Dark Chat

domingo, 18 de julio de 2010

Destellos de Oscuridad

Hello mis angeles hermosos al fin estoy de regreso . y como ando de buenas les traigo un nuevo fic de mi querida Jeanette Yunnuen esta buenisimo . en fin solo les pido mucho comentarios por fiss sean buenas
Mil besitos
Angel of the dark
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Una vez te vi en un sueño,

quieta, observabas la noche sin consuelo,

tu cabello oscuro jugando con el viento,

tus labios rosas sellados a palabras

de amor eterno.

Entonces decidiste verme,

a la luz de la noche tus ojos sostuvieron mi alma,

me habías atrapado,

no lo entendiste, no quisiste aceptarlo.

La realidad volvió a mis sentidos,

no quería despertar,

porque te desvaneciste

y nunca volví a soñar.

Pero tus ojos se quedaron,

como destellos en mi oscuridad,

ellos no me abandonaron.

Ahora camino en una noche infinita,

buscando sin descanso,

y aunque no pueda encontrarte,

viviré con el feliz recuerdo

de que una vez te vi en un sueño"

Jeanette Yunnuen, Una vez te vi en un sueño.


Capítulo 1

Cuentos para dormir


El viento manipulaba la dirección de la lluvia, y ésta se dejaba llevar por sus finas caricias hasta fundirse en la noche, que con promesas frías abrigaba la ciudad.



Una vampiresa caminaba, al parecer ajena a las gotas que le mojaban el pálido rostro, y el cabello largo color chocolate, cuyos mechones prometían destellos rojos en los días soleados. Sus ojos eran oscuros, pero devolvían una mirada inteligente y sincera que los hacía verse únicos, sólo que lo ignoraba. Porque ella era perfecta, como todos los seres inmortales que cruzaban por la tierra, sólo que había algo que la distinguía, una cálida luz que trasmitía, una que no se puede apreciar a simple vista, pero se puede sentir. Pero ella decidió olvidarse de eso, dejó de preocuparse por sí misma, y concentrarse en la única persona que ocupaba su corazón.


Amy. No había espacio para nadie más, que para su humana y frágil hermana.


La joven continuó su camino, hasta llegar a un gran edificio, donde la gente no descansaba, donde lo más importante era cuidar de los demás.


Las luces blancas iluminaban los pasillos, habitaciones y personas, un lugar frío y lleno de ruidosos lamentos.


Ella se dirigió hasta la sala de espera, donde se encontró con una mujer vestida de blanco, que la reconoció inmediatamente.


-Bella –la saludó la enfermera.


La vampiresa le respondió, con un no muy efusivo "hola" a la humana, y giró la cabeza en todas direcciones en busca de un licántropo en particular.


-El doctor Uley vendrá pronto –le dijo la enfermera-. Mientras esperas… ¿Qué tal si vas a verla? Esta despierta y ansiosa porque estés con ella.


Eso captó la atención completa de Bella, y siguió a la enfermera hasta la habitación veintisiete, pero la mujer se detuvo antes de entrar.


-¿Qué pasa? –la urgió Bella, quien ya quería ver a su hermana.


-Te podría ofrecer una bolsa de sangre, si no te has alimentado aún –le sugirió la mujer, quien observaba el semblante de la vampiresa con preocupación.


Bella negó con la cabeza, aún no había tomado nada, pero no podía concentrarse en nada más que en Amy.


-Estoy bien –le aseguró a la enfermera, quien no parecía del todo convencida, pero accedió a dejarla pasar.


-¡Bella! –exclamó la niña, sus ojos brillaron emocionados al ver un rostro familiar.


La vampiresa sonrió, y se sentó en la cama, junto a su hermana.


-¿Cuándo podré volver a casa? Este lugar me aburre –se quejó Amy frunciendo el ceño, que como todos los niños tienen la singularidad de cambiar de emoción rápidamente.


Bella extendió la mano y acarició el cabello dorado de la niña, pero al descender sus dedos entre los hilos que crecían en su cabeza, un mechón se quedó en su mano.


La vampiresa cerró la palma y escondió los hilos dorados de la vista de la niña.


-Ya que el doctor diga que estas bien para irte –le contestó la vampiresa.


-¿Y eso cuando será? –insistió la niña.


-Pronto, ya verás –le aseguró Bella, intentando que su fuera lo más tranquilizadora posible, porque ella tenía que ser fuerte, por las dos.


