Dark Chat

domingo, 20 de febrero de 2011

Guerrero del Desierto

CAPITULO VII

Los siguientes días fueron para Bella una verdadera pesadilla. Edward se había alejado de ella tanto que estaba asustada. No importaba lo que intentara, bromas, enfado, ruegos, sexo, él no se inmutaba. La confianza en sí misma de Bella se veía amenazada por la fuerza de voluntad de Edward para mantenerse al margen de su existencia.

-Edward, por favor, háblame -le dijo en el coche, camino de Zulheina. Necesitaba que le hablara.

-¿De qué quieres hablar? -dijo él alzando la vista de los papeles; sus ojos mostraban el tipo de interés amable que se tiene hacia un extraño.

-¡De cualquier cosa! ¡No te cierres ante mí! -dijo ella a punto de echarse a llorar, lo que la horrorizaba.

-No sé a qué te refieres -contestó él volviendo a sus papeles y zanjando así la conversación.

Bella se acercó entonces y le quitó los papeles de las manos.

-¡No dejaré que me hagas esto!

Los ojos verdes de Edward echaban fuego mientras su mano la tomaba de la barbilla.

-Has olvidado las reglas. Ya no obedezco tus órdenes -dijo él sin aparente furia, tan sólo calma. Incluso la forma de tocarla fue amable y después la dejó ir.

-Te amo. ¿No significa eso nada para ti? -preguntó ella con un hilo de voz.

-Gracias por tu amor -dijo él tomando los papeles que le había quitado y se puso a ordenarlos-. Estoy seguro de que tiene el mismo valor que hace cuatro años.

El tono de sutil sarcasmo y su actitud altiva le llegaron al alma.

-Ya no somos los mismos que hace cuatro años. ¡Danos una oportunidad! -rogó ella.

La miró con unos ojos neutros en los que no reconocía los de su pantera.

-Tengo que leer estos informes.

La primera noche a su llegada a Zulheina, se sintió tentada de dormir en su propia habitación, dolida e insegura de si sería bienvenida en el lecho común. Pero en vez de ello, se cepilló el pelo en el espejo de Edward y se echó en su cama. Y cuando él se estiró para tocarla, ella accedió. Allí, sí conectaban. El sexo que compartían siempre era salvaje, apasionado. Mantenía las esperanzas de Bella porque tenía que haber algo más que lujuria en él para tocarla como lo hacía y susurrarle «Eres mía, mi Bella» cuando la penetraba con intensidad.

Una semana después, Bella estaba sujetando con alfileres una prenda que estaba confeccionando y se estiró para tomar las tijeras.

-Me gustaría hablar contigo, esposa mía. Sorprendida, dejó caer los alfileres que sujetaba en la boca.

-Me voy a París una semana.

Edward ocultó con maestría cualquier fuego que el beso de Bella pudiera haber encendido en él, si era que lo había hecho.

-¿Cómo? -Bella no podía ocultar su sorpresa-. ¿Cuándo? -dijo con los puños apretados.

-Dentro de una hora.

-¿Por qué no me lo has dicho antes?

-No tengo por qué decirte esas cosas.

-¡Soy tu mujer!

-Sí. Y te quedarás en tu sitio.

La inesperada reprimenda la golpeó como una bofetada. Inclinó la cabeza e inspiró profundamente.

-Sabes que algunos de los diseñadores franceses más importantes están organizando desfiles esta semana. Si me lo hubieras dicho antes, podría haber ido contigo.

Bella sabía que Edward necesitaba hacer gala de su control sobre las cosas, y hasta podía comprenderlo, pero nunca la había tratado con tanta dureza, como si no le importaran lo más mínimo sus sentimientos. No sabía que lamentara tanto lo ocurrido en Zeina.

-No, Bella. No puedes salir de Zulheil.

-No confías en mí, ¿verdad? -dijo ella frunciendo el ceño-. ¿Qué esperas que haga, eh, huir a la primera oportunidad?

-Puede que me comportara como un idiota una vez, pero no me dejarás en ridículo por segunda vez -contestó él con un gruñido-. Ya no me puedes controlar, como seguramente esperabas, y no tengo la intención de dejar que lo vuelvas a hacer. Y como lo sabes, puede que quieras huir. Tampoco tengo la intención de perderte.

-Te amo -dijo ella sacudiendo la cabeza en señal de negación, pero él no la soltó-. ¿No sabes lo que eso significa?

