Dark Chat

sábado, 24 de julio de 2010

Tan lejana como una estrella

CAP 27.COMPLICACIONES

ALICE POV

"Hija, ¿Qué te pasa?" – preguntó mi papá en cuanto traspase la puerta de la casa.

¿Acaso tan palpable era mi extraño e injustificable dolor?

Seth y Jacob vinieron corriendo en mi dirección para abrazarme. Tomé entre brazos a Seth, ya que Jake era más pesado. Sentí la mirada de Carlisle posada fijamente sobre mí… estaba esperando una respuesta

"Estoy bien" – le mentí.

No era necesario el preocuparlo, además, ¿Qué podía decirle? ¿Estoy triste por que mi mejor amigo, Jasper Hale, un chiquillo adinerado, se ha fijado en una niñita de clase?... imposible.

Desgraciadamente, se me olvidaba que hablaba con papá quien era demasiado persuasivo y, obviamente, no me había creído.

"¿Dónde esta mamá?" – pregunté, con tal de distraerle

"Está con Edward, en su recamara" –

"¿Edward vinó?" – mi padre asintió, con una sonrisa. En esos tiempos era muy extraño el que mi hermano nos visitara. Desde que trabajaba con esa mujer, si aparecía una vez al mes por la casa, era mucho.

"Iré a saludarlo" – anuncié, mientras bajaba a Seth de nuevo al suelo y agradecía mentalmente que mi pobre intento de distraer a mi padre hubiera dado resultado.

Justamente en el momento en que mi disponía a tocar la puerta, ésta se abrió.

"Alice, ¿Cuándo llegaste?" – preguntó mi madre

"Tiene poco" – informé, mientras me encogía de hombros. Sabía que el motivo de su asombro era que, por primera vez en varios meses, llegaba "temprano" a la casa.

Ya se había hecho un habito el mío el regresar después de las once de la noche ya que, en cuanto salía de clases, generalmente me quedaba con Jazz platicando un poco más de tiempo… lástima que ese día había sido totalmente diferente.

"Hola Edward" – saludé. Fue demasiado fácil deducir que no era la única que sufría. Mi hermano se veía terriblemente fatal.

Mi mamá nos dejó solos.

"No te ves bien" – señalé, mientras me sentaba a su lado.

Una triste sonrisa, acompañada de un leve bufido, se dibujó en sus labios.

"Tu tampoco" – replicó él.

Me volví a encoger de hombros.

"Dime qué te pasa" – pidió y, al instante, negué con la cabeza.

"Mejor dime tu qué es lo que pasa contigo" – discutí – "Tiene meses que te he insistido para que me digas el por qué te alejaste de la señorita Isabella y…"

"No quiero hablar de eso" – interrumpió – "ya te lo he dicho decenas de veces"

"¿Por qué?" – insistí, haciendo caso omiso de su petición – "¿Por qué la dejaste para estar con aquella señorita tan pedante y altanera?... y no vengas con el mismo cuento de siempre, diciendo que ya no la amas, por que no te creo"

Edward bajó la mirada hacia el suelo y encogió sus hombros. Un interminable silencio se levantó entre nosotros durante varios segundos, el cual, tras pensarlo mucho, decidí romper.

"Sé cómo te sientes" – admití – "creo que tengo una vana idea…"

Mi hermano levantó la mirada, poniendo más atención a mis palabras.

"¿Tratas de decirme, de una manera muy sutil, que estas enamorada?

Pegué un brinquito al escucharlo. ¿Era eso? ¿Lo que sentía por Jasper era lo suficientemente fuerte como para llamarle amor?

"Supongo que si… aún no sé con exactitud…" – balbuceé, contestando a ambas partes: a mi hermano y a mi conciencia.

"Ya veo" – murmuró, y después una pequeña risita salio de su garganta

"¿Qué ves?" – pregunté, algo molesta por su extraña actitud ¿Y ahora qué le pasaba?

"Olvídalo" – respondió, aún sin dejar de reír, después, al pasar casi un minuto, su gesto se volvió a tornar serio y, mirándome fijamente, con ojos sabios y protectores, agregó – "El chico a quien quieres… ¿Te ha hecho daño o…?"

Me apresuré a negar con la cabeza

"No" – musité – "él no me ha hecho daño… soy yo la que se ha herido por su propia cuenta al permitir que mi mente volara hacia sueños que jamás se cumplirán"

"Esas palabras se traducen como "Yo, la señorita no se tiene confianza, siento que él jamás se fijará en mi" – dedujo, provocando que, sin que yo lo deseara, sonriera – "¿Cómo puedes asegurar eso?"

"No es necesario el ser adivino para saberlo" – contesté, recobrando, de nuevo, mi antiguo abatimiento al hablar.

