Dark Chat

jueves, 11 de febrero de 2010

Renacer

Buen dia mis angeles hermosos .
Aqui les dejo el final de este precioso fic , muchas gracias a todas las que lo siguieron de principio a fin.
Muchas gracias a Anju Dark por permitirme subir esta historia tan bella.
asi que mis angeles a dejar muchos comentarios.
Angel of the dark
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How I needed you (Cuánto te necesito)

How I bleed now you're gone (Cuánto sangro ahora que te has ido)

In my dreams I can see you (En mis sueños, puedo verte)

But I awake so alone (Pero despierto tan solo)

I know you didn't want to leave (Sé que tu no quisiste dejarme)

Your heart yearned to stay (Tu corazón anhelaba el quedarse)

But the strength I always loved in you (pero la fuerza que siempre amé de ti)

Finally gave way (Finalmente, terminó)

In my dreams I can see you (En mis sueños, puedo verte)

I can tell you how I feel (Puedo decirte, cómo me siento)

In my dreams I can hold you (En mis sueños, puedo abrazarte)

It feels so real (Y se siente tan real…)

And I still feel the pain (Y yo aún siento el dolor)

I still feel your love (Yo aún siento tu amor)

I still feel the pain (Yo aún siento el dolor)

I still feel your love (Yo… aún siento tu amor…)

One last good bye - Anathema



FINAL

EDWARD POV


- Pase lo que pase, debes de correr y no parar nunca, ¿oíste?


- No quiero alejarme de ustedes…


- Es necesario…


Reneesme no paraba de recordar esa escena una y otra vez y mis huesos temblaban al pensar en el deja’vu que estábamos viviendo. ¿Acaso sería posible que nos fuéramos a volver a separar?... Giré mi rostro para ver a Bella, quien con su expresión me daba a entender que el mismo temor que me embargaba le consumía a ella…


Llegamos al lugar en donde Elizabeth y el resto de los vampiros y licántropos se encontraban reunidos y, al instante, pudimos darnos cuenta que el número había disminuido.


- Edward – se acercó la hermosa vampiro hacia nosotros, manteniendo siempre su expresión seria y desinteresada – No pensé que fueran a venir. Bella, qué sorpresa – giró el rostro para ver a la mujer que a mi lado estaba – Es bueno saber que pudiste vencer tu cobardía – me miró, con su forma tan despectiva y usual. Escuché el gruñido de Bella detrás de mí


- Creo que no es el momento para tu actitud intransigente – apunté – ¿Qué ha pasado con el resto?


- Unos han preferido seguir escondiéndose y se han ido. Otros más fueron muriendo, siendo destazados unos a otros, dentro de la cueva. La sed empeoró sus temperamentos. Debes agradecerme el haberte echado de ahí


Sonreí, con cierta ironía.


- ¿Y estás segura de lo que haces?


- Lo estoy, y lo sabes. De otra forma, no estuvieras aquí, arriesgando la vida de esta mujer… ¿Y ella, quién es? – preguntó, al ver a Reneesme sobre el lomo de Jacob, justo detrás de nosotros


- Dejémoslo en que es hija mía y de Bella – contesté – No pidas explicaciones. No hay tiempo para eso y, aún así, dudo que lo lograras entender.


- De acuerdo – accedió, dando media vuelta y agitando sus negros cabellos en el acto. Bella se acercó a mí y la cubrí con mi brazo


- Al menos, no ha protestado de que esté aquí


- No tenía por qué. Lo que ella ahora quiere son aliados, no importa de quiénes se trate


Reneesme se mantenía junto a Jacob, acariciando con su mano el pelaje rojizo de éste con cierta melancolía.


- Qué lastima que te haya encontrado hasta ahora – musitó, sonriendo tristemente – ¿Y si este es el único momento que estaremos juntos? Bueno, supongo que al menos es mejor que no haberlo hecho nunca.


El joven lobo jadeó un poco y, con un movimiento delicado, agitó su cabeza de derecha a izquierda, negándose ante las palabras antes escuchadas.


- No es el único momento, Nessie – ignoré la forma tan horrible con que la había preferido llamar – Te juro que no dejaré que te hagan daño. Te juro que estaré contigo, cuidándote siempre.


