que quede en cinta, ambos momentos directamente relacionados con el hecho de haber nacido en ese hospital.

Ellos seguían creciendo, fue el reporte de la ecografía particular que me tomaron ese día me entere de que eran niño y niña y de que ambos parecían sanos a pesar de que no había aumentado mucho de peso.

Mi propio dolor me impedía comer y el médico particular me dijo que si no quería dañar a mis hijos lo mejor era que siguiera todas sus indicaciones y me alimentara correctamente, así que no importaba si cada vez que comía sentía que una sierra me atravesaba la garganta o si me daba nauseas, ellos eran primeros, y seguramente si pudieran comunicarse directamente conmigo eso sería lo que me pedirían.

Entramos con Alice a un sitio particular, ella me ayudo a pagar la consulta a pesar de que le rogué que no lo hiciera, pero insistió demasiado, parecía bastante acostumbrada a salirse con la suya.

El médico de la consulta siguió ordenándome examen y exámenes en espera de saber si algo cursaba mal con mis hijos. Esperaba notablemente que no. Al menos no hasta ese momento."

Swan

Abril

El café termino de tostarse para hacerlo polvillo y así preparar un Postre Napoleón, estaba hecho a base de galletas delgadas azucaradas, dulce de leche, crema de leche y en la superficie debía ir el polvillo de café tostado. Alice estaba terminando de poner las capas del postre cuando sonó el teléfono.

- ¿Café Paris, Buenos días?- contesto Alice yendo rauda a contestar saltando como una bailarina. – un momento…- Se volvió a mirarme. – es para ti -

Solté súbitamente el cucharon que tenía en mi mano cuando una sensación no deseada de esperanza resonó por mi cuerpo, no debía hacerme ilusiones y pedí a Alice que preguntara quien era.

-un abogado - me contesto ella entrecerrando los ojos. ¿Oh Dios, que iba a pasar ahora, estaba yo preparada para recibir otro golpe? Sentí que las manos comenzaron a sudarme y me las seque en el delantal mientras Alice me entregaba la bocina y se daba media vuelta para ir a seguir con el postre.

- ¿Hola?- pregunté débilmente.

- Señorita Swan? - pregunto una voz desconocida

-S…si – conteste yo mientras sentía a uno de los mellizos que comenzaba a bailar dance.

- me llamo Stefan Kafieri y soy el abogado del Hospital Estatal.-trague en seco al oír ese nombre.

- ¿que…puedo hacer por usted? – pregunte sintiendo que tenia mas convicción una papa.

- Estoy verificando una información aportada por uno de los abogados del parcial dueño de este establecimiento, Edward Cullen…- cuando pronuncio ese nombre sentí que me noqueaban por la espalda, deje de respirar unos segundos con lo que solo conseguí que ambos bebes se agitaran y comenzaran a jugar a las palmaditas con todo mi sistema digestivo – el cual informa que usted, de ser la dueña del 40% del hospital ha pasado a ceder sus acciones al señor Cullen.

Seguramente Edward – trague en seco otra vez sintiendo como la sierra volvía a la vida y comenzaba a quemarme – había enviado a sus abogados a hacer el trabajo sucio de terminar de quitarme lo que no tenia.

-eso creo - le respondí a Kafieri sin saber muy bien que esperaba de mi –

- ¿Se ha divorciado de él? - pregunto el maldito sin ningún tipo de reserva

No sabía, ya que para terminar nuestro matrimonio yo deberia haber firmado algo pero en esos meses que me dedique a recordar no había nada en mi memoria más que la salida casi por la puerta de atrás de su casa.

- Escuche – le dije esperando que mi v oz no sonara histérica. – Todo esto debe preguntárselo directamente a él…

- James, creo que lo conoce, es el abogado de Edward y fue él quien me pidió que me comunicara con usted para verificar la veracidad de ciertos documentos relacionados con un traslado de poder. – dijo rápidamente -

No podía darle información de mí, James era un aliado de Edward y si sabía algo de mi estado iría a contárselo a él y él me los quitaría o como minino los mandaría a matar. Era cruel decir lo que estaba pensando pero me importaba proteger a mis hijos, de cualquier cosa, incluido su mal habido padre.