Se escuchó el ruido de la puerta abrirse. Bella no se molestó en voltear, sabía que se trataba de Sam, y lo confirmó cuando Amy comenzó a hablar.


-¡Ya me siento muy bien! –casi gritó la niña-. Eso significa que ya me puedo ir ¿verdad?


El licántropo se rió, y se acercó a Amy.


-Aún no, pero pronto –le dijo.


La niña se cruzó de brazos y frunció el ceño.


-Todos dicen lo mismo, "pronto, pronto" pero nadie lo cumple –balbuceó.


-Sólo tienes que tener un poco de paciencia, Amy –intervino Bella.


Un pequeño resoplido escapó de los labios de la niña.


-Es hora de que te vayas a dormir –le dijo Sam.


-¡Van a hablar de cosas interesantes y quieren que no escuche! –se quejó Amy-. Por eso quieren que me duerma, para que no escuche.


-Entre más descanses más rápido te curarás y podrás regresar a casa –le dijo Bella.


La niña sonrió y se cubrió con las sábanas.


-¿No me leerás hoy? –le preguntó a su hermana.


-Tengo que irme pronto –le contestó Bella-, pero mañana en la noche te leeré todo lo que quieras.


Una expresión de tristeza apareció en los ojos de Amy, y a Bella se le partió el corazón negarle algo, pero la niña asintió, resignada, y cerró los parpados lentamente.


-Buenas noches, Bella.


-Buenas noches, Amy.


Sam le pidió a la vampiresa que salieran para poder hablar, y Bella accedió pues tenía algunas cosas que discutir con él.


-¿Estás seguro de que no puedo convertirla? –le preguntó ella.


El licántropo suspiro, un gesto de cansancio y tristeza.


-Ya hemos discutido esto antes, Bella –le recordó-. Hay humanos que nacen genéticamente preparados para tal cambios, y otros que no. Me temo que Amy no es uno de ellos, y el intentarlo sólo le provocaría la muerte.


Bella apretó los puños, y contuvo sus ganas de llorar.


-Con tratamiento podrá salir de aquí en unos días y estará estable…


-Pero no curada –replicó la vampiresa.


-Lo siento, Bella –Sam le tendió una bolsa llena de líquido rojo-. Creo que lo necesitas.


La joven lo agradeció y le clavó sus colmillos a la bolsa, la verdad es que tenía mucha hambre.


-Bella necesitas tomar sangre caliente, no puedes vivir de esto, pronto no te va a satisfacer.


-Estaré bien –le aseguró una vez que se terminó el contenido.


-No es cierto –replicó el licántropo-. Necesitas comenzar a beber de otros como tú… ¿No has pensado tener un compañero?


-No, gracias.


-Bella…


-En serio, Sam, basta de esta conversación. Sólo quiero concentrarme en mi hermana, y nada más –contestó-. Además tú no deberías estar tan preocupado por mí, de hecho deberías odiarme como todo buen licántropo odia a los vampiros.


-Tal vez –sonrió él-, pero eres diferente Bella.


-Que no te escuchen los de tu manda, porque te destituirían de tu puesto de alfa –bromeó ella, con lo poco que le quedaba de humor.


-Creo que les agradarías –dijo Sam-. Emily te quiere como a una hermana.


Bella se percató de la luz que llenó los ojos de Sam cuando mencionó a su compañera, definitivamente estaba profundamente enamorado.


-Lo sé, yo también la quiero –contestó.


Entonces, el celular de Bella comenzó a sonar, sin pensarlo dos veces, contestó.


-Necesito que vengas –una imperiosa voz masculina le ordenó.


Bella hizo una mueca.


Era Dominic. Sólo el podría provocarle tal malestar sin siquiera verlo.


-Ya voy –fue todo lo que respondió, y colgó.


-¿A dónde vas? –le preguntó el licántropo algo preocupado.


-A trabajar –lo que, en cierta forma, no era mentira.


Sam abrió la boca para decir algo más, pero ella no le dio tiempo, desapareció de su vista en un parpadeo, una ventaja de ser vampiro. Aunque él podía alcanzarla, sabía que no lo intentaría, ya que necesitaba permanecer en el hospital.


