Dark Chat

martes, 16 de febrero de 2010

Corona Escarlata

Capitulo 3. Mudanza

Apenas logré caminar unos pasos lejos del bar, cuando vi a Adam acercarse en mi dirección. Una sonrisa se dibujó en su rostro en cuanto me vio. Su mirada me recorrió lentamente, no dejó ninguna parte de mi cuerpo sin escudriñar.


Puse los ojos en blanco. Ese licántropo nunca cambiaría.


-Te vuelves más hermosa cada día, pequeña mía.


-Creí que no te gustaban los vampiros –me reí.


Adam me miró fijamente, su expresión se volvió más seria.


-Tú eres diferente –dijo lentamente-, siempre lo has sido ¿No lo notas?


Aún cuando su expresión había cambiado drásticamente, decidí tomármelo a broma.


-Espero que con “diferente” te refieras a algo bueno.


El suspiró, me tomó de los hombros y me obligó a que lo viera directamente.


-Siempre que hable de ti, voy a decir algo bueno, pequeña mía –dijo.


No me soltó, en cambio se acercó un poco más.


-Así que –me alejé-, supongo que venías al bar…


Negó con la cabeza, interrumpiéndome.


-¿No?


-No –dijo-. Vine con la esperanza de encontrarte por aquí.


-Pero… ¿cómo sabías que iba a venir? –pregunté.


-He aprendido cosas sobre ti durante el tiempo que pasé a tu lado –contestó sonriente, cómo si eso lo hiciera muy feliz.


Sacudí la cabeza.


-¿Por qué querías verme? –le cuestioné-. Ya no tienes que cuidar de mí.


-No, no tengo que hacerlo –coincidió-. Pero me gusta estar contigo.


-A mí también –contesté, pensando en que él licántropo se había convertido en un gran amigo para mí, con todo y su personalidad de conquistador me caía muy bien.


El me dedicó una sonrisa cansada y sacudió su cabeza.


-No lo entiendes.


Fruncí el ceño, mirándolo confundida.


Adam volvió a acercarse a mí, sus ojos fijos en los míos.


-No importa, pequeña mía –dijo tras un momento-. ¿A dónde te diriges?


-A mi departamento –contesté-, quiero recoger mis cosas.


Quería estar en él un rato, aún se me hacía difícil asimilar la idea de que había dejado de ser humana, sólo quería recordar un poco.


El licántropo frunció el ceño. Me pregunté qué parte de mi respuesta era la que había provocado tal reacción.


-¿Te vas a mudar con él? –preguntó, rígido.


-Si con “él” te refieres a Edward entonces sí –contesté.


Sus ojos se volvieron sombríos al mirarme. Durante un rato estuvo así hasta que su mano tocó mi cabello ligeramente, soltó el mechón casi inmediatamente.


Me rodeó con un brazo.


-Te acompañaré.


Fue difícil para mí volver a ver el edificio en el que tantos años había vivido y decirle adiós, sin más. Respiré profundamente y entré en el departamento. Adam me acompaño y me ayudó a acomodar todas mis cosas y meterlas en una maleta.


Lo vi dirigirse a los cajones.


-De eso me encargo yo –dije antes de que su mano abriera el cajón. De ninguna forma iba a dejar que viera mi ropa interior.


Arqueó una ceja, parecía muy divertido.


-Cómo quieras, pequeña mía –dijo.


Me sorprendió que no hiciera alguna broma al respecto, tal vez se estaba comportando mejor.


-Después de todo no me interesa la ropa interior, a menos que te la vea puesta –añadió.


Le arrojé la mesita de noche, que estaba junto a mi cama. La atrapó fácilmente con una sola mano y la puso cuidadosamente en el suelo.


-Cuidado, pequeña mía, puedes lastimar a alguien con eso –comentó.


-Eso pretendía –contesté.


El se río.


Acabamos muy rápido, así que al final, me senté un rato en mi cama.


-¿Vas a extrañarlo? –cuestionó Adam sentándose junto a mí.