-James sabe arreglar documentos mejor que nadie – le comente en voz baja recordando de pronto que James seguramente debió formular todos esos documentos que me acreditaban como accionista de un hospital y dueña de…, no ahora no era dueña de nada. – aun no entiendo el sentido de su llamada – le dije

- vera…James…- parecía reacio a decirme nada pero finalmente volvió a hablar. – James esta indagado sobre usted, quiere saber como esta.

L a gota que hacía falta para seguir llenando mi vaso. Respire hondo para tranquilizar a los bebes.

- puede decirle al abogado que me encuentro perfectamente bien como estoy, y dicho sea de paso agradézcale por todo lo que me hizo. – murmure antes de llevar el teléfono a colgar. Lo que fuera que Kafieri tenía que decirme de James o de quien viviera no tenia porque interesarme, y desde luego no lo iba a hacer.

Si quería cortar con esto de raíz mas valía acabar con esas emociones estúpidas que me iban a matar. No podía esperar más, Edward enviaba a hacer el trabajo sucio a James. Era en si una llamada muy extraña.

Me dedique de nuevo al postre y seguí trabajando.

31 de Mayo 2008

Con el ahorro de tres meses, la ayuda de Alice y el permiso de nuestra jefe nos fuimos a una plaza cerca para mirar ropa de bebes. Pasábamos de tienda en tienda deteniéndonos a mirar las ropas más coloridas y bonitas.

Apenas vi las ropitas de ese tamaño un sentimiento parecido al orgullo golpeo con fuerza todo mi ser. Cada prenda que tomaba (debía ser de segunda mano pero no importaba si la cuidaba) parecía ser como un pequeño paso que les veía caminar, un ramalazo de protección me dominaba cuando cada vez que los sentía dentro de mí.

El valor salía de una fuente que no conocía, no sabía de donde procedía, pero lo agradecía infinitamente, en ocasiones sentía que me iba a volver loca y solo la mano de Alice podía rescatarme de esas terribles pesadillas, pesadillas tan reales y largas como si en verdad algún problema psicológico me afectara, con niños, con sangre y con cementerios generalmente en el mismo orden. Las mismas que tenía cuando estaba con él, solo que en estas oportunidades eran demasiado vividas.

Tomamos una canasta cuando entramos a una de las tiendas y Alice comenzó a ayudarme a escoger chupitos, teteros, baberos, unos cuantos pañales, luego comenzamos a escoger la ropa.

-oh mira este mameluco – dijo Alice levantando la mínima prenda entre sus dedos, sacándome rápidamente de mi oscura ensoñación. Me paso el telar a la mano y lo examine oliendo su esencia infantil. Me enamore apenas lo vi, y no importaba si era una despilfarradora de dinero ya que tenía el suficiente para al menos darle la bienvenida a mis hijitos a pesar de que faltaban casi dos meses para que llegaran.

También compramos patines y mucha ropa diminuta de lana y colores. No pude evitar que unas lagrimas salieran e mis ojos.

Cuando me di la vuelta para decirle a Alice que también me ayudara a buscar un par de teteros mas vi por entre la ventana de la tienda a una persona, mirándonos fijamente desde fuera, por la distancia no podía ver bien su rostro pero algo en su postura me resultaba terriblemente conocido, no se trataba de Edward en absoluto, se trataba de alguien mucho peor y no entendía que estaba haciendo ahí.

No entendía la razón por la que James estaba ahí afuera- Rogando porque solo fuera una coincidencia e intentando ignorar el repentino dolor que sentí en la parte baja de la espalda me volví a Alice. Debía escapar de ahí cuanto antes, no podía dejar que me viera. Me aferre a la gigante chaqueta que portaba esperando que me ocultara y a mi estado lo suficiente para continuar.

- debemos irnos – no quería ningún contacto con alguien que conociera a Edward y pudiera decirle algo sobre mí.