No tuvo que correr mucho tiempo para llegar a su destino: una casa moderna, y bastante lujosa en el centro de la ciudad. No se molestó en tocar, ya que la puerta siempre permanecía fácil de abrir, Dominic no parecía preocuparse por su seguridad, ya que era un vampiro muy poderoso.


-Hola Bella –la saludó cordialmente el vampiro, se encontraba en su biblioteca leyendo un viejo libro, cuyo título era desconocido para ella, porque lo tenía cubierto con sus manos.


Dominic era alto, y su cabello rubio platinado caía por sus fuertes hombros como una cortina, sus ojos verdes casi brillaban en la oscuridad de la habitación.


-Necesito un préstamo –le soltó Bella.


Los ojos del vampiro se abrieron desmesuradamente, pero parecía más divertido que sorprendido.


-¿Otro? –cuestionó-. A este paso me deberás toda tu vida eterna.


-Por eso hago cosas por ti, para pagarte –gruñó Bella-, así que déjate de bromas y dime si me lo vas a prestar o no.


-Por supuesto –contestó-, siempre lo hago ¿o no?


Bella tenía ganas de arrancarle la cabeza, pero se contuvo, aunque era bastante difícil hacerlo.


-Justamente, hay un vampiro que me debe una cantidad considerable –comentó-. Cóbrale y si consigues que te pague, todo ese dinero es tuyo. Pero, si se niega, mátalo, y asegúrate de que haya público para que sepan que a mí nadie me engaña.


Dominic le describió al vampiro y le dijo donde podría encontrarlo en las horas nocturnas.


Bella salió corriendo en busca de su víctima.


Encontrar el bar no fue problema, y mucho menos dar con el vampiro, ya que estaba en el centro de la barra, con una vampiresa de cada brazo. Era corpulento y de un cabello negro azabache, pero su musculatura no intimidó a Bella, ya que la joven había tratado con vampiros así mucho antes.


Se dirigió hacia él, y ni siquiera necesito hablarle para llamar su atención, ya que no parecía satisfecho con la compañía que tenía, y cualquier mujer que se atravesara en su camino era digna de una mirada suya.


-Oh, hermosa, desearía tener un tercer brazo para ti, pero puedes sentarte en mis piernas –dijo el vampiro al verla.


Bella reprimió una mueca de repulsión y se concentró en lo que tenía que hacer.


-Vengo de parte de Dominic.


El vampiro arqueó las cejas.


-Me sorprende, normalmente manda a vampiros agresivos para que cobren sus deudas –comentó-. ¿O quizá piensa que tú puedes utilizar un método más efectivo de persuasión?


-Sólo cállate y págame –soltó Bella, enojada.


-Si te portas más amable, tal vez podamos discutir sobre ello…


Pero Bella no le dio tiempo de continuar, porque saltó sobre él, y puso sobre su pecho un afilado cuchillo de plata.


-Te doy la oportunidad que escojas entre el dinero o la vida.


El vampiro intento liberarse, pero todo lo que consiguió fue que Bella le gruñera y le mostrara los colmillos.


-¡De acuerdo, te daré el dinero! –exclamó.


Bella retiró la hoja afilada de su cuerpo, y se alejó un poco, pero no le permitió ponerse de pie.


El vampiro le entregó cinco fajos de billetes, y desapareció, no sin antes darle un patada en la entre pierna.


Eso había sido fácil.


En la mañana, no pudo quedarse en su pequeña casa por mucho tiempo, salió en busca del medicamento que Amy necesitaría para su regreso, y al ver una preciosa mochila color rosa, no pudo resistirse a comprarla. Su hermana estaría encantada cuando la viera.


Pronto se hizo el atardecer, y sin poder esperar más se fue al hospital.


-Ella te está esperando –le aseguró la enfermera cuando la vio llegar.


Antes de llegar a la habitación, Bella pasó a recepción, a liquidar la cuenta del hospital.


Una vez terminado ese asunto, se fue directo a verla.


La hermosa niña sonrió, y sin siquiera saludarla, sacó un viejo y maltratado libro debajo de su almohada.


Bella se sentó a su lado y tomó el libro cuyo título era: Narraciones sobre el inicio del mundo.


La vampiresa, y quizás su hermana también, se preguntaba constantemente quién habría escrito ese libro tan peculiar, ya que el autor aparecía anónimo en la portada.


-¿Cuál quieres que te lea? –le cuestionó la vampiresa, aunque ni siquiera sabía porque hacía esa pregunta, porque ya sabía la respuesta.