- Ya vienen – el murmullo de Alice llamó la atención de todos e, inmediatamente, Elizabeth levantó su escudo para protegernos.


- Si mantienes el escudo, no podremos atacar – le recordó Emmett


- Atacaremos cuando estemos frente a ellos. No sabemos con exactitud por dónde aparecerán. Sus movimientos están cuidadosamente planeados, de modo que los poderes predecibles no serán de fiar


- Bella y yo caminamos hacia Reneesme quien, sin necesidad de hablar, nos decía en sus ojos color chocolate el miedo que aceleraba a su corazón


- Todo estará bien – prometió Bella, lanzándose hacia sus brazos y, después, bajó la mirada hacia Jacob, a quien le acarició con cierto aire vacilante – Espero no te moleste el que una sanguijuela te acaricie – bromeó y el gran perro sacó su lengua de lado, en un gesto que daba a entender que, pese a todo, se sentía a gusto con ella – Te recomiendo mucho a mi hija – agregó, sin poder evitar que la melancolía adornara a su voz cantarina – Si algo nos llega a pasar, llévala a un lugar en donde esté a salvo.


Cómo me hubiera gustado que, en ese momento, el escudo de Elizabeth no me prohibiera el poder leer la mente del licántropo, para comprobar si toda la sinceridad del asentimiento en sus pupilas era igual de intensa en su mente… aunque, para ser sincero, no lo dudo.


Me acerqué también yo, y lo primero que hice fue estrechar a mi hija entre mis brazos y hundir mi nariz en la espesura de su cabello.


- Te amo – le susurré, mientras depositaba un beso sobre su frente.


- Yo también – contestó, con las lágrimas amenazando con desbordar por sus ojos. Le sonreí, aunque bien sabido está que yo me encontraba hinchado del temor y la angustia


Aún si tenía prometido el volverlas a encontrar en un futuro, en caso de perderlas, debía de admitir que ya no quería pasar por ese sentimiento de vacío que me habitaba en la espera. Ya no quería decirles adiós una vez más. Ya no… Y es que, ¿Cuántas veces puede soportar una persona, siendo humana o no, el mismo dolor? Mis piezas ya estaban completas. Tenía a Bella, tenía a mi hija y al resto de mi familia, que si bien no se habían presentando en un pasado ante mis ojos, eran igual de importantes. Egoístamente, no quería perder todo lo que ya se encontraba a mí alrededor. Patéticamente, me estremecía ante la sospecha de hallarme sólo, por indefinido tiempo, vagando por el mundo hasta que el destino se apiadara de mí y planeara otro reencuentro.


- Papá – la voz de Reneesme se ahogó en medio del sonido que las hélices de los helicópteros, que comenzaban a cubrirnos el cielo, provocaba. Ella nos miró a los dos, a Bella y a mí, y, por un momento, sus ojos reflejaron una madurez y una seguridad increíbles, contagiadles – Esta vez… no nos diremos adiós


No fue una pregunta o algo que pudiera tomarse como una promesa. Fue, más bien, una orden. Si, la orden más atractiva de seguir y llevar a cabo con perfección.


- No – asentí, al mismo tiempo que tomaba sus manos y las unía con las mías y con las de Bella – Esta vez, no nos diremos adiós


Su sonrisa fue como el estallido de guerra, pues apenas y sus labios terminaban de estirarse hacia arriba, cuando el primer ataque de bombas llegó hacia nosotros. Todos dilatamos los ojos al ver cómo la barrera con la que Elizabeth nos cubría era afectada por aquel impacto.


- Su tecnología ha crecido durante este tiempo. El veneno de sus armas es más práctico y letal – explicó, mientras recibíamos otro atentado.


- A estas alturas el escudo será traspasado dentro de poco – se lamentó uno de ellos


Elizabeth gruñó por lo bajo, pues la estrategia era salir a atacar y regresar para protegerte. Sin su escudo, la cacería para los humanos sería fácil. Seríamos eliminados en cuestión de minutos, pues, aunque no quisiéramos admitirlo, para ellos, ya no éramos inmortales.


- Aún hay otro escudo que puede servirnos de refuerzo – expuso otro de ellos, a quien todos giramos a ver, para comprobar que su mirada se encontraba puesta en Bella – Ella – la señaló directamente – ella también posee un escudo.