- pero si apenas hemos llegado…- susurro ella mirándome desconcertada.

-Alice por favor…- le rogué, ella hizo un puchero pero obedeció y comenzamos a hacer la fila prioritaria de la caja por mi estado.

Por favor, rogaba para mis adentros, que no se trate de James, por favor, el no.

Finalmente nos empacaron nuestras cosas y salimos, yo rogaba para que no nos siguieran, para que nadie hiciera nada. Para que Edward nunca supiera el estado en que me encontraba.

Me abullone en la chaqueta y deje que Alice caminara del lado de la calle.

Sentía, aun a distancia, y sin realmente mirarlo, la mirada de James taladrándome, como si estuviera analizando cada parte de mí, y cuando me di la vuelta solo un poco para mirarlo, me di cuenta de que había sacado rápidamente un celular y estaba marcando frenéticamente los números.

Di tres pasos más sin ninguna complicación, no esperaba que en el momento en que levantara la cabeza apareciera ante mí una revista de farándula de la ciudad, ni mucho menos esperaba ver a Edward en ella.

La tome sin hacer caso de Alice que se quedo mirándome lo mas extrañada que podía. Aferre la revista con ambas mano incapaz de ejecutar ninguna palabra, pero no importaba si no lo hacía, ya que tenia ojos para leer.

"Magnate de los negocios, ¿enamorado?"- rezaba el titulo de la portada de la revista en donde estaba el… con una mujer deslumbrantemente bella a su lado tomados de la…mano. Y con la mejor de las sonrisas en su rostro mirándola embelesado.

Si, esperaba que los celos me llenaran como hicieron, esperaba que la ira comenzara a crecer dentro de mí al recordar que menos de tres meses atrás yo estaba ocupando el lugar de la bella mujer, esperaba que la profunda sensación de decepción y angustia llenara mi cuerpo, pero no esperaba que el puso me comenzara a temblar de súbito y que el dolor en mi cintura aumentara.

- ¿Bella? - Alice se acerco corriendo a mí y me sostuvo cuando el repentino mareo me atenazo. LA mire a ella y luego a su hombro dándome cuenta de que James seguía mirando nuestras formas. - tienes cara de muerta… ¡Bella…Bella!

Intente responderle pero en ese momento sentí como si algo se desgarrara dentro de mí y me ardiera la sangre y las piernas… ¿las piernas?

Grite agudamente cuando me di cuenta de que el agua que dentro de mí sostenía a mis hijos había comenzado a abandonar mi vientre y conminada con mi sangre había comenzado a formar un charco rojizo alrededor de mí.

En ese momento escuche el sonoro sonido del freno de un auto alquilado, mientras comenzaba a desvanecerme en los brazos de Alice, escuche que dos personas gritaron mi nombre pero después no pude ser consciente de nada más que de un par de fuertes brazos levantándome rápidamente del cálido sueño y llevándome a la deriva….

Mis hijos….


Tuve intervalos de conciencia en los que alcanzaba a escuchar parte de lo que decían a mi alrededor, algunas personas chasqueaban con pesar, otras me apretaban el brazo, me pinchaban las venas y ma hablaba una y otras vez mientras estaba adormilada, quería mover los labios, los brazos y las piernas, quería que me dejaran en `paz y dejaran en paz a mis hijos.

Mas minutos pasaban, mas voces, la misma oscuridad de siempre, estaba tan sedada que me sorprendía que pudiera todavía ser consiste de las personas a mi alrededor.

Volví a atener alguno que otro periodo de lucidez, de repente me sentía vacía, como si hiciera falta algo dentro de mí, solo podía pensar en mis hijos, trataba una y otra vez de levantar mis brazos y tocar mi vientre pero mi estado neurológico, ya de por si deplorable ahora se hallaba completamente inservible.

- respira con mayor tranquilidad – susurro una voz que lentamente comenzó a sacarme de mi anteriormente renombrado ensueño, reconocí facialmente la voz de pajarito de Alice.