-¿Qué?


-Ser humana –contestó.


Me encogí de hombros.


-Algo


El me abrazó.


-Sólo piensa que eres tú –dijo-, no vampiro, licántropo o humano, sólo Bella, eso no va a cambiar.


Le sonreí.


-Gracias


Salimos del departamento, y cerré con llave, para ya no volver a abrir. Adam llevaba la maleta que tenía todas mis cosas, hubiera estado muy pesada para mí si siguiera siendo humana, pero ahora que ya era vampiro, la maleta podía cargarla hasta con un dedo.


-Puedo cargarla yo –insistí por quinta vez.


-Yo quiero llevarla, además una reina no se vería bien sosteniendo equipaje –respondió.


Resoplé. Para mi mala suerte mi vecina favorita también salía de su departamento.


-¡Oh, señorita Swan! –exclamó acercándose a nosotros-. ¿Ya se va?


-Sí –contesté.


-¿Por cuánto tiempo?


-Siempre.


-¿Con su… novio? –preguntó mirando con desaprobación a Adam.


-No es mí…


-Sí –Adam me rodeó la cintura con el brazo que estaba desocupado-, descubrimos que nos amamos y yo no podía soportar más estar lejos de ella y le pedí que se mudara conmigo.


-¡Oh, Jesús! –exclamó la mujer-. Bueno, espero que les… vaya bien.


Se fue rápidamente, moviendo sus piernas lo más rápido posible.


-¡Bendito sea! –siguió hablando en voz alta-. ¡Por fin tendremos paz en este edificio! Por lo menos se irán a hacer sus inmoralidades en otro lugar.


Fruncí el ceño y el licántropo estalló en carcajadas.


-¿Por qué le dijiste eso? –le cuestioné.


-Le hice un favor –dijo-, esa señora sólo vive de lo que puede contar de otros, sólo le di un poco más de diversión.


-Pero…


-Se va a aburrir mucho cuando ya no estés aquí –me interrumpió-, deja que disfrute por última vez.


La mansión, se extendió frente a nosotros, cubierta de negro, la oscuridad predominaba en el cielo. Tomé mi maleta de los dedos de Adam, el me sonrió.


-Nos vemos pronto, pequeña mía –dijo haciendo una ligera inclinación.


Me despedí de él y me dirigí a la mansión.


Los brazos de Edward me recibieron al llegar, y por primera vez, no extrañé lo que dejaba atrás, me sentía en casa estando junto a él.


El acercó sus labios a los mío y me besó.


-Mañana en la noche hablaré con Jacob.


-¿Qué?


-Sí, el quiere que discutamos nuestra situación –respondió Edward.


-Pero no tienen que discutir nada –repliqué-, yo… quiero estar contigo.


El rostro de Edward se iluminó y sus labios volvieron a estar sobre los míos, con más intensidad que antes.


-Me haces muy feliz –dijo sobre mi boca.


Suspiré.


-Así que no tienen de que hablar nada –dije. Estaba preocupada de que se pusieran agresivos por mí.


-Pero no creo que él renuncie a ti fácilmente –replicó Edward frunciendo el ceño-. No te preocupes Bella no pasará nada, sólo tendré que decirle que ahora eres mía.


Me estremecí. No podía permitir que Jacob se enterara de aquel modo, sería aún más doloroso para él. Tenía que hablar con él antes de que Edward lo hiciera.


******************************************************************


Capitulo 4. Verdad


Podía sentir cómo el sol asomaba sus rayos, poco a poco empezando a cubrir de brillo lo que la noche se había encargado de apagar. No quería salir.


-Pronto te acostumbrarás a la sensación –dijo Edward con sus brazos alrededor de mí.


Lo dudaba.


-Sí, Bella –coincidió Alice-, sólo relájate.


Escuché un coche estacionarse enfrente de la puerta, luego unos pasos, que se me hicieron muy lentos, acercándose hasta la entrada. El sonido del golpeteo de un corazón, un ritmo normal y tranquilo.