-¡La ruptura del reino perfecto! –exclamó la niña.


-Espera, antes de eso –Bella sacó la mochila que le había comprado, lo cual provocó un chillido de felicidad de la niña.


-¡Es muy bonita!


-Para cuando regreses a la escuela –le explicó Bella-, creo que la que tienes ya está muy vieja.


Amy abrazó la mochila.


-Gracias, hermana. ¡Ahora comienza a leer!


Bella se rió, y volvió a tomar el libro, lo abrió en la página quince, y se dio cuenta que las hojas en las que venía el cuento estaban más desgastadas que el resto.


La joven tomó un gran aliento y comenzó a adentrarse en la historia, vio a Amy cerrar los ojos y abrazarse más a su mochila, una pequeña sonrisa se asomó en los labios de su hermana.


La ruptura del reino perfecto


Cuando los cielos, el mar, la luna y el sol eran jóvenes, y su edad apenas se remontaba a algunos siglos, existió un reino perfecto.


Ya nadie recuerda esto, no porque el tiempo haya borrado las memorias de los sucesores, sino que ellos decidieron olvidar. Decidieron fingir que en el inicio de los tiempos eran felices, ya que es más doloroso recordar algo que se perdió y nunca se volvió a tener, a fingir que nunca pasó.


En ese reino, las personas eran cuatro manos, cuatro piernas, dos corazones en un mismo cuerpo. Dos mentes y dos almas, con las mismas emociones y sentimientos, siempre coordinas, siempre de acuerdo. Cada habitante estaba formado por dos mitades, que se complementaban a la perfección.


Pero como en todo el mundo existe la maldad, ésta no tardó en percatarse de la felicidad del reino, y gritó de envidia. Así fue como la maldad tomó forma de una mitad y pidió audiencia con el rey. Todos los habitantes observaban al desconocido, extrañados y horrorizados. "¿Dónde estará su otra mitad?" Se preguntaban y murmuraban por las calles. Algunos hasta se atrevían a preguntarle al desconocido, sin recibir ninguna respuesta de su parte.


Fue tanta la impresión que causó, que el rey no tuvo más que aceptar ver al desconocido.


El ser con una sola mitad, comenzó a hacerse amigo de una sola de las mitades del rey, ya que la otra lo veía con desagrado y desconfianza. Pasaron semanas, y el desconocido logró nublar el juicio de una de las mitades.


Fue en ese momento, que las dos mitades tuvieron su primera pelea, y fue tanto el desacuerdo entre las dos, que se separaron. Entonces una de las mitades del rey ordenó a todos los habitantes separarse. Y así fue.


La naturaleza se enojó y lanzó una maldición sobre ellos, los esparció por el mundo y borró las memorias de cada una de las mitades. El reino perfecto se rompió y quedó en las profundidades del olvido.


Desde entonces los hombres y mujeres vagan por el mundo en busca de su complemento perfecto, con la sensación de que alguna vez lo perdieron, hace mucho tiempo, y que no pueden descansar hasta encontrarlo.


FIN


-No entiendo porque te gusta este cuento –comentó Bella al cerrar el libro-, no tiene un final feliz.


-Este libro dice que tenemos una mitad perfecta en alguna parte del mundo –soltó la niña-, y creo que es cierto, por eso me gusta.


Bella suspiró y le entregó el libro a la niña, quien lo besó y abrazó, antes de meterlo debajo de su almohada nuevamente.


-Sabes, yo pedí un deseo –comentó su hermana, sonriendo.


-¿Cuál es? –le preguntó Bella con curiosidad.


-Que encontrar tu otra mitad pronto –respondió-. Ya verás estoy segura que hoy lo encontrarás, pero tienes que fijarte bien Bella, tienes que darte cuenta que es él.


La vampiresa puso los ojos en blanco.


-Porque como eres tú lo ignorarás y lo dejarás ir, promete que te fijarás.


-Lo prometo –respondió Bella para tranquilizarla, pero sin fijarse mucho en lo que decía.


-El te va a amar mucho, ya lo verás, y te cuidará por mí, cuando ya no esté.


Eso último si había llegado hasta los oídos de Bella.


-¡No vuelvas a decir eso Amy! –la regañó-. Tú vivirás mucho tiempo.


