Dark Chat

lunes, 9 de noviembre de 2009

GHOTIKA

Buen dia mis angels hermosos aqui les dejo su dosis de vicio , y  por fiss no sean tan malas y dejen sus comentarios al final
mil besitos
Angel of the dark.

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Ella, es frágil y delicada

Él, oscuro y misterioso
Ella, tan sutil como un hada
Él, tan melancólico como un lobo
Amor gótico – El poeta maldito

Capítulo 14: Una Cita en la Noche



Apretó sus labios fuertemente para no estallar en una carcajada.


Su rostro se mantuvo sereno durante unos cuantos segundos y, después, no pudo contenerse más. El ver cómo el par de vampiros adolescentes iban y venían por toda la estancia con el gesto notablemente distorsionado por la inquietud y los nervios, era una escena que jamás antes imaginó presenciar.


Simplemente, sus hermanos, a los que siempre les había conferido ser portadores de una personalidad formal, sosegada e impasible, en ese momento se veían tan… humanos.


Si, humanos. No encontró palabra más exacta para describir aquella actitud que sus ojos miraban de manera tan divertida.


Jasper tenía ambas manos cruzadas, detrás de su espalda, y caminaba con la cabeza inclinada hacia abajo, viendo fijamente el movimiento de sus pies. Edward, por su parte, casi parecía torpe al dar las grandes zancadas al momento en que sus manos habitaban y abandonaban, simultáneamente, los bolsillos de sus pantalones.


Ambos muchachos tenían sus labios contraídos en una curiosa mueca que se completaba, a la perfección, con el brillo desorientado de sus doradas pupilas y los repentinos suspiros de frustración que ambos emitían una y otra vez.


Se preguntó, ¿Dónde habían quedado aquel par de vampiros de actitud siempre seria y fúnebre?


Su vibrante repiqueteo se elevó por toda la penumbra de la noche e inundó, con un sonido ligeramente audible, los cinco metros a la redonda que le rodeaban, logrando que Edward y Jasper detuvieran sus andares, solamente para verle de manera reprobatoria.


“No le encuentro lo gracioso a todo esto, Darío” – murmuró Jasper – “Lo que has hecho puede tener graves consecuencias…”


“¿Cómo se te pudo ocurrir semejante idea?” – inquirió Edward, interrumpiendo la contestación que el pequeño estaba dispuesto a dar – “¿Acaso no te dijimos que, por el momento, queríamos mantener en secreto nuestra identidad?”


“El que vengan no significa que sabrán la verdad.” –


“¡No solamente es eso!” – Jasper volvió a tomar la palabra, recordando el dibujo en el cual Alice mostraba exactamente la misma casa en la que ahora se encontraban – “El estar solos con ellas puede ser un error demasiado grande. Podríamos no lograr controlar nuestra sed y dejarnos llevar por nuestros instintos a la menor provocación…”


“No lo harán” – aseguró Darío, quien ya no mostraba ningún atisbo de humor – “No les harán ni el más mínimo daño. Estoy tan seguro, como ustedes lo están al respecto. Solamente que a ustedes les encanta sufrir por cada flor caída en invierno. Les hechiza el sabor del sufrimiento, de la soledad, sin embargo, no se han dado la oportunidad de catar otro tipo de emociones, que pueden resultar aún mas cautivadoras”


“Claro, seguramente su sangre nos provocará un terrible frenesí muy cautivador” – repuso Edward, empleando un poco de ironía en su aterciopelada voz.


Jasper empuñó automáticamente las manos, nada más al imaginar la escena que Edward había mencionado.


Darío volvió a reír, al mismo tiempo que negaba repetidamente con la cabeza, en señal de desaprobación por la actitud de sus hermanos.


“Entonces, si la idea no les agrada en absoluto, mañana a primera hora iré y les diré que la invitación ha sido cancelada y asunto arreglado” –


Sus ojos grises centellaron al ver la vacilación de sus hermanos ante la nueva propuesta.


“¿Por qué se auto castigan de esa manera?” – continuó rápidamente – “Dejen que ellas vengan y disfruten de su compañía, que tanto anhelan. Después de todo, como el mismo Shakespeare escribió para las líneas de Julieta: lo que ha de ser, será”. No hay verdad y consuelo más absoluto que esas seis palabras…” – sus hermanos no contestaron, por lo que prosiguió – “Se trata de una inocente cena…”


“En la cual ellas pueden ser nuestra comida” – recordó Edward


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El reloj marcaba ya cerca de las cinco de la tarde y la llegada del crepúsculo estaba próxima. Alice revoloteaba por toda la habitación de su amiga, buscando el atuendo apropiado para ésta mientras el reproductor de música resonaba con la música de Haggard.


“Aún no puedo creer que sea verdad” – comentó Bella mientras, sentada en una orilla de su cama, veía fijamente el suelo.


Si no quería engañarse, debía admitir que estaba entusiasmada y nerviosa. (Al igual que Alice)


Aunque, claro, su entusiasmo no estaba nada asociado a esa actitud perceptiblemente frenética que suelen tener la mayoría.


