Dark Chat

jueves, 9 de diciembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 12 Tiempo al tiempo

Cuatro años más tarde

- Tienes que denunciarlo

Me había dicho Ángela mientras mi madre aún se paseaba por la habitación sin decirme nada, sin hacer nada

- No puedo, él es el padre

Le contesté casi con un hilo de voz, aun shockeada por lo que había hecho Edward. Tenia la extraña esperanza que volviera, que se arrepintiera, tan solo quería que me devolviera a mi hijo. Me largue a llorar descontroladamente ante la sensación de vacío que estaba experimentado.

- Ya no llores, ¡madre haz algo!

Grito colérica Ángela abrazándome.

- No hay nada que hacer, tal vez es mejor así

Contestó acercándose hasta mí. Yo la miré confundida con lágrimas en los ojos.

- Piensa Bella, aún puedes redimir tus pecados, tal vez esto es una señal que Dios te esta dando

- De que señal hablas, ¡por favor!

Grito mi hermana apartándola de mi lado. Me tomo la cara entre sus manos y me miro a lo ojos

- Él es el culpable no tú me entiendes

Me dijo y trate por todos los medios de odiarlo pero no podía. No podía pensar con odio o resentimiento. Mi madre tenía razón yo estaba siendo castigada por mis pecados, lo que me había pasado era mi castigo.

- Tal vez ella tiene razón, tal vez me merezco esto que esta pasando

Le susurré a Ángela y esta perdió la paciencia, me dio una bofetada en la cara sin poder contenerse pero ni siquiera la sentí, nos miramos yo aún estaba en shock acostada en mi cama con la mano en el rostro, mi hermana se acercó y me abrazo.

- Perdóname no quise hacerlo, es sólo que… cómo puedes pensar que es justo, él te arrebato a tu hijo y tú piensas perdonarlo, piensas dejarlo así, vas a renunciar a tu hijo

- Sí

Y como me arrepentí de haber escuchado a mi madre, hoy estando en la tumba de ella era la primera vez que podía sentirme aliviada, liberé todo ese odio tan profuso que me había consumido todos estos años, al saber de su muerte mi alma estaba en paz. Mi propia madre me había destruido y de la peor forma – una madre no hace eso – le reclamé mientras tiraba las flores en su tumba y me marchaba.

Había perdido lo más preciado para mí creyendo que era mi condena, ¿pero condena de qué? me pregunté. Había sido una estúpida al no haber hecho nada, aún cuando me había enterado que ella había ayudado a Edward para que me quitara legalmente a mi hijo la había perdonado y justificado. Si, en esa época estaba mal, demasiado mal y tendría que pagar el precio de mis errores por siempre. Mientras manejaba por las calles en dirección a la casa de mi hermana mi teléfono celular sonó.

- ¿Hermanita, ya vienes en camino?

Me preguntó Ángela por el otro lado de la línea.

- Acabo de dejar el cementerio ¿Por qué?

Le pregunté doblando en una esquina para tomar rumbo a su casa.

- Se me olvido pasar al supermercado podrías ir tú, yo ya estoy en casa.

- Esta bien pasaré

Le dije resignada a tolerar las largas filas y el tumulto de gente a la cual todavía no me acostumbraba pasar casi tres años recluida en un convento, lejos del mundanal ruido era distinto a vivir en una ciudad como Londres llena de gente, todos siempre con prisa y recluidos en sus propios problemas, justamente esa paz y tranquilidad que se tenía apartada del resto de la gente era lo único que extrañaba y en cierta medida añoraba de mi auto reclusión y a pesar que esta fue no para convertirme en monja, agradecí que el Padre Alfonso hubiera intervenido para que me permitieran haber estado junto a ellas por todo el tiempo que demoré en perdonarme a mi misma y perdonarlo a él – Sí fue la mejor decisión que había tomado en toda mi vida – susurré porque esa paz y tranquilidad que había tenido, había sido necesaria para sanar mi alma para volver a juntar mi corazón y mi vida.

Era mitad de diciembre y se aproximaba navidad; todo mundo estaba con las compras a último minuto, así que sería una odisea poder salir de ese supermercado temprano – Ángela… Ángela… tú siempre con tus últimas compras – murmuré mientras entraba y buscaba un carro disponible, lo que parecía imposible en ese mar de gente. Esta época del año me traía cierta nostalgia, ver a todos esos niños contentos por sus regalos y pendientes de lo que les traerían lograba calar hondo en mi interior y me desestabilizaba lo suficiente para que mi corazón sangrara por su ausencia.