Repentinamente, vinieron a mí las imágenes que tenía pocas horas acababa de presenciar: la muchacha vestida con finas prendas y alhajas, su manera delicada y femenina de moverse y hablar, la forma en que Jasper se le había quedado mirando, las sonrisas amables y afectuosas que ambos habían intercambiado, el momento en que él le había pedido su numero, al mismo tiempo que le tomaba ligeramente de la mano…

Definitivamente, yo jamás iba a poder ser como aquella mujer y, definitivamente, Jasper jamás me iba a ver como tal... yo no era delicada ni fina, y tampoco tenía curvas perfectas ni ropa con las cuales enmarcarlas… es más, la moda no estaban dentro de mis principales prioridades… ¡Que tonta había sido al pensar que un muchacho como él iba a poner sus ojos en una chiquilla tan lánguida y simple como yo!

Edward levantó los brazos y me enrolló con ellos, no comprendí el por qué hasta que descubrí como una gotita mojaba su playera color azul… ¿En qué momento había comenzado a llorar?

"¿Qué te puedo decir yo Ali?" – murmuró mientras frotaba mis hombros con sus manos – "Yo soy el menos indicado para ser un buen consejero… hasta hoy, no sé si mis decisiones han sido las correctas"

He de admitir que el poder desahogarme con mi hermano fue realmente reconfortante. Al día siguiente, como todos los días, fui a la mansión de los Swan para trabajar. Había llegado otro fin de semana y me sorprendió mucho encontrar a Bella levantada a tan temprana hora.

"Alice, Esme" – reconoció, en cuanto me vio entrar por la cocina, acompañada de mi madre – "Buenos días"

"Buenos días, señorita" – contestamos, al unísono, mientras yo detallaba el par de ojeras que se dibujaba debajo de su rostro – "¿Se le ofrece algo?" – inquirí.

Bella negó violentamente con la cabeza y, creo que intentó sonreír… no pude estar segura del gesto ya que, rápidamente, salió a grandes zancadas de la cocina. Esme y yo intercambiamos miradas.

"Se ve… muy mal" – me atreví a decir

Antes de que mi madre pudiera agregar algún comentario, la señora Swan entró, aún portando su bata de dormir. Al parecer, a todos se les había dado por levantarse temprano esa mañana

"Muchacha, quiero que, en cuanto mi hija se despierte, vayas a su recamara para ayudarle a empacar su equipaje" – ordenó con, su tan característica, aspereza

Asentí de manera obediente, intentando ocultar mi curiosidad. ¿Bella se iba de viaje? Hasta donde tenía entendido, faltaban unos pocos días para que las clases terminaran su ciclo y…

"¡¿Se va?" – solté, cuando Bella me había explicado todo al fin.

"Si, en un par de días" – informó – "Comenzaré a estudiar la universidad en Europa" – extrajo de una pequeña gaveta una cajita blanca con letras azules, la cual me tendió

"Disculpa que te de esto. Quiero que, por favor, lo tires en un lugar fuera de mi casa… no quiero arriesgarme a que, por mi mala suerte, alguien más que tu lo encuentre… si mi mamá sabe que tenía este tipo de pastillas entre mis pertenencias, pegaría el grito en el cielo y con justa razón, ¿Acaso no se supone que tiene años que no mantengo una relación formal con alguien?" – Dijo. Parecía que, por un breve instante, se había perdido ella sola entre sus palabras.

Tomé el paquete de pastillas, aún sin entender muy bien todo el asunto, manifestando mi penosa confusión con un fruncimiento de ceño

"son pastillas anticonceptivas" – agregó ante ello, con una ligera sonrisa elevando las comisuras de sus labios tristes – "dudo mucho que las use… al menos por un buen tiempo, así que ya de nada me sirven"

Un pequeño rubor cubrió mis mejillas al comprender todo al fin: ya no las iba a usar por que mi hermano ya no estaba con ella y, era más claro que un vaso de agua que, con el joven Mike, no tenía ni si quiera el deseo de tomarle la mano…

Asentí con la cabeza y, por un momento, me imaginé diciéndole que buscara a Edward. Que él, aunque lo negase, aún la quería. Que su ida a Europa era una verdadera tontería, la cual la destrozaría a ella y a mi hermano. Aún así, luché por controlarme y guardar la compostura, estaba segura que con una actitud desesperada no conseguiría nada. En cambio, manteniendo una actitud lo más normal posible, logré sacarle a un poco más de información: efectivamente, el vuelo hacia Europa saldría justamente en un par de días, osease, el lunes… se iría con Mike Newton y ahí, tenía planeado ingresar a una universidad (la cual tenía un nombre tan complicado que no lo recuerdo) para estudiar Diseño Grafico.

En cuanto las maletas estaban ya completamente empacadas salí de la recamara, con la caja de pastillas escondido entre el delantal de mi uniforme y sintiéndome muy mareada. Necesitaba hacer algo para informarle a Edward pero… ¿Qué? Mi hermano no tenía celular (aún si lo tuviera, no tenía de donde llamarle: la señora se daría cuenta de la llamada hecha en cuanto llegara el recibo telefónico) y desconocía el número de la casa en la que ahora trabajaba…

"Alice" – una tímida voz llamó a mis espaldas. Era Tanya

"¿Qué pasa?" – le pregunté con voz un tanto dura… no estaba de mucho humor como para andar atendiendo a otras personas

"Toma" – me indicó, mientras me proporcionaba un pedazo de papel el cual, al desenrollarlo, tenía escritos varios números

"¿Y esto?"