Bella no estaba tentada a levantarse de su asiento y gritar como histérica al momento en que saltaba por toda la estancia en compañía de su amiga; tampoco se la habían pasado todo el día con una constante risita mientras hablaban imparablemente del asunto (para ser más explícitos, apenas y acaban de tocar el tema desde que Darío se había ido de la casa). Es más, de no haberse conocido tan bien, ninguna sería capaz de darse cuenta que su voz tenía un ligerísimo cambió de inflexión y que sus ojos tenían un brillo mucho más deslumbrante… (Únicas señales delatoras de su humor)


“A ti te agrada Edward” –


“Y a ti Jasper” – contestó Bella.


Alice sonrió abiertamente, a modo de respuesta.


“No es tan perfecto como un Vampiro Lestat, pero supongo que es muchísimo más interesante que toda esa bola de inmaduros andando allá fuera”


“Definitivamente” – asintió Bella, sonriendo también al comparar mentalmente a Louis con Edward… solamente que para ella, el segundo era, por mucho, mejor – “Los Cullen no son vampiros pero si son enigmáticos” – agregó, al recordar la dichosa enfermedad con la que Edward había justificado su extraño comportamiento aquella noche en el cementerio.


“Son mucho más que eso” – murmuró Alice, de manera inconciente – “Hasta el niño, Darío, tiene algo realmente extraño…”


Bella inclinó la cabeza al momento en que reflexionaba. Indisputablemente, las palabras de su pequeña amiga eran muy ciertas. Resultaba un poco desconcertante el ver como, pese a tener el cabello de diferentes gamas de colores, los tres tenían el mismo tono de piel tan pálido.


Era como si fueran tan idénticos y, a la vez, tan heterogéneos… principalmente Edward y Jasper quienes, aún no siendo hermanos consanguíneos, mantenían pintado el interior de sus ojos con el mismo y singular color dorado…


“¿Qué te parece esto?” – inquirió Alice, rompiendo sus cavilaciones, mientras le mostraba a Bella un conjunto completamente negro.


Bella asintió, no muy interesada en la ropa. Al fin de cuentas, toda le gustaba.


No había transcurrido ni medio minuto tras estar completamente listas, cuando llamaron a la puerta. El señor a quien Darío había contratado se quedó pasmado al ver a las dos muchachas completamente vestidas y maquillado de negro. Le tomó dos segundos más de lo necesario el desviar su vista de aquellos rostros (que, si bien eran lindos y se mostraban gentiles, tenían cierto aire lúgubre y perturbador)


“¿Señoritas Alice Brandon e Isabella Swan?” – las dos muchachas asintieron y el señor, con un movimiento de mano, les indicó que subieran al pequeño Volvo plateado (el cual pertenecía a Edward)


El camino hacia la desconocida casa no hubiera sido tan tardado si el señor no se hubiera perdido.


A pesar que Darío, quien le había contratado vía telefónica y había imitado a la perfección la voz de Edward, le había dado cada detalle de cómo llegar, la irregular carretera que llevaba a la dirección le desorientó de sobremanera.


Alice veía el camino con singularidad extrañeza y un estremecimiento recorrió su cuerpo al percatarse que era el mismo paisaje que, durante las noches pasadas, había soñado constantemente…


Edward, Jasper y Darío sintieron su olor mucho antes de su llegada. Ambas fragancias tan diferentes y tan deliciosas. Los dos primeros vampiros gimieron por el ardor que sintieron en sus gargantas.


Vieron, desde el segundo piso, ocultos tras las cortinas de terciopelo vino, como el carro se estacionaba frente a la casa y como las muchachas descendían de éste, mostrándose completamente maravilladas por lo que sus ojos contemplaban.


Aunque Alice lo había visto varias veces en sus extrañas visiones y, hasta lo había dibujado, la casa no perdió el encanto. Era grande, demasiado para tres personas habitando en ella, y hermosamente rustica. Ciertamente, parecía un pequeño castillo sin tantas torres. Bella también reconoció la figura con el dibujo que su amiga tenía semanas le había mostrado, más decidió no comentar al respecto. No quería incomodarla.


Edward y Jasper intercambiaron miradas, se encontraban realmente ansiosos. Darío se concentró para no dejarse invadir por la oleada de inquietud que Jasper soltaba. En esos momentos, el don de su hermano era realmente algo incomodo. El pequeño puso los ojos en blanco, no sabía que sus hermanos fueran tan inseguros. Él fue el primero en caminar


“¿A dónde vas?” – le preguntó Edward, bloqueándole el paso


“Ellas ya están aquí” – recordó el niño – “Hay que prender las luces, ellas no podrán ver en medio de esta penumbra”


Fue entonces que los otros dos muchachos se percataron de que la casa estaba completamente a oscuras. Darío prendió un fósforo y lo hizo caminar sobre el aire, encendiendo uno de los candelabros que colgaban de la pared. Caminó hacia el aparato de música y reemplazó el CD de música violenta que giraban dentro de él por uno de melodías más tranquilas.