-Significa que puedes volver la espalda y huir en cualquier momento -contestó él en tono seco.

-¿Cuánto tiempo seguirás comportándote de esta manera? -le preguntó desesperada-. ¿Cuánto tiempo vas a seguir castigándome? ¿Cuándo terminará tu venganza?

-No hago esto para castigarte. Para querer vengarme, tendría que sentir algo más que lujuria, y no lo siento. Eres para mí una posesión, de gran valor, pero no irremplazable.

Bella se puso lívida. No podía articular palabra. Le sangraba el corazón. En un intento desesperado por ocultar su angustia, se mordió las paredes internas de la boca tan fuerte que le sangraron, y esperó a que su suplicio terminara.

-Voy a París por cuestiones de estado. Jasper sabe cómo ponerse en contacto conmigo -añadió.

Bella guardó silencio, apenas si podía oírlo a través del zumbido en sus oídos. Cuando este inclinó la cabeza y le dio un posesivo beso en los labios, ella lo aceptó con desgana.

-No te opondrás a mí -le susurró junto a los labios porque conocía sus puntos débiles. Ella no se opondría. No cuando llevaba tanto tiempo deseando estar con él.

Cuando se retiró, un frío aire de satisfacción brilló en sus ojos.

-Puedo hacer que jadees por mí siempre que quiera, Bella, así es que no intentes manipularme con tu cuerpo. Me iré en cuarenta minutos -y diciendo eso se levantó y salió de la habitación.

Edward no sabía cuánto tiempo estuvo allí sentada, incapaz de moverse. Le dolía demasiado el alma para sentir nada más que dolor. Cuando finalmente se levantó y se dirigió hacia la puerta acristalada que daba al balcón sobre los jardines principales, vio a Edward entrando en su limusina oficial.

A punto de sufrir una crisis nerviosa, salió corriendo por los pasillos rogando por no encontrarse con nadie; entró en el jardín privado y se escondió bajo las ramas colgantes del árbol, llenas de flores azules que le proporcionaron un refugio aromático; en el que tratar de olvidar su tormento.

Había creído que podría amar a Edward lo suficiente para hacer que le correspondiera, una chica a la que nunca nadie había querido. Bella se preguntaba si sólo se había casado con ella para humillarla, para castigarla. La noche cayó pero ella no se daba cuenta. Había expulsado todas las lágrimas que tenía dentro, pero el dolor no desaparecía.

De pronto, la invadieron los recuerdos de aquel terrible día muchos años atrás, cuando sólo era una niña, en que descubrió la verdad que se cernía sobre ella de labios de su tía. La que creía ser su madre era en realidad su tía y la había adoptado a cambio de dinero. Ese día, Bella se vio golpeada por el hecho de que los cuidados que había recibido en su vida habían estado pagados de antemano. Tantos años después, seguía sin ser amada, sin ser querida.

Al día siguiente, Bella decidió que no ganaría nada llorando todo el tiempo por algo que no podía cambiar. A pesar de que el peso seguía allí presente, se obligó a meterse en su habitación de trabajo y a tomar las tijeras. Una hora después, sonó el teléfono, pero no le hizo caso. Al momento, alguien llamó a su puerta.

-¿Señora?

-¿Si,? -le dijo a la sirvienta.

-El Jeque Cullen quiere hablar con usted.

La garganta se le cerró al oír su nombre. Pensó en pedirle que le dijera que estaba ocupada pero eso sería mentir y, al pensar en las consecuencias, decidió acceder.

-Por favor, transfiere la llamada a este teléfono -dijo señalando el aparato que estaba junto a la puerta.

La empleada asintió y salió de la habitación. El teléfono sonó segundos después. Bella se levantó y se acercó. Tomó el auricular... Y colgó. Con el corazón latiendo desbocado, salió corriendo por el pasillo hacia su habitación y desde allí al jardín. El teléfono volvió a sonar cuando salió pero ella se escondió tras el árbol.

Una hora más tarde, salió del jardín y volvió a la habitación de trabajo. Había un mensaje en la mesa, junto al teléfono. Lo tomó con manos temblorosas. Decía que llamara a Edward al número que se indicaba.

-¡Vete al infierno! -gritó arrugando el papel y tirándolo a la papelera, y se puso a trabajar en el corpiño que estaba confeccionando.