- tiene un poco mas color – afirmo la otra voz que se encontraba presente, nunca la había oído, solo recordaba haberla oído días o semanas antes cuando la última cosa que tuve la desgracia de ver fue a Edward con su nueva mujer.

Gemí lentamente mientras el sopor comenzaba a abandonarme esta vez no me iba a dejar chuzar sin pelear, necesitaba saber que había pasado. Antes de que Alice o el otro desconocido pudieran reaccionar me incline en la cama sintiendo que el dolor en mi estomago me desgarraba por dentro. Grite otra vez con fuerza cuando sentí como si me hubieran rebanado el vientre con un cuchillo mal afilado.

Me lleve la mano que mas respondía las ordenes de mi cerebro inmediatamente a la parte baja de mi vientre descubriendo horrorizada que los bebes no estaban y a cambio de ellos una costura bastante precisa surcaba mi abdomen.

-Bebes…- pude pronunciar mientras sentía las manos de Alice en mis hombros y finalmente la vista comenzaba a aclarárseme - mis bebes… - hable con la lengua pegada a los dientes y al paladar otra vez- Lice….mis bebes – solloce por qué no estaban conmigo, por que finalmente y tal como todos los demás me habían abandonado, comencé a removerme para tratar de ponerme de pie.-

- Bella…no, aun no estás bien – Alice impidió que me pusiera de pie, cuando enfoque la sombra que estaba cerca de mi cama me di cuenta de que solo podía tratarse de Jasper Hale, su bienamado novio, quien seguramente por pedido de ella y nada más, se encontraba aquí en mi…habitación.

Apreté de las manos de Alice que sostenían con fuerza hasta que logre que se inclinara cas sobe mi.

- Alice…- mis manos húmedas se resbalaron en su rostro – Donde… donde… - Oh dios has que nada malo les haya pasado. – mis hijos… ¿donde están mis hijos?

- Bella yo…- Alice me miraba horrorizada, como si no supiera que decirme o hacer. En ese momento entro la enfermera con una agujita que parecía que iba a enterrar en el brazo de Míster Ed., de lo grande que era. Venia dispuesta a sedarme.

Empuje a Alice con todas mis fuerzas y trate de poner de pie para salir corriendo cuando sentí que Jasper me hacia una llave de tuerca por detrás. Grite y grite hasta quedarme ronca mientras Alice lloraba en los brazos de Jasper y la enfermera terminaba de llenarme de psicoactivos.

Esta vez el efecto fue demasiado inmediato. Otra vez estaba dormida.

Cuando volví a despertar trate de hacer todo lo posible por no entrar en histeria, deje mis manos sobre mi pecho como el cadáver que debía parecer y llame a Alice con la voz ronca, la garganta completamente en carne viva de tanto gritar.

- Alice? – grazne contra mi pijama mientras extendía una mano esperando que ella la tomara.

- estoy aquí – dijo ella tomándome la mano inmediatamente, volvía tratar de enfocarla ya que su imagen se apartaba de mi por momentos. – ¿donde están mis hijos? – pregunte una sola vez tan claro y nítido como podía.

- Bella… tienes que ser fuerte – murmuro ella `poniéndose de pie y acercándose más a la cama con la silla-

- que pasa… ¿qué quieres decir con eso?- pregunte esperando que la desesperación no comenzara a llenare.

- Bella…uno de los bebes…la niña…murió antes de que pudieran sacarla….parece que tuviste una perdida imprevista de…liquido amniótico y eso los asfixio, tuvieron que intervenirte de urgencias para sacarlos pero Bella…- Alice sollozo lo que yo no pude sollozar por que la garganta comenzó a dolerme en un grito mudo de negación – el niño está en la unidad de cuidados intensivos….Bella….tiene una infección en los pulmones…y los médicos…dicen que…no lo lograra.

Y ahí estaba, nuevamente recibiendo un golpe de frente del destino, ahogándome de tanto dolor como podía hacerlo un ser humano, y aun así tan viva como si mereciera algo de lo que estaba pasando.