“Ahora, ya todo esta listo” – anunció, en cuanto llegaron al comedor, que estaba a pocos pasos de la entrada principal – “Anden, vayan y denles la bienvenida”


“¿Acaso tu no iras?” – preguntó Jasper. Darío negó con la cabeza


“Iré a dar un paseo”


“No nos puedes dejar solos” – dijo el rubio vampiro – “Puedes hacer falta si algo se complica”


“Nada saldrá mal” – aseguró – “Vamos, no las hagan esperar, es descortés de su parte”


Y, con esas palabras, el pequeño vampiro desapareció, dejando a los otros dos jóvenes estáticos a mitad de estancia, mirándose mutuamente a los ojos.


Bella y Alice también habían quedado solas. El señor que las había llevado hacia el lugar se había marchado casi al instante, llevándose consigo el volvo, el cual Edward iría a recoger al día siguiente.


La puerta se abrió lentamente y ambas muchachas sintieron, al ver a las dos figuras masculinas que aparecían frente a ellas, un fuego quemando su estomago.


“Hola” – dijeron al unísono los vampiros mientras se acercaban – “Gracias por aceptar la invitación” – agregó Jasper, mirando fijamente a Alice, quien bajó la cabeza para deshacerse del embrujo de aquel par de pupilas


“Gracias a ustedes por invitarnos” – contestó Bella.


Edward le sonrió de lado. Se veía adorable con aquel tentador rubor corriendo a sus mejillas.


“Adelante” – indicó, con un gesto en la mano y, segundos después, los cuatro entraron a la casa que era aun más maravillosa por dentro.


La música de Stoa, que Darío había seleccionado, resultó miel para los oídos de las muchachas. Sus pasos fueron dirigidos hacia donde se encontraba el comedor y sus ojos se dilataron al ver la inmensidad de comida que en él había. Era demasiada para los cuatro, ¿Acaso habrían invitados?


“Imaginamos que han de estar hambrientas” – aventuró Jasper mientras caminaba al lado de Alice – “¿Les parece bien si cenamos ahora mismo?”


Las dos chicas asintieron y, al instante, sus sillas fueron recorridas por las manos amables de sus compañeros para que pudieran tomar asiento.


“Gracias” – musitaron, tímidamente.


La comida y las bebidas fueron servidas, pero solamente ellas comieron. Los dos vampiros se limitaron a tomar el rojo líquido que, en una alargada botella de plata, reposaba. Debían darle las gracias a su pequeño hermano que no hubiera olvidado el detalle de brindarles, de alguna manera, algo qué cenar a ellos también.


“¿Acaso no tienen hambre?” – preguntó Bella la ver el plato casi intacto de ambos jóvenes quienes, en los últimos minutos, habían estado tan concentrados viendo cada movimiento humano de ellas que se les había olvidado deshacer la comida entre sus dedos


“Lo sentimos” – se disculpó Edward, mientras se llevaba la copa de sangre a sus labios – “Siempre solemos tener más sed que hambre”


Bella miró fijamente la copa, había algo extraño en ella. El líquido parecía demasiado espeso


“¿Qué es lo que toman?” – inquirió, sin poder contenerse.


“Bloody Mary” – contestó rápidamente Jasper – “lo mismo que ustedes. Solamente que a nosotros nos gusta ponerle un poco de vodka, sabemos que a ustedes no les gusta ninguna clase de licor, por esa razón decidimos separar las bebidas …”


La explicación fue demasiado convincente como para que a las muchachas les quedara algún atisbo de duda. Sin mencionar más sobre el asunto, continuaron con la merienda.


“Nos gustaría mostrarles el resto de la casa, si el detalle se les hace atractivo” - dijo Edward cuando ambas humanas terminaron la comida que habían en sus platos.


Alice y Bella asintieron con una ligera sonrisa en sus rostros. Jasper y Edward se levantaron de sus asientos y, de la misma manera en que anteriormente las habían ayudado a tomar asiento, las ayudaron para ponerse de pie.


“La noche ha caído” – anunció el vampiro de cabello cobrizo, dirigiéndose a Bella – “Me gustaría mostrarte el cómo las estrellas se muestran sobre la terraza”


La muchacha asintió, sin poder decir palabra alguna. La voz de su anfitrión era demasiado hipnótica y le revolvía todo tipo de pensamientos coherentes.


“Alice y yo recorreremos primero el interior de la casa. En un momento los alcanzamos” – Dijo Jasper y, girándose para encarar a la pequeña humana, preguntó – “¿Vamos?”


“S-si” – contestó la aludida y, a los pocos segundos, la pareja había desaparecido por los oscuros pasillos.


Edward miró fijamente a Bella, quien presionaba ligeramente sus negros labios con sus dientes. ¿Estaba nerviosa por que sentía el peligro que corría al estar a solas con un monstruo?... en un intento de brindarle confianza, su nívea mano se alargo hacia ella, en una sutil invitación a que la tomara, la cual fue aceptada de manera tímida, pero feliz.


Bella se percató de que aquella piel seguía siendo tan fría como las veces anteriores, al igual que seguían transmitiendo aquella sensación de paz y cosquilleo con su contacto. Levantó la mirada y se encontró con la del muchacho… la cual había cambiado del dorado al negro.

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