Edward colgó el teléfono por cuarta vez. Lo molestaba aquella rebelión por parte de su mujer, pero otra emoción mucho más profunda amenazaba con salir a la luz: la que le impedía olvidar el dolor que le había causado la última vez que habían hablado.

Después de tanto tiempo, la ira y el dolor que había controlado sin piedad durante años habían conseguido salir de la prisión que los atenazaba. Cuando Bella le había declarado su amor, se sintió como si le abriera las heridas que apenas si había conseguido cerrar. El dolor casi insoportable se había alzado por encima de una necesidad que no quería aceptar. Le había hecho decir cosas que no debería haber dicho.

Pero Bella no le tendría rencor. En cuanto hablara con ella, todo volvería a la normalidad, y la próxima vez que levantara el teléfono, hablaría con ella.

Bella se sentía como si se estuviera preparando para una lucha a vida o muerte. Había ignorado a Edward durante dos días. Edward le había dado un fuerte golpe que la había hecho despertar a la cruda realidad de que el hombre al que amaba no era el hombre con quien se había casado.

No estaba segura de si amaba a aquel hombre pero su furia se negaba a que la siguieran ignorando. La siguiente vez que Edward llamara, obtendría respuesta. Y la llamada llegó en la madrugada. Descolgó el teléfono al segundo tono.

-La posesión da gran valor al habla -dijo sin pensar. Quedó horrorizada, pero orgullosa de sí misma.

Un silencio absoluto llegó del otro extremo de la línea.

-No me hace gracia, Bella -dijo finalmente-. Estás siendo muy obstinada.

-Sí.

-¿Qué esperabas cuando regresaste? -preguntó Edward con un hilo de rabia bajo el estudiado autocontrol-. ¿Que nada habría cambiado? ¿Que te entregaría mi confianza sin más?

-No. Esperaba que me hubieras perdonado -era una cruel verdad-. Pero no lo has hecho. Me tomaste por esposa, y me diste un lugar en tu vida. ¿Cómo te atreves a tratarme como... como un objeto, como si fuera una piedrecita que puedes sacarte de la suela del zapato? ¿Cómo te atreves? -dijo ella con las lágrimas a punto de saltársele por encima de la ira.

-¡Nunca te he tratado así! -contestó él con reprobación.

-Sí lo has hecho. ¿Y sabes otra cosa? No quiero hablar con un hombre que me trata así. Casi podría odiarte. No me llames más. Tal vez cuando llegues a casa me haya calmado, pero ahora, no tengo nada que ofrecerte. ¡Nada! -era el dolor más intenso el que hablaba.

-Hablaremos cuando regrese -dijo él con una nota en el tono que ella nunca había escuchado antes, una nota que no podía comprender.

Bella colgó el teléfono con manos temblorosas, sorprendida de su estallido de rabia. Quería mostrarse beligerante, pero había terminado deshaciéndose de los escudos que protegían su corazón. Ella merecía que la trataran mucho mejor. Podría ser que no la amaran, pero merecía respeto.

Vida : Dulce Inmortalidad

Hello mis angeles hermosos!!
una disculpa chicas , este fic lo debi de haber subido ayer , pero tube un dia de locos, y  no pude
en fin
Esta historia le pertenece a Liz19forever, yo solo la publico.
Muchas gracias mi querida Liz , por compartir una vez mas tu trabajo con estas viciosas de fics
Les mando m il besitos a todas y a leer chicas, por fiss dejen sus comentarios al final ya q son muy importantes para nosotras
Angel of the dark
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Prefacio: El comienzo del final



No alcance a percatarme de su presencia, ni siquiera logre sentir el ruido que hace el viento contra su cuerpo, así de sigilosa era, estaba ahí parada frente al vacío y ni aún en esa circunstancia, no podía terminar con mi vida, pero claro él ya lo había hecho.

El dolor parecía no acabar, mi corazón se había roto en mil pedazos y no lograba encontrar una razón de vivir, aunque habían transcurrido exactamente siete meses de aquel día, todavía seguía sintiendo como sí hubiera sido ayer cuando él me había dejado en aquel bosque, sola, y se había ido lejos de mí "Edwards" susurre, mientras lagrimas afloraron de mis ojos y recorrieron mis mejillas, fue entonces cuando decidí rendirme a este maldito sentimiento que embargaba mi corazón, baje mis manos derrotada por el dolor y el sufrimiento, estaba rindiéndome a esta batalla que no podía, o más bien no quería ganar.