-lo siento mucho Bella – sollozo Alice abrazándome con fuerza, pero aunque me moría de deseos de hacerlo no podía abrazarla…no podía, porque me había quedado paralizada tanto como si me hubieran puesto sedante pero este me impidiera moverme a comodidad.

- tengo que verlos…- dije solamente – Alice…- levante su cabeza de mi hombro – Llevame con ellos.

Alice asintió torpemente y trajo con ella después de unos minutos una silla de ruedas a la que me ayudo a subir lentamente.

Quería llorar, queria morir, pero las lagrimas no salían de mis ojos, acaso había llorado ya demasiado como para que mis ojos ya no produjeran lagrimas.

Alice me condujo por un pasillo largo y estrecho…cuando mire hacia el techo, con las ultimas secuelas de el sedante en mi pensé en que lo había visto antes, yo había estado antes en este hospital…era el Estatal…

Ahora no podía lamentar nada, no cuando lo único que me quedaba de valor aparte de la amista de Alice, la única razón que tenia para vivir, estaba terminando de luchar por su vida mientras su otra parte, su hermana estaba ya en el reino de los ángeles.

Divise una puerta que rezaba Unidad Neonatal. Alice toco suavemente y una de las enfermeras abrió.

- Señora Swan – dijo con la voz tensa dando un paso atrás. Luego se volvió a Alice – yo la llevare desde aquí, solo puede entrar una persona.

Alice obedeció reticentemente pero mis ojos ya se habían clavado en el que reconocí inmediatamente como mi hijo por la tierna pijama de ositos azules que había comprado para él. Samuel.

Tenía un montón de cables por todo su cuerpecito, estaba en una incubadora y respiraba….oh Dios, ahí estaban las lagrimas. Un tubo minúsculo respiraba por él.

Porque. Dios mío porque a ellos, ¿porque no podías llevarme a mí?, ¿cual es el propósito de que siga aquí estrellándome con cada prueba que pones en mi camino…?

Respire hondo mientras la enfermera me ayudaba a ponerme de pie y me daba indicaciones para lavarme las manos y meter las correctamente en las ventilaciones de la encubadora, para así tocar a mi bebe.

Era frágil y estaba horriblemente frio…la enfermera me decía que aun respiraba, pero su tono hablaba de algo mas….no iba a hacerlo por mucho tiempo.

No supe por cuanto más me quede allí, viendo sus ojitos cerrados, esos que nunca vería abiertos para saber si habían salido a mí o a su padre….

No, no debía pensar en el ahora, no cuando sabia que él jamás dedicaría un instante de su vida a pensar en mi.

Termino la hora de mi visita. Me volví hacia la enfermera y le dije sin emoción en la voz.

- ¿donde está mi hija? –

- se refiere a la melliza numero 1?- pregunto ella carraspeando al llamar de forma tan impersonal a mi hija.

- donde esta Samantha? - le di el nombre con el que había planeado bautizar a mi hija. Samantha Emmerald, aquella que ni siquiera había podido respirar el aire de este mundo y a quien jamás podía ver viva de nuevo.

- se encuentra en la capilla de San José…Su amiga ha estado coordinando todo lo de sus velaciones.

Me volví a mirarla, sintiendo como los parpados comenzaban a cerrárseme momentáneamente.

- ¿Donde es? –

Me dio las indicaciones pero deje que Alice las escachara para que me llevara.

Llegamos a la pintoresca pero pequeña parroquia incluida n el hospital y tan cuidada como una casita pequeña, ahí, en medio de la cálida sala, cálida por las velas que nos rodeaban, se encontraba acostadita en una cuna, la que debió ser mi hija. Me acerque a pesar de que Alice me dijera que no lo hiciera, pero yo tenía que verla, tenía que hacerlo o si no enloquecería.

