Dark Chat

jueves, 23 de septiembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 4 Maravillosas complicaciones


Hacía más de dos horas que debía haber aparecido por la oficina de mi representante pero en cambio estaba montándole la guardia a la hermana menor de Bella afuera de su propia casa. Mi teléfono no dejaba de vibrar y podía apostar que todas eran de él. Al quinto repique decidí contestar pero para mi sorpresa era Emmett.

- ¿Dónde estas?

Me preguntó un poco inquieto.

- En mi departamento. Mentí

- ¿Entonces por qué no me abres?

Me rebatió y ahí estaba descubierto por mi mejor amigo, después de todo no era tan buen actor como todo mundo pensaba. Me quede callado porque no sabía que decirle, todos estaban tan en contra de mi relación con Bella, que estaba acostumbrándome a mentir, para evitar que me condenaran las miradas.

- Soy tu amigo no tu madre ni la iglesia, no tienes que mentirme, ¿Dónde estas?

- Afuera de la casa de Bella – tomé aire para continuar - he tomado una decisión

Le conteste y era cierto, ayer luego de marcar incesantemente su teléfono y de conseguir únicamente escuchar la grabación de su voz en el buzón, me dí cuenta que para luchar por este amor, necesita que ella también lo quisiera, que era imposible luchar contra el mundo yo solo, por lo tanto, si su decisión seguía siendo la misma y la que tanto me repetía todo el mundo, la dejaría en paz. Dejaría que consagrará su vida a Dios y me retiraría, no puedo luchar contra alguien invisible y omnipotente pensé

Mi amigo guardo silencio unos minutos y después de un rato me sorprendió con su declaración.

- Quiero hacerte una pregunta personal, se que es algo privado y créeme que no me importaría si no hubiera sido por lo que descubrí por casualidad hoy -Se excusó nervioso.

- Dime, de que se trata -Dije intrigado.

- De Bella, quiero saber… cuando fue la última vez que te acostaste con ella -Reveló evidentemente incomodo.

- ¿Perdón? -Objeté descolocado

- Es en serio Edward… de eso dependerá si lo que supe es verdad o solo un alcance de apellidos -Insistió.

Guarde silencio buscando en mi memoria la fecha exacta, pero me encontré ridículo de estar siguiéndole el juego, qué se traía Emmett pensé.

- De que te enteraste, dímelo -Demandé saber.

- ¿Hace cuanto? -Volvió a preguntar.

- Hasta la semana pasada ¿por qué?. Conteste avergonzado y a la vez molesto.

- Encuéntrame en quince minutos en la puerta de urgencias del hospital.

Me indicó colgando el teléfono, y yo aún tenía la sensación que me había perdido demasiado, para qué quería Emmett que me encontrará con él en su trabajo. Me subí al auto mirando la casa de Bella y dudé en irme, tenía que hablar con ella para saber que hacer, pero algo en mi interior me decía que era realmente importante ese encuentro antes de verla. Estaba estacionando mi auto en el hospital cuando mi teléfono celular volvió a sonar. Era Emmett.

- ¿Dónde estas?

Me preguntó antes que yo pudiera indicarle que estaba a sólo metros de distancia. Estaba viéndolo parado en la puerta con un semblante que me inquieto y que nunca antes le había visto.

- Frente a ti

Le contesté levantando mi mano y cerrando el teléfono celular.

- ¿Y bien que sucede, que es lo tan importante?

Le pregunté cuando llegue hasta él, de su bolsillo sacó un sobre, me entrego un papel doblado, parecía una carta, la abrí y me descolocó, era un informe de exámenes, tenía el logo del hospital, escaneé torpemente las palabras y al principió no entendí para que me estaba haciendo leer un resultado de exámenes de sangre, pero cuando leí el resultado, al final de la hoja, subí mi vista rápidamente hasta el nombre de la paciente. En ese minuto la sangre se me congeló en el cuerpo, se escapo por mis labios hasta la ultima gota de aire y de pronto sentí que iba a caer con todo el peso del cuerpo al suelo. A tientas busque el banco de metal que estaba a un costado y me senté sin sacar mi vista de aquellas dilapidadoras palabras.