No hasta hace mucho había constatado tres grandes verdades: Primero Edwards era un vampiro, Segundo una parte de él – y no sabia que tan poderosa era – quería mi sangre, y Tercero estaba incondicionalmente e irrevocablemente enamorada de él; hoy estaba segura de la Cuarta: No podía vivir sin él, y sí Edward no estaba dispuesto a estar conmigo entonces mi vida no tenía sentido.

Abrí los ojos y comencé a respirar irreflexivamente, mis manos comenzaron a temblar sin control, ya no sentía mis piernas, pero el único reflejo innato es ese momento era correr, así que lo hice, corrí como si mi vida dependiera de ello, ninguna enfermera se percato de mi huida, llegue corriendo al borde del Parque a las afueras del Hospital donde mis padres me habían internado hace un par de semanas. Fue entonces cuando, esperando una absolución miré al cielo y en ese preciso momento sentí un ardor mortalmente ya conocido para mí, los recuerdos del año pasado, en Phoenix se presentaron ante mis ojos como un déja vu, acto seguido mis piernas se doblaron, la vista comenzó a nublarse como la última vez, podía sentir sus labios fríos como la nieve succionar la poca vida que me quedaba.

Cuando finalizó caí de lado sobre mi cuerpo, mi vista aún estaba puesta en el horizonte, estaba amaneciendo, jamás había visto el sol como aquella madrugada, estaba absorta contemplándolo. Según Edward y los Cullen, la conversión era algo doloroso, incluso yo cuando había sido mordida por James sentí el dolor de la ponzoña entre mis venas como un recordatorio que no quedaría nada al finalizar esa agonía, extrañamente ahora, no era así.

La sensación se parecía más a cuando el alma deja abandonado el cuerpo, mis ojos comenzaron a nublarse aún más, desenfocando mi mirada, sólo alcance a divisar el reflejo borroso de unos pies frente a mi observando satisfecha su hazaña, pero no tuve la suficiente fuerza para levantar la mirada, y ver de quien se trataba. Lo siguiente que escuche fue un murmullo en mi odio, eran palabras: "dile que estamos parejos" y mis ojos se cerraron apesadumbrados, estaba cansada, mi respiración fue más lenta, casi imperceptible, mi corazón no rugía como antes, era un débil latido que estaba apagándose con cada segundo que transcurría.

No recuerdo exactamente que sucedió después, sólo que desperté en la mitad del bosque, tapada por ramas como si alguien me hubiera tratado de esconder, así llena de arbustos constate que era cerca de medio día, estaba aturdida y mi cuerpo estaba entumecido, "Imposible" susurre mientras mi mente comenzaba inconcientemente a recorrer el lugar, era casi vertiginosamente increíble cuan rápido había visto todo con solo dar un vistazo de reojo, con solo una mirada vi como un arbusto se movía a un par de metros, era como si hubiera estado a un paso frente de mí, de pronto escuche un sonido que estaba siendo para mí, en ese momento, familiarmente delicioso se sentía tenue, sincronizadamente perfecto para mis oídos "pum, pum, pum" escuche claramente, no paso una milésima de segundo cuando sentí un ardor que quemaba el fondo de mi garganta, sin siquiera pensarlo ya estaba erguida siguiendo casi por instinto a la fuente de aquel ruido tan deliciosamente enfermizo.

Lo siguiente que recuerdo fue una muy vivida película de acción, ¿estaba yo succionando la sangre de un animal? pensé, tenía mi boca justo en su cuello, mis dientes apretaban la gruesa piel como si fueran cuchillos untando mantequilla, estaba ahí parada succionando su sangre como si estuviera tomando una bebida en pleno verano.

De pronto el pánico y el horror inundo mi mente y solté el cuerpo inerte de aquel animal que me había servido de sustento hasta hace algunos escasos segundos y me lleve las manos a mi boca, ésta aún estaba sedienta y comprobé un hecho del que iba a estar completamente e irremediablemente segura el resto de mi existencia, Quinto: me había convertido en una vampiro.