Con la auida de ella me pude de pie de la silla de ruedas y me acerque al indefenso montoncito. Frio, tal como en mis pesadillas, esas quien comenzaban a hacerse realidad como una horrible peliccula de terror. Su cabecita pelona brillaba como el cobre, como su padre…

Un sollozo, el que había estado conteniendo se escapo de mi garganta resonando en eco en las paredes de la capilla, comencé a llorar sin control dándome cuenta de que el dolor afloraba las lagrimas y que no las podía detener mientras gritaba y maldecía al cielo y al infierno por haberse ensañado conmigo sin habré hecho nada. No había matado, no robaba, no corría, ¿porque a mí?

-¡POR QUE!- grite sin control apretando tanto a Alice contra mí que nos hicimos daño. – NNNNOOOO!- grito mi interior revelándose en mi boca mientras el mareo volví a apoderarse de mí.

Cerré los ojos cuando sentí que unos fuertes brazos me separaban de Alice y me cargaban en ellos.

- vámonos Bella - esa voz no era la de Jasper, pero ya no me sentía con fuerzas para identificarla, solloce contra el pecho de quien fuera. Mientras me sacaba de la capilla y me alejaba de mi hija muerta.

Entramos a mi habitación y me recostaron en la cama, me arrebuje entre mis cobijas mientras en mi pecho saltaba mi corazón y mi vida poco a poco terminaba de romperse.

Solo que en esta ocasión era para siempre.

03 de Junio de 2008

Fueron los días más largos de mi existencia, no dormí, comí ni bebí, Alice se hizo cargo del funeral de mi hija pero no se me permitió y por mi estado de salud. Pedí a Alice que tomara todo mi dinero y pidiera que le hicieran en mármol la figura de dos ángeles a la tumba de mi hija, tal como lo había soñado.

Visite a mi hijo los días en que se extendió su corta vida.

Pero no podía esperar más cuando el pediatra que los veía vino a verme en horas de la tarde, cuando seguramente Alice estaba ter minando de hacer los ajustes de la lapida.

- Señora Swan…. Samuel….acaba de fallecer -

Eran las crudas palabras que día tras día durante esas 72 horas había temido escuchar, y tal vez estaba tan preparada que se deslizaron sobre mí como una caricia de fuego que seguía consumiendo en constante tortura el guiñapo que había quedado de mí.

Desde ese momento no pude volverá a hablar. El cerebro se me había calcinado no respondía ir lengia, tal vez fuera algo psicológico, pero no pude volver a emitir sonido alguno aparte de mis sollozos graznidos.

Escribí una nota para Alice y pedí que una de las enfermeras se la entregara a Jasper cuando llegara.

Allí le pedía que retrasara la colocación de la lapida de Samanta y así poder enterrarla con su hermano.

Esa noche mire el cielo de mi habitación pensando en que era lo que iba a hacer a continuación. Tenía que ser cuidadosa, nadie podía enterarse de mí. A nadie le importara y así estaba bien.

El plan comenzó a tomar forma en mi cabeza, me ayudaban bastante las palabras de desprecio de Edward, las mentiras que me había dicho, el intento de violación de Ben y su amigo, y del hombre en el callejón del que el hipócritamente me salvo. Todo lo que habia padecido en mi vida se armo en un rompecabezas que al menos la mía si la dejo de fregada. El conteo subía y subía, cada parte de mí que los demás robaron, cada parte de mí que di sin saberlo y cayo pisoteado por aquellos que nunca entenderían nada.

Hasta ahora me daba cuenta de que no podía vivir en este mundo…no podía, porque estaba cansada, cansada agotada y completamente destruida.

Haciendo caso omiso de la cicatriz n mi vientre y el dolor que palpitaba desde ella me senté y me puse la bata del hermoso camisón blanco que Alice había traído para mí.

Sobre una de las mesas una de las enfermeras había dejado y talonario de formulas medicas del cual partiquina.

Puede que me hubiera enloquecido, pero incluso deseaba la ociara, perderme ene ya antes que en toda esa red de mentiras de la que fui parte desde que nací y de la que nunca desee nada….la locura podía cuidarme…

No, la clora no podía, yo era la unida que podía ayudarme,', ¿cuando alguien se limito a intentar averiguar que sentía yo? A quien le iba a importar si dejaba de existir, no dudaba de Alice, pero ella tenía a Jasper. Eso era más que suficiente.