"Lamento el haber escuchado platicas que no me incumbían" – comenzó a explicar de manera atropellada – "realmente, solo escuché la última parte y… me imaginé que te hará falta un número en donde localizar a Edward…"

"¿Por qué me ayudas?" – interrumpí

"No lo sé" – admitió, mientras se encogía de hombros

La miré detenidamente y no encontré en sus ojos ni la más mínima seña de maldad. Era sincera.

"Gracias" – dije, mientras me apresuraba a salir de la casa. Ya después me las arreglaría para inventar una buena excusa para justificarme con la señora

Cuando llegué a la caseta de teléfono, me di cuenta que necesitaba una tarjeta con la cual poder llamar… ¡Maldición! ¿De dónde conseguía yo una bendita tarjeta?

"¡Alice!"

Casi sentí desfallecerme al escuchar aquella voz que, en ese momento más que nunca, era la de un ángel.

"¡Jasper!" – exclamé mientras corría hacia el carro deportivo que se había estacionado en la acera.

Por un momento, mis pies se quedaron clavados en la acera al ver a la morena mujer que iba plantada sobre el asiento del copiloto. Guardé mi dolor para otro momento. En ese instante, lo importante era ayudar a mi hermano.

"Jasper, que bueno que te veo" – dije, cuando estuve ya frente a él

"¿Pasa algo?" – preguntó, bajando del carro y caminando hacia mi – "Alice, ¿Qué ocurre? ¿En qué te puedo ayudar?"

"Necesito que me prestes una tarjeta para llamar desde un teléfono publico" – informé – "Dime, por favor, que sí tienes una"

"Lo siento, pero no" – contestó – "pero traigo mi celular" – agregó rápidamente, antes de que pudiera sentir desesperanza – "supongo que te servirá de la misma manera"

"Si" – dije de manera impulsiva – "permíteme hacer una llamada, por favor"

"Por supuesto" – dijo, mientras me entregaba el pequeño aparato tecnológico. Lo tomé entre las manos y saqué el pequeño papel en donde se encontraba anotado el numero que debía de marcar – "¿Sería indiscreto si pregunto a quién llamas con tanta desesperación"

"Necesito decirle a…"

Me mordí la lengua para callarme.

La sangre huyó de mi rostro al notar que, por poco, le soltaba un secreto del tamaño de los dioses a Jasper.

"¿Decías?" – insistió.

Mi mente carburó rápidamente una buena mentira que decirle. No podía confiarle una verdad que no era mía

"Necesito decirle a un amigo que venga por mí esta tarde"

Ya no esperé a dar una segunda explicación. Caminé cuatro pasos lejos de mi rubio amigo y apreté el botón "Call". El timbre sonó tres veces para que la llamada fuera atendida

"¿Diga?" – di gracias, mil veces al cielo, que no haya sido Heidi la que contestara.

"Comuníqueme, por favor, con Edward Cullen. Es urgente"

Le informé lo más rápida y detalladamente posible a mi hermano todo el asunto y, al notar el mutismo que se había creado por parte de él, al otro lado de la línea, me arrepentí… quizás no había hecho lo mejor.

"Así que… un amigo" – comentó Jasper, cuando le devolví el celular, tras mi silencio involuntario. Realmente, me encontraba muy angustiada por Edward como para prestar atención a otro tipo de cosas – "Alice" – llamó, con un poco más de fuerza en su voz, logrando que al fin levantara la mirada a la altura de la suya

"¿Qué paso?" - … - "¿Por qué me miras así?" – quise saber al ver la forma que mantenía su ceño fruncido

"¿Qué amigo te vendrá a traer hoy?" – exigió saber y, el escuchar por segunda vez la rudeza de su voz, me molestó. ¿Quién se creía él?

Estaba a punto de hacerle saber mi disgusto, cuando el claxon de su carro emitió un prolongado sonido.

"¡Jazzy! ¿Ya nos podemos ir?" –

Fue en ese entonces cuando recordé que mi amigo venía en compañía de esa tal María.

"Creo que tu noviecita es muy impaciente" – apunté, y nuestras miradas se encontraron, echando chispas por la rabia.

Era absurda la situación, ¿por qué estábamos tan enojados ambos?

"¿Irás conmigo al baile si o no?" – soltó, ignorando mi comentario.

Más que molesta o enojada, me sentí ofendida: ahí estaba otra vez aquel chico que, tenía meses, había desaparecido: el engreído, altanero y prepotente Jasper Hale.

"Ya te dije que no" – recordé, desviando mi mirada de sus groseras pupilas para controlar un poco la repentina furia que comenzaba a embargarme.

El claxon de su coche volvió a emitir otro pitido fuerte y estridente.

"¿No quieres ir por que no quieres o por que, tal vez, tu amiguito ya te pidió que salgas con él ese mismo día?" – preguntó y, el que no dejara (ni por un segundo) la superioridad de su voz, no ayudó mucho para calmar mi humor.