Capitulo Primero: Nunca digas Nunca

Habían pasado cinco años ya, como si hubieran sido cinco días en realidad. Más pronto que tarde repetía esta misma rutina: iba a una cabina de teléfono y discaba aquel número tan conocido para mí, espere que contestará pero salió el sonido de la grabadora, "genial" exclame frustrada, como odiaba que aún no pudiera controlar la tecnología, "mamá que sucedió esta vez, déjame adivinar, ¿huyo nuevamente de ti el cargador?" pregunte sarcásticamente tomé aire y luego continúe "Estoy REALMENTE BIEN…" dije fuerte y claro, pronunciando separadamente cada palabra, exagerando su entonación, después de mi pequeña desaparición por un año, mi madre se había puesto un poco más paranoica y suspicaz conmigo.

De pronto un ruido me distrajo, miré a mi alrededor examinando mi entorno y divise a una anciana, bastante familiar para mí, de pronto entre en pánico cuando la vi colocar el dichoso e infame letrero en la entrada del edificio, y que estaría probablemente toda la noche puesto ahí – cerrado por inventario – era las palabras que se leían en forma categórica. Me devolvió a la realidad el ruido del teléfono

"eh, mamá creo que voy a llamarte mañana, espero que hayas conseguido cargar tu celular, te quiero y saluda a Phil de mi parte" colgué el auricular presurosamente.

Sin mucho esfuerzo estaba ya en la esquina de en frente, estupefacta contemplando el cartel con mis propios ojos, "Porque demonios hacen los inventarios de noche" me pregunte a mí misma, mientras miraba atónita, que se supone haría yo, toda la noche si la biblioteca iba a estar cerrada, donde mataría mi sueño.

Me mordí mi labio inferior en desengaño mientras daba vuelta y emprendía el rumbo a mi hogar, esta vez procuré hacerlo más despacio, lo último que quería hacer era precisamente llamar la atención de los pocos humanos que habían en los alrededores, porque ya lo había hecho bastante en el pasado, y la única cosa buena de esta eternidad era que mi mala suerte, por decir así, había cambiado.

Camino a casa pensé en mi madre, su preocupación era normal claro, como hubiera reaccionado yo si mi hija de 18 años se pierde de un hospital por casi un año entero y luego aparece en otro lugar según ella feliz de la vida comiendo perdices, "probablemente la hubiera ido a buscar jalándola del pelo para que volviera conmigo" pensé riéndome ante la expresión de René aquella tarde cuando dí por fin señales de estar con vida.

Volví a suspirar al recordar aquel día, el día en que había inventado esta vida para mí, al menos había algo bueno de todo aquello, apenas podía recordar su imagen, mis recuerdos de humana eran dificultosamente borrosos, y esa sensación de vacío había sido superada – al menos eso creía yo – y ocupado por algo más importante: Sed, debía controlar mi Sed para poder vivir entre ellos, ahora entendía sus palabras: Jamás había deseado tanto la sangre humana. Era difícil, pero yo estaba dispuesta a superarlo, y para lograrlo disponía de bastante tiempo.

Sin darme cuenta ya estaba afuera del edificio donde estaban los dormitorios de los estudiantes, mi hogar por estos últimos tres años, desde el día que había despertado, había resuelto que no desaprovecharía mi existencia, y que haría algo bueno con ella. Así que en parte estaba cumpliendo su deseo, había hecho lo que él hubiera querido que hiciera, seguir con mi vida, y el paso siguiente después de graduarse en el Instituto era éste, entrar a una Universidad.

Me había matriculado en la facultad hacia exactamente tres años, al principio había sido difícil, estar rodeada de tantos efluvios exquisitamente apetitosos, pero era una ventaja poder tener a disposición mía un banco de sangre tan próximo cuando necesitaba saciar mi sed, sin duda mi elección había sido la correcta, no es que me apasionará ser médico pero tenia sus ventajas estar estudiando esto.

Pronto tendría que comenzar las prácticas, y aunque me había preparado psicológicamente para ello aún me parecía difícil ver tanta sangre y no untar mis labios con ella, tome las llaves de mi cuarto y dí la vuelta al cerrojo "vacio" pensé con desgano mientras entraba, era extraño pero agradable que nadie hubiera querido compartir conmigo su cuarto este año, al menos la tentación iba a estar más lejana, era extremadamente difícil no resistirse, pero cada día que pasaba mi práctica mejoraba.