- ¿Cómo lo sabes? – exigí saber


- Yo puedo ver los dones que cada uno posee – explicó – y tu compañera neófita es dueña de un escudo igual de poderoso que el de Elizabeth


Mi mirada se encontró con la de Bella, quien confundida más que nunca, no dijo nada a favor o en contra.


- Bella, ¿Puedes intentar expandir tu escudo como lo hace Elizabeth?


Sin contestar, hizo el esfuerzo de acceder a mi petición, más al intentarlo otro par de veces, negó con la cabeza


- No puedo… - se disculpó y, rápidamente, la tomé entre mis brazos


- Tranquila, todo saldrá bien – repetía y repetía, sin cansancio, empezando a creer que quería, más que convencerla a ella, convencerme a mí.


Viajé mi mirara alrededor y con suma tristeza pude comprobar que no éramos los únicos que se encontraban en una situación similar. Se encontraban más parejas, amigos, compañeros, diciéndose adiós y preparándose para pelear. Estaba mi familia. Carlisle y Esme mantenían sus manos vigorosamente agarradas. Alice y Jasper estaban frente a frente, con sus miradas unidas, fusionadas confesando toda esa cantidad de sentimientos que sentían el uno por el otro. Emmett y Rose también estaban abrazados y me destrozo el ver que ella se estremecía ante el pequeño llanto que estaba soltado. Jamás la había visto llorar y, siendo franco, no me alegraba hacerlo en ese momento, por esa razón…


Bella soltó mi mano y se dirigió hacia Reneesme. La seguí. Nuestra hija nos vio aproximarnos; pero no habló, se limitó a ver cómo su madre se quitaba la cadena plateada con el dije de sol y media luna para dárselo.


- Guárdalo – pidió, con una sonrisa


- No – Reneesme agitó la cabeza – Eso significa que…


- Sólo quiero que lo guardes – interrumpió Bella, acariciando su mejilla – Mi pequeña, no tengas miedo… Estaremos juntos después de esto.


Elizabeth dejó caer su escudo justamente cuando el pendiente estaba colgando sobre el cuello de nuestra hija y, tras abrazarla una vez más, me situé hasta el frente de ellas, junto con Emmett, Carlisle y Jasper flanqueándome. Bella tomó mi mano desde atrás y me hizo verla a los ojos


- No nos diremos adiós – repitió. Sonreí. Y fue de manera sincera.


No, nos diríamos adiós…


El escudo cayó y los humanos no tardaron en lanzar todo tipo de instrumentos que pudieran llegar a afectarnos. Obligué a Bella a mantenerse tras de mí, mientras esquivábamos lo mejor posible todo esa lluvia a de amenazas que nos caía. Era sorprendente ver hasta donde habían llegado. La cantidad de cosas que estaban dispuestos a crear con tal de exterminarnos. Nuestra velocidad y nuestra fuerza no servirían de mucho ante su odio y cobardía, por que de más está el mencionar que, bajo ninguna circunstancia, se enfrentaron directamente hacia nosotros.


Si tan sólo también hubiéramos tenido armas…


Lo único que podíamos hacer era saltar hacia los helicópteros e intentar destrozar sus hélices o correr hacia donde se encontraban, disparándonos, y matarlos sin contemplaciones.


Los aullidos y bramidos de los hombres lobos se elevaron por todo el viento y agitaron a las hojas de los árboles, al mismo tiempo en que sus feroces garras hacían caer al enemigo.


Logré localizar un grupo de personas que se hallaban ocultos detrás de unos espesos helechos, aparecí frente a ellos como un espectro, agazapado a pocos metros y gruñéndoles fieramente, como león que se rehúsa a ser capturado. Pero no era mi libertad lo que peleaba. Era la libertad de mi hija, de Bella, de mi familia…


- ¡Disparen! – exclamó uno de ellos, y pude ver la bala envenenada venir directamente hacia mi pecho.


La logré esquivar fácilmente; pero al instante otros diez más aparecieron y sólo una logró alcanzarme parte de la mejilla. Como apenas y se trataba de un rozón, no fue tan molesto; pero tampoco era momento de pensar en la suerte o habilidad que había tenido (según como lo quieran ver). De un salto, llegué hacia aquel que había dado la orden y, sin piedad o contemplaciones, le arranqué la cabeza.