-Está bien, ya no diré eso –dijo la niña, algo extrañada por la reacción de su hermana.


Bella observó a la pequeña que tenía en frente, y se obligó a olvidarse de todas las cosas que le había dicho Sam, ella viviría, ella tenía que hacerlo.


-También deseé que él fuera muy insistente, y que no descansara hasta obligarte a admitir tu amor por él, porque conociéndote te la pasarás huyendo todo el tiempo –comentó la niña con una risita.


Pero Bella, que pensaba en la situación de Amy, no prestó atención a sus palabras.


-Gracias por leerlo –le dijo Amy después de un rato, sus ojos comenzaron a cerrarse, hasta que finalmente quedo dormida.


Bella se inclinó y besó la frente de la niña, salió de la habitación sin hacer mucho ruido, y se encontró con Sam en el pasillo.


-Bella tengo que hablar contigo –dijo él.


A la joven no le gustó el tono en que las palabras salieron de su boca, pero asintió animándolo a continuar.


-Amy necesita trasplante de médula.


-Yo puedo dársela ¿No? –le preguntó-. Puedo ser su donante…


-Sí, Bella.


-¿Aún siendo vampiro?


-Sí, pero hay otro problema, ningún instrumento que tengo puede atravesar tu piel Bella –comenzó el licántropo, pero fue interrumpido por ella.


-Tengo algo que servirá –Bella sacó su cuchillo de plata y se lo mostró.


Los ojos de Sam se abrieron de par en par.


-No sabes lo que dices, Bella…


-Lo sé perfectamente –lo interrumpió.


Sam la condujo hasta una habitación vacía, y la recostó en una camilla.


-Bella no tendrás anestesia, el cuerpo de los vampiros…


-La rechaza –completó ella-, estoy consciente de ello.


-Esto no es posible, si hago el corte en cuando saque el cuchillo, aunque tarde en sanar, pero se comenzará a cerrar y necesito meter la jeringa…


-Entonces mantén el cuchillo adentro mientras extraes la médula –le sugirió ella.


-Bella, el dolor será…


-Lo soportaré –dijo con firmeza.


-¿Estás segura? –le cuestionó él-. Porque podemos darle a Amy un tratamiento diferente o buscarle un donador compatible.


-Eso se puede tardar –dijo ella-,y Amy lo necesita ahora, no podemos esperar.


Sam no volvió a discutir, simplemente le pidió que se recostara de lado, y le subió la blusa y le bajó un poco el pantalón, para que la parte superior de la cadera quedara al descubierto.


-Lo haré lo más rápido posible –le dijo.


Bella apretó los puños y cerró firmemente los labios, justo antes de que la hoja del cuchillo perforara su piel.


Fue peor de lo que ella había imaginado.


Sentía que la piel ardiendo, como si se estuviera quemando, también pudo sentir como la aguja de la jeringa entraba en la herida, así como las lágrimas que resbalaron por sus mejillas.


Pero la tortura no duró mucho, porque pudo saber cuando la aguja y el cuchillo salieron de su cuerpo, el dolor disminuyó, pero no mucho, la zona en donde se encontraba la herida todavía parecía encontrarse en llamas.


La puerta se abrió y por ella entró otro licántropo, este parecía más alto que Sam, su cabello era negro, brillante, y sus ojos oscuros no parecían entender la escena que tenía en frente.


-La enfermera dijo que te encontrabas por aquí, Sam…


-Jacob sal de aquí.


Pero el licántropo posó los ojos en Bella y después en Sam, y no supo que fue lo que vio en él, pero eso lo enloqueció. Su cara se descompuso en una mueca de furia y saltó… Bella pensó que la atacaría porque era un vampiro, y en esos momentos se sentía completamente vulnerable, no podía defenderse. Jacob se transformó en el aire, fue increíble, y afortunadamente no cayó sobre ella, sino detrás.


El instinto le decía que no era seguro darle la espalda a un licántropo, así que se giró sobre la mesa, lo que le provocó mucho dolor, y no pudo evitar soltar un grito.


Escuchó al enorme lobo gruñir, pero cuando sus ojos enfocaron bien, descubrió que no era a ella a quien amenazaba, sino a Sam.


-¿Qué es lo que te ocurre Jacob? –cuestionó Sam-. ¿No me reconoces? ¡Soy el alfa!