Tire mis cosas aún lado y prendí mi laptop, comencé a buscar la infaltable bibliografía que ocupaba mis largas noches de sueño, tema: Vampiros. Tenía que aprender todo lo que estuviera a mi alcance antes de cometer alguna tontería, más considerando que no tenía una familia a quien preguntar, por un minuto me hubiera gustado que Victoria se hubiera quedado a mi lado, para al menos enseñarme de esta nueva vida, tome aire y lo exhale en un acto reflejo, sin meditarlo mucho, era una costumbre para no levantar sospechas.

No te has topado con NADIE pensé mientras miraba los links que aparecían en la pantalla, por ese lado me mantenía tranquila el pensar que tal vez jamás me toparía con nadie, y remarque en mi subconsciente esa palabra, que pensaría él si supiera que era inmortal, ¿lo sabría ya?, ¿lo habría visto Alice venir?, la esperanza que albergaba era que no lo supiera, así podría engañarme como lo había hecho por todo este tiempo.

Era mejor que él creyera que era feliz y que había estado haciendo mi vida humana de lo más feliz, aunque eso no fuera exactamente la realidad. Mire algunos reportajes sin mucho destino, hasta que me aburrí, esto de no dormir era patéticamente molesto, más cuando no se tiene nada más que hacer, deje a un lado la computadora y me recosté en mi cama, pase las manos por la colcha, y cerré los ojos remembrando viejos tiempos, era un acto inconsciente, me quede ahí con los ojos cerrados, fingiendo que dormía. Hacer esto de vez en cuando me mantenía cuerda, no me di cuenta como paso el tiempo, desde que había renacido, mi apreciación de éste era escasamente incomprensible, lo que antes me parecía una eternidad ahora eran segundo, la noche había acabado más pronto que lo que hubiera imaginado.

Ahí estaba nuevamente el amanecer, el tímido sol estaba alumbrando por el horizonte, cubriendo con sus rayos todos los edificios, poniendo un poco de color al oscuro manto que había prevalecido las ultimas doce horas. Respire nuevamente, ahora lo había hecho meditadamente mientras me cambiaba de ropa, recogí mis bolsos no sin antes beber desayuno, ese extraño y exquisito liquido tan apetecible para mi todo este último tiempo, tenia un sentimiento extraño, como si no fuera yo la que estaba viviendo esta vida, antes tomaba leche ahora bebía sangre pensé, empine el último trago, unas gotas se derramaron por mis labios, frote mis dedos contras ellos para secarlas, sin duda era extraño no tenerlo cerca de mí.

- Espero que esto sea suficiente – susurré pensativa mientras examinaba mi horario, Anatomía Nivel 6, uff como si ya no me hubiera memorizado el cuerpo humano entero, tener tanto tiempo extra me había convertido en la alumna más promisoria, y eso no era algo anormal, simplemente una consecuencia de mi nueva falta de sueño, que más iba a hacer, que no fuera estudiar. Ahora podía entenderlo, debe haber sido muy frustrante ir al instituto tanto tiempo y tantas veces supuse.

Entre al salón, y pude ver a Susan alzar su mano mientras me indicaba un asiento vacío junto a ella - por favor Bells, trata de no asesinar a la humana – me dije a mi misma, mientras bajaba lentamente los peldaños que nos separaban. El aula era enorme, todas me parecían tan enormes, tanta gente sentada ahí me ponía un poco ansiosa debía reconocerlo, como aquel primer día en el Instituto de Forks, "soy de las que sufren en silencio" me repetí mientras me sentaba a su lado, Susan me saludo de un beso en la mejilla y yo la esquive sin dudarlo, ella me dio una mirada extraña

- Por Favor Bella, porque siempre saltas cuando me acerco, ni que fuera a morderte. exclamo divertida mientras se acomodaba en el asiento.

- Me has asustado eso es todo. Me defendí tratando de sacar de mi mente la palabra asesinato.

- mmm..., profesor nuevo, ¿a esta altura del semestre? comento extrañada entre susurros.

Su comentario no me hubiera llamado la atención a no ser porque no escuche un sonido familiar, ¿Por qué no le sonaba el corazón a este nuevo profesor?, podía contar exactamente cuantos corazones debían haber en esa aula, sí debían haber exactamente 103 pums familiares, y hoy habían sólo 102, de pronto una chispa hizo que mi cerebro prendiera, me distraje un momento del resto de la habitación, para dar una ojeada a mi teoría.