Humanos…


Vuelvo a hacer hincapié en lo que había mencionado antes: Comparados con nosotros, sin sus armas, no eran nada. El desprender el cráneo de su cuello fue íntegramente fácil, como si tomaras una cereza ligeramente sumergida en un pastel. La sangre brotó a chorros por el hoyo que había quedado en la superficie del cuello y un poco cayó en mis labios, haciendo chispear a mi mirada con una sed devastadora. Me dejé guiar por mis instintos como nunca antes lo había hecho. Obedeciendo, sin reproche alguno, las despiadadas ordenes que el ardor de mi garganta enviara. Actuando, desde hacía tanto tiempo, como un verdadero monstruo depredador.


Si, un monstruo. Así nos habían llamado durante décadas… Que vieran entonces que no estaban equivocados.


Pero, desgraciadamente, la verdad era otra…


Los monstruos ahí, eran ellos. Siempre lo habían sido. Siempre lo serían. No importaba lo que pasará… Seguirían acabando con lo que vieran, con lo que supusiera un riesgo, pues son aprensivos. Seres rabiosos que con sus débiles manos, frágil cuerpo y pesados movimientos eran capaces de masacrar, sin piedad alguna, a lo que supusiera una amenaza.


Corrí hacia donde Bella y mi hija se encontraban al ver que el siguiente ataque iba dirigido especialmente para ellas. Si. La habían logrado identificar. Podía leer en sus mentes el cómo le llamaban: La hibrida, la prodigio, el fenómeno…


Si tan sólo lograran aceptar que eran ellos las pestes habitando en este mundo…


Mientras corría logré ver que el resto de mi familia aún se encontraba a salvo, lo cual supuso un alivio al encontrarme, con cada paso dado, rastros de cenizas de los que, alguna vez, fueron nuestros aliados.


- ¡Bella! – exclamé, sintiendo que mis pies no serían lo suficientemente rápidos para llegar a ellas


Jacob saltó al frente y atacó, con furia plena, a los humanos que planeaban capturar a Reneesme. Sus garras y dientes filosos desgarraron sus rostros hasta que quedó de ellos solo una masa sangrante y sin forma; pero no fue suficiente. Cuando pensamos que ya habíamos acabado con la mayoría, llegaron más. ¡Y es qué había millones de ellos en comparación a nosotros!


Elizabeth cayó en el segundo atentado y he de mencionar que, a pesar de ese carácter tan frío y prepotente, su muerte nos abrumó a todos, que, ante toda la presión, sólo nos limitamos a esconder su cuerpo en un lugar más seguro.


Fue cuestión de horas después, para entrar en verdadero pánico. Mi familia se reunió a nuestra alrededor cuando, del cielo y siendo sostenida por un inmenso helicóptero, una forma cilíndrica y de aspecto pesado cayó en el “campo de batalla”. Comprendí al instante, por los atormentados pensamientos, el por qué nuestros atacantes habían desistido de agredirnos para salir huyendo.


Era una bomba. Una bomba la cual acabaría con todos nosotros, en cuestión de segundos, aún así corriéramos, no podríamos alejarnos lo suficiente para que su potencia no nos alcanzara, pues estaba destinada a acabar con toda aquella pradera… Un joven inmortal, de aspecto liviano y cabellos rubios corrió hacia ella e intentó lanzarla lejos; pero ni bien había tocado el metal cuando su cuerpo se deshizo por completo.


Debía admitir que, para tratarse de venganza y destrucción, los humanos tenían mentes maestras…


Sin atreverme a respirar, y al no tener más disparos que esquivar, caminé hacia Bella y hacia Rennesme. A mí alrededor se reunió el resto de nuestra familia y los demás vampiros, al igual que los licántropos.


Bella me miró a los ojos, con el tormento inundándolos…


- Te amo – le dije, acariciando su mejilla con la yema de mis dedos – Aquí y en todas las vidas te amaré, lo sabes.


Como respuesta suya sólo obtuve la presión de su cuerpo pegándose al mío en un poderoso abrazo. Alcancé sus labios con los míos y los acaricié lentamente, intentando gravar en mi memoria su sabor, anticipándome a la resignación de ya no vivir de su esencia durante el tiempo indeterminado que se avecinaba. Entonces, la pequeña cuenta regresiva de tres segundos comenzó. Nuestras manos se unieron con las de nuestra hija y, apretándose fieramente, hicimos una prometa interna:


Encontrarnos pronto…


Epílogo.