Camine con los pies descalzos y largándome las botas. Me pase por enfrente de un estar de enfermería abandonado. Tome un sello que yacía allí y se lo pupes a la formula. También saque un bolígrafo y un libro medico que rezaba "vademécum"

Mis ojos comenzaron a buscar rápidamente en el hasta que encontré la palabra que era exanta.

"medicamentos para dormir"

No creía que fuera capaz de tomar dos o tres i fuera otro mi caso, pero ahora me hallaba sola en el mundo, no Alice ni Jasper, no Jacob, no nadie….

Escribí el nombre del medicamento y me guarde las lllamvez. Y deje todo en su sitio en el preciso momento en que las enfermeras se acomodaban en el estar. Me escurrí hacia el pasillo y me puse las pantuflas que había sostenido en mi mano.

Sin importarme nada mas eche a correr y me escabullí por la celaduría hacia la poca libertad que podía albergar.

Trote sin importarme el dolor en todo mi cuerpo, en mis piernas y en mi vientre, para mi era mejor dormir desangrada. Mis deseos de muerte ya se habían apoderado de mí, yo solamente no tenía nada que hacer aquí.

Había tomado algo de dinero, así que tome un taxi para que me llevara a mi departamento. Cuando llegue allí cerré todas las cortinas, eche llave a todas las puertas y ventanas y me encerré en mi habitación esperando que el tiempo pasara y el plan continuara en mi cabeza.

05 de Junio de 2008

"Me pase los últimos días preparándolo todo para mi partida, con excepción de hace unas horas, cuando vine de visitar a mis bebes, Alice hizo lo que le pedí, tal vez aun no sabe que me he fuego del hospital, tal vez piensa que regresare y me encontraran, pero ya es muy tarde para eso, fui encontrada una vez y desecha como algún juguete que ha perdido sus baterías.

Las tumbas rodeaban a mis hijos, me quedaba la satisfacción de que, al menos en su descanso eterno de cuerpos no estarían solos, y en breve yo iría a acompañarlos. Debo firmar con mi pseudónimo mientras la bañera termina de llenarse…. Y aquí voy… La que escribe hoy este diario es un compendio de varios pedazos de lo que fue una mujer. Hoy entiendo que mi vida no es más que un ciclo donde la tragedia se me repite de una manera más cruel, es como si no hubiera aprendido de mis dolores, de mis muertes pasadas.

No tengo alientos para resucitar, no vale la pena, y no solo por que el hombre de mis sueños se convirtió nuevamente en mi verdugo y me condeno otra vez a la soledad y al dolor. Y no es solamente por mi historia con Ben y su apuesta ni la de Edward Cullen y sus engaños por apoderarse de mi herencia. Es la historia que se me repite desde que nací.

No puedo contar conmigo misma, ni cuento con nadie a mí alrededor, solo puedo contar con el deseo de muerte que en este momento gobierna mi corazón. Mis dos bebes han muerto, mi padre y mi madre…supongo que han muerto… Edward Cullen me ha destruido.

Siempre creí que había aprendido a ser de goma pero hoy me doy cuenta de lo poco que se de mi misma y de lo mucho que los demás saben de mi. Me quiero morir, quiero ir con mis gemelos, quiero alejarme del mundo en el que mi vida no ha sido más que el sumidero de la basura de los demás. Lo siento tanto Samantha y Samuel, siento no haber sido mejor madre, siento haber sido la culpable de sus muertes, siento no haber sido el recipiente apto para que ustedes crecieran bien, y siento no haber sido lo suficiente mujer para que Edward se quedara a mi lado. I. Swan.

Y ahí quedaba, la ultima transcripción de lo imbécil que había sido, me merecía esto por crédula por tonta y estúpida. Merecía caer desde la gran altura a la que pretendí volar.