-Es tu amiga –me dijo Edward.


Sonreí y corrí a la puerta para abrirle.


Me arrepentí de haberlo hecho. Los rayos solares se escabulleron por la abertura de la puerta, llegando hasta mí. Me sentí terriblemente cansada e incómoda con tanta luz. Jalé a Lissa adentro y cerré la puerta rápidamente, la oscuridad me hizo sentir mejor.


La escuché jadear.


-¿La próxima vez podrías esperar a que alcance a tocar? –preguntó-. No sé cómo funcione con los vampiros, pero ¡por dios! Ni siquiera había llegado, cuando una mano sale de la oscuridad y me atrapa.


-Lo siento –me reí-, es que no me gusta mucho la luz.


-Pues tendrás que soportarla, porque hoy vamos a salir –anunció.


Hice una mueca.


-No quiero –dije-. ¿No podemos estar aquí adentro?


-¡Tonterías! –exclamó-. No hay nada cómo salir a tomar un poco de aire, además no es como si al salir comenzaras a humear ¿o sí?


-No, pero…


-¡Bien! –me interrumpió-. Porque ciertamente no me gustaría estar en la calle platicando contigo y que de pronto desaparecieras por combustión espontánea.


Escuché la risa de Alice detrás de mí.


-Además vengo preparada –dijo-, traje esto para ti.


No podía creerlo aún cuando lo estaba viendo, me costó mucho reprimir la risa que amenazaba con salir de mis labios.


-¿Segura que quieres salir? –Edward me preguntó cuando cedí a las peticiones de mi amiga.


-Sí –dije reprimiendo una mueca-, no será tan malo.


Si los licántropos podían salir ¿Por qué yo no? Pero la razón por la que había aceptado era buscar a Jacob y hablar con él lo antes posible.


-Las acompañaré –se ofreció él.


-¡No! –dije demasiado de prisa, intenté corregirlo-. Es decir, no hay problema, estaré bien.


Edward arqueó una ceja, pero no insistió más.


Así que salí al exterior, con la protección que habría traído Lissa para mí: una sombrilla enorme y uno lentes oscuros.


-Entonces –dije mientras me arrastraba hacia su auto-, según tú esto me salvará de los rayos del sol…


-Bueno –contestó encogiéndose de hombros-, hice un esfuerzo, no se mucho sobre vampiros.


-Ya veo –observé. Suspirando me quité la sombrilla y los lentes, me sentía exactamente igual sin ellos, así que no me los volví a poner.


-De acuerdo –dijo cuando llegamos al su cafetería favorita- admito que no fue muy buena idea. Pero mis intenciones eran buenas.


-¿Para que querías verme? –pregunté después de reírme un rato.


-¡Cómo si no supieras! –exclamó entusiasmada-. ¡Quiero muchos detalles sobre lo que pasó aquella noche! Porque casi no entendí nada.


Tras un suspiro, comencé a contarle toda la historia. Lissa me interrumpía a cada rato para hacer todo tipo de preguntas, hasta que por fin terminé con el relato.


-Tú quieres quedarte con el rey de los vampiros –dijo.


-Sí.


-Pero no sabes cómo deshacer la unión que tienes con Jacob –continuó, después de beber un trago de su café.


-Sí –contesté-, y quería pedirte que me llevaras con él, para poder decirle lo que he decidido.


-Claro –accedió-. ¿Pero sabes dónde está?


-No, pero creo que puedo…


-Bella –Jason se acercó a nosotras.


No sabía si estaba más sorprendida de verlo ahí, o de que volviera a dirigirme la palabra.


-¿Qué haces aquí? –le pregunté.


-Quiero hablar contigo


Lissa se levantó.


-Veré si venden… uh, alguna bebida fría –dijo y se fue hacia la caja, el muchacho detrás de ella, parecía muy contento porque mi amiga se hubiera acercado.


-Lo siento –dijimos al unísono.