Pasar la navidad con Ángela y su esposo Emmett no me entusiasmaba en lo absoluto, al contrario verla casada con el mejor amigo de él, solo me traía recuerdos, recuerdos que quería olvidar y enterrar para siempre, sólo así podría resignarme a vivir mi vida lejos de mi hijo, lejos de lo que pudo ser mi familia feliz.

A pesar que su amistad se había terminado luego de lo que él había hecho, prefería no tener contacto con nada que me recordará ese pasado que tanto tiempo me había tomado dejar escondido en algún rincón lejano a salvo del dolor. Solo por las noticias me enteraba de lo que sucedía con la vida de ellos, eso era lo único que no controlaba y de lo cual no podía huir, casi como un recuerdo funesto de un pecado cometido las fotografías de Edward con mi hijo en los periódicos y revistas se presentaban antojadizas frente a mi y hacían la agonía más tortuosa y difícil de llevar sobre todo en épocas como estas.

De vez en cuando, motivada por la curiosidad y ese instinto materno que no había podido callar nunca que mezclado con arrepentimiento me motivaba a recortar fotografías de mi hijo en sus brazos las cuales pegaba en un álbum que había decido llevar para así sentirme en parte partícipe de su vida como una extraña.

Quería sentirlo cerca pero lamentablemente no había tantas fotos de mi hijo como las había de él con sus novias de turno. Y hoy no era la excepción, apenas puse un pié dentro del supermercado, advertí la revista colgando y dando de frente hacia mí de manera caprichosa. Como luciéndose a propósito para que la leyera y la tomará entre mis manos, para voluntad del destino así lo hice, igual a como lo había hecho durante estos largos cuatro años, desesperada por una historia que completará la mía propia, la de mi familia, la de mi hijo, la tomé.

Tarde me dí cuenta que esa revista no contenía ninguna fotografía de mi pequeño sino sólo de Edward junto a una hermosa chica de pelo cobrizo, que me parecía extrañamente conocida, traté de hacer memoria mientras leía el titulo y deslizaba mis dedos por esas grandes letras, fundadas en un amarillo vistoso. "Edward Cullen nos cuenta acerca de su inminente matrimonio" era la dilapidadora verdad y mi corazón se apretó como se había encogido varios años atrás en su fiesta de cumpleaños. A pesar de todo el daño, de todo lo que había sucedido, de todo lo que él había hecho, una parte de mí aún reclamaba por sus caricias, por sus besos, por su amor. Yo podría haber sido la chica en la fotografía - esta iba a ser mi familia - me dije volviendo a poner la revista en su lugar, suspiré cerrando mis ojos en un intento de contener la nostalgia y la pena, estaba tratando de acallar ese sentimiento en mi corazón, tenía que dejarlo ir por mi propio bien.

Realmente no me preocupaba que él se casara, podría vivir con eso pero lo que si me preocupaba, al punto de elevar mi angustia a niveles impensados era la consecuencia de que él uniera su vida con otra mujer. Esa nueva chica en su vida pasaría a ocupar mi puesto, mi puesto como madre de mi único hijo. Un hijo para él cual yo era una completa extraña, tal vez una muerta. Porque no sabía qué le había contado él acerca de mí y apostaba a que no era nada bueno.

Mientras caminaba por los pasillos del supermercado tratando de acallar esos pensamientos, un sentimiento de inquietud se apodero de mí y por media fracción de minuto quise correr hasta la prensa y contar mi parte de la historia, quería destruir con eso su carrera hacerle pagar el daño y la tristeza en la que me había consumido gracias a su castigo pero me tomaba esa misma fracción de minuto, darme cuenta que si llevaba las cosas ante un tribunal el que saldría perjudicado con todo ese escándalo sería mi hijo.

- Lo siento, no puedo darte buenas noticias, él tiene la custodia completa y los papeles aparecen firmados por ti, Bella usted renuncio al cuidado de su hijo y no hay nada que se pueda hacer al respecto.

Me dijo el abogado al cual había consultado hace exactamente un año atrás, cuando finalmente había tenido el coraje de pelear por mi pequeño Anthony.

- Pero yo no lo hice conciente, mi madre me engaño

Protesté y su mirada compasiva me confirmo que no importará lo que dijera, no había vuelta atrás respecto a ese tema de la custodia.

- ¿Puedes probar aquello?

Me preguntó con un brillo esperanzador pero baje mi vista sumiendo mi futuro en un manto negro.

- No

Respondí frustrada, mi madre había sabido hacer su daño y sin duda él había tenido a la mejor aliada en toda la historia para lograr su propósito de castigarme.