Firme por última vez el diario que me había animado a empezar a llenar hace un año. Aquel en donde estaba consignada mi vida desde que lo conocí. Hace un año no podría haber llegado a imaginar que mi vida cambiaria de esta manera, si antes había sido una mierda ahora era mucho pero que eso, mas basura, basura utilizada y rota, como me sentía yo.

"no quiero volver a verte."

"no…entiendo"

"me aburres, no quiero estar cerca de ti un segundo mas, ya tengo lo que quería de ti, el maldito dinero que mi padre te heredo, ya no me sirves para nada. Te quiero fuera de mi casa, de mi vida y de este despacho en este momento."

Los ecos de la última conversación que había tenido con Edward hacia ocho meses atrás estaba en mi conciencia, sus sucias palabras silenciaron la noticia que había ido a darle ese día. Que estaba embarazada de él.

Eso no importaba ahora. Nada lo hacía.

Mire el frasco de pastillas que acababa de tomar. Trazodone. Las que había tomado del libro. Todo el frasco de 50 pastillas, que me fue vendido bajo la fórmula falsa que selle con el nombre de una médica.

El pulso había empezado a temblarme y el mundo ya se estaba cerrando sobre mí en esa pequeña habitación que fue mi hogar durante los seis meses que duro mi embarazo. La bañera estaba llena. Mi cuerpo iba a dejar de funcionar limpio. Para dejar que las llamas del infierno quemaran con menos dolor sobre mí. Mis ojos estaban inflamados. El cuchillo en mi mano palpitaba al mismo lento ritmo de mi corazón.

Samantha y Samuel. No los dos fetos. Eran mis hijos. Muertos por un aborto natural. Por culpa del. No, no era su culpa, era la mía, jamás debía haber caído en su trampa pero él supo conquistarme. Destruirme. Aniquilarme.

Mire el cuchillo que había traído de la cocina, una breve lección en wikipedia me había enseñado sobre la anatomía del sistema circulatorio, y de la mejor manera en que podría cortar para que no quedara una sola gota de sangre dentro de mi cuerpo. No espere mas decisiones, las voces dulces de mis hijos comenzaron a llamarme. Al mismo tiempo el frio de la hoja perforo la frágil y azul piel de mi vena y arteria radial derecha y luego la izquierda

"llévame rápido" pensé.

Con parsimonia mis pasos me llevaron a la bañera, con el camisón me metí allí, el agua caliente me dio la bienvenida, un poco de comodidad antes de que mis venas y mi cuerpo se drenaran por completo. La voz de Edward perforo mi cabeza

"¿de qué hablas?"

"creo que cuando no hay más razones para permanecer en este mundo la vida simplemente debería dejar de existir"

"no comprendo"

"si no tuviera razones para vivir yo misma terminaría con mi vida"

"estas hablando de matarte"

"si, es la manera más fácil de acabar con el sufrimiento"

Cuando confesé esa verdad a Edward después de nuestras segunda noche de amor nunca imagine que la iba a llevar a cabo en ese momento. Me parecía tan extraño y a la vez normal el hecho de tenerlo presente justo ahora, pero no debía. Contrólate.

Un pitido seguido de un sordo adormecimiento se apodero de mi, el momento estaba llegando y aparte a Edward de mi cabeza, solo quería pensar en mis hijos y en el mundo que jamás llegaron a visitar vivos.

Mi cabeza, sin fuerza en el cuello para ser sostenida cayó y se hundió en el agua no me importaba ya que hacía casi dos minutos antes que había dejado de respirar. La hora de mi muerte había llegado.

Lo último que registro mi cabeza fue el sordo sonido de la puerta del piso de abajo al chocar contra la pared y luego mi nombre en un angustiado grito. Pronunciado por la voz que no quería oír pero que ni siquiera en mis últimos momentos de vida era capaz de sacar de mi cerebro

La voz de mi propio infierno personal. Mi ejecutor. Mi verdugo.

Mi muerte.

Edward Cullen, irrumpiendo nuevamente en mi vida….para atormentarme.