"No voy, por que ese tipo de lugares no son para mí… creo que tu nueva amiguita encajaría mejor" – agregué y, de repente, escuché como mi voz emanaba un indescriptible despecho.

"Estoy seguro, por la desesperación con la que te moviste para llamarle por teléfono que, si tu amiguito te invitara a cualquier lugar, aceptarías inmediatamente… ¿Te doy un consejo, Ali? No seas demasiado obvia al demostrar tus sentimientos hacia un hombre. Una mujer muy entusiasmada pierde el encanto"

Imaginé la escena claramente. Después de todo, bien parecía que a Japer ya le hacía falta un buen golpe en el rostro para bajarle los humos que comenzaba a subírsele otra vez…

No. No quería pelear con él… tenía tanto tiempo que no discutíamos. ¿Por qué lo hacíamos ahora?

"Jazz" – dije de manera más tranquila, mientras me apretaba el puente de la nariz con mis dedos y bajaba la mirada hacia el suelo – "no tengo tiempo para estas tonterías… nos vemos luego"


EDWARD POV

"Edward… Bella se va…"

Se iba…

Bella se iba con el estupido que tenía poco acababa de entrar a la casa…

Aún no sabía qué era lo que me impedía llevar a cabo un asesinato… ¿Por qué simplemente no cumplía lo que deseé desde el primer momento en que le vi?

¡Mil veces maldito Mike Newton!... pero, diez mil veces más, maldito yo.

Él no tenía la culpa, era yo, solamente yo… por no ser digno de ella y, aún sabiéndolo, atreverme a amarla…

¿Qué iba yo a hacer? Dos días y no la vería ¿Por cuánto tiempo? ¿Un año? ¿Dos?... ¿Nunca?

¡No!

Yo no podía vivir sin verla… podía soportar toda una eternidad de estar separados pero no podía soportar ni un solo segundo al tener la noción de que mis ojos ya no se deleitarían con su presencia…

Bella no se podía ir…

"Edward" – llamó Emmett, apareciendo por la entrada de la cocina.

"Hola, Emmett" – dije, de manera monótona. Tan idiotizado estaba por el dolor, que no me pregunté, en ese momento, cómo le había hecho para entrar a la casa (que nunca antes había visitado) y llegar hasta la cocina – "¿Qué hay?"

"Sé que no te encuentras muy bien pero, aún así, eres mi mejor amigo y, en un acto extremadamente egoísta de mi parte, no me podía ir sin que me dieras un abrazo para desearme suerte" – dijo, apresuradamente, mientras posaba una de sus manos sobre mi hombro.

Solamente Emmett sabía más o menos la verdad de todo el asunto, pero le había hecho jurar solemnemente que no diría ni una sola palabra. Sabía que no lo haría, era mi mejor amigo, mi casi hermano, al cual, también, había abandonado.

Tenía semanas que no platicábamos… ¿Cómo estaría? Decidí guardar mi dolor por un momento. Tal vez platicar con él me daba un poco de aire en medio de aquella trágica inundación por la cual estaba pasando. Tal vez su eterna sonrisa despreocupada me diera un poco de razón…

Levanté la mirada de la mesa y la clavé en su rostro. Se veía muy feliz. Me alegré por él…

"¿Te vas? ¿A dónde?" – pregunté, prestando más atención a sus palabras

"Me voy a las Vegas… con Rose" –

"¿A las Vegas…? ¿Con Rose?" – repetí, confundido. No entendía nada

"Si" – confirmó, un tanto indeciso – "Nos vamos a casar…"

***************************************

CAP 28.SÚPLICA

EDWARD POV

Tal vez no era lo mejor, pero tenía que intentar algo…

Solamente esperaba a que no fuera ya muy tarde…

"Edward" – llamó aquella voz femenina que, por primera y única vez en toda una vida, estaba feliz de escuchar.

Me di media vuelta, fingiendo lo mejor posible, estar tranquilo. Supe que el juego se me iba a tornar fácil al notar que su verde mirada destellaba, inconteniblemente, al ver que mi camisa estaba desabrochada (detalle que yo mismo había ocasionado intencionalmente)

"Heidi" – susurré, mientras viajaba mi mirada de arriba hacia abajo, recorriendo cada parte de su cuerpo con lentitud.

Ella intentó sostenerme la mirada, pero fracasó al cabo de un par de segundos…

"Pensé que te encontrabas, como siempre, lamentándote, encerrado en tu recamara" – comentó, mientras me daba la espalda. No era necesario ser muy inteligente para saber que el gesto solamente era para liberarse de mi persuasiva mirada. Estaba nerviosa, era fácil deducirlo por la forma en que su dedo jugueteaba sobre la mesa de roble.

Demasiado fácil, me dije. Caminé hacia ella, que aún estaba dándome la espalda, y enrollé mis brazos alrededor de su cintura. Sonreí victoriosamente cuando sentí como su cuerpo se estremecía al instante.