Su rostro se encontraba hundido sobre mi pecho. Yo sólo me limitaba a acariciar sus cabellos con mis manos, pues no lograba hacer algo más acertado ante la imposibilidad de hablar. Suspiré profundamente, con dolorosa resignación, al saber que nada podría hacer al respecto. No tenía derecho. Ella se alejó un momento, sólo para caminar hacia el interior de la habitación y terminar de arreglar la pequeña maleta de cintas que había preparado aquella mañana. Mis ojos se perdieron en sus movimientos y la melancolía ascendió siete grados más. Preferí salir de aquel lugar, para intentar sosegar un poco la apesadumbres que me afligía.


- Edward – su voz acarició la parte trasera de mi nuca y sus brazos se enrollaron por detrás de mi espalda - ¿Qué sucede? – preguntó, aunque bien sabía la razón de mi actitud.


Me giré para verle a los ojos y sonreí al encontrarme con ellos.


- ¿Cómo le haces? – pregunté, mientras acariciaba su mejilla derecha con mis dedos – ¿Cómo logras calmar todo tipo de dolor con solo mirarme?


Ella sonrió tiernamente en respuesta y levantó los brazos para envolver mi cuello y jalar mi boca hacia la suya. Cerré mis ojos y me dejé embriagar del sabor, dulce y fresco, de sus labios húmedos que se movían sobre los míos.


- Eres un arma letal – musité, sin dejar de besarla y sintiendo como sus dedos se hilaban entre mis cabellos – no me sorprende que hayas sido capaz de elevar tu escudo de tal manera que esa bomba no nos hiciera daño…


- Soy toda una heroína, debes admitirlo – bromeó, arrancándome una sonrisa


- No pensabas eso hace ochenta años – recordé – ¿Acaso ya olvidaste cómo odiabas el que te vinieran a dar tesoro tras tesoro, en forma de agradecimiento


Ella hizo una mueca de disgusto, para después suplantarla por otra de tranquilidad


- Parece como si hubiera sido ayer – murmuró – Aún puedo sentir el miedo que tenía de perderlos. Creo que ya no hubiera podido soportarlo…


Antes de que pudiera hablar, Reneesme apareció frente a nosotros, en compañía de Jacob, que llevaba sobre los hombros una gran mochila. No pude evitar dedicarle una mirada envenenada, para lo cual él contestó con una sonrisa descarada


- Papá – llamó Reneesme, dando dos pasos hacia mí y sin mirarme a los ojos – Yo… Los voy a extrañar mucho


De nuevo, las palabras se extinguieron en mi garganta que se cerraba paulatinamente, conforme la idea de que mi hija se iría se hacía inevitable… Volví a inspirar, esta vez con mayor profundidad, para adquirir el valor de decirle adiós; pero fue imposible. Al encontrarme sumergido en sus castaños ojos todo tipo de fortaleza cayó y me rendí ante la inmadurez paternal para atraerla hacia mi pecho y aferrarla contra él.


- Cuídate mucho – le alcancé a decir, con mis labios hundidos en su cabello y sentí como sus dedos se aferraban a mi camisa y su llanto comenzaba a mojarme


Bella se acercó hacia nosotros y, con sus delgados brazos, intentó abrazarnos. Permanecimos unidos por otros segundos, hasta que fui yo quien, decidido a no alargar más el triste momento, me separé de ellas.


- Más te vale que la protejas de todo y la haga feliz – advertí Jacob, quien, dedicándome una sonrisa sincera, asintió


- Dejaré que me arranques la cabeza si eso no sucede – prometió y fueron sus palabras las que me dieron valor para mirar a mi hija, por última vez


- Ve – indiqué, sonriente – Pero recuerda regresar


- Lo haré – juró, para después aventarse a mis brazos y besarme la mejilla – Te amo, papá…


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La casa quedó en silencio durante varios minutos más después de que ella se fue. Bella y yo tomamos asiento, con nuestras manos eternamente unidas y nuestros pensamientos planteados en nuestra hija…


- Pero qué bonito arreglaron la casa. ¡Seguramente son gente muy amable!