- Sin pruebas sólo será un escándalo, perjudicará su carrera sí pero la custodia seguirá siendo de él, sin contar que toda tu historia saldrá a relucir y sólo te perjudicará a ti, ante un tribunal tu no eres una buena madre ni alguien estable para criar a un hijo.

Fue la conclusión que me dijo y que yo sabía muy bien pero que esperaba alguien pudiera revertir. Lo cierto era que tenía todo en mi contra, mi intento de aborto, mi pasado religioso, mi vida entera confabulaba en mi contra en estos minutos. En cambio él era la blanca paloma de los dos, un padre abnegado que se hizo cargo de un hijo que yo no quería.

- Lo entiendo

Ese día había sido uno de los más difíciles, como había sido tan estúpida al creer en la bondad de mi madre me reproche a mi misma, resople tratando de contener la rabia y me dedique a realizar las compras.

Estaba absorta en uno de los pasillos decidiendo que producto llevar, cuando un sonido de un repique atrajo mi atención, al enfocar mi vista en el objeto que lo producía, me percaté que se trataba de un pequeño balón rojo que llego rebotando a mis pies. El corazón se me apretó y usualmente era igual cuando niños pequeños andaban a mí alrededor, no podía evitar no pensar en mi hijo. Fantaseaba por escasos segundos en como habría sido mi vida junto a mi pequeño hijo de haber permanecido a mi lado. Me sonreí tomando la pelota entre mis manos para entregarla al dueño o dueña que de seguro no debía estar muy lejos de ahí.

Unos pequeños pasos atolondrados se sintieron y mis labios se curvaron en una sonrisa, me di media vuelta para encarar quién se aproximaba cuando mis ojos se encontraron con el cuerpecito de un niño de aproximadamente cuatro años y medio, sonreía travieso y su mirada era dulce y completamente transparente, me quede contemplándolo mientras se acercaba a toda prisa, sus ojos achocolatado me cautivaron.

Me miró tímidamente mientras se llevaba un dedo a la boca indeciso de acercarse o no y eso me derritió por completo, me agache para estar a su altura y le ofrecí el balón sin hablarle, en un acto reflejo que me descolocó, el pequeño abrió sus manos y me estrecho entre las suyas apretándome con toda la fuerza que tenía. Mi corazón dio un brinco de alegría y eso jamás me había pasado antes con nadie. En cierta medida era como el abrazo esperado por tantos años, lastima que no era de mi hijo reflexioné. Lo abrace de vuelta y me quede estática, absorta entre aquellos bracitos pero una voz demasiado conocida para mi me hizo regresar a la realidad y mi corazón se congelo por segunda vez en mi vida.

- Anthony… te dije que no corrieras… lo siento, es un poco inquieto, ¿Le hizo algo?, compraré lo que haya quebrado mi hijo.

Exclamó disculpándose y automáticamente abrí mis ojos en sorpresa. Me levante abruptamente alzando en mi regazo al niño que me había abrazado efusivamente hasta hace unos segundos atrás y aún sin darle la cara a mi interlocutor, clave mí vista en el niño, el latido de mi corazón se acrecentó y una imagen en particular, de un recorté en especial se vino a mi mente, abrí mis ojos de par en par: él era mi hijo.

Con un movimiento lento y tratando de mantener mi cuerpo quieto, me giré para encarar al dueño de aquella voz que yo conocía muy bien. Nuestros ojos se encontraron, sus ojos verdes no habían cambiado en nada, eran tan profundos como los recodaba, sus facciones eran las mismas que antes, sólo estaban mezcladas con el asombro que le provoque, su reacción fue casi instantánea al igual que la mía, quería escapar, correr, huir donde nadie pudiera quitármelo esta vez.

- ¡Dámelo! - demandó con evidente pánico aún mirándome fijo cuando advirtió que no lo haría habló de nuevo - Bella, por favor – agrego desesperado ante lo que yo pudiera hacer.

- No – conteste sacudiendo mi cabeza lentamente confundida por la situación - jamás vas a volver a separarlo de mí

Exclame retrocediendo sobre mis pasos con mi hijo en mi regazo; Edward se acerco instantáneamente tratando de acorralarme a cada paso que retrocedía, acortando la distancia entre nosotros. Su semblante era de cautela y serenidad pero sus ojos gritaban desesperados, había miedo en ellos. En ese minuto mi hijo rompió en llanto, asustado por la reacción que estaba teniendo su padre.