– "¿Por qué habría de lamentarme?" – pregunté, acercando mis labios a su oído derecho y apretando mis dedos sobre su vientre.

"¿Acaso no lo sabes?" – disputó – "Tú amada Bella se va justamente mañana" – luché arduamente por no encogerme del dolor. No, no lo haría. Disfrazando mi pena lo mejor posible, emití una pequeña risita mientras mi boca bajaba a su cuello. Pude apreciar la piel erizada de sus brazos desnudos, los cuales recorrí lentamente con mis manos.

"¿Bella?" – repetí y su nombre quemó mis labios – "Ella ya no me importa" – susurré.

Si algo tenía que agradecerle a Heidi era el haberme enseñado a ser un perfecto mentiroso.

"¿Ah no?" – cuestionó. Sin embargo, su voz, fuera de ser desdeñosa, salió demasiada cargada de falsas esperanzas, alimentadas por la vanidad.

"No" – confirmé, con un leve murmullo en sus oídos.

Su cuerpo dio media vuelta para poder encararme y supe que tenía mi victoria al ver sus verdes pupilas flameando en mi dirección. Controlé mi expresión e hice como si yo también ardiera en deseos. Su mano subió hasta llegar a mis cabellos, en donde sus dedos se enrollaron en una teatral posición de sensualidad.

"Entonces, ¿Quién te importa ahora?" –

Ahhh… que ilusa eres, Heidi.

"Tu, por supuesto" – contesté y, al instante, sus manos jalaron de mis cabellos y atrajo mi rostro hacia el suyo.

Cerré mis ojos en un intento de borrar la repentina repulsión que su boca me causaba. En un pasado, aquel movimiento de su lengua me hubiera parecido perfecto. Sin embargo, el pasado había quedado atrás hacía ya mucho tiempo. Ahora, mis labios solamente deseaban y se sentirían bien con unos solos.

Bella.

Llevé mis manos hacia su espalda y presioné mi cuerpo contra el suyo. Ella gimió de manera violenta, al momento en que enrollaba sus piernas alrededor de mi cintura. Mi boca se deslizó debajo de su cuello, siempre buscando otras partes que no fueran sus labios… la besaría lo menos que pudiera en esa zona.

Antes de irnos a su recamara, preparé unas copas de vino, de las cuales, yo no tomé ninguna. Agradecí el hecho de que Heidi estuviera muy metida en su excitación como para no tomar aquel detalle como sospechoso .Jugué con ella y con su cuerpo lo más que pude. Esperando impacientemente por que la bebida (y el medicamento que yo había disuelto previamente en ella) hiciera efecto.

Eran alrededor de las nueve de la noche cuando cayó completamente inmóvil sobre la cama. Si mis cálculos no me fallaban (y había logrado aprender un poco durante los dos años y medio que llevaba de mi carrera) ella no despertaría hasta haber pasado, como mínimo, catorce horas.

Corrí silenciosamente hacia mi recamara y me deshice de la camisa que tenía su perfume impregnado. Me bañé y cambié rápidamente y salí de la imperiosa casa en medio de tropezones. Los pies me temblaban a causa de los nervios. ¿Qué iba a hacer yo ahora? Lo único que me quedaba era correr hasta llegar a la mansión de los Swan… lo importante era estar a unos pasos de ella… ya después me vería qué hacer, qué decir, qué esperar.

Me subí el gorro de la sudadera para cubrirme de la creciente llovizna que caía. Mis pies chapotearon una y otra vez. Sin importarme mucho qué tan mojados estuvieran mis tenis, corrí y corrí y, al sentir en mis pulmones la falta de aire, comprendí que la distancia realmente era demasiada.

Aún así, cuando ya mis piernas no daban para seguir a tal velocidad, continué caminando.

Unas luces apuntaron directamente hacia mí, pegando fuertemente hacia mi espalda. Y, el temor me hizo frenar los pies al tener, a mi par, un auto deportivo. Giré mi rostro lentamente, para ver de quién se trataba.

"¿Edward?" – preguntó el rubio muchacho, mientras frenaba por completo y bajaba la ventanilla del lado contrario – "¿Qué haces caminando a esta hora y debajo de esta lluvia?"

Desvié mi mirada de la suya.

"Voy a casa de los Swan" – respondí de mala gana, mientras comenzaba a caminar otra vez. El coche arrancó de nuevo, alcanzándome sin ningún trabajo.

"Sube" – indicó, y la puerta se abrió para permitirme el paso – "Con esta lluvia y a ese paso tardaras mucho en llegar"

No me negué. No estaba para darme aires de orgullo.

"Gracias" – murmuré mientras me introducía. Me coloqué el cinturón de seguridad y Jasper aceleró el motor de tal manera en que estuvimos frente a mi destino en unos cuantos minutos. Durante todo el camino él no preguntó ni dijo nada.

Por mi parte, yo si quería decirle un par de cosas, acerca de mi hermana. No sabía si mis sospechas eran ciertas pero podía casi jurar que era de él a quien se refería aquella noche en la que habíamos platicado. Pero sería en otra ocasión, en la cual estuviera más seguro. Al fin de cuentas, solamente los había visto, por causalidad y sin que ellos se enteraran, un par de ocasiones.