Mire y sólo pude ver una cabellera rubia y un cuerpo esbelto dado vuelta contra la pizarra escribiendo su nombre, antes que pudiera emitir sonido, mis ojos se abrieron como platos, me quede en shock, atónita mirando casi sin pestañar, mi rostro se desencajo y seguro no estaba poniendo ninguna expresión buena a juzgar por el rostro de Susan que me movía de un lado para otro, haciendo señales delante de mi rostro, fue entonces cuando comprendí que su alboroto llamaría la atención de el nuevo profesor y eso justamente era lo que tenia que evita, de pronto me convertí en una presa, la silencie con un sólo movimiento, apreté sus manos entre la mía y puse la que tenía libre sobre su boca, presionando fuertemente.

-¡Silencio! Gruñí entre dientes, mientras volteaba mi rostro aterrorizada.

Sí tenia suerte el nuevo profesor no se habría percatado de la escena, contaba con que este arrebato hubiera pasado inadvertido para él. Pero nada me había preparado para ver a Carlisle frente a mí a menos de dos metros, la escena casi hubiera sido capaz de hacerme latir nuevamente mi corazón, mis manos comenzaron a temblar, él dejo de escribir y yo sólo quería huir, mi mente calculaba distancias, analizaba toda la habitación dándome las posibilidades de escape, pero había un pequeño problema, no podría irme sin que Susan se diera cuenta. La expresión de dolor en su rostro me recordó que mi fuerza no era la misma de antes, le solté las muñecas lentamente y quite de su boca mi mano como mordaza, ésta respiro y me dio una mirada desconcertada.

- ¿Qué te pasa? – me preguntó con voz entrecortada mientras yo ponía mis dedos sobre sus labios para silenciarla nuevamente.

- Por favor - supliqué por lo bajo

Con un poco de suerte podría salir airosa de esto, una hora y cuarenta y cinco minutos era todo lo que necesitaba y jamás lo volvería a ver, me iría de aquel lugar, razones habían muchas, por ejemplo tenía que evitar que Edwards se enterará de mi reciente incorporación a la inmortalidad.

Y con suerte lo lograría, éramos más de 100 personas en aquella habitación era imposible que él se fijará en mi, ningún profesor lo hacia, pero ¿era él un profesor común? ¿Acaso él podría reconocer, olfatear, siquiera aventurar que había otro ser igual en la habitación?, de pronto tuve un déja vu, las imágenes de la familia de Edwards en el claro, mientras jugaban béisbol se vinieron a mi mente, ellos habían reconocido a los nómadas mientras se aproximaban, o sólo había sido Alice con sus visiones, comencé a inquietarme, más bien a aterrorizarme, me quede muy quieta, incluso deje de respirar, eso comenzó a preocupar a Susan.

- ¿Bella que te sucede, por qué no respiras? Preguntó. Porque tenía que ser tan fijona, solté un respiro profundo para que creyera que estaba nerviosa, ella me miro sin entender y se concentro cuando Carlisle quien comenzó la clase, como se esconde uno de un vampiro me pregunté.

Exactamente treinta minutos habían trascurrido desde que había comenzado la clase, la verdad si me hubieran preguntado no tenia idea de lo que estaba hablando, al mirarlo no podía evitar pensar en él, ¿donde estaría él?, ¿estaría aquí?, ¿estarían todos aquí?, mi mente repaso en cuestión de segundos quinientas interrogantes distintas, mire el reloj que colgaba sobre la pizarra, sólo faltaban 5 minutos para terminar y todo acabaría, saldría airosa de esta prueba, después de esto tendría que marcharme de ahí, pero ¿dónde?, porque estaba tan asustada que él me encontrara, acaso eso no era lo que deseaba en el fondo de mi corazón.

Carlisle iba a dar por finalizada la clase, cuando vi que Susan levanto su mano haciendo señales, sentí un incomodo espasmo en mi estomago, mis ojos se abrieron otra vez como platos, y si hubiera sido un humano cualquiera quien hubiera estado al frente seguramente podría haber bajado la mano de Susan, sin que siquiera lo percatará, pero no, él no era un humano y había notado a aquella alumna tan insistente sin siquiera darse vuelta a mirar, sino haciéndolo de reojo.

- Si… Señorita…. perdón no se su nombre, la de polera azul - hizo una pausa y la expresión de su rostro fue de incredulidad absoluta, incluso la sorpresa que denotaban sus ojos fue mucho mayor a la mía – Bella – susurró.