- Estas asustándolo

Me previno pero su voz sonaba tan lejana, yo seguía retrocediendo y rogando a Dios porque las piernas no me flaquearan cuando emprendiera la retirada, estaba decidida a llevarlo conmigo.

- ¿¡Bella!

Me llamó temeroso tratando que mi vista se enfocará en él pero yo permanecía absorta, solo había una palabra en mi mente: escapar

- Dámelo, él no sabe quien eres, solo lograrás asustarlo más

Agregó estirando su mano para rozar el cuerpo de nuestro hijo pero yo lo aparté de su lado, precavidamente lo puse en mi otro brazo lejos de su alcance. En ese minuto quería hacerle lo mismo que él había hecho, quería que sintiera la misma sensación que yo había sentido cuando había sido él quien me había arrebatado a mi pequeño hijo de los brazos, aquel día hace cuatro años.

Pero la sensatez y la cordura me llamó a la razón, el llanto descontrolado de mi pequeño me hizo considerar las opciones, yo para él era una extraña alguien que no había visto nunca y que estaba a punto de arrebatarlo cruelmente del lado de su padre.

Miré de reojo como extendía la manitos desesperado por alcanzar las de Edward y finalmente me dí cuenta que esta vez no estaba lastimando al hombre frente a mi sino que a mi hijo, un ser inocente e indefenso. Me acerque no tan convencida y con el corazón sangrando por el dolor de haber tenido tan cerca la opción de recuperarlo para siempre. Se lo entregue suavemente, él lo tomo entre sus brazos y la reacción de mi hijo me dejo perpleja, se enterró en su cuello como queriendo escapar de mi.

- ¿Cómo pudiste hacerme esto?, ¡yo no lo merecía!

Fue lo primero que recrimine con un grito ahogado e histérico, atrayendo la atención del resto de los clientes. Lo miré con furia, tenía un nudo en la garganta y apenas podía hablar de la rabia que había contenido todo estos largos años.

- Lo sé… pero – me contesto tomando aire y rehuyendome la mirada - baja la voz, por favor, este no es el lugar ni el momento para hablarlo

Me pidió secando las lágrimas de nuestro hijo que ya se había calmado y me miraba retraído y temeroso.

- ¡No me importa!, hace mucho tiempo que dejaron de importarme las apariencias, y a ti ¿desde cuándo te importan?

Siseé mirándolo a los ojos, traté de bajar la voz pero con el único propósito de no asustar más a mi hijo.

- Estas molesta y tienes toda la razón de estarlo pero te lo pido…

Comenzó a explicar pero yo lo interrumpí.

- ¿Molesta?

Espete irónica entre dientes, mirándolo en descrédito, iba a acercarme más a él cuando una mujer nos interrumpió y ante mis ojos un flash de recuerdo se presentó. Su cara era conocida, era la misma de la revista de hacía un rato y era la misma con la que lo descubrí en su cumpleaños, varios años atrás.

- Edward, ¿Qué sucede?

Preguntó mirándome y cuando advirtió quien era yo, apretó el hombro de Edward nerviosa quien la miro de reojo y luego volvió su vista a mí.

- Conversemos afuera, por favor

Me pidió apremiado. Y yo no quitaba la vista de la mujer frente a mí – no se porque te sorprendes, era lógico – me grito una vocecilla interna y la rabia mezclada con la desilusión me inundo.

- Bella, por favor

Insistió su voz tranquila y cargada de cierta tristeza me trajo de vuelta a la realidad y suspire, pasé saliva apretando mis manos, quería golpearlo, que todo mundo se enterara de lo que había hecho pero finalmente me calme y accedí a salir del dichoso supermercado. La chica, de la cual no conocía su nombre, se mantuvo al otro lado de él en silencio. Cuando llegamos a la planta baja del estacionamiento, noté como Edward saco el seguro de su vehiculo y le entregó a mi hijo, mi pequeño con la chica se subieron al auto, Edward permaneció mirándome. Quise protestar pero no tenía muchas opciones, aún no podía irme en su contra abiertamente.

Edward me miró de vuelta y se acerco pero yo retrocedí huyendo de su contacto. No quería que me tocará, ya harto daño me había hecho como para volver a caer en el juego consolador. Además no sabía que tan serena me iba a mantener en mi posición si lo dejaba traspasar la barrera nuevamente.

- Lo siento de verdad, perdóname te lo suplico…no tengo excusa… por favor perdóname

Me pidió mirándome a los ojos en ellos había arrepentimiento verdadero pero mi corazón egoísta estaba reclamando venganza.