Volví a darle las gracias en cuanto llegamos y él asintió, de manera amable.

"Edward" – llamó, antes de me bajara. Volví mi cuerpo hacia el carro y el continuó – "Mi hermana… se fue con tu amigo, ¿no es así?"

Di un respingo, Si le decía la verdad, ¿Metería a mi amigo en problemas? Como si pudiera leerme la mente, el rió entre dientes

"No te preocupes" – calmó – "Solamente quiero saber si ella esta bien"

"Emmett es un buen hombre" – me limité a decir.

"Lo sé" – asintió – "De no ser así, no estaría dispuesto a soportar el que mi hermana se fuera… Se van a casar"

Aunque no fue una pregunta, asentí. Jasper suspiró profundamente, su gesto no denotaba ninguna inquietud, solamente parecía estar reflexionando sobre algo. Después, como si repentinamente sus pensamientos hubieran dado un drástico giro, levantó su mirada hacia la mía.

"¿Puedo preguntarte algo?" – asentí de nuevo y él pareció dudar demasiado si continuar o no

"Tu hermana" – soltó, con un titubeo, al mismo tiempo en que, sin quererlo, tensaba mi quijada – "Alice… ¿Sabes si sus clases ya terminaron?"

"¿Para qué quieres saber eso?"

"No sé si estas enterada de que es mi amiga y…bueno yo, quería... no he tenido de hablar con ella y preguntarle… que-quería ver si ya estaba libre para ir a verla"

"Ella ya no tiene clases" – me obligué a decirle la verdad a regañadientes. Después de todo, le debía un favor

"Ah… gracias, iré a verla…"

"Ten cuidado con mi hermana" – advertí, sin siquiera pensarlo – "Si me llego a enterar que te has querido sobrepasar con ella…"

"No" – interrumpió violentamente – "De ninguna manera me gustaría hacerle daño a Alice… yo la quiero, como una amiga" – agregó rápidamente ante mi mirada asesina.

"Lo de amiga no te lo creo" – discutí. Él bajó la mirada, dándole razón a mis palabras con su silencio – "Solamente te pido que no te vayas a querer aprovechar de su inocencia… Mi hermana es una persona muy buena"

"Si" – admitió – "Es una persona extraordinaria, única"

Luché por no creer en la sinceridad de sus palabras pero, la forma en que su voz se refería a mi hermana, me recordaba mucho a la manera en la que me solía expresar de Bella todo el tiempo…

Decidí dejar la conversación a un lado. Después de todo, no estaba en ese lugar para meter mis narices en la vida amorosa de mi hermana y, además, le debía la discreción que, hasta entonces, el muchacho había mantenido al no preguntarme el motivo de mi nocturna visita a la casa de los Swan

"Me tengo que ir" – anuncié, mientras salía del carro. Por su expresión, fue fácil deducir que le acababa de dar un aliento de alivio

Con un profundo suspiro, se despidió y volvió a acelerar.

No esperé mucho tiempo para escalar la barda. Me hice un par de rasguños en las manos, pero logré entrar al jardín sin muchas complicaciones. Caminé por toda la orilla, hasta llegar a la parte del patio, la cual colindaba con la ventana de su recamara.

Las luces estaban apagadas, ¿Estaría dormida? ¿Sería yo el único que seguía sufriendo con nuestra separación?...

Tal vez ella realmente era feliz

Tal vez, lo mejor era dar media vuelta e irme. Dejarla libre…

Las palabras de Emmett resonaron en mi cabeza

"Edward, no seas tonto. Si, tus palabras tienen mucha razón: el amor no llena los estómagos. Sin embargo, tú, mejor que nadie, tienes un claro ejemplo que, el amor, es el mejor soporte para luchar contra los problemas que se vengan, es la mejor cura y la mejor motivación para seguir adelante ¿Acaso no es eso lo que Carlisle y Esme hacen?

Ve y búscala. Deja que ella decida también y, entre los dos, encuentren una solución que no sea tan tortuosa. Entre los dos, enfrenten los obstáculos… no lograrás nada tu solo. No lograran nada separados."

Suspiré profundamente, adquiriendo valor y, un segundo después, comencé a subir, a cómo pude, por los muros. Hasta que llegué a su ventana.

BELLA POV

Trato de levantarme,

de salir adelante,

pero no subo mucho y vuelvo a caer

porque el peso de la soledad que con tu partida dejaste

aun es demasiado grande.

Trato de escalar,

el inmenso abismo de tristeza en el que he caído,

pero por más que lo intento,

es imposible,

ya que no veo la luz, sino es contigo, en mi paraíso

By RominHarry

Edward…

Ya no te volvería a ver…

¿En qué momento me habías dejado de amar?