Bella intentó levantarse para ayudar a Sam, pero todo lo que consiguió fue caerse, el dolor había hecho a sus piernas doblarse.


-¡Bella! –exclamó Sam.


Dio un paso hacia ella para ayudarla, pero el lobo se lo impidió, se interpuso entre Bella y Sam. Casi le pareció a la joven que lo hacía protectoramente, pero eso no era posible.


-¡Jacob, te lo ordeno, quítate!


Pero el lobo se tensó y le mostró toda la hilera de dientes en punta.


-Bella, creo que te está… protegiendo, de mí –Sam parecía sorprendido-. No me dejará tocarte, ni acercarme, al parecer… Tienes que decirle que estás bien y que no te hice daño, sino no se tranquilizará.


La vampiresa no podía creer en eso, pero no perdía nada con intentarlo.


-Jacob –recordó como lo había nombrado Sam-, estoy bien, de verdad estoy bien.


Vio como el lomo del lobo se relajó, y su hocico se giró hacia ella, pero ya no gruñía.


-Sam no me hizo daño –continuó ella-, tienes que dejar que me ayude a levantarme.


Un brillo de inteligencia se reflejó en los ojos oscuros del lobo, y Bella supo que lo había comprendido.


El lobo se hizo a un lado, pero se mantuvo cerca de ella.


Sam se aproximó a la vampiresa, con cautela, y la ayudó a levantarse.


-Se curará pronto –dijo él observando la herida-, pero creo que necitas descansar.


-¿Servirá la médula para Amy? –cuestionó Bella, ignorando los consejos del licántropo.


-Sí


Bella suspiró, era todo lo que necesitaba saber. Podía sentir su piel comenzando a regenerarse, pero sabía que tardaría un poco, ya que la plata era muy agresiva en un vampiro. Se bajó la blusa, y se volvió a colocar el pantalón en su lugar.


Sam se giró hacia el lobo.


-¿Qué fue lo que te pasó?


El lobo salió corriendo de la habitación, y regresó poco después con otra ropa y otra vez en forma humana.


-No lo sé –respondió, y dirigió su mirada hacia Bella-, yo sólo quería protegerla.


-Pero ni siquiera la conoces –replicó Sam-, además ellas es… no es de nuestra manada.


Bella se dio cuenta que Sam quería decir "vampiro", pero se contuvo seguramente porque ella estaba presente, pero la joven no se sentía ofendida, era muy bien sabido que a los licántropos normalmente no les agradaban los vampiros, era lógico que él considerara extraño que Jacob la protegiera. Hasta ella misma lo consideraba así.


-Lo sé –respondió Jacob-, pero te vi con el cuchillo y ella estaba sufriendo, entonces me volví loco, nada me importaba más que su seguridad.


Sam se quedó pensando, pero si encontró algo que explicara aquel comportamiento no lo dijo en voz alta.


Bella se sintió mejor, aunque el ardor persistía, pero ya se sentía capaz de caminar.


-Tienes que descansar –le recordó Sam.


Jacob se acercó a ella.


-¿Cómo te sientes?


-Mejor –contestó y luego sonrió-, y gracias por defenderme, aunque no lo necesitara.


Jacob se encogió de hombros, parecía un poco apenado y contrariado por lo sucedido.


-¿A dónde vas? –le preguntó Sam.


-A casa –mintió, en realidad iba con Dominic.


-¿Estás segura que puedes ir sola? –le preguntó Jacob-. Puedo acompañarte…


-No es necesario, pero gracias –dijo Bella.


Se despidió de los dos licántropos y salió del hospital, lista para encontrarse con el vampiro que odiaba tanto.


-¿Y a que se debe que tan agradable visita? –le preguntó Dominic, con una sonrisa que mostraba los colmillos-. Normalmente no vienes tan seguido.


-Quiero saber si hay algo que pueda hacer para disminuir la deuda que tengo –soltó Bella. No le gustaba sentirse tan atrapada, tenía que haber alguna forma de pagar todo pronto.


-Como tú misma dijiste anoche, todo lo que te pido es como pago por tu deuda –respondió él.


-Lo sé –dijo Bella, exasperada-, pero tiene que haber una manera más rápida de hacerlo.


Dominic arqueó las cejas.


-No entiendo por qué tanta desesperación por alejarte de mí, he sido generoso contigo Bella y muy tolerante.