- ¿Cómo?

Pregunté sin sentido y él enarco una ceja incrédulo. Sacudí mi cabeza confundido.

- No me refiero a eso, ¿Cómo te enteraste?

Inquirí aún con la vista pegada en el papel. Emmett se sentó a mi lado y recargo su espalda contra el metal del asiento.

- Estaba buscando los resultados de una paciente y tope con su apellido. Me dije cuantas Swan existen en Londres, y al principio pensé que era un examen rutinario pero cuando leí el resultado me quede de una pieza. De Todas formas yo creo que lo hicieron de rutina, no creo que ella sepa o haya solicitado este examen intencionalmente.

Conjeturó, pero para mi sus palabras se oía desde lejos y vagas, apenas podía respirar y de pronto sentí que tenía toda la sangre amontonada en los pies, porque era muy difícil siquiera pensar en como coordinar las ideas. Recordé aquel día hacía una semana atrás.

- Vete por favor

Me gritó mientras se abalanzaba contra el baño, me acerque hasta ella y tome sus cabellos para quitárselos de la cara. Estaba vomitando y no era la primera vez que lo hacía, se estaba poniendo demasiado regular de un tiempo a esta parte los vómitos y los desmayos. Lo que me traía preocupado. Tenía la leve impresión que estaba volviéndose anoréxica con el tema del ayuno al que estaba siendo sometida por su noviciado.

- ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

- Edward… por favor, déjame sola

Insistió y apenas separó del baño su rostro, volvió de inmediato a él me quede analizando la situación y de verdad necesita ir a un médico, llevaba más de una semana entre los mareos y los vómitos, era increíble que pudiera estar de pie si apenas lograba retener algo en su estomago pensé, y ese maldito ayuno impuesto estaba siendo nefasto para ella. Me levante de su lado y tomé una toalla, la moje y me agache nuevamente junto a ella. Se la pase por la nuca igual a como mi madre lo había hecho en un par de ocasiones cuando había estado enfermo de pequeño.

- ¿Mejor?

Le pregunté y ella asintió, la tome entre mis brazos y noté que estaba helada, sus manos estaban temblorosas, como odia a la iglesia y sus estúpidos designios, estaba logrando matarla, no entendía cual era el afán de ayunos tan prolongados.

- Tengo que irme, mi madre esta por llegar

Insistió pero yo tomé su cuerpo entre mis brazos y la acurruque de vuelta en mi cama, la tape lo suficiente y luego le puse mi mano en la frente.

- No te irás hasta que comas algo y habló en serio.

- Sabes que no puedo

- ¿Bueno tu quieres morirte?, muerta no le podrás servir ni a él ni a nadie. Comerás y punto, sino no te dejaré ir.

Agregue molesto parándome de la cama, tomé entre mis manos el teléfono inalámbrico y ordene comida. Cuando llego protesto lo suficiente diciéndome el significado tras el ayuno, pero la verdad me importaba poco, lo único que tenía claro era que a cada día la veía más flaca, débil y enferma. Para mí eso de la purificación y sacrificios no entraban cuando ponían en riesgo el bienestar de la persona. Dios jamás querría que la gente muriera de inanición. Así que la obligue a comer, y después de un par de discusiones accedió por fin, pero a pesar que lo hizo el resultado fue casi el mismo a los pocos minutos de haber digerido la comida. Vomitó hasta lo que no tenía

- Necesitas ir a un médico, esto no esta bien, prométeme que iras.

Insistí preocupado mientras la ayudaba a subirse a mi auto para irla a dejar a su casa.

- Mañana iré lo prometo, no es nada grave, ya verás.