Cuánto hubiera dado por que me hubieses mentido de la misma dolorosa manera con la que yo lo había hecho noches atrás…

Ya no amarte, ¿Era eso posible? ¿Cómo no amarte con ese carácter tan romántico, divertido y pasional? No lograba imaginarme a una sola mujer que, viendo tus ojos, probando tus labios y escuchando tu voz, pudiera decir que no te ama… ¿Qué mujer podría no amar a un ser como tú, tan imperfecto y tan virtuoso a la vez?

Edward…

Solo esperaba a que el tiempo lograra apaciguar el dolor que en mi pecho habías dejado.

¡Menudo diablo con aspecto de ángel! Cuánto te odiaba y te amaba al mismo tiempo…

Cerré mis ojos y apareciste…

Ay, que imaginación tan traicionera la mía, que te materializó detrás de mi ventana, bañado con las gotas cristalinas de lluvia que caían allá fuera. Me levanté de la cama y caminé hacia ti. En ese momento me dije, "disfruta de tu locura, disfruta del pensar que él esta aquí… disfruta por que, cuando la realidad regrese, no tendrás manera de combatir el dolor causado por su ausencia"

Te vi y parecías tan irreal. La correcta imagen de un falaz sueño.

Tus ojos verdes brillaban y relampagueaban, tus pálidas mejillas estaban adornadas por un tenue rubor, causado por una aparente agitación la cual no podía comprender. Tus labios entreabiertos, exhalando rítmicamente el aire a tu alrededor. Tus manos, adheridas al cristal de la ventana; tu cabello rebeldemente pegado a tu frente. Todo tu estabas completamente empapado y, aún así con ese aspecto tan desaliñado, eras hermoso.

No sabía que mi imaginación era tan creativa.

Abrí la ventana y un viento helado trajo consigo tu perfume: muy fresco y ligeramente dulce. Sin decir palabra alguna te adentraste en mi recamara y contemplé, en silencio, como las gotas de agua se escurrían de tu ropa y tu cabello hasta chocar con el suelo. Te acercaste y tus heladas manos atraparon mis mejillas con una delicada brusquedad. Presté atención a tus labios que, ligeramente hinchados y enrojecidos, temblaban a causa del frío.

Entonces fue cuando me preocupé.

Estaba segura que mi imaginación, por muy retorcida y desesperada que estuviera, no te haría temblar de esa manera, con la cual parecía que sufrías… No, mi imaginación no era capaz de crear esa imagen. No era capaz por que cada parte de mí, te amaba tanto que tu sufrimiento era mi peor castigo, mi peor tormento.

Entonces, ¿eras real?... Si, lo eras.

"Bella" – susurraste con voz entrecortada, sacando de tu aliento una pequeña capa de humo – "No te vas a ir a ninguna parte, ¿Me escuchaste? No dejare que te vayas lejos de mi" – callaste repentinamente, como si las palabras anteriormente dichas, no eran lo que tenías pensado decir. Pasaron varios segundos antes de que continuaras – "Perdóname… Soy un idiota"

"Eres un idiota" – acordé, y escuché como mi voz salía con un entrecortado susurro

"No te vayas" – me pediste – "Necesito que te quedes conmigo… por favor"

A pesar de que tu rostro estaba bañado por el agua que se derramaba de tus cabellos, fui completamente capaz de distinguir el par de gotas expulsadas de tus ojos. Estabas llorando, al igual que yo.

Las palabras sobraron en ese momento. Yo no necesitaba escuchar una disculpa. Yo no necesitaba (ni quería, en ningún momento) ver tus lagrimas… lo único que yo necesitaba era sentir sus labios apretando los míos. Necesitaba cerciorarme de que todo era verdad y no producto de un falso y tormentoso sueño.

Llevé mis manos hacia tus cabellos y te besé… bueno, en realidad, tú me besaste.

Yo solamente me limité a dejarme llevar por el sabor de tu saliva que traspasaba mis sentidos. Temblé junto contigo al momento en que tus brazos me enrollaron y la humedad se filtró por mi delgada pijama de algodón en el momento en que me aprestaste contra ti. No importaba. Tus dedos ya estaban comenzando a deslizarse por debajo de la tela, acariciando mi piel, quemando instantemente con su contacto.

Tu boca se volvió desesperadamente deliciosa y, tanta era la fuerza con la que me tenías sujetada por la cintura, que mi espalda se arqueó ligeramente hacia atrás mientras ambos desistíamos a dejar de besarnos. Mis dedos se despidieron de tus cabellos y descendieron para tomar el cierre de tu sudadera, la cual cayó a los pocos segundos.

Te separaste de mí por un momento, solamente para mirarme con tus esmeraldas estimuladoras de mis más pasionales deseos. Nos dejamos caer sobre mi cama. Yo caí sobre ti y aproveché la oportunidad para recorrer tu cuerpo lentamente, disfrutando de todo el tiempo que te tuve lejos. Levantaste tu espalda para unir de nuevo nuestras bocas, tus manos jugueteaban por toda mi espalda y mi cintura y, poco a poco, fueron desabrochando mi blusa hasta que mis senos quedaron descubiertos.