Bella tenía ganas de quitarle la tolerancia a golpes, pero desgraciadamente, no podía.


-Quizás puede haber algo –Dominic se paseó por la habitación-, si lo hicieras la mitad de tu deuda quedaría saldada…


-Dime que tengo que hacer.


-No es tan sencillo, de hecho creo que es algo que no puedes hacer –siguió él.


-¡Sólo dilo! –gritó Bella.


-Verás, quiero que mates a un vampiro, que hace siglos he tenido ganas de destruir, pero desgraciadamente, no he podido –dijo Dominic sin inmutarse-. Pero no creo que puedas lograrlo, él te destrozaría en cuestión de segundos…


-Dame su nombre.


-Edward Cullen.


Bella aceptó el trato, pero tendría que esperar unos días, pues la herida todavía le ardía.


-Si estás decidida a hacerlo –prosiguió el vampiro-, quiero que lo mates hoy.


-¿Qué?


-Ya me oíste, esta noche, sino no te perdonaré la mitad de la deuda.


-Eres un maldito…


Dominic estalló en carcajadas.


-Nadie dijo que las cosas fueran sencillas.


Bella se detuvo ante la puerta de la casa, no sabía porque se sentía tan nerviosa. La casa era pequeña pero hermosa y con un toque de antigüedad en ella, no supo porque extraña razón le gustaba tanto.


Se arrancó de la cabeza los pensamientos absurdos, y dio un paso más cerca. Fue entonces cuando escuchó varias voces. Edward no estaba sólo.


Dominic le había dicho que en esa casa sólo vivía él, o bien le había mentido o con la suerte que tenía el tal Edward había decidido hacer una reunión esa noche precisamente.


Pero no había tiempo para pensar tanto, ya que matara a Edward se preocuparía por los otros.


Al principio se le había ocurrido entrar por una ventana, sigilosamente, pero se dio cuenta que al destrozar al dueño de la casa, alguien, sino es que todos, tendrían que notar su presencia, así que no tenía sentido ocultarse.


Bella le dio una patada a la puerta, y la madera se deshizo en un montón de pedazos.


El primer vampiro que acudió a ver la causa de tal estruendo, fue el que ella buscaba.


Bella sabía que era él, porque Dominic se lo había descrito, aunque se había quedado corto. Porque el vampiro que tenía en frente era impresionante, su cabello cobrizo brillaba a la luz eléctrica que emitía la casa, su constitución reflejaba mucho poder, y por un momento Bella dudó en poder vencerlo. Pero sus ojos fue lo que la asustó, porque su color dorado transmitió tantas emociones, que Bella no supo distinguir cuáles eran pero por el brillo de las pupilas, supo que eran muy profundas y cuando se cruzaron con los de ella, la atraparon y no querían dejarla ir.


Para liberarse, Bella se recordé para que estaba ahí, y logró desviar la vista de sus ojos.


¿Qué era lo que Dominic le había pedido que le llevara? Ah, sí, su corazón.


Bella sacó el cuchillo de plata que le había devuelto Sam, y le apuntó al pecho al vampiro, él no se movió.


-He venido a arrancarte el corazón –ni siquiera supo como esas palabras salieron de su boca, pero no pudo evitarlo.


Entonces Edward se rió.


Bella no podía creer que se estuviera burlando de ella, y su enojo inició como una llama dentro de ella. Ya le demostraría, quien era ella. Se preparó para enterrar profundamente el cuchillo, cuando más vampiros aparecieron en el lugar.


-¿Qué demonios? –se escuchó una voz grave, a Bella le pareció que más que sorprendido estaba divertido.


-¿Cómo permites que te amenace con eso? –se escuchó una voz femenina-. ¡Mátala! ¡O yo misma lo haré!


-Cálmate, Rosalie –dijo Edward, con un semblante bastante tranquilo, casi sonriente-. Yo me encargo de esto.


Bella frunció el ceño, maldito arrogante. Ella intentó enterrarle la hoja afilada, pero él, con un movimiento que ni siquiera pudo ver, le sostuvo la muñeca.


Bella soltó el cuchillo, pero no fue por que le provocara algún dolor, al contrario, la mano de él apenas la rozaba como si no quisiera dañarla. Lo que la hizo vacilar, fue la sensación que ese contacto le provocaba, algo cálido y agradable recorrió desde su mano hasta la punta de sus pies. Desconcertada observó la mano de él, que hacía ver las suyas muy pequeñas, y vio como los dedos de Edward parecían adherirse a su piel como si estuvieran hechos para ello. Fue ese pensamiento, más que nada lo que la aterró y saltó lejos de él como si quemara.