Me respondió medio sonriendo y en cualquier otra circunstancia esa sonrisa me hubiera hecho brincar el corazón, pero verla pálida sin color aumento la ansiedad por sacarla de esa vida a la que tan obligadamente quería arrastrarla su madre.

- No entiendo como te hacen ayunar de esa manera.

Le había insistido una y otra vez aquel día pensando lo peor de esa situación, incluso había barajado la posibilidad de hablar con el dichoso curita Alfonso para lograr detener ese ayuno al que estaba siendo sometida, pero claro, había sido un imbécil, Bella no estaba enferma por el ayuno, sus mareos y vómitos eran los síntomas de otra cosa, de una cosa que crece, y en que yo tuve una participación directa. Ella estaba embarazada.

- ¿Alguien más lo sabe?

Le pregunté a Emmett y el negó con la cabeza pero luego habló.

- Lo saque antes que lo dejarán para ser retirado

Me contestó y miró asustado como me levantaba de la banca de metal, creo que mi semblante no era él mejor, y como odié a todo el mundo, esté debería haber sido el día más feliz y sin embargo era el día más triste, de solo pensar como reaccionaría Bella cuando se enterará hacía que mi corazón se contrajera y se partiera a la mitad.

- Edward… espera ¿dónde vas ahora?

Me Preguntó Emmett nervioso

- Necesito hablar con Bella, esto cambia las cosas

Me subí al automóvil aún adormecido por la noticia, no podía procesar que ella estuviera esperando un hijo mío, empecé a recordar todas esas noches y días juntos, todas aquellas veces que habíamos compartido, todo lo que habíamos conversado y también todo lo que habíamos discutido cuando finalmente yo había sabido la verdad por boca de su madre.

- Podemos irnos, juntos, lejos, donde nadie te conozca, no serás la primera que se arrepiente.

Le hice ver completamente desesperado.

- No es tan fácil Edward, es complicado

Me respondió cruzándose de brazos y evitando mirarme.

- ¿Por qué? ¿Por tu madre?

Le pregunté, y como odiaba a esa señora.

- Es más que eso, yo hice una elección

Me respondió, ¡Maldita iglesia! grite para mis adentros.

- Que puedes cambiar… siempre puedes arrepentirte tu misma lo dijiste.

Le corregí acordándome del comentario que me había hecho ella y me había confirmado el cura Alfonso cuando yo le había preguntado si había derecho a retractarse cuando se tienen dudas.

- No es tan simple

Rebatió y no entendía la obstinación de Bella por hacer la voluntad de su madre.

- ¿Por qué?

Le pregunté y era hora de que me explicará bien ese tema de no poder.

- No lo entenderías

Me esta tomando por estúpido pensé, acaso no era suficientemente adulto para entender una razón, pero claro seguro no había una buena, sino todas sin sentido. Y la principal, una manipulación de Renée con temita del infierno y los pecados eso podía apostarlo.

- Pruébame, explícamelo

Le incité tratando de parecer calmado. Pero estaba a punto de perder la paciencia.

- Es lo correcto, es lo que prometí hacer, es lo que quiero, punto.

Me grito de vuelta, y eso me comprobó solo una cosa, ella estaba siendo presionada, no era una decisión libre la que estaba tomando, libre había sido la decisión de amarme, pero no la de meterse a monja, en esa la persona que estaba detrás era su madre.

- Sí estas tan convencida entonces ¿Por qué estas aquí esta noche?

Le pregunté mordaz para que se diera cuenta de una vez que ella no quería ser monja.

- No lo sé

Confesó y creo que fue peor. Estaba confundida, esa no era la respuesta que yo quería escuchar.

- ¿Sí tú no lo sabes a quién le pregunto?

Le había gritado exasperado aquel día. Y como habían cambiado las cosas, estacione el auto y tomé un respiro. En ese minuto advertí a su madre salir de la casa lo que agradecí enormemente, al menos ahora estas de mi parte, dije mirando hacía arriba; baje del auto y camine cruzando la acera, jamás en mi vida había estado tan nervioso cómo estaba ahora, sentía mi corazón latir en la garganta. Toqué el timbre y me abrió su hermana Ángela.

- Ella no quiere verte, por favor, tú me caes súper bien, pero es mejor que la dejes en paz.

Dijo apenas se percató que quién llamaba a la puerta era yo.

- Necesito hablar con tu hermana, solo serán unos minutos, prometo que me iré luego de hacerlo.

Exclamé tratando de convencerla con ello para que me abriera la puerta.

- ¿Lo prometes en serio?

Inquirió no muy convencida.

- Sí

Le presioné y tenía claro que esa era una mentira, después de esté día para la buena suerte mía y para la desgracia de la madre de Bella, nadie ni nada podría sacarme de la vida de su hija.

- Esta bien… te dejaré pasar, pero por favor, no la alteres creo que ya tuvo suficiente con mi madre ayer.

Me dijo a regañadientes luego de haber meditado un par de minutos la decisión.

- ¿Tu madre le hizo algo?

Le pregunté preocupado casi al borde del pánico pensando que usualmente Renée no hablaba las cosas sino que golpeaba. Y eso sería nefasto para Bella y mi hijo.

- No, pero a veces las palabras son más fuerte que los golpes. Esta en su dormitorio, no tengo que decirte donde queda verdad

Indicó irónica las escaleras. Yo sólo me sonreí.

- Gracias.

Le susurré y subí las tan conocidas escaleras, camine por el pasillo hasta la última puerta que era su pieza, estaba en penumbras puesto que tenía los pórticos de las ventanas semijuntas, sólo una haz de luz se colaba iluminando tenuemente la habitación, a pesar que ya eran más de las once de la mañana Bella aún no se levantaba, lo que era raro, considerando que iba a misa siempre a las cinco de la madrugada. Me acerque lentamente hasta ella, y verla dormir tan placidamente me despertó un sentimiento hasta ahora desconocido, era como si ella irradiara una especie de brillo, sin poder evitarlo miré su vientre, claro no había indicio de lo que ahí estaba creciendo pero yo sabía que sí estaba ahí. Me sonreí y jamás pensé sentir este amor tan intenso por alguien que ni siquiera había visto, y de cuya existencia me había enterado hacía un par de minutos, era increíble pensar que algo tuyo podría estar creciendo en alguien más. Y pensar que había dicho en varias oportunidades que a mi no me gustaban los niños… jamás tendré un bebe. Habían sido mis palabras, como debía retractarme ahora que casi babeaba por uno que todavía ni siquiera nacía. Me acosté cuidadosamente a su lado y rosé su rostro con mis dedos, observe como lentamente ella abría sus ojos atontados.

- Edward

Susurró mi nombre con una sonrisa en los labios y eso se debía a que pensó que estaba soñando sino esa sonrisa no hubiera estado tan patente, y me lo confirmo la expresión que adopto su rostro sólo segundos después de que yo volviera a tocarle el rostro, esa hermosa y tranquila sonrisa se apago al instante que se dio cuenta que yo era real no producto de su imaginación. Se levantó asustada y me miró en pánico.

- ¿Qué haces aquí, cómo entraste?, ¡mi madre te matará!

- Tranquilízate – Le dije tomando sus manos entre las mías - ella se fue hace rato, tu hermana me dejo entrar y estoy aquí porque tengo que darte una noticia.

Le respondí lo más sereno posible, pero no pude evitar sentir un hueco en el estomago. Tenía miedo a contarle la verdad y que pusiera el grito en el cielo, pero más luego que tarde se daría cuenta.

- ¿Qué noticia?

Me preguntó escéptica tomando un almohadón entre sus manos, separándose de mi contacto. Tomé aire y pensé en entregarle el resultado de sus exámenes para que lo comprobará ella misma pero creí que era mejor que la noticia saliera de mis labios.

- Estas embarazada