Tenía tanto tiempo que no sentía ese calido rubor recorrer mis mejillas al sentirme contemplada por tus verdes pupilas, como gemas verdes fundidas a la luz de un incandescente fuego. Noté como tu respiración se volvía pesada mientras deslizabas dos de tus yemas, lentamente, sobre mis pechos, provocando que un pequeño gemido saliera de mis labios.

Con delicadeza, llevaste tu boca hacia mis pezones y comenzaste a acariciarlos mientras yo me revolvía entre tus manos, consumiéndome por tu fuego delicioso. Mis dedos se enterraron en tu espalda, marcada perfectamente con una musculatura ideal.

Tus besos volvieron a centrarse en mis labios y rozaste con ellos mis mejillas, mi nariz, mi quijada… me provocaste un ligero cosquilleo al poner tus manos en una parte sensible de mi cintura y no pude contener el reír. Tú también reíste entre mi boca. Era claro, no había necesidad de palabras. Lo sabíamos los dos, sabíamos que éramos felices otra vez y nada, nada nos separaría ya.

Yo no necesitaba explicaciones. Cuando uno ama de verdad no necesita usar las palabras para entender innumerables cosas, y yo te amo.

Tus dedos dejaron de jugar y se deslizaron hacia mis piernas, las cuales acariciaste con una lentitud tortuosa hasta llegar de nuevo a mis senos. De manera inconciente, comencé a mover mis caderas, mientras tú besabas cada parte que te era posible de mi piel. Me apreté con fuerza hacia ti cuando sentí la dureza de tu sexo. Un pequeño gemido se escapó de tu garganta y oprimiste mi espalda hacia tu pecho. La erección de mis pezones topó con tu piel mientras nuestras bocas se fundían en una sola coreografía. Llevé mis manos hacia tus cabellos y, en el transcurso, memorice cada parte de tu rostro angulado.

Sentí el estremecimiento de tu cuerpo cuando pase mi lengua por tu cuello, pero era un estremecimiento diferente, que nada tenía que ver con la lluvia que caía reciamente allá afuera. Me acostaste sobre la cama, solamente para despojarme del bóxer de fina tela que me cubría. Mis manos también te despojaron de tu pantalón de mezclilla y, cuando estuvimos completamente piel a piel, me volviste a atraer hacia ti, de modo que, otra vez, mi cuerpo estuvo sobre el tuyo.

Suspiré profundamente al sentir tu calor sin ninguna clase de censura. Tus dedos se enrollaron en mi cabello, el cual jalaste delicadamente para que mi cuello quedara totalmente al descubierto y así pudieras dejar tus húmedos caminos de besos sobre él. Sentí tu irregular respiración acariciando a mi oído derecho

- "No tienes idea de cuántas noches, durante todos estos meses, he sufrido por no tenerte a mi lado… Solamente tú eres mi princesa Bella, mi dueña y, aunque lo he negado, sabes que no miento al decirte que te amo. No pretendas que pueda vivir sin ti, por que es algo completamente absurdo. Mis sentidos te necesitan. Si me muevo, si respiro, si camino, es solamente por ti... "

Llevé mis manos hacia tu pecho, para empujarte hacia atrás.

Tus palmas se posicionaron a un lado de mis caderas y me ayudaste a moverlas, para que te pudieras adentrar, primero, de manera lenta y frágil, esperando a que mi cuerpo se adaptara al tuyo. El primer contacto de nuestros miembros fue como un choque eléctrico que me dejó en la piel leve descargas placenteramente difuminadas, las cuales se intensificaron conforme el ritmo se aceleró.

Agradecí que la lluvia estuviera cayendo tan fuertemente para que el ruido que sus gotas, provocado al topar con la losa y el suelo, ahogara mis incontenibles gemidos que nacieron y crecieron, conforme el movimiento de nuestros cuerpos conectados se hacía más rítmico. Me descubrí apretando los labios, arqueando mi espalda, agitándome y musitando tu nombre mientras me perdía en la sensación de éxtasis causada por todo tú ser.

Enrollaste tus brazos fuertemente (como nunca lo habías hecho, como si, pese a todo, tuvieras miedo de perderme) y, con un tentador gruñido, me llevaste hacia atrás, recargando tu peso sobre mí.

Comenzamos otra vez. Tu boca silenció la mía cuando mis labios no hacían otra cosa que invocar tu nombre y, cuando ambos ya no pudimos más, apreté fuertemente mis piernas alrededor de tus caderas y me agité con la oleada de placenteras sensaciones que me acudieron.

Me dejé caer hacia atrás, vencida por completo ante el la fatiga del placer. Vencida ante ti, mi todo.

Cuánto había extrañado el tener su rostro reposado sobre mi pecho, esperando, tranquilamente, a que nuestras agitadas respiraciones se controlaran.

Te atraje hacia mi lecho y te besé los labios húmedos con suavidad.

"No necesito decírtelo, por que lo sabes perfectamente pero, Te Amo" – murmuré quedamente.

Sonreíste.

Tus dientes blancos y perfectos deslumbraron en la oscuridad y me volviste a besar…