- Alguien viene a conocer a los nuevos vecinos – le informé a Bella, con una sonrisa que ella correspondió, poniéndose de pie, para abrir la puerta en el momento oportuno.


El timbre sonó, pero fue Alice la que se adelantó, llegando hacia la entrada con un movimiento borroso


- ¡Santo cielo! Pero qué bella muchachita


- Bu-buenos días


- Buenos días – contestó mi hermana - ¿Se le ofrece algo?...


- Yo… yo sólo…


- ¿Venía a darnos la bienvenida?


- S-si…


- ¡Qué amable! Pase, por favor


- Gra-gracias…


- ¡Por todo lo santo! – Exclamó mentalmente al situar su mirada sobre nosotros – en mi vida había visto a gente tan hermosa, Pero son tan pálidos y ojerosos… Seguramente han de tener gripe


- Bienvenida – la voz de Carlisle se escuchó por arriba de las escaleras, de las cuales bajó, en compañía de Esme, sorprendiendo a la humana con su gracilidad – Es muy amable de su parte el haber venido a visitarnos. Soy el Doctor Cullen y ella es mi esposa, Esme. Y todos a los que usted aquí ve, son mis hijos…


Bella y yo nos despedimos tras permanecer otro par de momentos junto a la cómica señora – a la cual, por cierto, le agradecía el haberme ayudado a mejor mi depresivo estado anímico – que se desvaraba viéndonos a todos. Sorprendiéndose con nuestros movimientos y con la belleza tan inverosímil que representábamos. Subimos a nuestra habitación y, en cuanto traspasamos la puerta, acorralé a Bella entre la pared y mis brazos y comencé a besarla con adoración.


- Pensé que estabas decaído – recordó, cuando mis labios comenzaron a recorrer su cuello


- Lo estoy – aseguré – Mi hija ya no estará con nosotros, ¿Acaso no es normal?


- Si, lo es – accedió, lanzándome hacia la cama – Pero regresará. Además, ella también necesitaba su propio espacio con Jacob. Con una padre celoso vigilándole todo el tiempo, aquí eso le resultaba una tarea imposible


Sonreí mientras la atraía hacia mí y comenzaba a deslizar mis manos por sus ropas, rompiéndoles ante la impaciencia.


- Alice me matará – jadeó – Ella me regaló esa blusa


- Ya después veremos qué excusa le inventamos – solucioné, capturando sus labios con los míos, dejándome perder en su infinito sabor y deleitándome con sus suaves caricias


Habían pasado más de ochenta años desde que la guerra con los humanos había ocurrido. El escudo de Bella nos había protegido de aquella bomba que amenazaba con acabarnos, dándonos la oportunidad de escapar y escondernos, haciéndoles creer a nuestros enemigos que, efectivamente, habíamos muerto.


Ellos, cegados por su propio orgullo y soberbia no imaginaron si quiera la posibilidad de un solo sobreviviente. Nos escondimos durante años, hasta que nuestros nombres se hicieron leyendas, las cuales se fueron difuminando con el paso del tiempo hasta convertirse en tema de góticas conversaciones y películas de terror.


Bella y yo, junto con el resto de nuestra familia, acabamos de regresar a Forks y el estar de nuevo aquí, me hace revivir mi época en donde los humanos simplemente me miraban como uno más de ellos, sin sospechar si quiera que se encontraban al lado de su depredador. Si, todo vuelve a comenzar. Aunque el tiempo y los años avancen, todo se vuelve en un ciclo de infinitas repeticiones, en las cuales, sólo nosotros, los seres inmortales, somos capaces de presenciar…


- Espera, espera… No vayas a romper también el pantalón – pidió, con una sonrisa, ante mi inquietud – Ya es suficiente la ira que sufrirá Alice por el simple hecho de la blusa…


Mis insistentes labios le impidieron seguir hablando y un desgarrante sonido de mezclilla rota hizo coro en la habitación


- Disculpa – pedí, en medio de mis jadeos, pues realmente no había sido mi intención – Disculpa…


- Eres el vampiro más ansioso que jamás haya conocido


- Lo soy – acordé – y no has conocido a otro más, por que sólo yo te puedo amar de esta manera, que durará para siempre, más allá de la eternidad


- Más allá de la muerte


- Más allá de todo…

FIN