-¿Por qué quieres hacer esto? –le preguntó él.


-Yo sólo cumplo órdenes –respondió Bella.


Edward parecía querer hacer otra pregunta, pero ella no se lo permitió, saltó sobre él, con intenciones de darle una patada, pero el detuvo su golpe con la mano. Bella aprovechó esto para impulsarse y lograr golpearlo, pero eso tuvo un precio. El movimiento había hecho que su herida se estirara y le ardió aún más.


Edward cayó al suelo, y ella también.


Un grito de dolor escapó de los labios de Bella.


-Demonios, hermano –se escuchó una voz-, te has vuelto más rápido peleando, porque ni siquiera vi lo que le hiciste.


-Se lo merece –dijo una la misma voz femenina que Bella había escuchado, a la que Edward había nombrado como Rosalie.


Bella intentó levantarse, pero el dolor se lo impidió, debió escuchar a Sam desde un principio.


Entonces el rostro de Edward apareció cerca de ella, seguramente el ya se había recuperado.


-¿Te lastimé? –le preguntó, con lo que le pareció ella que era angustia.


Pero no debía confiarse, Dominic le había enseñado que los vampiros hacían lo que sea para conseguir lo que querían. Ellos traicionaban. No importaba que ella fuera uno de ellos, no se fiaría de ellos, nunca.


-No, Edward –intervino una vampiresa de cabello negro, se arrodilló cerca de Bella-. Creo que está herida, pero ya lo estaba antes de venir.


-¿Cómo se te ocurre venir herida a atacar a un vampiro, acaso querías morir? –le cuestionó Edward, parecía enojado.


¿Ahora la regañaba?


Esto se estaba volviendo demasiado confuso.


Bella vio que la vampiresa se inclinaba y le levantaba la blusa, sus dedos alcanzaron a rozar parte de la herida, ella dejó escapar un gemido de dolor.


Edward escuchó su lamento y la tomó con mucho cuidado entre sus brazos, y la alejaba de la vampiresa.


-No quería hacerle daño –ella se acercó nuevamente a Bella, pero Edward le mostró los colmillos.


-No la toques, Alice –le gruñó.


-¿Qué te ocurre Edward? –otro vampiro surgió en el campo de visión de Bella, tenía un cabello muy rubio-. ¿Por qué le hablas así?


-Jasper, no pasa nada –Alice no parecía afectarle-, su comportamiento es normal.


¿Normal? Bella no podía creer eso.


-¿Quién te hizo esto? –le preguntó Edward, que parecía estar a punto de explotar de furia.


Bella comenzó a temer por su propia seguridad, e intentó liberarse, pero los la brazos de él parecían adheridos a ella.


-¡Suéltame! –exigió.


-Estás herida…


-¡Ese es mi problema, ahora suéltame! –gritó.


El obedeció, y ella giró sobre sí, alcanzó el cuchillo y se levantó de un salto.


Hizo una mueca de dolor.


Edward intentó acercarse, pero ella le apuntó con el arma.


-Si me vuelves a tocar, juro que esta vez no fallaré –le amenazó. Aunque Bella sabía perfectamente que él era mucho más fuerte que ella, aunque estuviera curada completamente no podría causarle daño alguno.


Lo que significaba que tenía que pensar en algo más para saldar su deuda.


-No te haremos daño –intervino Alice.


Sí, claro. En ese momento los ojos de Bella se cruzaron con los de una vampiresa rubia, cuya cara hermosa estaba descompuesta en una mueca de odio. Apostaba que ella sí quería hacerle daño.


Bella dio pasos hacia atrás, y logró salir de la casa. El problema era que Edward, se acercaba a ella peligrosamente.


-Detente –le advirtió.


-Pero…


Entonces Alice salió de la casa, y le puso una mano en el hombro al vampiro.


-Déjala ir –le dijo.


Edward frunció el ceño.


-Está herida.


-Se curará pronto, te lo aseguro –le dijo ella.


Edward se volvió hacia ella, pero Bella se negó a ver sus ojos, simplemente se fue.


No pensaba volver a esa casa, nunca.