- Quiero que me devuelvas a mi hijo

Conminé sin tomar en cuenta su abierta disculpa. Había esperado tanto este día, él día en que nos enfrentáramos cara a cara que ahora que había llegado no tenía nada que decirle, nada que reprochar, sólo quería una cosa y esa era mi hijo, quería que mi vida volviera a tener un sentido, quería acabar con la pesadilla de estos largos cuatro años.

- Él no te conoce

Protestó serio pero detrás de esa frase no había un interés de negarme abiertamente la posibilidad de tenerlo, simplemente estaba defendiéndose como lo hubiera hecho cualquiera, incluso yo si la situación hubiera sido al revés.

- Tu fuiste el culpable de eso, moralmente me lo debes

Le refuté mordaz y ver la tristeza y vergüenza en sus ojos me hizo sentirme victoriosa por primera vez en estos años. El guardó silencio por unos minutos, hasta que me volvió a enfrentar.

- Anthony no es un objeto por el cual tengamos que pelearnos

Discutió y esa respuesta no era valida, ni coherente para mí. ¿Pero quien se creía después de tantos años?, acaso pensaba que podría salirse con la suya así porque sí, estaba vez al tenerlo en mis brazos todo ese sentimiento de resignación se había ido, lo quería conmigo, yo también tenía derechos, yo era su madre aunque eso le pesara.

- Soy su madre, no puedes quitarme ese derecho, ya me has hecho bastante daño, tu la persona de la que menos me lo espere: Voy a estar contigo siempre Bella, y con nuestro hijo. – le dije imitando su voz, el bajo la vista - Que buen actor fuiste, y que estúpida fui yo.

Le grité conteniendo el llanto pero las lágrimas afloraron solas, sin yo tener control sobre ellas. Se acerco para abrazarme pero lo esquive.

- No te atrevas, siquiera lo pienses.

Le advertí caminando hacía atrás con la voz dura, sus ojos verdes estaban sumergidos en una tristeza profunda, me dí cuenta que él también había cargado con una cruz, una que estaba volviéndose demasiado pesada en ese minuto y mi corazón grito de alegría, me sentí bien por ello aunque eso estuviera mal.

- Te jactaste de mí, diciendo que era un monstruo por haber querido abortarlo cuando estaba confundida pero tú no eres mejor que yo.

Recriminé sin contenerme y lo golpee en el pecho con toda la fuerza que tenía guardada, con la fuerza que logre recabe desde el fondo de mi corazón pensando en todo el resentimiento que le había guardado, él no opuso resistencia, al contrario me contuvo de la misma forma en que lo había hecho ese día en mi habitación tantos años atrás cuando yo había cometido el mayor de mis errores. Me sujeto contra él y nuevamente fuimos a dar al suelo, como aquella vez, sólo que ahora el suelo era frío y duro, era el del estacionamiento, estábamos ambos allí: él sujetándome y yo peleando por soltarme de sus brazos.

- Te he hecho tanto daño y no merezco tu perdón pero no tenía alternativa, estaba demasiado dolido y confundido, no tenía idea de cómo afrontar lo que habías hecho, cuando te vi sangrar, mi juicio se nublo y tal vez debí apoyarte pero Bella yo… lo siento

Me dijo separándome de él, tomo mi rostro entre sus manos y me miró de la misma forma como me miró la primera vez en aquella iglesia cuando me invitó a salir luego del cumpleaños de su hermana, su mirada estaba llena de amor, de comprensión, de deseo, esto último me asusto y despertó el desconcierto en mí.

- Yo aún… - agrego pero se acalló ante mi expresión, me miró a los ojos – honestamente lo siento.

Agrego llorando él también, tomé aire y me separé.

- Es demasiado tarde para esto Edward… - respiré compunjida – es demasiado tarde para nosotros

Agregue levantándome del suelo y saliendo de su regazo. El aún permanecía en el suelo, alzo su vista para encontrarse con la mía.

- Quiero a mi hijo mañana a las once de la mañana, en la casa de Ángela.

- ¿O sino qué?

Preguntó con la vista perdida en el frente.

- Sabrás de lo que soy capaz, será la primera vez que me conozcas en realidad.

Exclame tomando mi cartera del suelo, saque las llaves del auto temblando por lo sucedido y con el corazón apretado por la angustia, camine hasta el, me subí sin voltear a mirarlo, sabía perfectamente que estaba aún mirándome desde su posición. Encendí el vehiculo y lo rebasé por un costado sin detenerme, de reojo miré el espejo retrovisor y noté como se subió a su vehiculo, esta vez iba a luchar y no me conformaría con un no como respuesta.