-No –lo interrumpí-, debí haberte dicho todo desde hace mucho tiempo.


-Pero tenías razón –me concedió-, aunque me lo hubieras dicho desde el principio, aún así mi reacción sería la misma, o quizás peor.


-Sé lo mucho que quieres protegerme –le dije.


Jason me miró fijamente por un momento y suspiró.


-Sólo que pensé –agachó la mirada-, siempre pensé que terminarías junto a… un humano –añadió con dificultad.


Arqueé las cejas.


-¿Por qué? –pregunté-. ¿Los vampiros y licántropos son tan malos para ti? Recuerda que en estos momentos están hablando con una.


-No –negó con la cabeza-, no quise decir eso Bella –añadió viéndose arrepentido, tomó mi mano.


-Lo sé, Jason –lo tranquilicé.


Apretó mi mano.


-¿Cómo se siente?


El cambio de tema me sacó de mis pensamientos.


-¿Qué?


-Ser un vampiro.


-Primero –dije señalando un pequeño menú colocado en el servilletero-, todo lo que ves aquí me provoca nauseas el sólo leerlo.


El sonrió levemente.


-¿Sólo te alimentas de sangre?


Asentí.


-¿Ya te has alimentado? –preguntó un poco más serio.


Otro asentimiento.


-¿De alguna bebida? ¿O directo del envase?


Yo sabía a lo que se refería con la segunda pregunta.


-Del envase –respondí, sabiendo que si fuera humana, en estos momentos mis mejillas estarían completamente ruborizadas.


-¿De quién? –preguntó demasiado curioso.


-Creo que es suficiente de preguntas por hoy –dije incómoda.


-Lo siento –se disculpó-, sólo… ¿es él no? Con quien estás ahora, el rey de los vampiros.


-Sí.


-¿Eres feliz con él?


-Sí.


-Supongo que entonces, está bien.


Sentí una oleada de euforia, la noche se avecinaba.


-Tengo que ir al bar –se inclinó a besarme la frente-, nos vemos.


Me sobresalté, yo aún no había hablado con Jacob.


-¿Qué pasa Bella? –me preguntó Jason.


-Yo… ¡Lissa! –grité.


Ella se giró hacia mi asustada, ya que estaba muy entretenida con el muchacho de la caja registradora.


-¿Qué sucede mi reina? –un licántropo alto, se había acercado a mí.


-Nada, es decir sí –cambié de opinión-. ¿Sabes dónde está Jacob?


-Debe de estar de camino al Luna Llena –contestó él-, donde se reunirá con el rey de los vampiros.


-¿Bella? –Lissa llegó corriendo hasta la mesa.


-Lissa vamos al bar.


Pude sentirlo antes de entrar, Jacob estaba adentro, y él probablemente sabía que yo había llegado. Por eso no me sorprendió verlo de pie, ofreciéndome una sonrisa amable. Una sacudida me recorrió cuando me abrazó.


Me retiré y lo miré a los ojos.


-Jacob, tengo que decirte algo.


El se acercó la distancia que yo puse entre nosotros y tocó mi cabello.


-Estoy a tus órdenes mi reina –contestó.


Tomé su mano y con delicadeza la aparté de mí.


-Yo –comencé insegura-, yo quiero a Edward.


Me mordí el labio, esperando su reacción.


Sus ojos se apagaron, me miró con tristeza.


-Yo respeto cualquier decisión que tomes, Bella –dijo-, pero no puedes impedir que siga luchando por ti. No me voy a rendir, no cuando aún te siento parte de mí.


Sacudí mi cabeza.


-Pero Jacob…


El se inclinó hacia mí, y de pronto un brazo fuerte lo había tomado de la camisa y lo había apartado de mí con brusquedad.


Edward había llegado y se había colocado a mi lado protectoramente.


-Qué bueno que has venido –dijo Jacob-, tenía muchas ganas de hablar contigo.


-Yo también –respondió Edward.



0 comentarios: